sábado, mayo 20, 2006

EL HACER DEL DISCÍPULO


Lectura bíblica: Apocalipsis 22:12
Propósitos de la charla: Valorar y practicar las buenas obras; diferenciar los conceptos de salvación, obras, don y galardón.

"Obras son amores y no buenas razones" dice el refrán; "Por sus frutos los conoceréis" aseguró Jesús y el apóstol Santiago afirma " la fe si no tiene obras es muerta". Vivimos en un tiempo pragmático en que se espera hechos concretos de las personas e instituciones, menos palabras y más acción. Mucha palabrería es demagogia en política. Me temo que en el campo de la fe y la religión hay bastante demagogia.

El Creador, ya hemos visto, ha dado al ser humano la capacidad de creer, de sentir y emocionarse, de pensar y reflexionar la vida, la capacidad de comunicarse por medio del lenguaje hablado y escrito. Ahora veremos que también nos ha dado la virtud de "hacer". No creamos que somos los únicos en el planeta con esta cualidad. Basta observar a las hormigas, las abejas y las termitas, para darnos cuenta que también hay otros seres que construyen sociedades con un sistema de distribución del trabajo y las responsabilidades tan y más organizado que nosotros. Hacen edificios, cuevas, colmenas, habitaciones envidiables por su seguridad y calidad de vida. Para judíos, cristianos y musulmanes, que somos tan "homocéntricos", estos animalitos y muchos más son un ejemplo puesto por el Señor de cómo debemos obrar en nuestras vidas (Proverbios 30:24-31; San Mateo 6:26)

Las capacidades ya nombradas, creer, sentir, pensar y comunicarse, hayan su sentido o razón de ser en esta última, el hacer. Nada sacamos con creer si no hacemos lo que creemos. Personas llenas de sentimientos positivos como la compasión por el prójimo o la devoción por Dios, no son completas sin hacer efectivo en la acción esos sentimientos; la misericordia y el amor a Dios se hacen carne en el obrar. Con el pensamiento pasa lo mismo; ¿qué obtenemos con aprender tanta doctrina bíblica si no la ponemos por obra? Igualmente el que comunica demasiado sus pensamientos y sentires, sin hacer concretamente acciones de bien, es sólo "un metal que resuena", un instrumento hueco. Obrar, hacer, actuar, llevar a la "praxis" nuestro pensamiento, es imprescindible para una vida cristiana coherente.

En el mundo cristiano hay dos posturas ante las "obras": 1) los que las consideran requisito para la salvación; y 2) los que no las valoran como elementos de salvación sino como resultado de la obra del Espíritu Santo en el cristiano. El primer grupo, dado que relaciona salvación con obras, sobrevalora la importancia de ellas a tal punto que éstas caracterizan su forma de cristianismo. En cambio el segundo grupo tiene la tendencia a desmerecer el ejercicio de éstas, llegando incluso a despreciarlas en su vivencia de la fe; su práctica cristiana suele concentrarse exclusivamente en la evangelización y el iglecrecimiento. Si la salvación es exclusivamente por la fe en Jesucristo –piensa este grupo- y sólo depende de la obra de Cristo en la cruz, entonces concentrémonos en el mensaje de la crucifixión y resurrección de Jesús.

Al parecer los cristianos estamos entrampados en este lazo teológico. Por un lado una gran consideración hacia las obras y por otro un desprecio de ellas. Por supuesto hay matices y diversidad de posturas entre estos dos extremos. Podemos dilucidar este dilema ubicando en el lugar que corresponde los conceptos de: a) salvación, b) obras, c) don y d) galardón.

La salvación es aquel estado de gracia que obtenemos por medio de la fe en Jesucristo. El Hijo de Dios ha muerto en la cruz por nuestros pecados, su sacrificio redentor ha sido aceptado por el Padre y a toda persona que acepta ese sacrificio expiatorio como regalo de Dios, le es concedida la eterna y completa salvación. El mensaje del Evangelio es de una claridad absoluta (San Juan 3:16) y no hay lugar a equívocos; pero los cristianos tendemos a complicarlo y enredarlo hasta para nosotros mismos. La salvación ha sido dada gratuitamente a los seres humanos y Dios, como un Ser sabio e inmutable, además nos ha provisto de Su Espíritu Santo para poder asumir esta nueva vida que tenemos después de la conversión. No debemos vivir asustados pensando que por cualquier pecado o mala conducta podremos perder la salvación. Ésta es un regalo de Dios y como tal no depende de nuestras obras (Romanos 8:37-39)

Otra cosa son las obras humanas. Las hay de dos tipos: a) obras de la carne y b) obras del Espíritu o frutos del Espíritu Santo. Mas ¿quién podrá distinguir unas de otras? Juzgar la obra de alguien como "de la carne" puede ser atrevido e injusto; podríamos caer en blasfemia contra el Espíritu Santo. Y aquellas obras que aparecen más santas podrían ser sólo intentos de la carne que se esfuerza por alcanzar santidad. No seamos tan prontos en calificar una obra de buena o mala; es más sano que dejemos este juicio al Señor. Pablo prefería no juzgar a nadie, ni siquiera a sí mismo (1 Corintios 4:3-5). Las obras nada tienen que ver con la salvación. La salvación dice relación con las obras de Jesucristo: su vida, pasión, muerte y resurrección; por medio de esas obras perfectas es que hemos alcanzado la salvación (Hebreos 5:7-9) Las obras en el discípulo de Jesucristo están relacionadas con la santificación; son el resultado de la acción de Su Espíritu en nosotros (Gálatas 5:22,23)

Quien es salvo ha recibido un regalo, un don, un obsequio, una gracia de Dios (Efesios 2:4-10) la cual es vida eterna y vida "zoé" –la que viene de lo alto, para diferenciarla de la vida biológica- abundante del Espíritu Santo, la cual produce en el cristiano virtudes, buenas obras e hijos espirituales. Las virtudes son las cualidades de Jesucristo: fe, paz, amor, esperanza, etc. Las buenas obras son las acciones misericordiosas, como: alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, acoger al forastero, vestir al desnudo, atender al enfermo y visitar al preso (San Mateo 25:35,36) El don sólo se recibe, no se merece ni se trabaja por obtenerlo; nadie se esfuerza por obtener un regalo en Navidad o recibir un obsequio en el cumpleaños.

Tomando el ejemplo anterior, podemos decir que sí nos esforzamos por alcanzar un premio a final de año en el lugar de estudios o de trabajo. La copa, el diploma o el galvano son un galardón, una recompensa, un premio. La salvación no es un galardón sino un don. El Señor ha puesto una meta ante todo cristiano: llegar a ser como Jesús (Romanos 8:29) y alcanzar la corona de justicia (2 Timoteo 4:8) Pero esta corona será un galardón entregado sólo a los que hayan hecho Sus obras, será el premio a nuestra conducta, allí seremos medidos por nuestras obras. Esta corona pertenece a un reino, el Reino de Dios que se establecerá en la tierra durante mil años. Podrán participar de ese reino sólo los que salgan aprobados en el Tribunal de Cristo (2 Corintio5 5:10) El galardón es el premio justo dado por un Dios justo a sus hijos obedientes (San Mateo 25:14-30) No obtenerlo no significa perder la salvación pero sí ser eximidos de disfrutar el milenio en el Reino de Jesucristo. En la parábola el Maestro nos habla de una boda; hay vírgenes que salen a recibir al Esposo, unas prudentes y otras insensatas. Estas últimas no se han preparado para recibirle. Todas pertenecen al reino puesto que todas tienen sus lámparas ¿acaso todos los cristianos no tenemos la capacidad de ser llenos del Espíritu Santo y de Su amor y hacer obras de misericordia sirviendo a nuestro prójimo? Pero no todas pueden entrar a las bodas. De ningún modo significa que las insensatas no estarán en la eternidad con el Señor sino que no podrán disfrutar de este galardón especial que es participar en Su reino (San Mateo 25:1-13) Cuando venga Jesucristo, con Él vendrá un premio o una reprensión para todo cristiano; no pensemos que sólo habrá castigo para los que no quisieron creer en Él (Apocalipsis 22:12; Mateo 16:27; Lucas 14:14)

CONCLUSIÓN
Podemos concluir, revisados los textos bíblicos aclaratorios acerca del papel de las buenas obras, que el obrar es parte muy importante de la vida cristiana. Veamos esta fórmula:
Don= Salvación > Santificación (Vida cristiana= Oración + Servicio) > Galardón

La salvación, regalo de Dios, es el punto de partida de la vida cristiana, ha sido conquistada por Jesucristo para nosotros, Autor y Consumador de la fe. La vida cristiana es un equilibrio entre vida de oración o vida devocional y vida de servicio o de misericordia. La santificación es un proceso que comienza con la conversión y se proyecta hasta nuestra muerte; su meta es transformarnos a la imagen de Jesús y su galardón la participación en el reino milenial. Don y galardón son dos elementos entregados por Dios, el primero por gracia y el segundo por obras. Por lo tanto la práctica de las obras es un deber de la vida cristiana, tan importante como la fe en Jesucristo.

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