domingo, febrero 24, 2019

EL SACERDOCIO CRISTIANO.

HEBREOS COMENTADO
LECCIÓN 20

 
"Abraham y Melquisedec"
Juan Antonio de Frías
 
© Pastor Iván Tapia Contardo 

Lectura bíblica: “11 Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? / 12 Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley” (Hebreos 7:11,12) 

Palabra clave del capítulo: SACERDOCIO. 

Idea central: El sacerdocio cristiano es diferente de otros sacerdocios. 

Objetivos: a) Discriminar las diferencias entre los sacerdocios judío, católico y protestante; b) Comprender y experimentar el concepto bíblico de sacerdocio cristiano; c) Comprender, valorar y practicar el sacerdocio universal de los cristianos; d) Comprender y valorar que Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote y Mediador; e) Comprender y valorar que los cristianos somos un pueblo de sacerdotes; f) Conocer y experimentar las funciones del sacerdocio; y g) Comprender, practicar y defender el principio de igualdad en el sacerdocio cristiano. 

Resumen: El sacerdocio cristiano es muy distinto a otros sacerdocios experimentados en el mundo; es el sacerdocio vivido por todos los creyentes, bajo el Sumo Sacerdote y Mediador Jesucristo. Los discípulos no poseen otro Intermediario fuera de Jesús, ni siquiera sus pastores. Cada discípulo ejerce su sacerdocio guiado por el Espíritu Santo  y no es considerado superior ni inferior a otros, ya que es miembro del único Cuerpo.
 

H
ebreos nos enseña que Dios juró por Sus PROMESAS e instauró un nuevo SACERDOCIO. Una cosa es ser sacerdote y otra es el “sacerdocio”. El sacerdote es quien ejerce el sacerdocio; el sacerdocio es el trabajo, la función u obra del sacerdote. 

Una vez alguien me dijo: “No se puede ejercer dos sacerdocios”. A veces tomamos roles que son incompatibles con otras tareas que también ejercemos y ambas se debaten en nuestro interior por una mayor relevancia. Es muy importante aprender a discernir cuál es nuestro rol en la vida, en la fe, en la Iglesia, en definitiva cuál es el “sacerdocio” que el Señor nos ha entregado. 

En la sociedad que vivimos, esencialmente católica, aprendemos desde niños a ver el “sacerdocio” como una vocación de algunos, una opción laboral ejercida por los curas o sacerdotes. Así surge el concepto de sacerdotes y laicos. Estos últimos son los que no tienen el sacerdocio sino que sólo reciben los beneficios de éste. Los sacerdotes católicos rezan por los laicos, les predican a los laicos, les hacen misa a los laicos, les administran los sacramentos a los laicos, etc. Pero Jesús nunca habló de sacerdotes ni de laicos. Este es un concepto que apareció posteriormente en el desarrollo histórico de la Iglesia. Jesús no llamó sacerdotes a sus escogidos ni habló de formar sacerdotes; Él sólo habló de “discípulos”. Tomemos por ejemplo el Evangelio según San Mateo; en él en cinco oportunidades el Maestro pronuncia la palabra discípulo, para referirse a quien cree en Él y le sigue:  

  • “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.” (San Mateo 10:24) 

  • “Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?” (San Mateo 10:25) 

  • “Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.” (San Mateo 10:42)

  • “Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos.” (San Mateo 26:18)

  • “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (San Mateo 28:19)
El clero cristiano surgió como una forma de actualizar el sacerdocio levítico en versión cristianizada. Por eso se concibió la “misa” como la renovación del sacrificio de Jesucristo, en la que oficia el sacerdote católico, ministrando la eucaristía y el perdón a los fieles.  

Con Martín Lutero, en el siglo XVI en 1517, el cristianismo volvió a su cauce original, proclamando: “Sólo Escritura, sólo Gracia, sólo Fe, sólo Cristo, sólo a Dios gloria.” Emerge de esta declaración de que los cristianos nos basamos sólo en las Escrituras y no en tradiciones de hombres; en la Gracia de Dios y no en leyes humanas; en ningún otro que no sea Jesucristo; y que sólo nos rendimos a Dios y no a los hombres; el concepto bíblico de sacerdocio cristiano, opuesto al que hasta ese entonces había y que hasta hoy perdura en el catolicismo y en gran parte del protestantismo. 

La Reforma protestante tuvo una respuesta del catolicismo, que fue la Contra Reforma. Así, el Concilio de Trento, en la sesión XXIII, el 15 de julio de 1563, Canon 1; declaró solemnemente como dogma de fe, que el Sacerdocio fue instituido por Nuestro Señor Jesucristo para “consagrar, ofrecer y administrar su cuerpo y sangre”.  

Sin embargo el protestantismo ha vuelto a caer en el “clericalismo”, es decir en este concepto de clérigos y laicos, de los expertos en religión y los inexpertos. Las iglesias evangélicas no llamamos “sacerdotes” a nuestros líderes, sino “pastores” pero muchas veces caemos en el legalismo y autoritarismo ético, en la tiranía de los clérigos sobre los laicos. Los ministros protestantes han recuperado mucho de la aureola de santidad del antiguo sacerdote y el concepto de “sacerdocio universal de los creyentes” se convierte sólo en una teoría. Una cosa es la doctrina y otra la práctica de esa doctrina. ¿Estamos los cristianos dispuestos a ejercer y hacer ejercer verdaderamente la doctrina del sacerdocio universal? 

Una de las razones por las que no murió el clericalismo en la Iglesia es porque se justificó de un modo diferente: la necesidad de entregar una doctrina correcta, la formación de buenos predicadores, la dedicación a la investigación bíblica y la consecuente creación de seminarios. Así surgió otra forma de clericalismo: el pastor como profesional. 

¿Cuál es el concepto bíblico de sacerdocio cristiano?
 

1.      Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote.

“1 Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, / 2 a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; / 3 sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.” (Hebreos 7:1-3) 

Melquisedec representa a Jesucristo en este pasaje del Antiguo Testamento. Su nombre significa Rey de justicia, y Rey de paz. Jerusalén se traduce como “Ciudad de la paz”. Él es rey de Jerusalén, Sumo Sacerdote del Dios Altísimo, que bendijo a Abraham, a quien el padre de la fe diezmó de todo, lo que significa que es Dios. Corrobora que Melquisedec es el Cristo porque no tiene padre, madre, ni genealogía alguna; carece de principio y fin de vida. Es por tanto semejante al Hijo de Dios, Sacerdote Eterno. La fe de Abraham le condujo a respetar y diezmar a Melquisedec. Todo sacerdocio se inicia con la fe; no hay sacerdocio sin fe en algo o alguien superior. Abraham vio en Melquisedec a Alguien superior, vio a Dios en él. 

El principio fundamental de la fe cristiana protestante es la “justificación por la fe” enunciada en la Biblia: Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.” (Romanos 1:17) Sin fe es imposible agradar a Dios; la fe es la que nos vincula con Él y Su sacerdocio.
 

2.      Los cristianos somos un pueblo de sacerdotes.

“4 Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín. / 5 Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham. / 6 Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. / 7 Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. / 8 Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. / 9 Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; / 10 porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.” (Hebreos 7:4-10) 

Tan grande era Melquisedec a los ojos del patriarca Abraham, que le honró diezmándole. Nosotros también honramos a Dios y a nuestros pastores, entregando diezmos, la décima parte de lo que el Señor nos da como botín en la vida y así convertimos las riquezas de este mundo en algo noble. Los diezmos son utilizados por la Iglesia para sostén de los ministros, evangelización de las almas en tinieblas y ayuda a los necesitados. En el sacerdocio antiguo, el de los judíos, el sacerdocio levítico, la tribu de Leví recibía los diezmos de sus hermanos; pero Melquisedec, que vivió siglos antes que los levitas, recibió de Abraham los diezmos y le bendijo. Melquisedec bendijo a quien había recibido las promesas de Dios. No cabe duda que el menor es bendecido por el mayor: Abraham era menor que Melquisedec, menor que el Cristo que le prometió y ahora le bendecía: “1 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. / 2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. / 3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Génesis 12:1-3) 

En este mundo reciben los diezmos hombres mortales; pero en la eternidad Uno de quien se da testimonio de que vive, Uno que es Eterno, el Cristo. Podemos decir que al diezmar Abraham estaba también pagando sus diezmos el sacerdote Leví, que aún no nacía pero sería un descendiente del padre de la fe. La Biblia dice que Leví y todos sus parientes estaban “en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.” Tan importante es Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote que a Él pagamos nuestros diezmos. Éstos se pagan porque es un deber de gratitud que tenemos con el que nos da la vida material y espiritual. Los diezmos no surgen de una ley sino de una gracia; no se pagan porque es obligación legal so pena de castigo, sino porque hemos recibido la Gracia de la salvación; lo hacemos por gratitud. Quien no tenga gratitud al Señor, mejor no diezme. También es cuestión de fe, no de obligación ni presión; voluntariamente Abraham pagó los diezmos a Melquisedec, el sacerdote no le obligó puesto que aún no existía el sacerdocio levítico. 

Hemos visto que la salvación es por fe y todo lo que vivimos en Cristo es resultado de fe. Oramos porque tenemos fe en que existe Alguien Invisible que nos escucha y responde a nuestras oraciones: Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Hebreos 11:1)  Alabamos porque tenemos fe en un Creador y Salvador; ayudamos a nuestros prójimos porque tenemos fe en un Dios lleno de Amor a las creaturas; en fin amamos porque tenemos fe en un Dios que nos ama: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. / Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? / Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.” (1 Juan 4:19-21 

Del principio de fe surge otro de capital importancia para el mundo cristiano, el “sacerdocio universal de los creyentes”. Los cristianos protestantes pensamos que no hay una clase sacerdotal clerical y otra secular, pues Cristo no tiene dos cuerpos sino un solo cuerpo en que Él es la Cabeza. Todos somos sacerdotes del Dios Altísimo: 

“9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; / 10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.” (1 Pedro 2:9,10
 

3.      Tenemos un sólo Sacerdote Mediador.

“11 Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? / 12 Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; / 13 y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. / 14 Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. / 15 Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, / 16 no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. / 17 Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.” (Hebreos 7:11-17) 

Hebreos declara en este texto que la perfección o santidad no vino por medio del sacerdocio levítico. Bajo éste Israel recibió la Ley, que en verdad no perfecciona ni santifica, sino que tan sólo expone la voluntad perfecta de Dios. Si el sacerdocio levítico fuera perfecto para la salvación, entonces no habría necesidad de que se levantara otro Sacerdote, uno de otro orden, no de Leví sino de Melquisedec, uno que no sería del orden de Aarón, el Sumo Sacerdote hermano de Moisés. 

De lo anterior se deduce que el sacerdocio fue cambiado. Dios no sólo cambió el sacerdocio, sino también la ley; por eso escuchamos decir a Jesús cosas como estas que contradicen la Ley: 

“38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. / 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; / 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; / 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. / 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.” (San Mateo 5:38-42) 

Melquisedec no era de la tribu de Leví, de la raza de Aarón, pariente de Moisés, ni servía en el altar del tabernáculo hebreo. Así también Jesucristo, no provino de la tribu sacerdotal de Leví, sino de la tribu de Judá, de la que nunca habló Moisés acerca del sacerdocio. Jesucristo, como Melquisedec, es un Sacerdote distinto, no constituido conforme a una ascendencia sino de acuerdo al poder de la vida eterna, de la resurrección. Dios mismo testifica de Él: “Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.” Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote eterno. 

Jesús puede ser nuestro Sumo Sacerdote con una condición: que creamos en Él, es decir que tengamos fe en Él. Esto significa creer que existe, pero también creer en lo que Él enseña y ha hecho por nosotros: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Hebreos 11:6) 

La fe es un don de Dios “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). Si esta fe es un regalo Divino, no necesitamos de intermediarios “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).  

El Señor es nuestro Sumo Sacerdote y Mediador entre nosotros y Dios. Como Moisés fue el mediador del Antiguo Pacto, Jesús lo es del Nuevo Pacto. No hay otro Mediador. El discípulo puede tener completa convicción de su fe y no necesita que otro, de una categoría especial, un sacerdote, un maestro, un pastor u otro experto tenga que venir a ratificar esa fe. 
 

4.      Las funciones del sacerdocio.

“18 Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia / 19 (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. / 20 Y esto no fue hecho sin juramento; / 21 porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec. / 22 Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. / 23 Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; / 24 mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable;  / 25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.”  (Hebreos 7:18-25) 

El mandamiento anterior, el Antiguo Pacto, la Ley de Moisés se abrogó porque era débil para dominar la naturaleza humana pecadora e ineficaz para alcanzar la perfección o santidad. Nada perfeccionó la Ley. En cambio la Gracia de Jesucristo introdujo una esperanza mejor, por medio de la cual nos acercamos a Dios.  

Los sacerdotes de Leví fueron consagrados sólo por el hecho de pertenecer a su tribu; en cambio este Sumo Sacerdote fue levantado como tal con juramento de Dios: “Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.” Así es que Jesucristo es el “fiador” de este nuevo y mejor pacto entre Dios y los hombres. Él mismo se puso como garantía o fianza de la promesa de Dios al Hombre. Jesús es el Fiador del Nuevo Pacto. Sobre Él se basa el Pacto de Gracia que consiste en recibir la salvación por medio de la fe; recibir el perdón de los pecados por la fe en Jesús; entrar en una relación íntima con el Creador por medio de la fe. 

Los antiguos sacerdotes fueron muchos, pues morían y había que reemplazarlos por otros. En cambio este Sumo Sacerdote que es Jesucristo, es eterno y tiene un sacerdocio inmutable, que jamás cambiará. Él puede también salvar para siempre y no sólo por unas horas, días o años. Vive para siempre y siempre podrá interceder por los pecadores. La intercesión ante Dios, el rogar por el perdón, rogar para que el amor de Dios cubra nuestras debilidades, es la labor de Jesucristo como Sumo Sacerdote y también es nuestra labor ante Cristo, como pueblo de sacerdotes. 

Jesús es nuestro Único Sumo Sacerdote, no hay otro. Con Él nos basta. La promesa del Señor dice que ya no necesitaremos de otro que nos enseñe, pues el Espíritu Santo nos guiará: 

“33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. / 34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.” (Jeremías 31:33,34 

El sacerdocio cristiano es un rol, un estatus, una posición que tiene el cristiano como persona en la sociedad. El rol de sacerdote implica diversas funciones; las más importantes son: a) Oración de intercesión por el prójimo; b) Adoración al Señor; c) Evangelización de los no creyentes; d) Obras de misericordia para con los que sufren. De esto Jesús nos dio ejemplo con Su vida, pues sabemos “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.” (Hechos 10:38)
 

5.      Los cristianos somos iguales en el Sacerdocio.

“26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; / 27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. / 28 Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.” (Hebreos 7:26-28) 

Jesucristo es el Sacerdote ideal. De hecho, Él es el Modelo para nuestro sacerdocio. Es un Sacerdote:

a)      Santo. La santidad implica alejarse del pecado, luchar contra toda tendencia negativa en nosotros que nos aparte del Señor. Desarrollar las virtudes de Cristo, en especial el Amor.

b)      Inocente. Sin culpa, limpio de corazón, sencillo como un niño.

c)      Sin mancha. Procurar siempre no contaminarse con el mundo y sus anti-valores.

d)     Apartado de los pecadores. No involucrado con personas que puedan arrastrarlo a las tinieblas; guardarse del mal.

Tal vez no seremos como Jesús “más sublime que los cielos”, pero sí alcanzaremos una conducta de vida recta y admirable que acerque a las personas a Dios.  

Si los sacerdotes del Antiguo Pacto necesitaban primero ofrecer sacrificios por sus pecados, nosotros debemos pedir perdón continuamente por los nuestros y conservarnos limpios por la sangre de Jesús, para rogar con eficacia por otros al Señor. Él hizo un solo sacrificio y bastó para perdonar todos los pecados humanos, cometidos durante toda su existencia. Así como la Ley constituyó sumo sacerdotes a hombres débiles, la Gracia de Dios juró y puso al Hijo, perfecto para siempre, como nuestro eterno Sumo Sacerdote. No hay regalo de Dios más grande que Su Gracia, ese favor inmerecido, el perdón de nuestros pecados. Dice Su Palabra que “...la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” (San Juan 1:17) 

Todos los creyentes recibimos la Gracia de Dios, por tanto todos estamos en las mismas condiciones ante el Señor; nadie es superior ni inferior a otro hermano; todos somos iguales ante Dios. Todo cristiano es un miembro del cuerpo de Cristo que puede ejercer el sacerdocio. Todos los que somos cristianos somos también sacerdotes. Todo creyente tiene el mismo poder. Todos, seamos ministros, diáconos, ancianos o discípulos, debemos seguir las instrucciones de Dios precisadas en Su Palabra. Todos los cristianos pueden leer, interpretar y comprender la escritura ya que hay “un Señor, una fe, un bautismo, / un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.” (Efesios 4:5,6)

Dios estableció un solo Cuerpo de Cristo, por lo que debemos ser “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; / un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación” (Efesios 4:3,4) Dentro de ese Cuerpo, en que Cristo es la Cabeza, cada miembro tiene un llamado o vocación para ejercer un rol. ¿Cuál será el llamado que tiene Dios para su vida en el Cuerpo de Cristo? ¿Cuál será su rol en la Iglesia? Los cinco ministerios de la Palabra son roles que algunos están llamados a ejercer: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, / a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11,12). No son los únicos roles ni tampoco tienen derecho a ejercer dominio sobre los hermanos:  

Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;  / no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.” (1 Pedro 5:2,3 
 

CONCLUSIÓN.

El sacerdocio cristiano es muy diferente al sacerdocio judío, como lo es el sacerdocio protestante del sacerdocio católico. El concepto bíblico de sacerdocio cristiano se basa en el principio reformado del “sacerdocio universal de los cristianos”, el cual nos enseña que: 1) Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote; 2) Los cristianos somos un pueblo de sacerdotes bajo el Sacerdocio de Jesús; 3) Tenemos un sólo Sacerdote Mediador y no debemos tener más mediadores que Él; 4) Las funciones del sacerdocio son principalmente intercesión, adoración, evangelización y misericordia; y 5) Los cristianos somos iguales en el Sacerdocio, ninguno es superior ni inferior a otro. 

 

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:

1)      ¿En qué se diferencian el sacerdocio judío, el sacerdocio católico y el sacerdocio cristiano?

2)      ¿Cómo entiende usted el “sacerdocio universal de los cristianos”?

3)      ¿Qué significa que tenemos un sólo Sacerdote Mediador y no debemos tener más mediadores que Él?

4)      ¿Cuáles son nuestras funciones como sacerdotes de Jesucristo?

5)      ¿Qué opina usted de las jerarquías en la Iglesia?

6)      ¿Qué sacerdocio instauró Dios con la muerte y resurrección de Jesús?

7)      ¿Cuál es el “sacerdocio” que el Señor le ha entregado?

8)      ¿Cree usted que la Iglesia debe tener “sacerdotes” y “laicos”?

9)      ¿Habló Jesús de sacerdotes o de discípulos en el Evangelio?

10)   ¿Cómo y cuándo volvió la cristiandad a su cauce original, proclamando el sacerdocio universal de los cristianos?

11)  ¿Estamos los cristianos dispuestos a ejercer y hacer ejercer verdaderamente la doctrina del sacerdocio universal?

12)  ¿Cuál será el llamado que tiene Dios para su vida en el Cuerpo de Cristo?

13)  ¿Cuál cree usted que es su rol en la Iglesia?

14)  ¿Qué destino deben tener los diezmos?

15)  ¿Qué circunstancias han hecho resurgir el “clericalismo” en las iglesias protestantes?

16)  ¿Cómo se puede evitar en la Iglesia el legalismo, el autoritarismo ético y la tiranía de los ministros?

17)  ¿Cómo se puede estimular la práctica del “sacerdocio universal de los creyentes” para que no sea sólo en una teoría?

18)  ¿Cuál fue la respuesta católica a la Reforma protestante del siglo XVI?

19)  ¿Qué dificultades hay para la comprensión del público del principio reformado de sacerdocio universal de los cristianos?

20)  ¿Cómo podría nuestra iglesia promover los principios de la Reforma protestante?

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