domingo, diciembre 29, 2019

LAS LUMBRERAS CELESTES.


MENSAJE DE AÑO NUEVO Nº9
AÑO 2019




© Pastor Iván Tapia

Lectura bíblica: “14 Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, / 15 y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. / 16 E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. / 17 Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, / 18 y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. / 19 Y fue la tarde y la mañana el día cuarto.” (Génesis 1:14-19)

Idea central: Nuestras lumbreras espirituales.

Objetivos: a) Identificar las lumbreras espirituales del cristiano; b) Reflexionar en el año nuevo acerca del progreso y las dificultades de nuestro Camino de fe; c)  Comprender y reconocer la importancia de las lumbreras Cristo-Iglesia-santos en la vida cristiana; d) Planificar los días venideros en términos generales, atendiendo a la misión encargada por Dios a cada uno; y e) Valorar el papel de la voluntad y Palabra de Dios es nuestras vidas.

Resumen: Así como Dios puso en Su creación lumbreras en los cielos para iluminar y guiar a los seres humanos en su vida sobre la Tierra, también puso unas lumbreras para orientar nuestra vida de fe: Cristo el Sol de Justicia, la Iglesia como Luna que refleja la gloria de Dios y los grandes testigos de la fe, miríada de estrellas en nuestro firmamento espiritual.


E
l cuarto día de la Creación, Dios creó tres lumbreras, las que puso en los cielos. Una es la lumbrera mayor que se enseñorea en el día, es decir el Sol. Otra es la lumbrera menor, señora de la noche, la Luna. Otras lumbreras son las estrellas.

Cuando Dios prometió a Abraham que le daría en su vejez un heredero que traería para él tanta descendencia como las estrellas del firmamento y ordenó que le ofrendara, sucedió lo siguiente: “Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él.” (Génesis 15:12) Los hombres dormimos cuando el sol se va y la llegada de la noche siempre trae temor. Este es el primer versículo de la Biblia en que aparece la palabra “sol”, por tanto marca la interpretación que la Escritura da a esta “lumbrera mayor”. El Sol es dador de vida y luz, seguridad y calor, centro del sistema solar.

Desde un punto de vista espiritual es la máxima autoridad; tal es así que llama al Mesías “Sol de justicia”: “1 Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama. / 2 Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. / 3 Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos.” (Malaquías 4:1-3)

En cuanto a la Luna, es la principal lumbrera nocturna, pauta para la medición del tiempo y su división en meses; la fijación de la fecha de la Pascua y las fiestas anuales: Hizo la luna para los tiempos; El sol conoce su ocaso.” (Salmo 104:19). Así como el Sol es designado con el género masculino, la Luna lo es con el femenino y la depravación del hombre le volvió objeto de adoración. La mayoría de las naciones llegaron a ser adoradoras de la Luna. Tal superstición se infiltró en Israel, según lo registra la Escritura: “1 De doce años era Manasés cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén cincuenta y cinco años; el nombre de su madre fue Hepsiba. / 2 E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, según las abominaciones de las naciones que Jehová había echado de delante de los hijos de Israel. / 3 Porque volvió a edificar los lugares altos que Ezequías su padre había derribado, y levantó altares a Baal, e hizo una imagen de Asera, como había hecho Acab rey de Israel; y adoró a todo el ejército de los cielos, y rindió culto a aquellas cosas.” (2 Reyes 21:1-3)

El calendario del pueblo hebreo era lunar, ya que la luna nueva marcaba el comienzo de cada mes. Además de todas las otras fiestas religiosas, los judíos celebraban el inicio del séptimo mes del año, considerándolo santo, a semejanza del séptimo día de la semana. Esta fiesta del mes de Tisri, celebrada en nuestro septiembre-octubre, vino a ser la celebración del Año Nuevo hebreo.

Desde una mirada espiritual, los escritores cristianos de los primeros siglos gustaban de comparar a la Iglesia con la Luna, ya que la luz que posee ésta no es propia sino que la recibe del Sol, así como la Iglesia refleja la luz de Dios, la luz de Jesucristo. Dios es masculino y posee a la Iglesia, la cual es femenina. Dios Padre nos ilumina en Cristo y la Iglesia nos ilumina con la Palabra de Dios en el Evangelio.

Pero también hay unas luces menores, las estrellas. Incontables como las estrellas serían los hijos de Abraham. Cuando el último libro de la Biblia muestra siete estrellas en las manos del Cristo Glorificado, se refiere a mensajeros o ángeles. Puede ser interpretado de dos formas: Son los pastores de esas iglesias y/o los ángeles que las cuidan: “El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias.” (Apocalipsis 1:20) Podemos decir que las estrellas representan a seres humanos que con su vida y testimonio iluminan a los demás. A través de toda la Historia de la fe, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos seres humanos que fueron luz de Dios para su entorno, tales como Noé, Abraham. Moisés, Pablo, Pedro, Juan, etc. Sin embargo ellos no deben ser adorados sino imitados en su fe.

Ni el sol, ni la luna, ni las estrellas, existen para ser adorados; sólo Dios merece nuestra adoración. El Señor advierte contra esta idolatría: “15 Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego; / 16 para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o hembra, / 17 figura de animal alguno que está en la tierra, figura de ave alguna alada que vuele por el aire, / 18 figura de ningún animal que se arrastre sobre la tierra, figura de pez alguno que haya en el agua debajo de la tierra. / 19 No sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas; porque Jehová tu Dios los ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos.” (Deuteronomio 4:15-19)


¿Qué nos enseñan estas lumbreras para este nuevo año?

  1. Las lumbreras del cielo separan el día de la noche.
“14 Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche;... / 18 y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno” (Génesis 1:14,18)

Cuando el Señor nos llamó a Su Reino, Él puso lumbreras para iluminar nuestro camino: Él mismo vino a habitar dentro de nosotros por medio de Su Espíritu Santo; nos introdujo en Su Iglesia para ser alimentados e iluminados por Su Palabra y nos dio por ejemplo a seguir, el testimonio de hombres y mujeres santas.

Al convertirnos Dios separó en nuestra mente y en nuestro corazón la luz de las tinieblas. Antes caminábamos en la oscuridad  del pecado y las tinieblas de Satán; hoy lo hacemos en la luz de Cristo. Puede que a veces andemos en “valles de sombras de muerte”, pero Él nunca nos abandona y de una u otra forma ilumina nuestro camino. Podemos andar en lo que algunos místicos han llamado “la oscuridad de la fe”, otros “el desierto”, pero el Espíritu Santo jamás nos abandonará.

La promesa de Dios dice:
·         “Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino.” (Salmo 119:105)

·         “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (San Juan 8:12)

La función de las lumbreras, sean sol, luna y estrellas, o Cristo, la Iglesia y los héroes de la fe, es separar la luz de las tinieblas. Cada vez que un ministro de Dios predica, el Espíritu en él está separando la luz de la oscuridad; cada vez que un cristiano obra en Amor de Dios, está separando la luz de las tinieblas; cada palabra de la Biblia tiene por propósito separar la luz de las tinieblas en nuestra mente y conciencia.

Con nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y acciones separemos el día de la noche, separemos la luz de las tinieblas. En este nuevo año hagámonos el propósito de vivir en la luz y abandonar toda oscuridad.


  1. Las lumbreras del cielo nos sirven para armar el calendario.
“14... y sirvan de señales para las estaciones, para días y años” (Génesis 1:14)

El Señor, la Palabra de Dios predicada por la Iglesia y el ejemplo de los patriarcas, profetas, apóstoles y líderes de la Iglesia, son el modelo a seguir y marcan el itinerario o plan de vida de cada cristiano. Son varias las estaciones espirituales que vive un hijo de Dios.

Comienza con una Primavera cuando nace a la Familia de Dios, período de gran regocijo en que aprende las verdades básicas del Evangelio y en que se vive un tanto despreocupadamente, disfrutando del Amor del Señor y la hermandad cristiana.

El Verano es tiempo de calor y sequedad, para algunos un verdadero desierto, cuando el discípulo es tratado en aquellos aspectos que requiere crecer y superar; hay quienes no resisten esta etapa y abandonan.

En el Otoño caen del árbol las hojas, la persona queda desnuda ante sí mismo y Dios, se enfrenta a los aspectos negativos de su persona, su viejo hombre, pero el Espíritu Santo le riega y limpia con Amor para hacerlo una criatura más acorde con el Evangelio.

El Invierno es un tiempo de soledad, necesaria para el crecimiento personal cristiano, cuando el ser se desarrolla en el conocimiento de Dios y Su Palabra, bajo la guía de un hermano mayor.

Nuevamente vendrá la Primavera para florecer en virtudes, el Verano para cosechar buenos frutos, y así un ciclo tras otro.

Los días como los años del creyente son de puro aprendizaje: “El corazón del hombre piensa su camino; Mas Jehová endereza sus pasos.” (Proverbios 16:9) A los seres humanos nos toca hacer planes, planificar nuestras vidas, pero finalmente es Dios quien dirige nuestros pasos. Necesitamos tener en cierto modo un calendario personal, una pauta de vida a seguir, con propósitos claros. Para ello requerimos conocernos a nosotros mismos, tarea fundamental del discipulado personal.

Conociendo la voluntad de Dios escrita en Su Palabra, teniendo el discernimiento que da el ministerio de la Palabra en la Iglesia y viendo el ejemplo de nuestros hermanos mayores del pasado y del presente, más el autoconocimiento (cualidades, dones, talentos, defectos, debilidades, etc.), podremos armar nuestro calendario de vida y planificar nuestro quehacer espiritual.

Planifiquemos, bajo la luz del Espíritu, objetivos, principios y acciones para el nuevo año que tenemos por delante.


  1. Las lumbreras del cielo iluminan la Tierra.
“15 y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. / 17 Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra” (Génesis 1:15,17)

Sin Dios, sin Cristo, sin la Palabra de Dios, sin los ministros del Señor que la prediquen y vivan, la Tierra estaría en total oscuridad espiritual. Estas son las lumbreras que iluminan el caminar del ser humano en esta vida. Ya lo dijo Jesús:

“14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. / 15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. / 16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (San Mateo 5:14-16)

La invitación del Señor en este nuevo año es a ser lumbreras que iluminemos con nuestros actos y palabras al prójimo. A veces nuestras acciones y reacciones son vulgares, de mal gusto o impropias, nos permitimos que actúe la carne y eso no debe ser así:

“Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.” (Colosenses 4:6)

Tampoco debemos apegarnos desmedidamente a los bienes materiales, son una bendición del Señor para bendecir a otros:

“6 Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. / 7 Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. / 8 Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; / 9 como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre. / 10 Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, / 11 para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.” (2 Corintios 9:6-11)

“5 Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; / 6 de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me pueda hacer el hombre.”  (Hebreos 13:5-16)

Seamos este nuevo año lumbreras que iluminan la Tierra, seamos la luz del mundo y no su oscuridad.


CONCLUSIÓN.
Semejantes a las lumbreras que Dios puso en los cielos –sol, luna y estrellas– son las lumbreras espirituales que ha dado a los seres humanos: Jesucristo, la Iglesia y los ministros de Dios. Es bueno reflexionar sobre ello al término e inicio de un año. Las lumbreras del cielo nos enseñan en el campo espiritual que ellas: 1) Separan el día de la noche, la luz de las tinieblas; sin ellas no reconoceríamos nuestra condición ni lo que Dios quiere de nosotros; 2) Nos sirven para armar el calendario, es decir para planificar nuestros días venideros, sometidos al tiempo tenemos unos límites para cumplir la misión encargada por Dios a cada uno; y 3) Iluminan la Tierra, sin Dios, la Iglesia y los héroes de la fe, no tendríamos claridad de cómo actuar correctamente en esta vida; gracias a ello es que conocemos el Camino.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)      ¿Qué personas, aparte de Jesucristo, han sido una luz para su vida espiritual?
2)      ¿Qué personaje bíblico ha impactado más en su vida cristiana?
3)      ¿Cómo ha sido el año que termina para su desarrollo espiritual?
4)      ¿Cómo podemos separar la luz de la oscuridad en nuestra vida?
5)      ¿Cuál es la misión que Dios le ha encargado para esta vida?
6)      ¿Qué rol cumplen hoy los hombres y mujeres que han sido heroicos en su fe?
7)      ¿Qué propósitos tiene para el próximo año?
8)      ¿Qué aspectos personales le gustaría superar el año próximo?
9)      ¿Cuáles fueron sus principales logros del año que termina?
10)  ¿Qué nombres pondría al sol, la luna y las estrellas en un dibujo metafórico de la espiritualidad?





BIBLIOLINKOGRAFÍA.
·         Reina, Casiodoro de (1960) “La Santa Biblia” Estados Unidos: Broadman & Holman Publishers.
·         MacArthur, John. (2011) “Biblia de Estudio MacArthur” Estados Unidos: Thomas Nelson Inc. 
·         (1979) “Dios Habla Hoy, La Biblia Versión Popular” Sociedades Bíblicas Unidas.
·         (1960) “La Santa Biblia” Sociedades Bíblicas Unidas. Recuperado de: http://www.gentle.org/biblia/
·         “Nuevo Testamento, Edición Pastoral” Chile, Ediciones Mundo, 1974.
·         “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España” Disponible en: http://www.rae.es/
·         Concordancia electrónica de la Biblia” Disponible en: http://www.miconcordancia.com/concordancia.php
·         Rizo Martínes, José L. “Diccionario Bíblico” Recuperado de: http://es.scribd.com/doc/50636670/Diccionario-Biblico-Jose-L-Rizo-Martinez#scribd
·         (1966, 1970, 1979, 1983, 1996) Dios habla hoy” ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, Disponible en: https://www.biblegateway.com/versions/Dios-Habla-Hoy-DHH-Biblia/
·         https://es.wikipedia.org/

·         Pérez Millos, Samuel “Comentario Exegético Al Texto Griego del Nuevo Testamento – Hebreos”

·         https://www.biblegateway.com
·         https://www.primeroscristianos.com/41969/

domingo, diciembre 22, 2019

JESÚS, PRÍNCIPE DE PAZ.


MENSAJES DE NAVIDAD
AÑO 2019




© Pastor Iván Tapia

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” (Isaías 9:6)

S
halom Adonai! Este saludo hebreo significa “la paz del Señor”. Jehová o Yavé es un Dios de paz. Incluso en un lugar de la Escritura se le nombra como Jehová Shalom, Dios de Paz.

El profeta Isaías inició su ministerio el año 758 AC es decir ocho siglos antes de que naciera Jesús en Belén de Judea. Sin embargo, en su visión, este hombre iluminado por Dios ve al Mesías, el Salvador, ya nacido y con un principado, o sea una autoridad Divina sobre la Humanidad. Cinco títulos le atribuye: Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

El Mesías judío ha de ser una persona admirada por todos, alguien especial; un consejero de la gente, quien orientará a muchedumbres y gobernantes en cómo obedecer y hacer la voluntad de Dios; un ser lleno de fortaleza y poder; un verdadero padre espiritual y para eternidad, jamás dejará de serlo para el Hombre; y, por último, una autoridad superior que traerá la verdadera paz a los seres humanos.

Sobre este último aspecto queremos detenernos a reflexionar en esta oportunidad. El Mesías para los judíos, el Cristo para los griegos y el Salvador para nosotros, Jesucristo es un Príncipe de Paz. Él mismo lo declaró así: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (San Juan 14:27)

¿A qué paz se refiere Jesús y la Escritura? ¿Es la ausencia de guerras, una vida tranquila en esta Tierra libre de conflictos bélicos, las buenas relaciones humanas, o se trata de otro tipo de paz?

¿Qué tipo de paz trajo Jesús a la Humanidad?

  1. La paz con Dios, fruto de la reconciliación.
“17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. / 18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; / 19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.” (2 Corintios 5:17-19)

Jesús, al entregarse a Dios como Víctima en la cruz, pagando el precio de nuestros pecados, nos reconcilió con el Padre. Dios nunca ha sido nuestro enemigo ni estaba en guerra contra nosotros; al contrario, nosotros estábamos contra Él y necesitábamos reconciliarnos, pero esto era imposible de nuestra parte. No podíamos hacer algo pues todos nuestros actos de una u otra forma encierran vanidad, orgullo, soberbia, ira, envidia, en fin pecado. La única solución era que un verdadero Santo pagara el precio de nuestra maldad. Ese Santo fue Jesucristo, el Hijo de Dios. Él puso en paz al Hombre con Dios. Debemos mucho a Jesucristo, el Hijo, quien nos reconcilió con el Padre.


  1. La paz en la conciencia, fruto de la fe.
“1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; / 2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.” (Romanos 5:1,2)

Al creer individualmente en Jesucristo, que es el Hijo de Dios y que murió en la cruz pagando el precio de nuestros pecados, recibimos el perdón Divino, lo cual borra de nuestras conciencias todo pecado y culpa. Ahora podemos relacionarnos libremente con Dios, pues estamos seguros que Él ya nos perdonó en Cristo de todo pecado pasado, presente y futuro. Y por si alguna duda quedara, San Juan nos dice:

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9)

Jesucristo pone paz en la conciencia del pecador perdonado por Dios.


  1. La paz con el prójimo, fruto del amor.
“Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros.” (2 Corintios 13:11)

El Señor nos llama a una vida de paz con Él, nosotros mismos y el prójimo. Desea darnos una paz duradera, que va más allá de nuestros días en esta Tierra, una paz eterna. Los cristianos no hacemos enemigos sino amigos; nuestros enemigos son amados, como el Maestro Jesús lo indicó:

“43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. / 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; / 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” (San Mateo 5:43-45)

Por Su gran Amor, Él vino a establecer la paz entre los pueblos judíos y los demás, las gentes o gentiles. Los cristianos no estamos en guerra contra judíos y musulmanes, puesto que estas tres religiones tienen como padre de su fe al patriarca Abraham. Tampoco son nuestros enemigos los seguidores de Buda, Krisna u otra religión del planeta, puesto que todos creemos en un Dios Todopoderoso, Misericordioso, Compasivo y Eterno. Ese Dios Único un día se encarnó y reveló en JESUCRISTO, Camino, Verdad y Vida. Su mensaje es el Evangelio, también llamado Evangelio de la paz:

“Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos.” (Hechos 10:36)

CONCLUSIÓN.
Muchos hablan de paz, organizaciones nacionales e internacionales buscan la paz de las naciones, pero hay Uno sólo que nos da la verdadera paz, Jesús de Nazaret, conocido como Joshua, el Hijo de Dios. La Paz que Él trajo a la Humanidad es: 1) La paz con Dios, fruto de la reconciliación; 2) La paz en la conciencia, fruto de la fe; y 3) La paz con el prójimo, fruto del amor.

En esta Navidad, Dios nos invita a reconciliarnos y ponernos en paz con Él, Yavé-Shalom, fuente de Paz verdadera. Sólo así, reconociendo nuestras faltas y enmendando el camino, conquistaremos la paz para nosotros mismos, lo que redundará en paz para la familia, los amigos y aún aquellos que a veces consideramos “enemigos”. Será la mejor forma  de honrar a Jesús, nacido en Belén, Príncipe de Paz.

“Evenu shalom alejem”, la paz sea con todos vosotros.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)      ¿En qué situaciones ha experimentado a Dios como Jehová Shalom?
2)      ¿Qué títulos le atribuye Isaías al Mesías?
3)      ¿Por qué la Escritura llama al Salvador “Príncipe de Paz”?
4)      ¿Qué quiere transmitir Jesús cuando dice: “mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da”?
5)      ¿A qué tipo de paz se refiere Jesucristo en Su mensaje?
6)      ¿Es la paz evangélica ausencia de guerras, una vida tranquila libre de conflictos y buenas relaciones humanas?
7)      ¿Qué tipo de paz trajo Jesús a la Humanidad?
8)      ¿Podemos considerar enemigos a los creyentes de otras religiones?
9)      ¿Quiénes son los enemigos de los cristianos?
10)  ¿En qué consiste lo que San Pablo llama “la palabra de la reconciliación.”?
11)  ¿Qué se requiere para que Dios perdone nuestros pecados?
12)  ¿Por qué a veces se llama al mensaje de Jesucristo “Evangelio de la paz”?
13)  ¿En qué circunstancias las personas de este tiempo pueden ser consideradas enemigas de Dios?
14)  ¿Cuál es la relación entre los siguientes elementos: culpa, perdón, conciencia, paz, fe?
15)  ¿Actúa el perdón de Dios en forma colectiva o individual; es decir toda la Humanidad ha sido perdonada en Cristo o sólo los individuos arrepentidos son los perdonados?

domingo, diciembre 15, 2019

RECONOZCAMOS EL AMOR VERDADERO.

EPÍSTOLAS DE SAN JUAN
LECCIÓN 13 

 

© Pastor Iván Tapia 

Lectura bíblica: “11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. / 12 No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas. / 13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece. / 14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. / 15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. / 16 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. / 17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? / 18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.” (San Juan 3:11-18 

Idea central: Características del amor verdadero. 

Objetivos: a) Diferenciar entre el amor humano y el Amor Divino; b)Comprender, valorar y practicar el “amor ágape”; c) Conocer las cualidades que identifican al que ama verdaderamente, según San Juan; d) Comprender y valorar que quien ama no envidia; e) Comprender y valorar que quien ama da vida; f) Comprender y valorar que quien ama obra en verdad; y g) Comprender y aplicar conceptos como: Amor Divino y humano, envidia espiritual y vida eterna.  

Resumen: Se presentan tres características del amor recibido de Dios, fruto del Espíritu Santo: Un amor sin envidia, que da vida y que obra en verdad.
 

U
nas de las principales características de la fe cristiana es que propaga el amor de Dios por la Humanidad, el amor de Jesús en Su sacrificio en la cruz por los pecadores, el amor del Espíritu Santo derramado en el corazón de cada creyente, en fin el amor en sus distintas expresiones. Pero al mirar la Historia del Cristianismo y la conducta de muchos cristianos, no deja el mundo de sorprenderse ante muchas contradicciones entre su actuar y su teoría religiosa.  

La Iglesia, a través de los siglos, ha expresado el amor de Dios en obras de bien hacia los desposeídos y quienes tienen distintos tipos de sufrimiento. Ha habido numerosos cristianos que han destacado por su piedad y misericordia. Pero el mundo no creyente también ha hecho obras de bien a la sociedad, muchos científicos e inventores con sus descubrimientos e invenciones han favorecido a los seres humanos, y grandes artistas han creado bellas obras que en cierto modo elevan el espíritu. ¿Es todo esto amor? ¿Se puede considerar toda obra benéfica para el Hombre, una obra nacida del amor de Dios?
 

¿Cómo se reconoce el amor verdadero? 

1.      El que ama no envidia.
“11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. / 12 No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas. / 13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece.” (San Juan 3:11-13 

El mensaje que nos dejó Jesús, dice el apóstol Juan, es claro: Que nos amemos unos a otros. Desde el inicio de la Iglesia, ha sido el mismo mensaje y lo será siempre:  

“34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. / 35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (San Juan 13:34,35) 

“12 Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. / 13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.” (San Juan 15:12,13) 

¿Por qué San Juan tiene que recordarles esto a los cristianos, esto que es tan básico? Y pareciera que hoy día nuevamente tiene que recordárnoslo. Porque no lo estamos cumpliendo, no nos estamos amando unos a otros: Hay críticas, murmuraciones, divisiones, rencillas, envidias, competencia, etc. Es una vergüenza que esto suceda en la Iglesia que fundó Jesucristo, la Familia de Dios fundada en el Amor. 

Y Juan nos lleva, como siempre, al comienzo. ¿Qué más antigua que esa división entre los hermanos Caín y Abel? Son los orígenes de nuestra raza, hijos de Adán. Nosotros llevamos ese germen de pecado. Llegó a tal punto la envidia y la ira de Caín, que fue capaz de asesinar a su propio hermano. Abel era bueno, puro y adoraba con sinceridad a Dios. El Señor se alegraba de su entrega porque conocía su corazón. Pero, mientras más grande era el gozo de Dios ante las ofrendas de Abel, más se llenaba de envidia y odio el alma de Caín. Su ira ya no era sólo con Abel sino también contra Dios:  

“1 Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. / 2 Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. / 3 Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. / 4 Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; / 5 pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. / 6 Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? / 7 Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él. / 8 Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.” (Génesis 4:1-8) 

Caín mató a Abel “porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.” Le molestaba que Abel fuera bueno y agradara a Dios. Satanás entró en su corazón y le impulsó a destruir a Abel. La envidia es el enojo por el bien ajeno; cada vez que nos molestamos por un éxito de otro, estamos cayendo en el pecado capital de la envidia.  

Caín representa al mundo y Abel al Reino de Dios; Caín es el no creyente y Abel el cristiano. Al mundo le molesta nuestra fe, nuestro apego al mandamiento Divino, nuestra insistencia en hacer lo que a Dios agrada, y por eso nos aborrece: “Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece.”  

La envidia es contraria al amor y puede producir: murmuración, robo, odio, alegría por el fracaso o la adversidad de los demás. El envidioso disminuye la gloria del otro. Luzbel, el querubín de Dios, tuvo envidia del Todopoderoso y quiso robar Su gloria y poder, murmuró contra Él e hizo rebelarse a la tercera parte del cielo; luego hizo lo mismo con el hombre. Por la envidia del Diablo entró la muerte al mundo. 

Hay pecados que son verdaderas blasfemias contra el Espíritu Santo que nos santifica. Uno de ellos es la envidia que puede sentir un creyente de la gracia de otro, la envidia del hermano. En este caso se desprecian los dones sobrenaturales dados a un hermano. Este es un pecado imperdonable. En cierto modo el hombre o la mujer están envidiando al Espíritu Santo glorificado en Sus obras. 

La envidia espiritual es uno de los pecados más satánicos, pues no sólo se siente envidia y tristeza del bien del hermano (de su bondad, de su espiritualidad, de su capacidad evangelizadora, de su entrega al Señor, de los dones que Dios le ha dado, etc.) sino de la operación del Señor mismo en este mundo. Es, en definitiva, un pecado contra el Espíritu Santo que concede los dones para la santificación del creyente; es el pecado de Satanás a quien le molesta la santidad de los justos: 

“31 Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. / 32 A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero.” (San Mateo 12:31,32) 

Los escribas de Jerusalén decían que Jesús tenía dentro a Beelzebú y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios, o sea blasfemaban contra el Espíritu Santo que habitaba en Cristo. Por eso Jesús les dijo: 

“28 De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean; / 29 pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno. / 30 Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo.” (San Marcos 3:28-30) 

El amor verdadero no envidia sino que es humilde y compasivo: “4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; / 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; / 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.” (1 Corintios 13:4-6)
 

2.      El que ama da vida.
“14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. / 15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.” (San Juan 3:14,15) 

Cuando andábamos por este mundo sin Dios, despreciando o siendo indiferentes a la fe de Jesús, haciendo lo que queríamos, en verdad estábamos muertos espiritualmente. Nuestra vida no tenía un sentido trascendente; nuestro espíritu estaba vacío de Dios, pues no teníamos el Espíritu Santo; vivíamos alejados de Dios y estábamos condenados, por nuestra impiedad, al infierno. Al convertirnos a Jesucristo, fuimos vivificados y pasamos de muerte a vida.  

La máxima expresión de la nueva vida es el Amor, por tanto amar al hermano en la fe, amar al hermano en Cristo, amar al que es parte del Cuerpo es como amarse a sí mismo y a Dios. Amar al hermano es amar al Señor. Dice el apóstol: “sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos”. Si cuidamos de nuestro cuerpo físico, con mayor razón cuidaremos de nuestro cuerpo espiritual. Con respecto a este último, no lo miremos exclusivamente en forma individualista pensando sólo en nuestro espíritu, sino que pensemos en nuestra pertenencia a un Cuerpo y un Espíritu mayor, el Cuerpo de Cristo y el Espíritu Santo del Señor: 

“29 Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, / 30 porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.” (Efesios 5:29,30) 

Si no amamos al hermano en Cristo, significa que aún estamos muertos. ¡Cuidado, no vaya a ser que creas estar vivo en Cristo, pero en verdad estás muerto! Y tal vez tu conversión es sólo algo aparente, el buen deseo de tu alma de sentirse bien, de estar con la conciencia tranquila, de creer que hay un dios que te protege, de pertenecer a un grupo de buenas personas, de explicarte la vida, en fin todo un autoengaño. No pretendo hacerte dudar de tu fe, sino de que tomes conciencia de ella. El apóstol Juan es categórico: “El que no ama a su hermano, permanece en muerte.” 

El texto pone al que no tiene afecto fraternal al mismo nivel de un “homicida”, un asesino. Los cristianos a veces matamos a un hermano con murmuración, malos comentarios sobre su persona, falta de misericordia, indiferencia, desprecio, etc. ¿No sucede esto con más frecuencia de lo que pensamos?  

El cristiano verdadero ha de tener vida eterna permanente en él. Aquí hay dos ideas que debemos comprender: Vida eterna y vida eterna permanente. La vida eterna es más que vivir eternamente, no morir jamás. Todos los hombres tienen vida eterna, si creemos en la inmortalidad del alma, incluidos los no creyentes. Si no fuera así no habría castigo eterno: 

“10 Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. / 15 Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” (Apocalipsis 20:10,15) 

El texto de Juan se refiere a la vida “zoe”, la vida de Dios; esta es la vida que tenemos los cristianos y que no tienen los ateos, los agnósticos y no creyentes en general. Si tengo el Espíritu Santo tengo esa “vida”, mas ésta debe ser permanente, constante, no una visita eventual sino un morador habitual en nosotros. Nuestro deber es conservar la vida permanente, como una llama que nunca se apaga. Teniendo esa vida amaré a mis hermanos y a mi prójimo en general, aún a mis enemigos. Al tener la “vida” de Dios no daré muerte sino vida, que es dar amor. 

Dar vida significa: Edificar, no destruir; respetar, no desairar; apoyar en vez de abandonar; bendecir y no maldecir; dar y no quitar o robar. En términos de un jardinero, dar vida es: Regar y no dejar secar; cuidar, no maltratar; podar cuando es necesario, no dejar crecer indiscriminadamente; limpiar y no ensuciar. Pablo dio vida a través de sus cartas y prédicas a mucha gente, inconversos y creyentes; Pedro dio vida a la Iglesia, cuando evangelizó a más de 3.000 personas en Pentecostés; Juan nos sigue dando vida a través de estas epístolas que amplían nuestros conceptos cristianos; María dio vida a la Humanidad al decir al ángel Gabriel: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.” (San Lucas 1:38); Jesús dio vida en cada uno de Sus milagros y palabras, como cuando liberó de culpa a la pecadora: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” (San Juan 8:11 

¿Estás dando vida a tus hermanos y a tu prójimo, o estás dando muerte, juzgándolos, condenándolos y abandonándolos? ¿Estás edificando y restaurando como Nehemías, o estás destruyendo y desanimando como los “amigos” de Job? Si estás dando vida, ora para que esa vida sobreabunde cada día más. Si no lo estás haciendo, pide perdón al Señor, arrepiéntete y disponte en las manos del Dios de San Juan, el Dios de Amor, para comenzar a dar vida a todos cuantos te rodeen. 
 

3.      El que ama obra en verdad.
“16 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. / 17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? / 18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.” (San Juan 3:16-18 

Desde niños conocemos el amor en la persona de nuestros padres. Ellos nos traen a este mundo y nos cuidan con gran dedicación, salvo excepciones. Al crecer conocemos el amor fraternal de hermanos y amigos, y en la juventud el amor sentimental. Sin embargo San Juan nos dice que recién, al conocer a Jesucristo, hemos conocido el amor. Indudablemente se trata de un amor distinto, no el amor humano –que es bello y respetable- sino el amor Divino, este Amor que acostumbro escribir con mayúscula.  

Si hemos conocido ese Amor capaz de dar la vida por nosotros, entonces deberíamos hacer lo mismo. Suena bello, pero ¿Podremos hacerlo? ¿Cuándo se ejecutará tal cosa? ¿Cómo podríamos realmente dar la vida por un hermano? En los tiempos de la primera Iglesia en que había persecución con peligro de martirio (morir crucificado, quemado, lapidado, desollado, apaleado, etc.) era muy factible dar la vida por los hermanos o dar la vida por la causa de Cristo. Pero también había hermanos que no eran capaces de hacerlo, que les faltaba el coraje o la convicción. Esta Palabra se prueba en casos extremos, pero también en nuestra vida diaria simple y cómoda de los tiempos actuales.  

Hoy día podemos dar la vida por el hermano cuando renunciamos a nuestras comodidades y lo atendemos en su necesidad; cuando lo defendemos en público ante el descrédito del mundo; cuando dedicamos tiempo a escucharlo y aconsejarlo; cuando lo atendemos en la enfermedad; cuando pasamos por alto el juicio de otros y lo visitamos en su aislamiento (cárcel, hogar, etc.); en fin cuando dejamos a un lado nuestros intereses y nos damos al hermano. 

Cuando el Señor nos ha bendecido con casa, auto, dinero en el banco, un buen trabajo o jubilación, herencias, etc. y vemos a un hermano en necesidad, lo propio es que abramos el corazón y la cartera, para ayudarle primero materialmente. Si no lo hacemos significa que el Amor de Dios no está en nosotros y hasta podríamos dudar de que el Espíritu Santo more en nuestra vida. El Amor es más que un sentimiento, es más que una convicción, pensamiento o filosofía de vida. El Amor del que habla San Juan en la Biblia, es un don de Dios, el primer fruto del Espíritu Santo. Este Amor no es palabrería sino hechos, acciones. Si usted tiene a Cristo en su corazón amará de ese modo, no “de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.”
 

CONCLUSIÓN.
El amor del que nos habla la Biblia es el Amor de Dios, sin desestimar el amor humano (paternal, fraternal, matrimonial, etc.). El Amor Divino es el que se da por entero al otro, es el “amor ágape”. San Juan señala en estos versículos tres cualidades que identifican al que ama verdaderamente: 1) El que ama no envidia; 2) El que ama da vida; y 3) El que ama obra en verdad.

 

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:

1)      ¿Es lo mismo el amor humano que el amor Divino y por qué?
2)      ¿Qué cualidades identifican al amor cristiano?
3)      ¿Cuáles son, a su juicio, las principales características de la fe cristiana?
4)      ¿De qué forma los cristianos, a través de la Historia, hemos vivido y negado el Evangelio de Amor?
5)      ¿Se puede considerar toda obra benéfica para el Hombre, una obra nacida del amor de Dios?
6)      ¿Cómo se pueden superar en la Iglesia las críticas, murmuraciones, divisiones, rencillas, envidias, competencias y otras actitudes de desamor?
7)      ¿Qué podemos hacer cuando en nuestro corazón o en un discípulo surge la envidia de la gracia del hermano?
8)      ¿Cómo dieron vida Pablo, Pedro, Juan, María y Jesús?
9)      ¿Cuáles son los aspectos positivos y negativos del amor humano (paternal, fraternal, sexual, sentimental)?
10)  ¿Cómo puede ser la aparente conversión de alguien un autoengaño?
11)  ¿Qué es para usted dar amor?
12)  ¿Cómo da vida un jardinero?
13)  ¿Cómo podríamos realmente dar la vida por un hermano?

 

BIBLIOLINKOGRAFÍA.

·         Reina, Casiodoro de (1960) “La Santa Biblia” Estados Unidos: Broadman & Holman Publishers.

·         MacArthur, John. (2011) “Biblia de Estudio MacArthur” Estados Unidos: Thomas Nelson Inc. 

·         (1979) “Dios Habla Hoy, La Biblia Versión Popular” Sociedades Bíblicas Unidas.

·         (1960) “La Santa Biblia” Sociedades Bíblicas Unidas. Recuperado de: http://www.gentle.org/biblia/

·         “Nuevo Testamento, Edición Pastoral” Chile, Ediciones Mundo, 1974.

·         “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España” Disponible en: http://www.rae.es/

·         Concordancia electrónica de la Biblia” Disponible en: http://www.miconcordancia.com/concordancia.php

·         Rizo Martínes, José L. “Diccionario Bíblico” Recuperado de: http://es.scribd.com/doc/50636670/Diccionario-Biblico-Jose-L-Rizo-Martinez#scribd

·         (1966, 1970, 1979, 1983, 1996) Dios habla hoy” ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, Disponible en: https://www.biblegateway.com/versions/Dios-Habla-Hoy-DHH-Biblia/

·         https://es.wikipedia.org/

·         Pérez Millos, Samuel “Comentario Exegético Al Texto Griego del Nuevo Testamento – Hebreos”


·         https://www.biblegateway.com

·         De Aráujo Almeida, Inácio “Los hijos de la envidia” Disponible en: https://es.gaudiumpress.org/content/29819-Los--hijos--de-la-envidia