domingo, febrero 24, 2019

EL SACERDOCIO CRISTIANO.

HEBREOS COMENTADO
LECCIÓN 20

 
"Abraham y Melquisedec"
Juan Antonio de Frías
 
© Pastor Iván Tapia Contardo 

Lectura bíblica: “11 Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? / 12 Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley” (Hebreos 7:11,12) 

Palabra clave del capítulo: SACERDOCIO. 

Idea central: El sacerdocio cristiano es diferente de otros sacerdocios. 

Objetivos: a) Discriminar las diferencias entre los sacerdocios judío, católico y protestante; b) Comprender y experimentar el concepto bíblico de sacerdocio cristiano; c) Comprender, valorar y practicar el sacerdocio universal de los cristianos; d) Comprender y valorar que Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote y Mediador; e) Comprender y valorar que los cristianos somos un pueblo de sacerdotes; f) Conocer y experimentar las funciones del sacerdocio; y g) Comprender, practicar y defender el principio de igualdad en el sacerdocio cristiano. 

Resumen: El sacerdocio cristiano es muy distinto a otros sacerdocios experimentados en el mundo; es el sacerdocio vivido por todos los creyentes, bajo el Sumo Sacerdote y Mediador Jesucristo. Los discípulos no poseen otro Intermediario fuera de Jesús, ni siquiera sus pastores. Cada discípulo ejerce su sacerdocio guiado por el Espíritu Santo  y no es considerado superior ni inferior a otros, ya que es miembro del único Cuerpo.
 

H
ebreos nos enseña que Dios juró por Sus PROMESAS e instauró un nuevo SACERDOCIO. Una cosa es ser sacerdote y otra es el “sacerdocio”. El sacerdote es quien ejerce el sacerdocio; el sacerdocio es el trabajo, la función u obra del sacerdote. 

Una vez alguien me dijo: “No se puede ejercer dos sacerdocios”. A veces tomamos roles que son incompatibles con otras tareas que también ejercemos y ambas se debaten en nuestro interior por una mayor relevancia. Es muy importante aprender a discernir cuál es nuestro rol en la vida, en la fe, en la Iglesia, en definitiva cuál es el “sacerdocio” que el Señor nos ha entregado. 

En la sociedad que vivimos, esencialmente católica, aprendemos desde niños a ver el “sacerdocio” como una vocación de algunos, una opción laboral ejercida por los curas o sacerdotes. Así surge el concepto de sacerdotes y laicos. Estos últimos son los que no tienen el sacerdocio sino que sólo reciben los beneficios de éste. Los sacerdotes católicos rezan por los laicos, les predican a los laicos, les hacen misa a los laicos, les administran los sacramentos a los laicos, etc. Pero Jesús nunca habló de sacerdotes ni de laicos. Este es un concepto que apareció posteriormente en el desarrollo histórico de la Iglesia. Jesús no llamó sacerdotes a sus escogidos ni habló de formar sacerdotes; Él sólo habló de “discípulos”. Tomemos por ejemplo el Evangelio según San Mateo; en él en cinco oportunidades el Maestro pronuncia la palabra discípulo, para referirse a quien cree en Él y le sigue:  

  • “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.” (San Mateo 10:24) 

  • “Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?” (San Mateo 10:25) 

  • “Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.” (San Mateo 10:42)

  • “Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos.” (San Mateo 26:18)

  • “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (San Mateo 28:19)
El clero cristiano surgió como una forma de actualizar el sacerdocio levítico en versión cristianizada. Por eso se concibió la “misa” como la renovación del sacrificio de Jesucristo, en la que oficia el sacerdote católico, ministrando la eucaristía y el perdón a los fieles.  

Con Martín Lutero, en el siglo XVI en 1517, el cristianismo volvió a su cauce original, proclamando: “Sólo Escritura, sólo Gracia, sólo Fe, sólo Cristo, sólo a Dios gloria.” Emerge de esta declaración de que los cristianos nos basamos sólo en las Escrituras y no en tradiciones de hombres; en la Gracia de Dios y no en leyes humanas; en ningún otro que no sea Jesucristo; y que sólo nos rendimos a Dios y no a los hombres; el concepto bíblico de sacerdocio cristiano, opuesto al que hasta ese entonces había y que hasta hoy perdura en el catolicismo y en gran parte del protestantismo. 

La Reforma protestante tuvo una respuesta del catolicismo, que fue la Contra Reforma. Así, el Concilio de Trento, en la sesión XXIII, el 15 de julio de 1563, Canon 1; declaró solemnemente como dogma de fe, que el Sacerdocio fue instituido por Nuestro Señor Jesucristo para “consagrar, ofrecer y administrar su cuerpo y sangre”.  

Sin embargo el protestantismo ha vuelto a caer en el “clericalismo”, es decir en este concepto de clérigos y laicos, de los expertos en religión y los inexpertos. Las iglesias evangélicas no llamamos “sacerdotes” a nuestros líderes, sino “pastores” pero muchas veces caemos en el legalismo y autoritarismo ético, en la tiranía de los clérigos sobre los laicos. Los ministros protestantes han recuperado mucho de la aureola de santidad del antiguo sacerdote y el concepto de “sacerdocio universal de los creyentes” se convierte sólo en una teoría. Una cosa es la doctrina y otra la práctica de esa doctrina. ¿Estamos los cristianos dispuestos a ejercer y hacer ejercer verdaderamente la doctrina del sacerdocio universal? 

Una de las razones por las que no murió el clericalismo en la Iglesia es porque se justificó de un modo diferente: la necesidad de entregar una doctrina correcta, la formación de buenos predicadores, la dedicación a la investigación bíblica y la consecuente creación de seminarios. Así surgió otra forma de clericalismo: el pastor como profesional. 

¿Cuál es el concepto bíblico de sacerdocio cristiano?
 

1.      Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote.

“1 Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, / 2 a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; / 3 sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.” (Hebreos 7:1-3) 

Melquisedec representa a Jesucristo en este pasaje del Antiguo Testamento. Su nombre significa Rey de justicia, y Rey de paz. Jerusalén se traduce como “Ciudad de la paz”. Él es rey de Jerusalén, Sumo Sacerdote del Dios Altísimo, que bendijo a Abraham, a quien el padre de la fe diezmó de todo, lo que significa que es Dios. Corrobora que Melquisedec es el Cristo porque no tiene padre, madre, ni genealogía alguna; carece de principio y fin de vida. Es por tanto semejante al Hijo de Dios, Sacerdote Eterno. La fe de Abraham le condujo a respetar y diezmar a Melquisedec. Todo sacerdocio se inicia con la fe; no hay sacerdocio sin fe en algo o alguien superior. Abraham vio en Melquisedec a Alguien superior, vio a Dios en él. 

El principio fundamental de la fe cristiana protestante es la “justificación por la fe” enunciada en la Biblia: Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.” (Romanos 1:17) Sin fe es imposible agradar a Dios; la fe es la que nos vincula con Él y Su sacerdocio.
 

2.      Los cristianos somos un pueblo de sacerdotes.

“4 Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín. / 5 Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham. / 6 Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. / 7 Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. / 8 Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. / 9 Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; / 10 porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.” (Hebreos 7:4-10) 

Tan grande era Melquisedec a los ojos del patriarca Abraham, que le honró diezmándole. Nosotros también honramos a Dios y a nuestros pastores, entregando diezmos, la décima parte de lo que el Señor nos da como botín en la vida y así convertimos las riquezas de este mundo en algo noble. Los diezmos son utilizados por la Iglesia para sostén de los ministros, evangelización de las almas en tinieblas y ayuda a los necesitados. En el sacerdocio antiguo, el de los judíos, el sacerdocio levítico, la tribu de Leví recibía los diezmos de sus hermanos; pero Melquisedec, que vivió siglos antes que los levitas, recibió de Abraham los diezmos y le bendijo. Melquisedec bendijo a quien había recibido las promesas de Dios. No cabe duda que el menor es bendecido por el mayor: Abraham era menor que Melquisedec, menor que el Cristo que le prometió y ahora le bendecía: “1 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. / 2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. / 3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Génesis 12:1-3) 

En este mundo reciben los diezmos hombres mortales; pero en la eternidad Uno de quien se da testimonio de que vive, Uno que es Eterno, el Cristo. Podemos decir que al diezmar Abraham estaba también pagando sus diezmos el sacerdote Leví, que aún no nacía pero sería un descendiente del padre de la fe. La Biblia dice que Leví y todos sus parientes estaban “en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.” Tan importante es Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote que a Él pagamos nuestros diezmos. Éstos se pagan porque es un deber de gratitud que tenemos con el que nos da la vida material y espiritual. Los diezmos no surgen de una ley sino de una gracia; no se pagan porque es obligación legal so pena de castigo, sino porque hemos recibido la Gracia de la salvación; lo hacemos por gratitud. Quien no tenga gratitud al Señor, mejor no diezme. También es cuestión de fe, no de obligación ni presión; voluntariamente Abraham pagó los diezmos a Melquisedec, el sacerdote no le obligó puesto que aún no existía el sacerdocio levítico. 

Hemos visto que la salvación es por fe y todo lo que vivimos en Cristo es resultado de fe. Oramos porque tenemos fe en que existe Alguien Invisible que nos escucha y responde a nuestras oraciones: Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Hebreos 11:1)  Alabamos porque tenemos fe en un Creador y Salvador; ayudamos a nuestros prójimos porque tenemos fe en un Dios lleno de Amor a las creaturas; en fin amamos porque tenemos fe en un Dios que nos ama: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. / Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? / Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.” (1 Juan 4:19-21 

Del principio de fe surge otro de capital importancia para el mundo cristiano, el “sacerdocio universal de los creyentes”. Los cristianos protestantes pensamos que no hay una clase sacerdotal clerical y otra secular, pues Cristo no tiene dos cuerpos sino un solo cuerpo en que Él es la Cabeza. Todos somos sacerdotes del Dios Altísimo: 

“9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; / 10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.” (1 Pedro 2:9,10
 

3.      Tenemos un sólo Sacerdote Mediador.

“11 Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? / 12 Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; / 13 y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. / 14 Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. / 15 Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, / 16 no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. / 17 Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.” (Hebreos 7:11-17) 

Hebreos declara en este texto que la perfección o santidad no vino por medio del sacerdocio levítico. Bajo éste Israel recibió la Ley, que en verdad no perfecciona ni santifica, sino que tan sólo expone la voluntad perfecta de Dios. Si el sacerdocio levítico fuera perfecto para la salvación, entonces no habría necesidad de que se levantara otro Sacerdote, uno de otro orden, no de Leví sino de Melquisedec, uno que no sería del orden de Aarón, el Sumo Sacerdote hermano de Moisés. 

De lo anterior se deduce que el sacerdocio fue cambiado. Dios no sólo cambió el sacerdocio, sino también la ley; por eso escuchamos decir a Jesús cosas como estas que contradicen la Ley: 

“38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. / 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; / 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; / 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. / 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.” (San Mateo 5:38-42) 

Melquisedec no era de la tribu de Leví, de la raza de Aarón, pariente de Moisés, ni servía en el altar del tabernáculo hebreo. Así también Jesucristo, no provino de la tribu sacerdotal de Leví, sino de la tribu de Judá, de la que nunca habló Moisés acerca del sacerdocio. Jesucristo, como Melquisedec, es un Sacerdote distinto, no constituido conforme a una ascendencia sino de acuerdo al poder de la vida eterna, de la resurrección. Dios mismo testifica de Él: “Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.” Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote eterno. 

Jesús puede ser nuestro Sumo Sacerdote con una condición: que creamos en Él, es decir que tengamos fe en Él. Esto significa creer que existe, pero también creer en lo que Él enseña y ha hecho por nosotros: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Hebreos 11:6) 

La fe es un don de Dios “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). Si esta fe es un regalo Divino, no necesitamos de intermediarios “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).  

El Señor es nuestro Sumo Sacerdote y Mediador entre nosotros y Dios. Como Moisés fue el mediador del Antiguo Pacto, Jesús lo es del Nuevo Pacto. No hay otro Mediador. El discípulo puede tener completa convicción de su fe y no necesita que otro, de una categoría especial, un sacerdote, un maestro, un pastor u otro experto tenga que venir a ratificar esa fe. 
 

4.      Las funciones del sacerdocio.

“18 Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia / 19 (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. / 20 Y esto no fue hecho sin juramento; / 21 porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec. / 22 Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. / 23 Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; / 24 mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable;  / 25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.”  (Hebreos 7:18-25) 

El mandamiento anterior, el Antiguo Pacto, la Ley de Moisés se abrogó porque era débil para dominar la naturaleza humana pecadora e ineficaz para alcanzar la perfección o santidad. Nada perfeccionó la Ley. En cambio la Gracia de Jesucristo introdujo una esperanza mejor, por medio de la cual nos acercamos a Dios.  

Los sacerdotes de Leví fueron consagrados sólo por el hecho de pertenecer a su tribu; en cambio este Sumo Sacerdote fue levantado como tal con juramento de Dios: “Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.” Así es que Jesucristo es el “fiador” de este nuevo y mejor pacto entre Dios y los hombres. Él mismo se puso como garantía o fianza de la promesa de Dios al Hombre. Jesús es el Fiador del Nuevo Pacto. Sobre Él se basa el Pacto de Gracia que consiste en recibir la salvación por medio de la fe; recibir el perdón de los pecados por la fe en Jesús; entrar en una relación íntima con el Creador por medio de la fe. 

Los antiguos sacerdotes fueron muchos, pues morían y había que reemplazarlos por otros. En cambio este Sumo Sacerdote que es Jesucristo, es eterno y tiene un sacerdocio inmutable, que jamás cambiará. Él puede también salvar para siempre y no sólo por unas horas, días o años. Vive para siempre y siempre podrá interceder por los pecadores. La intercesión ante Dios, el rogar por el perdón, rogar para que el amor de Dios cubra nuestras debilidades, es la labor de Jesucristo como Sumo Sacerdote y también es nuestra labor ante Cristo, como pueblo de sacerdotes. 

Jesús es nuestro Único Sumo Sacerdote, no hay otro. Con Él nos basta. La promesa del Señor dice que ya no necesitaremos de otro que nos enseñe, pues el Espíritu Santo nos guiará: 

“33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. / 34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.” (Jeremías 31:33,34 

El sacerdocio cristiano es un rol, un estatus, una posición que tiene el cristiano como persona en la sociedad. El rol de sacerdote implica diversas funciones; las más importantes son: a) Oración de intercesión por el prójimo; b) Adoración al Señor; c) Evangelización de los no creyentes; d) Obras de misericordia para con los que sufren. De esto Jesús nos dio ejemplo con Su vida, pues sabemos “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.” (Hechos 10:38)
 

5.      Los cristianos somos iguales en el Sacerdocio.

“26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; / 27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. / 28 Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.” (Hebreos 7:26-28) 

Jesucristo es el Sacerdote ideal. De hecho, Él es el Modelo para nuestro sacerdocio. Es un Sacerdote:

a)      Santo. La santidad implica alejarse del pecado, luchar contra toda tendencia negativa en nosotros que nos aparte del Señor. Desarrollar las virtudes de Cristo, en especial el Amor.

b)      Inocente. Sin culpa, limpio de corazón, sencillo como un niño.

c)      Sin mancha. Procurar siempre no contaminarse con el mundo y sus anti-valores.

d)     Apartado de los pecadores. No involucrado con personas que puedan arrastrarlo a las tinieblas; guardarse del mal.

Tal vez no seremos como Jesús “más sublime que los cielos”, pero sí alcanzaremos una conducta de vida recta y admirable que acerque a las personas a Dios.  

Si los sacerdotes del Antiguo Pacto necesitaban primero ofrecer sacrificios por sus pecados, nosotros debemos pedir perdón continuamente por los nuestros y conservarnos limpios por la sangre de Jesús, para rogar con eficacia por otros al Señor. Él hizo un solo sacrificio y bastó para perdonar todos los pecados humanos, cometidos durante toda su existencia. Así como la Ley constituyó sumo sacerdotes a hombres débiles, la Gracia de Dios juró y puso al Hijo, perfecto para siempre, como nuestro eterno Sumo Sacerdote. No hay regalo de Dios más grande que Su Gracia, ese favor inmerecido, el perdón de nuestros pecados. Dice Su Palabra que “...la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” (San Juan 1:17) 

Todos los creyentes recibimos la Gracia de Dios, por tanto todos estamos en las mismas condiciones ante el Señor; nadie es superior ni inferior a otro hermano; todos somos iguales ante Dios. Todo cristiano es un miembro del cuerpo de Cristo que puede ejercer el sacerdocio. Todos los que somos cristianos somos también sacerdotes. Todo creyente tiene el mismo poder. Todos, seamos ministros, diáconos, ancianos o discípulos, debemos seguir las instrucciones de Dios precisadas en Su Palabra. Todos los cristianos pueden leer, interpretar y comprender la escritura ya que hay “un Señor, una fe, un bautismo, / un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.” (Efesios 4:5,6)

Dios estableció un solo Cuerpo de Cristo, por lo que debemos ser “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; / un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación” (Efesios 4:3,4) Dentro de ese Cuerpo, en que Cristo es la Cabeza, cada miembro tiene un llamado o vocación para ejercer un rol. ¿Cuál será el llamado que tiene Dios para su vida en el Cuerpo de Cristo? ¿Cuál será su rol en la Iglesia? Los cinco ministerios de la Palabra son roles que algunos están llamados a ejercer: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, / a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11,12). No son los únicos roles ni tampoco tienen derecho a ejercer dominio sobre los hermanos:  

Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;  / no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.” (1 Pedro 5:2,3 
 

CONCLUSIÓN.

El sacerdocio cristiano es muy diferente al sacerdocio judío, como lo es el sacerdocio protestante del sacerdocio católico. El concepto bíblico de sacerdocio cristiano se basa en el principio reformado del “sacerdocio universal de los cristianos”, el cual nos enseña que: 1) Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote; 2) Los cristianos somos un pueblo de sacerdotes bajo el Sacerdocio de Jesús; 3) Tenemos un sólo Sacerdote Mediador y no debemos tener más mediadores que Él; 4) Las funciones del sacerdocio son principalmente intercesión, adoración, evangelización y misericordia; y 5) Los cristianos somos iguales en el Sacerdocio, ninguno es superior ni inferior a otro. 

 

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:

1)      ¿En qué se diferencian el sacerdocio judío, el sacerdocio católico y el sacerdocio cristiano?

2)      ¿Cómo entiende usted el “sacerdocio universal de los cristianos”?

3)      ¿Qué significa que tenemos un sólo Sacerdote Mediador y no debemos tener más mediadores que Él?

4)      ¿Cuáles son nuestras funciones como sacerdotes de Jesucristo?

5)      ¿Qué opina usted de las jerarquías en la Iglesia?

6)      ¿Qué sacerdocio instauró Dios con la muerte y resurrección de Jesús?

7)      ¿Cuál es el “sacerdocio” que el Señor le ha entregado?

8)      ¿Cree usted que la Iglesia debe tener “sacerdotes” y “laicos”?

9)      ¿Habló Jesús de sacerdotes o de discípulos en el Evangelio?

10)   ¿Cómo y cuándo volvió la cristiandad a su cauce original, proclamando el sacerdocio universal de los cristianos?

11)  ¿Estamos los cristianos dispuestos a ejercer y hacer ejercer verdaderamente la doctrina del sacerdocio universal?

12)  ¿Cuál será el llamado que tiene Dios para su vida en el Cuerpo de Cristo?

13)  ¿Cuál cree usted que es su rol en la Iglesia?

14)  ¿Qué destino deben tener los diezmos?

15)  ¿Qué circunstancias han hecho resurgir el “clericalismo” en las iglesias protestantes?

16)  ¿Cómo se puede evitar en la Iglesia el legalismo, el autoritarismo ético y la tiranía de los ministros?

17)  ¿Cómo se puede estimular la práctica del “sacerdocio universal de los creyentes” para que no sea sólo en una teoría?

18)  ¿Cuál fue la respuesta católica a la Reforma protestante del siglo XVI?

19)  ¿Qué dificultades hay para la comprensión del público del principio reformado de sacerdocio universal de los cristianos?

20)  ¿Cómo podría nuestra iglesia promover los principios de la Reforma protestante?

domingo, febrero 17, 2019

DIOS JURÓ POR SUS PROMESAS.

HEBREOS COMENTADO
LECCIÓN 19
 

© Pastor Iván Tapia Contardo 

Lectura bíblica: “13 Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, / 14 diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. / 15 Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa.” (Hebreos 6:13-15) 

Palabra clave del capítulo: PROMESAS. 

Idea central: Las promesas de Dios a Abraham. 

Objetivos: a) Comprender y valorar las promesas que Dios hizo a Abraham; b) Discernir las  repercusiones que tienen para los cristianos las promesas dadas al padre de la fe; c) Comprender la importancia de la formación de Israel como nación; e) Comprender el concepto de prosperidad y  riqueza desde el punto de vista espiritual; f) Valorar la multiplicación en el Reino de Dios. 

Resumen: El Señor nos ha hecho promesas maravillosas, como lo hizo con Abraham, las que tienen importantes repercusiones para los cristianos: nos inserta en Su pueblo, nos entrega un territorio espiritual, nos lleva a la verdadera prosperidad, nos hace padres y madres de muchedumbres y multiplica en hijos espirituales.
 

E
studiando el libro de Hebreos podemos entender quién es Jesucristo. Él el HIJO de Dios, AUTOR de nuestra salvación y desea que HOY entremos en Su REPOSO. Él es el Sumo SACERDOTE que dio su vida por nosotros.  

Pero dejemos las enseñanzas básicas del Evangelio y avancemos en el conocimiento de Cristo. Es imposible que quienes se convirtieron a Jesucristo y conocieron los poderes del Espíritu Santo y del Reino de Dios, vuelvan atrás y tengan la necesidad de pasar otra vez por la Puerta del Reino, crucificando de nuevo a Jesucristo. Esto es como la tierra que es regada por la lluvia y produce una buena cosecha, distinto a la tierra que sólo produce espinos, la que probablemente será quemada. En otras palabras: a) Necesitamos tener un crecimiento espiritual continuo; b) No es posible en el Reino de Dios retroceder, sino siempre avanzar; y c) Si nuestra vida espiritual no da frutos, sencillamente será cortada.  

Esto no sucede con ustedes, le dice a los hebreos, que han demostrado su amor a Dios sirviendo a la Iglesia. Pero es necesario que esta actitud esté en todos ustedes, que perseveren en el amor y la fe hasta el fin, que jamás sean flojos en su vida cristiana sino imitadores de los que por su fe y paciencia han heredado las promesas de Dios. 

Cuando Dios hizo la promesa a Abraham juró en nombre de Sí mismo, puesto que no hay uno mayor que Él. Sus palabras fueron estas: “De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente.” Dos cosas le prometió el Señor a Abraham: 1) Una bendición abundante, material y espiritual; y 2) Darle mucha descendencia, es decir multiplicarlo en muchos descendientes. 

Abraham aprendió a esperar con paciencia y así alcanzó la promesa de Dios. El Señor hizo como los humanos que para resolver una controversia juramos ante otro, hoy día un notario o un juez. Para demostrar a los herederos de Su promesa, que lo que Él prometía sería cumplido totalmente por Él, quiso hacerlo como los humanos y juró por Sí mismo, como Notario o Juez.  

Hay dos cosas que no cambian la voluntad de Dios: 1) Su promesa; y 2) El juramento que hizo sobre la promesa. Él no miente. En estas dos cosas ponemos toda nuestra esperanza y son el consuelo permanente en nuestro peregrinar por esta vida. Para nosotros es como el ancla de un navío, que estando bien agarrada a la roca del fondo del mar, permite que éste no sea arrastrado por cualquier corriente. La fe en Jesucristo es nuestra ancla agarrada a la Roca eterna que es Él. Como el libro de Hebreos está dirigido a judíos, les dice que esa ancla penetra más allá del velo o cortinaje que separa el Lugar Santo del Lugar Santísimo donde está la Presencia de Dios. Los cristianos sabemos que el velo se rasgó al momento de la muerte de Cristo, pudiendo ahora cualquiera que tenga fe en él, penetrar a la Presencia Divina.  

Jesús entró en el Lugar Santísimo, como lo hacían los Sumo Sacerdotes del Antiguo Testamento. Fue el Precursor, he aquí otro nombre para Jesús. Precursor es uno que inicia algo o va delante de otros. Jesús nos precede en la resurrección de los muertos; nos precede en la ascensión y glorificación; y también nos precede en el sacerdocio, siendo nombrado Sumo Sacerdote eterno, en el orden de Melquisedec. Dios juró por Sus PROMESAS. 

¿Qué promesas hizo Dios a Abraham y qué repercusiones tiene para los cristianos?
 

  1. Dios prometió a Abraham hacerle una gran nación.
 “1 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. / 2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. / 3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Génesis 12:1-3) 

De Israel, el pueblo de Abraham, desciende el Mesías, Jesucristo, nuestro Salvador. Gracias a que Dios formó este pueblo con una fe en Él como Único Dios, en medio de un mundo politeísta y pagano, es que pudo llegar a nosotros el mensaje del Evangelio. El Antiguo Testamento es todo un proceso de redención de la Humanidad y ese proceso está relatado en la Biblia, culminando en el Nuevo Testamento. El Antiguo nos muestra la Ley de Dios y cómo el ser humano no puede cumplirla; el Nuevo nos revela la Gracia de Dios en la obra expiatoria de Jesucristo. Si no hubiese Dios formado una gran nación para Él, no conoceríamos la Revelación, pues a Israel le encargó esa tarea:  

“1 ¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión? / 2 Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios. / 3 ¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios? / 4 De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, Y venzas cuando fueres juzgado.” (Romanos 3:1-4) 

Ahora los cristianos formamos parte de ese pueblo de Dios, pertenecemos a una gran nación:  

22 ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, / 23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, / 24 a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles? / 25 Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, Y a la no amada, amada. / 26 Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios viviente.” (Romanos 9:22-26
 

  1. Dios prometió a Abraham darle un territorio.
 “14 Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. / 15 Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. / 16 Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. / 17 Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré.” (Génesis 13:14-17) 

Esta es la dolorosa y esforzada historia de un pueblo: 

·         En los tiempos de Abraham Dios prometió dar a Israel un territorio y cumplió Su promesa después de muchos años, cuando Josué conquistó la Tierra Prometida aproximadamente el año 1.450 AC. Israel se transformó en reino aproximadamente el año 1.030 AC.  

·         El rey de Babilonia, Nabucodonosor, conquistó y quemó Jerusalén, destruyendo el Templo y exiliando a los israelitas.  

·         Cuando el rey persa Ciro conquistó Babilonia, permitió el retorno de los hebreos a su tierra, convirtiéndose en una provincia del imperio.  

·         Al ser conquistado el imperio persa por Alejandro Magno, pasaron a ser una provincia de los griegos. 

·         Luego el Imperio Romano tomó dominio y los judíos se volvieron en una provincia romana. Fue la época en que vivió Jesucristo.  

·         Resentidos, los judíos se rebelaron contra el gobierno romano, entonces éstos destruyeron Jerusalén el año 70 DC y deportaron a los judíos como esclavos en todo el imperio.  

·         Después de muchas persecuciones y del holocausto bajo Hitler, cientos de años sin patria, en 1948 DC las Naciones Unidas permitieron el renacimiento de Israel como Estado moderno, tal como Moisés lo escribió hace 3.500 años: 

“3 entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu Dios. / 4 Aun cuando tus desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te recogerá Jehová tu Dios, y de allá te tomará; / 5 y te hará volver Jehová tu Dios a la tierra que heredaron tus padres, y será tuya; y te hará bien, y te multiplicará más que a tus padres.” (Deuteronomio 30:3-5)
 

  1. Dios prometió a Abraham prosperidad.
“1 Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. / 2 Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? / 3 Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. / 4 Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. / 5 Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. / 6 Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. / ... / 13 Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. / 14 Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. / 15 Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. / 16 Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí. / ... / 18 En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates; / 19 la tierra de los ceneos, los cenezeos, los admoneos, / 20 los heteos, los ferezeos, los refaítas, / 21 los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.” (Génesis 15:1-6/13-16 / 18-21) 

Hay varios aspectos importantes en estas palabras de Jehová para con Su siervo Abraham, pero quiero resaltar las que pronuncia con respecto a la futura salida de Su pueblo de Egipto: “y después de esto saldrán con gran riqueza.” El Señor le promete un galardón sobremanera grande, un hijo que lo heredará, una enorme descendencia, alcanzar una buena vejez, un territorio extenso donde morar. Riqueza no es sólo posesiones y dinero, riqueza es tener una familia, una buena vida que concluya en una vejez feliz; la riqueza abarca no sólo el cuerpo, lo material, también el alma, la salud psíquica, las buenas relaciones humanas y por supuesto el desarrollo espiritual. Podemos ser ricos en lo material pero miserables en espíritu.  

El pueblo judío se distingue en el mundo por su prosperidad, riqueza, habilidad para los negocios, las empresas, inteligentes y estudiosos. Ellos han sabido desarrollar sus capacidades, desde sus dificultades extremas que han tenido a través de la Historia. Son en ese aspecto un ejemplo para los cristianos. Dios desea nuestra prosperidad integral, como lo expresa esta breve carta de San Juan: 

“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” (3 Juan 1:2)

 

  1. Dios prometió a Abraham hacerlo padre de muchedumbre.
“1 Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. / 2 Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. / 3 Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: / 4 He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. / 5 Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. / 6 Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. / 7 Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. / 8 Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos. / ... / 15 Dijo también Dios a Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre. / 16 Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella. / 17 Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir? / 18 Y dijo Abraham a Dios: Ojalá Ismael viva delante de ti. / 19 Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él. / 20 Y en cuanto a Ismael, también te he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera; doce príncipes engendrará, y haré de él una gran nación. / 21 Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene. / 22 Y acabó de hablar con él, y subió Dios de estar con Abraham.” (Génesis 17:1-8/ 15-22) 

Indudablemente Abraham sería “padre de muchedumbres”. Él salió de su ciudad, al llamado de Dios, para no volver jamás a esa tierra que no consideraba suya. Salió tras el llamado de un Dios invisible y único; esa fue su gran visión y tras la cual anduvo siempre, la que dirigió toda su vida.  

Fue sacado de Ur para formar un nuevo pueblo, una nación, una cultura con una fe distinta. He ahí la grandeza de Abraham. Si uno piensa, de cualquier ser humano puede decirse que tendrá una multitud de descendientes si se une a una mujer y procrea. Pero aquí el sentido es distinto. Abraham sería padre de una multitud de creyentes. Salió de Ur con su padre y su sobrino. Hoy en día los judíos son casi 14 millones. Pero no se debe considerar sólo al pueblo judío como su descendiente, también está aquel pueblo que desciende de su hijo Ismael, los Islámicos, que son en la actualidad 1.500 millones. Tendríamos que agregar a esta “multitud” los que profesamos la fe en Jesucristo, judío de la tribu de Judá, Hijo de Dios, somos en el mundo 2.100 millones. Estas tres religiones, llamadas “del Libro”, tienen por padre de la fe a Abraham. 

Los cristianos nos sentimos parte de la familia de Dios y consideramos a los judíos nuestros hermanos en la promesa:  

“25 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; / 26 y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad.” (Romanos 11:25,26 

Los cristianos estamos llamados a compartir nuestra fe con la mayor cantidad de personas posibles, pues Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.” Por eso Jesucristo enfatizó tanto el predicar y hacer discípulos, guiados por el Espíritu Santo: 

“pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” (Hechos 1:8)

 

  1. Dios prometió a Abraham y Sara un hijo en su ancianidad.
“9 Y le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Aquí en la tienda. / 10 Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de él. / 11 Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres. / 12 Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo? / 13 Entonces Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja? / 14 ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo. / 15 Entonces Sara negó, diciendo: No me reí; porque tuvo miedo. Y él dijo: No es así, sino que te has reído.” (Génesis 18:9-15) 

Nada es difícil para Dios, Él es el Todopoderoso. Perfectamente podía hacer fértil a la que ya era estéril y dar vigor al anciano. Dios lo hacía para glorificarse a Sí mismo y demostrar que la paternidad y maternidad de Abraham y Sara era un milagro Divino.  

El Señor desea hacernos fértiles y que Su creación, Su amor y toda Su familia redimida se multiplique. Ese es el mayor sentido del “fructificad y multiplicaos” de Génesis. Dios es vida, tanto material como espiritual, y quiere que esa vida se extienda. En Su creación podemos observar ese principio multiplicador en la gran diversidad de formas de generación que tienen las plantas y los seres vivos en general. 

Cuando nace un cristiano, siempre lo hace de una semilla que es la Palabra de Dios. Esa Palabra viene de los labios de alguien; una vida está dando a luz otra vida. El nuevo cristiano se desarrollará y el Espíritu Santo siempre pondrá en él un anhelo profundo de comunicar el mensaje de salvación y la Vida de Dios a otros. Es más que un mandamiento, una necesidad del espíritu, un impulso o fuerza puesto por Dios en nuestro corazón. La multiplicación en nuevas vidas es un principio cristiano; el Señor dice a Sus discípulos lo que relata el Evangelio:

“16 Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. / 17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. / 18 Y dejando luego sus redes, le siguieron.” (San Marcos 1:16-18) 

Jesús mismo, por medio del Espíritu Santo, nos capacita para multiplicarnos en nuevas vidas. Él produce el milagro y, como a Sara, nos hace fértiles.
 

CONCLUSIÓN.

Jesucristo es el HIJO de Dios, AUTOR de nuestra salvación y desea que HOY entremos en Su REPOSO. Es el Sumo SACERDOTE que dio su vida por nosotros. Más también nos ha dado unas PROMESAS maravillosas como lo hizo con Abraham. Aquellas promesas tienen importantes repercusiones para los cristianos. Dios prometió a Abraham: 1) Hacerle una gran nación; 2) Darle un territorio; 3) Hacerlo próspero; 4) Hacerlo padre de muchedumbres; y 5) Un hijo de Sara en su ancianidad.

 

 

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:

1)      ¿Qué relevancia tienen para usted el Antiguo y Nuevo Testamento?

2)      ¿Se considera usted parte del pueblo de Dios?

3)      ¿A qué promesas de Dios se aferra?

4)      ¿Cuáles son sus mayores riquezas?

5)      ¿Qué podemos aprender de los judíos?

6)      ¿Cuál es, a su modo de ver, la grandeza de Abraham?

7)      ¿Es comparable una promesa de Dios a una promesa de hombre?

8)      ¿Cuáles son las enseñanzas básicas del Evangelio?

9)      ¿Cuál es la lección principal que nos deja Abraham?

10)   ¿Por qué se dice que Jesús fue el Precursor?

11)  ¿Por qué Dios, además de prometer a Abraham, hizo un juramento?

12)  ¿Cuál es nuestra ancla espiritual?

13)  ¿Cómo se puede lograr un crecimiento espiritual continuo?

14)  ¿Quiénes son los “hijos de Abraham”?

15)  ¿Por qué Dios ama la multiplicación?

16)  ¿Cómo se puede multiplicar esta Iglesia?

17)  ¿Los cristianos vivimos por mandamientos o por promesas?

 

 

BIBLIOLINKOGRAFÍA.

·         Reina, Casiodoro de (1960) “La Santa Biblia” Estados Unidos: Broadman & Holman Publishers.

·         MacArthur, John. (2011) “Biblia de Estudio MacArthur” Estados Unidos: Thomas Nelson Inc. 

·         (1979) “Dios Habla Hoy, La Biblia Versión Popular” Sociedades Bíblicas Unidas.

·         (1960) “La Santa Biblia” Sociedades Bíblicas Unidas. Recuperado de: http://www.gentle.org/biblia/

·         “Nuevo Testamento, Edición Pastoral” Chile, Ediciones Mundo, 1974.

·         “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España” Disponible en: http://www.rae.es/

·         Concordancia electrónica de la Biblia” Disponible en: http://www.miconcordancia.com/concordancia.php

·         Rizo Martínes, José L. “Diccionario Bíblico” Recuperado de: http://es.scribd.com/doc/50636670/Diccionario-Biblico-Jose-L-Rizo-Martinez#scribd

·         (1966, 1970, 1979, 1983, 1996) Dios habla hoy” ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, Disponible en: https://www.biblegateway.com/versions/Dios-Habla-Hoy-DHH-Biblia/

·         https://es.wikipedia.org/

·         Pérez Millos, Samuel “Comentario Exegético Al Texto Griego del Nuevo Testamento – Hebreos”


·         https://embassies.gov.il/san-salvador/AboutIsrael/history/Pages/HISTORIA-Cronologia.aspx