domingo, abril 25, 2021

EL PECADO, ¿DELITO O ENFERMEDAD?

 ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO

CAPÍTULO 23

(SEGUNDA PARTE)

TIRO Y EL PECADO

Tiro de Fenicia
 

© Pastor Iván Tapia

 

“15 Acontecerá en aquel día, que Tiro será puesta en olvido por setenta años, como días de un rey. Después de los setenta años, cantará Tiro canción como de ramera. / 16 Toma arpa, y rodea la ciudad, oh ramera olvidada; haz buena melodía, reitera la canción, para que seas recordada.”  (Isaías 23:15,16)

“En ese tiempo Tiro será echada al olvido durante setenta años, el tiempo que dura la vida de un rey. Al cabo de esos setenta años se le aplicará a Tiro lo que dice aquella canción de la prostituta: Prostituta olvidada, toma tu arpa, recorre la ciudad, toca buena música, entona muchos cantos, a ver si se acuerdan de ti”  (Isaías 23:15,16 / DHH.)

De esta forma lo traduce una versión popular, resultando bastante clara la comprensión del texto. Teológicamente decimos que la condición de Tiro era el “pecado”, como fue pecado la conducta de Sodoma, Gomorra, Nínive, Egipto, Babilonia, Roma y otras nombradas en la Biblia. Decir “pecado” es considerar la transgresión de la Ley de Dios y todas estas ciudades, incluida Tiro, ofendieron a Dios con su conducta. Su destino como ciudades pecadoras era la muerte, puesto que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23) Cristo vino a la Tierra para sustituir al pecador arrepentido y morir por él. Cualquiera de esas ciudades que se arrepintiere sería perdonada por Dios, como lo fue Nínive a la predicación de Jonás:

“4 Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida. / 5 Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos.” (Jonás 3:4,5) 

Cuando enfocamos el problema de la Humanidad pecadora exclusivamente como un problema de “desobediencia”, estamos considerando al ser humano sólo como “culpable” ante Dios. Sin embargo si entendemos que Adán y Eva fueron, además de culpables de desobediencia, “víctimas” de la serpiente antigua, Satanás, podemos ver que el mal corrompió el alma y el cuerpo de los seres humanos con la enfermedad del pecado. 

Una enfermedad es definida como un debilitamiento del sistema natural de defensa del organismo o de aquellos elementos que regulan el medio interno. Aún desconociendo la causa de una enfermedad, casi siempre se puede explicar en términos de los procesos fisiológicos o mentales.  Otra definición de enfermedad es la de “Alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada por síntomas y signos característicos, y cuya evolución es más o menos previsible” (Organización Mundial de la Salud, OMS.) 

Si confrontamos las definiciones de enfermedad con la condición del pecador, nos daremos cuenta que éste no sólo es un culpable de pecado sino también uno que está enfermo de pecado. Su alma y su cuerpo están enfermos de pecado y están sufriendo las consecuencias de esa enfermedad. Así veremos que el pecador experimenta: 

a)      Un debilitamiento del sistema natural de defensa, no dispone de los elementos espirituales para defenderse de la tentación, aparte de su conciencia; no tiene la ayuda del Espíritu Santo, de la Palabra de Dios ni de la Iglesia. “14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, / 15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, / 16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.” (Romanos 2:14-16) 

b)      Alteración o desviación del estado espiritual y moral puesto que está bombardeado por las huestes de tinieblas. “1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, / 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, / 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Efesios 2:1-3) 

Jesucristo además de ser nuestro Salvador es nuestro Sanador. Él quiere sanar al Hombre de la enfermedad del pecado y sus nefastas consecuencias. La ciudad de Tiro estaba enferma de pecado y la consecuencia de esa enfermedad fue su destrucción y total desolación. El pecado ciertamente es delito, “infracción de la Ley” (1 Juan 3:4), pero también es enfermedad, puesto que el Señor afirma: “Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón” (San Lucas 4:18)


Fragmento del Capítulo 23, Segunda Parte, de "Isaías, el Profeta Mesiánico"


domingo, abril 11, 2021

EL JUICIO DE TIRO I

 ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO

CAPÍTULO 23

(PRIMERA PARTE)

EL JUICIO DE TIRO



© Pastor Iván Tapia

 

“Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes.” (Isaías 13:11)

Dolor y vergüenza ante el juicio de Dios.

“1 Profecía sobre Tiro. Aullad, naves de Tarsis, porque destruida es Tiro hasta no quedar casa, ni a donde entrar; desde la tierra de Quitim les es revelado.  / 2 Callad, moradores de la costa, mercaderes de Sidón, que pasando el mar te abastecían. / 3 Su provisión procedía de las sementeras que crecen con las muchas aguas del Nilo, de la mies del río. Fue también emporio de las naciones. / 4 Avergüénzate, Sidón, porque el mar, la fortaleza del mar habló, diciendo: Nunca estuve de parto, ni di a luz, ni crié jóvenes, ni levanté vírgenes. / 5 Cuando llegue la noticia a Egipto, tendrán dolor de las nuevas de Tiro.” (Isaías 23:1-5)

Una versión popular lo expresa así: “Profecía contra Tiro: Las naves de Tarsis están gimiendo, porque el puerto ha sido destruido. El puerto de Chipre ha sido arrasado. / La gente de Tiro y los comerciantes de Sidón guardan silencio. Sus agentes atravesaban el mar / y sus aguas inmensas. Sacaban sus ganancias del grano de Sihor, de las cosechas del Nilo, y comerciaban con las naciones. / Llénate de vergüenza, Sidón, fortaleza del mar, pues tendrás que decir: “Ya no tengo dolores de parto, ya no doy a luz. Ya no tengo hijos que criar ni hijas que educar.” (DHH)

Esta profecía pronunciada y escrita por Isaías es contra la gran ciudad marítima de Tiro. Rica en comercio y prosperidad material, quedaba al norte de Israel y era la ciudad más importante de los fenicios, un poder marítimo del Mediterráneo. Constituía el centro de un gran imperio comercial, a pesar de no ser de gran extensión territorial ni contar con un gran ejército.

Estaba dividida en dos zonas:

1)      La Tiro continental que fue conquistada por los asirios y babilonios, como lo profetizó Isaías y Ezequiel:

“1 Aconteció en el undécimo año, en el día primero del mes, que vino a mí palabra de Jehová, diciendo: / 2 Hijo de hombre, por cuanto dijo Tiro contra Jerusalén: Ea, bien; quebrantada está la que era puerta de las naciones; a mí se volvió; yo seré llena, y ella desierta; / 3 por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo estoy contra ti, oh Tiro, y haré subir contra ti muchas naciones, como el mar hace subir sus olas. / 4 Y demolerán los muros de Tiro, y derribarán sus torres; y barreré de ella hasta su polvo, y la dejaré como una peña lisa. / 5 Tendedero de redes será en medio del mar, porque yo he hablado, dice Jehová el Señor; y será saqueada por las naciones. / 6 Y sus hijas que están en el campo serán muertas a espada; y sabrán que yo soy Jehová.” (Ezequiel 26:1-6)

2)      La Tiro insular, conquistada por Alejandro Magno en el año 332 a.C. Arrasó la ciudad continental para construir una calzada usando los restos de las construcciones, hacia la nueva ciudad situada en la isla. Este hecho dio cumplimiento a otra profecía:

“Y te pondré como una peña lisa; tendedero de redes serás, y nunca más serás edificada; porque yo Jehová he hablado, dice Jehová el Señor.” (Ezequiel 26:14) 

El rey Hiram de Tiro fue quien suplió a su gran amigo, el rey David y Salomón de madera en gran cantidad para la construcción del Templo. También le entregó a Salomón marineros para que iniciara una flota marítima y activara un comercio marítimo: “21 Y todos los vasos de beber del rey Salomón eran de oro, y asimismo toda la vajilla de la casa del bosque del Líbano era de oro fino; nada de plata, porque en tiempo de Salomón no era apreciada. / 22 Porque el rey tenía en el mar una flota de naves de Tarsis, con la flota de Hiram. Una vez cada tres años venía la flota de Tarsis, y traía oro, plata, marfil, monos y pavos reales.” (1 Reyes 10:21,22) 

En su lado negativo, de Tiro salió Jezabel, esposa de Acab, la malvada gobernante de Israel. 

Los marinos de Tiro, al escuchar sobre la destrucción de su amado puerto, aúllan de dolor. Están regresando las naves desde Tarsis y se enteran de la triste noticia de la destrucción de Tiro. Ven el humo elevándose en la ciudad y lamentan que ya no será ese gran centro que comerciaba con Sidón, la otra ciudad fenicia. Ya no llegarán las riquezas de Egipto a la Tiro considerada “emporio de las naciones”. Tiro había nacido gracias a Sidón, pero ahora sucumbía. Los egipcios también lamentarían la caída de la gran Tiro. Sidón y Tiro eran dos grandes ciudades fenicias, la primera fue la ciudad madre más luego fue superada por la rica y orgullosa hija. 

Esta primera parte de la profecía es el lamento de los marinos, comerciantes y todos los que disfrutaban del poder comercial del puerto de Tiro, por su destrucción. Esto afectaría a la ciudad como a los países que comerciaban con ella, como Egipto. 

Isaías anuncia un juicio venidero contra Tiro, el que traerá dolor y vergüenza a todos los que usufructuaban de sus riquezas. La reacción que tenga una persona frente al juicio de Dios dependerá de su grado de fe y madurez. Algunos podrán sentirse adoloridos por las pérdidas materiales pero no avergonzarse de su comportamiento; otros, quizás los menos, reaccionarán con dolor de arrepentimiento y decidirán tomar un rumbo distinto en sus vidas; pero también habrá quienes se molesten con el enemigo, las circunstancias de la vida, Dios en caso de que sean creyentes y endurezcan aún más sus corazones. La conducta correcta ante el juicio Divino debe ser la de acatamiento, arrepentimiento y sumisión a Él y Su voluntad. El juicio puede ser una circunstancia dolorosa (muerte del cónyuge, alejamiento de un hijo, pérdida del trabajo, enfermedad grave, una catástrofe, etc.) para quien está alejado de Dios o en rebeldía. La solución es la conversión, el camino de regreso a Dios, el cambio absoluto de actitud: 

“13 Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo; / 14 si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. / 15 Ahora estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración en este lugar; / 16 porque ahora he elegido y santificado esta casa, para que esté en ella mi nombre para siempre; y mis ojos y mi corazón estarán ahí para siempre.” (2 Crónicas 7:13-16)

 

De "Isaías, el Profeta Mesiánico", capítulo 23 (I Parte)

domingo, abril 04, 2021

TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN

 MENSAJES DE SEMANA SANTA

DOMINGO DE RESURRECCIÓN



© Pastor Iván Tapia 

“Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús,

y abundante gracia era sobre todos ellos.”

Hechos 4:33 

L

a palabra “resurrección” proviene del latín resurrectio, que quiere decir levantarse de nuevo, resurgir o alzarse una vez más. En griego es “anástasi” (Ανάσταση) y significa la restauración de la vida, junto con la plenitud del ser y la personalidad, posterior a la muerte. Jesucristo se autodefinió como “la resurrección”: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.”  (San Juan 11:25) 

La creencia en una resurrección general en que todos los muertos resucitarán a la vez, no es bíblica. Jesús habló de una resurrección para vida: 

28 No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; / 29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.” (San Juan 5:28,29) 

No hay una sola resurrección sino varias. La Biblia establece un orden para las distintas resurrecciones: 

“20 Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. / 21 Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. / 22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. / 23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. / 24 Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia.” (1 Corintios 15:20-24) 

Jesús resucitó a algunos, como a Lázaro; después resucitó Él, luego de haber permanecido casi tres días en la sepultura; y cuando regrese a buscar a los Suyos, resucitarán los que murieron creyendo en Él. 

Sin embargo hay otra resurrección, la que ocurrirá con los que no creyeron en Jesús: 

“4 Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. / 5 Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. / 6 Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.” (Apocalipsis 20:4-6) 

La bestia es el Anticristo; quienes no le adoraron son los que resucitarán para reinar por mil años con Cristo; pero los que no creyeron resucitarán después de ese milenio. Se entiende que esta es una segunda resurrección, ya que la primera es la de los creyentes. Esa segunda resurrección será para juicio y condenación. 

Pero lo que hoy nos ocupa es la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Hay quienes ponen un manto de duda sobre esa resurrección, incluidos algunos teólogos que postulan que la resurrección física de Jesús es una metáfora y que Él “resucita” en los creyentes como un ideal. Para comprobar la resurrección de Jesús no necesitamos más pruebas físicas que la tumba vacía. Esa es la prueba más contundente. No hay cuerpo, no hay cadáver, sólo hay testimonios y testigos de Su resurrección. A los cristianos nos basta la Escritura para comprobar la resurrección de nuestro Señor y esas razones también debieran ser suficientes para los incrédulos.

¿Cómo se comprueba la resurrección en la Escritura?

 1.   El testimonio de los Evangelios. Es claro y contundente. Los cuatro evangelistas coinciden en el hecho de que no fue hallado el cuerpo de Jesús en la tumba sino que apareció Él vivo, primero a las mujeres y luego a los apóstoles.

2. El testimonio de San Pablo. Es un testimonio de fe. Jesucristo transformó totalmente su vida y tuvo una relación directa con él. El Apóstol es el más grande teólogo del cristianismo y dio su vida por Jesús. Es imposible que inventara su relación con el Resucitado.

3. El testimonio de San Pedro. El apóstol Pedro es un ferviente testigo de la resurrección de su Maestro. Lo vio resucitado, conversó con Él y fue al martirio por Su doctrina. Este venerable anciano de la primera Iglesia no inventó la resurrección ni fue un alucinado.

4. El testimonio de los adversarios. Quizás los adversarios de los cristianos no dieron testimonio de la resurrección de Jesucristo, pero sí se vieron obligados a reconocer que no se encontró su cuerpo. Desde entonces sólo pudieron murmurar, mentir y blasfemar de los creyentes y el Evangelio; y enrabiados perseguirlos con odio hasta el martirio.


De "Mensajes de Semana Santa", Pastor Iván Tapia.