domingo, octubre 06, 2019

HIJOS, PADRES Y JÓVENES EN CRISTO.


EPÍSTOLAS DE SAN JUAN
LECCIÓN 6




© Pastor Iván Tapia

Lectura bíblica: “12 Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre. / 13 Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre. / 14 Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.” (1 Juan 2:12-14)

Idea central: Tres niveles de compromiso cristiano.

Objetivos: a) Identificar niveles de compromiso cristiano; b) Comprender a quiénes San Juan denomina “hijos, padres y jóvenes”; c) Discernir a la “hijos de Dios” sin discriminar; d) Conocer, valorar y buscar la paternidad espiritual de los creyentes; e) Comprender, valorar y vivir la multiplicación de la fe en otras vidas; f) Identificar y apoyar a jóvenes en la fe; g) Comprender y aplicar la enseñanza sobre la lucha contra adversidades y tentaciones en lo personal y en la Iglesia.

Resumen: El apóstol Juan presenta en su segunda epístola tres niveles de compromiso que tienen los cristianos frente al Señor y la Iglesia, a saber: Hijos, todos los que han sido perdonados y permanecen en Cristo; padres, los que son maduros y apoyan o guían a otros, siendo ejemplo para ellos; y jóvenes, los que han tenido la valentía de vencer las dificultades y el pecado.


C
omo en la vida natural, en la vida espiritual se dan cinco niveles de desarrollo; a saber: bebé, niño, joven adulto y anciano. En el camino del Discipulado nominamos cada uno de estos niveles o etapas de desarrollo espiritual como: Aprendiz, fiel, responsable, obrero y ministro.

El recién nacido a la vida cristiana, quien se ha arrepentido de sus pecados, se ha bautizado y recibido el Espíritu Santo es un bebé, recién nacido en Cristo, quien necesita la “leche espiritual no adulterada” (1 Pedro 2:2).

Aquel cristiano que ya camina y permanece con fe, sumiso a Cristo y sujeto a la Iglesia, requiriendo “los rudimentos de la doctrina de Cristo” (Hebreos 6:1) de la mano de un tutor en el discipulado, es un niño en Cristo.

Cuando el discípulo, lleno de entusiasmo, desea dar vida a otros y adquiere una mayor responsabilidad con la Iglesia, estamos ante un joven en Cristo bien formado en “el misterio de la piedad” (1 Timoteo 3:16).

El creyente llega a ser un verdadero adulto en la Casa de Dios cuando conoce y vive la sana doctrina, es padre de otras vidas, ha alcanzado un adecuado discernimiento del bien y del mal y resiste el “alimento sólido” (Hebreos 5:14).

El cristiano que ejerce el ministerio de la Palabra en una de sus cinco modalidades (apóstol, profeta, evangelista, pastor o maestro) es un anciano, modelo para todos los anteriores y vive un permanente perfeccionamiento, procurando siempre ser un “buen administrador de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4:10)

San Juan en esta epístola es más sencillo en su esquema y nos habla sólo de hijos, padres y jóvenes. En verdad todos somos potencialmente los tres, pues Dios ha dado a todos sus hijos el Espíritu y las capacidades necesarias para ejercer el ministerio. Hijos, padres o jóvenes son niveles de compromiso con Jesucristo y Su obra.


¿Qué significan los tres niveles de compromiso de San Juan?

1.      Somos hijitos, niñitos de Dios, el Padre.
“12 Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.” (1 Juan 2:12)
“13...Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre.” (1 Juan 2:13)

Hay en esta expresión del anciano apóstol Juan, un tono de ternura con este diminutivo “hijitos”. En griego está escrito teknia, derivado del sustantivo teknon que significa “niño”; es decir que la traducción literal sería “niñitos”. Esto significa que para este hombre, ya de unos 60 años, padre espiritual de las iglesias del Asia Menor, la gran cantidad de creyentes son como los “niñitos” amados de un buen papá. Es el Espíritu Santo hablando a través de San Juan, que se dirige a sus lectores, entre ellos nosotros, en el tono cariñoso de un padre; en definitiva es el Padre Celestial quien nos dice “Os escribo a vosotros, hijitos”.

Esta expresión cariñosa ya la había utilizado Jesús con Sus discípulos en dos oportunidades, según el Evangelio del mismo apóstol:

“Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde yo voy, vosotros no podéis ir.” (San Juan 13:33)

“4 Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús. / 5 Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No. / 6 El les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.” (San Juan 21:4-6)

El apóstol Pablo, también en tono paternal, escribe a los hermanos de Galacia, recordándoles así que él es su padre y ellos sus  hijos espirituales: “19 Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros, / 20 quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono, pues estoy perplejo en cuanto a vosotros.” (Gálatas 4:19,20)

San Juan en esta carta utiliza el término “hijitos” nueve veces, ya en tono de ruego, ya de recordatorio de nuestro deber de amar.

Él escribe a los que considera “hijitos” o “niñitos” y lo son “porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.” Si no hubiéramos sido perdonados, no seríamos hijos de Dios en el sentido más perfecto, perdonados de nuestros pecados, limpiados y trasladados de Reino, nacidos de nuevo.

Todos los auténticamente cristianos somos los “hijitos” de Dios, perdonados por el nombre de Jesús Dios y amados por el Padre Dios.


2.      Somos padres con hijos espirituales para Dios.
“13 Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio...” (1 Juan 2:13a)
“14 Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio...” (1 Juan 2:14)

El apóstol Juan llama “padres”, en griego pateres a aquellos que como él, son creyentes que han alcanzado la madurez, que tienen una experiencia rica y larga. En primer lugar un “padre” es quien ha tenido “hijos”; en el plano espiritual se trata de un cristiano que ha dado a luz a otros creyentes por su testimonio y su palabra. ¿Es usted “padre” espiritual de otras vidas?

Padre puede ser un cristiano que engendra a otro; un cristiano que guía y alimenta espiritualmente a otro o un cristiano que es una autoridad espiritual. He aquí algunas funciones del padre espiritual, desde el punto de vista bíblico:

a)      El padre engendra hijos y es imitado por éstos: “14 No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados. / 15 Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. / 16 Por tanto, os ruego que me imitéis.” (1 Corintios 4:14-16)

b)      El padre entrega el tesoro del Evangelio a sus hijos espirituales: “14 He aquí, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos. / 15 Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos.” (2 Corintios 12:14,15)

c)      El padre espiritual, como el padre natural, debe ser paciente y tolerante con sus hijos, procurando su mejor desarrollo. Esto requiere, por otro lado, de una actitud obediente y sujeta de los hijos: “1 Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. / 2 Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; / 3 para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. / 4 Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.” (Efesios 6:1-4)

d)     El padre enseña a sus hijos espirituales a poner en primer lugar a Jesucristo y Su Reino y luego confía en ellos: “21 Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús. / 22 Pero ya conocéis los méritos de él [Timoteo], que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio. / 23 Así que a éste espero enviaros, luego que yo vea cómo van mis asuntos” (Filipenses 2:21-23)

e)      El padre exhorta al hijo para caminar correctamente en Cristo y lo consuela en sus aflicciones: “11 así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, / 12 y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.” (1 Tesalonicenses 2:11,12)

f)       El padre disciplina a sus hijos, les amonesta y reconviene cuando actúan mal: “7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? / 8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.” (Hebreos 12:7,8)

g)      El padre transmite una forma de vida a sus hijos, como valores, conocimientos, actitudes, costumbres, tradiciones: “17 Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; / 18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, / 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:17-19)

Para todos los cristianos es el llamado a ser “padres” o “madres” espirituales de otras vidas. No podemos negarnos al llamado del Señor a “hacer discípulos” y a “predicar el evangelio a toda criatura”. Dios nos creó tanto en lo natural como en lo espiritual para multiplicarnos: “27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. / 28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1:27,28)

Todos los cristianos estamos llamados a ser “padres” y multiplicarnos en “hijos espirituales”: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Timoteo 2:2)


3.      Somos jóvenes cuando vencemos al mal y la debilidad.
“13...Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno...” (1 Juan 2:13b)
“14 Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.” (1 Juan 2:14)

Los jóvenes son los neaniskoi, llenos de vigor, energía, conflicto y victoria. Son los que pueden derrotar al diablo, “han vencido al maligno”. No son necesariamente los jóvenes de cuerpo sino los que ya han superado su infancia espiritual y son capaces de vencer las tentaciones de la carne y al diablo en su lucha espiritual. El apóstol llama “jóvenes” a los que han sido tan fuertes frente a las tentaciones y a las adversidades de la vida; que han permanecido en la Palabra de Dios, pudiendo así vencer al diablo.

Hay dos tipos de batallas que los cristianos damos contra el mal:

a)      Batalla contra las adversidades de la vida, como enfermedades, problemas económicos, familiares, laborales y todas aquellas circunstancias que no dependen siempre de nuestras decisiones. Para enfrentar esas adversidades necesitamos del don y la virtud de “fortaleza”. El Espíritu Santo nos consuela y la Palabra nos aconseja al respecto: “10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. / 11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.” (Efesios 6:10,11)

b)      Batalla contra las tentaciones de la carne, del mundo y del diablo, que nos incitan a pecar, a hacer lo que a nuestro ser animal o más bajo nos impulsa y le agrada. Para enfrentar las tentaciones requerimos de una gran fuerza interior, el don y la virtud llamada “templanza” o dominio propio. El Señor nos ha dado el Espíritu Santo para vencer la tentación y nos recuerda: “6 Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. / 7 Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Timoteo 1:6,7)

La forma verbal que San Juan utiliza en griego y que se traduce “os escribo” se llama aoristo. Significa una acción que se hace en forma puntual o momentánea. Aquí el escritor la repite cinco veces, destacando que escribe a cada uno de los tipos de lectores u oyentes: Los “hijitos”, “los padres” y “los jóvenes”. Como buen pedagogo el apóstol utiliza la “repetición” para dejar bien grabada su enseñanza en la mente de los discípulos:

“6 Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; / 7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. / 8 Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; / 9 y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.” (Deuteronomio 6:6-9)

“12 Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente. / 13 Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación” (2 Pedro 1:12,13)

Todo discípulo de Jesús debiera ser un “joven” capaz de alcanzar este nivel de dominio propio ante las tentaciones y fortaleza frente a la adversidad.


CONCLUSIÓN.
El apóstol Juan nos presenta tres niveles de compromiso con Cristo muy simples: Hijos, padres y jóvenes: 1) Hijos son todos los que han recibido a Jesucristo como Salvador y Señor, es decir todos los cristianos; 2) Padres son los creyentes que tienen responsabilidad sobre otras vidas, aquellos que se han multiplicado; y 3) Jóvenes son los hijos que han madurado y son capaces de enfrentar las circunstancias difíciles y vencer la tentación.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)      ¿En cuál de los tres niveles de crecimiento que presenta el apóstol Juan, se considera usted?
2)      ¿Cree usted en Jesucristo como su Salvador y Señor?
3)      ¿Cuándo nos da el Señor responsabilidad espiritual sobre otras vidas?
4)      ¿Qué circunstancias difíciles ha vivido y cómo las ha enfrentado?
5)      ¿Es usted “padre” espiritual de otras vidas?
6)      ¿Cómo cree usted que ve la vida una persona mayor de 60 años?
7)      ¿Por qué el apóstol Juan trata en su carta de “hijitos” o “niñitos” a sus lectores?
8)      ¿Qué errores no debe cometer un “padre” espiritual?
9)      ¿Cree usted en la paternidad espiritual en la Iglesia y en qué se basa bíblicamente?
10)  ¿Cómo podemos engendrar hijos espirituales?
11)  ¿A quiénes ha entregado esta Iglesia el tesoro del Evangelio?
12)  ¿Cómo se han comportado sus hijos en relación al mensaje del Evangelio?
13)  ¿Qué enseñanzas espirituales ha dado usted a su familia?
14)  ¿Consuela en sus aflicciones a sus hijos o más bien los deja que ellos resuelvan sus problemas?
15)  ¿Se considera un padre o madre castigador/a o permisivo/a?
16)  ¿Qué valores, conocimientos, actitudes, costumbres y/o tradiciones le transmitieron sus padres?
17)  ¿De qué forma podemos ejercer como “padres” o “madres” espirituales de otras vidas?
18)  ¿Cuáles son a su parecer los signos de una infancia espiritual?
19)  ¿Cuál batalla le ha resultado más difícil, la batalla contra la adversidad o la batalla contra la tentación?
20)  ¿Frente a cuáles circunstancias le ha faltado a usted “fortaleza”?
21)  ¿Cómo podemos desarrollar la virtud de fortaleza frente a la adversidad?
22)  ¿Qué herramientas nos da Dios para desarrollar la templanza o dominio propio frente a la tentación?
23)  ¿De acuerdo a lo escrito por San Juan, podemos decir que somos tan sólo “hijitos” y aún no alcanzamos el nivel de “jóvenes”, ni menos “padres”?


BIBLIOLINKOGRAFÍA.
·         Reina, Casiodoro de (1960) “La Santa Biblia” Estados Unidos: Broadman & Holman Publishers.
·         MacArthur, John. (2011) “Biblia de Estudio MacArthur” Estados Unidos: Thomas Nelson Inc. 
·         (1979) “Dios Habla Hoy, La Biblia Versión Popular” Sociedades Bíblicas Unidas.
·         (1960) “La Santa Biblia” Sociedades Bíblicas Unidas. Recuperado de: http://www.gentle.org/biblia/
·         “Nuevo Testamento, Edición Pastoral” Chile, Ediciones Mundo, 1974.
·         “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España” Disponible en: http://www.rae.es/
·         Concordancia electrónica de la Biblia” Disponible en: http://www.miconcordancia.com/concordancia.php
·         Rizo Martínes, José L. “Diccionario Bíblico” Recuperado de: http://es.scribd.com/doc/50636670/Diccionario-Biblico-Jose-L-Rizo-Martinez#scribd
·         (1966, 1970, 1979, 1983, 1996) Dios habla hoy” ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, Disponible en: https://www.biblegateway.com/versions/Dios-Habla-Hoy-DHH-Biblia/
·         https://es.wikipedia.org/

·         Pérez Millos, Samuel “Comentario Exegético Al Texto Griego del Nuevo Testamento – Hebreos”

·         https://www.biblegateway.com
·         Pérez, Arturo “Epístolas de Juan” Disponible en
http://elmoverdelespiritusanto2010.blogspot.com/2015/07/epistolas-de-juan.html

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