domingo, agosto 25, 2019

CAMINANDO EN LA LUZ.




EPÍSTOLAS DE SAN JUAN
LECCIÓN 2


© Pastor Iván Tapia

Lectura bíblica: “5 Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. / 6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; / 7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. / 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. / 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. / 10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” (1 Juan 1:5-10)

Idea central: Las ideas básicas de San Juan sobre el Evangelio.

Objetivos: a) Comprender que Dios es pleno de Luz, exento de tinieblas, Santo y fuente de la Vida eterna; b) Comprender, aceptar y practicar caminar y vivir en la Luz del Amor verdadero; c) Comprender el significado de Vida de Dios y practicarla; d) Comprender y valorar la importancia del sacrificio redentor de Jesucristo; y e) Aprender a exponer los pecados ante Dios permanentemente, para ser limpiado y perdonado por Dios.

Resumen: El apóstol San Juan presenta al inicio de su epístola tres ideas básicas para comprender el mensaje y la práctica del Evangelio; la naturaleza de Dios, la implicancia de ello en los cristianos y la correcta actitud que se debe guardar: Dios es Luz, debemos caminar como hijos de luz y reconocer nuestra oscuridad, nuestros pecados ante Dios.


S
an Juan proclama en los primeros versículos de esta carta quién es realmente Jesús: 1) Es el Verbo de Dios encarnado, Dios y Hombre a la vez; 2) Es la Vida que viene de Dios; 3) El Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, Dios mismo; y 4) El gozo completo del cristiano, no requiriendo para conocerle más experiencia que Su amor.

En los siguientes versículos pasará a desarrollar algunas ideas básicas del mensaje que él y los apóstoles recibieron como herencia y responsabilidad a transmitir al mundo: 1) Nos hace su primera declaración acerca de quién es Dios; 2) Las consecuencias que ello tiene en el que crea en Dios; y 3) La condición del creyente frente a la santidad de Dios.


¿Qué ideas básicas expone San Juan acerca del Evangelio?

1.      Dios es luz.
“5 Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.” (1 Juan 1:5)

El mensaje que los apóstoles escucharon de Jesucristo es que Dios es luz y en Él no hay tinieblas. Si San Juan lo afirma es que verdaderamente Jesús alguna vez lo explicó de esta manera. Jesús había dicho: “19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. / 20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. / 21 Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.” (San Juan 3:19-21)

La Luz es Dios; no se refiere a la luz material sino a una luz de carácter espiritual y trascendente. Esta Luz se ha manifestado en Jesucristo: “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.” (San Juan 1:9) El Maestro declaró ser Él la luz del mundo, es decir uno que iluminaba a este mundo que vive en oscuridad: “... Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (San Juan 8:12) 

La luz de la que habla Jesús y San Juan no es la “gnosis”, un conocimiento misterioso, sino una Persona: Dios mismo. Él es la Luz. Y esa Luz se hizo humana en Cristo Jesús. La fe cristiana no es una fe basada en un conocimiento racional y libresco sino en una experiencia personal, que después se explica por un Libro, la Biblia, pero previo es el encuentro espiritual con el Señor. Él es la Luz, no la teoría.

La Luz a la que se refiere San Juan es la “vida verdadera”, la vida eterna, la vida de Dios, aquella que viene de lo alto: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” (San Juan 1:4) En Dios no hay tinieblas. Así como entendemos que la Luz es la “vida” de Dios; la tiniebla, es decir la ausencia de Luz, es la muerte espiritual. Sin la Luz de Dios, sin Cristo, estamos muertos, sin vida, sin esperanza, vacíos.

La primera idea básica que San Juan expone en esta carta acerca del Evangelio, es que Dios es un Ser lleno de Luz, exento de tinieblas; es Santo, limpio de pecado y fuente de Vida eterna.


2.      Caminemos en la luz.
“6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; / 7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” (1 Juan 1:6,7)

Al tener comunión con Jesucristo, lo propio es que andemos en la luz. ¿Qué significa caminar en luz? Sobre todo significa actuar con amor al prójimo, a Dios y a nosotros mismos. Esto es actuar con paciencia, bondad, humildad, delicadeza, altruismo, serenidad, jovialidad, compasión y magnanimidad. Por ejemplo: Ser pacientes con personas difíciles de llevar; actuar con bondad con los que sufren carencias; aceptar con humildad la crítica justa; ser delicados en el trato con otras personas; procurar el bien de los demás desinteresadamente; permanecer serenos frente a circunstancias difíciles; alegrarse y dar alegría; aliviar el dolor de los que sufren; actuar con grandeza de ánimo y generosidad.

Lo contrario a andar en el amor de Dios, en Su Luz, es caminar en tinieblas: Intolerancia, maldad, orgullo, aspereza, altruismo, egoísmo, amargura, crueldad, bajeza. Quien dice ser cristiano, pero no practica las virtudes de Jesús, es un mentiroso que no practica la Verdad del Amor.

Andar en la Luz es practicar el Amor verdadero. Una de las características de ese Amor es la “comunión de unos con otros”, la koinonía, en griego κοινωνιαν, vínculos que se generan entre los auténticos cristianos. Es la participación en común que tienen los creyentes al compartir la misma fe y servirse unos a otros. Características de esa comunión son:

a)      La compasión o misericordia de unos con otros, la que produce consuelo: 3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, / 4 el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.” (2 Corintios 1:3,4)

b)      La bondad hacia los demás se expresa en ayuda mutua: “Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros.” (2 Corintios 1:12) /  “...Dios, en su bondad, nos ha ayudado a vivir así.” (2 Corintios 1:12 DHH, 1979)

c)      La generosidad resulta en entrega de sí a otros: 1 Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; / 2 que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. / 3 Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas, / 4 pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos. / 5 Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios;” (2 Corintios 8:1-5)

d)     La buena disposición activa el dar y las buenas obras: 6 Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. / 7 Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. / 8 Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; / 9 como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre. / 10 Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, / 11 para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.” (2 Corintios 9:6-11)

La sangre que Jesucristo derramó en la cruz por nosotros, nos limpia de todo pecado. ¿Cómo? No porque sea algo así como un detergente espiritual, sino porque Él tomó nuestro lugar. Nosotros merecíamos la cruz mas Jesús, como Cordero inmolado por nuestras faltas, delitos y pecados (errores, incumplimiento de los mandamientos y ofensas a Dios), se presentó ante el Padre en nuestra representación. Jesucristo reemplazó en la cruz a los pecadores. Esta es la “teología de la sustitución”: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2 Corintios 5:21) Cualquiera que se reconozca pecador y crea en esta magnífica obra del Hijo de Dios, será limpio de todo pecado, perdonado y aceptado por Dios como hijo Suyo. He ahí que la sangre de Cristo permanece fresca por los siglos, para todo aquel que tenga fe en Jesús.

La segunda idea básica que transmite San Juan en el inicio de esta carta, es que todo seguidor del Dios de Luz debe vivir en la Luz, o sea practicar el Amor verdadero, ya que en él habita la Vida de Dios.

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)      ¿Qué ideas básicas se exponen en esta carta, acerca del Evangelio?
2)      ¿Cómo entiende usted que Dios sea luz?
3)      ¿Qué son las tinieblas?
4)      ¿Cómo podemos enfrentar las tinieblas interiores?
5)      ¿Quién manifiesta la Luz de Dios?
6)      ¿Es la luz de Dios un conocimiento misterioso, muy difícil de alcanzar?
7)      ¿Cómo podemos ayudar a las personas a que tengan un encuentro con el Señor?
8)      ¿Qué es la vida, desde el punto de vista bíblico?
9)      ¿Cómo llama San Juan a la vida de Dios?
10)  ¿Qué sucede con un alma que no tiene la luz de Dios?
11)  ¿Por qué existe el diablo si Dios creó todas las cosas para el bien?
12)  ¿Puede existir en Dios algunas tiniebla u obscuridad?
13)  ¿Está el mundo caminando en la luz?
14)  ¿Qué es imprescindible para caminar en la luz?
15)  ¿Qué significa caminar en luz?
16)  ¿Cuál de estas cualidades del Amor le son a usted más difíciles de poner en práctica: Paciencia, bondad, humildad, delicadeza, altruismo, serenidad, jovialidad, compasión y magnanimidad?
17)  ¿Identifica dentro de usted alguna de estas conductas negativas y qué podría hacer con ello: Intolerancia, maldad, orgullo, aspereza, altruismo, egoísmo, amargura, crueldad, bajeza?
18)  ¿Por qué se dice que la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado?
19)  ¿Cómo puede la Iglesia fomentar la comunión de unos con otros o koinonía?
20)  ¿Qué diferencia hay entre faltas, delitos y pecados?
21)  ¿Acepta usted con humildad las críticas?
22)  ¿Cuáles fueron los principales valores que le transmitió su familia?
23)  ¿Cómo está experimentando en estos días la compasión o misericordia?
24)  ¿En qué consiste la “teología de la sustitución”?
25)  ¿Por qué debemos practicar el Amor verdadero?

3.      Expongamos nuestros pecados.
“8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. / 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. / 10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” (1 Juan 1:8-10)

Los cristianos, como cualquier ser humano, no estamos exentos de pecar pues, aunque hayamos nacido de nuevo, conservamos una naturaleza humana que nos incita a las pasiones, el disfrute sensorial desmedido y la tentación de hacer lo que al cuerpo y la mente pueda agradar, olvidándose de agradar a Dios. Por otro lado el nuevo nacimiento espiritual no significa una completa e inmediata transformación, sino el inicio de un proceso de cambios interiores. Durante toda la vida, el cristiano está siendo sometido a un trato de Dios para desarrollar en él las virtudes de Jesucristo. Recordemos los que el apóstol Pedro dice respecto al bautismo, que es uno de los pasos iniciales de la vida cristiana: “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo” (1 Pedro 3:21)

Los creyentes siguen pecando, a pesar de tener el Espíritu Santo habitando en ellos, porque no siempre se sujetan al Espíritu. Hay en el creyente una lucha entre la carne y el espíritu, como lo describe San Pablo: “14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. / 15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. / 16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. / 17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí./ 18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. / 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. / 20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. / 21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. / 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; / 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. / 24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? / 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.” (Romanos 7:14-25)

Un día dejaremos de pecar, cuando seamos totalmente transformados y no estemos sometidos a la carne, al mundo y al diablo. Seremos liberados definitivamente de todo aquello que hoy nos agobia y ataca, experimentando una transformación que será no sólo corporal, sino también de alma y espíritu: “51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, / 52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. / 53 Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.” (1 Corintios 15:51-53)

En esta Tierra no ha habido cristianos absolutamente perfectos, sin pecado. Nadie puede ufanarse de no ser un pecador. Sólo Jesucristo ha sido perfecto. Abraham, padre de la fe, tuvo miedo del faraón en Egipto y mintió; Noé, pregonero de justicia, no tuvo un día dominio propio y se emborrachó; Jacob fue deshonesto con su padre y lo engañó; Moisés se dejó llevar por la ira ante la desobediencia del pueblo; María no fue prudente y quiso intervenir en el ministerio de su hijo Jesús; Pedro fue hipócrita en su conducta con judíos y gentiles, queriendo parecerles bien a ambos; etc. Todos los nombrados y tantos más fueron buenos hombres y mujeres de Dios, pero imperfectos, en proceso de perfeccionamiento: “39 Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; / 40 proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.” (Hebreos 11:39,40)

Es necesario que reconozcamos que somos pecadores y confesar nuestros pecados. Sea que lo hagamos en la intimidad con el Señor, ante los hombres, en medio de la comunidad cristiana, a un hermano mayor o a un condiscípulo, lo importante es que lo hacemos ante la presencia de Dios. En el momento que nuestros labios reconocen con sinceridad la culpa por los pecados cometidos, el Señor nos da Su perdón y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” La Biblia nos aconseja reconocer nuestras faltas ante los hermanos: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” (Santiago 5:16)

Los pecados son frutos malos de un árbol que está contaminado, enraizado en el principal pecado que es la incredulidad. Esta desconfianza respecto a Dios o falta de fe, genera rebelión contra Él. Tal rebelión es desobediencia a Sus mandatos. Cada desobediencia que uno comete es un pecado. Hay que diferenciar entre “el pecado” en singular y “los pecados” en plural. Las conductas pecaminosas como la envidia, la mentira, la gula, etc. son pecados, conductas externas. En cambio el pecado es un poder que controla y domina a la persona. Los pecadores, que somos todos, necesitamos ser perdonados de nuestras malas conductas o pecados. Dios perdona nuestros pecados, pero eso no es la liberación de la naturaleza pecaminosa de que estamos hechos. Jesucristo tuvo por misión perdonar nuestros pecados: “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” (San Mateo 1:21) Para vencer al origen de los pecados, es decir al “pecado” en singular, necesitamos morir al viejo hombre: “8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; / 9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. / 10 Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. / 11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.” (Romanos 6:8-11)

Hay muchos tipos de pecado. Tomemos, por ejemplo, los siete pecados capitales: Soberbia, envidia, ira, avaricia, lujuria, gula, pereza. Los tres primeros –soberbia, envidia e ira –corresponden a lo que la Biblia llama “el orgullo de la vida”. La soberbia actúa en el corazón y se expresa en forma de vanagloria, ambición, jactancia y presunción. La envidia produce odio, desavenencia, gozo por el mal ajeno, difamación, calumnias, chisme, etc. La ira trae impaciencia, enojo y rencor, improperios, riñas, maledicencias. Se podría decir que todos estos pecados son más “espirituales” y se pueden disimular. Pero los que vienen a continuación son claramente identificables externamente: La avaricia, la lujuria, la gula y la pereza. La primera surge de “la concupiscencia de los ojos”; la avaricia actúa con dureza con el prójimo, presenta ambición de poder, trae injusticia, selecciona los medios para un fin inescrupulosamente, genera embotamiento del espíritu y el alma. Los tres pecados restantes son más groseros y constituyen “las concupiscencias de la carne”: La lujuria, que es el desorden sexual; la gula o descontrol en el apetito; y la pereza, que trae desaliento, pusilanimidad, descuido de las prescripciones molestas, ligereza, locuacidad, aversión a quienes amonestan al bien, holgazanería o excesiva actividad, odio al bien, pereza espiritual o acidia. San Juan señala: “15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. / 16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.” (1 Juan 2:15,16)

Todos los pecados perjudican a la persona en su relación con Dios. El único camino que le resta es pedir perdón a Dios, reconciliarse con Él y con los que han sido perjudicados por su pecado; luego empeñarse en no volver a cometerlo, orando por templanza. Los pecados que se relacionan mayormente con el dominio de los apetitos o concupiscencias de la carne, afectan a la salud física de la propia persona y también en las relaciones interpersonales. Por ejemplo quien padece de gula va a tener mayor interés en devorarlo todo y será indiferente a su prójimo. Al avaro no le importará perjudicar a otros con tal de obtener las ganancias y los objetos que ambiciona. La soberbia, la envidia y la ira, enferman principalmente el alma del pecador.

Dios está siempre dispuesto a perdonar nuestros pecados, siempre que lo hagamos con sinceridad. Una y otra vez lo hará, como un Padre que ama a Sus hijos. Él conoce nuestra debilidad y está dispuesto a perdonar y ayudarnos a mejorar nuestra conducta: “16 Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; / 17 aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. / 18 Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. / 19 Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; / 20 si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho.” (Isaías 1:16-20)

El Señor jamás dejará de perdonarnos ni se cansará de que pequemos continuamente, salvo que blasfemáramos contra Él, que lo negásemos y alejáramos de Su Presencia, mas el Espíritu Santo que habita en el corazón del creyente no lo permitirá: “28 De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean; / 29 pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno. / 30 Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo.” (San Marcos 3:28-30)

Dios clavó en la cruz los pecados de todo hombre que reconozca el sacrificio de Jesucristo como un acto expiatorio. Dios nos limpia de nuestras maldades por medio del perdón, aceptando el sacrificio que Jesucristo hizo en la cruz en pago por ellas. Sólo Él puede perdonar nuestros pecados. Todos los cristianos debemos aspirar a ser santos, es decir sin pecados, a pesar de que somos pecadores. Para ello acudiremos al ministerio del Espíritu Santo, a la ayuda de Dios, que nos habita, regenera, convence, guía, enseña,  da poder y santifica. Él puede ayudarnos a que no sigamos pecando, o que pequemos en menor grado, por medio de Su acción en nuestra voluntad: “1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. /... / 5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. / 6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. / 7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; / 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. / 9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. / 10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. /... / 12 Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; / 13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” (Romanos 8:1;5-10;12,13)

Por último debemos decir, con respecto al pecado, que todos los seres humanos, después de la caída de Adán y Eva, no nos hacemos pecadores sino que nacemos pecadores. Tal vez alguien alegará que un bebé no tiene pecado porque no puede obrar mal: No puede mentir, robar, matar, etc. es decir no comete “pecados” en plural, pero trae la raíz de rebelión, heredada de los primeros padres. En su ADN está el “pecado” en singular. Basta esperar algunos años para que ya se exprese esa raíz en desobediencia. Por tanto será necesario que se oriente su vida y crecimiento espiritual hacia un encuentro con el Salvador, Redentor del alma, para que sus pecados sean perdonados y acepte a Jesucristo como su Señor.

La tercera idea básica que transmite San Juan en el inicio de esta carta, es que todo seguidor del Dios de Luz debe traer sus culpas a la Luz, o sea exponer sus pecados a Dios, para ser limpiado con la sangre de Jesucristo y perdonado por el Padre.


CONCLUSIÓN.
Al inicio de esta epístola, San Juan expone tres ideas básicas acerca del Evangelio: 1) Dios es luz, un Ser exento de tinieblas, Santo, fuente de la Vida eterna; 2) Todo seguidor del Dios de Luz debe vivir en la Luz, practicando el Amor verdadero, ya que en él habita la Vida de Dios; y 3) El cristiano ha de exponer sus pecados a la luz de Dios y así ser limpiado y perdonado por Dios.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)      ¿Están los cristianos exentos de pecar porque han nacido de nuevo?
2)      ¿Por qué los cristianos siguen pecando, a pesar de tener el Espíritu Santo habitando en ellos?
3)      ¿Dejaremos los cristianos alguna vez de pecar?
4)      ¿Hay o ha habido cristianos perfectos, sin pecado?
5)      ¿Por qué debemos confesar nuestros pecados?
6)      ¿Qué son los pecados?
7)      ¿Contra quién o quiénes son los pecados?
8)      ¿Puede Dios perdonar nuestros pecados una y otra vez, o dejará en algún momento de perdonarnos?
9)      ¿Se cansará Dios de que pequemos continuamente?
10)  ¿Qué hace Dios con nuestros pecados?
11)  ¿Cómo puede ayudarnos Dios a que no sigamos pecando?
12)  ¿Cómo nos limpia Dios de nuestras maldades?
13)  ¿Puede alguien ufanarse de no ser un pecador?
14)  ¿A quién o quiénes debemos confesar nuestros pecados?
15)  ¿Quién puede perdonar nuestros pecados?
16)  ¿Debemos aspirar a ser santos, es decir sin pecado, a pesar de que somos pecadores?
17)  ¿Nacemos pecadores o nos hacemos pecadores?


BIBLIOLINKOGRAFÍA.
·         Reina, Casiodoro de (1960) “La Santa Biblia” Estados Unidos: Broadman & Holman Publishers.
·         MacArthur, John. (2011) “Biblia de Estudio MacArthur” Estados Unidos: Thomas Nelson Inc. 
·         (1979) “Dios Habla Hoy, La Biblia Versión Popular” Sociedades Bíblicas Unidas.
·         (1960) “La Santa Biblia” Sociedades Bíblicas Unidas. Recuperado de: http://www.gentle.org/biblia/
·         “Nuevo Testamento, Edición Pastoral” Chile, Ediciones Mundo, 1974.
·         “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España” Disponible en: http://www.rae.es/
·         Concordancia electrónica de la Biblia” Disponible en: http://www.miconcordancia.com/concordancia.php
·         Rizo Martínes, José L. “Diccionario Bíblico” Recuperado de: http://es.scribd.com/doc/50636670/Diccionario-Biblico-Jose-L-Rizo-Martinez#scribd
·         (1966, 1970, 1979, 1983, 1996) Dios habla hoy” ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, Disponible en: https://www.biblegateway.com/versions/Dios-Habla-Hoy-DHH-Biblia/
·         https://es.wikipedia.org/

·         Pérez Millos, Samuel “Comentario Exegético Al Texto Griego del Nuevo Testamento – Hebreos”

·         http://spgchile.org/cristo-nuestro-sustituto/
·         http://www.iglesiaenbogota.org/assets/data/files/El_pecado_y_los_pecados_1943895201.pdf



REVELACIÓN DE CRISTO EN SAN JUAN.




EPÍSTOLAS DE SAN JUAN
LECCIÓN 1
  
© Pastor Iván Tapia

Lectura bíblica:1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida / 2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); / 3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. / 4 Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.” (1 Juan 1:1-4)

Idea central: La Persona de Jesús.

Objetivos: a) Conocer los peligros doctrinales que enfrentó la Iglesia del primer siglo; b) Comprender que Jesucristo es el Verbo de Dios encarnado en Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre; c) Comprender y valorar como Jesucristo es la Vida que viene de Dios, “vida eterna” o zoé; d) Comprender que Jesucristo es el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, Dios mismo; y e) Comprender y aceptar a Jesucristo como nuestro gozo completo y suficiente para la salvación y vida.

Resumen: El más joven de los Doce hubo de enfrentar al término del primer siglo de cristianismo la infiltración de raras doctrinas gnósticas en la Iglesia. De los versos iniciales de su epístola primera se desprende su concepción de Jesús como Verbo de Dios, Vida divina, Hijo de Dios y completo gozo del cristiano.


E
s posible que esta primera carta del apóstol San Juan fuera escrita en la ciudad de Éfeso a finales del siglo I, alrededor de los años 90. Es una epístola dirigida a todos los cristianos de su época, un escrito para circular por las iglesias y ser leído por los hermanos. El trato que da a los discípulos es cariñoso y como el de un padre: “hijitos míos”, “amados”. Su propósito al escribirles, como su obispo, es que crezcan en gozo del Señor (1 Juan 1:4); que se protejan del pecado (1 Juan 2:21); advertirles de falsas doctrinas (1 Juan 2:26); fortalecerles en la fe y darles la seguridad de la salvación (1 Juan 5:13). Se puede decir que es una carta pastoral dirigida a las iglesias del Asia Menor.

La Iglesia ya estaba siendo atacada por falsos maestros y muchos hermanos alejándose de la doctrina que enseñaran Jesús y los apóstoles. Entonces se requería volverlos a la sana doctrina, a los principios básicos de la fe cristiana. El Apóstol les recuerda que Dios es Vida, que Dios es Luz y que Dios es Amor. Tal Dios desea que Sus hijos sean plenos de Vida sobrenatural, iluminen al mundo con sus actos y transmitan con su testimonio el verdadero Amor. Es una carta que transmite, desde sus primeras frases, la convicción de la realidad de Jesucristo, el Hijo de Dios, Salvador del Mundo y Señor Resucitado. Alguien ha dicho que esta carta puede ser llamada “carta de las certezas”.

En ese tiempo comenzaban a infiltrarse entre los cristianos raras enseñanzas llamadas bajo el nombre genérico de “gnosticismo”. Estas falsas doctrinas perturbaban la fe y comunión de los discípulos. Textos apócrifos como “El Evangelio de Tomás”, “El Evangelio de Felipe”, “El Evangelio de la Verdad”, “El Evangelio a los Egipcios”, “El Apocalipsis de Pablo”, la “Carta de Pedro a Felipe” y “El Apocalipsis de Pedro” transmitían ideas como que el conocimiento de sí mismo era conocimiento de Dios; que el ser individual y lo Divino son lo mismo; que Jesús no vino a salvarnos del pecado sino a sacarnos de un estado de ilusión e iluminarnos con un conocimiento; que Jesús no es el Hijo de Dios sino un ser igual a todos; que la serpiente del Edén no es malvada sino el principio de sabiduría que convence a nuestros primeros padres de compartir el conocimiento o “gnosis”, mas Dios les amenaza y expulsa cuando lo logran.

Antes estas aberraciones doctrinales, San Juan reacciona:

·         Afirmando la Divinidad de Jesucristo, 2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); / 3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.” (1 Juan 1:2,3)

·         Mostrando nuestra filiación con el Padre, “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.” (1 Juan 3:2)

·         Reprobando la conducta de los “anticristos”, “18 Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. / 19 Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.” (1 Juan 2:18,19)

·         Revelando una vez más que Dios es Amor y por ese amor nos salva de la condenación eterna, “8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. / 9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. / 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” (1 Juan 4:8-10)

El ministerio de Juan es un ministerio de “restauración”. Como en aquella época hoy, al final de los tiempos, necesitamos urgentemente un ministerio que nos devuelva los principios básicos de la fe. Restaurar significa poner algo en el estado en que se encontraba antes. Desde el punto de vista bíblico, significa devolver al estado inicial, pero no en forma estática sino dinámica, experimentando crecimiento y desarrollándose para alcanzar un nivel superior al inicial. Un ejemplo de restauración es Job, quien después de ser probado, recibió mucho más de lo que perdió.

Desde los primeros versículos, esta primera carta de San Juan, nos transmite la idea de un Dios revelado en forma humana y se esfuerza por convencernos de esa experiencia y de los principios que Jesús le transmitió a él y sus condiscípulos.

¿Quién es Jesús según San Juan?

1.      Jesucristo es el Verbo.
1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida” (1 Juan 1:1)

Jesucristo existe desde el principio de los tiempos, porque es Dios. Ya lo había declarado San Juan en su Evangelio: “1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. / 2 Este era en el principio con Dios. / 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” (San Juan 1:1-3) El Génesis en su primer capítulo nos habla del principio del planeta Tierra, mas el Evangelio de San Juan retrocede al principio de la creación de todas las cosas. Y en esos inicios tiene un rol activo el Cristo Eterno, el mismo que se encarnó en Jesús.

Los apóstoles conocieron y convivieron con Jesús de Nazaret, el Cristo encarnado. Le oyeron, le vieron le contemplaron y tocaron; tuvieron una experiencia real y sensible del Hijo de Dios. Los falsos maestros pensaban que uno era Jesús y otro el Cristo, pues despreciaban el mundo material y no concebían a Dios haciéndose hombre. Hoy en día persisten muchos en ese pensamiento y separan a Jesucristo de Dios o le quitan su calidad de Dios Creador. También están los que creen que hay otros redentores, salvadores o enviados de Dios, aparte de Jesús. Sin embargo nuestra fe es tajante: “5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, / 6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.” (1 Timoteo 2:5,6)

Jesucristo es el Verbo de Dios, la Palabra que genera vida, el Logos Divino que hizo todo lo que existe. Tal cosa es inconcebible para los “gnósticos” que no creen en la divinidad de Jesús. En el siglo primero los ebionitas, creyentes de origen judío, pensaban que Jesús era un simple hombre, pero muy santo. La doctrina de que en Jesucristo hay una doble naturaleza, verdadero Dios y verdadero Hombre, fue ratificada recién en 451 DC, siglo V, en el Concilio de Calcedonia. Por supuesto no es una doctrina fácil de comprender para la lógica humana. San Juan, en su Evangelio, lo expresa así: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (San Juan 1:14)

La experiencia vivencial de San Juan con Jesucristo, le lleva a declarar que Él es el Verbo de Dios.


2.      Jesucristo es la Vida.
“2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)” (1 Juan 1:2)

Cuando San Juan habla de “la vida” no se refiere a la energía que potencia el desarrollo y crecimiento de vegetales, animales y humanos; tampoco a las circunstancias que cada persona sufre en este mundo, sino a una fuerza superior, sobrenatural, Divina. No es la vida del cuerpo, bíos; tampoco la vida del alma, psique; sino la vida sobrenatural, la vida del espíritu, la vida “zoé”. A esa misma vida se refiere Jesús cuando dice: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (San Juan 10:10)

Esa vida sobrenatural, de los cielos, fue manifestada en esta Tierra. Insiste Juan en que Dios se manifestó en carne, contra los preceptos espiritualistas que no aceptan tal manifestación. Marción, Valentín y Basílides reducían la carne de Cristo a una apariencia: “Parece que come, parece que camina, parece que está cansado...” Pero Él es un hombre real que come, bebe, se cansa, etc. Jesús, el Dios hecho humano, realmente estuvo en la Tierra. Jesús comía, dormía, se cansaba, lloraba, en fin tenía todas las características de un ser humano porque fue humano: “41 Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? / 42 Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. / 43 Y él lo tomó, y comió delante de ellos.” (San Lucas 24:41-43)

Los apóstoles vieron esa “vida” celestial en Jesucristo. Testifican de ello y anuncian la “vida eterna”, esa vida que pertenece y está en Dios. El Enemigo de Dios no quiere que creamos en la manifestación concreta de Dios en Jesucristo; tampoco quiere que creamos en la posibilidad de una vida eterna con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Desea que nos amarguemos en la soledad de la existencia, que no tengamos esperanza en la eternidad y que pensemos que la vida termina con la muerte.

El apóstol Juan fue testigo de la divinidad de Jesús en el llamado “monte de la transfiguración”: “1 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; / 2 y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. / 3 Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. / 4 Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. / 5 Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. / 6 Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. / 7 Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. / 8 Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.” (San Mateo 17:1-8)

La manifestación de Jesucristo en sus distintos milagros, señales, actitudes y enseñanzas, son para San Juan una muestra de que en Él está la “vida eterna”, pues Jesús es la Vida.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)      ¿Qué aspecto nuevo aporta San Juan acerca de Jesús y el Evangelio?
2)      ¿Quién es Jesucristo para usted?
3)      ¿Cómo es su relación con Jesús?
4)      ¿Qué papel tuvo el Cristo en la creación de todas las cosas?
5)      ¿De qué modo se encarna Cristo en el cristiano?
6)      ¿Qué dejó en Juan y los apóstoles la experiencia de convivir con Jesús?
7)      ¿Por qué los falsos maestros no concebían a Dios haciéndose hombre?
8)      ¿Conoce usted iglesias o sectas que separen a Jesús de Dios o le quiten su calidad de Creador?
9)      ¿Podemos pensar los cristianos que haya otros redentores, aparte de Jesús?
10)  ¿Qué es el Verbo de Dios?
11)  ¿Qué determinó el Concilio de Calcedonia el año 451 DC, con respecto a Jesucristo?
12)  ¿Qué creían los judíos ebionitas, con respecto a Jesús?
13)  ¿Podemos basar nuestra fe sólo en la experiencia vivencial de San Juan y los apóstoles?
14)  ¿Qué significa que Jesucristo sea la Vida?
15)  ¿Es tener la “vida eterna” vivir eternamente, o es algo más?
16)  ¿De qué manera se manifestó la Vida en esta Tierra?
17)  ¿Qué pensaban Marción, Valentín y Basílides acerca del cuerpo de Jesús?
18)  ¿Cree usted que Jesús vino en carne o en espíritu?
19)  ¿Tenía Jesús todas las características de un ser humano?
20)  ¿De qué forma los apóstoles vieron la vida celestial en Jesucristo?
21)  ¿Cuál fue, en su opinión, la mayor lección que recibieron Pedro, Santiago y Juan en el monte Tabor?
22)  ¿Cuál es el mayor propósito del enemigo de Dios con respecto a los cristianos?
23)  ¿Por qué cree usted en Jesucristo como Señor y Salvador?


3.      Jesucristo es el Hijo.
“3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.” (1 Juan 1:3)

Juan y los apóstoles vieron el testimonio de Jesús, Sus hechos maravillosos; y oyeron Sus enseñanzas. Como testigos de Jesucristo, dieron a conocer Su Persona y anunciaron Su Evangelio. La prédica de los apóstoles no era una invención de ellos, sino la transmisión de un mensaje celestial dada por el Padre a Jesucristo: “15 Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado? / 16 Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.” (San Juan 7:15,16)

El propósito de los apóstoles al transmitir a los cristianos la enseñanza inspirada por el Espíritu Santo, es tener comunión con ellos. La comunión es la “común unión”, unirse a ellos en lo que tienen en común: Jesucristo y Su mensaje. Al entrar en comunión con los apóstoles, de inmediato se unen en comunión al Dios Trino: “...nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.” (1 Juan 1:3); “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.” (2 Corintios 13:14); “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.” (1 Corintios 1:9)

La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, hay una profunda comunión espiritual entre la Cabeza y el Cuerpo; el Cuerpo no puede estar separado de la Cabeza espiritual. La Iglesia ha heredado las enseñanzas de Jesucristo dadas a los apóstoles, es verdadera columna que sostiene el Evangelio y un baluarte que defiende la Verdad de Dios: “para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.” (1 Timoteo 3:15)

Al creer en Jesús pasamos a formar parte del Cuerpo de Cristo, ingresamos en la Iglesia y comenzamos a tener comunión con todos los cristianos, los apóstoles, Jesús, el Espíritu y el Padre. Quienes tenemos comunión con Dios sabemos que Jesucristo es el Hijo de Dios.


4.      Jesucristo es nuestro gozo.
“4 Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.” (1 Juan 1:4)

En este verso San Juan declara que el propósito de su carta es que ellos tengan el gozo completo de Dios; que no requieren de algo más, como lo sugerían los gnósticos. En tiempos apostólicos ya existía una lucha contra un movimiento protognóstico o gnóstico antiguo, el que negaba la resurrección de Jesucristo; afirmaba que los cristianos podían tener cualquier conducta y no estarían cometiendo pecado; además de negar que Jesús hubiese venido en carne. Los gnósticos pensaban que sólo unos pocos podían alcanzar el “conocimiento” y negaban la bondad del mundo material y la vida física, para ellos fuente de toda corrupción. Creían que la mayoría de las personas eran carnales y muy pocas espirituales, capaces de ser libres del sistema mundano maligno.

Estas extrañas doctrinas se infiltraron en la Iglesia a fines del siglo I, cuando el apóstol Juan ejercía su ministerio. Estas herejías provenían de la mezcla de filosofías griegas y tradiciones religiosas orientales. Pretendían tener una gnosis o conocimiento secreto de Dios.

El apóstol luchaba contra esos que alardeaban de espiritualidad y conocimiento, mas vivían en la inmoralidad: El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan 2:4). Pretendían vivir más allá del bien y el mal, a lo que el apóstol les respondía: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.” (1 Juan 1:8). Para los que se consideraban “iluminados”, les aclara: El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.” (1 Juan 2:9). Conocer a Dios no es tener una gnosis misteriosa sino que: El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” (1 Juan 4:8)

Jesucristo es el gozo del cristiano y ninguna otra cosa. Tenerlo a Él en el corazón, vivir cada día con Cristo, procurar Su disfrute con nosotros, hacer Su voluntad, es nuestro máximo gozo. Nada más requerimos: Ni misteriosas doctrinas, ni nuevas sensaciones, novedades teológicas, prosperidad material y éxito mundano, fama ni nada que supere al Amor del Señor. En Jesús nuestro gozo es cumplido.


CONCLUSIÓN.
En una Iglesia que está siendo infiltrada por extrañas doctrinas llamadas “gnósticas”, el apóstol San Juan proclama quién es realmente Jesús: 1) Jesucristo es el Verbo de Dios encarnado en Jesús, el Hombre, es verdadero Dios y verdadero Hombre; 2) Jesucristo es la Vida, la que viene de Dios, la “vida eterna” o vida zoé; 3) Jesucristo es el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, Dios mismo; y 4) Jesucristo es nuestro gozo completo, no requiriendo para conocerle más experiencia que Su amor en nosotros.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)      ¿Qué significa que Jesucristo sea el Verbo y la Vida de Dios?
2)      ¿Qué consecuencias tendría que Jesucristo no fuera el Hijo de Dios?
3)      ¿Qué ventaja tuvieron los apóstoles en su relación con el Señor, en comparación con nosotros?
4)      ¿Cuál fue el resultado de esa relación?
5)      ¿De quién proviene el mensaje del Evangelio?
6)      ¿En qué consiste la comunión cristiana?
7)      ¿Cómo define la Biblia las funciones que tiene la Iglesia con respecto a la Verdad?
8)      ¿En qué nota usted que alguien tiene el gozo del Señor?
9)      ¿Cuáles eran las principales enseñanzas de los gnósticos cristianos en cuanto a Jesús?
10)  ¿Qué es, a su juicio, conocer a Dios?
11)  ¿Qué falsas ideas se están infiltrando en los cristianos de hoy?
12)  ¿Qué se debe hacer con las personas que alardean de espiritualidad y conocimiento?
13)  ¿Cree usted que el mundo material es bueno o malo?
14)  ¿De dónde proviene la corrupción?
15)  ¿Qué diferencia hay entre ser natural, carnal y espiritual?
16)  ¿Qué filosofías y tradiciones se han introducido en la Iglesia de hoy?
17)  ¿Cómo podemos precavernos de no vivir más allá del bien y del mal?
18)  ¿Existen hoy día, cristianos que se consideren “iluminados”?
19)  ¿Cree usted que basta sólo Jesucristo para disfrutar del gozo de Dios?
20)  ¿Qué es tener a Jesucristo en nosotros?


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