sábado, noviembre 14, 2009

USTED HA NACIDO A LA FAMILIA DE DIOS.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
IV PARTE


Lectura bíblica: San Mateo 12:46-50

Propósitos de la charla: a) Comprender la definición de Iglesia como Familia de Dios; b) Identificar los rasgos característicos de la Familia de Dios y sus miembros; c) Conocer las responsabilidades de los cristianos como Familia de Dios; y d) Vislumbrar el futuro de la Familia de Dios.

“Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. / Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar. / Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? / Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. / Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.”
(San Mateo 12:46-50)


Tres cosas llevamos aprendidas en esta serie de enseñanzas para recién convertidos, o para los que quieren recordar sus primeros pasos de fe, y es que: a) Usted se ha convertido a Jesucristo; b) Usted ha sido trasladado de Reino; y c) Usted ahora tiene vida eterna. Ahora veremos un cuarto aspecto: Usted ha nacido a la Familia de Dios.

Los cristianos somos designados en la Biblia de varias maneras; como “la Iglesia”, “el Cuerpo” “el Reino de Dios”, “la Casa de Dios”; pero también se nos nombra como “la Familia de Dios”. En esta lección nos enfocaremos en esta última perspectiva, puesto que hemos sido llamados a formar parte de ella. La gente de Dios es descrita con la imagen de una familia, ciertamente una hermosa designación que Dios da a Su Iglesia, el pueblo del Señor.

Ahora somos miembros de una nueva familia. Tal como pertenecemos a una familia natural, en la que tenemos padres, hermanos, hijos, etc., con una forma de ser, con valores propios, ideales, anhelos, metas, trabajos conjuntos, etc., desde nuestra conversión pasamos a formar parte de una “familia espiritual”, la familia de Dios: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, / edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, / en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; / en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.” (Efesios 2:19-22)

Toda criatura de la creación está bajo la autoridad de Aquél a quien le ha sido entregado todo poder: Jesucristo, en especial la Iglesia. Por eso la Biblia expresa: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, / de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra,” (Efesios 3:14-15)

Quienes son padres entienden perfectamente que es misión de los papás poner las normas del hogar, enseñar valores y conductas, de acuerdo a las creencias o filosofía de vida, a sus hijos. Asimismo en la Iglesia hay reglas que cumplir y conductas que se consideran cristianas. Por eso todo discípulo debe aprender a conducirse en la casa de Dios. La familia espiritual, también tiene un orden y normas de conducta: “Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, / para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.” (1 Timoteo 3:14-15)

¿Cuáles son los principales aspectos que debo saber acerca de la Familia de Dios? A semejanza de mi familia natural, mi familia espiritual tiene determinadas características, sus propias responsabilidades y un futuro que espero para ella. Hoy estudiaremos de la Familia de Dios:

· Sus características.
· Sus responsabilidades.
· Su futuro.


1. LAS CARACTERÍSTICAS DE LA FAMILIA DE DIOS.
A- Tiene a Dios como Padre.
Toda familia tiene un origen, un progenitor o padre. La familia de Dios también. Su Padre es un solo: Dios, al que llamamos Padre Celestial, para diferenciarlo del padre terrenal. Algunos podrán considerar a Adán como el padre de la raza humana, pero en verdad éste fue el primer hombre creado. Dios es nuestro Padre Eterno. Suele hablarse de Adán y Eva como nuestros “primeros padres”, ciertamente lo son en el aspecto natural, pero nuestro Padre sobrenatural es Dios. También se dice de Abraham que es el “padre de la fe”. El pueblo de Israel lo llama “padre Abraham” porque a él le fue dada por Dios la promesa de formar un gran pueblo, tan grande como la multitud de estrellas en el cielo. Es el primero que creyó a Dios esa promesa, por ser el primero que la escuchó, y desde ese punto de vista es padre y ejemplo para todo hombre de fe, sea judío o cristiano.

Mas en verdad tenemos un solo Padre: Dios. ¿Cuántos Dioses hay? Indudablemente hay un sólo Dios, que es Padre de todos los que creen en Él; como lo afirma la Escritura: “ Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), / para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.” (1 Corintios 8:5-6)

¿Qué significa que Dios sea Padre? Qué Él es el Creador de todo: “un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.” (Efesios 4:6) Podemos decir que Dios es Padre de todo lo que existe en el universo y dentro del planeta Tierra, es Padre de las criaturas; pero en rigor, bíblicamente hablando y desde el punto de vista espiritual, Dios no es Padre de todos. Tal vez esta aseveración a usted le sorprenda. Veamos qué dice la Biblia; cuando Jesús trataba duramente a los fariseos y maestros de la Ley: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.” (San Juan 8:44). Esto significa que nuestra paternidad espiritual va a depender de quién estamos sujetos, si de Dios, del diablo, de alguna deidad humana, etc. Por lo tanto, de acuerdo a este texto, Él no es el “padre espiritual” de los pecadores, los que son hijos del diablo. ¿Cómo llama Jesucristo al diablo? Dice que es el “príncipe de este mundo” y “padre de mentira”.

Queda claro, entonces, que la primera característica de la Familia de Dios, es que tiene un Padre que es Su Gestor.

B- El Hijo mayor, Jesucristo, está al mando de la Casa de Dios.
Como mayor prestigio que la Torre de Eiffel tiene Gustave Eiffel, el que la edificó; mayor es Miguel Ángel Buonaroti que el mural que pintó en la Capilla Sextina; es más importante cada faraón que mandó construir las pirámides, que las pirámides Keops, Kefrén y Micerinos; asimismo Dios es más importante que el Universo creado por Él.

Dios ha puesto a Jesucristo como Señor, Cabeza y máxima autoridad en el universo y sobre todo en la Iglesia. Que Dios es El más importante en la creación y Jesucristo, Su Hijo, tiene toda autoridad en Su Casa, queda muy claro en el siguiente párrafo: “3 Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. 4 Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. 5 Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; 6 pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.” (Hebreos 3:3-6)

Cristo, el Hijo de Dios, sirve sobre la casa de Dios como Sumo Sacerdote, pudiendo cada cristiano acudir por medio de Él a Dios Padre. ¿Qué es más importante: el sacerdote o el templo? El sacerdote. ¿Qué es mayor: el Sumo Sacerdote o la Casa de Dios? Indudablemente el Sumo Sacerdote: “ y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios” (Hebreos 10:21). El rol del sacerdote siempre es servir de intermediario entre Dios y los hombres, y entre los hombres y Dios: “25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” (Hebreos 7:25).

La segunda característica de la Familia de Dios es que tiene como máxima autoridad a Jesucristo, el Hijo de Dios e Hijo del Hombre.

C- Para ser de Su Familia hay que nacer de nuevo.
Llegamos a ser parte de esa familia por medio del nuevo nacimiento o regeneración: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. / Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? / Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. / Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” (San Juan 3:3-6).

La única forma de pertenecer a una familia es siendo pariente, es decir ser “parido” en ella, salvo cuando somos adoptados. Pero, en el caso de los cristianos, Jesús, el Dueño de Casa, nos dice que es imprescindible el nuevo nacimiento: “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” Si usted quiere ver y experimentar el reino o gobierno de Dios, tiene que nacer de nuevo. ¿Cómo se logra esto? Primero naciendo del agua y segundo del Espíritu. El agua es símbolo de la Palabra de Dios; podemos creer en Jesucristo cuando escuchamos acerca de Él en Su Palabra. Él ha dicho “Por mi palabra estáis limpios”. Así como el agua lava nuestro cuerpo, Su Palabra o enseñanza limpia nuestra vida y nos hace renacer. El Espíritu se refiere al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Trinidad, que nos da la vida espiritual, la vida que viene de lo alto, de Dios. Como cubrió a María para gestar a Jesús, nos cubre el día de nuestra conversión para producir una nueva criatura en nosotros.

No nos confundamos, “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” Una cosa es la vida que adquirimos al nacer de la mamá, la vida biológica o “bíos”; otra es la vida del alma o “psique” que recibimos de Dios como soplo de vida; pero muy distinto es la vida que es soplada por el Espíritu Santo en el hombre, al nacer de nuevo, la vida “zoé”. Quien ha creído a su llamado ha pasado de muerte a vida. Esto, más que una metáfora, es la realidad divina de que al seguir a Jesús y vivir en Él, tenemos en nosotros "zoé", vida sobrenatural.[1]

Por eso Jesucristo dio la gran comisión, para que todos los que crean que Él es el Hijo de Dios que murió en la cruz por los pecadores, llegasen a ser “hijos de Dios” Nos convertimos en miembros de la familia de Dios al hacernos sus hijos mediante la fe. El versículo siguiente nos dice cómo opera esa fe para hacernos miembros de la familia: “pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; / porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. … 29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.” (Gálatas 3:26,27,29) Por medio de la fe en Jesucristo llegamos a ser nuevas criaturas.

La tercera característica de la Familia de Dios es que para pertenecer a ella hay que nacer de nuevo, por lo tanto son parte de ella sólo los que han nacido de nuevo. A veces hay dudas sobre ciertos hermanos, por sus actitudes y vida, si realmente son hijos de Dios. Si usted ha nacido de nuevo, a la Familia de Dios, entonces tiene una “nueva vida” con valores, ideales, actitudes, pensamientos, obras, etc. diferentes. Así se cumple aquello que dice la Escritura: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17). Y esto enlaza con el siguiente aspecto que estudiaremos sobre la Familia de Dios.

II. LAS RESPONSABILIDADES DE LOS DE LA FAMILIA DE DIOS.
1- Vivir una vida de piedad y santificación.
La familia de Dios es una familia especial, bendecida, donde hay vida, unidad, comunión, lealtad, responsabilidad, regocijo, salvación y está compuesta por aquellas personas que han obedecido de corazón la Palabra de Dios.

“Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, / Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.” (2 Corintios 6:17,18).

2- Caminar en luz.
La luz simboliza lo que es verdadero, lo puro; “el caminar en luz” es, pues, vivir una vida de pureza en conformidad a la verdad revelada por Dios en Su Palabra. “pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” (1 Juan. 1:7) Esto abarca el practicar lo que es bueno y puro moralmente, lejos de lo pecaminoso y erróneo, ya que Dios es Luz, Sus hijos deben imitarle, “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Efesios 5:8) La Palabra de Dios nos enseña: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.” (Efesios 5:1)

Nacer del agua y del Espíritu Santo a la familia de Dios. Para poder nacer es necesario morir a la antigua vida. No podremos dar fruto si no hacemos morir las viejas costumbres, antivalores y actitudes negativas. En el bautismo somos sepultados junto con Jesucristo y desde ese momento comenzamos a vivir para Él. Cuando nos convertimos, fuimos despojados del viejo hombre. por ello la Biblia dice: “ Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20)

3- Amarse unos a otros.
En la familia de Dios sus hijos deben amarse y tener una actitud de amabilidad, bondad y simpatía los unos a los otros: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. / Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:31-32)

Solamente en un ambiente de amor podrá haber efectiva edificación para todos los miembros: “Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; / sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre.” (Gálatas 4:1,2).

La familia de Dios es un Cuerpo unido en el amor de Dios. Cada cristiano es un miembro del Cuerpo y sufre cuando otro miembro sufre. Los miembros se ayudan unos a otros ordenadamente, como en un cuerpo unidos por las articulaciones. Esta forma de articularse el cuerpo, se llama Discipulado: “de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” (Efesios 4:16).


III. EL FUTURO GLORIOSO DE LA FAMILIA DE DIOS.
La familia de Dios tiene la esperanza de una feliz reunión en el mundo venidero, los hijos de la familia de Dios son herederos de Dios y coherederos con Cristo: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. / Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” (Romanos 8:16-17)

El Apóstol bendice al Padre que nos hizo nacer de nuevo, a la familia de Dios. Vivimos, después del nuevo nacimiento, con una esperanza verdadera. Esta esperanza se basa en la resurrección de Jesucristo de los muertos: si Cristo resucitó, nosotros al unirnos a Él por la fe, también resucitaremos. La herencia que hemos recibido de Jesucristo es: a) Incorruptible, no se puede pervertir o corromper; b) Incontaminada, no tiene contaminación alguna; y c) Inmarcesible, no se puede marchitar. Esta herencia está reservada para los cristianos nacidos de nuevo, en los cielos. Somos guardados para recibir esa herencia, por el poder de Dios mediante la fe. Así alcanzaremos en el tiempo final, completa salvación de nuestro cuerpo, alma y espíritu, como lo señala el siguiente pasaje:

“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, / para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, / que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pedro 1:3-5).


CONCLUSION
Usted ha nacido a la Familia de Dios. Esta familia tiene por características: Dios es su padre, el Hijo está a su mando y para pertenecer a ella hay que nacer de nuevo. Las responsabilidades de los de la familia de Dios son: 1- Vivir una vida de piedad y santificación; 2- Caminar en luz; y 3- Amarse unos a otros. La familia de Dios tiene un futuro glorioso para cada uno de sus miembros.

A la pregunta de Jesucristo, sobre quién es parte de Su Familia, ¿Quién es mi madre, o mi hermana y mi hermano?, Podemos responder con toda seguridad que es Familia de Jesucristo cada cristiano que hace la voluntad del Padre.

¿Quiere usted formar parte de la Familia de Dios? Si se ha convertido realmente a Jesucristo, si lo ha recibido en su vida como Señor y Salvador, si usted ha creído en Su nombre, entonces ha sido engendrado espiritualmente para el Reino de Dios y ahora pertenece a la Familia de Jesucristo, como asegura la Palabra de Dios: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (San Juan 1:12-13)



PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué características tiene mi familia natural?
2) ¿Cuál es la principal responsabilidad de mi grupo familiar?
3) ¿Qué futuro espero para mi familia?
4) ¿Cómo llegamos a ser bebés nuevamente? ¿Cómo podremos nacer de nuevo?




BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) Alfredo Chee, “La Familia De Dios”, febrero 2003; Editado desde Abril 22, de 1999
4) Jorge Ortiz, “La Familia De Dios”.

[1] Ver: Transmisión De La Vida De Dios, “El Discipulado” Lección Nº 7; pastor Iván Tapia.

domingo, octubre 18, 2009

USTED TIENE VIDA ETERNA.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
III PARTE

Lectura bíblica: Romanos 8:38,39

Propósitos de la charla: a) Desarrollar la seguridad de la salvación y la vida eterna, basados en la Escritura; b) Comprender el concepto de “vida eterna”.


“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, / ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8:38, 39)

La conversión a Jesucristo es una experiencia integral, una elección de Dios, un descanso para siempre en Jesucristo y un traslado de reino. Ahora Jesucristo es el Señor de nuestra vida y somos ciudadanos del Reino de Dios. En el reino de tinieblas estábamos “muertos” espiritualmente porque no teníamos la vida de Dios. Al convertirnos recibimos “la vida” que viene de lo alto: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” (San Juan 1:4) Esta vida ilumina nuestra existencia dándonos fe, paz, amor y esperanza.

Tener “vida eterna” significa adquirir la vida de Dios, la vida de la eternidad. Entendamos que todos los seres humanos tienen vida eterna puesto que el alma no muere, pero esa eternidad se puede vivir en el cielo o en el infierno. Necesitamos comprender el significado de la “vida eterna” como se infiere de estos versículos del Evangelio:”Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, / donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. / Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, / donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.” (San Marcos 9:45-48)

Si usted se ha convertido verdaderamente a Jesucristo, ahora tiene la vida de Dios; usted tiene vida eterna, y por lo tanto, total seguridad de su salvación. Hay personas que viven dudando de su salvación, quizás porque dependen de una emoción en su relación con Dios, o porque se miran a sí mismos como pecadores y no a Jesucristo como el que pagó el precio por sus pecados. Amados hermanos: tengamos total seguridad de que la obra que nuestro Salvador hizo en la cruz en el monte Calvario, es una obra perfecta y definitiva, que conquistó la salvación para todo aquel que cree.

En Cristo Jesús tenemos seguridad absoluta y eterna. Todo ser humano busca la seguridad en el plano económico, en el plano de la salud, en el amor conyugal, en sus estudios, en el consumo de bienes, etc. ¡Cuánto más en el aspecto espiritual! Necesitamos creer en un Dios seguro y que nos ofrezca seguridad. Y así es el Dios que nos ha llamado, Uno que nos ha amado desde el principio, Uno que dio Su vida por nosotros, Uno que nos regala la salvación para siempre, para eternidad. El gran evangelista Billy Graham ha dicho “los cristianos no tenemos que vivir con incertidumbre acerca del futuro. El cristianismo es una fe de certidumbres, de convicciones garantizadas y de creencias concretas.”

En Jesucristo y el Reino de Dios, usted está seguro; usted puede estar seguro de lo siguiente:

· Seguro de haber sido rescatado.
· Seguro en el poder de Dios.
· Seguro e inseparable del gran amor de Dios.
· Seguro en la mano de Dios.
· Seguro de la vida eterna.
· Seguro de la fidelidad de Dios.

1. SEGURO DE HABER SIDO RESCATADO.
“En él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia” (Efesios 1:7)

Jesucristo murió por nosotros. Merecíamos la muerte por desobedientes a Dios, ya que “el pago del pecado es muerte”, pero el Hijo de Dios tomó nuestro lugar y pagó por nosotros con Su muerte. Jesucristo nos redimió de nuestra condición de esclavos del diablo. El diccionario define la acción de redimir como: a) Rescatar o sacar de esclavitud al cautivo mediante precio; y b) Comprar de nuevo algo que se había vendido, poseído o tenido por alguna razón o título. El Señor nos compró a precio de sangre, a aquél que nos tenía en esclavitud.

La gracia de Dios se ha expresado en el acto que Jesucristo ejecutó en la cruz por nosotros. Gracia es el don o favor que se hace sin merecimiento particular; es una concesión gratuita. La salvación en Cristo es un don, un regalo, un favor en gratuidad. Hemos sido rescatados para siempre, no existe posibilidad de perder esa calidad de “rescatado” porque ahora somos de propiedad del Señor de señores. El sello que da cuenta de ese rescate es el Espíritu Santo, como lo expresa este texto: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, sella para siempre como hijos de Dios” (Efesios 1:13)

2. SEGURO EN EL PODER DE DIOS.
“A quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos” (1 Pedro 1:5)

Desde que usted ha entregado su vida a Jesucristo, el poder del Espíritu Santo lo protege. Esto fue prometido por el Salvador y le llamó “la promesa del Padre”: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” (Lucas 24:49)

La fe en Jesucristo le guardará hasta que el Señor regrese a buscarle o cuando usted se vaya con Él. Como el niño se siente seguro en los brazos de sus padres, los cristianos estamos seguros confiando en nuestro Dios, Señor y Salvador. El Espíritu Santo nos ha sido dado como una potencia, para revestirnos de poder: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8)

Al final de los tiempos, Jesucristo volverá a buscar a su pueblo. Resucitarán los muertos en Cristo y los que estén vivos serán arrebatados o abducidos. En ese momento serán transformados y allí se manifestará lo que son: hijos de Dios. Todos los cristianos serán juzgados en el tribunal de Cristo por sus obras para recibir el galardón que les corresponda. Este juicio no es para condenación ni para salvación. (Romanos 14:10; 2 Corintios 5:10).

La palabra que se ha traducido por tribunal de Cristo es bimá, una tribuna, similar a la que servía para los juegos olímpicos de Atenas, donde se entregaban los premios a los que ocupaban los primeros lugares, pero donde no se infligía ningún castigo a los que no calificaban como ganadores. El tribunal o bimá de Cristo es aquel lugar donde todo creyente comparecerá para mostrar su obra, sea buena o mala, y recibir del Señor el premio o galardón por lo que ha presentado.

3. SEGURO E INSEPARABLE DEL GRAN AMOR DE DIOS.
“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, / ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8:38, 39)

Se ha llamado a este pasaje “la Carta de Seguridad del Cristiano”. Cada vez que desmayemos en la fe seamos tentados por el diablo a dejarla, deberíamos leer este hermoso pasaje y apropiárnoslo.

Nada nos puede apartar del amor de Dios, nada en la vida, tampoco la muerte, ningún ángel ni demonio, lo que hoy vivo ni lo que sucederá en el futuro, ningún poder humano o de otro plano, nada de lo creado por Dios puede apartarnos de Su amor, porque, como expresa poéticamente el Cantar de los Cantares:

“Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo;
Porque fuerte es como la muerte el amor;
Duros como el Seol los celos;
Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama.
“Las muchas aguas no podrán apagar el amor,
Ni lo ahogarán los ríos.
Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor,
De cierto lo menospreciarían.” (Cantares 8:6,7)

“De tal manera amó Dios al mundo…” dice el Evangelio (San Juan 3:16) que jamás abandonará a aquellos por los que Él ha dado tanto: Su Hijo Jesucristo.

4. SEGURO EN LA MANO DE DIOS.
“Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar” (San Juan 10:27-29)

¿Qué mayor seguridad que ésta?

a) “Yo les doy vida eterna (a mis ovejas), y nunca perecerán” Cristo nos ha dado la vida eterna de Dios y Él mismo promete que nunca pereceremos, pues Él mismo nos cuidará como nuestro Buen Pastor.

b) “ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar” No hay enemigo alguno que pueda quitarnos de Su mano, pues además hemos sido escogidos por el Padre. Estar tomados de la mano del Hijo es estarlo de la mano del Padre.

5. SEGURO DE LA VIDA ETERNA.
“Les escribo estas cosas a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna.” (1 Juan 5:13)

La “vida eterna” es más que la bienaventuranza futura, es la vida que podemos gozar desde el momento que nos convertimos, porque es la vida de Dios mismo que se nos ha manifestado en Jesucristo como nuestro Salvador. El apóstol Juan nos advierte que si queremos continuar compartiendo la vida eterna de Dios mediante Cristo, necesitamos continuar en la fe.

Hay numerosas maneras por las cuales podemos saber que tenemos vida eterna como una bendición presente:

a) Por la oración. Tenemos confianza en Cristo, que Él escucha nuestras oraciones y que las responde: “14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. 15 Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5:14,15) Tenemos confianza en Cristo que si pedimos por el perdón de nuestros pecados o del hermano, Dios le dará vida, o sea le perdonará y vivificará: “16 Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. 17 Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte.” (1 Juan 5:16,17) El pecado de muerte es no creer que Jesucristo sea Dios.

b) Por la disminución del pecado. Así como en el Evangelio de San Juan la palabra clave es “creer”; en la 1ª Epístola de San Juan es “saber”. Saber habla de certeza, seguridad, convicción. El uso constante que hace Juan de esta palabra es un juego con la palabra griega gnosis, que significa “saber”. El Apóstol está combatiendo a los gnósticos, secta que afirmaba tener un conocimiento especial. Ellos consideraban mala la materia, por lo tanto interpretaban de un modo muy diferente a los cristianos, la encarnación del Hijo de Dios. Unos decían que el verdadero Cristo simplemente controló al Jesús hombre y abandonó a Este antes de la crucifixión. Otros creían que el Cristo tenía un cuerpo que era una ilusión y que simplemente parecía sufrir. Por eso San Juan se empeña en afirmar que Cristo vino en carne (1 Juan 4:2-3).

Sabemos, dice el Apóstol, que el que ha nacido de nuevo no tiene como práctica habitual el pecado. Esto es porque Jesucristo le protege y Satanás no puede tocarle. “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.” (1 Juan 5:18).

c) Por la conciencia del mundo y del maligno. Tenemos la seguridad de que somos de Dios y que el mundo camina sin Dios bajo la autoridad del “príncipe de este mundo”: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.” (1 Juan 5:19).

d) Por el entendimiento acerca de Jesucristo. Nuestra convicción es que el Señor Jesucristo nos ha abierto nuestra comprensión para entender que Él es Dios, el Salvador que nos da la vida eterna: “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Juan 5:20).

6. SEGURO DE LA FIDELIDAD DE DIOS.
“Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1:6)

Dios nos ha salvado de las tinieblas, nos ha rescatado mediante Jesucristo y trasladado de reino. Ahora habitamos bajo el gobierno de Dios. Él ya nos salvó y podemos estar seguros que jamás iremos a juicio por nuestros pecados. Hay tres textos que son concluyentes al respecto.

a) “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” (San Juan 5:24) Oír y creer en Jesucristo, nos da la vida eterna y libra de la condenación; no requerirá juicio porque ya ha pasado de muerte a vida.

b) “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos 8:1) Los viven en Cristo lo hacen guiados por el Espíritu Santo y no por su carne; para ellos no habrá condenación. En el caso de un cristiano carnal tampoco hay juicio, pero si tendrá que atenerse a las consecuencias del Tribunal de Cristo.

c) “En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo.” (1 Juan 4:17) Si realmente amamos a Dios y confiamos en Él, debemos tener la seguridad de que no iremos a juicio.

El Señor es fiel y lo será también en cuanto a estas palabras escritas en Su Libro.

CONCLUSIÓN.
Gracias a Dios y a Su Hijo Jesucristo, que podemos desde ahora estar seguros de haber sido rescatados de las tinieblas y habitar bajo Su manto de misericordia y gracia; descansar seguros en el poder de Dios; que jamás seremos separados de Su gran amor. Desde que nos convertimos y para la eternidad podremos caminar seguros, tomados de la mano de Dios. Nadie podrá movernos de esta convicción: tenemos la vida eterna y estamos seguros de Su fidelidad.

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
El discípulo Responsable del Cenáculo deberá guiar las respuestas de las siguientes preguntas y aclarar los conceptos no entendidos de la lección.
1) ¿Está usted absolutamente seguro de que es salvo y estará para siempre con Jesucristo?
2) ¿Qué texto bíblico le da a usted confianza de que sí ha sido salvado por el Señor Jesucristo?
3) ¿Qué significa para usted “vida eterna”?

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) Billy Graham, “La seguridad de la salvación”, Lección Nº 2, Proyecto Evangelización Mateo.
4) Luis Palau, “Disciplinas Libertadoras”.
5) “La Certeza de la Vida Eterna” http://henrycis.net/RESEnA%20DEL%20N-T/PDF/22-%201%20Jn%20la%20certeza%20de%20la%20vida%20eter.pdf6) http://destino.blogcindario.com/2008/06/00037-el-tribunal-de-cristo.html

miércoles, septiembre 16, 2009

USTED HA SIDO TRASLADADO DE REINO.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
II PARTE

Lectura bíblica: Colosenses 1:13

Propósitos de la charla: a) Comprender y valorar los distintos aspectos que encierra el concepto de “reino”; b) Comprender que los cristianos hemos sido trasladados de “reino”; c) Comenzar a vivir bajo la voluntad del Soberano Señor del Reino de Dios, Jesucristo.


“9 Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, 10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; 11 fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; 12 con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; 13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (Colosenses 1:9-14).

Usted se ha convertido a Jesucristo, usted se ha trasladado de Reino y ahora usted tiene vida eterna. La conversión es una experiencia integral, una elección y el completo descanso en Jesucristo. Pero también es un cambio radical, pues usted ha sido trasladado al Reino de la Luz. El concepto de reino es fundamental en el Discipulado cristiano. De hecho, Jesucristo vino a predicar el Evangelio del Reino y cuando nos enseña a orar, nos hace pedir “venga a nosotros tu reino”. Esta segunda lección nos introduce en la comprensión de que ahora vivimos bajo otra autoridad espiritual que gobierna completamente sobre nuestras vidas.

EL TEXTO Y EL CONTEXTO.
Del texto inicial debemos destacar el siguiente verso: “13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”

Antes examinemos el contexto. Dice que desde el día que usted oyó el Evangelio de Jesucristo y se convirtió al Señor, hay muchos cristianos, o a lo menos un grupo, que no cesa de dar gracias a Dios y de orar por usted: su pastor, aquél que hizo el llamado de Dios a su vida, los hermanos en Cristo que son sus amigos y los familiares cristianos.

Además ellos piden al cielo para que usted sea lleno/a del conocimiento de Dios y de cuál es Su voluntad para con su vida. Ellos ruegan que usted, cristiano/a convertido/a, sea colmado de sabiduría e inteligencia espiritual, con el fin de que camine como es digno del Señor:
a) agradándole en todo;
b) llevando fruto en toda buena obra;
c) creciendo en el conocimiento de Dios;
d) siendo fortalecido con el poder de Dios para que tenga paciencia en toda circunstancia y longanimidad (Grandeza y constancia de ánimo en las adversidades
); y
e) con gozo y gratitud al Padre.

El Padre nos capacitó o hizo aptos para participar de la herencia de Jesucristo, nos preparó de antemano para recibir la salvación y ahora somos santos, personas santificadas por la sangre de Jesucristo, que vivimos en la luz de Su amor. El Padre nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo habitar en el Reino de Dios, gobernado por Su amado Hijo. Éste nos redimió, o sea nos compró a precio de sangre y perdonó todo pecado.

La Palabra de Dios dice que usted, que se ha convertido a Jesucristo, ha sido trasladado de Reino. Esto significa que antes pertenecía a otro reino. Ahora está bajo el reino de Su amado Hijo Jesucristo, el llamado Reino de Dios. ¿Y en qué reino se encontraba antes? Usted no estaba enterado/a de esto, nunca nadie le dijo que usted estaba en un reino. En la escuela tal vez le dijeron que en la “naturaleza” –palabra secular para nominar la creación de Dios- hay tres reinos: el animal, el vegetal y el mineral. ¡Qué equivocados estaban en esa enseñanza! Como cristianos sabemos que en nuestro planeta Tierra, Dios ha puesto a lo menos cinco reinos, a saber: a) seres celestiales, b) seres humanos, c) animales, d) vegetales, e) minerales. Separamos los seres celestiales (ángeles y otros) de los seres humanos porque los primeros carecen de cuerpo o carne, cosa que tenemos los humanos. El hombre no es animal, ya que, además de cuerpo y alma, tiene espíritu. El Creador sopló Su propio aliento en el hombre hecho del polvo de la tierra. Ese aliento es el espíritu: "Y formó pues el Eterno Dios al hombre, del polvo de la tierra, y sopló en las ventanas de su nariz aliento de vida; y fue el hombre ser viviente.” (Génesis 2:7) En el original de Bereshit 2:7 está escrito "nishmat jaim" que se traduce como espíritu o "aliento de vida".

Si hemos sido trasladados de reino, cabe hacer entonces algunas preguntas fundamentales:
· ¿Qué es un reino?
· ¿A qué tipo de reino se refiere la Palabra de Dios en este texto?
· ¿Cuántos reinos espirituales hay en este mundo?
· ¿En qué reino andábamos antes de convertirnos?
· ¿Cómo puede el ser humano liberarse del Reino de Tinieblas?
· ¿Bajo que reino vivimos hoy?


1. ¿QUÉ ES UN REINO?
Cuando hablamos de “reino” estamos refiriéndonos a un tipo de gobierno. Todo reino es mandado por un gobernante absoluto, llamado “rey”. En un reino, en los tiempos de Jesucristo, toda la autoridad estaba en manos de una sola persona: el rey. El Señor no nos habla de un presidente elegido democráticamente ni de un dictador que impone su poder por la fuerza; tampoco nos habla de un sistema socialista o una democracia que conserva a los nobles como elementos de tradición. No. La Palabra de Dios se refiere a un “reino” al estilo de la época de Jesús.

¿Cómo eran esos reinos? Tenían las siguientes características:
a) El rey tenía toda autoridad sobre sus súbditos.
b) Los súbditos y sus bienes eran propiedad del rey.
c) El rey era guerrero y procuraba conquistar más territorios.

En el caso del reino teocrático de Israel:
a) El rey era nombrado por Dios. Por ejemplo, la elección de Saúl (1 Samuel 10:17-24)
b) El rey debía actuar conforme a la Palabra de Dios: "Y digas: Pondré un rey sobre mí como todas las naciones que están en mis alrededores; ... y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces, escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que esta al cuidado de los sacerdotes levitas; y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida ..." (Deuteronomio 17:14‑20)
d) El rey aplicaba justicia. Por ejemplo el caso de Salomón, las dos mujeres y el bebé (1 Reyes 3:16-28)

2. ¿A QUÉ TIPO DE REINO SE REFIERE ESTE TEXTO?
Se refiere a un reino o gobierno espiritual. Un día ese reino será concreto en la Tierra y Jesucristo gobernará durante mil años. Es el llamado milenio o reino milenario.

Si tomamos la palabra reino como sinónimo de “gobierno”, veremos que Jesús se refiere a una autoridad gubernamental espiritual. Esta autoridad es ejercida sobre cada ser humano de un modo:
a) Completo.
b) Permanente.
c) Absoluto o casi absoluto.

Un reino espiritual tiene las siguientes características, desde el punto de vista negativo:
a) No es parcial. El reino que gobierna espiritualmente sobre cada ser humano es completo y abarcador; gobierna su cuerpo, mente y espíritu.
b) No es ocasional. El reino no actúa a veces y otras veces no, sino que siempre está ejerciendo poder sobre la persona.
c) No es ilimitado. Cuando Jesús se refiere a “reino” está hablando de un poder casi absoluto sobre la persona. El límite lo pone el “libre albedrío” dado por Dios al hombre, la libertad que éste tiene de escoger uno u otro camino. Ya veremos esto en detalle.

3. ¿CUÁNTOS REINOS ESPIRITUALES HAY EN ESTE MUNDO?
Hay sólo dos reinos espirituales: el Reino de Dios y el Reino de Tinieblas, no hay gobiernos espirituales intermedios. El Reino de Dios es gobernado por el Señor Jesucristo y el Reino de Tinieblas por el príncipe de este mundo. Nótese que Jesús lo llama “príncipe” y no rey. La autoridad de Jesucristo es mayor que la de Satanás. Éste está sujeto y limitado a la autoridad de Dios. La autoridad de Jesucristo es total. “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” (San Mateo 28:18) La autoridad de Satanás es menor que la de Jesucristo, puesto que fue vencido por el Hijo de Dios en la cruz del Calvario. Por eso Jesucristo puede arrebatarle las almas con cierta facilidad.

4. ¿EN QUÉ REINO ANDÁBAMOS ANTES DE CONVERTIRNOS?
Nosotros vivíamos en el Reino de Tinieblas, el que está conformado por los de corazón entenebrecido, “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.” (Romanos 1:21). En ese reino están los que siguen la corriente de este mundo y son hijos de ira, como dice la Biblia: “1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Efesios 2:1-3)

5. ¿CÓMO PUEDE EL SER HUMANO LIBERARSE DEL REINO DE TINIEBLAS?
El que vive en tinieblas está ciego (no ve la realidad Divina), está dormido (no ha despertado a la Verdad), está muerto (no hay vida de Dios en él), está en ignorancia (desconoce la Verdad); por eso Satanás puede dominarlo, porque lo tiene atado espiritualmente. Las características del que está en tinieblas son su: rebeldía contra Dios, culpabilidad, egoísmo e ignorancia. Cuando escucha la Palabra de Dios, descubre lo que Jesucristo hizo por él en la cruz y reconoce su condición de pecador, puede ser liberado. El Hijo de Dios nos liberó en la cruz de las ataduras de Satanás. Éste tiene atados y engañados a millones de seres humanos. Está en nuestras manos creer o rechazar el mensaje de salvación.

Volvamos al tema de la autoridad ilimitada de los reinos.
A) Si estoy bajo el Reino de maldad y comienzo a rechazar ese reino, éste podrá reclamar su propiedad, que soy yo, y me obligará a ejercer su voluntad, por medio de las tentaciones de la carne y del mundo. El reino malo tiene sus propias estrategias para dominar al hombre. Por supuesto éste podrá vencer esas tentaciones y no seguir al “príncipe de este mundo”.

¿Por qué Satanás “suelta” a sus esclavos? Porque Jesucristo los compró con su vida, con su sangre. Sin embargo, está en manos del ser humano obedecer a este llamado, cuando se encuentra con Jesucristo y hacer válida o no esa “compra”. Dios respeta nuestras decisiones.

B) En cambio, en el Reino bueno, si comienzo a rechazar la voluntad Divina, Dios podrá reclamar mi voluntad atrayéndome, motivándome por medio del amor y sancionándome con sabiduría hasta lograr rescatar mi corazón. Ambos reinos tienen poder, pero lo utilizan de un modo distinto. Ambos reinos están limitados, por voluntad de Dios, por la voluntad humana. Nadie puede obligar al hombre y a la mujer a hacer algo contra su propia voluntad; esto es algo establecido por Dios para Su creación humana. Las personas tienen el libre albedrío para llevar a cabo sus propias elecciones. El propio Dios les dice a las personas que escojan seguirlo para recibir Sus bendiciones: "A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia" (Deuteronomio 30:19). Josué les dice a las personas que escojan servir Dios o a los ídolos de sus vecinos: "Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová" (Josué 24:15). La Biblia nos anima a que nosotros usemos nuestro libre albedrío para escoger lo bueno por sobre el mal: "... en cuanto a mi, yo y mi casa, serviremos al Señor." (Josué 24:15)

¿De quién depende, entonces, la salvación de las almas: del hombre, de Satanás o de Jesucristo? La salvación del alma es un trabajo glorioso que hizo Jesucristo en la cruz. Allí Satanás fue derrotado, pero aún él puede retener a las almas, porque ellas se lo permiten, ya que están en ignorancia y rebelión contra Dios. El hombre lo único que puede hacer es creer y tomar el regalo de la salvación. Si el ser humano no cree y rechaza la gracia, Dios no le puede obligar. No es que Dios no tenga el poder para obligar al hombre sino que Él mismo se ha limitado al dar libertad al ser humano de escoger o rechazar. Es un poder moral, Dios no obliga a nadie, Él quiere que le sirvamos por voluntad propia. En definitiva la salvación del alma depende de Jesucristo, pero se activa por el sí del hombre.

a) Satanás tiene atado al hombre: “Como Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y como este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.” (Hechos 10:38)

b) Jesucristo hace una transacción con Satanás, comprando al hombre con su propia vida, “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” (1 Corintios 6:20) “Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo” (1 Pedro 1:18,19).

c) El hombre puede aceptar o rechazar ese rescate. “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. / Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.” (San Juan 3:18,19)

6. ¿BAJO QUE REINO VIVIMOS HOY?
Ahora vivimos bajo el Reino de Dios, gobernado por nuestro Señor Jesucristo. Después de convertirme, Él es el Señor de mi vida y mi Salvador. El me sacó de las tinieblas y puso en Su Reino.

CONCLUSIÓN.
Al convertirnos a Jesucristo pasamos a ser gobernados por un Dios que es Espíritu, llamado Jesucristo. Él es ahora el Señor o Gobernante de nuestra vida. Cuando la Palabra de Dios habla de reino, se está refiriendo a un sistema espiritual de gobierno. Como los humanos somos seres espirituales, además de biológicos y psicológicos, debemos estar bajo un reino espiritual. En este mundo existen dos reinos o poderes, el de Dios en Jesucristo y el del diablo. Antes de convertirnos, sin saberlo, éramos gobernados por Satanás, en el Reino de Tinieblas. La única manera de ser liberados de esa potestad es creyendo en Jesucristo, quien dio su vida en la cruz del Calvario. Si creemos en Su mensaje, Su sacrificio y Su promesa de salvación, seremos salvos, convertidos a Él y trasladados de reino. De lo contrario, sólo nos espera la eterna condenación.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿En qué aspectos de su vida pasada puede usted identificar la acción del Reino de Tinieblas?
2) ¿Qué defectos o debilidades cree usted que el Señor tiene que cambiar en su vida bajo el Reino de Dios?
3) Ahora que ha comprendido que vive bajo el Reino de Jesucristo, comprométase en una oración escrita a vivir de acuerdo a Su voluntad. Luego léala en voz alta a los discípulos de su cenáculo.

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) Santo Tomás de Aquino, “Suma teológica”, Parte I, Cuestión 51.
Artículo II. 4) Rich Deem, “La Predestinación Versus El Libre Albedrío”,
http://www.godandscience.org/doctrine/predestination-es.html
5) http://serjudio.com/rap3301a3350/rap3304.htm
6) Ministerios Antes del Fin; http://www.antesdelfin.com/resp0233.html

domingo, agosto 30, 2009

USTED SE HA CONVERTIDO A JESUCRISTO.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
I PARTE


Lectura bíblica: San Mateo 11:28-30

Propósitos de la charla: a) Comprender y valorar que, al recibir a Cristo como Señor y Salvador ha tomado la decisión más importante de su vida; b) Comprender la experiencia de la “conversión”.


"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. / Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; / porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga."
San Mateo 11:28-30

Usted ha escuchado y obedecido el llamado de Dios: "Venid a mi..." Al recibir a Cristo como Señor y Salvador, usted ha tomado la decisión más importante de su vida. Lo primero que usted debe aprender como nuevo cristiano es que se ha convertido a Jesucristo. Convertir es hacer que alguien o algo se transformen en algo distinto de lo que era. Puedo convertir, por ejemplo, un montón de barro sin forma en una hermosa escultura, o un grupo de músicos aficionados en una banda organizada y armónica musicalmente. Cuando nos “convertimos” a Jesucristo, somos transformados de incrédulos en personas de fe, de paganos sin mayor experiencia de Dios en discípulos que comienzan a comportarse de un modo diferente con Él y su prójimo. Otro modo de comprender la “conversión” es recordando ese giro que hacen los soldados, ya sea a la izquierda o a la derecha, a la voz de “¡conversión a la derecha…!” Al igual que ellos, cuando nos convertimos cambia la dirección que llevaba nuestra vida. Quizás antes para usted eran muy importantes algunos asuntos, y ahora eso ha cambiado, pues para usted es más importante seguir el camino de Jesucristo.

A continuación, basados en el texto inicial, definiremos la conversión desde tres puntos de vista:

· Una experiencia integral.
· Una elección de Dios.
· Descanso en Jesucristo.


LA CONVERSIÓN, UNA EXPERIENCIA INTEGRAL.
“1 Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. 3 Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; 4 y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5 El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 6 El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. 7 Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. 8 Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, 9 donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.” (Hechos 9:1-9)

Hoy en día muchos jóvenes y la gente en general, buscan experiencias límite y que generan lo que ellos llaman “mucha adrenalina”. Incursionan en deportes extremos, en relaciones peligrosas, en vivencias diferentes, llegando algunos a experimentar en las drogas o en ritos que produzcan estados alterados de conciencia. Nunca antes, ni en las civilizaciones paganas de la Antigüedad ni en los “años locos” del siglo XX, se había generalizado tanto como hoy la búsqueda de la sensualidad, el hedonismo, los placeres del cuerpo, las vivencias fuertes.

A pesar de ello, hay una experiencia sublime, que aún resta al ser humano por experimentar; es una experiencia que toca al cuerpo pero que va más allá de él, y alcanza a lo más profundo de su ser. Es el más excitante salto, el más fuerte contacto, una felicidad permanente, que no requiere de acrobacias, de revoluciones ni de drogas. Me refiero a la conversión a una vida con Dios.

La conversión a Jesucristo es una vivencia intensa, profunda y trascendental en la vida del ser humano. ¡Dichoso el hombre y la mujer que la viven! No es una experiencia meramente “religiosa” ni se trata de hacerse seguidor de cierta organización humana; sino que es un auténtico despertar a la vida sobrenatural, esa que está por sobre todo lo que existe. La conversión cristiana es un encuentro con la Persona de Dios, un encuentro con Jesucristo.

1. Una experiencia física.
La experiencia de la conversión es la vivencia más impactante que un ser humano pueda experimentar, puesto que es una experiencia trascendente. Tiene que ver con su vida eterna. Antes de esta experiencia la persona vivía ignorante de su condición espiritual y de la existencia real de Dios. Quizás podría tener algunos conceptos de “religión” en su mente, pero no vivenciaba esa relación con el Creador y Salvador que tiene después de su conversión.

2. Una experiencia del alma.
Pero no sólo es una vivencia emocional que pudo expresarse en lágrimas, gritos, palabras y sensaciones y acciones corporales intensas. Es también una experiencia mental. Se abre el entendimiento a una nueva comprensión de la vida. Repentinamente comprende que Dios es un Ser real con el cual se puede establecer una conversación y una vida de relación permanente. Entiende por qué y para qué murió Jesús en la cruz, cree que resucitó y comienza a entender la Biblia, cosa que antes era un terreno incomprensible y vedado para la persona.

3. Una experiencia espiritual.
Como el ser humano es trinitario –cuerpo, mente y espíritu- la conversión o nuevo nacimiento es una experiencia integral, de la totalidad del ser. Por ello es eminentemente espiritual. Lo que sucede es que aquel espíritu humano, que estaba seco y sin la vida de Dios, de pronto se ilumina con el Espíritu Santo, es regado con el agua de la Palabra de Dios y lleno de Cristo. Aquella parte más íntima del ser humano es habitada por Dios y el convertido comienza a vivir una vida nueva, guiado por el amor de Dios.

Podemos decir que la conversión es una experiencia real y concreta, no meramente emocional. La conversión a Jesucristo es una experiencia integral del cuerpo, el alma y el espíritu; el inicio de una relación real, profunda y altamente significativa con el Ser más importante del universo: su Creador, Dios Padre; Jesucristo, nuestro Salvador; y nuestro compañero y amigo, el Espíritu Santo. Esta relación se desarrollará crecientemente hasta la eternidad, para que se cumplan las palabras de San Pablo:
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” (1 Tesalonicenses 5:23)

LA CONVERSIÓN, UNA ELECCIÓN DE DIOS.
Aceptar el llamado de Dios para tu vida. Hay quienes están en desacuerdo con esta expresión. Alegan que el ser humano no tiene que “aceptar” el llamado de Dios porque no estamos en condiciones de tomar una determinación tan importante y que sólo Dios puede decidir nuestro destino. Dicen que no somos nosotros los que aceptamos al Señor sino, por el contrario, es Él quien nos acepta. Tal vez ambas posiciones tienen algo de razón.

Si bien es cierto Jesucristo dice “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.” (San Juan 15:16), puesto que Él escogió a sus discípulos y apóstoles; también es muy cierto que los seres humanos tenemos la libertad o libre albedrío para obedecer o desobedecer a Su llamado. ¡A Dios gracias que hemos optado por el mejor camino, obedeciendo a Su Voz! Por eso el Apóstol se alegra diciendo: “Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones, / acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo. / Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección” (Tesalonicenses 1:2-4)

Jesucristo hizo una obra perfecta en la cruz del Calvario. Él entregó su vida por propia decisión, fue el Cordero de Dios que quitó nuestros pecados. Su sacrificio es perfecto y no necesita arreglo o añadido alguno. Cualquier obra que el ser humano haga sólo será una vulgar imitación, un vano intento de mejorar algo que ya está concluido. En la cruz Él entregó su vida y consumó Su obra de salvación. “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu." (San Juan 19:30) Hay perdón para todos nuestros pecados, limpieza de conciencias por la sangre de Jesús, sólo si creemos en Él. Su parte la hizo en la cruz, nuestra parte es creer.

Al aceptar el llamado de Dios para su vida, usted ha tomado la decisión más sabia e inteligente que un hombre o una mujer, niño, joven o anciano, pueda tomar. Pero toda la gloria se la lleva Jesucristo, porque usted nada hizo por su salvación. Y piense, además, que la fe que aplicó para creer, aún esa fe no es suya sino que Dios se la regaló, porque “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Usted pudo activar la fe por medio de escuchar la Palabra de Dios.

¡Qué bueno ha sido Dios al haberme escogido para Su Reino! Doy gracias al Señor Jesucristo que murió por mí, para lavar mis pecados y darme la salvación. Alabo al Espíritu Santo por haberme hecho entender la Palabra de Dios y activar en mí la fe para creerla. Nada de esto es obra mía y hoy sólo dependo de Su amor y misericordia.

Hermanos: estad muy agradecidos de Jesucristo, vuestro Salvador y Señor, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8,9)

LA CONVERSIÓN, DESCANSO EN JESUCRISTO.
No conozco a alguien que viniera al Señor sin problemas. Siempre nos acercamos a Dios cuando ya hemos probado todos los medios humanos a nuestro alcance, para resolver dificultades. De seguro que la principal causa de acercamiento al Reino de Dios, son los normales sufrimientos humanos: la enfermedad, muerte de un ser querido, crisis matrimonial, dificultades laborales, desorientación y sin sentido de la vida, insatisfacción, traumas, temores espirituales, etc. Por eso Jesucristo, cuando hace su llamado, dice: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (San Mateo 11:28)

Su llamado es para todos los seres humanos, porque todos sin excepción requieren de descanso para sus almas. Llama a los “trabajados”, aquellos que sufren por un trabajo pesado, que no les recompensa económicamente, que tienen dificultades con sus jefes o con sus compañeros de labor, aquellos que se levantan d madrugada y se acuestan a la caída del sol en el campo, el mar, la industria o la mina. Llama a los cansados, molidos del trabajo, que se ocupan por mucho tiempo y con afán en él. Ellos han pensado como resolver su problema, a veces discuten con sus cónyuges e hijos por la misma razón, sienten que hay injusticia para sus vidas, están en un atolladero para el cual no encuentran salida.

Pero también están esos hombres y mujeres que tienen un buen pasar y los más ricos, que a veces son tan pobres que sólo tienen dinero. Han fracasado en su matrimonio, han perdido sus familias, ya no tienen amigos, pero están rodeados de comodidades y su problema no es el pan, que les sobra. No tienen amor y su mente “trabaja” acusándoles y torturándoles. "Venid a mí todos los que estáis trabajados… yo os haré descansar” les dice el Señor. Echa sobre Mí tu carga parece alentarles a unos y otros. Dice la Palabra de Dios: “Echa sobre Jehová tu carga, y El te sustentará; no dejará para siempre caído al justo” (Salmos 55:22)

Jesús, en estas palabras, se refiere a las cargas que todos llevamos. Indudablemente no está hablando de peso físico sino de algo que es peor: el peso de la conciencia o peso de la culpa, el peso emocional de los problemas insolubles para el hombre.

a) El peso de la culpa.
Todos nacemos con una conciencia de bien y mal. Aunque no conozcamos los Diez Mandamientos, sabemos por la conciencia moral que Dios ha puesto en el ser humano, qué está bien y cuando actuamos mal. Esa conciencia es como un juez interior que nos acusa o nos aprueba. Un mal ambiente, una mala educación o costumbres reñidas con la moral de Dios, pueden deformar o acallar esa conciencia. Si hemos actuado mal en la vida, la conciencia nos “pesará”, estará cargada y no nos permitirá tener paz. Jesús, por medio de su sacrificio en la cruz, libera al ser de toda esa culpa y ese peso de conciencia, pues le limpia de todo pecado.

b) El peso emocional.
Ya hemos hablado sobre el tremendo peso emocional de sufrimiento, insatisfacción, frustración, dolor interior, debe cargar aquél que sufre por el pecado que otros han cometido y aún siguen cometiendo sobre ellos. ¿Acaso un mal sueldo, la cesantía, los disturbios familiares, y todo lo que sufrimos por causa de otros, no son pecados de la sociedad que nos afectan? Así vemos que el dolor humano es siempre a consecuencia del pecado o rebelión, ya sea nuestra o de otros. Jesucristo quiere resolver todo aquello y brindarnos un orden en la vida y sanar nuestro corazón, para que seamos felices.

Ambas cargas, las de culpabilidad personal como la emocional, Él ofrece tomarlas y aliviarle en su caminar. Para ello sólo basta una cosa, que usted acepte llevar su yugo sobre usted. “Llevad mi yugo sobre vosotros” (San Mateo 11:29a). Probablemente usted ha visto una yunta de dos bueyes en un paisaje o fotografía de campo, dos animales unidas en sus cabezas con un grueso madero para arrastrar el arado o una carreta. Jesucristo compara Su relación con usted como un yugo, en que Él será su eterno compañero. El yugo de Cristo habla de compañía pero también de sumisión. Es necesario que quien quiera ser feliz en la vida cristiana, se someta en obediencia absoluta a Jesucristo.

En seguida le da la clave para vivir esa relación de camaradería, colaboración y amistad: “y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (San Mateo 11:29b). La mansedumbre y la humildad son los dos elementos que requiere un discípulo de Jesucristo para ser feliz en el camino de Dios.

Las ovejas son un ejemplo de mansedumbre. Nuestro Salvador nos dio ejemplo al tener ese comportamiento en su sacrificio. Dice el Profeta: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.” (Isaías 53:7) Es muy razonable que los cristianos seamos llamados el rebaño del Señor, quien es nuestro Buen Pastor.

El concepto de humildad se entiende muy bien cuando pensamos en ese abono que usamos en los jardines, producto de la descomposición de las hojas y restos vegetales, el humus. La palabra humildad deriva de la misma raíz. Necesitamos humillarnos y dejar que se pudra nuestro yo o ego, para que Dios gobierne nuestra vida. Hay mucho que abandonar en cuanto a vanidad, orgullo y otros pecados. El apóstol Pedro nos aconseja: “Humillados, pues bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo” (1 Pedro 5:6)

Esta es la clave para nuestra felicidad y seguimiento de Jesucristo: la obediencia, la sumisión completa a Él, tomar Su yugo sobre nosotros. Si lo ponemos en práctica encontraremos pleno descanso. El Señor nos da una promesa en estas palabras: “… y hallaréis descanso para vuestras almas” (San Mateo 11:29c)

Finalmente, contrario a lo que muchos dicen –que es difícil seguir a Jesucristo, que no es fácil cumplir el Evangelio, que el cristianismo es un martirio, que no cualquiera es discípulo- Jesucristo, el Maestro que nos ha llamado, hace una declaración extraordinaria: “porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga." (San Mateo 11:30). Seguir a Jesús no es difícil si le amamos, si estamos agradecidos de lo que Él hizo por nosotros, si confiamos en que Él, el Compañero de yunta, nunca nos abandonará y será siempre el mejor Amigo.

CONCLUSIÓN.
Al aceptar y recibir a Jesucristo como Salvador y Señor, usted se ha convertido a Él. No es que ha cambiado de religión o de iglesia, sino que ha tenido una experiencia integral, de cuerpo, alma y espíritu, que le ha hecho cambiar su modo de pensar, de sentir y de actuar. Ciertamente usted levantó su mano, pasó adelante o hizo una oración de compromiso, pero en verdad fue una elección de Dios. Él le había escogido a usted, desde antes que usted naciera, envió a Su Hijo Jesucristo a morir por usted y le dio la salvación, cuando usted creyó en Su Palabra. Ahora han finalizado sus trabajos y sus cargas dolor, pues ha sido perdonado por Dios y tiene para siempre descanso en Jesucristo. ¡Alabado sea el Señor!


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué Palabra de Dios fue la que tocó su vida para la conversión?
2) ¿Quién era Jesucristo para usted, antes de convertirse? ¿Quién es ahora?
3) Memorice el texto bíblico de San Mateo 11:28-30.

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.

domingo, agosto 16, 2009

EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR.


ADOREMOS
VI PARTE


Lectura Bíblica: Génesis 3:8

Propósitos de la Charla: a) Comprender el significado del vocablo “presencia de Dios” a la luz de las Escrituras y el lenguaje común; b) Recapitular todo lo aprendido acerca de la adoración y aplicarlo.

En muchas ocasiones los cristianos solemos hablar y orar acerca de “la Presencia de Dios”. ¿Qué estamos queriendo expresar con estas palabras? Creo que es muy interesante que nos detengamos a reflexionar sobre ello, cuando hemos estado examinando el tema de la Adoración, pues tiene íntima relación con ella. La alabanza y la adoración son acciones humanas de fe, que nos conducen a la Presencia de Dios y también traen la Presencia sobrenatural de Dios a nuestro medio.

QUÉ DICE LA BIBLIA ACERCA DE LA PRESENCIA.
Veamos primero qué dice la Biblia al respecto. Son muchos los pasajes en que aparece este término, algunos refiriéndose a personas, animales u objetos. Pero a nosotros nos interesa cuando se habla de “la presencia del Señor” ¿Qué significa esto? En el libro de los comienzos vemos que Adán y Eva tenían una comunión presencial con Dios, era una relación de persona a Persona. Para ellos Dios no era Invisible como para nosotros hoy. Cuando ellos desobedecieron al Señor, de inmediato se avergonzaron y escondieron de Su Presencia. El relato dice así: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto al aire del día: y escondiose el hombre y su mujer de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.” (Génesis 3:8) Es la primera aparición de la palabra “presencia” y “presencia de Jehová Dios”. Recordemos que en la interpretación de las Escrituras, la primera mención de una palabra marca la interpretación del resto de la Biblia. Presencia es “presencia de Dios”. El ser humano tiene dos posibilidades: se acerca a la Presencia de Dios o huye de Su Presencia. ¿En qué condición está usted?

Los patriarcas y hombres santos de la Antigüedad anduvieron en la Presencia de Dios. Pudieron ser a veces mentirosos, cobardes y hasta adúlteros, pero no huyeron de la Presencia de Jehová Dios, como lo expresa el anciano Jacob: “Y bendijo á José, y dijo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham é Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día” (Génesis 48:15)

Los salmos, el libro de cantos y adoración a Dios del pueblo de Israel, tiene el propósito de llevar a sus lectores a la misma Presencia del Creador y Sustentador del universo. “Entre mi oración en tu presencia: Inclina tu oído á mi clamor.” (Salmos 88:2)

En el Nuevo Testamento los apóstoles anuncian el Evangelio de Jesucristo, proclamando a los pecadores: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; pues que vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor” (Hechos 3:19) No hay conversión, cambio de camino –del camino ancho de perdición al camino angosto de salvación-, traslado de Reino, en fin nuevo nacimiento, sin arrepentimiento. Pero el arrepentimiento no es un acto sino una visión radiográfica de nuestra alma, hecha por el Espíritu Santo a través de la audición de la Palabra de Dios. Digo esto porque nada más hay que añadir a la fe para ser salvos, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8) Sólo así viene la salvación y los tiempos del refrigerio, los tiempos de descanso. La salvación del pecado, del mundo y del diablo, implica descansar de un tormento permanente para el alma. Ahora el espíritu es lleno de Dios y el alma y el cuerpo comienzan a ser gobernados por Cristo como Señor, lo cual es un refrigerio espiritual. ¿De dónde viene este descanso, esta paz de la conciencia y el ser entero, cuando somos perdonados por Dios? Pues sencillamente de Él. De Su Presencia procede la paz.

Otro pasaje del Nuevo Testamento que habla acerca del término que nos ocupa es este: “Para que ninguna carne se jacte en su presencia.” (1 Corintios 1:29). Para comprenderlo mejor necesitamos conocer los versículos anteriores. Dios desea que nadie, ningún ser humano pecador, se sienta orgulloso de algo ante Él. No lo dice por los ángeles ni otra criatura sino por nosotros, judíos y gentiles, cristianos y no cristianos; lo dice por todos los hombres y mujeres del planeta: que ninguna carne se jacte en su presencia. Los versos que preceden son los siguientes: “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; / sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; / y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es” (1 Corintios 1:26-28). Quien se acerque a Su Presencia deberá reconocer su condición de inmundo pecador y el hecho de llegar a Su Presencia no nos habilita para enorgullecernos. Tendemos a pensar, en nuestra cultura, que quien puede acercarse a Él ya es un “santo”. Nominalmente para Dios somos “santos”, apartados para Él; la sangre de Jesucristo ha lavado nuestros pecados y nos da entrada libre a la Presencia de Dios. Pero es una “santidad” imputada y en proceso –santificación- de la cual no podemos gloriarnos pues ha sido conquistada para nosotros por Jesucristo, por medio de Su sacrificio de sangre “Para que ninguna carne se jacte en su presencia.”

QUÉ DICE EL IDIOMA ACERCA DE LA PRESENCIA.
Ya hemos visto, a grandes pinceladas, lo que la Sagrada Escritura nos dice sobre “presencia”, en particular “la presencia de Dios”. Investiguemos ahora qué podemos aprender del diccionario, acerca de esta palabra. Siempre aclarar términos y revisar nuestro idioma, es positivo y nos ayuda a comprender mejor el contenido de nuestro Sagrado Libro.

La primera definición de presencia es “asistencia personal”, como cuando niños y estábamos en la escuela, la profesora nombraba el apellido de cada uno y respondíamos “¡presente!” al escuchar nuestros nombres. Si un compañero no se hallaba en clases, decíamos “ausente”. Como en una clase, podemos estar ausentes o presentes ante Dios. Para Él todos están presentes en su memoria, pero hay muchos que viven como ausentes de Dios. En verdad “no están en clases”.

La otra definición del idioma para la palabra “presencia” dice relación con el modo o “estado de la persona que se halla delante de otra u otras o en el mismo sitio que ellas”. Es cosa de recordar un velorio. La presencia de la esposa del fallecido es muy distinta a la de sus compañeros de trabajo o a la de un amigo de la familia. Esta presencia es reconocible por el talle, la figura y disposición del cuerpo. Por eso se habla de “presencia de ánimo”. ¿Cómo es nuestra presencia en los distintos eventos de la vida? La presencia –actitud, vestuario, palabras, actuaciones- hay que modelarlas de acuerdo al lugar y tiempo que estamos viviendo. No podemos tener la misma presencia en un matrimonio que en un funeral, en la mesa a la hora de almuerzo que en el trabajo, en un templo que en un balneario. El Espíritu Santo nos guía en esa flexibilidad y adaptabilidad, más que la educación. Dios desea gobernar en nuestra presencia. La Presencia de Dios, en cambio, es siempre la misma; el es el Dios misericordioso y justo que está por sobre toda circunstancia.

Pero el vocablo que hoy nos preocupa, también significa “memoria de una imagen o idea, o representación de ella.” Cuando hemos amado mucho a una persona y ésta se ausenta, fácilmente podemos sentir su presencia, que no es otra cosa que su vívido recuerdo. Los animistas piensan que es el espíritu del que recordamos, pero en verdad es un hecho psicológico. En una obra de arte como “La Última Cena” de Leonardo da Vinci, se puede experimentar la presencia del pintor; como al escuchar la 9º Sinfonía de Ludwig Van Beethoven, en especial el último movimiento. Son obras maestras que perviven más allá de que su autor esté vivo o muerto. Obviamente para Dios, que es Dios de vivos y no de muertos, esas personas viven. Pero eso no significa que sus “presencias” estén con nosotros. Sus presencias se sienten en la huella que dejaron. Se recordará por siempre a Michael Jackson, “rey del pop”, por su expresión musical como cantante y bailarín, a través de los videos y discos, pero él ya está muerto. Su presencia vive en sus admiradores. En cambio Jesucristo vive realmente dentro de cada cristiano, en el Espíritu Santo, y eso es algo más que una forma de decirlo, es un hecho concreto y sobrenatural. Por otra parte Jesucristo resucitó y está vivo como Hombre y como Dios a la diestra del Padre, en los cielos. Su Presencia es real en los cielos y dentro de nosotros.

De acuerdo a todo lo anterior, podemos decir que la Presencia de Dios no es la memoria de una imagen o idea de Dios, ni la representación de Dios, sino que la existencia real y la asistencia de la Persona de Dios. Tampoco es la Presencia Divina un estado de ánimo de la persona o algo imaginativo, sino una “visión” concreta y real de Dios, que sólo se puede dar por la fe.

Queda claro que Dios es una Presencia Eterna y real, a la cual podemos acceder por medio de la fe en Jesucristo, quien ha abierto un camino nuevo para todos los hombres, a través de Su sacrificio perfecto: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura" (Hebreos 10:19-22). “Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron” (San Mateo 27:51)

Actualmente podemos orar, pedir, dar gracias, alabar y adorar a Dios con toda libertad, sabiendo que vamos directo a la Presencia de Dios, gracias a la obra perfecta de Jesucristo en la cruz. ¿Hay algo más que podamos hacer? Nada más, pues Su obra es perfecta. Pero ¿cómo ponemos en ejercicio este acercamiento a Su Presencia? ¿Cómo sentiremos su Presencia real en nosotros? La respuesta es: aprendiendo a orar, aprendiendo a pedir, aprendiendo a dar gracias, aprendiendo a alabar y adorar a Dios. ¿No tiene cada cristiano que aprender a vivir como cristiano? Todos estos asuntos de la “vida devocional o de piedad” deben ser enseñados y aprendidos en la Iglesia, tanto como los de la “vida de servicio”. Ciertamente la obra de Cristo es perfecta, pero para vivir Su legado necesitamos aprender a vivirlo. La adoración es uno de esos temas que tenemos que aprender. La pregunta, entonces es,

¿Qué debo aprender acerca de la Adoración?

Necesitamos aprender que la Adoración es:

1. LA HABITACIÓN DE DIOS.
Siempre ha sido voluntad de Dios habitar en el hombre. ¿Por qué? Es la única forma que éste alcance su plenitud y sea feliz. Nunca seremos exactamente dioses, pero sí participantes de “la naturaleza divina” (2 Pedro1:4) En otras palabras, podemos transformarnos en “habitación” o “casa” de Dios. La auténtica alabanza y adoración, que consiste no sólo en el culto religioso sino en toda una vida de santidad; nos conduce a ser habitación del Espíritu Santo, como dice el salmista “Pero tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.” (Salmo 22:3)

2. LA SINFONÍA DE LA CREACIÓN.
Alabar es elogiar a Dios, reconocer Sus cualidades y Sus obras. “¡Cuán glorioso es Tu Nombre en toda la tierra!” Adorar es ponernos al nivel de todas las criaturas que le reconocen y alaban, es entrar espiritualmente en Su Presencia eterna y unirnos a los coros celestiales en Su admiración y contemplación. Los cristianos, en nuestro culto racional (Romanos 12:1) tenemos que ser parte de esa gran sinfonía de la creación para Dios: “Alabad a Jehová desde los cielos; Alabadle en las alturas. / Alabadle, vosotros todos sus ángeles; Alabadle, vosotros todos sus ejércitos.” (Salmo 148:1,2)

3. EL DEBIDO CULTO A DIOS.
El culto es la actividad central de la Iglesia, cuando ésta se reúne para encontrarse con Dios. En el culto todos tienen el derecho y el deber de alabar y adorar. Los discípulos necesitamos aprender a alabar: a) Con gratitud a Dios; b) Con admiración por Su Persona; c) Con el entendimiento, siempre debe haber siempre una razón para alabar; y d) Con júbilo, alegría, gozo, a semejanza de los israelitas cuando reconstruían el templo en los tiempos de Esdras: “10 Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas y con trompetas, y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel. 11 Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová porque se echaban los cimientos de la casa de Jehová. 12 Y muchos de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz, mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría. 13 Y no podía distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro; porque clamaba el pueblo con gran júbilo, y se oía el ruido hasta de lejos.” (Esdras 3:10-13)

4. UN MODELO.
En el cielo hay una multitud de seres que brinda a Dios la debida adoración. Este es un modelo para nosotros. “Hágase Tu voluntad, como es hecha en los cielos, también en la tierra” El adorador: a) Clama por la salvación; b) Se Postra en adoración; c) Utiliza las siete palabras de adoración: bendición, gloria, sabiduría, gracias, honra, poder y fortaleza (Apocalipsis 7:12) Debiéramos llegar a ser, antes de ir al cielo, adoradores en todo tiempo, como aquellos de los que se dice: “Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.” (Apocalipsis 7:15)

5. UNA VISIÓN.
Los cristianos tenemos una “visión y modelo de adoración”, registrado en la Palabra de Dios. Ésta nos dice que no estamos solos en el culto, que no nos acompañan únicamente nuestros hermanos de congregación sino millares de ángeles, todos los cristianos convertidos y los muertos en Cristo porque nos hemos “acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, / a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, / a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.” (Hebreos 12:22-24)

Otro aspecto de esta “visión” que nos da la Biblia es que la adoración ocurre en lugares celestiales (Efesios 2:6) puesto que “… la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre./…la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. / Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (San Juan 4:21, 23,24) Adoramos a Dios en el espíritu, en la Jerusalén celestial. La adoración, en definitiva es un acto sobrenatural.

CONCLUSIÓN.
A través de estas lecciones, hemos aprendido cinco verdades bíblicas acerca de la Adoración, a saber que la Adoración: 1. Es la habitación de Dios; 2. Es la sinfonía que interpreta toda Su creación; 3. Es el debido culto a Dios; 4. Es un modelo que encontramos en la Biblia (Apocalipsis, Salmos, Isaías, Ezequiel); y 5. Es una visión entregada por la Palabra de Dios.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué entiende usted por “Presencia de Dios”?
2) ¿Tiene usted dificultades para adorar a Dios?
3) ¿Ha construido usted en su mente la “visión” de adoración a Dios?
4) Adore a Dios, junto a los discípulos del Cenáculo, basado en los principios del acápite 3 “Es el Debido Culto a Dios”.

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.

domingo, agosto 02, 2009

COMPAÑEROS EN LA ADORACIÓN.


ADOREMOS
V PARTE

Lectura Bíblica: Efesios 5:19,20

Propósitos de la Charla: a) Que el discípulo tenga una “visión y modelo de adoración”; b) Identificar quienes nos acompañan sobrenaturalmente en la adoración.


Es muy conveniente tener una “visión de adoración”. Ésta, ya lo hemos dicho, nos la entrega la Biblia, en aquellos pasajes que muestran cómo es la adoración en los cielos (Apocalipsis 4, 5, 7; 15:3,4; 19:1-8). Tal acción de los seres celestiales, más otros pasajes en que se registra como alababa el pueblo de Israel y luego la Iglesia del primer siglo, nos sirven de “modelo” para nuestro culto de adoración al Señor.

Podemos hacernos diferentes preguntas acerca de este tema, como por ejemplo ¿Qué es adorar? ¿A quién adoramos? ¿Dónde adoramos? ¿Cómo adoramos? ¿Por qué adoramos? Usted, guiado por el Espíritu Santo y la Palabra de Dios, puede perfectamente responder estas interrogantes. ¿Qué finalidad tiene esto? Se preguntará un discípulo cuestionador –que siempre los hay en una congregación- y respondemos de inmediato que siempre es conveniente estar conscientes de que lo que hacemos tiene un sentido para la fe. No es productivo para la Iglesia ni para nuestra relación con Dios hacer las cosas por pura tradición, por que “se usa”, o porque “todos lo hacen” y “siempre se ha hecho así”.

Mas hoy día el Espíritu Santo quiere llevarnos a reflexionar en base a la pregunta ¿Dónde y con quién adoramos? ¡Qué cosa tan simple, tan de Perogrullo, dirá usted! Pero no es tan así… Ciertamente adoramos al Señor en el culto del domingo, del sábado o el jueves, junto a toda la congregación. Pero ¿cuándo estamos solos? ¿Adoramos solos con nosotros mismos y con el Espíritu Santo nada más? ¿Qué nos dirá la Biblia al respecto?

“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.” (Colosenses 3:16)

“hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; / dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.” (Efesios 5:19,20)

“¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación.” (1 Corintios 14:26)

A juzgar por los textos anteriores, nuestra oración, alabanza y adoración, ocurre concretamente entre los hermanos. Sin embargo hay unos versículos en el libro de Hebreos que nos abren un panorama apasionante y revelador acerca de aquellos que nos acompañan en la adoración. Cuando adoramos a Dios no lo hacemos solos, aunque físicamente estemos solos, sino que nos unimos a la adoración de un mundo espiritual sobrenatural. Porque nos hemos “acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, / a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, / a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.” (Hebreos 12:22-24)

Antes de enfrentar este pasaje, veamos –como corresponde a toda buena exégesis- el contexto en que se desarrollan las ideas.

¿Cuál es el tema de la carta a los Hebreos?
Esta epístola fue escrita para cristianos de origen hebreo, quienes siempre estaban en peligro de confundir la doctrina cristiana con el judaísmo o bien aún conservaban costumbres y leyes ceremoniales del judaísmo. El escritor se propone mostrarles que ahora están en una nueva etapa de su vida, que ya no viven bajo las normas del Antiguo Testamento, sino que en el Nuevo Pacto. Hay en sus conductas una tendencia a desvalorizar el mensaje de Jesucristo, atendiendo mayormente a los preceptos veterotestamentarios. La intención del escritor será, pues, enfatizar la importancia y mayor altura de este Nuevo Pacto. ¿No desvalorizamos nosotros muchas veces con nuestras actitudes y palabras el mensaje del Evangelio?

¿De qué habla el capítulo 12 de Hebreos?
Ya el capítulo 11 se ha referido a la fe –ese clásico y magistral pasaje- comenzando con la definición, la importancia que Dios le da a la fe en su relación con nosotros, y los ejemplos de fe que tenemos en el Antiguo Testamento.

El capítulo 12 se inicia con un “Por tanto, nosotros también,” (Hebreos 12:1) queriendo decir: debido a todo lo anterior. Y continúa: “teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos,” Todos aquellos testigos y mártires de la fe, que vivieron antes de Cristo, y que caminaron sólo por fe “como viendo al Invisible”, son un ejemplo para nosotros los cristianos, judíos o gentiles. Nosotros, que hemos visto a Jesucristo, que sabemos fehacientemente que Él es real y que dio su vida por nosotros, no tenemos excusa para decaer en la fe.

Entonces “despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, / puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”

Se nos invita en este capítulo a mirar la valentía de Jesucristo y a no desmayar, “combatiendo contra el pecado” (Hebreos 12:3-5a)

En este capítulo aparece aquel concepto tan caro al Discipulado, como es la disciplina o trato de Dios hacia el cristiano: “Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; / Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.” (Hebreos 12:5b,6) basado en el texto de Proverbios, “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, Ni te fatigues de su corrección; / Porque Jehová al que ama castiga, Como el padre al hijo a quien quiere.” (Proverbios 3:11,12)

Establecido que somos deudores, sobre todo los hebreos, a aquel pueblo antiguo que caminó por fe; que debemos imitar a nuestro Señor y Salvador en valentía, y apreciar la disciplina del dolor, porque da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados (Hebreos 12:11); nos anima a abandonar todo aquello que atenta contra nuestra vida de fe: “levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; / y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. / Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” (Hebreos 12:12-14)

Advierte el texto aquello que tan útil nos es en el trabajo de Sanidad Interior: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (Hebreos 12:15) Tanto en el desarrollo individual del discípulo como en el colectivo de la comunidad cristiana, aquí el texto es de enorme ayuda. Aquellos que acumulan frustración y amargura, esos que rechazan la gracia de Dios, son verdaderos fornicarios, porque mezclan lo sagrado con lo profano.

Luego enfatiza lo grave de nuestra posición frente a Dios, más seria aún que la de los israelitas del Antiguo Pacto. Hace entonces un paralelo entre ambas situaciones. Veamos:

(Antiguo Pacto)
“Porque no os habéis acercado
al monte que se podía palpar”
(Nuevo Pacto)
Nos hemos acercado a un monte celestial: “sino que os habéis acercado al monte de Sion,”

“y que ardía en fuego, a la oscuridad,
a las tinieblas y a la tempestad,

Nos hemos acercado a un Reino de Luz: “a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial”

“al sonido de la trompeta,
y a la voz que hablaba,
la cual los que la oyeron rogaron
que no se les hablase más”

“a la compañía de muchos millares de ángeles,”

“porque no podían soportar lo que
se ordenaba: Si aun una bestia tocare
el monte, será apedreada, o pasada con dardo”

“a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,

“y tan terrible era lo que se veía,
que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando;

“a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”

¿Cuál Pacto es más terrible, más comprometedor, trae mayor responsabilidad? ¿El de aquellos que procuraban con esfuerzo cumplir la Ley, o el de los que han conocido cara a cara al Dios que cumplió la Ley por ellos? ¿Cuál es más terrible, porque exige más: el Antiguo o el Nuevo Pacto? El Antiguo exigía algo que el hombre no podía cumplir, así todo muchos testificaron mejor que nosotros. El Nuevo exige sólo lo que el hombre puede obedecer, porque nos ha dado todas las herramientas para cumplir Su Ley: el Espíritu Santo y a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. Indudablemente el Nuevo Pacto es más radical que el Antiguo. El Pacto de Gracia ha sido mal entendido, lo hemos interpretado como “haz lo que quieras, pues ya eres salvo”, “ahora hay chipe libre”, “la libertad de Cristo es libertad para pecar” ¡craso error! El Nuevo Testamento es un Pacto de santidad firmado con la preciosa sangre de Jesucristo, que habla mejor que la de Abel y con la muerte de cada cristiano ¿Acaso no es el bautismo la muerte del viejo hombre y la resurrección de uno nuevo?

La advertencia del escritor de Hebreos es clara: “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.” (Hebreos 12:25) Estamos frente al mismo Dios del Antiguo Testamento; si antes conmovió la tierra, ahora conmoverá tierra y cielo, para que permanezca aquello que no podrá jamás moverse (v.26) Hemos recibido un reino inconmovible, eterno y perfecto; tengamos entonces gratitud y “sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia” (v.28) En el Nuevo Pacto hemos aprendido que “Dios es amor” (1 Juan 4:8), mas Hebreos nos recuerda que también “Dios es fuego consumidor” (v.29)

En resumen podemos decir que el capítulo 12 de Hebreos nos insta a poner los ojos en Jesucristo para no decaer en la fe.

¿DÓNDE Y CON QUIÉN ADORAMOS?
¿Quiénes son nuestros compañeros en la adoración? En el contexto de la adoración nos será tremendamente útil recordar y visualizar esta realidad celestial revelada en la carta a los Hebreos, y que responde a la pregunta inicial: ¿Dónde y con quién adoramos?

1. ADORAMOS EN LUGARES CELESTIALES
“sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial” (Hebreos 12:22a)

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,” (Efesios 1:3-6)

“a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.” (Efesios 1:12)

“y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,” (Efesios 2:6)

Cuando adoramos estamos en cuerpo en el lugar (templo, casa, parque, etc.) pero en espíritu estamos en la Jerusalén celestial.
“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. / Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (San Juan 4:23,24)

2. ADORAMOS CON MILLARES DE ÁNGELES.
“a la compañía de muchos millares de ángeles” (Hebreos 12:22b)

Los cristianos, cuando adoramos, lo hacemos junto a millares de seres celestiales, aunque no nos percatemos. Los seres celestiales muchas veces se nombran como ángeles; Ángel significa mensajero, y por eso a todos los espíritus celestes se les llama ángeles, en cuanto que manifiestan las cosas divinas. Son de nueve tipos, divididos en tres grupos o jerarquías:
1. Consejeros celestiales
2. Gobernadores celestiales del Universo.
3. Mensajeros celestiales, los más cercanos a los hombres.
En la primera están los Querubines, Serafines y Tronos; en la segunda las Dominaciones, Virtudes y Potestades; y en la tercera los Principados, Arcángeles y Ángeles. Cada ángel tiene su propia función y su propio orden.

a) Querubines (Ezequiel 1)

b) Serafines (Isaías 6:2) A los Serafines se les llama ardientes o abrasantes, cosa propia del amor y que procede de la gracia, pues se difunde en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos ha dado (Romanos 5:5). Esto no se ha de entender sólo de los cristianos, sino que también puede afirmarse de los santos ángeles. Los órdenes en los ángeles no proceden de la naturaleza, sino de la gracia y de la Sagrada Escritura, que los nombra así.

c) Tronos (Colosenses 1:16) El nombre de Tronos se explica por su semejanza con los asientos materiales, en los cuales se deben tener presentes cuatro cosas: 1) Primera, el sitio, porque así como los asientos materiales se elevan sobre la tierra, así los ángeles llamados Tronos se elevan hasta conocer directamente en Dios las razones de las cosas. 2) Segunda, la solidez, porque el que en ellos se sienta toma posición estable, aunque aquí sucede al contrario, pues los ángeles mismos son consolidados por Dios. 3) Tercera, que el asiento recibe al que en él se sienta y éste puede ser llevado en él, e igualmente estos ángeles reciben a Dios en sí mismos, y en cierto modo lo llevan a los inferiores. 4) Cuarta, la figura, porque el asiento está abierto por un lado para recibir al que en él se sienta, y así también estos ángeles están como abiertos por su prontitud para recibir a Dios y ser sus servidores.

d) Dominaciones (Efesios 1:21)

e) Virtudes (Efesios 1:21) Las Virtudes tienen poder sobre la naturaleza corporal para obrar milagros.

f) Potestades (Efesios 1:21) Las Potestades alejan a los espíritus malos, como lo hacen las potestades terrenas con los malhechores (Romanos 13:1-4).

g) Principados (Efesios 1:21)

h) Arcángeles (San Judas 6) Los Arcángeles son considerados como Ángeles príncipes, porque, comparados a los ángeles, son príncipes, y, comparados a los Principados, son ángeles. Son mensajeros de las cosas grandes.

i) Ángeles. Los Ángeles y Arcángeles anuncian a los hombres, ya las cosas grandes que rebasan la razón, ya las pequeñas que caen bajo su dominio También puede decirse que se denomina especialmente orden de ángeles el ínfimo orden, por ser éstos los que inmediatamente nos anuncian las cosas directamente.

3. ADORAMOS CON TODOS LOS CRISTIANOS CONVERTIDOS.
“a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos” (Hebreos 12:23a)

Hay una Iglesia Peregrina, la que camina en esta tierra luchando para establecer el Reino de Dios en las vidas de muchos. La otra es la Iglesia Triunfante, formada por todos los cristianos que duermen y que ya están en la presencia del Señor.

Como peregrinos nos unimos a todos los cristianos cuyos nombres están escritos en el libro de la Vida. Pablo nos habla de ese libro celestial cuando dice “Asimismo te ruego también á ti, hermano compañero, ayuda á las que trabajaron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también, y los demás mis colaboradores, cuyos nombres están en el libro de la vida.” (Filipenses 4:3) También el libro de Revelación nos habla de la existencia de ese libro: “Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios; y los libros fueron abiertos: y otro libro fue abierto, el cual es de la vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.” (Apocalipsis 20:12); “Y el que no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue lanzado en el lago de fuego.” (Apocalipsis 20:15)

Cuando adoramos a Dios Padre y a Su Hijo Jesucristo, lo hacemos junto a toda la Humanidad convertida. Esto es lo que se llama “la comunión de los santos”. Hoy día, si alguien nos llama santos, lo más probable es que demos un respingo. Somos demasiado conscientes de nuestras imperfecciones para aceptar este título. No obstante, todos los fieles del Cuerpo de Cristo en la Iglesia del primer siglo eran llamados santos. Es el término favorito de San Pablo para dirigirse a los discípulos de las comunidades cristianas, escribiendo a "los santos de Efeso" (Efesios 1:1) y a "los santos que se encuentran en toda Acaya" (2 Corintios 1:1)

4. ADORAMOS A DIOS PADRE.
“a Dios el Juez de todos” (Hebreos 12:23b)

El Objeto de nuestra adoración es Dios, el Juez de todos. En Él se centra la alabanza. Para Él son las siete las palabras de adoración: bendición, gloria, sabiduría, acción de gracias, honra, poder y fortaleza, como lo expresan los ángeles “diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.” (Apocalipsis 7:12)

Adoramos al Dios que es Persona, Espíritu, Soberano, Absoluto, Único, Omnipresente, Eterno, Inmenso, Omnisciente, Todopoderoso (ver “¿Quién eres Señor?, Teología de Dios”) Le adoramos por sus proezas (Salmo 150:2) y obras maravillosas (Salmo 139:14).

5. ADORAMOS CON TODOS LOS MUERTOS EN CRISTO.
“a los espíritus de los justos hechos perfectos” (Hebreos 12:23c)

Todos aquellos hermanos que han muerto, están ya en la presencia del Señor adorándole. En la cruz, nuestro Señor dijo al ladrón bueno: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” (San Lucas 23:43) En la parábola de el mendigo Lázaro y el rico (San Lucas 16:19-31) el primero fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El patriarca expresa que ahora éste es consolado aquí. Ya que Dios está en la eternidad, fuera del tiempo humano, quienes salimos de esta vida, ingresamos a la eternidad, ya sea para sufrir condenación como para disfrutar de Su gloria.

Al entrar en adoración, lo hacemos junto a aquellos amados que ya partieron, a los discípulos de Jesucristo de toda la historia de la cristiandad y junto a los familiares cristianos que han dormido en Cristo. Si pensamos en términos de eternidad, es probable que también estén allí los futuros cristianos que morirán en Él.

Este realidad sorprendente queda en evidencia cuando el Señor dice: “Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.” (San Lucas 20:38)

6. ADORAMOS A JESUCRISTO.
“a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (Hebreos 12:24)

Queda claro el lugar donde adoramos a nuestro Señor todos los cristianos: en lugares celestiales. ¿Con quién adoramos? con millares de ángeles, con todos los cristianos convertidos y con todos los muertos en Cristo. El Objeto de nuestra adoración, según el texto, es Dios el Juez justo y el Señor Jesucristo.

Este Jesús ha servido como Intermediario o Mediador de un Nuevo Pacto, ya no en base a un acuerdo entre un humano pecador, llamado Moisés, y Él que es Santo; tampoco basado en la obediencia de hombres imperfectos y pecadores; sino un Pacto que se fundamenta en la obediencia de un Hombre-Dios, llamado Jesucristo, y el derramamiento de Su sangre, la “que habla mejor que la de Abel”

La obra de Cristo en la cruz es tan magnífica que no queda otra cosa que reconocerla y adorarle a Él, autor de nuestra salvación. Aquí tenemos la principal razón para adorar a Jesucristo, por su proeza, por su obra maravillosa. Él “nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Corintios 1:30)


PARA REFLEXIONAR:
1) ¿No desvalorizamos nosotros muchas veces con nuestras actitudes y palabras el mensaje del Evangelio?
2) ¿Qué personaje de la Biblia, dice la Escritura que caminó “como viendo al Invisible”?
3) ¿Quiénes son sus compañeros en la adoración?
4) ¿Dónde y con quién adora usted?


BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) Juan Carlos Ortiz, “Logros de la Cruz: Acceso al Trono de Dios”, Ministerio Hispano de la Catedral de Cristal, Garden Grove, California, USA., 2001.
3) Juan Carlos Ortiz, “El Discípulo”, edición revisada, Editorial Peniel, Argentina, 2007.
4) Santo Tomas De Aquino, “Suma Teológica, Tratado De Los Ángeles”