domingo, agosto 16, 2009

EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR.


ADOREMOS
VI PARTE


Lectura Bíblica: Génesis 3:8

Propósitos de la Charla: a) Comprender el significado del vocablo “presencia de Dios” a la luz de las Escrituras y el lenguaje común; b) Recapitular todo lo aprendido acerca de la adoración y aplicarlo.

En muchas ocasiones los cristianos solemos hablar y orar acerca de “la Presencia de Dios”. ¿Qué estamos queriendo expresar con estas palabras? Creo que es muy interesante que nos detengamos a reflexionar sobre ello, cuando hemos estado examinando el tema de la Adoración, pues tiene íntima relación con ella. La alabanza y la adoración son acciones humanas de fe, que nos conducen a la Presencia de Dios y también traen la Presencia sobrenatural de Dios a nuestro medio.

QUÉ DICE LA BIBLIA ACERCA DE LA PRESENCIA.
Veamos primero qué dice la Biblia al respecto. Son muchos los pasajes en que aparece este término, algunos refiriéndose a personas, animales u objetos. Pero a nosotros nos interesa cuando se habla de “la presencia del Señor” ¿Qué significa esto? En el libro de los comienzos vemos que Adán y Eva tenían una comunión presencial con Dios, era una relación de persona a Persona. Para ellos Dios no era Invisible como para nosotros hoy. Cuando ellos desobedecieron al Señor, de inmediato se avergonzaron y escondieron de Su Presencia. El relato dice así: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto al aire del día: y escondiose el hombre y su mujer de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.” (Génesis 3:8) Es la primera aparición de la palabra “presencia” y “presencia de Jehová Dios”. Recordemos que en la interpretación de las Escrituras, la primera mención de una palabra marca la interpretación del resto de la Biblia. Presencia es “presencia de Dios”. El ser humano tiene dos posibilidades: se acerca a la Presencia de Dios o huye de Su Presencia. ¿En qué condición está usted?

Los patriarcas y hombres santos de la Antigüedad anduvieron en la Presencia de Dios. Pudieron ser a veces mentirosos, cobardes y hasta adúlteros, pero no huyeron de la Presencia de Jehová Dios, como lo expresa el anciano Jacob: “Y bendijo á José, y dijo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham é Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día” (Génesis 48:15)

Los salmos, el libro de cantos y adoración a Dios del pueblo de Israel, tiene el propósito de llevar a sus lectores a la misma Presencia del Creador y Sustentador del universo. “Entre mi oración en tu presencia: Inclina tu oído á mi clamor.” (Salmos 88:2)

En el Nuevo Testamento los apóstoles anuncian el Evangelio de Jesucristo, proclamando a los pecadores: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; pues que vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor” (Hechos 3:19) No hay conversión, cambio de camino –del camino ancho de perdición al camino angosto de salvación-, traslado de Reino, en fin nuevo nacimiento, sin arrepentimiento. Pero el arrepentimiento no es un acto sino una visión radiográfica de nuestra alma, hecha por el Espíritu Santo a través de la audición de la Palabra de Dios. Digo esto porque nada más hay que añadir a la fe para ser salvos, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8) Sólo así viene la salvación y los tiempos del refrigerio, los tiempos de descanso. La salvación del pecado, del mundo y del diablo, implica descansar de un tormento permanente para el alma. Ahora el espíritu es lleno de Dios y el alma y el cuerpo comienzan a ser gobernados por Cristo como Señor, lo cual es un refrigerio espiritual. ¿De dónde viene este descanso, esta paz de la conciencia y el ser entero, cuando somos perdonados por Dios? Pues sencillamente de Él. De Su Presencia procede la paz.

Otro pasaje del Nuevo Testamento que habla acerca del término que nos ocupa es este: “Para que ninguna carne se jacte en su presencia.” (1 Corintios 1:29). Para comprenderlo mejor necesitamos conocer los versículos anteriores. Dios desea que nadie, ningún ser humano pecador, se sienta orgulloso de algo ante Él. No lo dice por los ángeles ni otra criatura sino por nosotros, judíos y gentiles, cristianos y no cristianos; lo dice por todos los hombres y mujeres del planeta: que ninguna carne se jacte en su presencia. Los versos que preceden son los siguientes: “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; / sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; / y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es” (1 Corintios 1:26-28). Quien se acerque a Su Presencia deberá reconocer su condición de inmundo pecador y el hecho de llegar a Su Presencia no nos habilita para enorgullecernos. Tendemos a pensar, en nuestra cultura, que quien puede acercarse a Él ya es un “santo”. Nominalmente para Dios somos “santos”, apartados para Él; la sangre de Jesucristo ha lavado nuestros pecados y nos da entrada libre a la Presencia de Dios. Pero es una “santidad” imputada y en proceso –santificación- de la cual no podemos gloriarnos pues ha sido conquistada para nosotros por Jesucristo, por medio de Su sacrificio de sangre “Para que ninguna carne se jacte en su presencia.”

QUÉ DICE EL IDIOMA ACERCA DE LA PRESENCIA.
Ya hemos visto, a grandes pinceladas, lo que la Sagrada Escritura nos dice sobre “presencia”, en particular “la presencia de Dios”. Investiguemos ahora qué podemos aprender del diccionario, acerca de esta palabra. Siempre aclarar términos y revisar nuestro idioma, es positivo y nos ayuda a comprender mejor el contenido de nuestro Sagrado Libro.

La primera definición de presencia es “asistencia personal”, como cuando niños y estábamos en la escuela, la profesora nombraba el apellido de cada uno y respondíamos “¡presente!” al escuchar nuestros nombres. Si un compañero no se hallaba en clases, decíamos “ausente”. Como en una clase, podemos estar ausentes o presentes ante Dios. Para Él todos están presentes en su memoria, pero hay muchos que viven como ausentes de Dios. En verdad “no están en clases”.

La otra definición del idioma para la palabra “presencia” dice relación con el modo o “estado de la persona que se halla delante de otra u otras o en el mismo sitio que ellas”. Es cosa de recordar un velorio. La presencia de la esposa del fallecido es muy distinta a la de sus compañeros de trabajo o a la de un amigo de la familia. Esta presencia es reconocible por el talle, la figura y disposición del cuerpo. Por eso se habla de “presencia de ánimo”. ¿Cómo es nuestra presencia en los distintos eventos de la vida? La presencia –actitud, vestuario, palabras, actuaciones- hay que modelarlas de acuerdo al lugar y tiempo que estamos viviendo. No podemos tener la misma presencia en un matrimonio que en un funeral, en la mesa a la hora de almuerzo que en el trabajo, en un templo que en un balneario. El Espíritu Santo nos guía en esa flexibilidad y adaptabilidad, más que la educación. Dios desea gobernar en nuestra presencia. La Presencia de Dios, en cambio, es siempre la misma; el es el Dios misericordioso y justo que está por sobre toda circunstancia.

Pero el vocablo que hoy nos preocupa, también significa “memoria de una imagen o idea, o representación de ella.” Cuando hemos amado mucho a una persona y ésta se ausenta, fácilmente podemos sentir su presencia, que no es otra cosa que su vívido recuerdo. Los animistas piensan que es el espíritu del que recordamos, pero en verdad es un hecho psicológico. En una obra de arte como “La Última Cena” de Leonardo da Vinci, se puede experimentar la presencia del pintor; como al escuchar la 9º Sinfonía de Ludwig Van Beethoven, en especial el último movimiento. Son obras maestras que perviven más allá de que su autor esté vivo o muerto. Obviamente para Dios, que es Dios de vivos y no de muertos, esas personas viven. Pero eso no significa que sus “presencias” estén con nosotros. Sus presencias se sienten en la huella que dejaron. Se recordará por siempre a Michael Jackson, “rey del pop”, por su expresión musical como cantante y bailarín, a través de los videos y discos, pero él ya está muerto. Su presencia vive en sus admiradores. En cambio Jesucristo vive realmente dentro de cada cristiano, en el Espíritu Santo, y eso es algo más que una forma de decirlo, es un hecho concreto y sobrenatural. Por otra parte Jesucristo resucitó y está vivo como Hombre y como Dios a la diestra del Padre, en los cielos. Su Presencia es real en los cielos y dentro de nosotros.

De acuerdo a todo lo anterior, podemos decir que la Presencia de Dios no es la memoria de una imagen o idea de Dios, ni la representación de Dios, sino que la existencia real y la asistencia de la Persona de Dios. Tampoco es la Presencia Divina un estado de ánimo de la persona o algo imaginativo, sino una “visión” concreta y real de Dios, que sólo se puede dar por la fe.

Queda claro que Dios es una Presencia Eterna y real, a la cual podemos acceder por medio de la fe en Jesucristo, quien ha abierto un camino nuevo para todos los hombres, a través de Su sacrificio perfecto: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura" (Hebreos 10:19-22). “Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron” (San Mateo 27:51)

Actualmente podemos orar, pedir, dar gracias, alabar y adorar a Dios con toda libertad, sabiendo que vamos directo a la Presencia de Dios, gracias a la obra perfecta de Jesucristo en la cruz. ¿Hay algo más que podamos hacer? Nada más, pues Su obra es perfecta. Pero ¿cómo ponemos en ejercicio este acercamiento a Su Presencia? ¿Cómo sentiremos su Presencia real en nosotros? La respuesta es: aprendiendo a orar, aprendiendo a pedir, aprendiendo a dar gracias, aprendiendo a alabar y adorar a Dios. ¿No tiene cada cristiano que aprender a vivir como cristiano? Todos estos asuntos de la “vida devocional o de piedad” deben ser enseñados y aprendidos en la Iglesia, tanto como los de la “vida de servicio”. Ciertamente la obra de Cristo es perfecta, pero para vivir Su legado necesitamos aprender a vivirlo. La adoración es uno de esos temas que tenemos que aprender. La pregunta, entonces es,

¿Qué debo aprender acerca de la Adoración?

Necesitamos aprender que la Adoración es:

1. LA HABITACIÓN DE DIOS.
Siempre ha sido voluntad de Dios habitar en el hombre. ¿Por qué? Es la única forma que éste alcance su plenitud y sea feliz. Nunca seremos exactamente dioses, pero sí participantes de “la naturaleza divina” (2 Pedro1:4) En otras palabras, podemos transformarnos en “habitación” o “casa” de Dios. La auténtica alabanza y adoración, que consiste no sólo en el culto religioso sino en toda una vida de santidad; nos conduce a ser habitación del Espíritu Santo, como dice el salmista “Pero tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.” (Salmo 22:3)

2. LA SINFONÍA DE LA CREACIÓN.
Alabar es elogiar a Dios, reconocer Sus cualidades y Sus obras. “¡Cuán glorioso es Tu Nombre en toda la tierra!” Adorar es ponernos al nivel de todas las criaturas que le reconocen y alaban, es entrar espiritualmente en Su Presencia eterna y unirnos a los coros celestiales en Su admiración y contemplación. Los cristianos, en nuestro culto racional (Romanos 12:1) tenemos que ser parte de esa gran sinfonía de la creación para Dios: “Alabad a Jehová desde los cielos; Alabadle en las alturas. / Alabadle, vosotros todos sus ángeles; Alabadle, vosotros todos sus ejércitos.” (Salmo 148:1,2)

3. EL DEBIDO CULTO A DIOS.
El culto es la actividad central de la Iglesia, cuando ésta se reúne para encontrarse con Dios. En el culto todos tienen el derecho y el deber de alabar y adorar. Los discípulos necesitamos aprender a alabar: a) Con gratitud a Dios; b) Con admiración por Su Persona; c) Con el entendimiento, siempre debe haber siempre una razón para alabar; y d) Con júbilo, alegría, gozo, a semejanza de los israelitas cuando reconstruían el templo en los tiempos de Esdras: “10 Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas y con trompetas, y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel. 11 Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová porque se echaban los cimientos de la casa de Jehová. 12 Y muchos de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz, mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría. 13 Y no podía distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro; porque clamaba el pueblo con gran júbilo, y se oía el ruido hasta de lejos.” (Esdras 3:10-13)

4. UN MODELO.
En el cielo hay una multitud de seres que brinda a Dios la debida adoración. Este es un modelo para nosotros. “Hágase Tu voluntad, como es hecha en los cielos, también en la tierra” El adorador: a) Clama por la salvación; b) Se Postra en adoración; c) Utiliza las siete palabras de adoración: bendición, gloria, sabiduría, gracias, honra, poder y fortaleza (Apocalipsis 7:12) Debiéramos llegar a ser, antes de ir al cielo, adoradores en todo tiempo, como aquellos de los que se dice: “Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.” (Apocalipsis 7:15)

5. UNA VISIÓN.
Los cristianos tenemos una “visión y modelo de adoración”, registrado en la Palabra de Dios. Ésta nos dice que no estamos solos en el culto, que no nos acompañan únicamente nuestros hermanos de congregación sino millares de ángeles, todos los cristianos convertidos y los muertos en Cristo porque nos hemos “acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, / a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, / a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.” (Hebreos 12:22-24)

Otro aspecto de esta “visión” que nos da la Biblia es que la adoración ocurre en lugares celestiales (Efesios 2:6) puesto que “… la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre./…la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. / Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (San Juan 4:21, 23,24) Adoramos a Dios en el espíritu, en la Jerusalén celestial. La adoración, en definitiva es un acto sobrenatural.

CONCLUSIÓN.
A través de estas lecciones, hemos aprendido cinco verdades bíblicas acerca de la Adoración, a saber que la Adoración: 1. Es la habitación de Dios; 2. Es la sinfonía que interpreta toda Su creación; 3. Es el debido culto a Dios; 4. Es un modelo que encontramos en la Biblia (Apocalipsis, Salmos, Isaías, Ezequiel); y 5. Es una visión entregada por la Palabra de Dios.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué entiende usted por “Presencia de Dios”?
2) ¿Tiene usted dificultades para adorar a Dios?
3) ¿Ha construido usted en su mente la “visión” de adoración a Dios?
4) Adore a Dios, junto a los discípulos del Cenáculo, basado en los principios del acápite 3 “Es el Debido Culto a Dios”.

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.

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