domingo, marzo 31, 2019

LA DISCIPLINA DEL SEÑOR.

HEBREOS COMENTADO
LECCIÓN 25

 
 
© Pastor Iván Tapia Contardo

 

Lectura bíblica: “1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, / 2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. / 3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. / 4 Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (Hebreos 12:1-4) 

Palabra clave del capítulo: DISCIPLINA. 

Idea central: Propósitos de la disciplina del Señor. 

Objetivos: a) Comprender el concepto general de disciplina, como castigo y/o formación de la persona; b) Comprender y valorar la disciplina de Dios y sus propósitos; c) Aceptar la disciplina de Dios como elemento que nos desarrolla en la fe; d) Comprender y experimentar la disciplina que nos indica que somos hijos y no bastardos; y e) Vivir la disciplina de Dios como medio de santificación. 

Resumen: Este capítulo nos enseña acerca de la disciplina del Señor, cuan necesaria y eficaz es en el desarrollo cristiano, para comprender que es dada por Dios como un Padre lo hace con sus hijos y que permite nuestra progresiva santificación.
 

E
n este capítulo, el Espíritu Santo nos enseña el valor de la disciplina. Antiguamente se llamaba “disciplina” a un instrumento hecho ordinariamente de cáñamo, con varios ramales, cuyos extremos o canelones eran más gruesos y servía para azotar, es decir para disciplinar. Ejercen disciplina las autoridades sobre quienes tienen poder; así los padres disciplinan a sus hijos, los maestros a sus alumnos, los jefes a sus subordinados, etc. La disciplina existe donde hay autoridad.  

Hay distintas maneras de disciplinar, desde las más violentas hasta las más racionales, pero siempre implica algún tipo de dolor o desagrado por parte del que la recibe. Para un niño es doloroso que se le prohíba jugar cuando no ha hecho sus deberes o se le disminuya la mesada; para un estudiante es doloroso obtener una mala calificación o impedirle de salir al recreo, cuando ha tenido un mal comportamiento; a un trabajador el descuento de cierta cantidad de su sueldo o rebajarlo de estatus cuando no ha rendido como lo requiere el puesto de trabajo, también es doloroso; un líder eclesiástico puede ser castigado cuando ha tenido un comportamiento indigno de su condición de ministro; etc.  

Hay dos motivos de disciplina: 1) Cuando hay una conducta negativa por parte del disciplinado; y 2) Cuando se quiere lograr un mayor desarrollo del disciplinado. 

Esta segunda motivación de la disciplina tiene relación con la formación e instrucción de la persona, especialmente en lo moral. La disciplina de un hogar, de una escuela, de un regimiento, de una universidad, de un partido político, en fin de cualquier ente social que desee formar personas en cierta doctrina, va a aplicar este tipo de disciplina, que puede consistir en: Valores, principios, horarios, comportamientos, etc. los cuales apuntan a un modelo de persona.  

En el caso del creyente, se trata de la disciplina del Señor, la disciplina que Dios administra a Sus hijos. 

¿Qué propósitos tiene la disciplina de Dios?
 

1.      La disciplina del Señor nos desarrolla como cristianos.

“5 y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; / 6 Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.” (Hebreos 12:5,6) 

El consejo Divino es: 

1)      “no menosprecies la disciplina del Señor”. La disciplina es valiosa para nuestro desarrollo integral como personas. Recuerde que disciplina no sólo es castigo por un mal obrar, sino también formación para un mejor obrar: “2 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, / 3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” (Santiago 1:2,3) 

2)      “Ni desmayes cuando eres reprendido por él”. No desanimarse porque estamos pasando una prueba, por muy difícil que sea. Solemos olvidar este consejo y nos deprimimos, autocastigamos o enojamos con Dios y la vida, cuando vivimos una prueba que nos supera. La prueba tiene una finalidad superior, nuestra formación a la medida de Jesucristo: “6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,  / 7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,  / 8 a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso;  / 9 obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.” (1 Pedro 1:6-9) 

3)      “Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.” Comprender que si sufrimos algo que consideramos demasiado duro, incomprensible, injusto, desagradable, lo que es permitido por Dios, no es porque Él nos haya olvidado o no nos ame, sino todo lo contrario, porque está preocupado de nosotros y nos ama como a hijos. 

La disciplina del Señor es muy necesaria para nuestro desarrollo cristiano. Sin ella permaneceríamos estancados en la antigua vida, carnal y desobediente a Dios.
 

2.      La disciplina del Señor nos indica que somos Sus hijos.

“7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? / 8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.” (Hebreos 12:7,8) 

La clave para enfrentar la disciplina es tener paciencia, soportarla. Pablo, cuando habla acerca de la virtud del amor, inicia su listado de características con la paciencia: “El amor es sufrido...” (1 Corintios 13:4) Si amamos a Dios y el propósito de Él para con nuestras vidas, sufriremos, estaremos dispuestos a sufrir la prueba o trato de Dios con nuestra persona.  

Ya hemos dicho que estar en medio de la prueba, siendo tratados por el Señor, es signo de que Él se ocupa de nosotros y nos ama. No es un Dios sádico, que quiera hacernos sufrir, sino el Dios amoroso y Pedagogo que se propone formarnos. Veamos la experiencia de uno de Sus apóstoles: “7 Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; / 8 respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. / 9 Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. / 10 Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” (2 Corintios 12:7-10) El Apóstol comprendió que el Señor quería desarrollar en él la humildad, además de protegerlo de la soberbia; Dios le enseñó cuán valiosos eran los sufrimientos en el camino de Cristo, de los cuales no debía reclamar sino alegrarse. No es fácil entender y asumir esta actitud nueva en una cultura del éxito y el disfrute, como la que vivimos. La resignación ante el dolor, la humildad y el temor de Dios hoy día son muy mal vistos, pero nuestro Camino es opuesto al camino del mundo. 

Si no tuviéramos esta disciplina de parte del Señor y viviéramos en un permanente éxito, comodidad y siendo aplaudidos y admirados por todos, tendríamos que dudar de nuestra condición de hijos de Dios. Es probable que en esa condición más nos asemejáramos a los hijos del mundo. Los cristianos no somos hijos ilegítimos de Dios, estamos en la misma categoría de los judíos, somos parte del Pueblo de Dios: “17 Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; / 18 porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. / 19 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:17-19)
 

3.      La disciplina de Dios nos santifica.

“9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? / 10 Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. / 11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.” (Hebreos 12:9-11) 

De una u otra forma nuestros padres nos disciplinaban. En mis tiempos de infancia era con un cinturón en el trasero, una bofetada en la cara o quedar sin postre. Hoy día es quitándole al niño el teléfono móvil, prohibirle el juego de video o salir con sus amigos. Los tiempos cambian en sus formas, pero en el fondo se conserva la idea de formar al menor en disciplina. Es cierto que hoy día se enseña a las personas a defender sus derechos, pero tampoco olvidarse de sus deberes. La formación y educación de un niño es para llegar a ser un adulto adecuado en sociedad, que piense bien, que sienta bien y que actúe bien.  

Pensar bien es saber razonar, utilizar el cerebro que Dios le dio, el cual no es un adorno sino una herramienta para vivir en sociedad. Sentir bien es tener sentimientos de solidaridad hacia el prójimo, no ser una persona egocéntrica que sólo piensa en su propio bienestar; los sentimientos también se educan. Actuar bien es comportarse de acuerdo al canon moral y ético que fundamenta nuestra sociedad, el cual se resume en el Decálogo de Moisés, aún y siempre vigente. Para quien no es creyente bastarán sólo los últimos seis mandamientos y prescindirá de los cuatro primeros que hablan acerca de Dios, pero el 60% ya es bastante: 12 Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da. / 13 No matarás. / 14 No cometerás adulterio. / 15 No hurtarás. / 16 No hablarás contra tu prójimo falso testimonio. / 17 No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.” (Éxodo 20:12-17) 

El niño o niña no deja de amar a sus padres porque estos le disciplinen, salvo que tal disciplina fuese exagerada o injusta. De allí el consejo bíblico: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.” (Efesios 6:4) Los padres esperan con ansias un hijo y cuando llega lo aman y cuidan, le enseñan con ternura, esto es sentido por el niño, por tanto cuando llega la disciplina hay una comprensión por parte del menor de que aquello es por su bien. La disciplina provoca vergüenza y temor al infringir una norma, un niño debe ser educado en la ley de sus padres: “24 De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. / 25 Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo” (Gálatas 3:24,25) 

Si amamos y obedecimos a nuestros padres en la niñez, por quienes tuvimos la vida biológica y terrenal, cuánto más debemos en la adultez servir, amar y obedecer a nuestro Padre Dios, ya que por Él tenemos la vida eterna. Según su parecer los papás nos disciplinaban; seguramente en algunas ocasiones se equivocaron, fueron injustos o exagerados en la disciplina, lo cual es comprensible ya que eran humanos caídos como nosotros. Pero Dios nos disciplina por un propósito superior. 

El motivo que tiene el Señor para disciplinarnos es lograr en nosotros la santidad. Ciertamente nos llama “santos” la Escritura puesto que hemos sido comprados a precio de sangre por Jesucristo y ahora somos propiedad del Santo Dios, por tanto somos legítimos santos. Pero otra cosa es la “santificación”, este proceso que cada cristiano vive bajo el poder transformador del Espíritu Santo. 

La santificación dura toda nuestra vida en esta Tierra. Su propósito es transformarnos a la imagen de Jesús, como lo explican los siguientes pasajes:

·         “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:29)

·         “11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, / 12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, / 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:11-13) 

Este proceso de transformación lo opera el Espíritu Santo mediante los siguientes agentes:

a)      Circunstancias de la vida. Los dolores propios de cada jornada en el hogar, el trabajo, la calle, etc. Son el trato y disciplina de Dios para el creyente.

b)      Ministerio de la Palabra. Ejercido por el o los ministros de Dios de la Iglesia en que el cristiano participa, le ayuda a comprender la puerta, el camino y la meta de la fe cristiana.

c)      Discipulado. Guía y apoyo de un hermano mayor, para discernir el Camino, comprender las circunstancias que se viven bajo la luz del Evangelio. Implica sujeción al Cuerpo de Cristo.

d)     Vida devocional. Desarrollo de hábitos de oración, alabanza, adoración, meditación y reflexión bíblica. Implica sumisión al Señor. 

El camino de Cristo no es siempre fácil, suele tener piedras y espinas, pero produce un fruto agradable, el fruto del Espíritu Santo: “22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, / 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. / 24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. / 25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.” (Gálatas 5:22-25) 

Hemos nacido por el Espíritu Santo de nuevo, Él nos gestó y ahora nos habita. Lo propio, entonces, es que vivamos dirigidos por Él y no por nuestras pasiones humanas. 

CONCLUSIÓN.

La disciplina tiene dos motivaciones: Castigar una conducta negativa y formar a la persona. En el caso de la disciplina de Dios, los propósitos de ésta son: 1) Desarrollarnos como cristianos; 2) Indicarnos que somos Sus hijos; y 3) Santificarnos.

 

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:

1)      ¿Qué tipo de disciplina ha ejercido sobre otras personas?

2)      ¿Le es fácil o difícil ejercer disciplina?

3)      ¿Cuál ha sido su experiencia con el recibir disciplina?

4)      ¿Cuál es la diferencia entre castigar y formar?

5)      ¿Cómo ha experimentado usted la disciplina de Dios?

6)      ¿De qué modo la disciplina le ha desarrollado en lo espiritual?

7)      ¿Por qué nos disciplina Dios?

8)      ¿Qué formas de disciplina utilizaría usted actualmente en la formación de los niños?

9)      ¿Debe existir la disciplina en el trabajo y cómo se puede conciliar ésta con los derechos del trabajador?

10)  ¿Cree usted que el desmoronamiento actual de las instituciones se deba a un problema de disciplina?

11)  ¿Por qué el niño acepta la disciplina de los padres?

12)  ¿Somos los creyentes legítimos santos?

13)  ¿Cómo se opera el proceso de transformación en un creyente?

14)  ¿Cuál es a su juicio el agente de santificación más relevante?

15)  ¿Qué sentido tienen los dolores propios de cada jornada de la vida de un cristiano?

16)  ¿Qué función deben cumplir principalmente los ministros de Dios?

17)  ¿Qué agente es de guía y apoyo para discernir el Camino y comprender las circunstancias que se viven bajo la luz del Evangelio?

18)  ¿Cómo podemos saber que somos hijos de Dios?

19)  ¿De qué agentes se vale el Espíritu Santo para operar la santificación?

20)  ¿Qué función cumple el cerebro en la vida humana y qué importancia tiene en su espiritualidad?



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