CAPÍTULO 5
© Pastor Iván Tapia
Lectura bíblica: “11 Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de
explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. / 12 Porque debiendo ser ya maestros, después
de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los
primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que
tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. / 13 Y todo aquel que participa de la leche
es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; / 14 pero el alimento sólido es para los que
han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados
en el discernimiento del bien y del mal.”
(Hebreos 5:11-14)
“1 Por tanto, dejando ya los rudimentos de
la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el
fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, / 2 de la
doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los
muertos y del juicio eterno.” (Hebreos 6:1,2)
Idea
central: Los propósitos para el aprendiz.
Objetivos:
a) Conocer, comprender y experimentar los rudimentos de la fe; b)
Ayudar a la formación del discípulo aprendiz como un cristiano consecuente con
su fe; c) Comprender y aplicar la doctrina cristiana en la vida diaria; d)
Comprender y experimentar el arrepentimiento de obras muertas; e) Desarrollar
la fe en Dios; f) Transmitir al aprendiz la doctrina de bautismos; g) Comprender
y valorar la imposición de manos y el bautismo del Espíritu Santo; h) Conocer y
valorar la doctrina de la resurrección de los muertos como un rudimento que
proyecta hacia la eternidad; e i) Conocer las bases del juicio eterno y su
importancia en la vida cristiana.
Resumen: La Biblia nomina “rudimentos de
la fe” a un grupo de enseñanzas que conforman la doctrina básica que debe
recibir el aprendiz de cristiano. El tutor debe transmitir estos rudimentos al
discípulo, procurando que sea algo más que un conocimiento teórico y se
constituya en las bases de un estilo de vida.
Q
|
uien escribe
el libro de Hebreos considera en esta parte del texto, que el asunto que trata
–el Sacerdocio de Cristo –es un tema que requiere entendimiento espiritual, el
que no tienen aún estos hermanos judíos, los que se han hecho “tardos para
oír”.
El
escritor espera que sean ya maestros, sin embargo no han madurado en su camino
cristiano y todavía requieren de enseñanzas básicas. Necesitan escuchar de
nuevo los rudimentos de la Palabra de Dios. No son capaces de digerir alimento
sólido, sino leche espiritual.
La
leche espiritual es para los que son niños. La lactancia espiritual es un
período importante; no ha de despreciarse esta etapa ni descuidarse a los que
la requieren. El discípulo nuevo o aprendiz tiene que beber de ese alimento que
formará sus conceptos y actitudes, producirá sus comportamientos, educará sus
sentimientos y valores. No hablamos de antiguos cristianos, ya formados en un
sistema y que sean reeducados en el Discipulado, sino de nuevos cristianos,
bebés en Cristo, recién bautizados que se incorporan al proceso de discipulado
como aprendices. Éstos traen sólo sus conductas propias de inconversos y la
religiosidad pagana, si la hay; pero carecen de conceptos cristianos
tradicionales.
Hay
grandes diferencias entre un “niño espiritual” y un “adulto espiritual”. El Espíritu
Santo desea llevarnos desde una infancia espiritual hacia la madurez. Esto
implica procesos y enseñanzas adecuadas de parte de la Iglesia y de una
disposición, interés e inteligencia espiritual de lado del discípulo aprendiz.
Dice
el libro de Hebreos respecto a este punto que hay ciertas enseñanzas básicas
para formar al discípulo de Jesucristo:
“1 Por tanto, dejando ya los rudimentos de
la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el
fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, / 2 de la
doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los
muertos y del juicio eterno.” (Hebreos 6:1,2)
El
texto deja ver cuáles son los rudimentos o enseñanzas básicas del discípulo
cristiano, las que están dirigidas a un aprendiz:
a)
arrepentimiento de obras
muertas
b)
fe en Dios
c)
doctrina de bautismos
d)
imposición de manos
e)
resurrección de los muertos
f)
juicio eterno
Aquí
nos interesa no sólo el conocimiento teórico o bíblico de estos contenidos,
sino el valor o principio que ellos encierran y las actitudes que deben
producir. Discipulado es algo más que memorizar un texto, aprender y recitar
una doctrina, es internalizar un principio Divino y experimentarlo en carne propia,
es cambiar de actitud y vivir el Evangelio. Muchas veces se ha fallado en esto
y se ha “enseñado” un concepto sin practicarlo. A continuación analizaremos
cada una de estas enseñanzas desde la perspectiva de lo que se debe lograr en
el discípulo aprendiz.
¿Cuáles son los rudimentos de la fe cristiana?
1.
Arrepentimiento
de obras muertas.
Se refiere
al arrepentimiento como ese proceso de mirar hacia el pasado en tinieblas y
darse cuenta de todas aquellas acciones que no contribuían al respeto a Dios,
al prójimo y a sí mismo. Son los pecados, los errores, las inconsistencias, las
falsedades. Este “arrepentimiento” es una especie de escáner, radiografía o
mirarse al espejo con toda sinceridad; algo más que lamentar, llorar y confesar
a Dios mi pecado, acción que es aceptable en una primera entrevista con Dios,
el día de la conversión, pero que requiere de una profundización, autoanálisis,
autoobservación, reflexión…En este proceso, el tutor juega un rol
importantísimo de conductor y acompañante.
El
aprendiz debe mirarse a sí mismo, pero también mirar al Señor. Lo hace
contemplándolo en oración y también leyendo Su Palabra. Al contemplar a Cristo
en el Evangelio, inevitablemente hace una comparación entre él y Cristo. La
Palabra ilumina y también limpia como el agua la mente y vida del discípulo:
“17 Porque el
Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. /
18 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la
gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen,
como por el Espíritu del Señor.” (2 Corintios 3:17,18)
Es
necesario que el aprendiz observe su propia conducta, sentimientos, actitudes y
motivaciones en distintos aspectos de su vida. A esto lo llamo “arrepentimiento
práctico”; cómo son mis conversaciones, las relaciones interpersonales, la vida
laboral, económica, sexual, la alimentación, las entretenciones, las relaciones
familiares, en fin cada aspecto de la vida personal, no para que el tutor o la
Iglesia la controlen, sino para que el propio aprendiz la confronte con
Jesucristo.
De
aquellas reflexiones surgirá la intención de someterse a Jesucristo y Su
Evangelio y de sujetarse en obediencia a la comunidad cristiana, la Iglesia.
2.
Fe en Dios.
La fe
es una vivencia que se inicia con la
conversión. Puede ser que la persona tuviera desde antes de este evento, una
creencia en Dios o cierta pertenencia a la fe cristiana, pero sin mayor
convicción ni formación bíblica. En el proceso de discipulado, el aprendiz
comienza a comprender qué es la fe y a desarrollarla. La Biblia nos entrega una
definición de ésta:
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la
convicción de lo que no se ve.” (Hebreos 11:1)
Una
cosa es saber la definición bíblica de fe y otra ejercitar la fe, vivirla
diariamente. Quien tiene fe sabe que Dios está en todo momento en su vida;
quien tiene fe no sólo cree en Dios, que existe, sino que también le cree a
Dios tanto Sus promesas como Sus mandamientos y advertencias severas; quien
tiene fe camina con Dios en todos los asuntos de su vida y no sólo en aquellos
que considera “espirituales”; quien tiene fe obedece a Dios y a Sus ministros,
cree y actúa de acuerdo a esa creencia; quien tiene fe no necesita milagros,
razones ni demostraciones para confiar en Dios; quien tiene fe sabe que tiene
el perdón de sus pecados, la salvación eterna y que para siempre Jesús será su
Señor.
La fe
se instala en el corazón del aprendiz y produce en él una actitud de sumisión
al Señor y sujeción a Su Cuerpo. Su conducta con el prójimo y con Dios es la de
una persona humilde y no orgullosa. Esta fe se traduce en obediencia y con el
tiempo en fidelidad a Cristo y Su Iglesia. Esto suena sencillo pero no lo es ya
que la persona viene del mundo a veces con actitudes de amor propio y orgullo,
sentimientos de independencia y muy pocos deseos de sujetarse a otras personas
que pueden pensar distinto. Hay entonces un trabajo del Espíritu Santo que
consiste en romper ese orgullo, esa cáscara de humana soberbia que no permite
el crecimiento cristiano y la liberación del Espíritu. Tal cosa puede
significar mucho tiempo, pueden pasar años de tratamiento para que actitudes
correctas se desarrollen en el discípulo. Jesús lo plantea de este modo:
“…Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” (San Marcos 8:34)
3.
Doctrina de
bautismos.
El
bautismo de Juan el Bautista era un llamado al arrepentimiento, una forma
externa de reconocer que se estaba en pecado y deseaba ser limpiado por Dios;
un modo de prepararse para recibir el mensaje de Jesucristo. Ese bautismo era
de disposición al Señor. En cambio el bautismo que predicó Jesucristo, que Él
ordenó como sacramento y que dejó a la Iglesia por medio de los Doce, es la
señal del nuevo nacimiento. El bautismo que predicó Jesucristo es la muerte a
la antigua vida en la carne para nacer a una nueva vida en el espíritu. Así le
enseñó al maestro Nicodemo:
“1 Había un
hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
/ 2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios
como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está
Dios con él. / 3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que
el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. / 4 Nicodemo le
dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda
vez en el vientre de su madre, y nacer? / 5 Respondió Jesús: De cierto, de
cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar
en el reino de Dios. / 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es
nacido del Espíritu, espíritu es. / 7 No te maravilles de que te dije: Os es
necesario nacer de nuevo.” (San Juan 4:1-7)
El
cristiano puede bautizarse como cumplimiento de un mandato de Jesús, pero
seguir “vivo” en él ese viejo hombre o vieja mujer. Es necesario que el
bautismo se haga carne en nosotros. Una cosa son los conceptos cristianos y
otra la experimentación y praxis de ellos. ¿Cuántos cristianos viven realmente
su bautismo, esa nueva naturaleza que se supone adquirimos al convertirnos y
entrar en el reino de Dios? La no vivencia de nuestra fe es el mayor
desprestigio y ofensa que podemos hacer a Dios. La gente de nuestro tiempo ha
dejado de creer en Dios porque no ve Su manifestación en los que dicen creer en
Él; ha dejado de creer en Jesucristo porque lo mostramos como un personaje de
la Historia pero aparte de nosotros, sin ninguna relación con la vida diaria de
los que nos decimos “cristianos”; ha dejado de creer en la Iglesia de los
cristianos, en todas sus vertientes, porque ve en ella o ellas sólo un montón
de ritos, demandas, prejuicios, leyes y lo peor, la inconsecuencia de sus
miembros. Entonces prefieren las religiones orientales, más “espirituales”, el
panteísmo new age, u optan por la libertad del ateísmo o el agnosticismo. Urge
que cada enseñanza del Evangelio de Jesucristo sea vivida por Sus seguidores.
4.
Imposición de
manos.
Al
salir de las aguas del bautismo los catecúmenos o nuevos creyentes recibían la
unción del Espíritu Santo, lo que suele llamarse “bautismo del Espíritu”. Los apóstoles
les imponían las manos para que recibieran el Espíritu Santo:
“14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén
oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a
Juan; / 15 los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el
Espíritu Santo; / 16 porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos,
sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. / 17 Entonces
les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.” (Hechos 8:14-17)
La presencia del Espíritu en el interior
del discípulo es una realidad que fue anunciada y prometida por Jesús; no
debemos dudar de ello. Sin ese Espíritu no podríamos vencer al diablo, a la
propia carne, ni las tentaciones del mundo. La obra del Espíritu Santo que nos
habita es enorme; Él nos regenera, convence, guía, enseña, da poder y santifica.
·
En cuanto al “habitar” del Espíritu de Dios como un Huésped magnífico en
nosotros, es necesario que tengamos una relación con Él y un reconocimiento de
Su santidad y autoridad;
·
en cuanto a la “regeneración” o nuevo nacimiento, en vano recitaríamos
los textos que hablan sobre ella si no la demostramos en el diario vivir;
·
en cuanto al “convencimiento” de pecado que hace el Espíritu, no podemos
dejar de reconocer que somos pecadores y que son muchas nuestras faltas, las
que exigen un arrepentimiento práctico que implica dolor, cambio de actitud y
acción reparadora;
·
en cuanto a la “guía” del Espíritu el discípulo debe aprender a escuchar
Su voz y reaccionar con obediencia, no confundirlo con su propia voz interior y
vivir bajo Su orientación;
·
en cuanto a la “enseñanza” que el Espíritu otorga, el aprendiz deberá
aprender a discernir lo que es de Dios y está en consonancia con la Escritura y
lo que es sólo mental, en una estrecha relación con el tutor y su pastor;
·
en cuanto al “poder”, ya hemos dicho que el Espíritu es dado para poder
alcanzar victoria, más que esos dones carismáticos que tanto entusiasman a
algunos cristianos; y por último,
·
en cuanto a la “santificación”, quizás el principal propósito del
Espíritu en nosotros, es el trabajo permanente del cristiano sobre sí mismo.
La imposición de las manos para la recepción del Espíritu Santo es una
doctrina muy importante que debe demostrarse en una vida guiada por el
Espíritu.
5.
Resurrección de
los muertos.
La
resurrección se inicia con la resurrección del Señor. Como Él resucitó,
nosotros también resucitaremos. La resurrección es una doctrina imprescindible
de nuestra fe. Así lo dice San Pablo:
“Y si Cristo no
resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.” (1 Corintios 15:14)
Biblia
habla de dos resurrecciones de muertos, después de Jesucristo. La primera
resurrección será sólo para los creyentes en Cristo:
“Porque el Señor
mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá
del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.” (1 Tesalonicenses 4:16)
Mil años
después de esta primera resurrección, se dará la segunda resurrección para
todos los seres humanos que no resucitaron en la primera:
“28 No os
maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los
sepulcros oirán su voz; / 29 y los que
hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo
malo, a resurrección de condenación.” (San Juan 5:28,29)
“4 Y vi tronos, y
se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas
de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios,
los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la
marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil
años. / 5 Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron
mil años. Esta es la primera resurrección. / 6 Bienaventurado y santo el que
tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad
sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él
mil años.” (Apocalipsis
20:4-6)
La
resurrección de los muertos en Cristo nos da claridad sobre el futuro de los
cristianos y esperanza de una vida eterna con Cristo. Esta enseñanza se vincula
con el sexto rudimento de la fe, el juicio de Dios.
6.
Juicio eterno.
Dios
estableció que los seres humanos muriesen una vez y después fueran juzgados por
sus comportamientos:
“27 Y de la
manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después
de esto el juicio, / 28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para
llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el
pecado, para salvar a los que le esperan.” (Hebreos 9:27,28)
La
muerte de Jesucristo en la cruz fue el precio pagado por nuestro pecado. En la
cruz fue juzgado el viejo hombre:
“Al que no
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en él.” (2 Corintios 5:21)
Los cristianos
no seremos llevados a juicio:
“De cierto, de
cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida
eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” (San Juan 5:24)
La
palabra griega que se ha traducido como “condenación” es krisis, que significa
“juicio”. Es obvio que un reo es condenado luego de hecho el juicio. Por lo
tanto quien ha creído en Jesucristo ya tiene la vida eterna y no será sometido
al juicio eterno.
Quienes
no resucitaron al regreso de Jesús, resucitarán al final de los tiempos y se
presentarán ante un gran trono blanco para ser juzgados:
“11 Y vi un gran
trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la
tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. / 12 Y vi a los
muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y
otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los
muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. / 13
Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron
los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. /
14 Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte
segunda. / 15 Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado
al lago de fuego.” (Apocalipsis
20:11-15)
Para
evitar el juicio eterno es imprescindible estar inscrito en el libro de la
vida. Esta última enseñanza debe dar seguridad de su salvación al discípulo,
pero también instarle a permanecer en la fe, lleno de gratitud hacia el
Salvador. No se trata de servir a Dios por miedo sino de querer disfrutar de la
amistad, presencia y santidad de Jesús ya en esta vida. Sentirse motivado a ser
un discípulo de excelencia debiera ser la principal meta del discípulo.
Inculcar este propósito en el aprendiz permitirá que se desarrolle un cristiano
en permanente crecimiento. El propósito que debemos proponernos con el aprendiz
es hacer de él un discípulo fiel a Cristo y a su Iglesia.
CONCLUSIÓN.
En la
formación del discípulo aprendiz es muy importante tener en cuenta lo que
Hebreos llama “los rudimentos de la fe”, yendo más allá de los conocimientos
teóricos para hacer del discípulo un cristiano consecuente con su fe, que no
sólo comprende la doctrina cristiana, sino que por sobre todo la experimenta
en su vida diaria. Estos rudimentos o doctrinas básicas son: 1) Arrepentimiento
de obras muertas; 2) Fe en Dios; 3) Doctrina de bautismos; 4) Imposición de
manos; 5) Resurrección de los muertos; y 6) Juicio eterno.
PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué enseñanza recibida después de su conversión
le ha impresionado más en su vida cristiana?
2) ¿Qué
falta actualmente, a su juicio, en
la formación del discípulo aprendiz?
3) ¿Cómo se puede formar un
cristiano consecuente con su fe?
4) ¿Cómo entiende el
arrepentimiento?
5) ¿Qué son las “obras
muertas”?
6) ¿Cómo advierte que su fe
en Dios ha crecido?
7) ¿Qué ha significado para
usted su bautismo?
8) ¿En qué circunstancias
usted ha impuesto las manos?
9) ¿Cómo entiende la mayoría
de las personas la resurrección de los muertos?
10) ¿Es el mensaje del juicio
eterno para todos?
11) ¿Cómo es un niño
espiritual?
12) ¿Cómo es un adulto
espiritual?
13) ¿Qué importancia tiene en la
formación del discípulo la enseñanza que dice que el Espíritu de Dios es un
Huésped que viene a “habitar” en el cristiano convertido?
14) ¿Cómo se reconoce a un
cristiano “regenerado”?
15) ¿Cómo podemos discernir entre
la Voz del Espíritu y la de nuestra propia mente?
16) ¿Cómo se pueden equilibrar las
acciones de orientación personal, sanidad interior, enseñanza y vida
devocional, que implica el Discipulado?
17) ¿Cuál es la acción práctica del
poder del Espíritu Santo en el cristiano?
18) ¿Nos hemos hecho
los cristianos “tardos para oír”?
19) ¿En qué etapa
del desarrollo del discípulo es necesaria la “leche espiritual”?
20) ¿Cómo podríamos
reeducar en el Discipulado a antiguos cristianos?
21) ¿Cuál es la definición de fe
que entrega la
Biblia?
22) ¿Viven todos los
cristianos su bautismo, esa nueva naturaleza que se supone adquirimos al
convertirnos y entrar en el reino de Dios?
BIBLIOLINKOGRAFÍA.
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