EPÍSTOLAS DE SAN JUAN
LECCIÓN 22
© Pastor Iván Tapia
Lectura
bíblica:
“13 Estas cosas os he escrito a vosotros
que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida
eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios. / 14 Y esta es la confianza que tenemos en
él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. / 15 Y si
sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las
peticiones que le hayamos hecho. / 16 Si
alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios
le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay
pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. / 17 Toda injusticia es
pecado; pero hay pecado no de muerte.” (1 Juan 5:13-17)
Idea central: Cómo vivir la vida eterna.
Objetivos:
a) Comprender que Jesucristo nos
ha hecho accesible la eternidad de Dios; b) Asimilar que tenemos y vivimos ya
la vida eterna con Dios; c) Cree en el Nombre de Jesucristo y todo Su legado
para con Sus discípulos; d) Conocer la voluntad de Dios utilizando los medios
espirituales a nuestro alcance; y e) Arrepentirnos diariamente de nuestros
pecados, confiando en la misericordia del Señor.
Resumen: la eternidad y la vida eterna
se han hecho accesibles a todo creyente por medio de la Persona de Jesucristo.
La eternidad es ahora y la vivimos creyendo firmemente en Jesucristo,
procurando conocer Su voluntad y viviendo en arrepentimiento.
J
|
esucristo ha venido a esta tierra desde la eternidad. Él es parte de Dios y es
Dios, la Segunda Persona de la Trinidad. Dios es eterno y habita en la
eternidad. La eternidad no tiene pasado ni futuro, es un eterno presente. Al
llegar a esta tierra y tomar forma de hombre nos ha traído palabras de
eternidad, un mensaje que no es de esta dimensión sino del Cielo. Por tanto
quienes creemos en este Jesús y el mensaje que Él nos trae, el Evangelio,
tomamos contacto con un Ser venido de la eternidad y con un conocimiento que es
eterno. Desde el primer libro de la Biblia se conoce a Dios como un Ser eterno;
la primera vez que se lo nombra así es en la oración que hizo el patriarca
Abraham al plantar un árbol: “Y plantó Abraham
un árbol tamarisco en Beerseba, e invocó allí el nombre de Jehová Dios eterno.” (Génesis 21:33)
El mensaje
del Evangelio eterno predicado por Jesús establece una diferencia entre quienes
lo rechazan y quienes lo aceptan: “E
irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.” (San Mateo 25:46) La vida eterna es lo contrario al castigo eterno;
la vida eterna es el Cielo y el castigo eterno, el Infierno; tal vida es dada a
quienes creen en el Enviado de la eternidad, Jesucristo: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra,
y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha
pasado de muerte a vida.” (San
Juan 5:24)
La vida
eterna comienza ahora. Los cristianos hemos sido llamados a caminar en la vida
eterna hacia la eternidad.
¿Cómo vive quien
tiene vida eterna?
1. Cree en el
Nombre de Jesús.
“13
Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios,
para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo
de Dios.” (1 Juan 5:13)
Una vez más el apóstol Juan revela el
propósito que ha tenido para escribir esta carta y en esta oportunidad dice que
son dos los motivos:
a)
“para que sepáis
que tenéis vida eterna”. Es fundamental que el creyente tenga la convicción
de una vida eterna con Dios. Esta vida no empieza recién a partir de la muerte
física sino que desde el mismo momento de la conversión. La vida eterna es más
que vivir para siempre ¿acaso los malos no van a vivir eternamente condenados
en el Infierno? La vida eterna es la vida salvada y guiada por el Espíritu
Santo.
b)
“para que creáis
en el nombre del Hijo de Dios”. Si no creemos en el Hijo de Dios, en
Jesucristo, somos nada, no tenemos fe, estamos perdidos para eternidad, aunque
llevemos una vida moral y seamos personas correctas. Dios quiere que creamos en
Su hijo y le sigamos como discípulos Suyos. El “nombre” en la cultura hebrea
antigua implicaba la totalidad de la persona; creer en el nombre de Jesucristo
es creer en Su Persona. Y recordemos que creer es más que conocer o saber,
creer es confiar plenamente.
2. Conoce Su
voluntad.
“14
Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a
su voluntad, él nos oye. / 15 Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa
que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5:14,15)
Nuestra
confianza como cristianos al presentar peticiones al Señor es que podemos pedir
lo que queramos y seremos oídos, pero siempre ha de ser algo que esté dentro de
Su voluntad. No podemos pedir la muerte del enemigo, la mujer del prójimo, que le
ocurra una desgracia a otra persona, nada que sea maldición o que contradiga la
ley del Amor. Toda petición ha de ser en un espíritu bondadoso, no egoísta, y
siempre considerando que es Dios quien tiene la última palabra. No podemos
manipular, exigir ni obligar al Señor a que haga nuestra voluntad.
Que no resulten
nuestras peticiones, como la muerte de un ser querido a pesar de haber rogado
por su vida; el fracaso de un proyecto personal o familiar, después de haber
orado mucho; problemas económicos o laborales, etc. no significa que Dios no
escuchara o que sea insensible a nuestros dolores y necesidades. Él tiene otra
mirada, muy diferente a la humana, además su perspectiva es a mediano y largo
plazo, en tanto nosotros queremos soluciones prontas:
“8 Porque mis
pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos,
dijo Jehová. / 9 Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis
caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos.” (Isaías 55:8,9)
Dios siempre escucha y siempre responde,
sólo que a veces dice “si”, otras “no” y otras “espera”. La clave según el
texto de Juan, es pedir conforme a su
voluntad. Aquí surge la pregunta ¿y cómo puedo saber Su voluntad? Tal cosa
requiere:
a) Mucha oración,
tener una permanente relación con el Señor para que Él nos hable y comunique
Sus deseos.
b) Lectura
reflexiva de la Palabra de Dios, en oración, buscando encontrarnos con Su
mente, Sus pensamientos, para conocer Sus designios. De los ejemplos de vidas
que aparecen en la Biblia podemos aprender mucho.
c) Dejarse
pastorear y tutorear por hermanos mayores en el camino de Cristo para recibir
consejo y orientación.
d) Adiestrar el
discernimiento que el Espíritu Santo otorga a cada creyente. Discernir es
“distinguir una cosa de otra”, es el discernimiento humano que nos permite
mentalmente conocer la diferencia entre dos o más cosas, por ejemplo distinguir
entre un líquido y un sólido, entre luz y oscuridad, un color y otro, una
verdad y una mentira, etc. Los cristianos tenemos además el discernimiento del
espíritu, un conocimiento íntimo que nos permite distinguir y diferenciar lo que
viene del Espíritu de Dios, lo que viene del espíritu de las tinieblas y lo que
proviene del espíritu humano. Otra cosa es el carisma o don de discernimiento
dado a algunos cristianos para edificación del Cuerpo de Cristo. El
discernimiento que necesitamos para conocer la voluntad de Dios nos la da el
Espíritu Santo.
3. Se arrepiente de
sus pecados.
“16
Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y
Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay
pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. / 17 Toda injusticia es
pecado; pero hay pecado no de muerte.” (1 Juan 5:16,17)
Este texto es
complejo en cuanto a su interpretación pues establece una clasificación de los
pecados en pecados de muerte y pecados que no son de muerte. Es lo que la
teología católica llama “pecados mortales” y “pecados veniales”, asunto que no
acepta la teología protestante. Antes de abordar el tema teológico, veamos dos
ejemplos prácticos:
Primer
ejemplo: Usted dice una mentira porque en determinado momento no le es
conveniente para su imagen pública decir la verdad; las personas le creen pero
usted sabe que eso es pecado y su conciencia, guiada por el Espíritu Santo, le
acusa durante todo el día; entonces llegada la noche, no soporta más la culpa,
se arrodilla y pide perdón a Dios. ¿Le perdona el Señor? ¡Por supuesto! Él
conoce su debilidad, su vanidad y orgullo, como también su fe y amor a Él. Pero
sobre todo sabe que usted es un hijo Suyo que ha entregado su vida a Jesucristo
y ha sido limpiado con Su sangre. Dios le perdona no porque su pecado sea
venial, tal vez menor a los ojos de los hombres pero una vergüenza a los ojos
de Dios, toda vez que está faltando al noveno mandamiento de ser veraz. Dios le
perdona porque usted ha sido lavado con la sangre de Jesús. Si usted no fuera
cristiano diría que esa fue una “mentira piadosa” o “mentira blanca”, que no
podía decir la verdad pues de lo contrario ya no confiarían las personas en
usted y no se le pasaría por la mente pedir perdón a Dios. Y si tuviese un
amigo cristiano y supiera de su pecado, éste oraría al Señor para que usted
pidiera perdón, se arrepintiera y entregara su vida a Dios. No oraría su amigo
para que Dios le perdone su pecado y usted siga igual, por muy “venial” que
considere esa falta.
Segundo
ejemplo: Para no ofenderle no lo pondré a usted como protagonista y tomaré yo
el papel. Yo tengo un amigo con una esposa muy bella y simpática que, cuando
les visito me atiende muy bien. Con el tiempo ella llega a gustarme y desearla
como mujer, aunque soy casado. Como tengo algunas dificultades en mi
matrimonio, opto por seducirla y llego a tener una relación amorosa y sexual
con ella, la esposa de mi amigo. Al principio todo es placentero y tanto mi
esposa como su esposo no se enteran, ya que todos somos amigos y nos tratamos
con confianza. Sin embargo, como soy cristiano y además pastor, el Espíritu
Santo me acusa fuertemente a mi conciencia y no me deja vivir en paz. Estoy
ofendiendo a Dios, mintiendo y engañando a mi esposa, además de ser un
hipócrita ante la Iglesia. Si un hermano en la fe sabe de esta relación ¿Cómo
orará? ¿Pedirá a Dios que se enteren los esposos engañados y toda la comunidad
cristiana? ¿Pedirá que yo y la adúltera seamos castigados por Dios y la
sociedad? ¿Pedirá a Dios que me perdone por mi pecado y el pecado de la otra
mujer? Indudablemente la oración de este hermano será para mi arrepentimiento,
que yo reconozca mi pecado ante el Señor, mi esposa y la iglesia y me atenga a
las consecuencias que esa confesión tendrá. No considerará ese hermano que ora
por mí, que yo haya cometido un pecado “mortal” que no tiene perdón de Dios
sino que Dios es misericordioso, comprensivo y justo, siempre dispuesto a
perdonar al pecador. Si yo no fuese cristiano ni pastor trataría de que nada se
supiese de mi relación extramarital y si en algún momento, por lealtad a mi
amigo, dejara de seducir a su mujer, no pensaría en pedir perdón a nadie sino
sólo en defender mi imagen.
En el primer y
segundo caso se dan las dos posibilidades: Que Dios perdone y que Dios no
perdone. Dios perdona si hay arrepentimiento genuino, pero Dios no perdona sin
arrepentimiento, sin reconocimiento del pecado. Podemos llamar a los pecados
“veniales” o “mortales” y ambos ser tan pecaminosos e imperdonables sin
arrepentimiento, o ser perdonables cuando de corazón el hombre o la mujer piden
sincero perdón a Dios.
Desde el punto
de vista de la teología protestante, cuando San Juan establece una diferencia
entre pecados de muerte y otros que no lo son, considerando que el dogma
protestante fundamental es la salvación por fe en Jesucristo, el apóstol se
está refiriendo a los pecados que cometen los inconversos como acciones que
llevan a la muerte eterna; en cambio los pecados que cometen los convertidos
son lavados por la sangre de Jesús. Ambos, tanto inconversos como convertidos,
tienen oportunidad de perdón, siempre que se arrepientan, pidan misericordia de
Dios y acepten el sacrificio de Jesucristo.
Por último
consideremos: ¿Serán la mentira, la falsedad, la vanidad, el orgullo, menos
pesados ante Dios que el adulterio, el engaño, la deslealtad, la impureza
sexual? Tal vez todos son sencillamente pecados, faltas a la Ley de Dios,
faltas al Amor, ofensas al Creador, todos los pecados pesan lo mismo, aunque
los clasifiquemos en pecados que son de
muerte y pecados que no lo son.
Finalmente San
Juan nos dice “Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de
muerte.”
Toda acción y pensamiento contraria a la justicia de Dios es pecado, transgresión
de la ley. Entendemos que tales transgresiones no son de muerte cuando media el
arrepentimiento ante Dios y Su perdón redentor.
CONCLUSIÓN
Jesucristo nos trajo la eternidad y la
vida eterna con Él. Quien tiene la vida zoé, es decir la vida de Dios, tiene la
vida eterna y actúa como poseyéndola: 1) Cree en el Nombre de Jesús; 2) Conoce
Su voluntad; y 3) Se arrepiente de sus pecados.
PARA TRABAJAR EN EL
CENÁCULO:
1)
¿En qué momento de su desarrollo
como discípulo recuerda usted que dejó de ser un/a aprendiz?
2)
¿En qué situaciones se ha descubierto usted
mintiendo?
3)
¿Acostumbra hacer examen de conciencia?
4)
¿Son necesarias las “mentiras piadosas” o “mentiras
blancas”?
5)
¿Desde qué punto de vista los pecados pueden ser
veniales o mortales?
6)
¿Qué es el arrepentimiento?
7)
¿Se podría afirmar que todos los pecados son
“mortales”?
8)
¿Es correcto orar al Señor por una persona que está
en pecado?
9)
Si un cristiano cae en pecado grave, como adulterio,
robo, crimen, ¿puede recibir el perdón de Dios?
10) Al ofender a otra persona, ¿basta con pedir perdón a Dios?
11) ¿Qué propósitos
tuvo San Juan al escribir esta carta según el texto estudiado?
12) ¿Cuándo se
inicia la vida eterna del cristiano?
13) ¿Tienen vida
eterna los malos?
14) ¿Van al Cielo
las personas incrédulas, pero con una vida moral y correcta?
15) ¿Qué es creer en
Dios?
16) ¿Qué condición debe tener toda petición al Señor?
17) ¿Podemos pedir la muerte de nuestros enemigos, la venganza de Dios o que
le ocurra una desgracia a otra persona?
18) ¿Puede un cristiano pronunciar una maldición contra otra persona?
19) ¿Podemos exigir a Dios una petición?
20) ¿Cuáles son las
respuestas que podemos esperar de Dios a nuestras peticiones?
21) ¿Cómo podemos
saber la voluntad de Dios?
22) ¿Qué tipos de
discernimiento conocemos?
BIBLIOLINKOGRAFÍA.
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(1966, 1970, 1979, 1983, 1996) “Dios
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Pérez Millos, Samuel “Comentario Exegético Al
Texto Griego del Nuevo Testamento – Hebreos”
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https://www.biblegateway.com
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http://lavozdelespiritusanto.cl/discernimiento-espiritual/
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