domingo, abril 11, 2010

LA MISIÓN DEL SER HUMANO.


LA FAMILIA CRISTIANA
II PARTE



Lectura bíblica: Génesis 1:28

Propósitos de la charla: a) Conocer los diversos aspectos que constituyen la misión dada por Dios al Hombre; b) Valorar la formación de la Familia como una de las principales misiones humanas.


“Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1:28)

Conociendo el origen del Hombre descubrimos el origen de la Familia. Del mismo modo, clarificando cuál es su misión descubriremos la misión de la Familia. De acuerdo a la Biblia podemos preguntarnos sobre la misión del Hombre. Muchas razones podemos dar desde nuestro punto de vista humano, pero lo que más debe interesarnos es conocer el punto de vista de Dios. La mejor forma de saberlo es yendo a aquellos textos fundacionales del ser humano, los cuales encontramos en el libro de Génesis, tanto en el relato de la creación como en el de la nueva tierra, después del diluvio universal. Otro tanto podemos encontrar en el Nuevo Testamento, cuando Dios recrea al Hombre en Jesucristo. La siguiente pregunta es la que procuraremos responder en la presente enseñanza:

¿Cuál es la misión del Hombre?
· Fructificar.
· Multiplicarse.
· Llenar la Tierra.
· Sojuzgar la Tierra.
· Señorear sobre la Tierra.
· Cultivar y guardar la creación.
· Estudiar y nombrar la creación.
· El hombre y la mujer, ser una sola carne.
· Procrear
· Crecer.
· Temer a Dios y guardar Sus mandamientos.
· Formar una familia.

1. FRUCTIFICAR.
La primera misión que el Creador encomienda al Hombre es fructificar. La palabra “fructificar”, dicha de una planta significa dar fruto, y dicha de alguna cosa, producir utilidad. ¿Qué utilidad podría producir el ser humano a Dios? La mayor utilidad sería que éste le ayudase a cuidar Su creación, no la deteriorara y le obedeciera en todo. Lo segundo que fructificara en muchos hombres más. ¿Cuándo una persona fructifica? Cuando progresa, cuando es próspero en todas las áreas. No solamente se fructifica al tener éxito profesional, comercial o en la tarea que uno se haya propuesto; sino también cuando se es mejor persona, es decir cuando se desarrollan virtudes. En el caso de Adán, tenía todas las virtudes y solamente debía desarrollarlas al máximo para hacer de la vida en el planeta algo cada día mejor y más productivo. Cuando nos proponemos tener hijos, queremos que ellos sean hombres y mujeres prósperos, que fructifiquen; si creamos una empresa, grande o pequeña, deseamos que ésta traiga mucho fruto, tanto para nosotros como para la sociedad; si iniciamos la obra del Señor, aspiramos a lo mismo; todo lo que hace el ser humano, siempre lleva esa impronta: el crecimiento, el deseo de prosperidad, éxito, que sea muy fructífero. Nadie inicia algo para fracasar o para decrecer. De modo que el primer aspecto en la misión del hombre es “dar fruto”.

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. / Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1:27,28)

“27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. / 28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1:27,28)

“Mas vosotros fructificad y multiplicaos; procread abundantemente en la tierra, y multiplicaos en ella.” (Génesis 9:7)

2. MULTIPLICARSE.
La segunda parte de la misión encomendada al Hombre es multiplicarse. Por ello una de las características predominantes del ser humano, además de ser una creación de Dios, hecho a Su imagen, es tener sexualidad y capacidad reproductiva. A través de la Biblia, veremos cuan importante es para Dios esto, la multiplicación, principio que Él aplica tanto en el plano natural como en el espiritual. Como el Antiguo Testamento nos habla de la multiplicación literal de la raza humana, el Nuevo Testamento de la multiplicación de los discípulos de Jesucristo. La acción de multiplicarse estará presente en toda la Biblia y es un principio fundamental del Evangelio. Multiplicarse es que cada hombre se duplique en otro y así el número de humanos crezca sobre la tierra. Así, el segundo aspecto en la misión del hombre es “multiplicarse”.

“27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. / 28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1:27,28)

“Todos los animales que están contigo de toda carne, de aves y de bestias y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra, sacarás contigo; y vayan por la tierra, y fructifiquen y multiplíquense sobre la tierra.” (Génesis 8:17)

“Mas vosotros fructificad y multiplicaos; procread abundantemente en la tierra, y multiplicaos en ella.” (Génesis 9:7)

“12 Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel. 13 Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, 14 y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor.” (Éxodo 1:12-14)
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; / enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (San Mateo 28:19,20)

“15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. 16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. 17 Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; 18 tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” (San Marcos 16:15-18)

3. LLENAR LA TIERRA.
El deseo del Creador es que los seres humanos den mucho fruto, o sea produzcan con su mente, con su espíritu y con su cuerpo. Él quiere que fructifiquemos, pero también que nos multipliquemos ¿en qué medida? Hasta llenar la Tierra. No está preocupado de la sobrepoblación ni de controlar la natalidad; al menos no que lo hagamos nosotros. Él sólo espera y nos bendice así: “llenad la tierra”. Como humanos naturales tenemos que llenar la tierra de hijos, como cristianos es nuestro deber llenar la tierra del Evangelio y de hijos de Dios; como discípulos de Jesucristo estamos llamados a llenar la ciudad, el país y el mundo entero de discípulos. Entonces, el tercer aspecto en la misión del hombre es “llenar la tierra”.

“27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. / 28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1:27,28)

4. SOJUZGAR LA TIERRA.
El diccionario define la palabra “sojuzgar” como: sujetar, dominar, mandar con violencia. De esto se desprende que el rol del Hombre en la tierra, es decir todo el planeta con sus especies animales y vegetales, como el aspecto mineral y físico, es gobernarlo, administrarlo. Todas las cosas de esta tierra fueron puestas bajo la autoridad del ser humano. Somos administradores de la Tierra y por tanto debemos amarla y cuidarla como una creación Divina. Todas las cosas se nos sujetarán (riquezas minerales, clima, animales, plantas, etc.) si sabemos administrarlas con inteligencia y sabiduría. El hombre no debe abusar de esta capacidad de “sojuzgar” sino que valorarla como una delicada misión. El incrédulo desconoce esta misión y extrae indiscriminadamente y para su propio beneficio egoísta cuanto ha sido puesto bajo su dominio.

En el plano espiritual, también ha sido dado a los cristianos la autoridad para sujetar bajo sí a la creación de Dios. Se nos sujetan hermanos, enfermedades, animales feroces y venenosos, espíritus inmundos, todas las cosas. Administrar esta autoridad es algo delicado que requiere humildad, santidad, limpia conciencia, sabiduría. De lo contrario esas fuerzas se volverán contra nosotros. El término “sojuzgar la tierra” es amplio, abarca tanto el plano natural como sobrenatural. Concluimos que el cuarto aspecto en la misión del hombre es “sojuzgar la tierra”.

“27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. / 28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1:27,28)

“Someteos unos a otros en el temor de Dios.” (Efesios 5:21)

“Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes. / Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;” (1 Pedro 5:5,6)

5. SEÑOREAR SOBRE LA TIERRA.
Tiene varias acepciones la palabra “señorear”, entre ellas: Dominar o mandar en algo como dueño de ello. Esto significaría en nuestro texto, que el hombre fue puesto para dominar sobre la Tierra y su contenido, como si fuera el dueño de todo. Otro significado de la palabra es: Dicho de una persona; apoderarse de algo, sujetarlo a su dominio y mando. El Hombre tiene dominio y mando sobre animales, vegetales y minerales. El significado de “señorear” se distingue de “sojuzgar” en que este último es sujetar, dominar y mandar, y “señorear” es actuar como el Dueño y Señor. Ambos se complementan.

El ser humano posee un señorío dado por Dios, sobre todo lo creado. Esto se deja ver claramente en el progreso de la ciencia y la tecnología. En el plano intelectual el Hombre ha creado una cultura rica y vasta. Cuando entramos en el campo espiritual, y nos ubicamos bajo el Señorío del Hombre Perfecto, Jesucristo, Él nos delega autoridad en la Iglesia y la familia, como sobre el mundo espiritual, señorío que debemos aprender a utilizar, conforme a los dictámenes de la Sagrada Escritura. Digamos que el quinto aspecto en la misión del hombre es “señorear sobre la tierra”.

“27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. / 28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1:27,28)

“22 Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; 23 porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. 24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. 25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.” (Efesios 5:22-27)

“1 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, 2 considerando vuestra conducta casta y respetuosa. 3 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, 4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. 5 Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; 6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.” (1 Pedro 3:1-6)

“9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2:9-11)


6. CULTIVAR Y GUARDAR LA CREACIÓN.
De acuerdo al Génesis, el Hombre fue puesto sobre la tierra con una misión: labrarla y guardarla. ¿Cómo debemos entender esto? La tierra involucra toda la creación de Dios, tanto en el plano material como intelectual. Labrarla es cultivarla, desarrollarla, fructificarla. Es lo que los hombres hemos hechos: ha desarrollado la agricultura, la ganadería, la minería, las artes, las ciencias y la tecnología. Todo eso es “cultivar la tierra”, todo ello es cultura. El hombre es un ser que crea y construye cultura, así como las abejas, las hormigas y otros insectos hacen panales, nidos, etc. estos las hacen siempre igual durante todos los tiempos, sin embargo el ser humano va desarrollando una cultura que interviene y transforma el entorno. La cultura humana ha cambiado el planeta. Si el hombre no hubiese caído en el pecado, esa transformación hubiera sido positiva, exenta de ambición y egoísmo, pero como ha sido lo contrario, entonces ha creado una cultura destructiva. La idea primigenia del Señor fue que el hombre labrara y guardara su mundo: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.” (Génesis 2:15) Por tanto, el sexto aspecto en la misión del hombre es “cultivar y guardar la creación.”

7. ESTUDIAR Y NOMBRAR LA CREACIÓN.
“19 Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. / 20 Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él.” (Génesis 2:19,20)

Dios nos entregó a los humanos una tarea muy especial: nombrar las cosas. ¿Ha pensado usted que importante es esta función? Fíjese que nada hay en la creación que no tenga su nombre. Cuando algún científico descubre un microbio o virus hasta ese momento desconocido, de inmediato procede a ponerle un nombre. El astrónomo que encuentra en el cielo una estrella, planeta o galaxia jamás antes vista, se pone feliz y la nombra muchas veces con su propio nombre o el de su novia. Las estrellas, las plantas, los animales, los accidentes geográficos y todas las cosas tienen nombre. Aún las partes de ellos también llevan un nombre. Tóquese usted cualquier parte de su cuerpo y si consulta en un libro de anatomía, verá que lleva un nombre. El nombre de las cosas también tiene nombre, se llama sustantivo. Lleva ese nombre probablemente porque indica la sustancia o lo que es aquella cosa nombrada. Para el ser humano el universo es un sin fin de sustantivos, nombres, palabras.

La tarea de nombrar está tan ligada al ser humano que cuando Moisés recibió la misión de ir al faraón y solicitarle que dejara salir al pueblo de Israel de Egipto, el patriarca preguntó a Dios Su Nombre, y Dios respondió “Yo Soy El que Soy”. De esas palabras proviene el nombre JAHWÉ, mal traducido Jehová (1). Relata la Biblia: “Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? / Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.” (Éxodo 3:13,14) Desde la antigüedad a Dios se le ha nombrado de distintas maneras, de acuerdo a la característica que se quiera destacar de Él. Veamos algunos de esos nombres.

- ELOHIM. Dios Fuerte y Poderoso, el que tiene Plenitud de Poder.(Génesis 1:1; Salmos 19:1)
- ELYON. Dios Altísimo. (Génesis 14:17-20; Isaías 14:13,14)
- ELROÍ. El Dios que ve. (Génesis 16:13)
- ELSHADDAI. Todopoderoso, Omnipotente. Es usado 48 veces en el Antiguo Testamento (Génesis 17:1; Salmos 91:1) Indica que Dios es poseedor de todas las potencias en el cielo y en la tierra.
- ELOLAM. El Dios eterno. (Isaías 40:28)
- ADONAI. Maestro, Señor. Dios es Dueño de Su creación, Regente (Malaquías 1:6)
- YAHWEH. El nombre más común de todos. Aparece 6.823 veces. Significa “El que siempre vive”, el que tiene vida en sí mismo. Es el Dios del pacto. (Génesis 2:4) Aparecen nueve composiciones de este nombre. Es la revelación de Dios, como el Dios de Santidad. (Éxodo 6:2-3)
- YAHWE-SABBAOTH. Jehová de los Ejércitos. "Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová." (1 Samuel 1:3) El título "Jehová de los ejércitos" es quizá el más sublime de los títulos divinos. Sugiere un pleno control y señorío sobre el universo entero. Un hermoso ejemplo de esto se halla en Salmos, donde se lee literalmente: "Levantad, puertas, vuestras cabezas; y levantaos, puertas de eternidad, y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová de los ejércitos; él es el Rey de la gloria" (Salmo 24: 9, 10; 2 Samuel 7: 26; Salmos 46: 7; 48: 8; Zacarías 2: 9).
- YAHWE-MACCADDESHCEM. Jehová Santificado. "Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico." (Éxodo 31:13)
- YAHWE-JIREH. Jehová Proveerá. "Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto." (Génesis 22:13-14)
- JEHOVÁ-RAFAH. Jehová que te Sana. "y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador." (Éxodo 15:26)
- YAHWE-NISSI. Jehová es mi Bandera o mi estandarte de victoria. "Y Moisés edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-nisi;" (Éxodo 17:15)
- YAHWE-SHALOM. Jehová es Paz. "Pero Jehová le dijo: Paz a ti; no tengas temor, no morirás. Y edificó allí Gedeón altar a Jehová, y lo llamó Jehová-shalom; el cual permanece hasta hoy en Ofra de los abiezeritas." (Jueces 6:23-24)
- JEHOVÁ-RA'AH. Jehová mi Pastor. "Jehová es mi pastor; nada me faltará." (Salmos 23:1)
- JEHOVÁ-TSIDKENU. Jehová nuestra Justicia. "En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra." (Jeremías 23:6)
- JEHOVÁ-SHANMAH, o Jehová-Sama. Jehová allí Presente. "En derredor tendrá dieciocho mil cañas. Y el nombre de la ciudad desde aquel día será Jehová-sama." (Ezequiel 48:35) Los nombres de Jehová nos invitan a seguir adelante en la batalla en la cual estamos, cuando sientas que ya no puedes recuerda que Jehová allí está presente.

Es decir que el ser humano nombra todo lo creado, sea visible o invisible. Y el mismo Dios también es nombrado. Sin embargo para Dios guardará sumo respeto, a tal punto que tratará de no escribir su Nombre por ser Santo. También nombra a los seres espirituales como ángeles, arcángeles, serafines, querubines, etc.

Esta capacidad de nombrar implica que el hombre observa las cosas, halla sus características o adjetivos, reflexiona sobre su utilidad, piensa en un sustantivo, y luego las nombra. Tal capacidad del ser humano es parte de la de Dios, ya que Él es el Logos, la Palabra o Verbo de Dios. Nosotros en gramática llamamos verbo a una acción -como cantar, orar, escribir- pero en Teología se llama Verbo a Cristo. Se dice que Él es el Verbo de Dios, o sea Su Palabra. Dios habla y las cosas son hechas. Así de poderoso es el Verbo de Dios. ¿En qué medida los humanos hemos heredado esta capacidad de nuestro Creador? Esta es una pregunta muy interesante de responder.

Cuando usted dice a su pequeño hijo “eres un desordenado” porque encontró su dormitorio todo revuelto, está utilizando un modo muy negativo de corregirlo. En realidad así el niño no cambiará su actuación, porque usted ya lo está definiendo o nombrando como “un desordenado”. Lo correcto sería que usted no calificara ni definiera su persona sino su actuación: “hijo, tu dormitorio está muy desordenado. Sería conveniente que lo ordenaras para que te sientas más cómodo, no extravíes tus cosas y se viese más bonito.” Otro caso es cuando se nos encarga una tarea y, porque nos sentimos incapaces de hacerla, nos decimos interiormente “jamás tendré éxito en esta tarea”; de partida nos estamos programando para el fracaso. ¿Tienen nuestras palabras poder sobre las mentes, ya sea la nuestra como la de otros? Al parecer sí.

Y ese poder o capacidad de la palabra hablada ¿tendrá efecto en las cosas? Al parecer si lo tiene en todo lo que tiene vida, como plantas y animales, pero no hay evidencias que pueda ejercer algún efecto sobre materia inanimada.

Que Dios hubiese encargado a Adán poner nombre a toda bestia es muy significativo. Deducimos de ello que: a) El ser humano tiene la capacidad de pensar y hablar, al igual que su Creador; b) Dios deseaba que el hombre utilizara el poder de la palabra para dominar sobre la creación; c) El hombre puede observar, reflexionar, pensar y sacar conclusiones sobre todas las cosas creadas, es decir hacer “ciencia”; d) A Dios no le desagrada la ciencia ni que el ser humano piense sobre todo lo creado, por el contrario Él desea que observemos, reflexionemos, pensemos y lleguemos a conclusiones sobre todas las cosas creadas, Dios gusta de un ser pensante.

8. EL HOMBRE Y LA MUJER, SER UNA SOLA CARNE.
Dice la Biblia: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Génesis 2:24)

Ser una sola carne va más allá de unirse sexualmente con una persona del otro sexto. Ser una sola carne es ser un solo proyecto. Hay matrimonios en que el hombre y la mujer tienen distintas formas de entender la vida, diferentes valores, distintos principios; educa cada uno a sus hijos de un modo diferente al otro y los hijos no encuentran unidad de pensamiento ni de sentimientos en sus padres. La voluntad del Creador fue que Adán y Eva formaran un solo ser, con iguales sentimientos, pensamientos, ideales, valores, con un mismo proyecto.

El hombre y la mujer dejan a sus padres para emprender un camino nuevo, una nueva aventura, la de vivir un proyecto distinto al de sus progenitores. Así tiene que ser para que se renueve la vida. Si Dios no lo hubiese planeado de ese modo, seguiríamos repitiendo el mismo esquema siempre, bajo el mando de nuestros abuelos. Pero Él no lo quiso así, sino que el hombre dejara el hombre a su padre y a su madre para formar un hogar joven, nuevo, con renovadas esperanzas, que corrigiese cualquier error pasado y tomara nuevas soluciones. Es bueno que así sea, Dios lo ha querido así.

El hombre se une a su mujer, ambos se gustan y se aman, y juntos construyen un matrimonio y una familia. Ambos hacen un hogar con sus hijos. La casa es el edificio que alberga a la familia, pero el espíritu que une a los esposos y cuida el desarrollo y felicidad de sus hijos, eso se llama hogar. Formar un hogar es más importante que construir una casa; así como edificar una comunidad cristiana o iglesia es mejor y más importante que construir un templo.

9. PROCREAR
“Mas vosotros fructificad y multiplicaos; procread abundantemente en la tierra, y multiplicaos en ella.” (Génesis 9:7)

La Palabra de Dios utiliza aquí tres términos que nos pueden parecer sinónimos: “fructificad y multiplicaos; procread”

a) Fructificar es “dar fruto”. Ya hemos visto que nuestro Creador desea que demos frutos en todo aspecto: en obras, en virtudes, en nuevas vidas.

b) Multiplicar se refiere a “aumentar el número o la cantidad de cosas de la misma especie” sobretodo hablando de lo que se multiplica por generación. Si fructificar es producir un fruto, un resultado, multiplicar es ampliar numéricamente ese resultado. Dios desea que los seres humanos nos multipliquemos en hijos biológicos y en hijos espirituales. En todos los campos de la actividad humana –las artes, la ciencia, el deporte, la religión, etc.- se plantea este desafío a todo hombre.

c) Por último, “procrear” es “engendrar, multiplicar una especie” Si fructificar es producir un resultado y multiplicar es ampliar numéricamente ese resultado, procrear es el modo o la operación misma de cómo se logra el resultado. La procreación es posible sólo con la intervención de tres: el hombre, la mujer y Dios. Procreamos otras vidas humanas, es el deseo del Señor. También procreamos otras vidas espirituales; para ello intervienen Jesucristo y Su obra redentora (ya realizada en la cruz, la sangre), la Palabra de Dios (anunciada por nuestros labios, el agua) y el Espíritu Santo. “Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan.” (1 Juan 5:8)

10. CRECER.
Crecer es una palabra de moda. Todo el mundo habla de crecer: crecer como persona, crecer espiritualmente, crecer en fe, en amor, etc. los organismos vivientes crecen de dos maneras: en estatura (un árbol se hace más alto) y en cantidad de células, se ensanchan, se engrosan (una mascota engorda). Los seres humanos agregamos otra forma de crecer: interiormente en nuestra filosofía de vida o modo de enfrentar las dificultades. Así, una persona crece cuando cumple años, pero también cuando desarrolla ciertas cualidades. Un grupo humano igualmente puede crecer en cantidad y en calidad. No siempre se dan ambos crecimientos simultáneamente.

Cuenta la Biblia que los israelitas, después que José los trajo a Egipto, llegaron a ser esclavizados por los egipcios “Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel. / Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, / y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor.” (Éxodo 1:12-14)

El crecimiento, al parecer, es clave para enfrentar al enemigo. El enemigo puede ser un defecto, un vicio, un contrincante, una entidad espiritual, etc. En el relato bíblico era un pueblo opresor, pero ¿cuántas cosas internas y externas nos oprimen? Sólo podemos presentarle frente “creciendo” en cantidad de virtudes como la fe, la fortaleza, la templanza, el amor. Multiplicarnos en número nos ayudará para la oración comunitaria y colectiva, para solidarizar con los hermanos y el prójimo y para ejercitar el amor. El Señor, por medio de este texto, nos sugiere un principio y una misión: crecer para que el enemigo tiemble y sea derrotado.

11. TEMER A DIOS Y GUARDAR SUS MANDAMIENTOS.
“El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. / Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.” (Eclesiastés 12:13,14)

Al término del libro del Eclesiastés, que muchos piensan fue escrito por el sabio Salomón, éste expresa el propósito de su discurso. Bien puede ampliarse este concepto a toda la Biblia. El objetivo del Libro Sagrado es que temamos a Dios y obedezcamos Sus mandamientos. Claramente en este texto el Espíritu Santo nos indica otro aspecto de la misión del hombre: temer a Dios y guardar Sus mandamientos.

El temor de Dios es uno de los siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, poder, conocimiento, temor de Jehová y justicia (Isaías 11:1-5). Dice acerca del Mesías: “Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de… temor de Jehová.” (v.2) Consiste en la disposición que el Espíritu pone en el alma para que se porte con respeto delante de la majestad de Dios y para que, sometiéndose a Su voluntad, se aleje de todo lo que pueda desagradarle. El primer paso en el crecimiento cristiano es la huida del mal. Esto es lo que consigue el don o espíritu de temor. Por ello se dice que es la base de todos los demás. Se empieza a gustar de Dios cuando se le empieza a temer, y el don de sabiduría perfecciona recíprocamente este temor. Los efectos del temor de Dios son: continua moderación, santo temor, profundo anonadamiento delante de Él; gran horror de todo lo que pueda ofenderlo y una firme resolución de evitarlo; vergüenza cuando se cae en falta y vigilancia sobre las inclinaciones desordenadas. El pecado opuesto al temor de Dios es el espíritu de orgullo, de independencia y de libertinaje: sigue sólo las propias inclinaciones, sin soportar ninguna sujeción. El fruto del Espíritu Santo que corresponde a este don es la templanza. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, / mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” (Gálatas 5:22,23) Quien teme a Dios, dice Eclesiastés, guardará Sus mandamientos.

Los mandamientos de Dios son muchos en toda la Biblia. En el Antiguo Testamento se resumieron en 10, el Decálogo entregado por Jehová a Moisés. Jesucristo, en el Nuevo Testamento, nos entregó un nuevo mandamiento “que os améis unos a otros como yo os he amado” e hizo un resumen de la Ley en la fórmula amor a Dios + amor al prójimo + amor a sí mismo. Los mandamientos de Dios son las órdenes de Él para que el ser humano viva feliz. Todo lo que es bueno y hace bien a todos y no ofende al Señor, eso es un mandato de Él.

Guardar los mandamientos es cumplirlos. Podemos conocer todos los mandamientos de Jesucristo, más de 90 según un estudioso, memorizarlos, enseñarlos… pero otra cosa es cumplirlos. Necesitamos esforzarnos en poner por obra los mandamientos de Dios. El apóstol Santiago enseña: “22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. 23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. 24 Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. 25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.” (Santiago 1:22-25)

El todo del hombre se refiere a lo más importante, aquello que llena todas sus expectativas, sus sueños, sus anhelos, el sentido de la vida. El todo del hombre, asegura el Eclesiastés, es Temer a Dios, y guardar sus mandamientos.

Las obras del hombre es todo lo que hace: lo que habla, lo que toca, lo que construye con sus manos, lo que deja de hacer, lo que provoca. Todo ello es producto de las motivaciones de su corazón, de sus sentimientos, de sus ideas e imaginación, de sus deseos y frustraciones. Se puede conocer el corazón de un hombre por sus acciones y obras, como dijo Jesús: “Por sus frutos los conoceréis” (San Mateo 7:16). Tanto las obras buenas como las obras malas nacen de lo más profundo del ser: “18 Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. 19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. 20 Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.” (San Mateo 15:18-20)

El juicio de Dios para los incrédulos y para los creyentes es distinto. A los incrédulos los juzgará conforme a su comportamiento un día en el Juicio Final: “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. / Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.” (Apocalipsis 20:11,12) Todos ellos serán juzgados según sus obras y como ningún humano es perfecto por ser pecador, ninguno será hallado inocente. Además se examinará si es salvo, es decir si creyó en Jesucristo, lo cual deberá constar en el “libro de la vida”: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” (Apocalipsis 20:15)

Los creyentes ya fueron juzgados en Cristo. Jesucristo tomó sobre Sí nuestro pecado, Él pagó el precio de nuestras culpas, así es que los cristianos no serán juzgados para condenación. Sólo comparecerán ante el Tribunal de Cristo para ser recompensado o avergonzado. En ese tribunal se recibirá o dejará de recibir el galardón, el cual es la visa para participar en el Reino milenial (2 Corintios 5:10)

Hay muchos pensamientos, hechos, deseos y sentimientos nuestros que permanecen encubiertos. Son aquellas cosas que nos avergüenzan, lo que no nos atrevemos a reconocer en público, actos y deseos pecaminosos que sólo son conocidos por Dios. Es necesario que presentemos al Señor todo aquello en confesión para que sea lavado con la sangre de Jesucristo o, de lo contrario, un día seremos avergonzados delante de Él. “6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; 7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 San Juan 1:6-9)

Se nos aconseja guardar sagrado temor de Dios y cumplir Sus mandatos. Esa es la mayor, principal y única obra humana, someterse a Dios. Un día Él nos juzgará, sea en el Tribunal de Cristo o en el Juicio Final. Ese día quedará al descubierto todo cuanto hemos hecho en esta vida: lo bueno y lo malo. Por tanto todo ser humano debe cuidarse de cumplir exactamente la voluntad de Dios en su vida.

12. FORMAR UNA FAMILIA.
Una familia natural y una familia espiritual Los seres humanos fuimos llamados por Dios a formar una familia natural. Este es un llamado muy serio que Dios hace a cada ser humano. Por eso puso en cada hombre y mujer el natural deseo de unirse en matrimonio y así tener hijos, educarlos, criarlos y proyectarlos en la sociedad humana. Pero, más allá de formar esa familia natural, al llamarle a la conversión lo inserta en una familia espiritual, que es la Iglesia o Reino de Dios. Los cristianos ahora tenemos dos familias: la familia sanguínea y la familia de la fe.

“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19)

¿Cuál familia es más importante? Cabe aquí la pregunta ¿y qué familia es más importante, la natural o la espiritual? En verdad no podemos despreciar ninguna de las dos ni poner en lugar de relevancia a una sobre la otra. Ambas son nuestra responsabilidad, ambas son muy importantes. Nuestro deber con la familia natural es conducirla a Jesucristo, educarla cristianamente, darle los valores y principios del Reino de Dios, testificarle y evangelizarla. No es, como piensan algunos cristianos, introducirla por obligación en mi Iglesia y haciendo uso de algún sacramento, la fe no se impone, sino que conduciéndola a Cristo. Es un trabajo que exige dedicación, seriedad, amor y mucha oración. Y en cuanto a la familia espiritual tampoco podemos considerarla poca cosa, en ella están nuestros hijos, padres y hermanos espirituales, con quienes hacemos la obra del Señor. Es preciso apreciar esa relación y no reducirla a una cosa protocolar superficial.

¿Son iguales ambas familias? ¿Son la misma familia? La familia natural y la familia espiritual no son la misma, pero bien podría mi familia natural pasar a ser parte de mi familia espiritual. Algunos también encontrarán en la familia espiritual Iglesia a su esposo o esposa y así a su familia natural. Queda claro que ambas no son la misma familia.

Dios ha permitido ambas familias. Si esto es así, si existe una familia natural y otra espiritual, es porque Dios lo ha permitido. La familia natural es por causa de Dios Creador; Él creó a la mujer, constituyó el matrimonio y creó la familia, estas que nombramos antes como “creaciones femeninas de Dios”. Pero, si Dios Creador inventó la familia natural con toda su genealogía, Dios Salvador creó la familia espiritual. Esta última no existiría sin Jesucristo y su obra redentora. Soy hijo de Dios nacido de nuevo y miembro de la Familia de Dios, sólo porque hay un Dios Salvador.

Dios quiso tener una familia. ¿Sería la voluntad de Dios tener una o dos familias? Indudablemente que un Dios Único y de Unidad siempre ha deseado tener una sola familia. Su plan inicial fue constituir una sola familia con la Humanidad. Dios siempre quiso tener una familia. ¿Será que Dios se sintió solo? No, puesto que Dios es Autosuficiente, se basta a Sí mismo, no necesita de nada ni de nadie, Él lo es Todo. Pero Dios es Amor y el amor es generosidad. Dios quiere compartir su amor con muchos seres y por ello creó al ser humano hombre-mujer, para compartir Su felicidad, Su amor, Su alegría, Su vida con la familia humana, en que Él es el Padre Eterno.

Una familia eterna. El mayor anhelo de Dios en la eternidad fue gozarse de Su amor. Por eso es Trino. Siendo Uno, concibe la paradoja de ser Tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Siendo Trino, crea seres celestiales que le sirven y adoran: querubines, serafines, tronos, dominios, principados, potestades, virtudes, arcángeles y ángeles. Mas luego crea otro tipo de seres, capaces de reproducirse, a diferencia de los seres angélicos, ser libres para servirle y con una conciencia de bien y mal: los humanos. Siempre ha querido Él tener una familia eterna y por ello creó al ser humano, para tener una familia eterna, que se relaciona con Él en amor.

El propósito de Dios al crear al hombre fue fundar una familia eterna. El propósito que Dios puso en el hombre fue: fructificar, multiplicarse, llenar la Tierra, sojuzgar la Tierra, señorear sobre la Tierra, cultivar y guardar la creación, estudiar y nombrar la creación, ser una sola carne con la mujer, procrear, crecer, temer a Dios y guardar Sus mandamientos. Pero también es formar una Familia eterna. El propósito de Dios al crear al Hombre fue fundar Su familia.

La familia humana. La Humanidad forma una sola familia, constituida por hombres y mujeres pecadores, unos arrepentidos que han creído en Jesucristo, el Hijo de Dios y Salvador del mundo; otros no arrepentidos y que han rechazado o desconocen el mensaje del Evangelio de Jesucristo. Ambos mundos o reinos forman la “familia humana”. Lamentablemente ambos no son la Familia eterna de Dios. Sólo los que han creído en Jesucristo podrán vivir eternamente con Dios Padre y formar la Familia eterna. Los demás irán a perdición eterna en el Infierno.

La familia eterna de Dios. Ya está claro que para pertenecer a la Familia eterna de Dios existen las siguientes condiciones: a) ser humano; b) ser nacido del agua y del Espíritu Santo; c) obedecer a Dios escuchando y haciendo Su Palabra. La familia de Dios no es pasajera, no se pertenece a Su Familia por un tiempo sino para siempre. Alguien que hoy es de la Familia, mañana no puede dejar de serlo; usted no elimina de su familia a un miembro, aunque sea “la oveja negra”. Tampoco usted puede decidir dejar de ser de la familia porque no le gustó algo de ella. Quizás se aparte o reniegue de su sangre, pero jamás dejará de ser su familia. Así es la Iglesia y su pertenencia a ella. Si usted es salvo ya pertenece a la Familia de Dios; si usted escucha la Palabra de Dios pero no la hace, quizás no vaya a disfrutar de los galardones del Señor en Su Reino, pero Él no le echará de Su Familia eterna. Lo más propio de alguien es que aprecie a su familia y respete sus valores; lo normal en un hijo de Dios es amar y respetar a Dios y Su Palabra.

El padre de la Familia eterna. La familia eterna de Dios ha sido pensada, sentida y creada por Dios. Él es su Padre. Dios es y será siempre la máxima autoridad en Su Familia, Él dice la primera y última palabra en la Iglesia. La Familia de Dios tiene un Padre, pero este Padre no es como los padres humanos. El padre humano no puede decidir como será su hijo, cuanto tiempo vivirá y cómo será su carácter; tampoco conoce cuál será su destino, aunque conozca muy bien a su hijo, ni puede decidir el día que dejará esta vida. Si el padre es cristiano, tampoco puede traspasar su fe al hijo, aunque utilice todo el esfuerzo y capacidad para hacerlo, porque sólo Dios y Su Espíritu Santo pueden tocar el corazón humano íntimamente. Por lo tanto es muy distinto ser papá en esta Tierra a ser el Padre de la Familia eterna. El Padre Dios es Creador, Omnipotente, Omnisciente, Absoluto, Santo, Perfecto. Para una Familia eterna se necesita de un Padre Eterno.

¿Tiene esta familia una madre? Si estuviéramos hablando en términos humanos podríamos razonar erróneamente así: “Ya que la Iglesia es la Familia de Dios, y Éste es el Padre de esa Familia, entonces, al igual que la familia humana, la Familia eterna de Dios debe tener una madre; es más, necesita una madre, una Madre divina” Así argumentan algunos, basados en la comparación de la familia humana con la familia celestial, y llegan a una conclusión falsa. De este modo surgen las herejías. Una herejía es un error en materia de fe, sostenido con pertinacia; una sentencia errónea contra los principios ciertos de una ciencia o arte. También puede llamarse así a un disparate o acción desacertada. Tampoco debemos pensar que Dios sea masculino o femenino, puesto que éstas son distinciones de género; Dios es neutro. Él no es hombre ni mujer. Por eso no podemos hablar de una Diosa ni de un Dios masculino. Jesucristo ascendido a los cielos es Dios y Hombre, pero hombre no en el sentido sexual sino de su calidad de Hijo del Hombre. En definitiva, Dios no necesita de una Diosa ni de una madre celestial. Dios Padre requirió de una mujer para hacer nacer a Su Hijo Jesucristo como humano en la Tierra, ya que el Hijo es eterno y ya existía en la eternidad como Verbo de Dios, Unigénito del Padre. Para ese efecto, para hacerlo nacer como humano, escogió una mujer virgen y envió a uno de sus mensajeros angélicos a anunciárselo: “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.” (San Lucas 1:31) María se preocupó de saber cómo sería madre: “Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. / Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.” (San Lucas 1:34,35) Esta madre concebiría en su útero un hijo, sin intervención humana sino del Espíritu Santo. Llamar a la virgen María “Madre de Dios” mueve a error, ya que se puede concluir equivocadamente que Dios tiene madre, siendo un Ser increado. El hecho de que el Padre utilizara a María como receptáculo de Su Hijo nacido en carne, no convierte a María en un ser divino, como no nos convierte en divinos a quienes llevamos el Espíritu Santo en nuestros corazones.

¿Por qué la familia eterna no tiene madre? La Familia eterna de Dios es creada en Jesucristo. “Grande es este misterio” (Efesios 5:32) dice el Apóstol “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia,” (Efesios 5:29) queriendo decir que la Iglesia es de la misma carne o naturaleza que Jesucristo, así como marido y mujer son “una sola carne”, una unidad de pensamiento, sentimiento y acción. Luego agrega: “porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.” (Efesios 5:30) y así queda confirmado que la Familia de Dios es una extensión de los huesos y la carne del Salvador. ¿Qué será primero: el matrimonio humano o el matrimonio celestial entre Cristo y Su Iglesia? Al parecer, para Dios está primero el segundo; para Él tiene mayor importancia esta relación Cristo-Su Iglesia que la relación hombre-mujer, siendo esta última sólo un reflejo de la relación de Jesucristo con Su Cuerpo Místico. Entonces así se explica lo siguiente: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.” (Efesios 5:31) Si quisiéramos encontrar una “madre” a la Familia de Dios, tendríamos que remitirnos necesariamente a Cristo, el Verbo creador de Dios, ya que de Él proviene la Iglesia. Ésta ha sido sacada de sus huesos y ha nacido del agua y de la sangre que manaron de su costado. Como dice el Espíritu Santo: “Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. / Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. / Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan.” (1 Juan 5:6-8)

¿Qué es ser padre y qué es ser madre? Ser padre es ser progenitor como lo es también ser madre. El padre o papá es el que deposita el espermatozoide que fecundará el óvulo de la madre o mamá. Ambos son partes de un mecanismo que hacen una totalidad, el ser humano. A esta unidad la Biblia llama “una sola carne”. La madre por sí sola no puede tener un hijo, como tampoco puede el padre por sí sólo. Ambos se necesitan. Este es el procedimiento creado por Dios para dar vida al ser humano. Sin embargo no utilizó tal procedimiento para crear a Adán, el cual fue hecho con el polvo de la tierra: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” (Génesis 2:7) El primer hombre nació inmediatamente adulto y de una manera diferente a la nuestra, que nacemos por cría viva, luego de una gestación en el vientre materno. En cambio Adán fue “gestado” sólo en el pensamiento de Dios: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis 1:26). Eva fue “clonada” a partir de un hueso de la costilla de Adán. La palabra “clon” utilizada hoy por la ciencia viene del vocablo griego utilizado para “retoño”, y se refiere a un “conjunto de células u organismos genéticamente idénticos, originado por reproducción asexual a partir de una única célula u organismo o por división artificial de estados embrionarios iniciales.” Cuando Moisés escribió el Génesis, nadie sabía que un procedimiento así fuese posible, como hoy sí lo pueden hacer los científicos en laboratorio y reproducir un animal idéntico a otro, sólo tomando una de sus células. Vemos, entonces, que ya tenemos tres maneras de nacer: a) del polvo con espíritu de vida; b) clonado a partir de una célula de otro; c) por gestación y cría viva. Los dos primeros nacen ya adultos y el último, que es el modo en que nosotros nacimos, comenzamos como bebés. Otro modo de nacer es d) del Espíritu Santo por medio de mujer, la modalidad que utilizó el Señor para hacerse hombre. Sólo en el modo en que nosotros nacemos hay intervención de varón. En todos los casos restantes interviene sólo Dios, y en el caso de Jesús, se utiliza una mujer por receptora. Pregunto: ¿toda concepción de vida tiene un padre y una madre? No necesariamente, pero siempre mediará la intervención de Dios.

La madre tiene en el vientre a sus hijos. Podríamos definir una madre como aquella que tiene en el vientre a sus hijos. Desde este punto de vista, ni Adán ni Eva tuvieron madre. No estaba en el pensamiento de Dios tener una Familia eterna con una “madre”. De haber sido así, habría puesto una madre para Adán. A Eva se le presenta como “la madre de los vivientes” que es el significado de su nombre. No hay un vientre que tuviera a Adán, no hay un útero que cobijara al primer hombre, por lo tanto una Teología que intente dar una madre a Adán es insostenible. Que Jesucristo, siglos después, estuviese en el vientre de la virgen María no significa que ella fuera Dios, Diosa o Madre de Dios.

Una mujer bienaventurada. La elección de María es como la elección que Dios hizo de los antiguos patriarcas. Dios llamó a Abraham por su fe e inocencia, a Noé porque fue humilde y obediente, a Moisés porque era sincero y dispuesto a seguir Su Palabra. Así también llamó a los profetas. Pero, sobre todo, llamó a todos porque así Él lo quiso; “en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1:5) Los humanos pecadores siempre tendemos a justificar en nuestras capacidades las elecciones del Señor. Jesucristo escogió a los Doce siguiendo Sus consejos Divinos; no pretendamos conocer ni verificar las razones de sus juicios. ¿Sería Pedro el más adecuado varón para apacentar Su Iglesia? Si Él le puso por sobrenombre “Petros” ¿es que sería sólo una piedra encontrada en su camino? ¿Acaso Él nos escogió por nuestras bondades, buenas acciones, cualidades… y nos sacó de las tinieblas por algo bueno que teníamos? El mismo razonamiento apliquémoslo a los hombres y mujeres de la Antigüedad. Abraham, David, Isaías, Daniel, Pablo, Juan, Priscila y Aquila, no eran tan especiales o buenos como para ser elegidos. Fueron sencillamente “bienaventurados” con la gracia de Dios. La “gracia” es el favor inmerecido. María es una mujer bienaventurada porque fue escogida por Dios para ser la madre de Jesús. Dios necesitaba una mujer hebrea, de la tribu de Judá, dedicada al Señor, conocedora de las Escrituras y dispuesta a obedecer con fe. Del relato de los Evangelios podemos inferir que ella es tan humana como cualquier madre, pero no es Dios sino la bienaventurada madre de Jesús. Los siglos la han llamado “bienaventurada” y muchos han exagerado dándole un papel que ella misma rechazó. “Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. 2 Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. 3 Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. 4 Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora. 5 Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere.” (San Juan 2:1-5)

No podemos creer en la deidad de María. Los cristianos creemos en Un solo Dios, Trino, Padre-Hijo-Espíritu Santo. No podemos creer en la deidad de María, aunque respetamos su persona como mujer escogida y bienaventurada por Dios para ser la madre de Jesús. Tampoco podemos llamarla “Madre de Dios” pues Dios no puede tener una progenitora. Tal vez alguien quiera decir que ella puede constituirse en madre de Dios, en el sentido de protectora, que dio a luz a Jesús, que lo tuvo en su vientre, en fin mil razones humanas, pero ella no es Dios, ni parte de la Trinidad, ni un dios menor, es simplemente una mujer santa. De lo contrario estaríamos haciendo de nuestra fe una religión politeísta, con varios dioses, cosa que es una ofensa al Señor. Creer que María es Dios, es parte de Dios o una Persona de la Trinidad, es una herejía. Estamos seguros que ningún cristiano que entienda bien la Teología Cristiana puede afirmar algo así.

Dios es Padre pero no a la manera humana. Ciertamente Dios es Padre, pero no a la manera humana. La Paternidad Divina tiene las siguientes características: a) Dios Padre es Creador; b) Dios Padre ama a Sus hijos en su totalidad; c) Dios Padre conoce la condición espiritual de Sus hijos; d) Dios Padre ha salvado a Sus hijos por medio del sacrificio redentor de Jesucristo; e) Dios Padre no abandonará jamás a Sus hijos y les habilitará con el Espíritu Santo para que puedan hacer Su voluntad.

Diferencias entre el Padre Dios y el padre humano. Si comparamos a Dios Padre con el papá humano, nos encontraremos con muchas diferencias. Veámoslo en el siguiente esquema:

Dios Padre:
· Es Creador.
· Ama a Sus hijos completamente.
· Ama con amor divino.
· Conoce la condición espiritual de Sus hijos.
· Ha salvado a Sus hijos por medio del sacrificio redentor de Jesucristo.
· No abandonará jamás a Sus hijos.
· Dará a Sus hijos el Espíritu Santo para que puedan hacer Su voluntad.
· Es Dios.
· Es Omnipotente, Omnipresente y Omnisciente.

papá humano:
· Es progenitor.
· No siempre ama a sus hijos.
· Ama con amor humano.
· No logra conocer en profundidad el espíritu que gobierna a sus hijos.
. No puede dar la salvación a sus hijos.
· Puede abandonar a sus hijos.
· No puede dar el Espíritu Santo por sí mismo.
· Es hombre.
· No tiene todo poder, sólo está en un lugar a la vez y no lo sabe todo.


Diferencias entre el padre humano y la madre. También podemos comparar las capacidades y funciones del papá humano y la mamá. Ambos juegan un rol fundamental en la vida del ser humano, ambos son necesarios.

papá humano:
· Es progenitor, fecunda el óvulo.
· No pare al hijo.
· No alimenta al hijo de su propio cuerpo.
· Está cerca del hijo y le expresa amor.
· Trabaja para sustentar el hogar, la alimentación, vestido y vivienda de la familia (en la mayoría de los casos)
· Pasa los fines de semana con sus hijos y familia.
· Es modelo masculino para sus hijos.
. Da seguridad.
· Entrega valores.

mamá:
· Se embaraza, cobija al feto y da a luz.
· Pare al hijo con dolor.
· Alimenta al hijo de su seno con leche materna.
· Está muy cerca del hijo y le expresa amor.
· Cuida a los hijos, prepara sus alimentos y vestuario, se preocupa de la casa (en la mayoría de los casos)
· Pasa mucho tiempo con los hijos.
· Es modelo femenino para sus hijos.
· Da ternura, cobijo.
· Entrega valores.

Diferencias entre el Padre Dios y la mamá. Si tomamos las anteriores características de la mamá y hacemos una comparación con las características del Padre Dios, obtendremos el siguiente cuadro:

Padre Dios:
. Es Creador del ser humano y permite la procreación hombre-mujer.
· Permite el parto.
· Posibilita la alimentación física y espiritual de la persona (alimentos y Palabra de Dios)
· Está más cerca de Sus hijos, que el papá y la mamá.
· Se ocupa integralmente de Sus hijos, atendiendo a todas sus necesidades: corporales, mentales y espirituales.
· Está siempre con Sus hijos, vive en ellos en la Persona del Espíritu Santo.
· Es modelo a Sus hijos, en la Persona de Jesucristo.
· Da seguridad y amor, da la salvación, la renovación, la transformación y la sanación.
· Escribe Sus mandamientos en el corazón de Sus hijos.

mamá:
· Se embaraza, cobija al feto y da a luz.
· Pare al hijo con dolor.
· Alimenta al hijo de su seno con leche materna.
· Está muy cerca del hijo y le expresa amor.
· Cuida a los hijos, prepara sus alimentos y vestuario, se preocupa de la casa (en la mayoría de los casos)
. Pasa mucho tiempo con los hijos.
· Es modelo femenino para sus hijos.
· Da ternura, cobijo.
· Entrega valores.

De este esquema podemos colegir que Dios Padre es más importante aún que la madre, porque sacia todas las necesidades del ser humano; que tanto la mamá como el papá son un medio o instrumento utilizado por Dios para nuestra formación, crecimiento y felicidad eterna. Además se puede concluir que ante un Dios Padre tan completo y satisfactorio para el Hombre, no es necesaria la existencia o presencia de una “madre divina”. Pensar en una Diosa significaría menoscabar el rol del Dios Todopoderoso.

Fuimos adoptados hijos Suyos. Ya que tenemos un Padre, que es Dios, pertenecemos a Su Familia; ahora somos Sus hijos. Él nos adoptó porque quiso y para un propósito: “en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, / para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:5,6)

Ser hijos de Dios. Antes de conocer a Jesucristo seguíamos una fuerza espiritual que nos arrastraba al pecado y la desobediencia al Padre Eterno. Esta fuerza de oscuridad es Satanás, el gobernante espiritual del mundo. Lamentablemente hay personas que, aún sabiendo de esta realidad espiritual del reino de tinieblas, persiste en no seguir a Jesucristo. Son los llamados “hijos de desobediencia” Esas personas religiosas pero desobedientes al Espíritu Santo, son muy dañinas y peligrosas para la fe, debiendo nosotros evitarlas. En cierto modo todo ser humano es un hijo del Creador, porque fue creado por Dios, pero si no se vuelve a Él y cambia su manera de actuar, sólo causa la ira del Padre y es un “hijo de ira” No es el deseo de Dios que seamos hijos de ira ni hijos de desobediencia, sino hijos de Dios, auténticos seguidores y discípulos del Señor Jesucristo y del Padre Celestial.

“en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, / entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Efesios 2:2,3)

CONCLUSIONES.
Esta lección nos ha presentado a grandes rasgos cuál es la misión del Hombre, de acuerdo a lo que enseña la Palabra de Dios: 1) Al ser humano se le ordena dar frutos de toda índole: en su carácter, en sus obras y en su espíritu, es decir fructificar. 2) El principio de multiplicación está presente en toda su vida, el hombre habrá de multiplicarse tanto en conocimiento como en número natural y espiritual. 3) Llenar la Tierra es la orden que Dios ha dado a la Humanidad. 4) Sojuzgar la Tierra es dominar todas las cosas que el Señor ha puesto bajo señorío del ser humano; es lo que logra a través de la agricultura, la ganadería, minería, tecnología, etc. 5) Señorear sobre la Tierra, actuar como el Dueño y Señor de ella, es la misión que el Creador encargó al Hombre. 6) Éste debe cultivar y guardar la creación; de allí proviene toda cultura, del cultivo del ser y su entorno. 7) Otra misión es estudiar y nombrar la creación, originando el lenguaje y el desarrollo del conocimiento humano. 8) Al hombre y la mujer les encarga ser una sola carne. 9) El ser humano debe procrear, como mandato divino. 10) Dios ordena al Hombre crecer en sociedad e individualmente, crecer en conocimiento y espiritualidad, crecer en cultura, crecer en el liderazgo y la política, crecer en Su Palabra y, sobre todo, crecer en el amor y todas Sus virtudes. 11) Una de las más importantes misiones del Hombre, si no la mayor, es temer a Dios y guardar Sus mandamientos, cosa por la que será finalmente juzgado por Dios. 12) Formar una familia es la misión de la Humanidad creada por Dios, puesto que Él desea una familia eterna junto a Sí.

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Cuál de las 12 misiones estudiadas considera usted que es la más importante?
2) ¿Hay a su juicio alguna misión que encierre a todas las demás?
3) ¿Qué misión se siente usted llamado/a a cumplir ahora y por qué?

REFERENCIAS.
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) http://www.xs4all.nl/~trinidad/dones/temor.html


(1) El hebreo no contenía vocales. Las vocales de la palabra Adonai (æ-o-a) se agregaron a la palabra YHWH. Con el tiempo la Y fue reemplazada por J y la W por V, desapareciendo la H final. En el siglo VI d.C. fue acuñada la palabra Jehová.


domingo, marzo 07, 2010

ORIGEN DE LA FAMILIA.


LA FAMILIA CRISTIANA
I PARTE


Lectura bíblica: Génesis 1:27

Propósitos de la charla: a) Comprender quién es, cómo es y hacia dónde va el Hombre; b) Profundizar lo que hablan las Escrituras acerca de la identidad, los rasgos y la proyección del Hombre; c) Descubrir el origen de la Familia.


“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” (Génesis 1:27)

Hoy en día muchos plantean que el ser humano desciende de los animales, es producto de una evolución de las llamadas especies inferiores, o su existencia, como la de todos los seres de la naturaleza, es tan sólo producto de un azar, una cadena interminable de casualidades. El mundo científico, ateo y agnóstico, rechaza los principios acerca de la creación del universo, los animales y el Hombre, expuesto en la Biblia, sobre todo en el primer libro del Pentateuco, conocido también como “el libro de los orígenes”.

El Texto Sagrado nos señala no sólo una explicación literal de cómo se habría desarrollado esta creación y el origen del Hombre, sino también quién es el Hombre y cuál es su destino en el universo creado. Veremos que el Hombre tiene unos rasgos propios que lo diferencian de los animales y ha sido puesto por Dios en la Creación con un propósito específico. Conociendo el origen del Hombre descubriremos el origen de la Familia.

De tal modo hay ciertas preguntas que necesitamos responder:
¿Quién soy?
¿Cómo soy?
¿Hacia dónde voy?

La Biblia responde estas preguntas, revelándonos:
· La identidad del Hombre.
· Los rasgos del Hombre.
· La proyección del Hombre.

1. LA IDENTIDAD DEL HOMBRE.
(Génesis 1:26-28)
Para comprender el diseño Divino de la familia, primero tenemos que comprender al hombre o ser humano como creación de Dios. El hombre no nace por casualidad sino que es un ser creado; como creación lleva la impronta o huella de su Creador; y tiene la capacidad de reproducirse y multiplicarse en muchos más.

El ser humano fue creado por Dios.
Cuando se habla de la “creación” del hombre es que estamos reconociendo que el ser humano es una invención y para que exista tal cosa debe haber un inventor o Creador. Sabemos que fuimos creados por un Dios Todopoderoso, que todo lo sabe y no miente. Como somos personas de fe y confiamos que la Biblia es Su Palabra que contiene la Verdad, entonces no dudamos en lo que ella nos relata: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” (Génesis 1:27) Cualquiera otra teoría, como que el hombre desciende de otras especies, que es producto de la casualidad, que surgió por azar o por una inteligencia impersonal o extraterrestre, es rechazada. “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” (Hebreos 11:3) El Dios Invisible hizo el universo, los animales y al hombre.

El ser humano fue creado a imagen de Dios.
Como el reflejo de una imagen o una copia de Él mismo, hizo Dios al humano. Si no entendemos bien esta afirmación podríamos devenir en ideas aberrantes, como que Dios es un hombre más desarrollado y que algún día seremos dioses; o que Dios tiene un cuerpo, manos, ojos, etc. como los humanos. Esto puede pensarse si no nos detenemos a considerar la palabra “imagen”. ¿Qué quiere decir este sustantivo en la Biblia? El texto es un libro sagrado, por tanto no se refiere a algo concreto, no está explicando como es el cuerpo del hombre, sino su persona. Recuerde que el hombre y la mujer son criaturas trinitarias, es decir que tienen en sí tres elementos: uno material y visible, que es el cuerpo; otro invisible que se expresa en pensamientos, sentimientos y actitudes, el alma o psique; y un tercer, el espíritu, absolutamente invisible. ¿Qué somos nosotros, lo visible o lo invisible? En verdad somos la parte invisible y el cuerpo es tan sólo una “cáscara” o “traje” que envuelve nuestro verdadero ser. Dios está interesado en salvar nuestra alma invisible y morar en el espíritu humano con Su Espíritu Santo, ambos invisibles. Así es que cuando leemos que “… a imagen de Dios lo creó…” (Génesis 1:27) se está refiriendo a sus capacidades cognitivas (pensamiento), afectivas (sentimiento), volitivas (voluntad) y espirituales.

El ser humano tiene una sexualidad.
Otro aspecto muy interesante es que Dios, el Verdadero, que no comete errores ni peca, que no hace el mal sino que es amoroso, justo, santo, etc. y que no tiene sexo –por lo tanto no es hombre ni mujer- hizo al ser humano, en lo físico, con la capacidad de reproducirse y aparearse, similar en este aspecto a la mayoría de los animales y demás seres del planeta, que están diferenciados como individuos, en género masculino (macho) y género femenino (hembra). Dios hizo en un principio, en la Tierra, un hombre y una mujer. Los griegos pensaban que los seres humanos en un comienzo tenían ambos sexos en sí mismos y que posteriormente, por algún capricho de los dioses, se separaron y unos tuvieron el órgano que penetra, el pene, del varón, y otros el órgano que recibe al masculino como en una vaina, la mujer. Esta separación en griego es sectus (1), que en nuestro idioma derivó en la palabra sexo.

Dice el Génesis “varón y hembra los creó.” (Génesis 1:27) Nótese que no existe otra variedad o tipo sexual para Dios sino hombre o mujer. De allí que la homosexualidad, el lesbianismo y todas sus derivaciones, como la bisexualidad, el travestismo, la transexualidad, etc. no son bíblicos. A Dios no le agradan las prácticas homosexuales, aún cuando ama a los hombres y mujeres que las practican, como ama a cualquier pecador y sólo desea que ellos se arrepientan y vuelvan de su mal camino. “Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva.” (Ezequiel 33:11)

El sexo en la pareja humana tiene las siguientes funciones:
a) La reproducción y continuidad del ser humano. En el plano espiritual, esta es imagen de la evangelización y multiplicación de los cristianos. “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1:28)
b) La expresión del amor mutuo en la intimidad de su dormitorio. El acto de amor es exclusivo, sólo entre dos.
c) Es una relación que fortalece la unidad y la confianza del uno para con el otro. El matrimonio es la base de la familia. Ésta se sustenta sobre la unión de los cónyuges.
d) La buena práctica sexual permite una salud equilibrada y guarda a la pareja de los pecados de adulterio e inmoralidad sexual.

De acuerdo a lo expuesto, podemos afirmar que el Hombre es una creación de Dios.

2. LOS RASGOS DEL HOMBRE.
Hay tres aspectos que caracterizan al ser humano y lo diferencian de los animales y es que éste es un ser para vivir en sociedad; que crea cultura; y posee la capacidad de hablar y pensar.

El ser humano es un ser social.
Al crear Dios al ser humano dijo: “18 Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.” (Génesis 2:18) La soledad trae tristeza, muchas soluciones surgen de la conversación y discusión de las ideas; la compañía permite el amor, confiar en otro ser de la misma especie; cada sexo aporta lo suyo. Fue muy sabio el Creador al dar al hombre una compañera. Él la definió como “ayuda idónea”, o sea un ser adecuado para compartir el trabajo, la crianza de los hijos, los ideales, las penas y las alegrías, aunque en el Paraíso no había tristezas. La soledad es origen de muchas frustraciones porque fuimos creados para vivir en pareja. Ni para el hombre ni para la mujer es conveniente la soledad.

El ser humano es un ser con cultura.
La vida del primer hombre en el Paraíso no era haraganear, sino que él debía, además de labrar y cuidar la tierra, “nombrar” a cada criatura creada por Dios. El Creador estaba desarrollando, por medio de ese trabajo, su capacidad de observación y raciocinio, desarrollando su mente para probables futuros trabajos, pues era un ser creativo que indudablemente inventaría muchas formas de cultura, como ha sucedido con la especie humana. Como Adán cultivaba la tierra, también cultivaba su mente y eso estaba en el plan del Señor. “Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre.” (Génesis 2:19) El ser humano debe cultivar y cultivarse.

El ser humano es un ser con lenguaje.
La palabra “Adán” es un sustantivo propio que significa “hombre hecho de barro”. En ese nombre está descrita nuestra naturaleza esencial:
a) Somos seres creados por Dios.
b) Somos amasados, tratados, modelados por Él, a través de las circunstancias de la vida.
c) El material con que el Señor nos hizo es el mismo con que hizo el resto de la creación. A eso alude la palabra “barro”

La palabra “Eva” es otro sustantivo propio que significa “madre de los vivientes”, pues ella fue la primera mujer, de la cual proviene toda la Humanidad. Esta mujer dio a luz hijos de Adán por cría viva, de su propio cuerpo y con la simiente de Adán.

El nombre de todas las cosas es muy importante pues las define. El nombre que llevamos no es casual y en él hay un mensaje que descubrir. Cuántas veces nos sorprende el nombre de una persona, el cual coincide con su profesión o con alguna característica. Por ejemplo el nombre Juan significa en hebreo Dios es propicio o Dios se ha apiadado. Y ¿acaso no es el mensaje del apóstol Juan un mensaje de misericordia? Por ello afirmamos que la labor encargada por Dios a Adán de “nombrar” cada ser del Paraíso, no era una tarea menor. “Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él.” (Génesis 2:19)

En definitiva, hay ciertos rasgos fundamentales que caracterizan al Hombre y lo hacen un ser diferente de los animales.

3. LA PROYECCIÓN DEL HOMBRE.
Luego de crear el universo con sus astros y el planeta Tierra, el Señor creó los animales y las plantas, y finalmente al ser humano, al que dio hermosas características: es un ser creado, tiene la imagen de Dios y una sexualidad. Además lleva unos rasgos fundamentales: es un ser social, creador de cultura y con pensamiento y lenguaje. Mas ahora, aparece el lado femenino de Dios, Su voluntad reproductiva y amorosa. Ello se demuestra en tres nuevas creaciones: a) la creación de la mujer; b) la creación del matrimonio; y c) la creación de la familia. Decimos que son “creaciones femeninas” porque se trata de “la” mujer, “la” primera pareja humana y “la” familia, las cuales dan nacimiento a “la” Humanidad.

Dios creó la mujer.
Dios, al no haber en toda la creación un ser adecuado para compañía de Adán, decide crear otro de la misma naturaleza. Experto Cirujano le hace caer en un sueño profundo y toma una de sus costillas para hacer una mujer con aquel material; luego cierra la herida. “Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. / Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.” (Génesis 2:21-22). Esto tiene varios significados:
a) Que el hombre está en “sueño profundo” y desconoce la procedencia de su mujer.
b) La mujer procede del hombre implica que ella es de su misma naturaleza y esencia.
c) Al ser así debe respetarla, amarla y cuidarla como a sí mismo, porque es una prolongación de él.
d) Elohim Dios no tomó un hueso del cráneo ni tampoco del calcañar (2), sino que un hueso del centro del esqueleto vertical, de modo que Eva queda a la misma altura del hombre. Por el hecho de ser creada después de Adán no es inferior sino igual a él en derechos y obligaciones.
e) Hay otras implicancias espirituales de esta cirugía: la operación que Dios hizo en el hombre Jesucristo, extrayendo de Sus propios huesos el material para crear a Su esposa, la Iglesia. “Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio” (Efesios 5:30-32)

Dios creó la unidad hombre-mujer.
Eva fue extraída de Adán. Ambos son de la misma naturaleza y esencia. Esa operación en el Paraíso da inicio al sexo femenino y al matrimonio, bella obra de Dios. La palabra matrimonio no aparece en estos primeros capítulos de la Biblia. Matrimonio viene del latín matrimonĭum, y es “la unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales”. Tampoco aparece la palabra “pareja”, definida como un “conjunto de dos personas, animales o cosas que tienen entre sí alguna correlación o semejanza, y especialmente el formado por hombre y mujer.”

La Biblia sólo dice que “varón y hembra los creó” (Génesis 1:27) y que hombre y mujer “serán una sola carne” (Génesis 2:24); aspectos que Jesucristo ratifica en el Evangelio (San Mateo 19:4; San Marcos 10:6).

Para que el matrimonio se conserve firme y unido deberá guardar los siguientes principios:

1. Permanencia. Jesucristo recuerda a los fariseos “… ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, / y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? / Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” (San Mateo 19:4-6)

2. Exclusividad. El amor del matrimonio no debe, bajo una ética cristiana, ser compartido con una tercera persona: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.” (Hebreos 13:4)

Dios creó la familia.
Hay un paralelo entre la familia humana y la familia de Dios, que es la Iglesia. Ambas nacieron de un varón. La familia humana nació de Adán y la familia de Dios nació de Jesucristo. Pero en realidad ambas nacieron en la eternidad, en el pensamiento de Dios. “Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. / Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Génesis 2:23)

Matrimonio y familia se interrelacionan. La familia está formada por la pareja hombre y mujer, más los hijos. Comúnmente se llama familia a todo el conjunto de parientes. Un matrimonio sin hijos también es considerado familia. En la Biblia se llama familia a toda la parentela, vivan o no en un mismo lugar. La familia se sustenta sobre el matrimonio y éste sobre el Amor.

Es muy importante la proyección que da Eva a Adán, es algo más que una ayuda idónea; el hombre solo no tiene proyección en el tiempo. Puede desarrollar sus capacidades pero, sin mujer y familia, carecerá de esa dimensión femenina que le proyecte más allá de si mismo y en el tiempo.

CONCLUSIÓN.
En este capítulo hemos aprendido que el Hombre es una creación de Dios, hecho a imagen de su Creador, en el sentido que posee ciertas capacidades espirituales que lo asemejan a Él. Además es un ser con sexualidad o capacidad reproductiva. Dios no tiene género, mas el ser humano es hombre y mujer, “varón y hembra”. Nuestros rasgos fundamentales se pueden expresar así: el ser humano es un ser social; debe cultivar y cultivarse; y desarrolla pensamiento y lenguaje. Comprendida la creación del varón, Dios procedió a realizar tres creaciones más que revisten gran importancia para nuestro tema, las creaciones femeninas de Dios: la mujer, la pareja o matrimonio y la familia. La vida del hombre no habría tenido la proyección que alcanzó con la creación de la mujer, el matrimonio y la familia. Queda claro, entonces, que la familia se origina en la necesidad de proyectar al hombre más allá de la individualidad, el hombre es un ser social que se multiplica y proyecta en el tiempo y el espacio.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) De acuerdo a lo estudiado en este capítulo ¿Cuál es el origen de la Familia?
2) Escriba una definición de si mismo(a) tomando como punto de partida la identidad y los rasgos del Hombre, expresados en este capítulo. Luego compártalo con el Cenáculo.
3) De acuerdo a su condición (soltero, novio, casado, viudo, divorciado) ¿cuál es su proyección futura?

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) Dr. Francisco Javier Cortada, “Diccionario Médico Labor”; Tomo III; Editorial Labor, S.A. Argentina, 1970.
4) Rodrigo Abarca, Revista “Aguas Vivas” Nº 14, Abril de 2002.



(1) Sectus es también la raíz de la palabra “secta” que implica la separación de una religión por motivos doctrinales.
(2) De calcaño: parte posterior de la planta del pie.

miércoles, diciembre 30, 2009

LA RESPIRACIÓN DEL CRISTIANO: LA ORACIÓN.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
VII PARTE


Lectura bíblica: San Lucas 11:1-10

Propósitos de la charla: a) Comprender el acto de orar como la satisfacción de la necesidad de oxigenarse espiritualmente; b) Aprender y aplicar los principios básicos de la vida de oración; c) Motivarse a tener una disciplina de oración diaria.


“1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. 2 Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.”

“5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, 6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; 7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? 8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. 9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (San Lucas 11:1-10)

Como el cuerpo humano necesita respirar oxígeno para conservarse vivo; así también el espíritu necesita oxigenarse mediante la oración. Esta es otra función que jamás, ni un día del resto de su vida, usted deberá descuidar. Como el aire que rodea nuestro hábitat, Dios está cerca de cada uno. El Espíritu Santo ha sido derramado sobre toda carne, pero no se puede experimentar si no se respira. La oración es ese movimiento de respirar que tiene el alma y que permite que podamos entrar en contacto con Dios, fuente de la vida espiritual (Hechos 2:17)

La oración es amistad con Dios. Desde la más tierna infancia nuestros padres, de acuerdo a la cultura cristiana en que nacimos, nos enseñaron a orar el Padrenuestro y eso permaneció en nosotros como una sólida y hermosa base para el desarrollo de una relación con Dios. Lamentablemente para muchos ha quedado en algún oscuro lugar de sus recuerdos, como algo ingenuo y carente de sentido. La oración es amistad con el Creador, una estrecha relación con nuestro Padre Celestial, que nos llena de gratitud y regocijo. Es también una poderosa llave para abrir puertas a la espiritualidad y a la vida de Dios (Colosenses 4:2-4)

Se puede decir que la oración es un diálogo con Dios a través de una conversación espontánea y sencilla. No es un monólogo sin sentido sino que una rica interacción en la que Él nos responde mediante ideas, Su Palabra, etc. Aprendemos a escuchar su Voz en la medida que desarrollamos la práctica de la oración y crecemos espiritualmente. Él habla de muchas formas: en el silencio, a través de un hermano, en la Biblia, en Su creación, etc. (Filipenses 4:6,7)
Es preciso saber y creer que Dios oye y contesta todas nuestras oraciones. Que no recibamos satisfacción a una petición, no significa que Dios no nos escuchó o no respondió. Tal vez aún no es el momento de recibir aquello o bien lo que pedimos no correspondía y estaba en contra de la voluntad de Dios. Pero, insistimos:

Dios oye y contesta todas nuestras oraciones

Al dialogar con Dios, lo hacemos con el propósito de escucharlo, alabarlo, darle gracias y pedirle aquello que nos conviene. Orar no es una obligación sino una necesidad; todo discípulo de Jesucristo tiene la profunda necesidad de respirar Su amor y así fortalecer la fe en Él.

Todo ser humano sabe respirar en forma espontánea, es una función involuntaria, usted no necesita que alguien le enseñe a respirar, pero puede suceder que usted no respira adecuadamente y sus pulmones nunca se llenan del aire necesario. En la oración puede suceder algo similar. ¿Qué cristiano convertido no habla con el Señor a solas, sin que nadie le enseñe? Pero tal vez, si recibe un adecuado entrenamiento por hermanos con más experiencia en el Reino de Dios, sacaría mayor provecho de su oración. De modo que es muy conveniente que usted aprenda lo siguiente sobre la oración. En el acto de orar hay cinco elementos en juego, que es necesario conocer, para que nuestra oración sea siempre fructífera:

· El destinatario de la oración.
· El que hace la oración.
· El motivo de la oración.
· La forma de la oración.
· La respuesta a la oración.

I. EL DESTINATARIO DE LA ORACIÓN.
El primer elemento en la oración es el destinatario. Cuando escribimos una carta lo hacemos dirigiéndonos a otra persona a la que deseamos hacer llegar nuestro afecto, algún recado y para recibir noticias de ella, o sea esperamos una respuesta. Quien recibe nuestras palabras escritas es el destinatario. Lo mismo sucede si usted envía una encomienda, desea que ese paquete llegue al destinatario correcto. En el caso de la oración es lo mismo: hay un emisor y un receptor, hay un remitente y un destinatario. El único Destinatario de nuestras oraciones debe ser Dios.

No es bíblico orar a otro que no sea Dios, por muy bueno, santo o amado que sea aquél. No es correcto orar a un ser querido muerto; no está de acuerdo a la Biblia orar a un santo que ya está en la Presencia del Señor; tampoco orar a la virgen María a los ángeles o a otra entidad. El Destinatario de nuestra oración sólo es Dios. En Apocalipsis se relata dos ocasiones que en su visión, el profeta San Juan quiso “adorar” a un ángel y éste no se lo permitió.

“Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. / Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.” (Apocalipsis 19:9,10)

“Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. / Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.” (Apocalipsis 22:8,9)

Si bien es cierto orar es conversar con Dios, también implica adorarle. Adoramos e invocamos sólo a Dios. Alguien podrá alegar que este San Juan, Abraham y varios otros santos de la Antigüedad “conversaron” con ángeles, pero no fue porque ellos buscaran comunicarse con los ángeles sino que los mismos ángeles actuaron como mensajeros de Dios. No es correcto orar ni invocar a los ángeles. Sí podemos pedir a Dios que envíe a Sus santos ángeles a cuidarnos. El espíritu de esta enseñanza es glorificar y comunicarnos solamente con Dios, todo otro conducto no es adecuado, ya que podríamos ser engañados por los espíritus de las tinieblas.

Tampoco es conveniente utilizar otros conductos para dirigirse a Dios, que no sea el establecido por Él en Su Palabra. Para comunicarnos con alguien se usan en la actualidad distintos medios o conductos: la carta escrita, el teléfono, el correo electrónico. No sucede lo mismo en el ámbito espiritual, sólo hay un modo de comunicarse con Dios en la oración: Debemos orar al Padre en el nombre del Señor Jesucristo a través del ministerio del Espíritu Santo “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2: 5).

Tengamos en cuenta que Dios Trino es Uno solo, no somos una religión politeísta sino monoteísta, es decir creemos en Un solo Dios. Sea que le llamemos Padre, Señor o Dios, nos estamos dirigiendo a Uno solo. Lo bíblico es dirigirse al Padre por medio de Jesucristo. Éste es el único Mediador competente. Los demás no están asignados como mediadores. A pesar de que las tres Personas de la Trinidad son Dios, hay una jerarquía entre ellas, jerarquía que ellas mismas han decidido. No es que una tenga más poder que la otra, sino que lo establecieron así para que hubiese un orden. El Padre tiene máxima autoridad, luego el Hijo que ha sido enviado por el Padre y finalmente el Espíritu Santo que procede del Padre y colabora con el Hijo en la obra de la Iglesia. El Padre ha dado a Jesucristo, después de su muerte y resurrección como Hombre, toda autoridad (San Mateo 28:18), pero nosotros siempre debemos orar al Padre, en el nombre de Jesús, y el Espíritu Santo intercederá por nosotros ante Jesucristo, en el sentido de comunicar nuestro espíritu con Dios (Romanos 8:26). No es muy doctrinal orar indistintamente a veces al Padre, otras a Jesucristo y otras al Espíritu Santo, pues estaremos haciendo una división entre las Personas y volviéndonos al politeísmo. Lo propio es orar al Padre en el nombre del Señor Jesucristo a través del ministerio del Espíritu Santo.

El Señor Jesucristo nos insta en el Evangelio a pedir en Su nombre al Padre. Para completar nuestro gozo de ser cristianos salvados por Él, podemos dirigirnos al Padre, en Su nombre, y obtendremos lo que necesitamos para ser felices en esta tierra. “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.” (San Juan 16:24)

II. EL QUE HACE LA ORACIÓN.
El segundo elemento en la oración es el emisor. Todos los cristianos podemos orar, sin importar el tiempo que tengamos de conversión ni los conocimientos bíblicos, ni las funciones que cumpla en la Iglesia, ni cosa humana alguna, con tal que sea hijo de Dios. Aún los no creyentes pueden orar o clamar a Dios en un momento de angustia, y Dios les escuchará.

Todos pueden orar, sin embargo, sólo los que caminan en fe y obediencia a Cristo pueden esperar, con toda seguridad, respuesta a sus oraciones. Jesucristo asegura que los que creen en Él harán sus mismas obras, y aún mayores. Esta seguridad es porque Él volvió al Padre y le solicitó el Espíritu Santo para que nos colaborara en hacer Sus obras. Jesús nos dice: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. / Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. / Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” (San Juan 14:12-14). Siendo la víspera de su crucifixión, Él hizo esta gran promesa para todos los que oran: “si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”.

No es malo ni desagradable a Dios que le pidamos; como Padre, Él se siente muy grato de que Sus hijos le soliciten favores, con tal que sean sabios en lo que piden. Recuerde que Él es Omnipotente y Omnisapiente, todo lo puede y todo lo sabe; por lo tanto puede ayudarle a usted en cualquier problema, aún el más grave. Por otro lado, Él ya conoce sus necesidades, sin embargo desea que usted las verbalice, pues así estará reconociendo humildemente que usted es un ser creado y necesitado de un Padre, que Él es importante y vital para su vida. Buscar a Dios es un término que se utiliza para significar, no que Dios se haya extraviado mas bien nosotros nos hemos alejado de Él y necesitamos volver a Su Presencia. Si lo buscamos en oración, con toda seguridad que le hallaremos. Sus puertas están abiertas al que se acerca a Él con reconocimiento de su propia miseria y de la autoridad de Dios. Por ello Jesucristo nos dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” (San Mateo 7:7)

Si correctamente nos dirigimos al Destinatario de nuestra oración, Él responderá conforme a Su sabiduría y poder, aún más allá de nuestras expectativas, porque Él sabe mucho mejor que nosotros lo que necesitamos para tener una vida próspera en cuerpo, alma y espíritu, como reza la Palabra de Dios: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20)

III. EL MOTIVO DE LA ORACIÓN.
El tercer elemento en la oración es el motivo. ¿Por qué visita usted a sus padres o a un amigo muy querido? De seguro lo hace porque les ama y le agrada estar con ellos. Esta debe ser nuestra principal motivación al orar: tener comunión con Dios. Él nos espera ansiosamente, como un padre anhela ver a sus hijos cuando están lejos.

La oración nos permite conocer el propósito que tiene el Señor para nuestras vidas. La Palabra de Dios nos enseña que acudimos a Dios con real pasión y necesidad, Él, además de responder a las peticiones, dará a conocer Sus misterios y pondrá hermosas visiones en nuestro corazón: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jeremías 33:3)

¿Cómo va a respirar el alma la atmósfera espiritual de Dios si no se acerca a Dios? Debemos orar para respirar Su oxígeno de amor y tener comunión con Él.

IV. LA FORMA DE LA ORACIÓN.
El cuarto elemento en la oración es la forma. Hay seis principios que deben guiar la oración cristiana:
Sinceridad. En la amistad sincera con Dios está la fuerza que hará que nuestro servicio a los hombres traiga la luz de Cristo a las vidas. Un cristiano debe ser humilde y reconocer sus limitaciones e incapacidades ante Dios, buscando las energías que vienen de Él, por medio de Su Espíritu Santo, en oración (San Mateo 6:5)
Intimidad. No podemos alcanzar crecimiento espiritual ni de ningún tipo en la vida cristiana, si no hay una diaria y personal comunicación con el Padre. Aunque Él conoce las necesidades del corazón humano, desea intimar con él y responder a cada inquietud, enseñándonos una completa dependencia de Su amor (San Mateo 6:6)
Sencillez. La oración es un diálogo en palabras sencillas. No es necesario utilizar un lenguaje especial o rebuscado. Sólo tiene usted que decirle a Él lo que siente, sus problemas, anhelos, necesidades, etc. (San Mateo 6:7)
Perdón. Estar en paz con el prójimo y con una conciencia tranquila ante Dios, es clave para una perfecta relación con el Padre. No quiere hipocresía sino transparencia en la oración, lo que no puede existir si estoy enojado con mi hermano (San Mateo 6:14)
Perseverancia. Pedir, buscar, llamar a la puerta de Dios, como en la parábola del amigo impertinente o de la viuda y el juez, es el imperativo para lograr las peticiones de nuestro corazón, pues para Él no somos molestos y premia la perseverancia (San Mateo 7:7; San Lucas 11:5-13; San Lucas 18:1-8)
Dirección. Debemos orar de acuerdo con la voluntad de nuestro Padre Celestial, no pidiendo cosas, sino pidiendo directivas para lograr esas cosas. Si tenemos a Dios sólo como uno que me otorga lo que le pido y ante el que voy como un mendigo, no creceré en la comprensión de Su voluntad para mi vida, seré un cristiano pasivo. Pero si antes de pedir pregunto a Dios que quiere para mí, estaré orando con la dirección dada por Él. La mejor señal de que estamos caminando en la dirección correcta, es la paz interior: “Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; / y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.” (1 Juan 3:21-22)

V. LA RESPUESTA A LA ORACIÓN
El quinto elemento en la oración es la respuesta. La oración es una relación con Dios, por tanto aprender a orar es aprender a relacionarnos con nuestro Padre Celestial. Esta relación implica:
a) Fe: No solamente creer en Dios, sino también creerle a Él, confiar en Sus promesas.
b) Paz: Descansar plenamente en Dios, tener una relación de confianza y seguridad.
c) Amor: Expresar gratitud, fervor, cariño, devoción al Señor.
d) Esperanza: Esperar confiadamente en Él.

Dios contesta siempre nuestras oraciones. Tal vez la mayoría de los cristianos estén acostumbrados a recibir respuestas positivas de parte de Dios; pero esto no siempre será así. En algunas oportunidades Él responde “no”; otras veces dice “espera”, y hay ocasiones en que simplemente calla. No nos desanimemos en la oración. Por el contrario, acerquémonos a Él, confiando que si pedimos según Su voluntad, nos dará aquello que necesitamos, lo que tal vez no será de nuestro agrado, pero será Su respuesta en Su voluntad.
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Tal cosa debe llenarnos de convicción y agradecimiento “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. / Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5:14-15)

Orar conforme a la Palabra es el mejor recurso para conocer la voluntad de Dios; ella es una garantía de respuesta en que el Espíritu Santo será nuestro ayudador y guía para comprender las respuestas de Dios.

CONCLUSIÓN
El Destinatario de nuestra oración habrá de ser siempre sólo Dios Padre, por medio de Su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo. Todos los cristianos sin excepción podemos ser emisores de oración y ser escuchados por Dios. Él mismo nos invita a buscarle, tocar a Su puerta y pedirle. La motivación básica de la oración es tener comunión con el Creador y Salvador nuestro, amarlo, adorarlo, conocerlo mejor. En el modo de orar, el discípulo de Jesucristo debe tener en cuenta los principios de Sinceridad, Intimidad, Sencillez, Perdón, Perseverancia y Dirección. Finalmente, necesitamos estar preparados para un sí, un no, un espera o el silencio de parte del Señor. La oración es nuestra respiración en el Reino de Dios.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Por qué cree usted que en esta enseñanza se compara la oración diaria con la respiración?
2) ¿Qué problemas ha tenido usted para orar en la intimidad y cómo los ha resuelto?
3) ¿Tiene usted dificultades para orar en comunidad o en público?
4) Escriba cada hermano del Cenáculo una petición al Señor y luego léala en voz alta.

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) Billy Graham, material de la campaña evangelística internacional “Mi Esperanza”, Chile, 2005.
4) Iván Tapia, “La Oración”, Corporación Resplandor, Valparaíso, Chile, 1988.

lunes, diciembre 07, 2009

EL ALIMENTO DEL CRISTIANO: LA PALABRA DE DIOS.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
VI PARTE


Lectura bíblica: 2 Timoteo 3:15-17

Propósitos de la charla: a) Valorar la Palabra de Dios como alimento espiritual imprescindible para el discípulo; b) Conocer los efectos de la Palabra en el cristiano; c) Conocer y practicar las condiciones necesarias para obtener provecho de la Palabra de Dios.


1 Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.

4 No así los malos,
Que son como el tamo que arrebata el viento.
5 Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio,
Ni los pecadores en la congregación de los justos.
6 Porque Jehová conoce el camino de los justos;
Mas la senda de los malos perecerá.
(Salmo 1:1-6)

Hay cinco aspectos de su conversión que usted debe saber: 1) Usted se ha convertido a Jesucristo; 2) Usted ha sido trasladado de Reino; 3) Usted tiene vida eterna; 4) Usted ha nacido en la Familia de Dios; y 5) Usted pertenece a la Iglesia Cristiana Discípulos de Jesucristo. Ahora que sabe quién es, deberá por el resto de su vida en esta tierra, cuidar cinco funciones, de las cuales trataremos en esta lección el primero.

Como toda criatura, el alimento para poder desarrollarse sano y robusto, es fundamental. Pero como hablamos de una nueva criatura, que es eminentemente espiritual, su alimento deberá ser, también, espiritual. El Señor Jesucristo dijo “Mis palabras son espíritu y son vida”. Este es el alimento que usted y todo cristiano necesita cada día: la Palabra de Dios. El alimento del cristiano es la Palabra de Dios que está escrita en la Biblia.

Por medio de la Biblia conocemos a Dios.

La Biblia es la Palabra de Dios, la Biblia expresa Su Voluntad. Es, por tanto, la máxima autoridad que establece los principios de nuestra fe. La Biblia no sólo contiene palabras de Dios, sino que es la Palabra de Dios. Por medio de la Biblia respondemos las tres preguntas más acuciantes del ser humano: quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. A través de la Biblia, Dios habla al hombre. Como discípulos de Jesucristo necesitamos alimentarnos de la Palabra de Dios. ¿Por qué?

¿Qué produce la Palabra de Dios en el hijo de Dios?

· La palabra de Dios le hace próspero
· La palabra de Dios le guía
· La palabra de Dios le da sabiduría
· La palabra de Dios le beneficia

I. LA PALABRA DE DIOS LE HACE PROSPERO.
Dios desea que todos los discípulos de Jesucristo tengan el hábito de leer Su Palabra, porque en ella está escrita Su voluntad, Sus promesas y todo el legado que Jesús nos ha dejado como testamento. Sin embargo el enemigo de nuestras almas se empeña en alejarnos de las Escrituras y no desea que tengamos ese hábito. Mas todo depende de nosotros. Si nos cansamos de leer, Dios nos alentará con Su Espíritu Santo; si nos da sueño, Él nos motivará y despertará, llamándonos la atención sobre pasajes ideas que nos sorprenderán y ayudarán mucho. Si nos duele la cabeza, Él, como nuestro Médico, acudirá a aliviarnos. Si reflexionamos diariamente en la Palabra de Dios, haciéndonos el hábito de leerla y meditarla, lápiz y cuaderno en mano, seremos cristianos prósperos y vivir una vida de plena confianza en Dios. El Señor nos dice hoy: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” (3 Juan 2) Y además nos promete: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; / Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. / Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará.” (Salmos 1:1-3) El resultado de alimentarnos con la Palabra de Dios, trae prosperidad a la vida del cristiano.

1) La Palabra de Dios nos trae prosperidad espiritual: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17)
2) La Palabra de Dios nos trae prosperidad mental: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.” (Isaías 26:3)
3) La Palabra de Dios nos trae prosperidad física: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. / Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” (Isaías 53:4,5)
4) La Palabra de Dios nos trae prosperidad financiera: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. / Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. / Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; / como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre. / Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia” (2 Corintios 9:6-10)

II. LA PALABRA DE DIOS LE GUIA.
La lectura de la Biblia es semejante a ir por un camino en una noche sin luna. Tropezamos y nos salimos fácilmente del sendero, nos da miedo pues desconocemos absolutamente hacia donde caminamos. Si encendemos una linterna, ésta nos devolverá la confianza pues sabremos donde pisar para no tropezar y encontraremos la dirección. La Biblia, la Palabra de Dios, nos ilumina el entendimiento, da respuesta a todas aquellas interrogantes trascendentes, nos enseña como vivir en las distintas áreas de la vida, da consuelo, nos muestra a Dios y Su gran amor, en definitiva nos hace vivir seguros. El salmista la compara a una lámpara a sus pies, una luz en el sendero: “Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino.” (Salmos 119:105)

Los cristianos somos guiados por Dios a través de un manual de vida, que es Su Palabra. Ella es como una lámpara que nos ilumina el camino. Él ha puesto Su voluntad y dirección en Su Palabra, pero habrá que leerla en oración y atendiendo al Espíritu Santo. Un gran evangelista ha dicho: “Su Palabra va delante de nosotros en el futuro y nos protege del pasado.”

III. LA PALABRA DE DIOS LE DA SABIDURIA.
Todos creemos poseer la razón o verdad de las cosas, incluso defendemos nuestras ideas y tratamos de imponer nuestros puntos de vista. Esto significa que todo ser humano anhela la sabiduría. Probablemente en muchos puntos tengamos la razón, pero no todo lo que creemos y pensamos es la absoluta verdad. Sólo Dios tiene la Verdad completa. Si alguien poseyera la sabiduría de Dios, tendría pleno éxito en su vida. Esto es posible si usted ama la sabiduría de Dios. Él ha escrito en Su Palabra Sus pensamientos, para que sea conocida por los que creen en Él. La exposición a Sus palabras nos da luz y entendimiento, si somos sencillos y tenemos fe. La Palabra de Dios nos da sabiduría para vivir, y por ende prosperidad: “Escogí el camino de la verdad; He puesto tus juicios delante de mí.” (Salmos 119:130)

IV. LA PALABRA DE DIOS LE BENEFICIA.
La Palabra de Dios es más que un libro de texto o un tratado científico, es una carta de Dios escrita para usted; léala como una carta familiar. Todo lo que lea en esta “epístola” es para su beneficio. Si lee en ella “Pedid y se os dará”, no cuestione esta idea y sencillamente comience a pedir a Dios; es como pasear por un huerto con árboles frutales, al cual su dueño le ha permitido entrar y saborear sus frutos.

Si encuentra en sus páginas una promesa, no vacile en aferrarse a ella; es como si Dios le haya entregado un cheque por cierta suma, sólo resta que usted de gracias y cambie el cheque ¿o lo rechazaría?

Si lee la oración de arrepentimiento de David, no se dedique a criticar a este adúltero y asesino pecador, ni trate de defenderlo por ser un rey que escribió tan bellos salmos, no pierda tiempo en ello, sino que haga suya esa oración y obtenga beneficios espirituales para usted. Para eso se encuentra escrita en la Palabra de Dios. La Biblia no ha sido escrita para repetirla de memoria ni para admirarla como un bello texto literario o un interesante tratado teológico, sino para ser vivida.
Si encuentra en ella modelos de santidad y abnegación, pídale a Dios esa santidad y negación de si mismo. Y si no la entiende, pídale entendimiento a Dios para que le otorgue esa sabiduría, para que su vida entera irradie la luz de Su Verdad.

La Palabra de Dios está a su alcance y es suya, esta es su oportunidad de ser bendecido por Dios. No desaproveche esta oportunidad que el Dios de la Verdad le da para su beneficio. Los que aman Su Palabra disfrutan de un gran bienestar y nada los hace tropezar; dice la Biblia: “Mucha paz tienen los que aman tu ley, Y no hay para ellos tropiezo.” (Salmos 119:165)

Hasta ahora hemos visto los beneficios que trae consigo oír, leer y estudiar la Palabra de Dios: nos hace prósperos, nos guía, nos da sabiduría y nos beneficia. Pero para poder disfrutar de estos beneficios de la Palabra de Dios, el discípulo de Jesucristo debe cumplir ciertas condiciones.

¿Qué condiciones son necesarias para obtener provecho de la Palabra de Dios?

· El discípulo debe considerarla necesaria.
· El discípulo debe cumplirla.

V. LA PALABRA DE DIOS ES NECESARIA.
¡Cuán necesaria es la Palabra de Dios para alimentar el alma! Ella edifica la mente del discípulo con la Verdad. La Palabra de Dios, entre otros beneficios, nos:
a) Enseña. Podemos conocer a Dios, al Salvador del mundo, al Señor del Reino, la condición del mundo, el futuro glorioso de los hijos de Dios, etc.
b) Exhorta. Recibimos ánimo para luchar contra el diablo y las tinieblas, para vencer los apetitos carnales que batallan contra el alma, y salir victoriosos frente a las tentaciones mundanas.
c) Reprende. Todos somos pecadores, seres humanos con una naturaleza caída inclinada al mal. La Palabra de Dios nos reprende confrontándonos con nuestra condición de pecadores.
d) Prepara para encontrarnos con Dios. La Biblia es fundamental en el proceso de santificación del cristiano.

Las Escrituras pueden dar al hombre la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Biblia ha sido inspirada por Dios, no es invención humana, a pesar de que fue escrita por hombres. Dios es el Autor de la Biblia. Es útil para enseñar al cristiano a vivir de acuerdo a la Divina voluntad; para reprender al que peca o yerra; para corregir al que va por un camino espiritual o moral equivocado y para instruir en la justicia de Dios: “y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. / Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, / a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:15-17)

Hay cinco cosas que usted debe hacer con la Palabra de Dios:
a) Oírla (Romanos 10:17)
b) Leerla (Deuteronomio 17:19)
c) Estudiarla (Proverbios 2:1-6)
d) Memorizarla (Salmos 119:11)
e) Meditarla (Josué 1:8)

VI. LA PALABRA DE DIOS HAY QUE CUMPLIRLA.
La meditación cristiana, basada en la Palabra de Dios, no es meramente un estado de contemplación, sino una reflexión que conduce a vivir los preceptos bíblicos. Respetarlos y obedecerlos es el desafío que se presenta a todo discípulo de Jesucristo. El cristianismo es más que una religión, un estilo de vida; no se trata sólo de conocer la Biblia sino también de practicarla. El verdadero discípulo de Jesucristo no se contenta sólo con escuchar la Palabra, sino que la pone en práctica: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” (Santiago 1:22)

CONCLUSIÓN
En esta enseñanza hemos aprendido la importancia que tiene para el discípulo de Jesucristo alimentarse diariamente de la Palabra de Dios. La Biblia nos hace prósperos, nos guía, nos da sabiduría y nos beneficia. Para obtener provecho de la Palabra de Dios y disfrutar de estos beneficios, el discípulo debe cumplir dos condiciones: valorarla como muy necesaria y practicarla.

Definitivamente: la Biblia nos aparta del pecado. De lo contrario, el pecado nos apartará de la Biblia.

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué sabe usted de la Biblia?
2) ¿Qué le agradaría aprender de la Biblia?
3) ¿Qué momento del día dedica usted para leer y meditar en la Palabra de Dios?
4) Memorice junto a los discípulos del Cenáculo, el texto bíblico que inicia esta enseñanza.

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) Billy Graham, material de la campaña evangelística internacional “Mi Esperanza”, Chile, 2005.
4) Randy Morrison; “Viviendo con sentido Común”
5) “Curso de Capacitación para Pastores y Líderes Cristianos”; Proyecto Mi Esperanza; Asociación Evangelística Billy Graham; 2005.