"Entrada de Jesús en Jerusalén", Claudio Coello (1642-1693)
© Pastor Iván Tapia
“8 Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. / 9 Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! ” (San Mateo 21:8,9)
Una gran cantidad de personas se agolpa en torno a Jesús entrando en la ciudad de Jerusalén montado en un pollino. Tienden sus mantos y ramas de los árboles en el suelo como lo hicieron en el pasado con Jehú, hijo de Josafat: “Dicho esto, todos se apresuraron a tender sus mantos sobre los escalones, a los pies de Jehú. Luego tocaron la trompeta y gritaron: ¡Viva el rey Jehú!” (2 Reyes 9:13 / NVI)
El manto es una prenda que llevaban todos para abrigarse, pero también
podía servirles por la noche como cobertor y enrollado como almohada. Cada
persona tenía un manto diferente que le distinguía de los demás, era una
especie de identificación. El manto era como se mostraba la persona. En este
caso el acto de poner sus mantos a los pies de este Rey era signo de
reconocimiento a Su autoridad espiritual y de la entrega y sometimiento que
ellos le harían. Sin embargo vemos que esta multitud que le adora cantando ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en
el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!, en unos días más clamará: “13… ¡Crucifícale! / 14 Pilato les decía:
¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aun más: ¡Crucifícale!” (San Marcos 15:13,14)
Los discípulos observan como su Maestro es aclamado por la gente. Ellos le han seguido durante tres años y han sido testigos de ese fervor de muchos frente a Sus actos, milagros, prodigios, palabras llenas de sabiduría y autoridad. Como todos, aún no alcanzan a comprender la misión de Jesús y también ven en Él ese libertador mesiánico que restaurará Israel y restablecerá Su trono en Jerusalén. Mas el fervor de la multitud y en cierto modo de ellos mismos, pronto se desvanecerá. ¡Cuánto anhelaban el cumplimiento de las profecías!
Ellos querían un rey que entrara triunfante en la Ciudad Santa y destruyera los poderes de este mundo, pero este Rey venía con un mensaje y una actitud humilde y de paz, pues era Príncipe de Paz. ¡Cuántas veces esperamos de nuestros líderes ciertas actitudes y decisiones, les alabamos y levantamos, pero luego descubrimos que ellos son muy diferentes a lo que pensábamos! No es que los líderes espirituales nos engañen, sino que nosotros los hemos visto de una manera equivocada. ¿Cómo actuaremos al ver que ese líder o ministro no hace ni dice lo que yo pienso? ¿Nos molestaremos con él y le quitaremos nuestro apoyo? ¿Lo enfrentaremos y desafiaremos? ¿Murmuraremos de él y les diremos a todos que es decepcionante? Los discípulos abandonarían en unos días más a Jesús, Pedro lo negaría. Sin embargo Juan le acompañaría bajo la cruz, junto a las mujeres, entre ellas la madre de Jesús.
Volviendo al momento que asistimos, los
discípulos son una vez más testigos de la autoridad espiritual de Su Maestro.
Por tanto están orgullosos de Él y de ser Sus apóstoles, están felices de ver y
escuchar tanta aclamación de alabanza y gozo por Jesús. Esta es una experiencia
que se puede vivir cuando acompañamos a nuestro pastor, tutor o algún ministro
del Señor que predica, evangeliza y difunde la Palabra de Dios a grupos de
personas. Pablo le escribía a su
discípulo Timoteo: “Lo que has oído de mí
ante muchos testigos…” (2 Timoteo
2:2) Pero el ministerio no tiene sólo momentos de gloria sino también de
pruebas y padecimientos: “10 Pero tú has
seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, /
11 persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en
Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el
Señor.” (2 Timoteo 3:10,11) El
discípulo que es fiel a su maestro está con él en la entrada triunfal y también
en el calvario.
(Del Mensajes de Semana Santa 2021, "Discípulos en domingo de Ramos")
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