lunes, noviembre 04, 2019

LA LEY Y EL EVANGELIO.


 
LA FE REFORMADA.
TEMA VII
 
© Pastor Iván Tapia 

Lectura bíblica: “porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados.” (Romanos 2:13 

Idea central: Comprensión de la Ley por la Reforma. 

Objetivos: a) Dar gracias a Dios por los reformadores que lucharon por restablecer la Verdad de la Palabra de Dios; b) Comprender que la Ley de Dios no se satisface sólo con las obras, sino con el corazón; c) Comprender que nadie puede cumplir toda la Ley, puesto que llevamos una raíz de pecado; d) Comprender y agradecer que Cristo cumplió la ley por nosotros; e) Comprender y valorar la Ley como un espejo que nos muestra nuestra condición; y f) Comprender, valorar y difundir la justificación por fe sin las obras de la ley. 

Resumen: Martín Lutero y los reformadores profundizaron los conceptos básicos de la salvación, entre ellos la Ley, aclarando su significado; posición del hombre y de Jesucristo ante ella; su propósito y rol en la conversión y la vida cristiana.
 

L
a Iglesia en el siglo XVI estaba enfrentada a una enorme crisis moral. Era acusada por el mundo de corrupción, mundanalidad, ambición de lucro y de un total descuido de su misión evangelizadora, poniendo más interés en actividades profanas. Los reyes poderosos deseaban desprenderse del yugo del papado, tener autonomía para ejercer su autoridad y tomar sus propias decisiones. Muchos pensadores religiosos, algunos provenientes del Humanismo, propusieron un profundo cambio espiritual, retornando a las fuentes del cristianismo, abogando por una experiencia personal del Evangelio, liberándose de la tutela doctrinal de la Iglesia. 

En este contexto surge en Alemania el monje agustino Martín Lutero, quien critica a la Iglesia por el tráfico de “indulgencias” como un abuso de poder y doctrina falsa sin base en la Biblia.  Tal cosa alejaría al pueblo de la confesión y el arrepentimiento verdaderos, ya que bastaba con pagar dinero a la Iglesia y se obtendría el perdón de los pecados. Lutero predicó contra esta práctica y una noche leyó el siguiente pasaje bíblico que le llevaría a iniciar la Reforma: 

“16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. / 17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.” (Romanos 1:16,17 

El 31 de octubre de 1517 clavó en las puertas de la catedral de Wittenberg, 95 tesis teológicas para debatir sobre la venta de indulgencias, condenando la avaricia y el paganismo en la Iglesia. Así se inicia un largo camino de discusión, persecución, discordia y finalmente división de la Iglesia en dos posiciones diferentes: catolicismo y protestantismo. 

Tres principios fundamentan la posición de Lutero y consecuentemente de toda iglesia protestante o evangélica, los tres “solos” de la salvación y la vida cristiana: 1) Sólo fe, 2) Sólo Cristo, y 3) Sólo Escritura. 

En la teología de Lutero y los demás reformadores destaca el concepto de Ley, basado en los escritos del apóstol Pablo, especialmente la Carta a los Romanos.
 

¿Cómo entienden la Ley, San Pablo y los reformadores? 

1.      La Ley de Dios no se satisface sólo con las obras.

“De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.”  (Romanos 7:12)

“Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.” (Romanos 7:14) 

Lutero enseñó que cuando San Pablo utiliza la palabra “ley” en sus cartas, no se refiere a ella en el sentido que la toman los hombres. Generalmente pensamos que ley es una orden superior de lo que debemos hacer y no hacer. Las leyes humanas son dictadas por la autoridad y el ciudadano debe cumplirlas, aunque no lo haga de corazón; lo importante para la ley humana es que se obedezca la orden.  

Como los pensamientos de Dios son muy distintos a los del hombre, Él juzga lo íntimo del ser: “8 Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. / 9 Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.” (Isaías 55:8,9).  

Tenemos que entender, entonces, que la Ley de Dios no se satisface sólo con las obras, sino que se dirige al corazón, a lo más íntimo del ser humano. Por eso Jesús advierte en el Sermón del Monte:  

·         “21 Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. / 22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.” (San Mateo 5:21,22) 

·         “27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. / 28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.” (San Mateo 5:27,28) 

La Ley de Dios no se satisface con obras, desea que el hombre obre con un corazón sincero. Al Señor le repugnan la hipocresía y la mentira: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.” (San Mateo 23:23)
 

2.      Nadie puede cumplir toda la Ley.

“21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. / 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; / 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.” (Romanos 7:21-23) 

Dado que no hay ser humano que pueda guardar de corazón toda la Ley de Dios, la Biblia no trata de mentirosos: “Y dije en mi apresuramiento: Todo hombre es mentiroso.” (Salmos 116:11) Ningún hombre ni mujer pueden guardar la Ley de todo corazón, siempre hay que hacer un esfuerzo para amar a algún prójimo y con desgano cumplimos muchos mandamientos. Nos cuesta hacer el bien; si somos honestos con nosotros mismos, reconoceremos que muchas veces no nos agrada hacer el bien y con placer hacemos el mal.

Si no sentimos placer en hacer lo bueno, encontraremos que no hay una armonía de nuestros corazones con la Ley de Dios. Él nos pide lealtad y somos desleales; nos pide fidelidad en las relaciones matrimoniales y de amistad, más caemos en la infidelidad; nos demanda  reverencia y blasfemamos; nos insta a la santidad y somos profundamente pecadores; en fin Su Ley expresada en mandamientos pide respeto, pureza, honestidad, veracidad, contentamiento, y no siempre respondemos adecuadamente a ello. Somos pecadores, es decir no obramos como Dios quiere que lo hagamos. Él declara Su voluntad en la Ley, la que conduce a la santidad o perfección: “Bienaventurados los perfectos de camino, Los que andan en la ley de Jehová.” (Salmos 119:1).  

No hacer la voluntad de Dios, o sea no cumplir la Ley, es pecar: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.” (1 Juan 3:4) Al Señor le ofende el pecado y rechaza, no al hombre, sino su desobediencia. Esta reacción de Dios la Escritura la denomina ira: “La ira de Jehová soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga mi justicia; él me sacará a luz; veré su justicia.” (Miqueas 7:9).  

Como Dios es Santo y Justo, Él manifiesta Su ira también en forma propia y justa, sólo que actúa con paciencia y compasión, además de justicia:   

“6 Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; / 7 que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.” (Éxodo 34:6,7) 

Aunque muchas obras humanas aparezcan como buenas y la persona muestre una vida honrada, Dios ve el fondo del ser humano y ante ese pecado surge la merecida ira de Dios: 

“5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, / 6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: / 7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, / 8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; / 9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego” (Romanos 2:5-9) 

Nadie puede cumplir toda la Ley y peca contra Dios faltando a algún mandamiento, lo que provoca la ira del Señor.
 

3.      Los hacedores de la ley serán justificados.

“12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; / 13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados.” (Romanos 2:12,13) 

En base a la permanente actitud humana de rebeldía frente a la Ley de Dios, es que el apóstol Pablo concluye que todos los judíos son pecadores. Enfatiza que no es suficiente escuchar y conocer la voluntad de Dios, sino practicarla de corazón. 

Esto significa que nadie debe considerarse cumplidor de la Ley de Dios cuando realiza las obras que Dios pide, pero sólo externamente, sino que cuando es más que palabras. Hay maestros espirituales que son buenos teóricos de la fe, pero sus vidas no reflejan esa enseñanza. Por ellos, San Pablo escribe: “21 Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? / 22 Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? / 23 Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? / 24 Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros.” (Romanos 2:21-24) 

Este modo de actuar condenaba a los judíos y a cualquier persona que desee justificarse ante Dios por medio de sus buenas obras: “Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.” (Romanos 2:1) 

Lutero argumentaba en este punto lo siguiente: “Por eso puedes ver ahora que los disputadores escolásticos y sofistas son seductores, cuando enseñan prepararse con obras para la gracia”.  

Los escolásticos fueron aquellos teólogos cristianos que practicaron la Escolástica, movimiento filosófico y teológico que utilizó parte de la filosofía grecolatina clásica además de la hebrea y árabe, para comprender la revelación. Predominó en la Edad Media, posterior a los padres de la Iglesia y se basó en la coordinación entre fe y razón, entendiendo que “la Filosofía es sierva de la Teología”. Predominó en las escuelas catedralicias y las universidades, especialmente entre los siglos XI y XV. La Escolástica era un método de trabajo intelectual en que todo pensamiento debía someterse al principio de autoridad, sobre todo de la Biblia. Incentivó el razonamiento y la especulación, con un riguroso sistema lógico y un esquema del discurso que debía ser capaz de someterse a discusión.  

Los sofistas, del griego “sophía” o sabiduría, eran en la Antigua Grecia, expertos en retórica, el arte del bien hablar, se dedicaban a la enseñanza del sentido de las palabras y de la virtud; eran maestros contratados y con proyectos bien definidos en cuanto a la educación de personas con miras a la política. Se llama “sofisma” a una argumentación adulterada con el fin de establecer y defender una falacia o deducción falsa. Es en este sentido que lo utiliza Lutero. 

El Reformador consideraba a escolásticos y sofistas unos cautivadores de las conciencias, manipuladores del pensamiento, cuando enseñaban que para recibir la gracia había que prepararse con obras. Argumenta “¿Cómo se puede preparar con obras para el bien, aquél que al ejecutar cualquier obra buena lo hace con desgano y contra su voluntad en su corazón?” Comparemos este pensamiento con lo que San Pablo plantea en su carta sobre las obras de la Ley, es decir las obras que se hacen tratando de cumplir la Ley de Dios, Su voluntad:  

·         “19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; / 20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.” (Romanos 3:19,20) 

·         “27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. / 28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. (Romanos 3:27,28) 

·         “5 Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. / 6 Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra.” (Romanos 11:5,6) 

Lutero preguntaba “¿Cómo podrá agradar a Dios lo que proviene de un corazón desganado y mal dispuesto?” Esto es concordante con lo que Jesús plantea, que el mal habita al interior del hombre, en su corazón: “18 Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. / 19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.” (San Mateo 15:18,19) 

Dios desea que Su Ley de Amor se cumpla, porque en verdad los diez mandamientos se resumen en una sola palabra, Amor, sea éste amor a Dios, amor al prójimo o amor a sí mismo. Dios quiere que cumplamos esa ley con agrado, que vivamos piadosamente y en forma correcta, sin Su imposición, como si no hubiera un mandamiento escrito ni un castigo. Pareciera que para el hombre, desde su caída en el Edén, esto es imposible y así lo ha querido demostrar el Señor: “7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; / 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.” (Romanos 8:7,8 

Sólo los hacedores de la Ley serán justificados, mas es imposible para el hombre caído obrar la Ley, pero Cristo la cumplió por nosotros, para nuestro perdón y salvación. Ahora comenzamos a obrar la Ley porque tenemos el Espíritu de Él.
 

4.      Por medio de la ley es el conocimiento del pecado.

“¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.” (Romanos 7:7) 

La Ley fue interpuesta entre nosotros y Dios con un propósito: “19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; / 20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.” (Romanos 3:19,20 

Sólo un milagro puede cambiar el corazón humano; sólo Dios puede hacer ese milagro. Por más que nos esforcemos por cambiarnos, es imposible que con nuestro pecado a cuestas podamos cambiar el corazón. Un solo camino nos resta: Entregar la vida entera, incluido el corazón, al Señor para que Él nos transforme. Reconocer nuestra pobre condición es arrepentimiento; creer que sólo Dios puede hacerlo y aceptar el sacrificio que Jesús ofreció en la cruz para matar nuestra vieja naturaleza desobediente y pecadora es fe. Dios mismo sellará nuestra decisión instalando Su Espíritu Santo en nuestro interior, habitándonos para siempre. 

Recién al recibir Su Espíritu, podrá surgir en el corazón un amor espontaneo y agrado por cumplir Su Ley: “y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Romanos 5:5) Este Espíritu Santo solamente es dado “en” Cristo, “con” Cristo y “por la fe” en Jesucristo, como afirma al principio del capítulo: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1) 

La fe se adquiere solamente por la Palabra de Dios o el Evangelio que predica a Cristo, Hijo de Dios y hombre, muerto y resucitado por nosotros:  

·         “27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. / 28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.” (Romanos 3:27,28) 

·         “3 Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. / 4 Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; / 5 mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.” (Romanos 4:3-5) 

·         “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10:17) 

La Ley es muy necesaria porque, aparte de mostrarnos la perfección de la conducta esperada por Dios, la santidad, es como un espejo que nos muestra nuestro pecado. Por tanto por medio de la Ley conocemos lo que es malo, el pecado.
 

5.      El hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.” (Romanos 3:28) 

Dado que la fe se obtiene sólo por la Palabra de Cristo, es que también nada más que la fe es la que justifica al pecador y nada más que la fe es la que trae el Espíritu Santo a su corazón, y sólo la fe podrá lograr el cumplimiento verdadero de la Ley de Dios en su corazón. Dice Lutero que el convertido  “obtiene el espíritu por el merecimiento de Cristo, espíritu que hace al corazón alegre y libre como lo exige la ley; de este modo las buenas obras provienen de la fe misma.”  

San Pablo rechazó la Ley como medio de salvación: “21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; / 22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, / 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:21-23)

La justificación del pecador, o sea el que Dios lo vea como justo y lo transforme en una persona justa, es una acción gratuita del Señor mediante Su muerte en la cruz, para con el pecador que recibe la fe de Jesús: “24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, / 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, / 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” (Romanos 3:24-26) 

El Apóstol opuso la fe a las “obras de la ley”: “27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. / 28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. / 29 ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. / 30 Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión.” (Romanos 3:27-30) 

Lutero explica que San Pablo al rechazar las obras de la Ley, da la impresión que quisiera suprimir la Ley y reemplazarla por la fe; pero en verdad establece la Ley mediante la fe, la cumple por medio del ejercicio de la fe en Cristo: “¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.” (Romanos 3:31) 

Más adelante el apóstol Pablo escribe: “13 Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. / 14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. / 15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.” (Romanos 4:13-15) La promesa que hizo Dios para el padre de la fe, de que sería “padre de multitudes”, no le fue hecha en el sistema legal sino por la justicia de la fe.

Entre los reformadores del siglo XVI destacan Martín Lutero y Juan Calvino, nacidos en Alemania y Francia respectivamente. La diferencia de pensamiento entre estos dos grandes es en el énfasis de la Ley y el Evangelio. Ambos creyeron en el uso cívico, pedagógico y normativo de la ley, sin embargo Lutero habló en forma más negativa de la Ley, que el teólogo francés. El primero hizo una clara división entre Ley y Evangelio, visualizando la Ley como medio de miseria, condenación, un ministerio de muerte del cual la humanidad necesitaba liberarse. Calvino estuvo completamente de acuerdo con su colega en ello pero su actitud fue más dispuesta a subrayar lo positivo de la Ley en la santificación del creyente. Si la Ley es una expresión perfecta de la voluntad de Dios, entonces los cristianos deberían regocijarse en la Ley del Señor. 

En nuestros días, el Dr. Juan Carlos Ortiz, uno de los fundadores del movimiento de renovación discipular en el mundo, nos dice: “Descansemos de nuestras obras (para ganar el favor de Dios) y comencemos a confiar solamente en la Obra de Jesús y su amor. Pongamos toda nuestra atención adentro nuestro, en nuestras conciencias, donde la intención y guía del Espíritu nos ayudará a encontrarnos con las ‘buenas obras que Él preparó de antemano para que anduviésemos en ellas’. Estas serán obras de gracia porque proceden del Espíritu y serán recompensadas en los cielos. Estas obras fluirán solas de adentro nuestro al presentarse la oportunidad. Vivamos en el Espíritu y andemos en el Espíritu y el Espíritu nos señalará las obras buenas que debemos hacer, no para salvarnos sino porque Dios nos salvó y nos preparó de antemano para hacerlas voluntariamente y con gozo, obras de gracia, que nos producirá gozo hacerlas y que agradarán a Dios.” Estas palabras están en consonancia con lo que la Escritura dijo a los Hebreos y Efesios:  

·         “3 Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. / 4 Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.” (Hebreos 4:3,4)
 

·         “8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; / 9 no por obras, para que nadie se gloríe. / 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:8-10) 

El gran “descubrimiento” de Lutero y los reformadores es que somos salvos por la fe y no por las obras. Somos justificados ante el Padre por la Obra de Jesucristo en la cruz, sin que tengamos que cumplir las obras de la Ley, pues ya Jesús las cumplió.
 

APLICACIÓN.

Seamos agradecidos con Dios que proveyó un Cordero de sacrificio por nuestros pecados y nos ha dado el perdón y la salvación eterna. Esto debe ser motivo de permanente gratitud. Demos también gracias al Señor por haber inspirado a los reformadores con Su Palabra y Espíritu, trayendo a la luz verdades tan excelentes como la salvación por fe en Jesucristo; porque estos hombres se entregaron por completo, arriesgando sus vidas, en la defensa del Evangelio. 

Examinemos nuestras vidas y corazones, viviendo la voluntad de Dios con verdadero gozo y no por obligación, procurando siempre el agrado del Padre. Pidamos perdón al Señor si hemos sido como los fariseos, no obrando de corazón, envanecidos porque cumplimos una ley. 

Si hemos querido agradar a Dios con nuestro propio esfuerzo haciendo “buenas obras”, arrepintámonos por tal pretensión, ya que de corazones pecadores y rebeldes nada bueno puede salir y Dios mira esas obras como trapos de inmundicia: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.” (Isaías 64:6) Entreguemos la vida a Jesucristo y permitamos que sea Él quien nos limpie y haga caminar en buenas obras.
 

CONCLUSIÓN.

La Ley fue dada por Jehová al pueblo hebreo, por medio de Moisés. Al estar escrita en la Biblia se dio a conocer a toda la Humanidad. San Pablo y los reformadores del siglo XVI la entendieron así: 1) La Ley de Dios no se satisface sólo con las obras, sino con el corazón; 2) Nadie puede cumplir toda la Ley, puesto que llevamos una raíz de pecado o rebelión contra Dios; 3) Los hacedores de la ley serán justificados y Cristo la cumplió por nosotros; 4) Por medio de la ley es el conocimiento del pecado, es como un espejo que nos muestra nuestra condición; y 5) El hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

 

 

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:

1)      ¿Qué aspectos positivos y negativos trajo la Reforma del siglo XVI?

2)      ¿Cree usted que todos los cristianos comprenden los principios de la Reforma?

3)      ¿Qué papel tienen las obras en la salvación y en la vida cristiana?

4)      ¿Cuál es la correcta satisfacción de la Ley de Dios?

5)      ¿Por qué Dios entregó la Ley , si sabía que el hombre no podía cumplirla?

6)      ¿Prescinde Dios de la Ley para salvar al hombre?

7)      ¿Qué funciones tiene la Ley para el no creyente y el creyente?

8)      ¿Cuál era la situación de la Iglesia en el siglo XVI?

9)      ¿Qué reformas debiera hoy haber en la Iglesia?

10)  ¿Cuáles son las obras que agradan a Dios?

 


BIBLIOLINKOGRAFÍA.

·         Reina, Casiodoro de (1960) “La Santa Biblia” Estados Unidos: Broadman & Holman Publishers.

·         MacArthur, John. (2011) “Biblia de Estudio MacArthur” Estados Unidos: Thomas Nelson Inc. 

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·         (1960) “La Santa Biblia” Sociedades Bíblicas Unidas. Recuperado de: http://www.gentle.org/biblia/

·         “Nuevo Testamento, Edición Pastoral” Chile, Ediciones Mundo, 1974.

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·         Rizo Martínes, José L. “Diccionario Bíblico” Recuperado de: http://es.scribd.com/doc/50636670/Diccionario-Biblico-Jose-L-Rizo-Martinez#scribd

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·         https://es.wikipedia.org/

·         Pérez Millos, Samuel “Comentario Exegético Al Texto Griego del Nuevo Testamento – Hebreos”


·         https://www.biblegateway.com

·         http://protestantedigital.com/magacin/37684/10_diferencias_entre_Lutero_y_Calvino

·         “Comentarios de Martín Lutero / Romanos” Disponible en: http://www.iglesiareformada.com/Lutero_comentario_de_romanos.pdf

·         Ortiz, Dr. Juan Carlos “El pacto nuevo y eterno y los pactos transitorios” Disponible en: http://www.juancarlosortiz.org/spanish.html

·         https://enciclopediaonline.com/es/crisis-religiosa-en-europa-martin-lutero/

 

 

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