ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO
CAPÍTULO 22 (SEGUNDA PARTE)
EL NECIO, EL CLAVO Y LA CARGA
© Pastor Iván Tapia
“15 Jehová de los ejércitos dice así: Ve, entra a este tesorero, a Sebna el mayordomo, y dile: / 16 ¿Qué tienes tú aquí, o a quién tienes aquí, que labraste aquí sepulcro para ti, como el que en lugar alto labra su sepultura, o el que esculpe para sí morada en una peña? / 17 He aquí que Jehová te transportará en duro cautiverio, y de cierto te cubrirá el rostro. / 18 Te echará a rodar con ímpetu, como a bola por tierra extensa; allá morirás, y allá estarán los carros de tu gloria, oh vergüenza de la casa de tu señor. / 19 Y te arrojaré de tu lugar, y de tu puesto te empujaré.” (Isaías 22:15-19)
Sebna, probablemente de origen egipcio, era el mayordomo del buen rey Ezequías y encargado de la administración del tesoro real. Su nombre significa “juventud” y tal vez retrata una debilidad de quien aún no ha madurado: la vanidad. Se ufanaba de su cargo de tanto honor y se glorificaba a sí mismo. La Biblia se refiere a él como un escriba, es decir un hombre que tenía por oficio copiar escritos, pasarlos en limpio o escribir al dictado: “Entonces Eliaquim hijo de Hilcías, mayordomo, y Sebna escriba, y Joa hijo de Asaf, canciller, vinieron a Ezequías, rasgados sus vestidos, y le contaron las palabras del Rabsaces.” (Isaías 36:22); “Y envió a Eliaquim mayordomo, a Sebna escriba y a los ancianos de los sacerdotes, cubiertos de cilicio, al profeta Isaías hijo de Amoz.” (Isaías 37:2)
Su corazón estaba lleno de orgullo y buscaba obtener grandes ventajas de su posición. El Señor le pregunta “¿Qué tienes tú aquí, o a quién tienes aquí…?” como diciéndole “¿Quién crees que eres tú? Si en verdad, nada vales”. La vanidad le impulsó a construir su sepultura, finamente labrada, como si se tratara de un monarca; quería dejar una herencia y prolongarse en la memoria de todos, algo muy propio de los faraones egipcios. ¿Dónde obtuvo los recursos económicos y materiales para hacerla? No creía a las profecías del visionario, que vendría una invasión, y pensaba que moriría tranquilamente en Jerusalén. Debiendo haberse dedicado a atender a su pueblo, Judá, estuvo preocupado de su propia egolatría. Tal arrogancia fue condenada por Dios en la boca del profeta.
El “duro cautiverio” a que se refiere la profecía contra Sebna en este punto es un doble cautiverio, espiritual y material. Es cautivo de su vanidad y egolatría; se siente poderoso y no tiene temor de Jehová. Pero el Señor le hará cautivo del enemigo de Ezequías. Isaías, por orden de Jehová, confrontó al orgulloso escriba y le profetizó que jamás ocuparía esa lujosa tumba y ni sus posesiones le salvarían de los babilonios.
Isaías le anuncia que Dios lo bajará de su pedestal “como a bola por tierra”. Será enviado a otra tierra donde morirá, lejos de la sepultura que ha labrado para su gloria personal. Esa “tierra espaciosa” sería Asiria. Si soñaba con un funeral ostentoso con muchos carros rindiéndole honores, “allá estarán los carros de tu gloria, oh vergüenza de la casa de tu señor.” El Señor le trata muy mal, primero sacándolo de su cargo de tesorero real para degradarlo a escriba, “de tu puesto te empujaré”. Así se inició su descenso durante el reinado de Ezequías, antes de 701 a.C. Luego enviándolo lejos del país, donde sufriría una muerte vergonzosa.
En conclusión podemos decir que por su arrogancia, vanidad, soberbia y trato despreciativo al pueblo, Sebna fue degradado. Este hombre representa a la gente de Jerusalén de ese tiempo, no al rey Ezequías. Siempre buscó la gloria pero Dios no lo permitiría; él pensaba que nunca vendría la calamidad y que él estaba muy seguro; pero al final todos sus logros se estropearían. Fue lo que Jesús define en el Evangelio como un “hombre necio”:
“16 También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. / 17 Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? / 18 Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; / 19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. / 20 Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? / 21 Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.” (San Lucas 12:16-21)
La enseñanza para nosotros se puede resumir en estas palabras del Maestro:
“Y
les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no
consiste en la abundancia de los bienes que posee.” (San Lucas 12:16-21)
(Del libro "Isaías, el Profeta Mesiánico")
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