ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO
CAPÍTULO 22
(PRIMERA PARTE)
© Pastor Iván Tapia
“Tú, llena de alborotos, ciudad turbulenta, ciudad alegre; tus muertos no son muertos a espada, ni muertos en guerra.” (Isaías 22:2)
E |
n el capítulo 22 de Isaías se leen dos profecías, diferentes en su contenido y tiempo: La profecía que se ha nombrado como “Valle de la visión” y la de Sebna y Eliaquim. En esta primera parte nos ocuparemos de la del “valle” que es pronunciada contra Jerusalén. Las profecías de los capítulos anteriores son contra otras naciones, pero aquí es Judá quien tiene un comportamiento tan pagano como ellas, por tanto Dios les habla duramente acerca de lo porvenir. Veremos qué razones tuvo el Señor para anunciar un castigo para Jerusalén.
Es importante destacar que esta profecía no sólo es una predicción fatal para las gentes de aquella época, sino también para nosotros, en la actualidad, cuando sobreabunda el pecado y la desobediencia e indiferencia a Dios y Su Evangelio.
¿En qué pecaron
los habitantes de Jerusalén?
1. No renunciaron
al disfrute carnal.
“1 Profecía sobre el valle de la visión. ¿Qué tienes ahora, que con todos los tuyos has subido sobre los terrados? / 2 Tú, llena de alborotos, ciudad turbulenta, ciudad alegre; tus muertos no son muertos a espada, ni muertos en guerra. / 3 Todos tus príncipes juntos huyeron del arco, fueron atados; todos los que en ti se hallaron, fueron atados juntamente, aunque habían huido lejos. / 4 Por esto dije: Dejadme, lloraré amargamente; no os afanéis por consolarme de la destrucción de la hija de mi pueblo.” (Isaías 22:1-4)
Indudablemente que el llamado “valle de la visión” es Israel, ya que Dios se revelaba a Su pueblo allí, en Jerusalén, la Ciudad Santa, la “ciudad del gran Rey”. La antigua ciudad de Jerusalén estaba situada en una depresión geográfica entre el monte Moriah y la ciudad de David en el monte Sion. Quizás el profeta vivía en ese valle. El Señor destaca la palabra “visión” para conmover la ceguera espiritual de Sus hijos. Pero ellos prefieren subir a “los terrados” a celebrar, comer, beber, danzar y enamorar –no muy diferente a nuestros días- entonces Dios les pregunta “¿Qué tienes ahora…?” ¿Por qué viven en medio de tal despreocupación por las cosas espirituales? No precisa qué acontecimiento está celebrando el pueblo, pero el profeta condena la actitud de esta “ciudad turbulenta”, desenfrenada. En verdad están “muertos”, pero no de espada ni guerra, sino de llevar una vida vacía olvidados de Dios.
En el 586 a.C. Jerusalén caerá en manos de Babilonia y el profeta se los está advirtiendo anticipadamente, con tres siglos de anticipación. Dios es paciente, pero llega un momento en que Su tolerancia se colma y procede a castigar al pecador o a disciplinar al creyente. Quiere evitar el desastre conduciéndolos al arrepentimiento, más ellos quieren seguir en fiesta.
Los gobernantes huirán, perseguidos por el enemigo, no defenderán a su pueblo. No tienen un compromiso real con los suyos, son príncipes egoístas. Pero serán alcanzados por el enemigo, atados y muertos. Debieran haber defendido a los suyos, pero sólo se preocuparon de salvar sus vidas. Así sería la caída de Jerusalén: “4 Abierta ya una brecha en el muro de la ciudad, huyeron de noche todos los hombres de guerra por el camino de la puerta que estaba entre los dos muros, junto a los huertos del rey, estando los caldeos alrededor de la ciudad; y el rey se fue por el camino del Arabá. / 5 Y el ejército de los caldeos siguió al rey, y lo apresó en las llanuras de Jericó, habiendo sido dispersado todo su ejército. / 6 Preso, pues, el rey, le trajeron al rey de Babilonia en Ribla, y pronunciaron contra él sentencia. / 7 Degollaron a los hijos de Sedequías en presencia suya, y a Sedequías le sacaron los ojos, y atado con cadenas lo llevaron a Babilonia.” (2 Reyes 25:4-7)
Tras toda realidad histórica, sea un conflicto social, un gobierno, una catástrofe, etc. hay una razón espiritual. El profeta veía venir la mano dura del Señor sobre ese pueblo desobediente, carnal e indiferente a Jehová, y sentía un profundo dolor por ello.
Morirían muchos en el asedio babilónico huyendo, por hambre o enfermedad, por la indolencia de sus dirigentes: “Si salgo al campo, he aquí muertos a espada; y si entro en la ciudad, he aquí enfermos de hambre; porque tanto el profeta como el sacerdote anduvieron vagando en la tierra, y no entendieron.” (Jeremías 14:18); “Así ha dicho Jehová: El que se quedare en esta ciudad morirá a espada, o de hambre, o de pestilencia; mas el que se pasare a los caldeos vivirá, pues su vida le será por botín, y vivirá.” (Jeremías 38:2)
Usualmente se espera de Jeremías que lamente y llore amargamente, sin embargo aquí es Isaías quien lo hace: “Dejadme, lloraré amargamente; no os afanéis por consolarme de la destrucción de la hija de mi pueblo.” Isaías lloró en el valle de la visión, mientras la ciudad no le escuchaba y se divertía, llena de alborotos, turbulenta y con la falsa alegría de la carne. Ellos buscaban sólo pasarla bien, gozar la sensualidad y el placer del cuerpo y el alma.
Lección: “20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. / 21 ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. / 22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. / 23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:20-23)
2.
No buscaron el Reino de Dios.
“5 Porque día es de alboroto, de angustia y de confusión, de parte del Señor, Jehová de los ejércitos, en el valle de la visión, para derribar el muro, y clamar al monte. / 6 Y Elam tomó aljaba, con carros y con jinetes, y Kir sacó el escudo. / 7 Tus hermosos valles fueron llenos de carros, y los de a caballo acamparon a la puerta. / 8 Y desnudó la cubierta de Judá; y miraste en aquel día hacia la casa de armas del bosque. / 9 Visteis las brechas de la ciudad de David, que se multiplicaron; y recogisteis las aguas del estanque de abajo. / 10 Y contasteis las casas de Jerusalén, y derribasteis casas para fortificar el muro. / 11 Hicisteis foso entre los dos muros para las aguas del estanque viejo; y no tuvisteis respeto al que lo hizo, ni mirasteis de lejos al que lo labró.” (Isaías 22:5-11)
Anuncia que vendrá un día de terror en que derribarán el muro, como en aquella oportunidad en que estuvieron al borde de la destrucción. Las tierras de Elam y Kir tenían asirios destacados en sus tropas, listos para atacar Jerusalén, la ciudad de David. Elam apoyó a los babilonios cuando peleaban contra los asirios. Vendrá un ejército con carros, lanzas, flecheros y todo tipo de armas de guerra, contra la Ciudad Santa. La ciudad se llenará de soldados enemigos, diezmando a la población.
La casa del rey Salomón, que ahora era
casa de armas, será atacada: “1 Después
edificó Salomón su propia casa en trece años, y la terminó toda. /2 Asimismo
edificó la casa del bosque del Líbano, la cual tenía cien codos de longitud,
cincuenta codos de anchura y treinta codos de altura, sobre cuatro hileras de
columnas de cedro, con vigas de cedro sobre las columnas. / 3 Y estaba cubierta
de tablas de cedro arriba sobre las vigas, que se apoyaban en cuarenta y cinco
columnas; cada hilera tenía quince columnas. / 4 Y había tres hileras de
ventanas, una ventana contra la otra en tres hileras. / 5 Todas las puertas y
los postes eran cuadrados; y unas ventanas estaban frente a las otras en tres
hileras. / 6 También hizo un pórtico de columnas, que tenía cincuenta codos de
largo y treinta codos de ancho; y este pórtico estaba delante de las primeras,
con sus columnas y maderos correspondientes.” (1 Reyes 7:1-6); “Asimismo
hizo trescientos escudos de oro batido, en cada uno de los cuales gastó tres
libras de oro; y el rey los puso en la casa del bosque del Líbano.” (1 Reyes 10:17)
La profecía parece decir, en palabras nuestras: El Señor traerá confusión a la ciudad; derribarán el muro los enemigos y ustedes clamarán, más Dios ya no les escuchará, como ustedes no se ocuparon de Él cuando debían. Pueblos limítrofes serán nuestros enemigos pues se han aliado con el poderoso que nos invadirá. Los enemigos llegarán a las puertas de la ciudad y derribarán el muro con su poder. Aún la casa de las armas será desvalijada y ya no tendremos defensa. Se multiplicarán las entradas a la ciudad de David y ya no habrá salvación para nosotros. Aunque fortifiquemos el muro y hagamos obras para la defensa, si no fortalecemos las murallas de nuestra fe y no alimentamos el estanque de nuestras almas con Su Palabra, el enemigo nos derrotará porque no es un asunto externo sino del corazón que se ha alejado del Todopoderoso. El estanque de Siloé alimentado con los manantiales de Gihón, suministraba agua a toda la ciudad, la condujimos con sumo cuidado e ingenio pero no usamos la inteligencia para la vida del espíritu. Dios es quien edificó esta ciudad, la ciudad de David, resultado de la fe y el arrojo de valientes cuyo corazón estaba en Él, pero hemos perdido esos valores y la ciudad está debilitada, proclive a la invasión y destrucción de un enemigo poderoso que se esconde en las tinieblas. Los ejércitos enemigos rodearán Jerusalén y el Señor ahora no nos librará.
Las brechas en los muros se multiplicaron, creció el peligro para los jerosolimitanos, pero ellos no tuvieron respeto al que hizo posible ese progreso de la ciudad, es decir a Dios. Sólo se vieron a sí mismos, fueron egoístas, ególatras, egotistas y egocéntricos; nunca pensaron en ser teocéntricos, en quitar la vista de sí mismos y ponerla en Jehová. En términos del Evangelio, no buscaron primero el Reino.
Lección: “31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? / 32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. / 33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (San Mateo 6:33)
3.
No se sometieron al Señor.
“12 Por tanto, el Señor, Jehová de los ejércitos, llamó en este día a llanto y a endechas, a raparse el cabello y a vestir cilicio; / 13 y he aquí gozo y alegría, matando vacas y degollando ovejas, comiendo carne y bebiendo vino, diciendo: Comamos y bebamos, porque mañana moriremos. / 14 Esto fue revelado a mis oídos de parte de Jehová de los ejércitos: Que este pecado no os será perdonado hasta que muráis, dice el Señor, Jehová de los ejércitos.” (Isaías 22:12-14)
En razón de tal advertencia, el Señor,
por medio del profeta Isaías, llama a arrepentimiento. Éste es expresado en
cuatro formas:
a) Llanto. El llorar honesto, no simulado hipócritamente, es señal de dolor por haber ofendido al Padre.
b) Endechas. Es un canto triste y de lamento; no es la frecuente alegre alabanza a Dios, sino el dolor del alma ante el Señor, con música.
c) Raparse el cabello. Es el voto nazareo en que la persona se raspa o rapa el cabello y durante el tiempo que le crece hasta cortárselo y ofrecerlo en el templo, se dedica al Señor como lo ordena la Escritura: “1 Habló Jehová a Moisés, diciendo: 2 Habla a los hijos de Israel y diles: El hombre o la mujer que se apartare haciendo voto de nazareo, para dedicarse a Jehová, / 3 se abstendrá de vino y de sidra; no beberá vinagre de vino, ni vinagre de sidra, ni beberá ningún licor de uvas, ni tampoco comerá uvas frescas ni secas. / 4 Todo el tiempo de su nazareato, de todo lo que se hace de la vid, desde los granillos hasta el hollejo, no comerá. / 5 Todo el tiempo del voto de su nazareato no pasará navaja sobre su cabeza; hasta que sean cumplidos los días de su apartamiento a Jehová, será santo; dejará crecer su cabello. / 6 Todo el tiempo que se aparte para Jehová, no se acercará a persona muerta. / 7 Ni aun por su padre ni por su madre, ni por su hermano ni por su hermana, podrá contaminarse cuando mueran; porque la consagración de su Dios tiene sobre su cabeza. / 8 Todo el tiempo de su nazareato, será santo para Jehová.” (Números 6:1-8)
d) Vestir cilicio.
Ponerse una ropa similar al saco, un luto.
Estas cuatro formas de expresar el dolor de haber pecado son formas externas, pero que bien podían demostrar el sentir interior, que es el más importante. Hoy en día todo esto se resume en un arrepentimiento de corazón, lo que significa cambiar de actitud para con Dios.
Sin embargo los habitantes de Jerusalén, en vez de arrepentirse, se dedicaron a gozar la vida y a alegrarse, tratando de olvidar la negra profecía. Fueron indulgentes consigo mismos y no se pusieron a cuenta con el Señor que les advirtió. Mataron animales para asarlos y comer buenas carnes y bebieron en abundancia, diciendo: “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos”. Es lo mismo que en estos días algunos proclaman: “Disfrutemos mientras estemos con vida, que después de esta vida no hay otra”. En los días de San Pablo expresaron otro tanto, rechazando totalmente los valores que Dios nos enseña: “Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos.” (1 Corintios 15:32)
Entonces el Señor reveló a Isaías: “Este pecado no os será perdonado hasta que muráis, dice el Señor, Jehová de los ejércitos.” Se trata del pecado de la soberbia, el pecado de no escuchar a Su voz, al profeta enviado; el pecado de burlarse en su misma cara con palabras necias; el pecado de no arrepentirse ni someterse a la voluntad de Jehová. Sus corazones están endurecidos y se niegan a ver a Dios. La gente de Judá prefirió ignorar al Señor y Su advertencia, no se humillaron ni arrepintieron, no se sometieron al Señor. Dijeron “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos” y no se humillaron ante el Altísimo que les estaba advirtiendo el peligro.
Lección: “6 Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. / 7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. / 8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. / 9 Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. / 10 Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.” (Santiago 4:6-10)
CONCLUSIÓN
Como hoy, los habitantes de Jerusalén pecaron gravemente contra Dios y
les fue anunciado por el profeta Isaías un castigo severo, el que vendría a
manifestarse con la invasión babilónica tres siglos después de Isaías. Los
judíos pecaron en que: 1) No renunciaron al
disfrute carnal y rechazaron la advertencia profética; 2) No buscaron el Reino
de Dios sino que sus propios placeres y caminos; y 3) No se sometieron al
Señor, siendo rebeldes y orgullosos.
PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
(Escoja algunas de
estas preguntas para comentar en grupo)
1)
¿Se cumplió esta profecía de
Isaías?
2)
¿Qué semejanzas hay entre los habitantes de
Jerusalén en aquella época y la gente de estos tiempos?
3)
¿Cuál fue el pecado de los judíos en tiempos
de Isaías?
4)
¿Están las personas de este tiempo dispuestas a abandonar las
comodidades y disfrutes para dedicarse a acciones espirituales?
5)
¿Qué significa buscar el Reino de
Dios?
6)
¿Qué impide en el corazón de la
persona someterse al Señor?
7)
¿Qué diferencia hay entre esta
profecía del “valle de la visión” y las profecías de capítulos anteriores?
8)
¿Es peligroso para una comunidad
cuando aumenta el pecado e indiferencia a Dios?
9)
¿En qué pecaron los habitantes de
Jerusalén?
10) ¿Qué insinúa la frase “valle de la visión” en esta profecía, aparte de la posición geográfica
en que se encuentra Isaías y Jerusalén?
11) ¿Por qué tantas personas viven en despreocupación por las cosas
espirituales?
12) ¿Qué es para Dios estar “muerto”?
13) ¿Cómo se diferencian castigo de
disciplina?
14) ¿Qué significa que tras toda realidad histórica hay una razón espiritual?
15) ¿Por qué lloró
Isaías en el valle de la visión?
16) ¿Qué murallas debemos fortalecer en nuestras vidas?
17) ¿Cómo alimentaremos el estanque de nuestras almas?
18) ¿Puede la Iglesia adoptar un comportamiento pagano o mundano?
19) ¿Tiene
razones el Señor para castigar hoy día a nuestro país, continente o mundo?
20) ¿Hay desenfreno en las costumbres de la sociedad actual?
21) ¿De qué modos las personas
ignoran al Señor, tanto en la sociedad como en la Iglesia?
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