lunes, mayo 14, 2007

LA GRAN COMISIÓN

EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD EN EL REINO DE DIOS
IV PARTE


Lectura bíblica: San Mateo 28:18-20
Propósito de la charla: Comprender, valorar y poner en práctica la Gran Comisión de Jesucristo a Su Iglesia.

Dios entregó a Jesucristo toda autoridad. Los once nacieron en Cristo y crecieron por Su guía. El Maestro dio su vida física por ellos y luego, resucitado, les entregó Su vida espiritual y eterna. Al resucitar venció todos los poderes diabólicos y Dios Padre le entregó todas las cosas para que pusiese orden en ellas. Aquellas cosas habían sido contaminadas y desordenadas por el diablo y la desobediencia de nuestros primeros padres. Ahora todo, menos el Padre, está bajo la autoridad de Jesucristo. Esta autoridad la delega en sus discípulos. Cristo transmite esta autoridad a la Iglesia. Así como cuando compro una casa adquiero dominio sobre ella, del mismo modo cuando Jesucristo venció a Satanás adquirió dominio y recibió toda potestad sobre el ser humano, en especial sobre aquellos que le reconocemos como Señor y que pedimos que venga Su Reino.

Analizaremos la llamada "gran comisión" que Jesús hizo a los apóstoles y, por extensión, a toda la Iglesia:

"Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. / Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. / Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. / Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; / enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén." (San Mateo 28:18-20)

OBEDIENCIA
"Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado." (San Mateo 28:16) Los once apóstoles –recordemos que Judas ya se había suicidado y que el Maestro está resucitado- obedecen ahora a Jesús; su actitud como personas que han visto la muerte de Cristo en la cruz y que ya han recibido el soplo del Espíritu Santo, es totalmente distinta. Ya no son esos rebeldes e incrédulos discípulos, sino que ahora son apóstoles, los llamados, capacitados y enviados por el Señor a anunciar Su Reino. Deberían acudir al llamado de Jesús a ese monte, donde le verían partir de esta tierra y alejarse físicamente de ellos. Sería su último encuentro con el Maestro, por lo tanto un evento muy importante, al cual no podían faltar. ¿Tendremos nosotros o hemos tenido una despedida similar en nuestra vida? Quizás el último momento con nuestro padre o madre; la despedida de un hijo que marcha a vivir a otro país; el adiós a alguien que jugó un papel trascendental en nuestra vida espiritual. Son esos momentos que jamás se olvidan. Pues bien, este era uno de esos encuentros en la vida de los apóstoles, que quedaría grabado en su memoria para siempre. Por eso el Evangelista lo registra, porque además, en ese encuentro se dijeron palabras vitales para todo hombre y mujer, a través de la historia.

ADORACIÓN
"Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban." (San Mateo 28:17) Al ver los discípulos a su Maestro sintieron en su corazón una gran alegría y un intenso amor, que les llevó a adorarle. Adorar significa rendir culto a la persona o cosa que se considera divina; es amar mucho algo o a alguien; gustar mucho de algo o sentir gran admiración por alguien, en este caso de Jesucristo. Los discípulos, como nosotros, rindieron culto a Su Persona, lo que pudo haber parecido idolatría y hasta blasfemia para los judíos. Ellos amaron a Jesús y expresaron ese sentimiento y la gran admiración que les despertaba. Probablemente expresaron en palabras su intenso amor por el Salvador, como nosotros lo hacemos orando y cantando. Diferenciamos la alabanza de la adoración en cuanto a su intensidad: la alabanza es la expresión de nuestra admiración por Jesucristo y la adoración es la exaltación de Su Persona y la expresión de todo nuestro amor por Él. Entre los presentes, en esa oportunidad, hubo algunos que no creyeron en la Divinidad de Jesús ni en Su calidad de Salvador ni en su condición de Resucitado. Hoy día también hay personas que asisten a nuestras reuniones pero que no creen que ellas sean guiadas por el Señor. Los incrédulos están hasta en las mejores iglesias. No son personas malas, sólo carecen de fe y pecan de incredulidad.

SUMISIÓN Y SUJECIÓN
"Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra." (San Mateo 28:18) El Maestro se acerca a quienes creen en Él, pero también se acerca a los incrédulos. A los primeros se acerca para que desarrollen aún más su fe; a los segundos para escándalo, para definirlos, sea que le conozcan o que le rechacen. Él quiere nuestra definición, ama la decisión –ser frío o caliente- y desprecia la tibieza. Qué el Espíritu Santo nos haga personas de convicciones, seguras de nuestra fe y que caminemos con decisión el sendero de vida. Jesús se ha acercado a tu vida y quiere decirte algo muy importante: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra" Todo el poder, toda la soberanía, toda autoridad ahora está en Sus manos; por ende ríndete y no discutas más con Él, no luches con Dios sino sométete a Su autoridad. La sumisión al Señor, la cual proviene de un corazón humilde, que se hace humus, que es verdaderamente humano, es imprescindible para caminar en el Reino de Dios, bajo la voluntad Divina. Sin sumisión no habrá sujeción. Esta última es la que debemos al Cuerpo de Cristo. Nos sometemos al Señor y nos sujetamos a la Iglesia. Nos sometemos al Señor y nos sujetamos a los pastores. Nos sometemos al Señor y nos sujetamos a nuestros tutores. Sumisión y sujeción son dos caras de una misma moneda: la obediencia a la autoridad.

MISIÓN
"Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (San Mateo 28:19) Este "por tanto" o "por lo tanto" expresa una conclusión o corolario. Lo que viene después en esta frase es el resultado de lo dicho anteriormente al "por tanto". Este "por tanto" es la relación que une las dos frases de una ecuación perfecta. "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra" es la base, el elemento imprescindible para que se cumpla la segunda parte: "id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo". Si Jesucristo no tuviera esa autoridad dada por el Padre, no podría enviar a Sus apóstoles a hacer discípulos en todas las naciones del mundo. De la autoridad de Cristo viene esta orden que resuena a través de los siglos, sobre cada discípulo de Jesucristo Hacer discípulos y bautizar en Su nombre a los convertidos, es resultado de la entronización de Jesús como Señor de la creación, Cabeza de la Iglesia, Obispo y Pastor de nuestras almas. Por tanto hacer discípulos no es un capricho nuestro, tampoco bautizar es algo que podamos apetecer o no, sino que es el cumplimiento de una orden emanada de la autoridad de Dios. Cumplir esa orden es nuestra obligación y no una opción. Hacer discípulos y bautizar son mandatos de Dios. Otro aspecto a resaltar en estas palabras es la fórmula del bautismo "en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo", lo cual más que un asunto de palabras es un asunto de convicciones, de conceptos claros; somos bautizados y bautizamos no en nombre propio ni por alguna persona, sino en nombre de la Trinidad: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es Dios quien bautiza a través nuestro. Nosotros tan sólo cumplimos su mandato, nuestro oficio sacerdotal.

MANDAMIENTOS
"Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado..." (San Mateo 28:19a) Especial encargo hace el Señor Jesucristo a los apóstoles, y por ende a todos los que después escucharán Sus enseñanzas; que a todo aquel que sea hecho discípulo y sea bautizado en Él, se le enseñe a guardar "todas las cosas que" Él les mandó. ¿Cuáles serán esas cosas? Pues todos sus mandamientos del Evangelio, que son 90, desde "es necesario cumplir toda justicia" hasta "guarden todas las cosas que os he mandado". Aún cuando ya no funcionamos por un sistema legalista de orden, obediencia, premio y castigo, sino por un sistema de gracia basado en el amor que ha sido puesto dentro de nosotros, un amor que nos impulsa al bien; Jesús, como Señor y Dueño de nuestras vidas, nos pide que cumplamos principios éticos, morales y espirituales para ser dignos ciudadanos de Su Reino. Si creemos en Él y aceptamos Su sacrificio expiatorio somos salvos; mas si guardamos sus mandamientos nos hacemos merecedores de su Reino milenario. Una cosa es nuestra salvación eterna y otra el galardón en el Reino. Jesucristo murió para liberarnos de las tinieblas. En Su nombre somos libres de fetichismo, traumas, complejos, heridas y todo tipo de pecado.

COBERTURA
"y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo." (San Mateo 28:19b) Este Señor que nos ha mandado a predicar Su Evangelio, a hacer discípulos, a bautizar y enseñar a guardar todas sus enseñanzas, no nos abandona a nuestra capacidad ni nos deja a la aventura, sino que nos promete Su compañía permanente. Él es el Capitán de Su ejército y como tal se comporta.

ÉXITO
"Amén." (San Mateo 28:19c) Con este "así sea" ¿de Jesús, de los apóstoles o del Evangelista? Como sea, del Espíritu Santo. Es el cúmplase que está afirmando que así será, esta misión tendrá pleno éxito, lo cual se confirma en la gloriosa historia del cristianismo, una historia de evangelismo, misiones, persecuciones, martirios, plantación de millones de iglesias, salvación de innumerables vidas, etc. El Amén es el cumplimiento de Su voluntad, Él mismo es el Amén de Dios. Con esta palabra se sella la gran comisión de Jesús a Su Iglesia.

El texto estudiado expresa: 1) la obediencia de los apóstoles, aspecto fundamental para cumplir la gran comisión entregada por Jesús, 2) la adoración a Jesús como Señor, nacida de un sincero amor del discípulo por su Maestro; 3) la sumisión al Señor y la sujeción al Cuerpo de Cristo, ecuación imprescindible para lograr el triunfo de la misión encomendada; 4) los contenidos de esa misión: anuncio, hacer discípulos, bautizar y enseñar; 5) el cumplimiento de los mandamientos de Jesús en el Evangelio; 6) la promesa de Su cobertura de autoridad; y 7) el pleno éxito de la comisión de Dios.

PARA REFLEXIONAR:
Compare los siguientes textos relativos a la "gran comisión": San Marcos 16:14-18; San Lucas. 24:36-49; San Juan 20:19-23.
¿Qué estoy haciendo para obedecer a Jesucristo en la misión que Él ha dado a la Iglesia?
¿Cómo estoy adaptando a mi estilo personal el cumplimiento de la Gran Comisión?
¿En cuál de los siete aspectos de la Gran Comisión estoy mejor preparado?

BIBLIOGRAFÍA.
Apuntes del ministerio a los líderes de la Comunidad Ecuménica Renovación de la Iglesia, obrero David Soto Godoy, 1981.
http://www.tiempodevictoria.com.ar/producciones/p008.htm

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