sábado, noviembre 08, 2008

EL ESTILO PERSONAL.


SIRVIENDO AL CUERPO DE CRISTO
V PARTE


Tema basado en la asignatura "Network"
entregada en el Seminario de la Gracia 2008, Chile.
Lectura Bíblica: Salmo 139:13-16

Propósitos de la Charla: a) Que el discípulo descubra su “estilo personal”; b) Adquirir conceptos básicos sobre Personalidad; c) Apreciar en la Biblia los distintos elementos que conforman el servicio a la Iglesia.

“Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. / Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. / No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra. / Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas.” (Salmo 139:13-16)

Todos hemos nacido de una madre que se ha unido a un hombre, nuestros progenitores. No necesariamente ha mediado el amor en esa unión. Muchos son hijos de otros padres, algunos hijos de una violación o de la costumbre de una pareja que ya no se ama. Pero en verdad nuestros padres sólo han sido un instrumento utilizado por el Padre de la vida, el Creador. Usted y yo somos, existimos, no por voluntad de una pareja humana, sino por voluntad de Dios.

La Biblia dice que Él formó nuestro ser completo, Él nos hizo en el vientre de una madre. Y qué maravillosa es esta creación que Dios ha hecho. Nos podemos maravillar de la vida animal, de la geografía del planeta y del multiforme mundo de las plantas, pero ¡cuán mayor es la perfección y belleza de nuestro cuerpo y mente! Dice el salmo que fuimos formados en lo oculto, como tantas otras creaciones, como el árbol que es el producto de la germinación de una semilla escondida en la oscuridad de la tierra. Emergemos del útero de la madre, más aún salimos de la unión del óvulo con el espermatozoide y nadie ve ese milagro de vida. Ahora, adultos, vamos caminando por la existencia, desconociendo aquél misterio del cual vinimos. La vida surge de lo oculto; la luz de la vida, como dice San Juan, surgió de lo escondido.

Fuimos, según la Palabra de Dios “entretejido en lo más profundo de la tierra.” La vida es como el tejido de una red en que cada cosa se relaciona con otra: cada fruta y verdura que hay en nuestro huerto, está relacionada con algún órgano de nuestro cuerpo, por las vitaminas o elementos químicos que contiene. Los insectos y lombrices que viven en la tierra donde están plantados esos alimentos, también tienen una relación con los vegetales y, por ende, con nosotros. No diga usted que quiere saber nada del gusano que airea la tierra para que esta permita el crecimiento de las hortalizas que nos alimentan. La vida es como el tejido de una bella alfombra o de un útil chaleco, cada uno de sus hilos, colores, nudos, texturas, tienen una razón de ser, fue prediseñada por el gran Artista que es nuestro Dios.

Dios nos conoce antes que nosotros nos viéramos en un espejo o en el reflejo del agua en una pileta. Él vio nuestro feto: “Mi embrión vieron tus ojos”, dice el salmista. Ya que fuimos creados por Él, manipulados por Su mano misericordiosa, en Su conocimiento está todo lo que somos y habremos de ser, en cada uno de sus detalles. Lo que su médico conoce de usted es nada comparado con lo que el Señor de la Vida sabe de usted. Lo que su psicólogo o psiquiatra sabe de sus oscuridades es nada comparado con lo que el Creador de la mente humana conoce de usted. Lo que su pastor o tutor espiritual sabe de usted es nada si lo comparamos con el conocimiento que tiene nuestro Pastor y Obispo, Jesucristo, el Hijo de Dios.

ÉL NOS HA DADO FERVOR Y DONES.
Nada hay oculto de la vida para el Creador de la Vida. Es así que Él sabe perfectamente cual es el fervor o la pasión que cada uno de Sus hijos tiene en este mundo. Él sabe que su pasión es ganar muchas almas para el Reino, o alabar a Dios con instrumentos y danzas cada día del resto de su vida, o atender a los niños pobres de su ciudad, o cualquiera sea la visión que hay dentro de usted. Lo puede ocultar a su familia, a sus jefes en el trabajo, a si mismo –hay muchas personas que huyen de una vocación- o a sus líderes de Iglesia, pero de Dios no puede ocultarlo, porque Él le dio a usted ese fervor: “en oculto fui formado”. No se formó usted a sí mismo/a, ni fueron sus padres; aparentemente lo formaron sus papás y profesores, pero en realidad sólo fueron un instrumento de Dios para que usted llevara en su corazón esa pasión.

También nos dio dones espirituales cuando nacimos de nuevo, a la familia de Dios. Él nos proveyó de las capacidades espirituales y concretas necesarias para llevar a cabo la visión. Es decir nos dio las herramientas para hacer el trabajo que tenemos dibujado o planeado en el corazón. Como el albañil posee los planos del edificio que habrá de construir, así el cristiano tiene dibujado en su mente el diseño de la obra que debe hacer; eso es su fervor. Y para llevarlo a cabo requiere de la pala, el chuzo, la plana y todas las herramientas de construcción, más los materiales. Esas herramientas son sus dones y los materiales son los frutos del Espíritu Santo. La obra de Dios se construye con amor, fe, etc. Todas las cosas necesarias para hacer la Obra de Dios nos han sido dadas y no necesitamos andarlas buscando en otro lugar o persona que no sea el propio Creador de la Vida:

“3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; 5 vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7 a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. 8 Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.” (2 Pedro 1:3-8)

EL TERCER ELEMENTO.
Pero en esta ecuación para el buen servicio del Cuerpo de Cristo, por parte del discípulo de Jesucristo, es necesario un tercer elemento. Si bien el primero, que es el fervor, aporta la meta hacia la cual se dirige el cristiano individualmente, lo que comúnmente se llama “visión” y nosotros hemos nombrado como “fervor o pasión”; el segundo elemento nos da las capacidades para realizar esa visión, por medio de los dones espirituales. Es necesario destacar que cada persona realizará su misión o vocación de acuerdo a su particular modo de ser. Es lo que nosotros llamamos “estilo personal”.

La “pasión”, la visión, los sueños, el anhelo del corazón nos indican donde trabajar, nosotros dedicaremos todas nuestras fuerzas para cumplir esa pasión. Para lograr el cumplimiento de esa pasión requerimos de los dones espirituales que nos muestran qué debemos hacer. El estilo personal nos dirá cómo lo haremos.

TRES ASPECTOS DE LA PERSONALIDAD.
El estilo personal apunta al modo de actuar de la persona. La Psicología nos habla de tres aspectos básicos en la personalidad humana: el temperamento, la actitud y el carácter.

1. El Temperamento, que es algo así como la carga genética de la persona, la manera natural de ser y que no puede ser cambiada. Es el “tinte” emocional de nuestras respuestas aprendidas. Si alguien tiene un temperamento melancólico, por ejemplo, difícilmente se transformará en una persona alegre, sanguínea, espontánea o en alguien flemático. Es la disposición innata que nos induce a reaccionar de forma particular a los estímulos ambientales, determinada genéticamente.

2. La Actitud está determinada por el medio ambiente y la educación. La actitud que un cristiano tiene hacia la muerte es muy distinta a la de un ateo; la reacción de un ciudadano cuando escucha su himno patrio en el extranjero es diferente a la del de otra nacionalidad. Las actitudes dependen del medio socio-cultural en que la persona está inserta.

3. El Carácter es el “cuño”, la huella o la marca de la persona, un conjunto de reacciones y hábitos de comportamiento que se han adquirido durante la vida. Es el resultado de temperamento más actitud. Las características del carácter suelen ser rígidas y ayudan al sujeto a defenderse del medio. No hay que confundir con el dicho popular de alguien que tiene mal humor “tiene mal carácter”. Tampoco lo relacionemos con aquello que se dice de alguien que es autoritario o seguro de sí mismo: “él tiene mucho carácter”, porque todos tenemos carácter, y cada uno porta un carácter distinto.

Temperamento, actitudes y carácter, conforman lo que llamamos Personalidad. Podríamos decir que la personalidad es la forma en que pensamos, sentimos, nos comportamos e interpretamos la realidad.

Nuestra personalidad va a determinar un “estilo personal”, como trabajaremos en la Obra del Señor. Todos somos diferentes y Dios nos acepta tal como somos. De acuerdo a esa manera de ser, a ese carácter, actuaremos. Ahora, en Cristo, Él nos da una nueva oportunidad de seguir creciendo, de transformar nuestro carácter y formar en nosotros la personalidad de Jesucristo.

Cuando fuimos concebidos, toda la información acerca de nuestro yo estaba allí. Ahora que hemos nacido del Espíritu Santo, también hay una nueva información en nuestros genes. El misterio de la Vida continúa actuando en los cristianos, hijos de Dios, nacidos de nuevo.

El mundo tiene una población de 6.700 millones de habitantes. Sumemos a todos ellos, la enorme cantidad de personas que ha vivido en el planeta a través de toda la historia de la humanidad. Dios ha hecho a todos diferentes. No hay otro igual a mi.

Como las piedras preciosas son valiosas por su escasez, el diamante lo es más aún. Así también cada cristiano es diferente el uno del otro y, cual piedra preciosa, un diamante valioso para la Iglesia. Agradezcamos el fervor, los dones y el estilo personal que Dios nos ha dado.

EL ESTILO PERSONAL
El estilo personal es la manera en como enfrentamos el ministerio o servicio que Dios nos ha encargado. Este estilo cuenta de dos elementos principales, a saber la manera en que realizamos la tarea y de dónde obtenemos la energía para ejecutarla. A la primera podríamos llamarla “camino” y a la segunda “fuente”.

El camino de nuestro estilo personal es la huella que seguimos para llegar a la meta. Cada persona tiene su propio camino, su modo de resolver los asuntos vitales. Hay quienes siguen una senda prefijada, claramente establecida, y otros que buscan diversos senderos y atajos para llegar a la misma meta. Ambos son efectivos. Nuestro camino como cristianos es uno sólo: Jesucristo, pero el Espíritu Santo escoge sendas distintas para cada uno. Jesucristo nos ha dicho acerca de Sí mismo: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (San Juan 14:6). A pesar de ello, para cada cristiano el Espíritu Santo ha previsto un camino diferente: “El viento de donde quiere sopla, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni á dónde vaya: así es todo aquel que es nacido del Espíritu.” (San Juan 3:8)

La fuente de nuestro estilo personal es la “fuente de energía”, de donde obtenemos el vigor para la tarea. Hay personas que se concentran en la tarea y hay otras que se enfocan en las personas. Ambas miradas o focos están correctas. Nuestra fuente de energía y vida es una sola: Jesucristo, “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. (San Juan 7:37) pero Dios usa diversos medios de gracia para otorgarnos la fuerza espiritual, como en el ministerio de la Palabra: “Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; / esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí.” (Romanos 1:11,12) o en el ministerio de sanidad: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. / Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.” (Santiago 5:14,15)

SISTEMÁTICOS Y ASISTEMÁTICOS.
¿De qué manera realiza usted sus trabajos? El modo en que usted enfrenta un trabajo en su hogar, en la junta vecinal del barrio, en su oficina o industria, en la Iglesia, en fin cualquier encargo, pagado o no, habla mucho de su personalidad. Por ejemplo, cuando va de vacaciones ¿prefiere improvisar o seguir un riguroso plan que contempla horas de levantada, hotel, cuánto va a gastar cada día, a qué lugares va a ir? Seguramente, si hacemos esta pregunta a un grupo de hermanos, cada uno va a tener una respuesta distinta. Hay personas que se aburren con las rutinas, los planes preestablecidos, en cambio a otras les resulta sumamente cómodo un oficio o acción rutinaria.

Desde el punto de vista de la manera en que realizan su trabajo, las personas pueden clasificarse en dos grandes grupos: los asistemáticos y los sistemáticos.

1. Los asistemáticos prefieren improvisar, crear en el momento, tienen las ideas y las organizan en la conversación, les agrada lo sencillo y común, dan distintas opciones y caminos para resolver algo, se adaptan a distintos oficios, modifican su trabajo según las circunstancias, les aburre la rutina y rinden de acuerdo a la situación que viven

2. Los sistemáticos prefieren seguir lo planificado, lo definitivo y claro, terminar rápido su trabajo, se adaptan fácilmente a oficios rutinarios, siempre van a preferir hacer las cosas como estaban planeadas, no les incomoda la rutina y son más eficaces siguiendo lo planificado.

En resumen, el asistemático prefiere la diversidad de opciones y la disponibilidad de distintas posibilidades o caminos; y el sistemático prefiere los planes y el orden. Ambas formas de enfrentar la tarea son aceptables; una no es mejor ni peor que la otra, sino distinta. En cualquier grupo humano vamos a encontrar personas sistemáticas y personas asistemáticas; en la Iglesia también, habrá líderes y discípulos de ambos grupos. Debemos conocer estos estilos de personalidad para apreciarlos y entender cómo cada miembro del Cuerpo de Cristo enfrenta la acción.

Un discípulo asistemático desarrolla su servicio en forma muy espontánea y libre. Su relación con otras personas se organiza de manera dinámica, atendiendo a las diferencias individuales. El discípulo sistemático lleva su servicio de modo muy ordenado, planificado, secuenciado, organizando a las personas del mismo modo. Tanto el sistemático como el asistemático, utilizan diferentes métodos pero los dos le dan importancia a la armonización. Ambos buscan servir a la Iglesia y al Señor de la mejor manera. Necesitamos comprender estas características y no calificar, motejar o desmerecer a nuestros hermanos por esas formar de ser o estilos de personalidad. Seguramente usted ha visto y escuchado a grandes predicadores de radio y televisión con estas cualidades. Habrá alguno que estructura ordenadamente su mensaje, transmitiendo con tal claridad la Palabra de Dios que a algunos oyentes o televidentes les parece de gran edificación, y a otros muy frío, racional y hasta aburrido. Sin embargo aquél que hace uso de la improvisación aparente o “inspiración” del momento, ese que avanza entre ejemplos de actualidad y diversas parábolas divertidas, a unos no satisface por “desordenado” y a otros les inspira como muy guiado por el Espíritu Santo. En nuestro ejemplo, ambos enseñan la palabra de Dios y son tan siervos el uno como el otro, sólo que tienen dos maneras distintas, estilos personales diferentes. Hay sermones sistemáticos y sermones asistemáticos, hay ministros de Dios sistemáticos y asistemáticos. Si comparamos la carta a los Romanos de San Pablo con la carta de Santiago, podemos ver claramente un ejemplo de esto, el primero, a todas luces, es planificado, ordenado, sistemático; el segundo avanza de acuerdo a la inspiración en forma asistemática.

LABORALES Y PERSONALES.
¿De qué manera obtiene usted las fuerzas para hacer su trabajo? Quizás usted se sienta más cómodo cuando trabaja con otras personas, siente que las ideas fluyen mejor, es más entretenido y completa la labor que realiza; sin embargo hay otras personas que lo hacen más cómodos y eficaces trabajando solos. Podríamos decir que hay quienes se sienten mejor trabajando para otras personas y quienes se sienten mejor trabajando con otras personas. Unos encuentran la fuerza en el grupo, en los demás; y otros la hayan en la tarea misma, su fuerza fluye del trabajo mismo. A los primeros les interesará mantener la cohesión del equipo de trabajo y a los otros finalizar pronto la tarea; porque esos centran su tarea en las personas y éstos en el trabajo mismo. Ambos están preocupados de cumplir su misión de servicio, pero obtienen la fuerza o se enfocan en distintos aspectos. Es así que nos encontramos con otra clasificación de los individuos: los que enfatizan el trabajo y los que enfatizan el hombre, los laborales y los personales.

« Los laborales trabajan muy cómodos “a las órdenes de”, con un objetivo claro o en función del objetivo a lograr, por una causa específica, buscando la ejecución y pronto término del trabajo, respetando horarios y tiempo, centrándose en el trabajo en sí.

« Los personales cuando trabajan tienden a poner el foco en la relación humana, ya sea a quien va dirigida la labor o quienes participan en ella; son fervorosos cuando forman una organización; sienten gran satisfacción cuando se establecen relaciones humanas; comienzan las reuniones no en virtud de la puntualidad sino de la asistencia de todos; se preocupan por mantener bien el equipo de trabajo; durante el trabajo dan más importancia a la comunicación que al trabajo en sí.

En resumen, los “laborales” dan énfasis al trabajo y obtienen vigor al trabajar; y los “personales” ponen su énfasis en el hombre y obtienen vigor o energía al relacionarse con las personas. Desde la perspectiva de la fuente energética o motivación de las personas, podemos encontrarnos con estos dos tipos de cristianos, los que son movidos por las personas con que trabajan y aquellos a quienes sirven; y los que están altamente motivados por la tarea. Por ejemplo, puede haber dos evangelistas en nuestra iglesia. Uno tendrá gran pasión por salvar a aquellos que sufren los estragos del pecado y las tinieblas en sus vidas, aún más, interesará a un grupo de hermanos a hacerlo y a trabajar en equipo por ello. El otro también anhela la salvación de muchos, pero su motivación es hacerlo con el mejor método evangelístico, es un estudioso de las Escrituras y desarrolla temas planificadamente; también reúne equipo en torno suyo, pero su pasión es organizarlo en la tarea. El primero es un evangelista “personal” y el segundo “laboral”.

La medición de cómo obtenemos fuerza en la acción, nos revela si es en el aspecto emocional o en la ejecución de las tareas. Si usted es una persona que enfatiza el trabajo, la parte principal de su servicio está en organizar y hacer más efectivo el acto de servir a las personas; su foco está en el trabajo en sí. Si usted es una persona que enfatiza el hombre, entonces la parte principal de su servicio debe relacionarse mucho más con las personas que con la tarea. Su foco está en las relaciones humanas.

En ambos casos se le da mucha importancia al objetivo, el propósito de la tarea o servicio. Para lograr eso, cada cual puede tener sus propios métodos.

LOS CUATRO ESTILOS.
Usted tiene un fervor y ya ha descubierto sus dones espirituales. Ahora necesita identificar cual es su “estilo personal”. Quizás sea asistemático o sistemático; a ello añadirá un enfoque laboral o personal.

El estilo personal puede estar centrado en: el trabajo (L) o en las personas (P). El estilo personal puede ser de carácter: sistemático (S) o asistemático (A). De la combinación de estos cuatro elementos resultan los siguientes estilos personales:
1. L-S, Laboral - Sistemático
2. L-A, Laboral - Asistemático
3. P-S, Personal - Sistemático
4. P-A, Personal - Asistemático

LAS TRES PREGUNTAS DEL SERVIDOR.
Los tres elementos estudiados deben relacionarse para una correcta consejería: pasión, don espiritual y estilo personal. Jesucristo es la Cabeza de la Iglesia y Dios Padre le entregó a Él la misión de conducirla. Él quiere una Iglesia saludable, que lleve con eficacia su misión de evangelizar y servir a la sociedad. Para ello cada miembro debe hacerse tres preguntas cruciales:

1. Cada cristiano tiene una tarea que cumplir. Se preguntará “¿Dónde trabajaré?” y la respuesta la hallará en su fervor: “trabaja en la pasión que Yo he puesto en tu corazón.” Cuando Jesús habló con Pedro junto al mar de Tiberias, antes de partir a los cielos, le dio tres respuestas, las que apuntaban justo a su pasión: cuidar las ovejas del rebaño.

“Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos. / Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. / Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. / De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. / Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.” (San Juan 21:15-19)

2. ¿Qué debo hacer para cumplir mi fervor? Será su segunda pregunta y la respuesta la encontrará en sus dones: “Te he dado un don especial para que me sirvas” Cuando Jesús llamó a Pablo le declaró el don que Él le habría de dar para servirle en su fervor. El fervor de San Pablo era anunciar a Cristo a todas las naciones y su don ser un apóstol.

“Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito. / Pero subí según una revelación, y para no correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación el evangelio que predico entre los gentiles. / Mas ni aun Tito, que estaba conmigo, con todo y ser griego, fue obligado a circuncidarse; / y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, /a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros. /Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas), a mí, pues, los de reputación nada nuevo me comunicaron. /Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión / (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles), /y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.” (Gálatas 2:1-9)

3. La última pregunta que resta por hacernos es ¿Cómo cumpliré mi servicio o ministerio en la Iglesia y la sociedad? La contestación a esa pregunta está en su misma forma de ser: “Lo harás con el estilo personal que Yo te he dado” Cada uno de los doce apóstoles de Jesucristo tuvo un estilo personal, una manera distinta y especial de cumplir la misión que el Maestro les encomendó. El apóstol Juan, por ejemplo, se caracterizó por su visión amorosa de Dios, lo cual se deja traslucir en sus cartas, tanto en su teología como en el trato para con los hermanos (2 Juan)

CONCLUSION
El Señor amó a Su Iglesia, al punto de morir por ella. Y le dio en abundancia, en cada uno de sus discípulos, fervor y dones. Además agregó un tercer elemento: el estilo personal. Cada cristiano trae una personalidad natural, la que contiene tres aspectos: temperamento, actitud y carácter; más en el nuevo nacimiento Él desea transformar esa personalidad en la de Jesucristo. El estilo personal puede ser sistemático o asistemático, laboral o personal, lo que da origen a cuatro estilos personales del cristiano. En resumen, para estar bien orientados para el servicio al Cuerpo de Cristo, necesitamos respondernos estas tres preguntas:
« ¿Dónde trabajaré?
« ¿Qué debo hacer para cumplir mi fervor?
« ¿Cómo cumpliré mi servicio o ministerio en la Iglesia y la sociedad?

PARA REFLEXIONAR:
1) De acuerdo a lo expuesto en esta charla ¿cuál es su estilo personal?

BIBLIOGRAFIA
1) Maestra Sangsoon Kim; apuntes de clases Asignatura “Network”; Seminario Teológico Misión Internacional de la Gracia; Chile, 2008.
2) Grace Ministry Internacional; “Dones Espirituales, Network”; Seminario Teológico de la Gracia.
3) La Santa Biblia, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.

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