domingo, julio 26, 2020

LA EXPERIENCIA SOBRENATURAL DE ISAÍAS


ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO
CAPÍTULO 6



© Pastor Iván Tapia

La visión de Isaías

“1 En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. / 2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. / 3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. / 4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.” (Isaías 6:1-4)

El rey Uzías de Judá, también conocido como Ozías, murió el año 740 AC y estando Isaías en oración en el Templo de Jerusalén, tuvo una visión. Tan profunda era su meditación en Dios y adoración, que el Señor le concedió ver parte de Su gloria. Podemos experimentar algo así cuando sostenemos una comunión espiritual intensa con el Altísimo y Él desea manifestarse, pues no es algo que esté en manos humanas provocar.

Isaías vio al Señor sentado en Su trono en un lugar tan alto y sublime, que produjo en él gran emoción. Era extraordinariamente bello. Lo curioso es que Sus faldas llenaban el Templo, es decir que Dios vestía una larga túnica, como de Sacerdote. La falda es una parte de una prenda larga de vestir que cae desde la cintura y cubre la parte baja del tronco y las piernas. Varios textos de la Biblia nombran las faldas, tanto de mujeres como de hombres. Pero en verdad Isaías no se refiere a una falda como la entendemos ahora, sino que a una prenda que era propia de un rey, una túnica especial, a la cual se añadía tela cada vez que era victorioso en una batalla. En esa tela se bordaba la historia de sus triunfos. Nuestro Rey es victorioso en batallas: “Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos.” (1 Crónicas 29:11)

Cuando Isaías dice que vio al Señor no es que lo viese con sus ojos humanos, sino que le vio en el espíritu y el templo que se llena con la orla del manto del Señor es el Templo del Cielo. Él está describiendo lo que en espíritu pudo contemplar: la Presencia de Dios. No podemos saber si lo que contempla el profeta es una descripción exacta de la realidad celestial o es una traducción metafórica o simbólica de esa realidad sobrenatural, ciertamente inefable, imposible explicar con palabras humanas.

Cuenta que sobre Dios se veía unos seres celestiales llamados serafines. Son criaturas muy humildes y reverentes con la Divinidad. Sus alas simbolizan que con prontitud ejecutan Su voluntad. Lo alaban con un cántico alternativo y ardiente de amor, por eso son flamígeros. No bajan a la Tierra sino que giran permanentemente en torno al trono entonando: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.” Cubren sus rostros expresando temor de Dios y protegiéndose de Su gloria poderosa que podría destruirles, como cuando Moisés fue llamado por Jehová en la zarza ardiente: “Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.” (Éxodo 3:6) O cuando el profeta Elías escuchaba el “silbo apacible y delicado” del Señor: 13 Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?” (1 Reyes 19:13)

Es importante que recordemos que los ángeles no tienen cuerpo pues son espíritus. Cuando la Palabra dice que los serafines cubren sus pies con dos de sus alas, quiere entregar un significado simbólico. Los pies están en contacto con la tierra, por lo tanto se ensucian con facilidad. Cubrirlos significa protegerlos del polvo, guardarlos en santidad. La primera vez que aparece la palabra “pies”, en plural, en la Biblia es para la visita que tres varones hicieron a Abraham en el encinar de Mamre: “Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol” (Génesis 18:4) Cuando Jesús lavó los pies de Sus discípulos, quiso significar que Él nos lavaba de nuestros pecados.

El vuelo de los serafines transmite la idea de que son seres sobrenaturales. El hombre no puede volar, lo hace sólo premunido de tecnología, sin embargo un día volaremos hacia lo alto, con Jesús: “Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.” (1 Tesalonicenses 4:17)

Decíamos más arriba que estos seres no bajan a la Tierra sino que giran permanentemente en torno al trono entonando: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.” Sea que interpretemos estos tres “Santo” como una alusión a la Trinidad Divina, o que se refiere al superlativo hebreo, es evidente que ellos le adoran perpetuamente. Isaías contempló esta escena e indudablemente, como ellos, también adoró. La adoración no es privativa de los serafines y demás seres celestiales, como ángeles, arcángeles o querubines, sino de toda la creación. El libro de Salmos nos exhorta 33 veces a alabar y adorar a Jehová, culminando con la expresión: “Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya.” (Salmos 150:6) La expresión hebrea “hallĕlū-Yăh” significa “alaben a Yah” Es lo que todo cristiano hace cuando se comunica con su Padre Celestial.

Isaías escuchó una voz poderosa que gritaba y tal era su poder que las puertas se estremecieron y la casa de Dios se llenó de humo. El juicio y la presencia poderosa de Dios se asocian al humo, en el Antiguo Testamento. Podemos verlo en la destrucción de Sodoma y Gomorra: “Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura miró; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno.” (Génesis 19:28) También cuando Jehová desciende sobre el Monte Sinaí: “Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera.” (Éxodo 19:18)

La visión de Isaías nos enseña que:
·         La contemplación del Señor abre nuestros ojos espirituales para ver las cosas del Cielo.
·         Necesitamos contemplar la grandeza de Dios en Su gloria.
·         Debemos aprender de los serafines su humildad y rapidez en servir al Señor.
·         Es tiempo que adoremos a Dios como lo enseña Salmos.

Dios quiere que experimentemos la visión de Isaías.

(Este es un fragmento del capítulo titulado "La experiencia sobrenatural de Isaías)

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