domingo, junio 14, 2020

ISAÍAS REPRENDE AL PUEBLO DE DIOS

ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO
CAPÍTULO 1



DIOS HABLA A SU PUEBLO

© Pastor Iván Tapia


Isaías es un hombre educado, lo que se refleja en su estilo y lenguaje poético, como también dramático de sus escritos. Sin embargo, es capaz de reprender duramente y con gran vehemencia a esta nación impía, descaminada y rebelde. La dureza con que el profeta trata a su pueblo, contrasta con mucha de la predicación de hoy, más complaciente y temerosa de no agradar al oyente:

 “2 Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. / 3 El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. / 4 ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás.” (Isaías 1:2-4)

a)      Dios habla hoy como ayer.
“2 Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová”

A los cielos y la tierra se dirige, en verdad es a toda la sociedad, tanto los que están arriba como los de más abajo. El pecado no es solamente de los delincuentes que por lo general provienen de las clases más pobres; tampoco es sólo de los ricos que explotan a los pobres y que especulan con el dinero; tampoco es sólo de los comerciantes que abusan o de los profesionales que roban o mienten. En verdad el pecado, la desobediencia a Dios y Su Ley es de toda la sociedad. Todos, creyentes y no creyentes tenemos que escuchar este llamado profético: “2 Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová”. No es el hombre que habla sino Dios por medio de él; el Señor utiliza al profeta y a todo ministro de Dios bien conectado con Él, para hablarnos, mostrarnos nuestra realidad, quizás reprendernos, enseñarnos o advertirnos.

Recordemos que “16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, / 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16,17)

b)      Dios nos acusa de rebelión.
“Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí.”

Nuestro Padre Celestial es Dios, nos creó y nos trajo a la vida con Amor eterno. A los no creyentes los cuidó, les puso padres, profesores, familia, amigos y a muchos de ellos los convirtió e hizo nacer de nuevo. Tanto a creyentes como no creyentes amó y crió Dios. A ambos engrandeció, de lo contrario no habría grandes hombres y grandes mujeres ateos y agnósticos; no podemos adjudicar al diablo sus obras científicas, artísticas, culturales, políticas, históricas, etc. Dios ama a todos los seres humanos y de uno u otro modo les ayuda, les prospera, los engrandece. Pero particularmente lo hace con Sus hijos, mas éstos se rebelan contra Él.

Un dicho popular dice “No muerdas a la mano que te dio de comer”. Si tenemos gratitud con los padres y hacia todos los que de alguna forma nos han ayudado en la vida, mayor debe ser nuestra gratitud con Dios. Cada día deberíamos agradecer al Señor Sus muchas bondades y demostrar esa gratitud además de oraciones con una actitud cambiada hacia Él, con nuestra actuación acorde a Sus enseñanzas.

Creemos que porque participamos en el culto, porque ofrendamos dinero a la Iglesia, porque hacemos oración y leemos mucho la Biblia hasta memorizar algunos textos, entonces somos cristianos correctos, agradables a Dios y no rebeldes. Pero no es así. Pensar de ese modo es pensar como fariseos, complacidos de cumplir normas. Dios quiere que le entreguemos el corazón y que renunciemos a nuestras perversidades, pecados, manías, egoísmos, malos pensamientos, que cambiemos de adentro. Usted puede no decir groserías y expresarse muy bien, pero piensa sucio; usted puede aparecer como una persona intachable, pero envidiar los recursos materiales y económicos del prójimo, sus cualidades y sus posesiones; usted puede aparecer como muy espiritual, pero estar lleno su corazón de deseos carnales. Ese cambio profundo es lo que el Espíritu Santo realizará en su alma si le entrega el corazón, arrepentido.

(Este es un fragmento del Capítulo I del libro "Isaías, el profeta mesiánico")


No hay comentarios.: