ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO
CAPÍTULO 17
(SEGUNDA PARTE)
"Y quedarán en él rebuscos, como cuando sacuden el olivo; dos o tres frutos en la punta de la rama,
cuatro o cinco en sus ramas más fructíferas, dice Jehová Dios de Israel.” (Isaías 17:6)
© Pastor Iván Tapia
“10
Porque te olvidaste del Dios de tu salvación, y no te acordaste de la roca de
tu refugio; por tanto, sembrarás plantas hermosas, y plantarás sarmiento
extraño. / 11 El día que las plantes, las harás crecer, y harás que su simiente
brote de mañana; pero la cosecha será arrebatada en el día de la angustia, y
del dolor desesperado.” (Isaías 17:10,11)
l juicio de Dios
iba a ejecutarse porque Israel había olvidado a Jehová, el Dios de su
salvación. No había buscado al que había sido antes la Roca de la cual bebía en
el desierto, Refugio para toda tribulación. Ellos prefirieron sus jardines
plantando hermosas especies, adornar y adornarse con lo superficial y pagano,
adorando a los dioses extranjeros.
En Isaías 17 se puede ver como el
ejercicio de la autoridad a través de la fuerza y el poder, según es conocida
por el mundo, está destinado a la destrucción. Las potencias de la época en que
profetiza Isaías, las naciones vecinas de Judá, como Siria e Israel, y todas
las que pretendieron despojar al pueblo de Dios, serían destruidas por los juicios
del Señor, serían humilladas por Su mano.
La obediencia a Dios es fruto de la
humildad. Cuando una nación o un individuo no son soberbios y aceptan
sumisamente la autoridad de Dios, prosperan, se enriquecen en valores morales y
espirituales, como también en lo material. En cambio la desobediencia nos aleja
de Dios y Sus bendiciones. Los cristianos deberíamos luchar para que nuestras
naciones se reconciliaran con el Creador y así la mayor cantidad de personas y
la nación entera se encaminara hacia el Reino de Dios.
¿Cuál es el
resultado de la desobediencia de una nación?
1. La desobediencia
produce una mala cosecha.
“4
En aquel tiempo la gloria de Jacob se atenuará, y se enflaquecerá la grosura de
su carne. / 5 Y será como cuando el segador recoge la mies, y con su brazo
siega las espigas; será también como el que recoge espigas en el valle de
Refaim. / 6 Y quedarán en él rebuscos, como cuando sacuden el olivo; dos o tres
frutos en la punta de la rama, cuatro o cinco en sus ramas más fructíferas, dice
Jehová Dios de Israel.” (Isaías
17:4-6)
En esta profecía anuncia Isaías que el
día que Jehová juzgue a Samaria, orgullo de Jacob, el Reino del Norte perderá
su fuerza y ya no será próspero. Será semejante a cuando un segador cosecha
apenas algunas espigas con sus manos. O como al golpear el olivo sólo caen dos
o tres aceitunas en la punta de una rama, máximo cinco en todo el árbol. Esta
es una afirmación del Señor.
Cuando una nación desobedece a Dios
pierde su fuerza moral y espiritual, entonces comienza a decaer, a corromperse y
ya no prospera; no cosecha buenos frutos ni obtiene buenos resultados de sus
esfuerzos porque ha entregado sus decisiones a las fuerzas que se oponen al
bien. Esto mismo se puede decir de sus ciudadanos. Tal vez muchos de ellos se
identifiquen como cristianos pero se han alejado de los principios éticos y
espirituales dictaminados por la Biblia, su Libro Sagrado:
“3
Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre
vosotros, como conviene a santos; / 4 ni palabras deshonestas, ni necedades, ni
truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. / 5 Porque
sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene
herencia en el reino de Cristo y de Dios. / 6 Nadie os engañe con palabras
vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de
desobediencia.”
(Efesios 5:3-6)
Todas estas conductas propias de
personas que no respetan la autoridad Divina, que se dejan arrastrar por sus
pasiones y que carecen de dominio propio, alejan a Dios de ellas y se exponen a
Su ira santa. Puede ser que esos cristianos estén siendo engañados y
arrastrados por personas ateas o agnósticas, movidas por espíritus de las
tinieblas. Los discípulos debemos siempre estar alertas y velar para no caer en
tal error.
Los “rebuscos” de las uvas de los que
habla el texto, pueden significar también los pocos frutos que no fueron
hallados por los recolectores y permanecieron en la vid. Siempre quedarán
algunas aceitunas en el árbol al sacudirlo para cosechar. Estos frutos que no
fueron cosechados podrían representar a un remanente fiel que se salvó del
juicio de Dios. Seamos nosotros ese remanente, antorchas que iluminan la
oscuridad de nuestras naciones, afirmados, fortalecidos y haciendo vida la
Palabra de Dios:
“12
Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia
solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación
con temor y temblor, / 13 porque Dios es el que en vosotros produce así el
querer como el hacer, por su buena voluntad. / 14 Haced todo sin murmuraciones
y contiendas, / 15 para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin
mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual
resplandecéis como luminares en el mundo; / 16 asidos de la palabra de vida,
para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano,
ni en vano he trabajado.” (Filipenses
2:12-16)
La desobediencia a Dios produce una mala
cosecha, esterilidad, malos frutos y afecta a la prosperidad de una nación o de
un individuo y su familia.
2. La desobediencia
produce el abandono y falta de apoyo de Dios.
“7
En aquel día mirará el hombre a su Hacedor, y sus ojos contemplarán al Santo de
Israel. / 8 Y no mirará a los altares que hicieron sus manos, ni mirará a lo
que hicieron sus dedos, ni a los símbolos de Asera, ni a las imágenes del sol.
/ 9 En aquel día sus ciudades fortificadas serán como los frutos que quedan en
los renuevos y en las ramas, los cuales fueron dejados a causa de los hijos de
Israel; y habrá desolación. / 10 Porque te olvidaste del Dios de tu salvación,
y no te acordaste de la roca de tu refugio; por tanto, sembrarás plantas
hermosas, y plantarás sarmiento extraño. / 11 El día que las plantes, las harás
crecer, y harás que su simiente brote de mañana; pero la cosecha será
arrebatada en el día de la angustia, y del dolor desesperado.” (Isaías 17:7-11)
Cuando se cumpla el juicio del Señor el
hombre volverá sus ojos a Dios. Ya no volverá a mirar los altares paganos ni
los iconos fabricados por sus propias manos. Nunca más pondrá sus ojos en los
árboles sagrados ni quemará incienso a sus dioses falsos. Aquel día sus
ciudades amuralladas serán abandonadas, como lo hicieron los heveos y los
amorreos por miedo a los israelitas. El Señor promete en estos versículos que
un resto de Israel y otras naciones paganas serán preservados y se volverán a
Él, abandonando sus religiones falsas.
Las ciudades quedarán convertidas en
desierto pues Israel olvidó al Dios que le salvó, que Él es el único refugio
seguro. El Señor le reprocha que cultive bellos jardines, siembre plantas en
honor a un dios extranjero y con gran dedicación se preocupe de su crecimiento;
mas vendrá la enfermedad y el mal incurable y se perderá la cosecha. El Señor
lo permitirá por causa de la desobediencia e indiferencia de Israel.
El alejamiento de Dios y la negación de los principios bíblicos, que las
naciones comienzan a mostrar en sus leyes, discursos y principios de vida,
tendrá necesariamente una reacción de parte del Señor. Cada día las naciones se
abren más a la aceptación de costumbres que están reñidas con el cristianismo,
como el aborto, las uniones homosexuales, la eutanasia, etc. A medida que esto
sucede, las naciones se alejan más y más de Dios. Es lo que simboliza el
desierto bíblico: la soledad del hombre sin Dios.
Pero seguirán los individuos sintiendo la culpa, la que procurarán acallar
de alguna forma; quizás negando la Ley de Dios, acudiendo a substancias que les
permitan sentirse bien y olvidar el pecado, llenando la mente con una cultura
que les aleje de cualquier sentimiento depresivo. Los pueblos podrán tener
progresos materiales y aparentes éxitos culturales, a los que llamarán
erróneamente “espirituales”, pero finalmente deberán rendir cuenta ante Dios en
el
juicio de las naciones:
“31
Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con
él, entonces se sentará en su trono de gloria, / 32 y serán reunidas delante de
él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor
las ovejas de los cabritos. / 33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los
cabritos a su izquierda. / 34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid,
benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la
fundación del mundo.”
(San Mateo 25:32)
Cuando dedicamos todo el tiempo a las
vanidades de pequeños o grandes proyectos personales, sin ofrecer al Señor los
talentos y esfuerzo, Él permite que éstos no tengan éxito y sufrimos mal y
enfermedad. Nada cosechamos de nuestro egoísmo. La desobediencia a Dios y
egolatría causan el abandono de Dios y nuestra soledad, falta de apoyo Divino
en nuestras obras, por lo tanto fracaso.
No es que Dios sea un Ser egoísta que
sólo quiere que le sirvamos a Él. Todo lo contrario, Él piensa en nuestra plena
realización y la forma de lograrla es entregándonos a Su servicio aplicando los
principios enseñados en la Biblia. El Señor es respetuoso de las decisiones del
hombre y a nadie obliga; si éste no quiere reconocerlo y decide vivir en contra
de la moral cristiana, entonces Dios lo deja hacer y que se atenga a las
consecuencias de ello:
“21
Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron
gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue
entenebrecido. / 22 Profesando ser sabios, se hicieron necios, / 23 y cambiaron
la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible,
de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. /24 Por lo cual también Dios los entregó
a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que
deshonraron entre sí sus propios cuerpos” (Romanos 1:21-24)
La desobediencia a Dios de las naciones
y de los individuos produce el abandono del Señor, en que Él dejará de apoyar, puesto que se le ha dejado
fuera de la cultura y se le ha desconocido.
3. La desobediencia
produce la reprensión y el juicio de Dios.
“12
¡Ay! multitud de muchos pueblos que harán ruido como estruendo del mar, y
murmullo de naciones que harán alboroto como bramido de muchas aguas. / 13 Los
pueblos harán estrépito como de ruido de muchas aguas; pero Dios los
reprenderá, y huirán lejos; serán ahuyentados como el tamo de los montes
delante del viento, y como el polvo delante del torbellino. / 14 Al tiempo de
la tarde, he aquí la turbación, pero antes de la mañana el enemigo ya no
existe. Esta es la parte de los que nos aplastan, y la suerte de los que nos
saquean.” (Isaías 17:12-14)
El profeta invita a escuchar el
estruendo de pueblos numerosos, similar al ruido que hace el mar o la
tempestad. Son las naciones que rugen con violencia y fuerza para amedrentar.
Pero cuando Dios las reprende huyen muy lejos como la paja que se lleva el
viento hacia los montes. Por la tarde parecen muy terribles, pero dejan de
existir antes del amanecer. Así terminan las naciones saqueadoras, las que
arruinan a otras.
La Iglesia está en este mundo para ser
luz de las naciones, para dar consejo, advertir, exhortar, anunciar las
virtudes de Jesucristo: “Mas vosotros
sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios,
para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable” (1 Pedro 2:9)
Pero a veces las naciones actúan del
siguiente modo frente a la Iglesia:
a) No quieren oír
el consejo de Dios, no escuchan a la Iglesia.
b) Los gobernantes
no atienden al llamado del Señor.
c) Desechan el
consejo Divino.
d) No aceptan la
reprensión de Dios.
e) Aborrecen la
sabiduría cristiana.
f) No tienen temor
de Jehová.
“24
Por cuanto llamé, y no quisisteis oír, Extendí mi mano, y no hubo quien
atendiese, / 25 Sino que desechasteis todo consejo mío Y mi reprensión no
quisisteis, / 26 También yo me reiré en vuestra calamidad, Y me burlaré cuando
os viniere lo que teméis; / 27 Cuando viniere como una destrucción lo que
teméis, Y vuestra calamidad llegare como un torbellino; Cuando sobre vosotros
viniere tribulación y angustia. / 28 Entonces me llamarán, y no responderé; Me
buscarán de mañana, y no me hallarán. / 29 Por cuanto aborrecieron la
sabiduría, Y no escogieron el temor de Jehová, / 30 Ni quisieron mi consejo, Y
menospreciaron toda reprensión mía, / 31 Comerán del fruto de su camino, Y
serán hastiados de sus propios consejos.” (Proverbios
1:24-31)
Debido a lo anterior merecen la reprensión
de la Autoridad, ser juzgados por Dios. Sin embargo esta no es la última
Palabra y el misericordioso Señor les da nuevas oportunidades llamándoles al
arrepentimiento:
“8
Pero si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me
arrepentiré del mal que había pensado hacerles, / 9 y en un instante hablaré de
la gente y del reino, para edificar y para plantar. / 10 Pero si hiciere lo
malo delante de mis ojos, no oyendo mi voz, me arrepentiré del bien que había
determinado hacerle.”
(Jeremías 18:8-10)
El Señor es bueno y siempre estará
dispuesto a perdonar y sanar a las naciones que cambien de actitud con Él:
“1
Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal,
que salía del trono de Dios y del Cordero. / 2 En medio de la calle de la
ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce
doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la
sanidad de las naciones.” (Apocalipsis 22:1,2)
Dios quiere sanar y la Iglesia es como
un gran árbol para sanar al mundo. Cada cristiano debiera sanar su alma de toda
culpa, herida, trauma y todo aquello que impide que la gloria del Señor sea
manifestada en él. Luego deberíamos procurar sanar a nuestro entorno, ya que
disponemos de las herramientas para hacerlo: a) El amor de Dios que ha sido
derramado en nosotros por Su Espíritu Santo (aceite); b) El perdón de los
pecados por medio del arrepentimiento y reconocimiento del sacrificio de
Jesucristo en la cruz (sangre); c) La Palabra de Dios que indica el camino de
sanidad y de restauración (agua); d) La comunión de la Iglesia o comunidad
cristiana que brinda un contexto de amor fraternal (vino).
El Señor quiere que seamos obedientes a Él
y a la misión encomendada, la Gran Comisión; que expresemos tanto en nuestro
medio familiar, vecinal, laboral como entre las autoridades el mensaje de
Jesucristo. Si la sociedad está en rebeldía deberíamos advertirle:
“14
Si temiereis a Jehová y le sirviereis, y oyereis su voz, y no fuereis rebeldes
a la palabra de Jehová, y si tanto vosotros como el rey que reina sobre
vosotros servís a Jehová vuestro Dios, haréis bien. / 15 Mas si no oyereis la
voz de Jehová, y si fuereis rebeldes a las palabras de Jehová, la mano de
Jehová estará contra vosotros como estuvo contra vuestros padres.” (1 Samuel 12:14,15)
Es necesario
anunciar al mundo que pronto vendrá Uno que vendrá a juzgar y gobernar sobre
las naciones, el jinete del caballo blanco, Jesucristo:
“11
Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba
se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. / 12 Sus ojos eran
como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre
escrito que ninguno conocía sino él mismo. / 13 Estaba vestido de una ropa teñida
en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. / 14 Y los ejércitos celestiales,
vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. /
15 De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él
las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la
ira del Dios Todopoderoso. / 16 Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito
este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.” (Apocalipsis
19:15)
Como creyente, sin importar la
denominación de la iglesia en que participe, usted debe ser un ejemplo de
virtudes para su prójimo, un espejo que refleja la Persona de Jesús, una luz en
este mundo en tinieblas. No puede basarse en la Gracia de Dios, en Su Espíritu
benevolente y misericordioso, para permitirse pecar; esto es sencillamente
burlarse del Amor de Dios. Precisamente la benignidad de Dios o Su bondad
intrínseca no guía hacia una conducta autocomplaciente y liviana, sino hacia
arrepentimiento:
“3
¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo
mismo, que tú escaparás del juicio de Dios? / 4 ¿O menosprecias las riquezas de
su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al
arrepentimiento? / 5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido,
atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo
juicio de Dios, / 6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras” (Romanos 2:3-5)
Necesitamos los cristianos valorar
mejor, en toda sus dimensiones, el gran Amor de Dios, el cual nos conduce a una
conducta seria, honesta, respetuosa y cuidadosa de Su Persona, en una palabra:
temor del Señor. La desobediencia del hombre produce la reprensión y el juicio
de Dios.
CONCLUSIÓN.
Individuos y naciones necesitan
reconciliarse con Dios e iniciar un camino de obediencia. Es lo que se refleja
en esta segunda parte del capítulo 17 de Isaías, en la profecía contra Israel,
el Reino del Norte. El resultado de la desobediencia a Dios por parte de una
nación es que: 1) La desobediencia a Dios produce una mala cosecha, esterilidad, malos frutos y afecta a la prosperidad;
2) La desobediencia a Dios produce el abandono
del Señor, en que Él dejará de
apoyar, puesto que se le ha dejado fuera de la cultura y se le ha desconocido;
y 3) La desobediencia del hombre produce la reprensión y el juicio de Dios.
PARA TRABAJAR EN EL
CENÁCULO:
1)
¿Es su nación una nación
cristiana?
2)
¿En qué aspectos los ciudadanos de
su país se están alejando de la voluntad de Dios?
3)
¿Cuáles son los resultados de una
cultura atea y agnóstica en una nación?
4)
¿Cuáles fueron los principales
pecados del Reino del Norte, Israel?
5)
¿Quiénes son los responsables del
deterioro de la sociedad actual: los ricos y poderosos, el pueblo, los
profesionales, los políticos, los educadores, los religiosos, otros?
6)
¿Cuándo es buena y cuándo es
negativa la sumisión?
7)
¿Es conveniente la presencia de
políticos cristianos en el gobierno de la nación?
8)
¿Cómo podemos ayudar a la
reconciliación de las personas con Dios?
9)
¿En qué actitudes y acciones
concretas se manifiesta la obediencia de un cristiano a Dios?
10) ¿Es siempre la prosperidad material signo de una buena relación con el
Señor?
11) ¿Cómo podemos insertar nuevamente a Dios en la cultura?
12) ¿Qué espera hoy Dios de Su Iglesia?
13) ¿Quién fue Jehová para los hebreos en el tiempo de los patriarcas
Abraham, Isaac y Jacob?
14) ¿Qué valores morales y espirituales cristianos debe preservar
principalmente nuestra sociedad?
15) ¿Qué peligros corre la Iglesia actual en cuanto a moralidad cristiana y
cómo se pueden evitar y enfrentar?
16) ¿Cuál es a su juicio el remanente fiel en la Iglesia actual?
17) ¿Cómo debe ser el ejercicio de la autoridad en la sociedad actual?
18) ¿Cómo debe ser el ejercicio de la autoridad en la Iglesia actual?
BIBLIOLINKOGRAFÍA.
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Estados Unidos: Broadman & Holman Publishers.
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Siguiendo
al Maestro (05 de noviembre de 2020) “Estudio
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