domingo, diciembre 22, 2019

JESÚS, PRÍNCIPE DE PAZ.


MENSAJES DE NAVIDAD
AÑO 2019




© Pastor Iván Tapia

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” (Isaías 9:6)

S
halom Adonai! Este saludo hebreo significa “la paz del Señor”. Jehová o Yavé es un Dios de paz. Incluso en un lugar de la Escritura se le nombra como Jehová Shalom, Dios de Paz.

El profeta Isaías inició su ministerio el año 758 AC es decir ocho siglos antes de que naciera Jesús en Belén de Judea. Sin embargo, en su visión, este hombre iluminado por Dios ve al Mesías, el Salvador, ya nacido y con un principado, o sea una autoridad Divina sobre la Humanidad. Cinco títulos le atribuye: Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

El Mesías judío ha de ser una persona admirada por todos, alguien especial; un consejero de la gente, quien orientará a muchedumbres y gobernantes en cómo obedecer y hacer la voluntad de Dios; un ser lleno de fortaleza y poder; un verdadero padre espiritual y para eternidad, jamás dejará de serlo para el Hombre; y, por último, una autoridad superior que traerá la verdadera paz a los seres humanos.

Sobre este último aspecto queremos detenernos a reflexionar en esta oportunidad. El Mesías para los judíos, el Cristo para los griegos y el Salvador para nosotros, Jesucristo es un Príncipe de Paz. Él mismo lo declaró así: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (San Juan 14:27)

¿A qué paz se refiere Jesús y la Escritura? ¿Es la ausencia de guerras, una vida tranquila en esta Tierra libre de conflictos bélicos, las buenas relaciones humanas, o se trata de otro tipo de paz?

¿Qué tipo de paz trajo Jesús a la Humanidad?

  1. La paz con Dios, fruto de la reconciliación.
“17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. / 18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; / 19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.” (2 Corintios 5:17-19)

Jesús, al entregarse a Dios como Víctima en la cruz, pagando el precio de nuestros pecados, nos reconcilió con el Padre. Dios nunca ha sido nuestro enemigo ni estaba en guerra contra nosotros; al contrario, nosotros estábamos contra Él y necesitábamos reconciliarnos, pero esto era imposible de nuestra parte. No podíamos hacer algo pues todos nuestros actos de una u otra forma encierran vanidad, orgullo, soberbia, ira, envidia, en fin pecado. La única solución era que un verdadero Santo pagara el precio de nuestra maldad. Ese Santo fue Jesucristo, el Hijo de Dios. Él puso en paz al Hombre con Dios. Debemos mucho a Jesucristo, el Hijo, quien nos reconcilió con el Padre.


  1. La paz en la conciencia, fruto de la fe.
“1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; / 2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.” (Romanos 5:1,2)

Al creer individualmente en Jesucristo, que es el Hijo de Dios y que murió en la cruz pagando el precio de nuestros pecados, recibimos el perdón Divino, lo cual borra de nuestras conciencias todo pecado y culpa. Ahora podemos relacionarnos libremente con Dios, pues estamos seguros que Él ya nos perdonó en Cristo de todo pecado pasado, presente y futuro. Y por si alguna duda quedara, San Juan nos dice:

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9)

Jesucristo pone paz en la conciencia del pecador perdonado por Dios.


  1. La paz con el prójimo, fruto del amor.
“Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros.” (2 Corintios 13:11)

El Señor nos llama a una vida de paz con Él, nosotros mismos y el prójimo. Desea darnos una paz duradera, que va más allá de nuestros días en esta Tierra, una paz eterna. Los cristianos no hacemos enemigos sino amigos; nuestros enemigos son amados, como el Maestro Jesús lo indicó:

“43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. / 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; / 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” (San Mateo 5:43-45)

Por Su gran Amor, Él vino a establecer la paz entre los pueblos judíos y los demás, las gentes o gentiles. Los cristianos no estamos en guerra contra judíos y musulmanes, puesto que estas tres religiones tienen como padre de su fe al patriarca Abraham. Tampoco son nuestros enemigos los seguidores de Buda, Krisna u otra religión del planeta, puesto que todos creemos en un Dios Todopoderoso, Misericordioso, Compasivo y Eterno. Ese Dios Único un día se encarnó y reveló en JESUCRISTO, Camino, Verdad y Vida. Su mensaje es el Evangelio, también llamado Evangelio de la paz:

“Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos.” (Hechos 10:36)

CONCLUSIÓN.
Muchos hablan de paz, organizaciones nacionales e internacionales buscan la paz de las naciones, pero hay Uno sólo que nos da la verdadera paz, Jesús de Nazaret, conocido como Joshua, el Hijo de Dios. La Paz que Él trajo a la Humanidad es: 1) La paz con Dios, fruto de la reconciliación; 2) La paz en la conciencia, fruto de la fe; y 3) La paz con el prójimo, fruto del amor.

En esta Navidad, Dios nos invita a reconciliarnos y ponernos en paz con Él, Yavé-Shalom, fuente de Paz verdadera. Sólo así, reconociendo nuestras faltas y enmendando el camino, conquistaremos la paz para nosotros mismos, lo que redundará en paz para la familia, los amigos y aún aquellos que a veces consideramos “enemigos”. Será la mejor forma  de honrar a Jesús, nacido en Belén, Príncipe de Paz.

“Evenu shalom alejem”, la paz sea con todos vosotros.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)      ¿En qué situaciones ha experimentado a Dios como Jehová Shalom?
2)      ¿Qué títulos le atribuye Isaías al Mesías?
3)      ¿Por qué la Escritura llama al Salvador “Príncipe de Paz”?
4)      ¿Qué quiere transmitir Jesús cuando dice: “mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da”?
5)      ¿A qué tipo de paz se refiere Jesucristo en Su mensaje?
6)      ¿Es la paz evangélica ausencia de guerras, una vida tranquila libre de conflictos y buenas relaciones humanas?
7)      ¿Qué tipo de paz trajo Jesús a la Humanidad?
8)      ¿Podemos considerar enemigos a los creyentes de otras religiones?
9)      ¿Quiénes son los enemigos de los cristianos?
10)  ¿En qué consiste lo que San Pablo llama “la palabra de la reconciliación.”?
11)  ¿Qué se requiere para que Dios perdone nuestros pecados?
12)  ¿Por qué a veces se llama al mensaje de Jesucristo “Evangelio de la paz”?
13)  ¿En qué circunstancias las personas de este tiempo pueden ser consideradas enemigas de Dios?
14)  ¿Cuál es la relación entre los siguientes elementos: culpa, perdón, conciencia, paz, fe?
15)  ¿Actúa el perdón de Dios en forma colectiva o individual; es decir toda la Humanidad ha sido perdonada en Cristo o sólo los individuos arrepentidos son los perdonados?

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