domingo, noviembre 01, 2020

EL RUEGO DEL APÓSTOL

 LA FE REFORMADA.

TEMA IX



© Pastor Iván Tapia 

E

n enero de 1521, y después de haber sido excomulgado por el Papa León X, el Dr. Martín Lutero fue citado a acudir a la Dieta de Worms, asamblea convocada por el recién nombrado emperador Carlos V. Allí debería defenderse de las acusaciones de herejía que sobre él habían vertido y pedir perdón por las ofensas cometidas contra la Iglesia Católica. Antes de presentarse, el Reformador hizo la siguiente oración: 

“Omnipotente y eterno Dios. ¡Qué terrible es este mundo! ¡Cómo quiere abrir sus quijadas para devorarme! ¡Y qué débil es la confianza que pongo en Ti! Dios mío, protégeme en contra de la sabiduría mundanal. Lleva a cabo la obra, puesto que no es mía; sino tuya. No tengo nada que me traiga aquí, ni tengo controversia alguna con estos grandes de la tierra. Desearía pasar los días que me quedan de vida, tranquilo, feliz, y lleno de calma. Empero, la causa es tuya; es justa, es eterna. ¡Dios mío, ampárame, Tú eres fiel y no cambias nunca! No pongo mi confianza en ningún hombre. ¡DIOS MÍO, DIOS MÍO! ¿NO ME OYES? ¿ESTÁS MUERTO? NO; NO ESTÁS MUERTO; mas te escondes. Dios mío, ¿dónde estás? Ven, ven. Yo sé que me has escogido para eta obra. ¡Levántate, pues, y ayúdame! Por amor de Tu amado Hijo Jesucristo, que es mi defensor, mi escudo y mi fortaleza, ponte de mi lado. Estoy listo, dispuesto a ofrecer mi vida, tan obediente como un cordero, en testimonio de la verdad. Aun cuando el mundo estuviera lleno de diablos, aunque mi cuerpo fuera descoyuntado en el “potro”, despedazado y reducido a cenizas, mi alma es tuya: tu Sagrada Escritura me lo dice. Amén. ¡Dios mío, ampárame! Amén.” 

Esta es la oración de un cristiano valiente y humilde, pese a su erudición, perseguido por sus convicciones. Esta oración, como el fragmento de una carta de San Pablo expuesta a continuación, trasuntan los más profundos valores del Evangelio.

 

¿Qué valores destacan en el verdadero cristianismo? 

Fe, amor, oración.

“15 Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, / 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones”  (Efesios 1:15,16)

El Apóstol ha escuchado acerca de la fe de los hermanos de la Iglesia de Éfeso en el Señor Jesucristo. Ellos confían plenamente en el Señor, se someten a Su voluntad y procuran vivir el Evangelio en plenitud. Este era el sentir también, en el siglo XVI de Lutero y muchos cristianos más, querían servir a Dios con honestidad, estudiaban la Palabra de Dios y su deseo era descontaminarla de toda doctrina que no fuese bíblica. 

Los efesios cristianos se distinguían por su amor fraternal, ese amor que había enseñado Jesús cuando indicó “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (San Juan 13:35) Enseñanza que repiten los apóstoles: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.” (Romanos 12:10);  “Permanezca el amor fraternal” (Hebreos 13:1). El amor fraternal es propio del Cuerpo de Cristo en que todos sus miembros se aman, cuidan y respetan entre sí, “De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.” (1 Corintios 12:26) 

Ese amor era el resultado de la salvación, de que ellos hubiesen entregado sus vidas a Jesús y ahora moraba en sus corazones el Espíritu Santo, por lo tanto podían decir que “…el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Romanos 5:5). La Iglesia que gobernaba las conciencias de la gente del siglo XVI les había enseñado que por medio de buenas obras podrían obtener el perdón de Dios y conquistar el Cielo. Pero eso no era lo que decía la Escritura: “8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; / 9 no por obras, para que nadie se gloríe. / 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:8-10). Las buenas obras, la misericordia, el afecto fraternal, son el resultado de la salvación y no al revés. Es la fe la que produce o conduce a las buenas obras, como lo expresó el Reformador: “La primera y suprema de todas las buenas obras más nobles es la fe en Cristo. Él mismo dice (Juan 6) cuando los judíos preguntaban: “¿Qué haremos para poner en práctica las buenas obras divinas?” –“Esta es la buena obra divina, que creáis en el que Él ha enviado” (Lutero, 1520)     

El Apóstol da gracias a Dios por la fe y el amor fraternal de los efesios. Es el Espíritu Santo que está alabando a esos hermanos que son consecuentes con su fe cristiana. Lo mismo quiere hoy día de nosotros, que practiquemos la fe y el amor, dos virtudes fundamentales de la vida cristiana: 

a) Una fe que se exprese en obediencia a la Palabra de Dios, sumisión a Jesucristo y Su evangelio; una fe que se demuestre en sujeción al Cuerpo de Cristo, Su Iglesia, toda vez que ésta marche conforme a la doctrina de Jesús; una fe que se desarrolle paulatinamente en fidelidad, responsabilidad y compromiso con Cristo y la Iglesia. 

b) Un amor que se exprese en la intimidad de la oración, en la devoción a Dios, en el desarrollo del amor al prójimo y espíritu de servicio. 

Como presenta San Pablo a estos hermanos de Éfeso, son un ejemplo y modelo para nosotros hoy día. Él los tiene permanentemente en sus oraciones. Seguramente ora por ellos no tan sólo porque los ama y admira por su fe y amor, sino también para defenderlos del Enemigo. Tanto los efesios como el Apóstol son un modelo para todo cristiano. Pablo nos está enseñando, con sus palabras, la importancia de la oración: 

a)      Que debemos orar los unos por los otros: “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:18). 

b)      Y agrega que debemos hacer una oración especial por los ministros de la Palabra: “19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, / 20 por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.” (Efesios 6:19,20) 

c)      Es deber de la Iglesia orar por todos los hombres: “1 Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; / 2 por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. / 3 Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, / 4 el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.” (1 Timoteo 2:1-4) 

d)     La Biblia también nos insta a orar por Jerusalén, la Ciudad Santa, la que será sede del Reino Milenial de Jesucristo: “Pedid por la paz de Jerusalén; Sean prosperados los que te aman.” (Salmos 122:6) 

En resumen el Señor está agradado de los cristianos que viven una fe sincera que produce como fruto el amor fraternal, y sólo nos pide que sigamos en esa senda desarrollándonos y oremos los unos por los otros, sin olvidar orar por los ministros de Dios y todos los hombres. En el verdadero cristianismo destacan los valores de fe en Dios, amor  y oración.


(Fragmento del capítulo titulado "El ruego del Apóstol" de "La Fe Reformada")

 

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