LECCIÓN 23
© Pastor Iván Tapia Contardo
Lectura
bíblica: “En
esa voluntad somos santificados
mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.” (Hebreos 10:10)
Palabra clave del capítulo: SANTIDAD.
Idea central: Somos santificados en Cristo y
por Cristo.
Objetivos: a) Comprender los
conceptos de santo y santidad a la luz de la Palabra de Dios; b) Comprender y
valorar que Dios desea santificarnos y apartarnos para Él; c) Entender
que Cristo nos santifica en posición y en proceso; d) Honrar la santificación
que Cristo opera en nuestra vida, evitando el pecado y apartándonos de la
tentación.
Resumen: Hebreos
10 enseña acerca de la santidad que Jesucristo nos ha dado, cómo hemos sido
santificados mediante la ofrenda de Su cuerpo, haciéndonos perfectos para
siempre, por tanto hemos de valorar y honrar este maravilloso don dado por la
Gracia de Jesucristo.
E
|
l libro de Hebreos nos enseña que el HIJO de Dios es el AUTOR de nuestra
salvación, quien HOY quiere que entremos en Su REPOSO. Él es el Sumo SACERDOTE
que dio su vida por nosotros. Dios juró por Sus PROMESAS e instauró un nuevo
SACERDOCIO y un nuevo PACTO. Cristo nos da la REDENCIÓN y la SANTIFICACIÓN.
Santidad es una palabra muy mal entendida en nuestra cultura. Se asocia
santidad a pureza sexual, a celibato y a la veneración en altares religiosos.
Se considera santo o santa a personas que en forma muy excepcional han vivido
la fe, en forma casi heroica. Desde ese punto de vista son santos sólo algunos
cristianos que han destacado por sus obras de misericordia, por haber fundado
alguna orden religiosa, por tener experiencias sobrenaturales y hasta por haber
realizado supuestamente milagros después de muertos. Consideramos que esta es
una distorsión de lo que la Biblia llama santidad.
Según la revelación bíblica, la santidad es: a) Una cualidad fundamental
de Dios y Su Espíritu Santo; b) Una virtud indispensable de todo verdadero
creyente; y c) Un atributo de ciertos lugares, objetos, días, fechas, acciones,
etc. Se entiende santidad de dos formas: 1) Pureza moral y espiritual; y 2)
Separación para Dios o consagración al Señor, como lo expresa la Torá:
“1 Jehová habló a Moisés, diciendo: / 2 Conságrame todo primogénito.
Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como
de los animales, mío es.” (Éxodo
13:1,2)
Quienes conocen al Señor y le
entregan su vida a Él, son santificados, esto es “apartados” para Él. Por eso San
Pablo dice de los cristianos “llamados a ser santos”:
“a todos los que estáis en Roma, amados
de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre
y del Señor Jesucristo.” (Romanos
1:7)
Y sustituye la
palabra cristianos por “santos”, cuando habla de la acción del Espíritu Santo
en sus vidas:
“Mas
el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque
conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Romanos 8:27)
La santidad es una doble
condición del cristiano: 1) Apartados para el Reino de Dios, apartados del
mundo; los creyentes hemos sido santificados por Cristo, le pertenecemos a Él;
2) Proceso de purificación que vive el creyente por acción del Espíritu Santo,
la santificación permanente.
En el capítulo 10 de Hebreos el
Señor nos enseña tres principios sobre la “santificación”.
¿Qué principios nos enseña
Hebreos 10 sobre la “santificación”?
- Dios desea santificarnos.
“8
Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el
pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley),
/ 9 y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita
lo primero, para establecer esto último. / 10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del
cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.” (Hebreos 10:8-10)
El método que la Ley tenía para acercar
al hombre a Dios era el de los sacrificios, las ofrendas, los holocaustos y las
expiaciones por el pecado, sin embargo, a pesar de que Dios lo inspiró, llegó
un momento que se hartó de ellos:
“10
Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios,
pueblo de Gomorra. / 11 ¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de
vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de
animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos
cabríos. / 12 ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros
delante de mí para hollar mis atrios? / 13 No me traigáis más vana ofrenda; el
incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas,
no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. / 14 Vuestras
lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son
gravosas; cansado estoy de soportarlas. / 15 Cuando extendáis vuestras manos,
yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo
no oiré; llenas están de sangre vuestras manos. / 16 Lavaos y limpiaos; quitad
la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo;
/ 17 aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced
justicia al huérfano, amparad a la viuda.”
(Isaías 1:10-17)
“Porque
misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que
holocaustos.” (Oseas 6:6)
El Hijo vino para hacer la
voluntad del Padre, quitando la Ley Mosaica y poniendo la nueva ley, la del
amor, el perdón, la misericordia. Cuando Jesucristo ofrendó Su vida en la cruz
por los pecados de toda la Humanidad, limpió a todo pecador arrepentido, lavó
su conciencia, perdonó su alma, le dio una nueva oportunidad; es lo que se
llama “santificar” o hacer santo. Isaías expresa el deseo de Dios por
santificarnos así:
“18
Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como
la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí,
vendrán a ser como blanca lana. / 19 Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien
de la tierra; / 20 si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a
espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho.” (Isaías 1:18-20)
Santificar es
hacer santo, purificar, poner aparte para Dios, consagrarle personas, objetos,
días, etc. ritual, moral y espiritualmente. El Señor desea “santificarnos”,
cosa que no es para unos pocos privilegiados sino para todo cristiano. Él nos
purifica mediante la sangre de Cristo, Su Espíritu y Palabra; Él nos aparta
para Su servicio y nos consagra a Él.
- Cristo nos santifica.
“11 Y ciertamente todo sacerdote está día tras
día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca
pueden quitar los pecados; / 12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para
siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,
/ 13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por
estrado de sus pies; / 14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para
siempre a los santificados.” (Hebreos 10:11-14)
La
diferencia entre el ministerio de los sacerdotes del Tabernáculo y el
ministerio sacerdotal de Jesucristo, es que los primeros ofrecían muchas veces
sacrificios que no podían quitar los pecados, en cambio a Jesús le bastó
ofrecerse una sola vez por los pecadores y los santificó.
Los
seres humanos tenemos un problema espiritual y moral que cargamos desde el
momento en que nos declaramos en guerra contra Dios y decidimos hacer lo que
nosotros queremos y no lo que Dios quiere que hagamos. Este problema es el
“pecado”, es decir la rebelión contra Dios. El pecado es la raíz de todas
nuestras malas conductas, pensamientos y sentimientos. Por eso el Bautista
dijo: “Y
ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol
que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.” (San Mateo 3:10) El pecado produce frutos, también
llamados pecados: “19 Y manifiestas son las obras de la
carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, / 20 idolatría,
hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones,
herejías, / 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a
estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los
que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” (Gálatas 5:19-21)
Además del
problema del pecado, se suma la culpa por pecar. Es imposible que huyamos de la
culpa. Podemos negar el pecado, negar que haya bien y mal, cambiar el bien por
mal, en fin huir de la culpabilidad, pero ésta siempre volverá a nosotros y es
necesario que así sea, Dios lo sabe y por eso nos dio una conciencia, para que
nos gobernemos en lo moral. Aparte de no pecar, lo única forma de calmar
nuestra conciencia culpable es pidiendo perdón y siendo perdonados.
Jesucristo
apareció para que fuésemos perdonados por nuestros pecados. Cada vez que
pedimos perdón lo hacemos por pecados específicos que cometemos, nadie ora o
reza por el pecado en general, sino que está arrepentido de sus horribles
pecados y quiere el perdón Divino. Como somos de naturaleza pecadora, siempre
estaremos orando a Dios por Su perdón.
Es necesario que
distingamos entre los pecados y aquello que los origina. A eso que constituye
nuestra naturaleza caída, también la Biblia la llama “pecado” pero en singular.
Si somos descendencia de Adán, hemos heredado su naturaleza pecadora y por
tanto somos pecadores. Un hombre peca porque es pecador; nadie se hace pecador
en el camino de la vida sino que nace pecador, con su naturaleza original
rebelde. En otras palabras el pecado es la naturaleza del hombre y los pecados
son su conducta:
“Porque
así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la
obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.” (Romanos 5:19)
Si nuestros
pecados son lavados con la sangre de Cristo y Dios nos considera justos ahora,
es decir nos justifica; también necesitamos ser liberados del pecado, limpiados
de esa carnalidad, raíz de amargura y rebelión, necesitamos ser santificados.
Al momento de
creer en Jesús y convertirnos a Él, somos santificados en Cristo, en un sentido
de posición, separados para Dios, iniciándose un proceso de santificación por
medio de la acción del Espíritu Santo. Los cristianos somos exhortados a
santificarnos, separándonos moralmente del mundo y sus contaminaciones:
“14
No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene
la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? / 15
¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?” (2 Corintios 6:14,15)
“3
pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de
fornicación; / 4 que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en
santidad y honor; / 5 no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no
conocen a Dios; / 6 que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque
el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado. / 7
Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación.” (1
Tesalonicenses 4:3-7)
- Debemos honrar la santificación que Cristo nos ha dado.
“26
Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento
de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, / 27 sino una
horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los
adversarios. / 28 El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de
tres testigos muere irremisiblemente. / 29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que
merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del
pacto en la cual fue santificado, e
hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Hebreos 10:26-29)
Jesucristo se entregó al
sacrificio para perdonar nuestros pecados y hacernos nuevas criaturas
santificadas por Su sangre. Al bautizarnos damos muerte a nuestro viejo hombre
para dar vida al hombre nuevo en nosotros. Es algo que hacemos voluntariamente
y como una decisión personal. En la vida cristiana estamos expuestos
permanentemente a la tentación del mundo y la carne; está en nuestra voluntad
el acceder a pecar o negarnos a la tentación. El escritor argumenta en el Texto
que si Jesucristo se sacrificó una vez y para siempre por nosotros “ya no queda más sacrificio por los pecados”.
Lo escribe para que consideremos la nobleza y poder del sacrificio
expiatorio; no quiere decir que si pecamos siendo cristianos ya no tenemos
perdón de Dios, pues esto sería una contradicción con lo señalado por el
apóstol San Juan:
“6
Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no
practicamos la verdad; / 7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos
comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo
pecado. / 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos,
y la verdad no está en nosotros. / 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel
y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. / 10 Si
decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en
nosotros.” (1 Juan
1:6-10)
Andar en la luz es lo contrario de andar en
tinieblas. Andar en la luz es estar conscientes que somos pecadores, pero vivir
arrepentidos. Lo que Hebreos señala es para los que pecan “voluntariamente”, o
sea que deciden alejarse de Jesucristo y Sus preceptos para vivir una
existencia al placer de ellos. Haciendo una comparación entre la Ley de Moisés
y el Pacto de Gracia, si en la primera el desobediente moría irremisiblemente,
con mayor razón no vivirá eternamente con el Padre, quien desprecia la Gracia
de Jesucristo.
Recordemos que la carta a los Hebreos fue
escrita precisamente a los hebreos y no a los gentiles; fue dirigida a los que
andaban en la Ley y ahora estaban en Cristo. A estos cristianos provenientes
del judaísmo les recuerda que la Ley era sólo “la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas”;
que a Dios no le agradaron los sacrificios del Antiguo Pacto; que ahora “somos santificados
mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.” Él “con una sola ofrenda hizo perfectos para
siempre a los santificados.” Les
recomienda a los judíos convertidos: “Mantengamos
firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que
prometió. / Y considerémonos unos a
otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; / no dejando de congregarnos, como algunos
tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel
día se acerca.” Congregarse con los hermanos cristianos es fundamental para
los convertidos y ya no acudir al tabernáculo judío para hacer sacrificios.
Ellos han muerto a la Ley y ahora deben vivir para el Señor por medio de la
Gracia. Cuando Hebreos aquí habla de pecar voluntariamente no se refiere a
adulterar, robar, matar u otra acción contra la Ley, sino de no mantenerse
firmes, sin fluctuar en Cristo, no estimulándose al amor y a las buenas
obras; dejando de congregarse y exhortarse.
No hacer esto es el mayor pecado contra su fe incipiente. Si “después de haber recibido el conocimiento de la verdad”, deciden
volver a la Ley, a la vida antigua, la que por Dios ha sido considerada caduca,
“ya no queda más sacrificio por los
pecados, / sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha
de devorar a los adversarios.”
Por último recordemos que Dios “...nos escogió en él [Cristo] antes de la
fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:4)
Por tanto “15...como aquel que os
llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; /
16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.” (1 Pedro 1:15,16)
CONCLUSIÓN.
El capítulo 10 de Hebreos nos
recuerda una vez más que: 1) Dios desea santificarnos, es Su propósito
apartarnos para Él y purificarnos moral y espiritualmente; 2) Cristo nos
santifica en posición y en proceso, somos santos en Él y somos santificados en
Él; 3) Debemos honrar la santificación que Cristo nos ha dado, valorizarla y
respetarla como un gran tesoro y regalo de Cristo, por tanto defendernos del
pecado y la tentación cada día, apartados para Él.
PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)
¿Tiene identificado su principal pecado y cómo
está trabajando en superarlo?
2)
¿Por qué es importante no dejar de congregarse?
3)
¿En qué aspectos morales y espirituales necesita
purificarse la sociedad actual?
4)
¿Qué significa que Cristo nos santifica en
posición y en proceso?
5)
¿Cómo podemos defendernos del pecado y la
tentación cada día?
6)
¿Debemos orar por limpiarnos de pecados
específicos o del pecado en general?
7)
¿Qué método aplicaba la Ley para acercar al
hombre a Dios y cómo se observa eso hoy día?
8)
¿Qué relación hay entre pecado y culpa?
9)
¿Es la santidad un privilegio de algunos o está
al alcance de todos y cómo se adquiere?
10) ¿Cómo
se calma una conciencia culpable?
11) ¿Cree
usted que el hombre nace o se hace pecador?
12) ¿Debe
la Iglesia exhortar a los cristianos a santificarse?
13) Completar: Hebreos nos enseña que el HIJO de
Dios es el _____________ de nuestra salvación, quien HOY quiere que entremos en
Su _____________. Él es el Sumo SACERDOTE que dio su vida por nosotros. Dios
juró por Sus PROMESAS e instauró un nuevo SACERDOCIO y un nuevo _____________.
14) ¿Cómo
solucionamos los cristianos el problema de la culpa?
15) ¿Desde
el punto de vista teológico, cuál es la naturaleza del hombre y cuáles son sus
conductas?
16) ¿Cómo
podemos ayudar a nuestros hermanos en su proceso de santificación?
17) ¿Qué
preceptos morales nos separan hoy del mundo?
18) ¿Cómo
honramos la santificación que Cristo nos ha dado?
19) ¿Cuál
es la diferencia entre un pecador no creyente y un pecador cristiano?
20) ¿Qué
creencias y costumbres equivalen a la Ley en nuestros días?
21) ¿Qué
se debe hacer cuando las personas rechazan el mensaje del Evangelio?
TEXTOS DE HEBREOS EN QUE APARECE EL CONCEPTO SANTIDAD:
“Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual
no se avergüenza de llamarlos hermanos” (Hebreos 2:11)
“Porque si la sangre de
los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los
inmundos, santifican para la
purificación de la carne” (Hebreos
9:13)
“En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo
de Jesucristo hecha una vez para
siempre.” (Hebreos 10:10)
“porque con una sola
ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.” (Hebreos 10:14)
“¿Cuánto
mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere
por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Hebreos 10:29)
“Y
aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les
parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.” (Hebreos 12:10)
“Seguid la paz con todos,
y la santidad, sin la cual
nadie verá al Señor.” (Hebreos 12:14)
“Por lo cual también
Jesús, para santificar al
pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.” (Hebreos 13:12)
BIBLIOLINKOGRAFÍA.
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Pérez Millos, Samuel
“Comentario Exegético Al Texto Griego del Nuevo Testamento –
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Watchman
Nee, “El Evangelio de Dios”; Tomo II, Living Stream Ministry; Anaheim,
California, USA. 1997.
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