domingo, diciembre 27, 2020

VIDA DEVOCIONAL INTEGRAL

 EL DISCÍPULO FIEL

CAPÍTULO II

FORMANDO UN DISCÍPULO FIEL

 "Cristo y la samaritana", Giovanni Francesco Barbieri "Guercino", 1640



© Pastor Iván Tapia

“20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. / 21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. / 22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. / 23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. / 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.”  (San Juan 4:20-24)

Jesús enseñó a la mujer samaritana algo que todo cristiano debe entender: que la adoración a Dios no necesariamente se da en un templo, capilla o lugar que consideramos sagrado, sino que se da en un ámbito espiritual, no espacial, en otra dimensión de realidad. Es la realidad sobrenatural, la realidad del Espíritu. Allí debemos tener comunión con el Señor. Esto implica dejar tareas y preocupaciones seculares para dedicarse sólo a la oración o conversación con Dios; a Su alabanza o canto a Dios; a su adoración expresándole nuestra admiración; a meditar en Él y Sus grandes  verdades reveladas en la Palabra de Dios; en fin a contemplarlo en Su majestuosidad y Santidad. Eso es devoción al Señor.

La vida devocional es la vida de relación con Dios, la conversación con Él, la comunicación que el discípulo de Jesucristo debe cultivar porque alimentará su alma y su espíritu; la relación con un Padre que nos ama infinitamente, con un Jesús que es el Cristo Salvador de nuestras vidas, con un Espíritu de Amor que habita en nuestros corazones y nos impulsa a vivir la vida de Jesús cada día. ¿Cómo será esa comunicación, cómo se desarrollará? Pues a través de ciertas actividades básicas, a saber: Oración, alabanza, adoración, ayuno, meditación, por nombrar las más frecuentes.

Estimular esa relación integral con Dios es una tarea importante a realizar con el discípulo fiel. Hay dos aspectos a considerar en esto: a) Por un lado que el fiel tenga una disciplina de oración, es decir que se disponga a tener comunión sólo con Dios en determinados días de la semana y cumpla con esa autodisciplina, y b) Por otro motivar a que el discípulo busque al Señor libremente, que tenga verdadero deseo de estar a solas con Dios, como lo hizo Jesús en el principio de Su ministerio apartándose al desierto o como lo hizo el Apóstol: “15 Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, / 16 revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre, / 17 ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco.” (Gálatas 1:15-17)

Si en el aprendiz nos concentramos exclusivamente en la oración, en el fiel expandiremos su vida devocional en todos sus aspectos:

1)      La oración. Recalquemos que la oración es sobre todo una conversación con Dios, lo que implica la naturalidad con que se hace, exenta de toda complicación y con completa sencillez, sin necesidad de posturas ni lenguajes especiales. Para los que tienen el don, hablar en lenguas es una forma exaltada de comunicación más profunda con el Señor, de espíritu a Espíritu. Es conveniente que se separe por lo menos un día de la semana para estar a solas con Dios en oración, podrá acompañarlo de ayuno para desatar ligaduras de opresión y alimentarse con la Palabra de Dios. La oración acompaña diversos momentos del día de un cristiano: al despertar, antes de cada comida y al ir a dormir; pero el Apóstol es enfático al decir que debemos orar sin cesar, es decir en todo momento. Esto significa estar siempre conectados a Dios para recibir Sus comunicaciones:16 Estad siempre gozosos. / 17 Orad sin cesar. / 18 Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. / 19 No apaguéis al Espíritu.” (1 Tesalonicenses 5:16-19) “18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; / 19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el isterio del evangelio” (Efesios 5:18,19) 

2)      La alabanza. Es el canto a Dios, el que puede ser leído, memorizado, creado en el instante, en lenguas o acompañado de gestos y danzas. Una alabanza es un poema cantado que elogia y agradece a Dios y debe ser interpretado de corazón y no mecánicamente. La Biblia nos invita a alabar a Dios con instrumentos, baile y en medio de la creación. Insinúa que todo el universo alaba al Señor y nosotros estaríamos uniéndonos a esa alabanza: “1 Alabad a Dios en su santuario; Alabadle en la magnificencia de su firmamento. / 2 Alabadle por sus proezas; Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. / 3 Alabadle a son de bocina; Alabadle con salterio y arpa. / 4 Alabadle con pandero y danza; Alabadle con cuerdas y flautas. / 5 Alabadle con címbalos resonantes; Alabadle con címbalos de júbilo. / 6 Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya.” (Salmos 150:1-6)

3)      La adoración. Es la expresión de nuestra admiración hacia un Dios Todopoderoso. Adorar es rendir culto a Dios en espíritu y en verdad, reconociendo todas Sus más admirables características como Creador, Salvador, Señor, Maestro, etc. Es la exaltación de Dios: “1 Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos, Dad a Jehová la gloria y el poder. / 2 Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.” (Salmos 29:1,2)

Los magos del oriente adoraron a Jesús recién nacido: “1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, / 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.” (San Mateo 2:1,2)

Los discípulos le adoraron: “30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! / 31 Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? / 32 Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. / 33 Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.” (San Mateo 14:30-33)

Los seres celestiales, los patriarcas y los apóstoles le adoran en los cielos eternamente: “9 Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, / 10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: / 11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.” (Apocalipsis 4:9-11)

4)      La meditación. Es una reflexión íntima y profunda sobre Dios y todo lo que se relaciona con Él; es una oración sin palabras; es sólo escuchar a Dios en el silencio, la que reporta gran satisfacción y alimento espiritual: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.” (Salmos 19:14)

5)      La contemplación. Ver con los ojos del espíritu en la quietud, en actitud de oración, contemplar en silencio la hermosura del Señor, Su majestad y Santidad: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.” (Salmos 27:4); “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra.” (Salmos 46:10)

Si motivamos al fiel para cultivar una relación así con el Señor, su vida devocional se verá grandemente enriquecida y fortalecida para conocer mejor a Dios, servir con más amor a la Iglesia y enfrentar toda circunstancia futura.

 

(De: "El Discípulo Fiel", Capítulo II)

jueves, diciembre 24, 2020

NAVIDAD EN PANDEMIA (2020)

 MENSAJES DE NAVIDAD

AÑO 2020


  

© Pastor Iván Tapia 

“1 Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. / 2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. / 3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. / 4 Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; / 5 para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. / 6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. / 7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.” (San Lucas 2:1-7) 

 

E

te año que ya va terminando ha azotado al mundo una enfermedad grave, causando millones de muertos en el planeta. Los gobiernos han debido ordenar cuarentenas de la población, obligándonos a estar en nuestras casas por períodos largos. Esto ha provocado pérdidas de trabajo por despidos, retraso en la educación que viven los niños en las escuelas, negocios cerrados con una notoria baja en el consumo, por lo tanto la pandemia no sólo ha afectado a la salud sino también a la economía. La acción en los recintos hospitalarios, tanto públicos como clínicas privadas, ha sido enorme. Los médicos, enfermeras y trabajadores de la salud han puesto todas sus capacidades al servicio de los contagiados, arriesgando sus propias vidas. 

Se acerca la fiesta de Navidad, cuya tradición es el encuentro familiar, el intercambio de regalos y el disfrute de una cena mejor en la noche del 24 de diciembre, conocida como Nochebuena. Cada año los locales comerciales se visten de luces y ofertas de juguetes y todo tipo de regalos; el público se vuelca a las calles para comprar. Sin embargo este año no será así, especialmente la noche de Navidad. 

Muchas familias no podrán reunirse en su totalidad, no podrán abrazarse padres con hijos, abuelos y nietos. La mayoría de los hogares de occidente hará su árbol de Navidad y su pesebre o Belén, tendrá adornada su casa con distintas figuras alusivas a estas fiestas, como ángeles, esferas de colores, velas naturales y artificiales, papás Nöel o viejos de pascua, en fin toda esa multitud de imágenes que se ha ido agregando a esta fecha a través de veintiún siglos. 

Sin embargo, en medio de las luces variopintas, multicolores e intermitentes; en ese ambiente de música navideña, himnos y villancicos, no estaremos todos los que habitualmente nos reunimos en el hogar en esta fecha. Faltará el hermano que está lejos del país, faltará uno de los abuelos porque falleció a causa del virus; no estará la mamá, pues vive en otro barrio y no podemos juntarnos, ni siquiera tocarnos y saludarnos de lejos sería más triste; no estará aquel amigo solo que siempre invitábamos, en fin esta Navidad será una celebración diferente. 

Quizás a través de estas circunstancias dolorosas para algunos, Dios quiera darnos una lección. Tal vez algo de nuestra fe se ha deteriorado y necesitamos ser estremecidos para despercudirnos de ciertas cosas que no atañen a ella. El Señor, en medio de esta pandemia, es el Maestro que quiere enseñarnos a vivir y celebrar la verdadera Navidad.

 

¿Cómo desea Dios que celebremos la Navidad? 

1.      Una Navidad Cristocéntrica.

En primer lugar veamos cuál es el sentido de la Navidad. Es la celebración del nacimiento hace más de veinte siglos, de Jesús, el Hijo de Dios, en Belén de Judea. El centro de esta celebración es Jesús. No es la cena, los regalos, los abuelos, los papás, el árbol de Navidad, el pesebre, ni siquiera los niños. Dado que Jesús era un Niño y fue visitado por los sabios o magos del oriente, es que ha derivado esta celebración en poner como centro a los niños y regalarles. Incluso se acostumbra decir que esta es una fiesta de los niños. Pero no es así, la Navidad es la celebración de un Niño que nos ha nacido en Belén: Jesucristo, nuestro Salvador. Hemos perdido la visión original de la Palabra de Dios y de la Natividad del Señor: 

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” (Isaías 9:6) 

Entraña un peligro decir que la Navidad es de los niños y es el hacer de ellos personas interesadas en recibir regalos, presas del consumismo y la publicidad que los medios hacen de los productos que cada año sacan para ser regalados a los niños. Hacemos de ellos seres consumistas, codiciosos, materialistas y egocéntricos, pues, insisto, la Navidad es de Jesús. Necesitamos volver a celebrar una Navidad Cristocéntrica. No es nuestro ánimo arruinarles la celebración, podemos regalar ¿por qué no? Es una forma de demostrar nuestro cariño a otros. Pero guardemos las proporciones. Lo más importante es que en la noche de Navidad le regalemos a Jesús nuestro corazón. Por eso esa noche hacemos una oración de gratitud al Padre por haber enviado a Su Hijo a salvarnos de nuestra condición de pecadores. Por eso esa noche, como lo hicieron los pastores y los ángeles le cantamos alabanzas a Jesucristo: 

“8 Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. / 9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. / 10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: / 11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.  / 12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. / 13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: / 14 ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (San Lucas 2:8-14)

 

2.      Una Navidad espiritual.

En segundo lugar preguntémonos por qué celebramos la Navidad. Lo más honesto sería responder que lo hacemos por tradición, porque desde niños la vivimos en casa de nuestros padres, porque en el colegio se nos inculcó y porque todas las iglesias, salvo algunas excepciones, la celebran. Es decir que seguimos la corriente que nos lleva por el mismo cauce a la mayoría. ¡Cuántas cosas hacemos porque se usa, porque “así debe ser”, porque todos lo hacen! Pero los humanos somos seres pensantes. Sobre todo un cristiano debe vivir en forma consciente cuanto hace. 

Bajo la mirada de repetir lo que por siglos se ha hecho, estas fiestas están llenas de significados, además de religiosos y tradicionales venidos algunos del mundo pagano, de significados personales. Cada objeto que aparece de esas cajas que guardamos durante once meses y medio con las cosas de Navidad, está cargado de recuerdos, memorias familiares, alegrías y penas, nostalgias de tiempos pasados. La misma música nos remite muchas veces a la infancia, a tiempos idos. Entonces la mente, la memoria, la imaginación no siempre se vuelve al motivo central de esta celebración, sino hacia nosotros mismos. No niego que esto puede ser bello, poético, cultural, pero no es espiritual sino más bien un disfrute del alma. ¿Viviremos la Navidad rememorando nuestros personales viejos tiempos, llorando aquello que perdimos o centraremos la mente y todo el ser en el nacimiento del Hijo de Dios? 

Dejarse llevar por emociones, nostalgias y tristezas de un pasado personal o familiar es vivir de un modo almático la celebración del nacimiento del Niño Dios. Es evidente que esta debe ser una fiesta del espíritu y no del alma, menos de la carne. Sin embargo para muchos es comida y bebida, regalos y baile, una fiesta de la carne. Para otros el regocijo familiar, ver la alegría de los niños y adultos abriendo sus regalos, recibir un paquete de pan de pascua y ponche o champagne, una fiesta del alma y no una fiesta del espíritu. Oración, alabanzas, Palabras de Dios son los mejores ingredientes de la cena de Navidad. Como aquellos hombres sabios que venían a adorar al Hijo de Dios con incienso, oro y mirra, ofrezcamos nosotros también a Jesús en esta Navidad el incienso de nuestras oraciones, el oro de los dones espirituales que Dios nos ha dado y la mirra de la abnegación, en un culto racional y espiritual: 

“1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, / 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.” (San Mateo 2:1,2)

 

3.      Una Navidad sencilla.

Por último y en tercer lugar, si tenemos en cuenta la condición en que Jesús nació veremos que su hogar esa noche fue un establo y su cuna el pesebre donde comían los animales, que estuvieron presentes, aparte de sus padres algunos pastores. Los más nobles o importantes invitados, aunque no fueron propiamente invitados por José y María, fueron los sabios del oriente que sí le trajeron regalos costosos: incienso, oro y mirra. Pero estas visitas llegaron siguiendo una estrella, el astro que señalaba el nacimiento del Mesías. Fue Dios quien guió a estos hombres a visitar al Señor. 

“9…y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. / 10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. / 11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.” (San Mateo 2:9-11) 

Todo lo demás, el entorno, los pastores, hasta el posadero del mesón, es humilde, sencillo, son gentes de trabajo y sin mayor cultura. Hay una completa sencillez en el lugar y las personas que rodearon al Niño en Su Natividad: 

“15 Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. / 16 Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. / 17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. / 18 Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.” (San Lucas 2:15-18) 

¡Qué contraste con nuestra Navidad, que queremos hacer cada día más costosa, brillante, vestirnos elegantemente, perfumados con los más caros aromas, con la mejor música navideña, en una casa bien iluminada, con ricas comidas! ¿Qué habrán comido aquella noche en el establo los padres del Niño Jesús? ¿Les habrá pasado un plato de comida el mesonero? ¿O llevarían ellos algún pan y un poco de carne seca para el camino? No se sabe, pues la Biblia no lo dice. Lo más probable es que, si comieron, no fue una elegante y opípara cena como la de los hogares de hoy. ¿Qué queremos decir con esto? Que así como el nacimiento de Jesús fue en un lugar humilde y con gente sencilla, casi en la precariedad, nuestra Celebración de Navidad también debe ser hecha con la máxima sencillez. 

CONCLUSIÓN

Una gran enseñanza quiere darnos el Señor en este tiempo, al ponernos en la encrucijada de celebrar el nacimiento de Su Hijo en medio del dolor de la pandemia y todo lo que ella ha generado. Esta celebración de Nochebuena nos obliga a volver a nuestros principios cristianos, debiendo celebrar la Natividad de Jesús como una fiesta: 1) Cristocéntrica, en que sólo Jesús es el centro de la celebración; 2) Espiritual, apartándonos de toda superficialidad y materialismo; y 3) Sencilla como siempre han sido Jesús y Su Evangelio. ¡Qué el Señor nos ayude! 

Saludamos a todos nuestros hermanos en Cristo, deseándoles las más ricas bendiciones del Señor para sus vidas, familias y ministerios; rogando a Dios que traiga toda consolación a los que están en dolor y ponga espíritu de misericordia en toda Su Iglesia. ¡Feliz Navidad!

 

domingo, diciembre 20, 2020

RESPONSABILIDAD EN LA OBRA DE DIOS

 EL DISCÍPULO FIEL

CAPÍTULO II

FORMANDO UN DISCÍPULO FIEL




 

© Pastor Iván Tapia

“2 Mas Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio. / 3 Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano. / 4 Así halló José gracia en sus ojos, y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía. / 5 Y aconteció que desde cuando le dio el encargo de su casa y de todo lo que tenía, Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo.” (Génesis 39:2-5) 

He aquí un varón fiel que llegó a ser responsable no sólo de una mayordomía en casa de su amo Potifar, sino en todo el reino de Egipto. Dios estaba con José porque éste se sometía siempre a Él. Por eso prosperó su alma y su vida. Sus hechos hablaron bien de su persona ante el amo, que éste pudo confiarle su casa. Del mismo modo un discípulo que es fiel podrá llegar a ser responsable de un grupo cristiano si demuestra las cualidades necesarias y Dios así lo estima. Una obra será bendecida si cuenta con discípulos que demuestran fidelidad a través del cumplimiento de sus responsabilidades. A José se le entregaron responsabilidades porque su amo vio en él esas cualidades de fidelidad, sumisión y sujeción necesarias para confiar en él. 

El primer objetivo en la formación del discípulo fiel es conducirlo hacia una toma de mayor responsabilidad en la obra, o sea desarrollar esa fidelidad que tiene hacia el Señor y Su Iglesia, avanzando hacia la adquisición de responsabilidad. Una persona responsable es aquella que está consciente de sus obligaciones y actúa conforme a ellas. Como cristianos tenemos responsabilidades, primero con Dios y la Iglesia, luego con nosotros mismos y tercero con el prójimo: 

1)      Responsabilidades con Dios y la Iglesia. Estas son inseparables: Lo que hacemos a Dios se lo hacemos a la Iglesia y lo que no lo hacemos a la Iglesia, no lo hacemos a Dios. Esto es porque “la Iglesia es el Cuerpo de Cristo”, del que jamás debemos desprendernos: 23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.  / 24 Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras;  / 25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” (Hebreos 10:23-25). 

Nuestra responsabilidad como cristianos es obedecer a la Palabra de Dios, practicándola; cumplir los mandatos de Jesucristo y participar activamente en la Iglesia, sujetándonos a sus líderes: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso.” (Hebreos 13:17) 

2)      Responsabilidades con nosotros mismos. Todo cristiano tiene una responsabilidad personal ante Dios; nadie puede culpar a otro de sus propias falencias y pecados, ya que somos personas pensantes y además tenemos el Espíritu Santo que nos guía y advierte: 10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. / 11 Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará a Dios. / 12 De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.”  (Romanos 14:10-12) 

Cada creyente en Cristo debe preocuparse de sí mismo y su salvación eterna. No debemos esperar que otros nos digan lo que debemos hacer, ya que lo leemos cada día en la Biblia y lo escuchamos de boca de nuestros pastores. Nuestro primer deber es cuidar de nuestra alma y nuestro cuerpo: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Filipenses 2:12) 

3)      Responsabilidades con el prójimo. La principal responsabilidad que los discípulos tenemos con el prójimo nace del corazón de Cristo y apunta hacia Él y es la de amar a nuestros semejantes como nos amamos a nosotros mismos. Esto es así porque Cristo ama al ser humano y quiere usarnos a los cristianos como canales de ese Amor hacia los seres humanos, sean estos o no creyentes. El amor es el sello de que somos cristianos, discípulos de Jesús: 34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. / 35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (San Juan 13:34,35) El amor es más que palabras bonitas, abrazos y besos, es una serie de conductas expresadas en obras, es actuar con el prójimo con: paciencia, bondad, humildad, delicadeza, altruismo, serenidad, jovialidad, compasión y magnanimidad: 4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; / 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; / 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. / 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1 Corintios 13:4-7) 

En el caso del discípulo fiel, se incentivará al desarrollo de su fidelidad a Cristo y la Iglesia asumiendo sus responsabilidades con Dios, la Iglesia, consigo mismo y los demás. Estas son conductas prácticas que deben comenzar a funcionar, como: a) Responder a las demandas justas de Dios y de la Iglesia; b) Realizar tareas encargadas por el tutor y/o pastor, con esmero y entusiasmo, pensando que son para Dios; c) Reconocer y hacerse cargo de los errores cometidos en alguna misión encomendada; d) Planificar con seriedad y acuciosidad acciones en la obra de Dios: “22 Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. / 23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;  / 24 sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.” (Colosenses 3:22-24)

(Del libro inédito "El Discípulo Fiel / Libro del Tutor")

 

domingo, diciembre 13, 2020

DECADENCIA DE LA AUTORIDAD

ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO

CAPÍTULO 19

(PRIMERA PARTE)

DECADENCIA DE EGIPTO

Vestidos de lino, tela elaborada a partir de una planta, 
una fuente de riqueza del antiguo Egipto, junto con el papiro y la pesca.


© Pastor Iván Tapia


“11 Ciertamente son necios los príncipes de Zoán; el consejo de los prudentes consejeros de Faraón se ha desvanecido. ¿Cómo diréis a Faraón: Yo soy hijo de los sabios, e hijo de los reyes antiguos? / 12 ¿Dónde están ahora aquellos tus sabios? Que te digan ahora, o te hagan saber qué es lo que Jehová de los ejércitos ha determinado sobre Egipto. / 13 Se han desvanecido los príncipes de Zoán, se han engañado los príncipes de Menfis; engañaron a Egipto los que son la piedra angular de sus familias. / 14 Jehová mezcló espíritu de vértigo en medio de él; e hicieron errar a Egipto en toda su obra, como tambalea el ebrio en su vómito. / 15 Y no aprovechará a Egipto cosa que haga la cabeza o la cola, la rama o el junco.” (Isaías 19:11-15) 

(Verso 11) Los gobernantes egipcios se han vuelto torpes y sus consejeros muy poco sabios. El poder de los faraones es traspasado de generación en generación, dentro de la familia real, lo que resulta a veces en hijos con retardo mental por consanguinidad de los padres. Por eso la pregunta retórica“¿Cómo diréis a Faraón: Yo soy hijo de los sabios, e hijo de los reyes antiguos?” A la postre ese linaje desapareció del reino. 

(Verso 12) “¿Dónde están ahora aquellos tus sabios?” pregunta el profeta. Egipto ya desconoce lo que Dios espera de él. De nada le sirve tanta cultura, escritura, arquitectura prodigiosa, conocimientos sobre todo tipo de medicinas, sus bibliotecas de papiros, pues carece del verdadero conocimiento: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, Y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.” (Proverbios 9:10) 

(Verso 13) El gran reino de Egipto y sus faraones se han deshecho, ya no tienen el poder de antaño. Cualquiera es ahora príncipe o rey con engaño. 

(Verso 14) Como un ebrio cae el gran imperio en decadencia. 

(Verso 15) Nada que haga el grande o el pequeño podrá levantar al país. Sus riquezas y negocios se agotarán y fracasarán, lo cual traerá pobreza y hambre. Dada sus falsas creencias en dioses animales, antiguos héroes endiosados y faraones divinos, el verdadero Dios les destruiría por idólatras. Paulatinamente perdería poder espiritual y material.

Isaías en esta profecía anuncia el deterioro de la autoridad egipcia:

  • “son necios los príncipes de Zoán” Los gobernantes se volvieron necios, perdiendo la sabiduría que ostentaban.
  • “el consejo de los prudentes consejeros de Faraón se ha desvanecido” Los consejeros ya no son prudentes.
  • “¿Cómo diréis a Faraón: Yo soy hijo de los sabios, e hijo de los reyes antiguos?” Hijos deficientes en la casa de Faraón.
  • “¿Dónde están ahora aquellos tus sabios?” La sabiduría ha desaparecido del imperio.
  • “se han engañado los príncipes de Menfis” El poder se ha desmembrado en ciudades y debilitado la autoridad de Faraón.
  • “hicieron errar a Egipto en toda su obra” Egipto ha equivocado su camino. 

La decadencia de la autoridad de Faraón y sus príncipes sería fatal para Egipto. Necedad, falta de sabiduría, imprudencia, superstición e ignorancia, sumados al desconocimiento del Dios Verdadero, fueron artífices de la caída de este gran imperio. El principio de autoridad es básico en la vida de una nación, familia e individuo, como también de la Iglesia. La autoridad proviene del trono de Dios; Él establece toda autoridad, aún cuando puedan ser los hombres quienes las elijan e instalen. En el Reino de Dios se nos enseña a respetar toda autoridad civil, militar y eclesial; así conservar el orden social y llevar una vida en paz. A los cristianos nos interesa que exista un clima ciudadano de tranquilidad que nos permita difundir el Evangelio y lograr la salvación de las almas. También deseamos que la Iglesia sea bien gobernada por ministros, ancianos y diáconos, equilibradamente, evitando toda injusticia, pecado y escándalo, bajo la mirada y participación consciente de toda la asamblea.


(Del capítulo 19 de "Isaías, Profeta Mesiánico")


domingo, diciembre 06, 2020

SONARÁ LA FINAL TROMPETA

 ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO

CAPÍTULO 18

Etiopía "pais de los rostros quemados"

 


© Pastor Iván Tapia


“1 ¡Ay de la tierra que hace sombra con las alas, que está tras los ríos de Etiopía; / 2 que envía mensajeros por el mar, y en naves de junco sobre las aguas! Andad, mensajeros veloces, a la nación de elevada estatura y tez brillante, al pueblo temible desde su principio y después, gente fuerte y conquistadora, cuya tierra es surcada por ríos. / 3 Vosotros, todos los moradores del mundo y habitantes de la tierra, cuando se levante bandera en los montes, mirad; y cuando se toque trompeta, escuchad.” (Isaías 18:1-3) 

Una versión popular traduce así esta primera parte de Isaías sobre Etiopía: “¡Ay del país donde resuena un zumbido de insectos, del país situado más allá de los ríos de Etiopía, que envía sus embajadores por el Nilo, viajando por el agua en barcas de junco! Vayan, veloces mensajeros, a un pueblo de alta estatura y piel brillante, a una nación temida en todas partes, pueblo fuerte y altanero que vive en una tierra bañada por ríos. Todos ustedes, habitantes del mundo, verán cuando se alce la señal en la montaña, y oirán cuando suene la trompeta.” (DHH.) 

Se designaba como Etiopía a la región llamada también de Cus, localizada al sur de Egipto. Se dice que Cam fue su padre: “Los hijos de Cam: Cus, Mizraim, Fut y Canaán.”  (Génesis 10:6) Etiopía era un poderoso país y fue capaz de dominar a Egipto durante 60 años, desde el 715 AC en adelante. 

(Verso 1) Es pronunciado un “Ay” sobre Etiopía, a la que la profecía está dirigida. Cuando la llama “la tierra que hace sombra con las alas”, puede referirse a que el valle del Nilo es famoso por el zumbido de sus muchos insectos, especialmente la mosca tse-tse del Alto Nilo. También es interpretado por embarcaciones a vela que navegan en él. 

En los días del profeta esta región era un poder mundial, gobernaba a Egipto y sus rivales eran los asirios. El reino de Judá estaba atrapado en medio de este conflicto y lo más conveniente era que se aliase a Etiopía en contra de los asirios. Asiria estaba “tras los ríos de Etiopía”. 

Se nominaba a esta región Etiopía porque en el año 715 AC el etíope Sabaco obtuvo el control de Egipto y fundó la dinastía XXV. Los etíopes dominaron Egipto hasta el 633 AC al recuperar el trono un verdadero egipcio. 

Se cree que el país bíblico Etiopía se refiere a un área más grande de lo que es la moderna Etiopía, la que incluía Sudán y Somalia. 

(Verso 2) El motivo de la profecía es el arribo de embajadores de Etiopía alrededor del 715 AC con una oferta de alianza, los que se encuentran con mensajeros de Judá dirigiéndose a Etiopía. Etiopía ofreció al rey Ezequías concertar una alianza contra Asiria, pero Dios había advertido contra cualquier pacto con Etiopía o Egipto. Ambos países fueron derrotados finalmente por Asiria. El verso habla de embajadores de Etiopía procurando una alianza con Judá y las demás naciones de la región, en contra de los asirios. Los etíopes tratan de convencer a los judíos que se levanten contra Asiria y los asirios les piden que envíen mensajeros veloces de regreso a Etiopía, la que es llamada “nación de elevada estatura y tez brillante,… pueblo temible desde su principio y después, gente fuerte y conquistadora”. Los etíopes esperaban que Judá se rebelara contra Asiria y se alineara con ellos y Egipto. 

Pero Dios no quiere que nos asociemos con poderosos con el ánimo de triunfar en este mundo. A veces lo hacemos pensando en nuestro progreso e incluso creyendo que así tendremos más éxito en la misión que el Señor nos ha encargado. Mas lo que Él quiere es que confiemos en Su poder y no en el poder humano. 

(Verso 3) Este versículo llama la atención sobre la totalidad del mundo y llama a escuchar lo que hará Dios: “Vosotros, todos los moradores del mundo y habitantes de la tierra, cuando se levante bandera en los montes, mirad; y cuando se toque trompeta, escuchad.” (Isaías 18:3)

Creemos que esta profecía no se refiere a los tiempos pasados de Israel en el Antiguo Pacto, sino a tiempos escatológicos, el tiempo del fin. El Señor levantará una bandera, el Mesías, Jesucristo que vendrá nuevamente a vencer a Sus enemigos en la batalla de Armagedón. El Señor mismo tocará la trompeta en su segunda venida: 

“1 Tocad trompeta en Sion, y dad alarma en mi santo monte; tiemblen todos los moradores de la tierra, porque viene el día de Jehová, porque está cercano.” (Joel 2:1) 

“14 Y Jehová será visto sobre ellos, y su dardo saldrá como relámpago; y Jehová el Señor tocará trompeta, e irá entre torbellinos del austro.” (Zacarías 9:14) 

“16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.” (1 Tesalonicenses 4:16) 

El tiempo del fin estará marcado por el sonido de una trompeta que anunciará la resurrección y el arrebatamiento de los cristianos, como también la derrota del Anticristo y sus huestes de maldad.


(Fragmento del capítulo 18 de "Isaías, Profeta Mesiánico", titulado: "Tres Eventos Finales")