domingo, enero 26, 2020

TÚ Y EL AMOR DE DIOS

EPÍSTOLAS DE SAN JUAN
LECCIÓN 16 

 

© Pastor Iván Tapia 

Lectura bíblica: “7 Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. / 8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. / 9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. / 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. / 11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. / 12 Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.” (1 Juan 4:7-12 

Idea central: El Amor verdadero. 

Objetivos: a) Diferenciar el amor humano del Amor de Dios; b) Comprender y valorar el verdadero Amor; c) Comprender que el verdadero Amor es un don Divino y no humano, recibido de lo alto; d) Comprender y experimentar el Amor perfecto que se da por entero a Dios y el prójimo; y e) Conocer el Amor que es presencia de Dios que permanece y se perfecciona en el cristiano. 

Resumen: En menor o mayor medida todos hemos experimentado el amor en nuestras vidas, e incluso hemos sufrido por amor. Pero otra cosa es recibir el Amor de Dios en nuestro espíritu, sentirlo y darlo. Esta es la vivencia más plena, gratificante y espiritual que podamos tener en la vida. El Amor de Dios es el Amor verdadero, no humano, perfecto y presencia Divina en todo discípulo de Jesucristo.
 

U
centrales de esta epístola de Juan es el Amor. Incluso define a Dios como el Amor, queriendo expresar que la naturaleza y esencia del Creador es Amor. Ese gran amor por la Humanidad lo condujo a entregar a Su Hijo para nuestra salvación. La carta nos habla de que así también debemos ser nosotros, los que hemos sido alcanzados por Su Amor, criaturas amorosas con nuestro prójimo. Mucho se puede hablar en este mundo sobre el amor; la música popular y el cine siempre están exaltando las relaciones de amor y de desamor, pero otra cosa es lo que nos quiere transmitir Dios por medio de esta carta; al parecer se trata de un Amor diferente. Lo escribiremos con mayúscula para diferenciarlo de otros amores. Por eso iniciamos esta enseñanza con la siguiente pregunta: 

¿Cómo es el verdadero Amor? 

1.      Un Amor Divino y no humano.

“7 Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. / 8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” (1 Juan 4:7,8 

San Juan nos invita a “amarnos” y la razón que da de esto es porque el “amor” proviene de Dios. Luego dice que todo el que “ama” ha nacido de Dios y conoce a Dios. En cambio lo contrario es que no lo ha conocido, es decir no lo ha experimentado. Finalizan estos dos versículos con la famosa declaración de que “Dios es amor”. 

Si Dios es amor y quien no le conoce no puede amar, entonces el “amor” del cual nos habla San Juan no es el amor que conocemos, ese que recibimos de nuestros padres, ese que experimentamos con la esposa o el esposo, aquel que brindamos a los amigos, tampoco el amor a la patria o a nuestra tierra natal, ni siquiera ese amor que sentimos cuando ayudamos a un necesitado. Todos esos amores los vive cualquier persona, sin necesidad de ser convertida a Jesucristo. 

Indudablemente el apóstol nos está hablando de un “amor” totalmente diferente, es un amor que no podemos inventar, simular, producir en nosotros por nosotros mismos, es un amor que viene de Dios, de lo alto.
 

2.      Un Amor perfecto.

 “9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. / 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” (1 Juan 4:9,10 

El amor que Dios tiene por los seres humanos se demostró cuando envió a Su Hijo Jesucristo a morir por nosotros y darnos la vida. Estábamos espiritualmente condenados a la muerte eterna, pero Dios nos quería vivos junto a Él porque nos ama desde siempre.  

Aquí el apóstol declara en qué consiste el “amor” al cual se refiere: El Padre envió a Su Hijo para que muriese por nuestra liberación. ¿Cuál es la naturaleza de ese “amor” del Padre?  

a)      Es el amor del Creador. Los humanos no podemos entenderlo; podemos comprender lo que es un amor de papá o mamá, pero distinto es el Amor de Alguien que nos planificó, soñó y con delicadeza nos creó. Ni un artista puede comprenderlo, a pesar de ser un creativo que pinta cuadros, esculpe esculturas, compone música o escribe libros; ya que después de hacerlos puede olvidarse de ellos y aún rechazarlos cuando descubre sus defectos.  

b)      Es el amor del Único Dios. Los hombres amamos pero de un modo natural, Dios ama de un modo superior, sobrenatural; como Su Amor no hay otro. 

c)      Es Amor que se sacrifica. Fue capaz de enviar a Su propio Hijo a la muerte para rescatarnos de las tinieblas; fue capaz de morir por nosotros. Ningún padre ni ninguna madre normal sería capaz de sacrificar a su hijo por el bien de otros, pues un hijo es una prolongación de uno mismo; sería como cortarse un brazo o morir uno mismo por otros.  

d)     Es Amor incondicional. El término griego para este tipo de amor es “ágape”, en que el que ama tiene en cuenta sólo el bien del ser amado y es capaz de entregarse en sacrificio. El Amor de Dios no pone condiciones, sólo hace el bien, es benigno. 

e)      Es Amor propiciatorio. La “propiciación” es una acción agradable a Dios, con la que Él es movido a piedad y misericordia. El hombre en pecado no era propicio a Dios, pero Jesucristo, Su vida, palabras, sentimientos, Su Ser entero sí lo fue para Dios. En el Antiguo Pacto se ofrecían sacrificios a Dios para cumplir Su justicia y tener a Dios propicio. Jesucristo se ofreció en la cruz como víctima propiciatoria, satisfaciendo completamente la Ley: “Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.” (Hebreos 8:12) 

f)       Es Amor perfecto. El Amor que describe San Pablo: “4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; / 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; / 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. / 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1 Corintios 13:4-7) 

El Amor Divino no puede igualarse al amor humano.
 

3.      Un Amor que es presencia de Dios.

 “11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. / 12 Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.” (1 Juan 4:11,12 

Después de comprendido lo anterior, que el Amor de Dios es diferente al amor humano y que es un Amor perfecto, puede parecernos esta petición de San Juan como algo imposible de cumplir por criaturas pecadoras, débiles y limitadas como somos. Su razonamiento es que si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. ¿Nos pide Dios algo imposible? Claro que no. Si Él lo pide es porque podemos. ¿Cómo lo lograremos? Por el poder del Espíritu Santo que ha puesto en cada cristiano nacido de nuevo, como cumplimiento de la oración que hizo Jesús por nosotros: “20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,  / 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.  / 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.” (San Juan 17:20-22 

Una frase breve se intercala entre estos dos versículos: Nadie ha visto jamás a Dios”. ¿Qué relación tiene con la anterior  Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros, y la siguiente que reza Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros? Pareciera que nada tiene que ver con ambas frases este Nadie ha visto jamás a Dios”, pero sí hay una relación. No podemos ver a Dios pero podemos ver al hermano; podemos ver el Cuerpo de Cristo en esta tierra, podemos ver a Dios que vive en el corazón de cada cristiano convertido. Si miramos al hermano en la fe como lo que es, un hijo de Dios, un amado por el Señor, uno que es parte de Cristo mismo, podremos amarle realmente y respetarlo, cuidarlo, comprenderlo, perdonarlo, en fin aceptarlo como Dios lo acepta. 

San Juan dice que si logramos amarnos unos a otros con ese Amor, esto significa dos cosas: 

a)      Dios permanece en nosotros. Dios vive dentro de nosotros, permanece en nuestro interior pues se expresa en verdadero Amor hacia el hermano. No habla acerca de los que no son hermanos en la fe, pero si pensamos que Dios ama a todo ser humano, entonces también nosotros amaremos como Él a los que son nuestros “semejantes”, “...Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.” (San Lucas 10:27 

b)      Su amor se ha perfeccionado en nosotros. El Amor que Él derramó en nuestro interior por medio del Espíritu Santo, ha crecido y ahora se manifiesta en amor por los hermanos y por todo ser humano. Necesitamos que el Amor se perfeccione en nuestra vida. Dispongámonos a ello.
 

CONCLUSIÓN.

Es preciso diferenciar el amor humano en sus distintas expresiones, del Amor de Dios. Nuestros amores humanos son volubles y no siempre muy fuertes, a veces con interés, desconfianza y mentira. No es el Amor del cual nos habla la Biblia, el Amor de Dios. El verdadero Amor es: 1) Un Amor Divino y no humano, un don recibido de lo alto; 2) Un Amor perfecto que se da por entero a Dios y el prójimo, sin esperar recompensas; y 3) Un Amor que es presencia de Dios que permanece y se perfecciona en el cristiano.

 

 

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:

1)      ¿Cuál es para San Juan la naturaleza y esencia de Dios?

2)      ¿Si Dios es Amor, por qué castiga, permite el dolor y somete a disciplina a Sus criaturas?

3)      ¿Cuál es la máxima expresión de amor que Dios ha tenido por el ser humano?

4)      ¿Cómo podemos ayudar a nuestros hermanos en la fe a crecer en el Amor?

5)      ¿Qué es para usted ser una persona amorosa con su prójimo?

6)      ¿Qué contenidos reales y falsos transmiten los medios de difusión acerca del amor?

7)      ¿Cuáles son las principales diferencias entre el amor humano y el Amor Divino?

8)      ¿Cuándo experimenta usted ese Amor que viene de lo alto?

9)      ¿De qué modo podemos perfeccionarnos en el Amor que Dios nos ha dado?

10)  ¿El Amor cristiano es imitar a Jesús o dejar que Él viva en nosotros?

11)  ¿Qué es vivir en Jesús?

12)  ¿Qué significa “Dios es Amor”?

13)  ¿Qué habría sucedido con la Humanidad si Jesús no hubiese venido a la Tierra?

14)  ¿Qué cosa nueva ha aprendido de esta enseñanza?

 

 

BIBLIOLINKOGRAFÍA.

·         Reina, Casiodoro de (1960) “La Santa Biblia” Estados Unidos: Broadman & Holman Publishers.

·         MacArthur, John. (2011) “Biblia de Estudio MacArthur” Estados Unidos: Thomas Nelson Inc. 

·         (1979) “Dios Habla Hoy, La Biblia Versión Popular” Sociedades Bíblicas Unidas.

·         (1960) “La Santa Biblia” Sociedades Bíblicas Unidas. Recuperado de: http://www.gentle.org/biblia/

·         “Nuevo Testamento, Edición Pastoral” Chile, Ediciones Mundo, 1974.

·         “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España” Disponible en: http://www.rae.es/

·         Concordancia electrónica de la Biblia” Disponible en: http://www.miconcordancia.com/concordancia.php

·         Rizo Martínes, José L. “Diccionario Bíblico” Recuperado de: http://es.scribd.com/doc/50636670/Diccionario-Biblico-Jose-L-Rizo-Martinez#scribd

·         (1966, 1970, 1979, 1983, 1996) Dios habla hoy” ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, Disponible en: https://www.biblegateway.com/versions/Dios-Habla-Hoy-DHH-Biblia/

·         https://es.wikipedia.org/

·         Pérez Millos, Samuel “Comentario Exegético Al Texto Griego del Nuevo Testamento – Hebreos”


·         https://www.biblegateway.com

·         Biblioteca en Línea Watchtower. Disponible en: https://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/1976807

 

domingo, enero 19, 2020

UN APRENDIZ DEBE SANARSE.


EL DISCÍPULO APRENDIZ
CAPÍTULO 3

© Pastor Iván Tapia

Lectura bíblica: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” (Santiago 5:16)

Idea central: Los cinco pasos para la sanidad interior.

Objetivos: a) Conducir al discípulo aprendiz hacia una completa sanidad de su alma; b) Deshacer toda atadura que inmoviliza para amar y servir a Dios; c) Aprender a perdonar en Cristo; d) Pedir perdón y perdonar para recibir la sanación del alma; e) Dar todos los pasos imprescindibles para la sanidad interior;  f) Reconocer los problemas de sanidad que se llevan en el alma, aún después de convertidos; g) Confesar verbalmente los dolores  del alma; h) Recibir el perdón con humildad y fe; i) Recibir la unción de parte de un hermano mayor o ministro; j) Entregar la vida a Jesucristo y salvarnos de la condenación eterna; k) Desatar los nudos que traemos del mundo; l) Auto perdonarnos, aceptar el perdón que Dios ya nos dio; m) Pedir perdón a Dios y a quienes ofendimos; y n) Perdonar a quienes nos han dañado.

Resumen: El discípulo aprendiz llega al Reino de Dios con todo tipo de dolores en su alma, ocasionados por sus propios pecados o por el pecado de otros; por tanto es necesario que sea apoya en un proceso de sanidad interior. Para ello ha de seguir unos pasos que lo liberarán de la mayoría de sus traumas, heridas y complejos y habilitarán para enfrentar mejor la vida cristiana.


H
emos visto que “discípulo aprendiz” es un cristiano recién convertido y bautizado, que está empezando el Camino de Cristo, carece de mayores conocimientos y experiencias cristianas; que se está preparando para servir al Señor, la Iglesia y su prójimo, y que es guiado por un tutor.

Para ser un discípulo aprendiz se requiere: a) Haber cruzado la Puerta del Reino, o sea haberse arrepentido, bautizado y recibido el Espíritu Santo; b) Tener un tutor que lo capacite en el Camino de Cristo; y c) Presentar una actitud de aprendiz, humilde, obediente, dispuesto a aprender, sumiso y sujeto, esforzado en la Gracia y perseverante en la Iglesia del Señor.

La enseñanza para el discípulo aprendiz está dirigida a adquirir el desarrollo de las virtudes de Fe, Paz, Amor y Esperanza, en fidelidad, perdón, devoción y conocimientos básicos, por medio de la tutoría y el discernimiento de las circunstancias de la vida.

El discípulo aprendiz debe en su inicio del Camino de Cristo, dar cuatro pasos de fe imprescindibles para su desarrollo espiritual, los que deben ser enseñados y estimulados por su discipulador: 1) Bautizarse lo más luego posible en señal de su nuevo nacimiento en Cristo; 2) Congregarse continuamente en una comunidad cristiana; 3) Ser discipulado en forma individual por un hermano mayor, para recibir orientación personal, sanidad interior, desarrollo devocional y enseñanza bíblica; y 4) Diezmar en señal de compromiso con Cristo y la Iglesia.

Dentro de la formación del discípulo juega un papel muy importante el proceso de “sanidad interior”. Toda persona que llega al Reino de Dios necesita ser sanada por Dios de muchos traumas, heridas, temores y complejos que trae de una vida en tinieblas. Hay quienes piensan que este no es el rol de la Iglesia y que los cristianos, si tienen algún problema del alma, deben acudir al psicólogo. No negamos la capacidad y ciencia de los profesionales de la psiquis, pero, desde el momento que Dios perdona y libera de culpas y que el Evangelio nos ordena sanar en el nombre del Señor Jesucristo, estamos facultados para brindar un camino que puede conducir a las almas hacia la paz y la sanidad. Por otro lado, la Psicología y la Psiquiatría utilizan métodos muy distintos al método de Cristo y Su Iglesia.

El propósito de la sanidad interior en la Iglesia es superar las heridas, traumas, complejos y actitudes negativas que nos inmovilizan para amar y servir adecuadamente a Dios y al prójimo. Son pasos imprescindibles para la sanidad interior: 1) Reconocimiento del problema; 2) Confesión verbal del dolor; 3) Perdón; y 4) Unción.

El proceso de sanidad interior implica dar cinco grandes pasos por parte del discípulo aprendiz, los que trataremos en esta enseñanza.


¿Qué pasos debemos dar para sanarnos?

1.      Salvarnos en Cristo.
“1 De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo. /  2 Señor, oye mi voz; Estén atentos tus oídos A la voz de mi súplica. /3 JAH, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? /  4 Pero en ti hay perdón, Para que seas reverenciado. / 5 Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; En su palabra he esperado.  / 6 Mi alma espera a Jehová Más que los centinelas a la mañana, Más que los vigilantes a la mañana.  / 7 Espere Israel a Jehová, Porque en Jehová hay misericordia, Y abundante redención con él;  / 8 Y él redimirá a Israel De todos sus pecados.” (Salmo 130:1-8)

Jehová es un Dios que perdona, pero no a la manera humana. Nosotros "hacemos la vista gorda", nos "hacemos los lesos"; Dios no perdona de ese modo. Él hace justicia. El pecado del ser humano merece un castigo. Por ser tan graves la calidad y cantidad de pecados, el hombre merece morir. Lo que Dios hizo fue reemplazarnos: Él se hizo humano y sufrió en su carne el castigo de nuestro pecado. Es la manera justa que tiene Dios de perdonar.

Él es misericordioso pero también es justo, es legal. No sólo es Gracia, también es Ley. ¿Cómo concilia Dios la Ley con la Gracia? Muriendo por nosotros, redimiéndonos. Dios ejerce Su perdón en nuestras conciencias, castigando nuestros pecados en la cruz en la Persona de Jesús, borrándolos y olvidándolos para siempre.

Hay una gran diferencia entre “salvación” y “sanación”. La salvación se relaciona con nuestra culpa ante Dios. La salvación del alma es el primer paso en nuestro desarrollo espiritual cristiano, y se obtiene por medio de la fe en Jesucristo: “3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; / 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3,4) Cristo nos salvó en la cruz; es una obra ya concluida y perfecta.

¿Para qué vino Jesucristo a la tierra? Él mismo nos responde que Su propósito al venir a nosotros es para darnos la vida "zoé" que viene de lo alto y dárnosla de un modo abundante: El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (San Juan 10:10)  La Biblia dice que Jesús vino para ser Príncipe y Salvador, para dar arrepentimiento y  el perdón de los pecados: A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.(Hechos 5:31) De modo que sólo en Cristo tenemos el perdón de pecados: en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7) en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (Colosenses 1:14)   Si queremos la salvación eterna de nuestra alma, para vivir junto a Dios y no recibir castigo de condenación, necesitamos dirigirnos a Cristo, Camino, Verdad y Vida.

La salvación es previa a la sanación y a cualquier otra obra de Dios en nosotros. Sin la presencia del Espíritu Santo no puede haber sanidad interior.

El primer paso para sanarnos es entregar la vida a Jesucristo y salvarnos de la condenación eterna.


2.      Desatarnos en Cristo.
“Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo; porque tú eres mi alabanza.” (Jeremías 17:14)

La sanación o sanidad interior tiene relación con el estrago que han ocasionado las culpas nuestras y de otros sobre el alma. Esas culpas provocan heridas, traumas, complejos, etc. El propósito de la sanidad interior es la sanidad de las emociones y de la psiquis.

La sanidad interior se logra por medio del amor y el perdón del Espíritu Santo. Cristo nos sanó en la cruz, pero nosotros tenemos que tomar esa sanidad y hacerla vida en nosotros: 4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. / 5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. / 6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. (Isaías 53:4-6)

En pecado estamos “atados”, encarcelados en nuestras culpas. Dios nos desata en la cruz, pero nosotros seguimos culpándonos, seguimos viviendo en la Ley y no aceptamos Su Gracia total. No queremos creer, resistimos Su Gracia. Estamos atados, inmovilizados, no estamos libres, cosa que Él no quiere para nosotros.

Cristo dio a Su Iglesia el poder de “desatar” nudos. Jesucristo desea liberarnos del pecado y de las culpas ocasionadas por el pecado personal y ajeno: Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.” (San Mateo 16:19)

Tres elementos negativos se dan cita en nuestra mente y conciencia, a raíz del pecado: Culpa, temor y castigo. Culpa es el peso desagradable en la conciencia de bien y mal; temor es miedo al castigo; y castigo es la acción de Dios, la propia persona o el prójimo sobre alguien, luego de un juicio. La culpa nos hace actuar con poca libertad, temor al castigo, temor a ser descubiertos y surge por falta de perdón. La culpa es la principal atadura de nuestras conciencias. La Ley culpa y ata; la Gracia perdona y desata.

Muchos “nudos” pueden ser desatados en nuestra alma, si nos ponemos en las manos de un hermano (los varones) o hermana (las damas) para que nos acompañe en este proceso de sanación.

El segundo paso para sanarnos es desatar los nudos que traemos del mundo.


  1. Auto perdonarnos en Cristo.
1 Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios.  / 2 Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.  / 3 Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo.  / 4 Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor.  / 5 Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.” (1 Corintios 4:1-5)

Es de vital importancia el perdón para la sanidad interior. La falta de perdón nos tiene atados, heridos, culpables, enfermos, tristes, amargados. Si nos sanamos mediante el perdón, seremos más felices, menos desvalorizados, más sanos, comunicativos, alegres, aptos para la obra del Reino. Necesitamos aprender a perdonarnos a nosotros mismos en Cristo. Perdonarse a sí mismo/a, aceptar sus debilidades y defectos, antes de emprender una transformación, “tenerse paciencia”, son parte de su sanidad.

Debemos a Dios obediencia, cuando no lo hacemos quedamos en deuda. Entonces le pedimos a Él que nos perdone esa deuda. Por ejemplo: el engañar a nuestro cónyuge es adulterio e infidelidad. Le pedimos perdón sincero al Señor. ¿Qué hace Él? Limpia nuestros pecados con Su sangre y nos dice "vete y no peques más". Ese pecado ya ha sido expiado.

Las personas que no están sanas no logran evangelizar adecuadamente ni discipular a otras. Previo a la acción evangelizadora y discipular está la sanidad interior.

Los cristianos desatamos ataduras por medio del perdón. Ya en el Antiguo Pacto se prefiguraba el sacrificio de Cristo por medio del derramamiento de la sangre de un animal puro, para perdón de pecados. Jehová enseñó a Moisés que, cuando alguna persona pecara, debería ofrecer un becerro por expiación, traerlo delante del tabernáculo y los ancianos, poniendo sus manos sobre el animal –de ese modo transferían el pecado a él– y  lo degollarían para verter su sangre. El sacerdote llevaría la sangre del becerro y rociaría siete veces delante del velo que separaba del lugar santísimo, y derramaría el resto de la sangre al pie del altar del holocausto. De ese modo obtendría el perdón.

Nuestro Becerro es Jesucristo, Santo y sin mancha, que entregó Su sangre para limpiar nuestros pecados y culpas. El lugar santo es nuestra alma y el lugar santísimo nuestro espíritu, en el cual tenemos comunión completa con Él, por medio de Su Espíritu Santo que lo habita: 20 Y hará de aquel becerro como hizo con el becerro de la expiación; lo mismo hará de él; así hará el sacerdote expiación por ellos, y obtendrán perdón. / 21 Y sacará el becerro fuera del campamento, y lo quemará como quemó el primer becerro; expiación es por la congregación.” (Levítico 4:20,21)

La Biblia expresa que Dios envió a Su Hijo Jesucristo como expiación por nuestros pecados y debemos creerlo. ¿Por qué habríamos de vivir permanentemente con culpas porque a veces somos débiles y caemos, porque pecamos por años antes de conocerle o porque fuimos heridos por otros y cargamos su pecado? Dios ejerce Su perdón en nuestras conciencias, específicamente aquel perdón que dice relación con nuestra emocionalidad, cuando nos sometemos al proceso de "sanación o sanidad interior" que guiará el Espíritu Santo.

El tercer paso para sanarnos es auto perdonarnos, es decir aceptar el perdón que Dios ya nos dio.


4.      Pedir perdón en Cristo.
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9)

Es preciso pedir perdón para recibir la sanación del alma. En primer lugar pedir perdón a Dios. Todos tenemos motivos para pedir perdón. Como no lo hemos hecho, permanecemos débiles, amargados, enfermos, culpables. La conciencia nos acusa de pecado y esto hace muy mal al espíritu, al alma y también al cuerpo. Recuerde que el pecado mata espiritualmente a la persona “porque la paga del pecado es muerte...” (Romanos 6:23)

De ahí que necesitemos imperiosamente pedir perdón a Dios por los muchos pecados y ofensas que le hemos hecho a Él no cumpliendo Sus mandamientos.

Pero muchas veces también será necesario pedir perdón a quien hayamos ofendido: Padres, hermanos, hijos, amigos, esposos, otros familiares por los agravios contra ellos, tanto en palabras y acciones, como también por aquello que debiendo hacer no hicimos: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” (Santiago 5:16)

Cuando no sea posible pedir perdón a otra persona porque está distante, ha muerto, no va a tener una reacción adecuada o cualquier otra razón, podemos hacerlo espiritualmente en oración, ante Cristo. Lo importante es liberarse de esa culpa. La liberación sólo es producida por Dios.

El cuarto paso en la sanidad es pedir perdón a Dios y a quienes ofendimos.


5.      Perdonar en Cristo.
“1 Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! 2 Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos. / 3 Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. / 4 Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.” (San Lucas 17:1-4)

Podemos ser “salvos”, saber que Dios nos ama y ha perdonado todos nuestros pecados, pero vivir con un continuo peso en el alma, una emocionalidad herida, porque sólo hemos hecho un acto de constricción ante Dios pero no hemos permitido que el Espíritu Santo nos sane. Si lo permitimos, hasta nuestros males físicos podrán desaparecer pues muchas de nuestras enfermedades son de origen psíquico o psicosomáticas, como se deja ver en el Evangelio: 2 Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. / 3 Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema. / 4 Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? / 5 Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? / 6 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. / 7 Entonces él se levantó y se fue a su casa.” (San Mateo 9:2-7)

Otros nos han agredido. Es imprescindible que usted pueda perdonar en Cristo a quienes le dañaron en el pasado. Perdone a la vida si le ha sido dura o difícil; no luche contra Dios sino acepte la vida como le ha venido, no sea inconformista y acepte lo que le ha tocado sufrir.

Otros nos ofendieron. Por ejemplo: el engañado cónyuge se entera, lo lamenta, sufre, pero cubre con la sangre de Cristo ese pecado. No basta nuestro amor y comprensión humana, sino que es imprescindible para el perdón la sangre del Cordero.

Le pedimos a Dios que perdone nuestros pecados. “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” (San Mateo 6:12) ¿Tenemos derecho a ello? Sólo si nosotros hacemos lo mismo "porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben" ¿Cómo vamos a perdonar a los que nos deben? Con el perdón Divino, el del Señor. Es nuestro deber perdonar.

Nuestra obligación es perdonarnos y ser benignos, así como Dios nos perdonó. El Espíritu Santo nos invita a perdonarnos unos a otros, si alguien tiene queja, a imitación de Cristo que nos perdonó: Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:32); 12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; / 13 soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.” (Colosenses 3:13)

El quinto paso para tener sanidad es perdonar a quienes nos han dañado.


CONCLUSIÓN
La sanidad interior es un proceso que se vive en el Discipulado, con el apoyo de un hermano mayor. Son pasos imprescindibles para la sanidad interior del discípulo aprendiz: a) Reconocimiento del problema; b) Confesión verbal del dolor; c) Perdón; y d) Unción. El proceso de sanidad interior, a nivel general implica dar cinco grandes pasos: 1) Entregar la vida a Jesucristo y salvarnos de la condenación eterna; 2) Desatar los nudos que traemos del mundo; 3) Auto perdonarnos, aceptar el perdón que Dios ya nos dio; 4) Pedir perdón a Dios y a quienes ofendimos; y 5) Perdonar a quienes nos han dañado.


PARA REFLEXIONAR:

1)      ¿Siente que aún hay “nudos” que no ha desatado en su alma?
2)      ¿Ha pedido perdón a Dios por todos sus pecados?
3)      ¿Ha perdonado a todos sus agresores, cubriéndolos con la sangre de Jesucristo?
4)      ¿Qué nuevas heridas ha descubierto en su corazón y qué hará con ellas?
5)      ¿Ora por la sanidad de sus hermanos en la fe?
6)      ¿Qué relación hay entre salvación y sanación?
7)      ¿Por qué hay cristianos que viven permanentemente con culpas?
8)      ¿Cuál es a su juicio el propósito de la sanidad interior?
9)      ¿Qué problemas del alma están afectando actualmente su servicio a Dios?
10)  ¿Qué pasos daría usted al ayudar a un discípulo a sanar su alma?
11)  ¿Por qué es tan importante la “sanidad interior” en la formación del discípulo aprendiz?
12)  ¿Qué diferencia hay entre los métodos que utilizan la Psicología, la Psiquiatría y la Iglesia en la sanación del alma?
13)  ¿Está usted orando por los que le han ofendido?
14)  ¿En qué medida debemos ser menos severos con nosotros mismos y auto perdonarnos?




BIBLIOLINKOGRAFÍA.
·         Reina, Casiodoro de (1960) “La Santa Biblia” Estados Unidos: Broadman & Holman Publishers.
·         MacArthur, John. (2011) “Biblia de Estudio MacArthur” Estados Unidos: Thomas Nelson Inc. 
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·         Pérez Millos, Samuel “Comentario Exegético Al Texto Griego del Nuevo Testamento – Hebreos”

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·         Tapia, Pastor Iván (2009) “Convertidos a Jesucristo, iniciación a la vida cristiana” Iglesia Cristiana Discípulos de Jesucristo.