domingo, diciembre 27, 2020

VIDA DEVOCIONAL INTEGRAL

 EL DISCÍPULO FIEL

CAPÍTULO II

FORMANDO UN DISCÍPULO FIEL

 "Cristo y la samaritana", Giovanni Francesco Barbieri "Guercino", 1640



© Pastor Iván Tapia

“20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. / 21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. / 22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. / 23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. / 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.”  (San Juan 4:20-24)

Jesús enseñó a la mujer samaritana algo que todo cristiano debe entender: que la adoración a Dios no necesariamente se da en un templo, capilla o lugar que consideramos sagrado, sino que se da en un ámbito espiritual, no espacial, en otra dimensión de realidad. Es la realidad sobrenatural, la realidad del Espíritu. Allí debemos tener comunión con el Señor. Esto implica dejar tareas y preocupaciones seculares para dedicarse sólo a la oración o conversación con Dios; a Su alabanza o canto a Dios; a su adoración expresándole nuestra admiración; a meditar en Él y Sus grandes  verdades reveladas en la Palabra de Dios; en fin a contemplarlo en Su majestuosidad y Santidad. Eso es devoción al Señor.

La vida devocional es la vida de relación con Dios, la conversación con Él, la comunicación que el discípulo de Jesucristo debe cultivar porque alimentará su alma y su espíritu; la relación con un Padre que nos ama infinitamente, con un Jesús que es el Cristo Salvador de nuestras vidas, con un Espíritu de Amor que habita en nuestros corazones y nos impulsa a vivir la vida de Jesús cada día. ¿Cómo será esa comunicación, cómo se desarrollará? Pues a través de ciertas actividades básicas, a saber: Oración, alabanza, adoración, ayuno, meditación, por nombrar las más frecuentes.

Estimular esa relación integral con Dios es una tarea importante a realizar con el discípulo fiel. Hay dos aspectos a considerar en esto: a) Por un lado que el fiel tenga una disciplina de oración, es decir que se disponga a tener comunión sólo con Dios en determinados días de la semana y cumpla con esa autodisciplina, y b) Por otro motivar a que el discípulo busque al Señor libremente, que tenga verdadero deseo de estar a solas con Dios, como lo hizo Jesús en el principio de Su ministerio apartándose al desierto o como lo hizo el Apóstol: “15 Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, / 16 revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre, / 17 ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco.” (Gálatas 1:15-17)

Si en el aprendiz nos concentramos exclusivamente en la oración, en el fiel expandiremos su vida devocional en todos sus aspectos:

1)      La oración. Recalquemos que la oración es sobre todo una conversación con Dios, lo que implica la naturalidad con que se hace, exenta de toda complicación y con completa sencillez, sin necesidad de posturas ni lenguajes especiales. Para los que tienen el don, hablar en lenguas es una forma exaltada de comunicación más profunda con el Señor, de espíritu a Espíritu. Es conveniente que se separe por lo menos un día de la semana para estar a solas con Dios en oración, podrá acompañarlo de ayuno para desatar ligaduras de opresión y alimentarse con la Palabra de Dios. La oración acompaña diversos momentos del día de un cristiano: al despertar, antes de cada comida y al ir a dormir; pero el Apóstol es enfático al decir que debemos orar sin cesar, es decir en todo momento. Esto significa estar siempre conectados a Dios para recibir Sus comunicaciones:16 Estad siempre gozosos. / 17 Orad sin cesar. / 18 Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. / 19 No apaguéis al Espíritu.” (1 Tesalonicenses 5:16-19) “18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; / 19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el isterio del evangelio” (Efesios 5:18,19) 

2)      La alabanza. Es el canto a Dios, el que puede ser leído, memorizado, creado en el instante, en lenguas o acompañado de gestos y danzas. Una alabanza es un poema cantado que elogia y agradece a Dios y debe ser interpretado de corazón y no mecánicamente. La Biblia nos invita a alabar a Dios con instrumentos, baile y en medio de la creación. Insinúa que todo el universo alaba al Señor y nosotros estaríamos uniéndonos a esa alabanza: “1 Alabad a Dios en su santuario; Alabadle en la magnificencia de su firmamento. / 2 Alabadle por sus proezas; Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. / 3 Alabadle a son de bocina; Alabadle con salterio y arpa. / 4 Alabadle con pandero y danza; Alabadle con cuerdas y flautas. / 5 Alabadle con címbalos resonantes; Alabadle con címbalos de júbilo. / 6 Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya.” (Salmos 150:1-6)

3)      La adoración. Es la expresión de nuestra admiración hacia un Dios Todopoderoso. Adorar es rendir culto a Dios en espíritu y en verdad, reconociendo todas Sus más admirables características como Creador, Salvador, Señor, Maestro, etc. Es la exaltación de Dios: “1 Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos, Dad a Jehová la gloria y el poder. / 2 Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.” (Salmos 29:1,2)

Los magos del oriente adoraron a Jesús recién nacido: “1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, / 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.” (San Mateo 2:1,2)

Los discípulos le adoraron: “30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! / 31 Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? / 32 Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. / 33 Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.” (San Mateo 14:30-33)

Los seres celestiales, los patriarcas y los apóstoles le adoran en los cielos eternamente: “9 Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, / 10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: / 11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.” (Apocalipsis 4:9-11)

4)      La meditación. Es una reflexión íntima y profunda sobre Dios y todo lo que se relaciona con Él; es una oración sin palabras; es sólo escuchar a Dios en el silencio, la que reporta gran satisfacción y alimento espiritual: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.” (Salmos 19:14)

5)      La contemplación. Ver con los ojos del espíritu en la quietud, en actitud de oración, contemplar en silencio la hermosura del Señor, Su majestad y Santidad: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.” (Salmos 27:4); “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra.” (Salmos 46:10)

Si motivamos al fiel para cultivar una relación así con el Señor, su vida devocional se verá grandemente enriquecida y fortalecida para conocer mejor a Dios, servir con más amor a la Iglesia y enfrentar toda circunstancia futura.

 

(De: "El Discípulo Fiel", Capítulo II)

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