EL DISCÍPULO APRENDIZ
CAPÍTULO 3
© Pastor Iván Tapia
Lectura bíblica: “Confesaos vuestras
ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo
puede mucho.” (Santiago 5:16)
Idea
central: Los cinco pasos para la sanidad interior.
Objetivos:
a) Conducir al discípulo aprendiz hacia una completa
sanidad de su alma; b) Deshacer toda atadura que inmoviliza para amar y servir a Dios; c) Aprender a perdonar en Cristo; d) Pedir perdón y perdonar para recibir
la sanación del alma; e) Dar todos los
pasos imprescindibles para la sanidad interior; f) Reconocer los problemas de sanidad que se
llevan en el alma, aún después de convertidos; g) Confesar verbalmente los
dolores del alma; h) Recibir el perdón
con humildad y fe; i) Recibir la unción de parte de un hermano mayor o
ministro; j) Entregar la vida a Jesucristo y salvarnos de la condenación
eterna; k) Desatar los nudos
que traemos del mundo; l) Auto perdonarnos, aceptar el perdón
que Dios ya nos dio; m) Pedir perdón a Dios y a quienes ofendimos; y n) Perdonar a
quienes nos han dañado.
Resumen: El discípulo aprendiz llega al Reino de Dios
con todo tipo de dolores en su alma, ocasionados por sus propios pecados o por
el pecado de otros; por tanto es necesario que sea apoya en un proceso de
sanidad interior. Para ello ha de seguir unos pasos que lo liberarán de la
mayoría de sus traumas, heridas y complejos y habilitarán para enfrentar mejor
la vida cristiana.
H
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emos visto que “discípulo
aprendiz” es un cristiano recién convertido y bautizado, que está empezando el
Camino de Cristo, carece de mayores conocimientos y experiencias cristianas;
que se está preparando para servir al Señor, la Iglesia y su prójimo, y que es guiado
por un tutor.
Para ser un
discípulo aprendiz se requiere: a) Haber cruzado la Puerta del Reino, o sea
haberse arrepentido, bautizado y recibido el Espíritu Santo; b) Tener un tutor
que lo capacite en el Camino de Cristo; y c) Presentar una actitud de aprendiz,
humilde, obediente, dispuesto a aprender, sumiso y sujeto, esforzado en la
Gracia y perseverante en la Iglesia del Señor.
La
enseñanza para el discípulo aprendiz está dirigida a adquirir el desarrollo de
las virtudes de Fe, Paz, Amor y Esperanza, en fidelidad, perdón,
devoción y conocimientos básicos, por medio de la tutoría y el discernimiento
de las circunstancias de la vida.
El discípulo aprendiz debe en su inicio del Camino de
Cristo, dar cuatro pasos de fe imprescindibles para su desarrollo espiritual,
los que deben ser enseñados y estimulados por su discipulador: 1) Bautizarse lo más luego posible en señal de
su nuevo nacimiento en Cristo; 2) Congregarse continuamente en una comunidad cristiana;
3) Ser discipulado en forma individual por un hermano mayor, para recibir
orientación personal, sanidad interior, desarrollo devocional y enseñanza
bíblica; y 4) Diezmar en señal de compromiso con Cristo y la
Iglesia.
Dentro de la formación del
discípulo juega un papel muy importante el proceso de “sanidad
interior”. Toda persona que llega al Reino de Dios necesita ser sanada por Dios
de muchos traumas, heridas, temores y complejos que trae de una vida en
tinieblas. Hay quienes piensan que este no es el rol de la Iglesia y que los
cristianos, si tienen algún problema del alma, deben acudir al psicólogo. No
negamos la capacidad y ciencia de los profesionales de la psiquis, pero, desde
el momento que Dios perdona y libera de culpas y que el Evangelio nos ordena
sanar en el nombre del Señor Jesucristo, estamos facultados para brindar un
camino que puede conducir a las almas hacia la paz y la sanidad. Por otro lado,
la Psicología y la Psiquiatría utilizan métodos muy distintos al método de
Cristo y Su Iglesia.
El propósito de
la sanidad interior en la Iglesia es superar las heridas, traumas, complejos y
actitudes negativas que nos inmovilizan para amar y servir adecuadamente a Dios y al prójimo.
Son pasos imprescindibles para la sanidad interior: 1) Reconocimiento del
problema; 2) Confesión verbal del dolor; 3) Perdón; y 4) Unción.
El proceso de sanidad interior implica dar
cinco grandes pasos por parte del discípulo aprendiz, los que trataremos en
esta enseñanza.
¿Qué pasos debemos dar para sanarnos?
1. Salvarnos en Cristo.
“1 De lo profundo, oh Jehová, a
ti clamo. / 2 Señor, oye mi voz; Estén
atentos tus oídos A la voz de mi súplica. /3 JAH, si mirares a los pecados,
¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? / 4
Pero en ti hay perdón, Para que seas reverenciado. / 5 Esperé yo a Jehová,
esperó mi alma; En su palabra he esperado.
/ 6 Mi alma espera a Jehová Más que los centinelas a la mañana, Más que
los vigilantes a la mañana. / 7 Espere
Israel a Jehová, Porque en Jehová hay misericordia, Y abundante redención con
él; / 8 Y él redimirá a Israel De todos
sus pecados.” (Salmo
130:1-8)
Jehová es un Dios que perdona, pero no a la manera
humana. Nosotros "hacemos la vista gorda", nos "hacemos los
lesos"; Dios no perdona de ese modo. Él hace justicia. El pecado del ser
humano merece un castigo. Por ser tan graves la calidad y cantidad de pecados,
el hombre merece morir. Lo que Dios hizo fue reemplazarnos: Él se hizo humano y
sufrió en su carne el castigo de nuestro pecado. Es la manera justa que tiene
Dios de perdonar.
Él es misericordioso pero también es justo, es legal.
No sólo es Gracia, también es Ley. ¿Cómo concilia Dios la Ley con la Gracia ? Muriendo por
nosotros, redimiéndonos. Dios ejerce Su perdón en nuestras conciencias, castigando
nuestros pecados en la cruz en la Persona de Jesús, borrándolos y olvidándolos
para siempre.
Hay una gran diferencia entre “salvación” y
“sanación”. La salvación se relaciona con nuestra culpa ante Dios. La salvación
del alma es el primer paso en nuestro desarrollo espiritual cristiano, y se
obtiene por medio de la fe en Jesucristo: “3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; / 4 y que fue
sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3,4)
Cristo nos salvó en la cruz; es una obra ya concluida y perfecta.
¿Para
qué vino Jesucristo a la tierra? Él mismo nos responde que Su propósito al
venir a nosotros es para darnos la vida "zoé" que viene de lo alto y
dárnosla de un modo abundante: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he
venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (San Juan 10:10) La Biblia
dice que Jesús vino para ser Príncipe y Salvador, para dar arrepentimiento
y el perdón de los pecados: “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador,
para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.” (Hechos 5:31) De modo que sólo en Cristo tenemos el perdón de pecados: “en quien tenemos redención por
su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7) “en quien tenemos redención por
su sangre, el perdón de pecados.” (Colosenses 1:14) Si queremos la salvación eterna de nuestra alma, para
vivir junto a Dios y no recibir castigo de condenación, necesitamos dirigirnos
a Cristo, Camino, Verdad y Vida.
La
salvación es previa a la sanación y a cualquier otra obra de Dios en nosotros.
Sin la presencia del Espíritu Santo no puede haber sanidad interior.
El
primer paso para sanarnos es entregar la vida a Jesucristo y salvarnos de la
condenación eterna.
2.
Desatarnos en Cristo.
“Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo; porque tú
eres mi alabanza.” (Jeremías 17:14)
La
sanación o sanidad interior tiene relación con el estrago que han ocasionado
las culpas nuestras y de otros sobre el alma. Esas culpas provocan heridas,
traumas, complejos, etc. El propósito de la sanidad interior es la sanidad de
las emociones y de la psiquis.
La
sanidad interior se logra por medio del amor y el perdón del Espíritu Santo.
Cristo nos sanó en la cruz, pero nosotros tenemos que tomar esa sanidad y
hacerla vida en nosotros: “4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros
dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. / 5
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el
castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. /
6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino;
mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” (Isaías 53:4-6)
En
pecado estamos “atados”, encarcelados en nuestras culpas. Dios nos desata en la
cruz, pero nosotros seguimos culpándonos, seguimos viviendo en la Ley y no
aceptamos Su Gracia total. No queremos creer, resistimos Su Gracia. Estamos
atados, inmovilizados, no estamos libres, cosa que Él no quiere para nosotros.
Cristo
dio a Su Iglesia el poder de “desatar” nudos. Jesucristo desea liberarnos del
pecado y de las culpas ocasionadas por el pecado personal y ajeno: “Y a ti te daré las llaves del
reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los
cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.” (San Mateo 16:19)
Tres
elementos negativos se dan cita en nuestra mente y conciencia, a raíz del
pecado: Culpa, temor y castigo. Culpa es el peso desagradable en la conciencia
de bien y mal; temor es miedo al castigo; y castigo es la acción de Dios, la
propia persona o el prójimo sobre alguien, luego de un juicio. La culpa nos
hace actuar con poca libertad, temor al castigo, temor a ser descubiertos y surge
por falta de perdón. La culpa es la principal atadura de nuestras conciencias.
La Ley culpa y ata; la Gracia perdona y desata.
Muchos
“nudos” pueden ser desatados en nuestra alma, si nos ponemos en las manos de un
hermano (los varones) o hermana (las damas) para que nos acompañe en este
proceso de sanación.
El segundo paso
para sanarnos es desatar los nudos que traemos del mundo.
- Auto perdonarnos en Cristo.
“1
Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de
los misterios de Dios. / 2 Ahora bien,
se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel. / 3 Yo en muy poco tengo el ser juzgado por
vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo. / 4 Porque aunque de nada tengo mala
conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor. / 5 Así que, no juzguéis nada antes de
tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las
tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.” (1 Corintios 4:1-5)
Es de vital importancia el perdón para la sanidad interior. La falta de
perdón nos tiene atados, heridos, culpables, enfermos, tristes, amargados. Si
nos sanamos mediante el perdón, seremos más felices, menos desvalorizados, más
sanos, comunicativos, alegres, aptos para la obra del Reino. Necesitamos aprender a perdonarnos a
nosotros mismos en Cristo. Perdonarse a sí
mismo/a, aceptar sus debilidades y defectos, antes de emprender una
transformación, “tenerse paciencia”, son parte de su sanidad.
Debemos a Dios obediencia, cuando no lo hacemos
quedamos en deuda. Entonces le pedimos a Él que nos perdone esa deuda. Por
ejemplo: el engañar a nuestro cónyuge es adulterio e infidelidad. Le pedimos
perdón sincero al Señor. ¿Qué hace Él? Limpia nuestros pecados con Su sangre y
nos dice "vete y no peques más". Ese pecado ya ha sido expiado.
Las personas que no están sanas no logran evangelizar
adecuadamente ni discipular a otras. Previo a la acción evangelizadora y
discipular está la sanidad interior.
Los cristianos desatamos ataduras por medio del
perdón. Ya en el Antiguo Pacto se prefiguraba el sacrificio de Cristo por medio
del derramamiento de la sangre de un animal puro, para perdón de pecados.
Jehová enseñó a Moisés que, cuando alguna persona pecara, debería ofrecer un
becerro por expiación, traerlo delante del tabernáculo y los ancianos, poniendo
sus manos sobre el animal –de ese modo transferían el pecado a él– y lo degollarían para verter su sangre. El
sacerdote llevaría la sangre del becerro y rociaría siete veces delante del
velo que separaba del lugar santísimo, y derramaría el resto de la sangre al
pie del altar del holocausto. De ese modo obtendría el perdón.
Nuestro Becerro es Jesucristo, Santo y sin mancha,
que entregó Su sangre para limpiar nuestros pecados y culpas. El lugar santo es
nuestra alma y el lugar santísimo nuestro espíritu, en el cual tenemos comunión
completa con Él, por medio de Su Espíritu Santo que lo habita: “20 Y
hará de aquel becerro como hizo con el becerro de la expiación; lo mismo hará
de él; así hará el sacerdote expiación por ellos, y obtendrán perdón. / 21 Y
sacará el becerro fuera del campamento, y lo quemará como quemó el primer
becerro; expiación es por la congregación.” (Levítico
4:20,21)
El tercer paso para sanarnos es auto perdonarnos,
es decir aceptar el perdón que Dios ya nos dio.
4.
Pedir perdón en Cristo.
“Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9)
Es preciso pedir perdón para recibir la sanación
del alma. En primer lugar pedir perdón a Dios. Todos tenemos motivos para pedir perdón. Como no lo hemos hecho, permanecemos
débiles, amargados, enfermos, culpables. La conciencia nos acusa de pecado y
esto hace muy mal al espíritu, al alma y también al cuerpo. Recuerde que el
pecado mata espiritualmente a la persona “porque
la paga del pecado es muerte...” (Romanos
6:23)
De ahí que necesitemos imperiosamente pedir perdón a Dios por los muchos
pecados y ofensas que le hemos hecho a Él no cumpliendo Sus mandamientos.
Pero muchas veces también será necesario pedir
perdón a quien hayamos ofendido: Padres,
hermanos, hijos, amigos, esposos, otros familiares por los agravios contra
ellos, tanto en palabras y acciones, como también por aquello que debiendo
hacer no hicimos: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y
orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede
mucho.” (Santiago
5:16)
Cuando no sea posible pedir perdón a otra persona porque está
distante, ha muerto, no va a tener una reacción adecuada o cualquier otra
razón, podemos hacerlo espiritualmente en oración, ante Cristo. Lo importante
es liberarse de esa culpa. La liberación sólo es producida por Dios.
El cuarto paso en la sanidad es pedir perdón a Dios y a
quienes ofendimos.
5.
Perdonar en
Cristo.
“1 Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible
es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! 2 Mejor le fuera
que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que
hacer tropezar a uno de estos pequeñitos. / 3 Mirad por vosotros mismos. Si tu
hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. / 4 Y si
siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti,
diciendo: Me arrepiento; perdónale.” (San Lucas 17:1-4)
Podemos ser
“salvos”, saber que Dios nos ama y ha perdonado todos nuestros pecados, pero
vivir con un continuo peso en el alma, una emocionalidad herida, porque sólo
hemos hecho un acto de constricción ante Dios pero no hemos permitido que el
Espíritu Santo nos sane. Si lo permitimos, hasta nuestros males físicos podrán
desaparecer pues muchas de nuestras enfermedades son de origen psíquico o
psicosomáticas, como se deja ver en el Evangelio: “2 Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una
cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus
pecados te son perdonados. / 3 Entonces algunos de los escribas decían dentro
de sí: Este blasfema. / 4 Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo:
¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? / 5 Porque, ¿qué es más fácil,
decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? / 6 Pues para
que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar
pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu
casa. / 7 Entonces él se levantó y se fue a su casa.” (San Mateo 9:2-7)
Otros nos han agredido. Es imprescindible que usted pueda perdonar en
Cristo a quienes le dañaron en el pasado. Perdone a la vida si le ha sido dura
o difícil; no luche contra Dios sino acepte la vida como le ha venido, no sea
inconformista y acepte lo que le ha tocado sufrir.
Otros nos ofendieron. Por ejemplo: el engañado cónyuge se entera, lo
lamenta, sufre, pero cubre con la sangre de Cristo ese pecado. No basta nuestro
amor y comprensión humana, sino que es imprescindible para el perdón la sangre
del Cordero.
Le pedimos a Dios que perdone nuestros pecados. “Y
perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros
deudores.” (San Mateo 6:12) ¿Tenemos derecho a ello? Sólo si nosotros hacemos
lo mismo "porque también nosotros perdonamos a todos los que nos
deben" ¿Cómo vamos a perdonar a los que nos deben? Con el perdón Divino,
el del Señor. Es nuestro deber perdonar.
Nuestra obligación es perdonarnos y ser benignos, así como Dios nos
perdonó. El Espíritu Santo nos invita a perdonarnos unos a otros, si alguien
tiene queja, a imitación de Cristo que nos perdonó: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos
unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:32); “12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de
entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de
paciencia; / 13 soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si
alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así
también hacedlo vosotros.” (Colosenses 3:13)
El quinto paso para tener sanidad es perdonar a quienes nos han dañado.
CONCLUSIÓN
La sanidad interior es un proceso que se vive
en el Discipulado, con el apoyo de un hermano mayor. Son pasos imprescindibles
para la sanidad interior del discípulo aprendiz: a) Reconocimiento del
problema; b) Confesión verbal del dolor; c) Perdón; y d) Unción. El proceso de
sanidad interior, a nivel general implica dar cinco grandes pasos: 1) Entregar la
vida a Jesucristo y salvarnos de la condenación eterna; 2) Desatar los nudos que traemos del mundo; 3) Auto perdonarnos, aceptar el perdón que Dios ya nos dio; 4) Pedir perdón a
Dios y a quienes ofendimos; y 5) Perdonar a quienes nos han dañado.
PARA REFLEXIONAR:
1)
¿Siente que aún hay “nudos”
que no ha desatado en su alma?
2)
¿Ha pedido perdón a Dios por
todos sus pecados?
3) ¿Ha perdonado a todos sus agresores,
cubriéndolos con la sangre de Jesucristo?
4)
¿Qué nuevas heridas ha
descubierto en su corazón y qué hará con ellas?
5)
¿Ora por la sanidad de sus
hermanos en la fe?
6)
¿Qué relación hay entre
salvación y sanación?
7) ¿Por qué
hay cristianos que viven permanentemente con culpas?
8)
¿Cuál
es a su juicio el propósito de la sanidad interior?
9)
¿Qué problemas del alma están afectando actualmente
su servicio a Dios?
10) ¿Qué pasos daría
usted al ayudar a un discípulo a sanar su alma?
11) ¿Por
qué es tan importante la “sanidad interior” en la formación del discípulo
aprendiz?
12) ¿Qué diferencia hay entre los métodos que utilizan la Psicología, la
Psiquiatría y la Iglesia en la sanación del alma?
13) ¿Está usted orando por los que le han ofendido?
14) ¿En qué medida debemos ser menos severos con nosotros
mismos y auto perdonarnos?
BIBLIOLINKOGRAFÍA.
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(1966, 1970, 1979, 1983, 1996) “Dios
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Pérez Millos, Samuel “Comentario Exegético Al Texto Griego del Nuevo
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https://www.biblegateway.com
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Tapia, Pastor Iván (2009) “Convertidos
a Jesucristo, iniciación a la vida cristiana” Iglesia Cristiana
Discípulos de Jesucristo.
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