domingo, noviembre 24, 2019

¿PARA QUÉ APARECIÓ JESUCRISTO? I PARTE

EPÍSTOLAS DE SAN JUAN
LECCIÓN 10
 


© Pastor Iván Tapia 

Lectura bíblica: “4 Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. / 5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. / 6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. / 7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.”  (1 Juan 3:4-7) 

Idea central: Jesús apareció para quitar nuestros pecados. 

Objetivos: a) Comprender que el pecado es un problema espiritual de relación con Dios; b) Saber y valorar lo que hacen los hombres, la Ley y Jesucristo con los pecados; c) Reconocer que los humanos cometemos pecados, producto de la raíz de pecado que heredamos de Adán; d) Conocer cómo opera la Ley de Dios en la conciencia; y e) Reconocer y agradecer que Jesucristo sea el Salvador que vino a quitar nuestros pecados. 

Resumen: Esta enseñanza aborda importantes conceptos como: La santidad y el pecado; los delitos y pecados; la ley humana y la Ley de Dios; el pecado y los pecados; la acción salvadora de Jesucristo y cómo evitar el pecado permaneciendo en Él. 
 

U
no de los grandes problemas que tiene el ser humano es el “pecado”, esa tendencia ingobernable a revelarse contra Dios y hacer como él quiere y no como Dios manda. Hay un afán de libertad y un deseo de disfrutar la vida, prescindiendo de Dios y cualquier normativa, que busca distintas salidas para desembarazarse de esa autoridad Divina puesta sobre él. De una y otra forma procura la raza humana resolver este problema: Sea creando dioses y filosofías religiosas a la medida de sus conveniencias; sea negando a Dios y poniéndose él mismo en el centro de todo como “arquitecto de su propio destino”, sea evadiéndose en las artes y la cultura, para acallar esa Voz que siempre le está hablando y llamando, misteriosamente, desde su conciencia. 

Tan grande como el problema del “pecado” son “los pecados”, esos actos que ofenden a Dios y ensucian la conciencia con la culpa. Hay que silenciar, entonces, la conciencia; hay que olvidarse de ella y “ser feliz” haciendo lo que se quiere. El Evangelio, mensaje revelado de Dios en Jesucristo, nos enfrenta cara a cara con nuestra condición: Somos pecadores que cometemos pecados. La Biblia nos muestra el problema, pero también nos da la solución. De alguna forma Dios, por medio de Moisés, nos mostró el problema y luego el mismo Dios, por medio de Jesucristo, nos dio la solución: 

“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” (San Juan 1:17 
 

¿Qué hacen los hombres, la Ley y Jesucristo con los pecados? 

1.      Los humanos cometemos los pecados.
“Todo aquel que comete pecado...” (1 Juan 3:4a) 

a)      Hemos nacido de nuevo para vivir a Jesús.
Hemos nacido de nuevo, dejamos atrás una vida de incredulidad o ceguera religiosa, de culpabilidades o total cinismo, de egoísmo y de ignorancia espiritual, para entrar en una nueva forma de vida: la vida cristiana, la vida cuyo centro es Jesucristo. Como seguidores de este Señor y Maestro procuramos siempre comportarnos de acuerdo a Sus valores y preceptos; aún más, puesto que el Espíritu Santo ahora está ocupando nuestra mente y corazón como Su habitación, Él mismo nos impulsa a vivir como Jesús. Queremos sentir, pensar y actuar como el Maestro y muchas veces sentimos, pensamos o actuamos como Él:  

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20) 

b)      A veces pecamos y transgredimos la Ley.
Sin embargo, pese al mandamiento de la Palabra de Dios, pese a la imitación de Cristo, pese al impulso de Su Espíritu, en muchas oportunidades pecamos, es decir desobedecemos a Dios, no imitamos al Modelo y desobedecemos al Espíritu. Esto produce tristeza, culpa, pesar, decepción. Al hacerlo, además, infringimos la Ley de Dios. Así lo dice San Juan y define el pecado como una “transgresión de la ley”:  

“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.” (1 Juan 3:4) 

c)      La Ley expresa la voluntad de Dios.
La Ley expresada en los 10 Mandamientos escritos por el dedo de Dios y entregados a Moisés en el monte Sinaí en dos tablas de piedra, permitió al ser humano saber cuál es la conducta que Dios espera de cada uno. De cada mandamiento se puede discernir el valor o la virtud que Dios exige de nosotros. Dios desea nuestra lealtad, fidelidad y reverencia hacia Él; además quiere que valoremos y busquemos Su santidad; exige que tengamos respeto a la autoridad, respeto a la vida, practiquemos la pureza, la honestidad, la veracidad y que en toda circunstancia vivamos con contentamiento. Si no nos hubiera revelado Su Ley no sabríamos qué es lo que no le agrada ni qué espera de nosotros. Por Sus mandamientos sabemos cuál es Su voluntad para con nuestras vidas:  

“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” (San Mateo 5:48) 

d)     Infringir la Ley de Dios es “pecado”.
Cuando una persona infringe una ley humana comete un delito contra esa ley; cuando alguien no actúa conforme a los preceptos morales de la sociedad en que vive, esa persona es muy mal vista y hasta puede ser castigada por ello, sea por el descrédito, rechazo o cárcel; cuando un individuo hace todo lo contrario de lo que su sociedad o época espera de él, es considerado un inadaptado, un loco, un paria, siendo tratado como tal. Pero ninguna de estas conductas es considerada “pecado” ni al que las comete “pecador”. Una es la ley de los hombres y otra la Ley de Dios. Quien infringe la Ley de Dios es llamado “pecador” y la infracción de esa Ley es el “pecado”. Esta es la razón por la cual el mundo quiere desconocer la Ley de Dios, dejarla fuera de sus esquemas de pensamiento y acallar la voz de la Iglesia, para no ser motejado de “mundo pecador”. El mundo se considera bueno y no pecador, aunque esté lleno de deslealtad, infidelidad, irreverencia, nada de santidad, desobediencia a la autoridad, ningún respeto a la vida (aborto, eutanasia), impureza, deshonestidad (robo, evasión), mentira y descontento:  

“10 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; / 11 No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. / 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. / 13 Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; / 14 Su boca está llena de maldición y de amargura. / 15 Sus pies se apresuran para derramar sangre; / 16 Quebranto y desventura hay en sus caminos; / 17 Y no conocieron camino de paz. / 18 No hay temor de Dios delante de sus ojos. / 19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; / 20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.” (Romanos 3:10-20) 

Todo ser humano comete pecados como consecuencia de su naturaleza caída después de la desobediencia de Adán. 
 

2.      La ley expone los pecados.
“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.” (1 Juan 3:4) 

a)      Por la Ley conocemos qué es lo bueno y malo a los ojos de Dios.
En el período de la Reforma se predicó mucho sobre la Ley porque el pueblo debía conocer la voluntad de Dios y darse cuenta que era pecador, arrepentirse y comenzar una nueva vida, ya no basados en la Ley sino en la Gracia de Dios. San Pablo, siglos antes, explicaba a los judíos que la Ley fue un verdadero maestro para ellos, para conducirlos a Cristo. Hoy en día los niños y jóvenes necesitan conocer la Ley de Dios, conocer qué es lo bueno y qué es lo malo a los ojos de Dios, no a ojos humanos, para modelar sus conductas y luego conocer la Gracia perdonadora de Dios en Cristo: 

“23 Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. / 24 De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. / 25 Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, / 26 pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; / 27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.” (Gálatas 3:23-27) 

b)      El conocimiento de la Ley produce convicción de pecado.
El conocimiento de la Ley produce convicción de pecado. Al darnos cuenta que siempre estamos pecando porque somos pecadores, porque tenemos una malvada raíz de pecado en nosotros, desde que nuestros primeros padres, Adán y Eva, entraron en desobediencia; entonces querremos cambiar, querremos liberarnos de esa maldición. Y este es el punto de quiebre del ser humano y el punto álgido de nuestra religión. Digo la palabra “religión” en el sentido de re-ligar, volver a unir lo que está quebrado. Un hermoso jarrón de cristal que cae al piso y se quiebra en pedazos no puede ser completamente restaurado; se podrán unir los pedazos con un buen pegamento, pero siempre serán evidentes sus trizaduras. ¿Podrá el ser humano caído, hijo de Adán, pecador, quebrado, restaurarse completamente? La Educación procura arreglar al hombre, la Ley humana y a veces la Religión contenerlo, pero ningún esfuerzo de la sociedad puede impedir que cometamos pecado pues nuestra naturaleza es pecadora. Es imposible que un pez viva fuera del agua como que un cerdo no se revuelque en el barro; del mismo modo es inimaginable un ser humano que no peque:  

“20... ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos / 21 tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques / 22 (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? / 23 Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne.” (Colosenses 2:20-23) 

La Ley de Dios no resuelve el problema del pecado y los pecados, sino que lo pone en evidencia.
 

3.      Jesucristo quita los pecados.
“5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. / 6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. / 7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.” (1 Juan 3:5-7) 

a)      Jesucristo nos salva de condenación.
La solución no está en el hombre sino en Dios. El Padre dio la solución al problema del pecado enviando a Su Hijo Jesucristo. Para quitarnos la raíz de rebelión llamada “pecado” y evitar que demos esos frutos malos llamados “pecados”, necesitábamos a un agente externo a nosotros, a este planeta y a esta creación, un Ser Superior capaz de limpiarnos completamente del mal del pecado. Este Ser fue Jesucristo, el Hijo de Dios. Se le llama Salvador porque vino a salvarnos de la condenación eterna. ¿Por qué estaríamos condenados? Condenados a vivir lejos de Dios, ausentes de Su misericordia eternamente pues Él no puede habitar con la corrupción, Él es Santo. Jesucristo salva de esa condenación. 

“6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. / 7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. / 8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. / 9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.” (Romanos 5:6-9) 

b)      La misión de Jesús fue quitar nuestros pecados.
San Juan dice que “él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.” La misión de Jesús fue quitar los pecados del hombre pecador. Él murió en la cruz por todo pecador; es el pecador quien merecía la cruz, pues Él entonces tomó el lugar del pecador y aceptó la cruz. Todos nuestros pecados fueron clavados en esa cruz, por tanto quien crea en Jesucristo y acepte ese sacrificio salvador, es limpio de todo pecado, es perdonado por Dios y considerado ya no un “pecador”, sino un “santo”. La santidad no es la mirada que el hombre tiene de otro hombre sino la mirada que Dios tiene del hombre arrepentido. A veces la religión nos ha llevado a pensar que la santidad es una serie de cualidades místicas que tiene un creyente muy especial y casi heroico en su fe y que la carencia de esas cualidades no amerita santidad. Entendámoslo: no es cómo nosotros vemos al hermano, sino como Dios lo ve. Santo es todo cristiano que ha entregado su vida a Jesucristo y vive para Él. 

“según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:4) 

“9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; / 10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.” (1 Pedro 2:9,10 

c)      El que permanece en Cristo no peca.
San Juan hace una declaración provocadora para todo discípulo que quiera ser fiel a Jesucristo: “Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.” En verdad el apóstol nos está entregando una clave para no caer en pecado y es permanecer en Cristo. La palabra “permanecer” es una de las más usadas por San Juan en sus cartas (16 veces); la utiliza para permanecer en Cristo, en la luz, en Dios, en la eternidad, en Su amor, en la Verdad, como también en muerte. La primera vez que la nombra en sus cartas dice así: “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.” (1 Juan 2:6) Es condición sine qua non del discípulo de Jesucristo actuar como Él. Esto es permanecer en Cristo y tal conducta nos aleja del pecado. 

d)     Alimentémonos de Cristo para no pecar.
Hay pecados de obra, de pensamiento y de omisión. Tal vez es más fácil no cometer pecados de obra, estos son fácilmente identificables; los pecados de omisión, el no hacer el bien cuando se requiere, también es de fácil discernimiento; pero más complejos son los pecados de pensamiento, nacen en lo profundo del corazón. Unirnos cada día más a Cristo, alimentarnos de Sus pensamientos y sentimientos, permanecer en Él será siempre la clave, mientras vivamos en este cuerpo: 

“32 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. / 33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. / 34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. / 35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” (San Juan 6:32-35) 

e)      El Señor nos llama a ser personas justas, como Jesús.
La obra de Cristo en la cruz fue para limpiarnos de todo pecado, “él apareció para quitar nuestros pecados”, para volvernos hombres “justos”. El justo es aquél que camina en forma recta, conforme a la Ley de Dios, y ha sido justificado por Cristo. La forma de vivir del justo es la justicia, la que no se reduce a juzgar de acuerdo a una ley sino que ante todo es misericordiosa. El apóstol advierte: “Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.” El Señor nos llama a ser como Jesús, personas justas, de acuerdo al Evangelio: 

“28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. / 29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:28,29) 

El propósito de Dios al enviar a Jesucristo a esta Humanidad fue quitar los pecados de los hombres.
 

APLICACIÓN.
Usted, como todo ser humano, a veces comete pecados, es decir ofende al Señor faltando a Su Ley. Ésta señala lo que Dios aprueba y desaprueba. Faltar a la Ley de Dios conduce a la condenación eterna. Pero hay una solución dada por el mismo Dios y es el sacrificio de Jesucristo en el altar de la cruz. Ese sacrificio quita todos sus pecados. Sólo requiere que crea en él y lo acepte. Entréguele su vida a Jesús y disfrutará de completo perdón para siempre. 

Si es cristiano y peca es necesario que se acerque más a Jesús, que alimente su alma con la vida de Dios y permanezca en esa actitud. Sólo así podrá evitar el pecado. Frente a los problemas o conflictos que la vida le presenta, frente a decisiones complejas, frente a la tentación, siempre hágase esta pregunta: ¿Cómo lo haría Jesús?
 

CONCLUSIÓN.
El pecado más que un problema religioso es un problema espiritual, de cómo nos relacionamos con Dios. En esta enseñanza se ha planteado la pregunta ¿Qué hacen los hombres, la Ley y Jesucristo con los pecados? Cada uno de estos elementos tiene algo que decirnos sobre el pecado y los pecados: 1) Los humanos cometemos los pecados, producto de la raíz de pecado que traemos como herencia Adánica; 2) La Ley de Dios expone los pecados a nuestra conciencia y genera culpa; y 3) Jesucristo, el Salvador, quita los pecados por medio de la fe en Su sacrificio de sangre en la cruz.
 

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:

1)      ¿Es el pecado un problema real en el ser humano y cuál es su importancia?

2)      ¿Qué debe hacer la Iglesia con los pecados?

3)      ¿Cuál es la razón de que los seres humanos cometamos pecados?

4)      ¿Es necesaria la Ley o más bien agrava el problema del pecado?

5)      ¿Qué es el pecado según San Juan?

6)      ¿Cómo se explica que Jesucristo no pecara, si él también era un hombre?

7)      ¿Cómo puede el cristiano evitar el pecado?

8)      ¿Qué simiente o semilla hay en el cristiano y cuáles son los efectos de ella?

9)      ¿Para qué apareció Jesucristo, según la enseñanza de San Juan?

10)  ¿Cómo se da cuenta usted cuando ha pecado?

11)  ¿Qué hace usted cuando se da cuenta que ha pecado?

12)  ¿Además del pecado, qué características hemos heredado de Adán?

13)  ¿Sobre cuál de estas bases se relaciona el cristiano con Dios: La Ley, la Gracia, la culpa, el amor, la buena obra o el perdón?

 

BIBLIOLINKOGRAFÍA.

·         Reina, Casiodoro de (1960) “La Santa Biblia” Estados Unidos: Broadman & Holman Publishers.

·         MacArthur, John. (2011) “Biblia de Estudio MacArthur” Estados Unidos: Thomas Nelson Inc. 

·         (1979) “Dios Habla Hoy, La Biblia Versión Popular” Sociedades Bíblicas Unidas.

·         (1960) “La Santa Biblia” Sociedades Bíblicas Unidas. Recuperado de: http://www.gentle.org/biblia/

·         “Nuevo Testamento, Edición Pastoral” Chile, Ediciones Mundo, 1974.

·         “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España” Disponible en: http://www.rae.es/

·         Concordancia electrónica de la Biblia” Disponible en: http://www.miconcordancia.com/concordancia.php

·         Rizo Martínes, José L. “Diccionario Bíblico” Recuperado de: http://es.scribd.com/doc/50636670/Diccionario-Biblico-Jose-L-Rizo-Martinez#scribd

·         (1966, 1970, 1979, 1983, 1996) Dios habla hoy” ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, Disponible en: https://www.biblegateway.com/versions/Dios-Habla-Hoy-DHH-Biblia/

·         https://es.wikipedia.org/

·         Pérez Millos, Samuel “Comentario Exegético Al Texto Griego del Nuevo Testamento – Hebreos”


·         https://www.biblegateway.com

·         “Vocabulario bíblico / Justicia” Disponible en: http://hjg.com.ar/vocbib/art/justicia.html

 

 

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