domingo, junio 27, 2021

REINADO GLORIOSO DE JESUCRISTO

 



“23 La luna se avergonzará, y el sol se confundirá, cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso.” (Isaías 24:23) 

Las culturas más primitivas tienen tendencia al politeísmo esto es adorar muchos dioses. Y lo más divino que ellas encuentran son las fuerzas de la naturaleza contra las cuales deben luchar: la tormenta, el calor excesivo, la sequía, los incendios, los terremotos, etc. Siempre los dioses están en el cielo, en la altura; miran el firmamento y se encuentran con miles de estrellas y dos grandes lumbreras, el sol y la luna, un astro masculino y el otro femenino. Entonces los divinizan; de ahí que existan diosas madres, asociadas a la luna y la fecundidad y dioses paternales y castigadores, como muchos otros pequeños dioses o héroes divinizados. 

La luz y la Verdad de Jesucristo terminaron por opacar todas esas divinidades primitivas. El cristianismo nos enseña que hay un solo Dios y todos los demás no existen, son falsos dioses, ilusiones del hombre. La Escritura puntualiza: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5) Lamentablemente a veces el cristianismo se corrompe con doctrinas que estimulan la adoración de otras entidades, además de Dios. 

Establecida la fe en Jesucristo, toda otra deidad falsa es avergonzada y confundida. Pero, considerando que este texto es profético es decir anuncia algo que sucederá en el último tiempo, asistimos aquí a una personificación o prosopopeya que da características humanas a unos objetos, en este caso la luna y el sol. Tiene por propósito destacar que hasta la naturaleza va a reaccionar cuando regrese el Hijo de Dios. Dice que la luna se avergonzará, lo que tal vez sea literal ya que se conoce el fenómeno de “luna de sangre”, cuando ésta se tiñe de rojo por efecto de acercamiento y reflejo del planeta rojo Marte. 

Jesucristo pondrá fin al período de la “gran tribulación”, el que según los teólogos de la Escatología, durará siete años, llegando a reinar en el monte de Sion en Jerusalén. Así comenzará una nueva era para la Tierra, la cual será gloriosa. Los enemigos de Dios estarán encarcelados y derrotados por mil años y Jesucristo reinará con justicia: 

“26 Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, / 27 y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre; / 28 y le daré la estrella de la mañana.” (Apocalipsis 2:26-28) 

El objetivo de Dios no es vengarse de Sus enemigos y de los que no han querido obedecerle, sino reordenar Su creación terrestre y traer un nuevo período a este mundo, más justo y armonioso en que los hombres vuelvan a vivir en la paz y en la comunión con Dios que tuvieron en Edén. Este es, lejos de ser un motivo de miedo o terror por el Apocalipsis, más bien de alegría, esperanza y confianza en un Dios que desea la paz, el amor y la armonía para el planeta Tierra. Muchos miran la profecía como historias terroríficas que es mejor evitar, pero esto es un error. La profecía anuncia: “Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán” (Apocalipsis 22:3) Esto dice con respecto al reino eterno en la Nueva Jerusalén. Similar será el gobierno del milenio. 

Durante mil años gobernará Jesucristo en el planeta Tierra, como se lee: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.” (Apocalipsis 20:4) Los apóstoles juzgarán a las 12 tribus de Israel: “Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.” (San Mateo 19:28) Algunos cristianos será asignados para juzgar al mundo: “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?” (1 Corintios 6:2) Puede haber diferencias de interpretación de estos textos, pero lo que está claro es que habrá un sistema judicial que mantendrá el orden durante el periodo Milenial. 

También señala este último pasaje bíblico que aquellos mártires de la gran tribulación que no aceptaron la marca del Anticristo ni se sometieron a sus órdenes inicuas, reinarán con Cristo, es decir él les delegará autoridad.

Es bueno conocer todo esto, bueno saber que hay esperanza para este mundo tan perdido y corrompido, tanto material, social como espiritualmente, pero ¿qué nos aporta para el tiempo presente esta palabra profética? De acuerdo a este versículo, podemos proponernos: 

1.      No adorar nada ni nadie que no sea el Señor Jesucristo a quien el Padre ha dado toda autoridad.

2.      Que nuestro testimonio de vida sea intachable, de tal modo que el enemigo se avergüence y confunda.

3.      Que Jesucristo sea ahora nuestro Señor, no esperar el milenio para ello; permitir que Él reine sobre nuestro cuerpo (deseos, acciones), nuestra alma (pensamientos, sentimientos, decisiones) y nuestro espíritu (devoción, sumisión)

4.      Aspirar a la ancianidad, el último escalafón en el desarrollo espiritual (ministerio).


ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO

CAPÍTULO 24

(TERCERA PARTE)

EL FIN DE LA TRIBULACIÓN

© Pastor Iván Tapia


domingo, junio 13, 2021

JUICIOS EN LA GRAN TRIBULACIÓN

 


"Lucifer. el ángel caído" estatua de Ricardo Bellver, 1857
Parque del Retiro, Madrid


Juicio a las autoridades espirituales y humanas.

“21 Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra.” (Isaías 24:21) 

Isaías anunció en su siglo que vendría un juicio muy grande para esta Tierra, que afectaría no sólo a los desobedientes e indiferentes a Dios, sino también a quienes abrazarán en aquella época la fe de Cristo, e incluso al planeta. Aquella “tribulación” será una intervención directa del Señor sobre este mundo. Pero más allá de la tribulación está el juicio final ante el gran trono blanco; dos acontecimientos que no debemos confundir. El primero, la tribulación por siete años, ocurrirá antes de la segunda venida de Jesucristo, será el preámbulo del juicio que Él hará a las naciones. El segundo acontecimiento es muy posterior, después de mil años que gobernará Jesucristo en la Tierra, cuando se levante nuevamente Satanás contra Dios, y se destruirá el planeta, entonces ocurrirá el Juicio que algunos llaman Juicio Final. 

El versículo habla de dos “castigados” por Dios: El “ejército de los cielos en lo alto” y “los reyes de la tierra sobre la tierra”, es decir dos poderes espirituales que se oponen al Señor. El ejército de los cielos en lo alto se refiere a Satanás y sus huestes de ángeles rebeldes a Dios, la tercera parte de los cielos, no es una cantidad menor de oponentes. Estos conforman el reino de tinieblas dirigido por el “príncipe de las tinieblas”, adversario de Dios y de toda persona y grupo que adore a Dios. Es un ejército organizado del cual la Escritura dice: 

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Efesios 6:12) 

“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.” (Colosenses 1:16) 

Tal ejército tiene enceguecida la mente de los incrédulos, ateos y creyentes nominales, les incentiva al pecado, a la rebelión contra Dios: 

“2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, / 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Efesios 2:2,3) 

Los “reyes de la tierra” son los gobernantes de este mundo físico en consonancia con el mundo espiritual de maldad. Reyes, dictadores, presidentes, primeros ministros, son gobernantes humanos, pocos de ellos verdaderamente cristianos, que hayan tenido una conversión al Señor. Puede moverlos un genuino deseo de ayudar al prójimo pero la mayoría va tras el poder, la fama, la ganancia personal y familiar. Para mantener el poder se valen de las armas, el dinero, la elocuencia, las ideas, las palabras halagüeñas y las promesas no siempre cumplidas; procuran agradar a las mayorías, por tanto no respetan siempre las Escrituras ni la voluntad de Dios. Esos gobernantes serán castigados. Acompañan a los gobernantes sus ministros y seguidores más cercanos. Así como las huestes celestiales de maldad serán castigadas, los poderes políticos también serán juzgados, el juicio alcanzará a grandes y chicos. 

Los enemigos de Dios serán castigados, pero los amigos de Él serán premiados. El abogado corrupto no podrá argumentar ante Dios por su causa ni el político deshonesto sobornar a alguien para escapar sin culpa. En verdad los amigos del Señor ya han sido premiados, desde el momento que se reconocieron pecadores, pidieron perdón a Dios y se reconciliaron con Él, fueron salvados de la maldición y comenzaron a experimentar la bendición del Señor, la nueva vida en Cristo, en el Reino de Dios. Los cristianos que entregamos la vida al Señor ya no estamos en el reino del maligno: 

“el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:13)


De: "ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO", CAPÍTULO 24 (TERCERA PARTE) EL FIN DE LA TRIBULACIÓN, © Pastor Iván Tapia

domingo, junio 06, 2021

LA TIERRA SERÁ QUEBRANTADA


ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO

CAPÍTULO 24 (SEGUNDA PARTE)

LA HORA DE LA PRUEBA



© Pastor Iván Tapia


“Temblará la tierra como un ebrio, y será removida como una choza; y se agravará sobre ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará.” (Isaías 24:20) 


La gran tribulación será un tiempo de juicio y prueba para la Humanidad de los últimos tiempos. De acuerdo a la profecía de Isaías, en aquel tiempo: 1) Los santos se regocijarán, aquellos cristianos que no fueron arrebatados o se convirtieron durante ese periodo, a pesar del sufrimiento general ellos se gozarán en Cristo; 2) Los pecadores serán cazados, esto es que serán de una u otra forma alcanzados, sea por el miedo, la muerte o el engaño diabólico; y 3) La Tierra será quebrantada, como efecto del pecado de los impenitentes seres humanos, quienes serán probados pero no pasarán la prueba.


La Tierra será quebrantada.

“19 Será quebrantada del todo la tierra, enteramente desmenuzada será la tierra, en gran manera será la tierra conmovida. / 20 Temblará la tierra como un ebrio, y será removida como una choza; y se agravará sobre ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará.” (Isaías 24:19,20) 

Durante la gran tribulación será quebrantada no sólo la Humanidad sino también su hábitat, la Tierra. Ésta no es culpable del comportamiento nuestro, pero será alcanzada por el juicio de Dios para golpear al mundo pecador impenitente. El libro de Apocalipsis ratifica los juicios anunciados por los profetas del Antiguo Testamento, específicamente Isaías, cuando los describe así:    

“12 Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; / 13 y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. / 14 Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar.” (Apocalipsis 6:12-14) 

“17 El séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho está.  / 18 Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.” (Apocalipsis 16:17,18) 

La Palabra de Dios anuncia un gran terremoto, “un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra”. No dice si será en uno o más continentes pero especifica que será grande y por tanto muchos serán aplastados o morirán a causa de él. Destaca la oscuridad del cielo que no permitirá ver el sol ni la luna en forma normal, como una consecuencia climática del gran sismo. Dice que “las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra” lo que puede significar que habrá lluvias de meteoritos. Además señala movimientos de islas en el océano. 

Literalmente, entonces, “Temblará la tierra como un ebrio”. El Señor zarandeará al Hombre por su pecado y su propia casa, la Tierra, será afectada por él. 

Si nos preguntamos por qué permitirá Dios la gran tribulación, la respuesta ya la entregó la profecía de Isaías cuando dice: “5 Y la tierra se contaminó bajo sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno. / 6 Por esta causa la maldición consumió la tierra, y sus moradores fueron asolados; por esta causa fueron consumidos los habitantes de la tierra, y disminuyeron los hombres.” (Isaías 24:5,6) Y esto se corrobora en la última profecía de la Biblia: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.” (Apocalipsis 3:10) 

Anota el profeta: “la maldición consumió la tierra, y sus moradores fueron asolados”. Morada y moradores, la Tierra y los moradores de la Tierra serán asolados, como consecuencia de su propio pecado. No es responsabilidad de Dios, sino efecto de su comportamiento impío. No es que Dios los maldiga, sino que ellos traerán la maldición sobre sí mismos. 

La palabra “prueba” utilizada en Apocalipsis está aludiendo a las difíciles circunstancias que Dios permitirá que experimente la Humanidad, de modo que esta pruebe su fe en Él y la obediencia a Su Palabra. Por supuesto la Humanidad impenitente no aprobará, no pasará la prueba. 

Los cristianos frecuentemente estamos sometidos a “pruebas” en el sentido que vivimos circunstancias en las que debemos probar ante Dios, el prójimo y nosotros mismos las virtudes cristianas. Es decir que son sometidas a prueba nuestra fe, amor, esperanza, prudencia, justicia, fortaleza, templanza y todas las cualidades derivadas de éstas: 

·         “2 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, / 3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. / 4 Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” (Santiago 1:2-4) 

·         “12 Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, / 13 sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.” (1 Pedro 4:12,13) 

·         “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:7)