LECCIÓN 4
© Pastor Iván Tapia
Lectura
bíblica: “Y
les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” (San Marcos 16:15)
Idea central: La proclamación del Evangelio
es tarea principal de la Iglesia.
Objetivos: a) Conocer y apreciar las cuatro primeras verdades del misterio de la
piedad; b) Comprender y practicar la proclamación del Evangelio como la
principal misión de la Iglesia; c) Esforzarse en la tarea de hacer discípulos; d)
Procurar la salvación de los pecadores; e) Predicar el Evangelio en obras y
palabras; f) Provocar la adoración de Dios; y g) Sanar a las almas heridas que
encontremos en nuestro paso.
Resumen:
La proclamación del Evangelio a las naciones es la orden de Jesús a toda la
Iglesia. Para ello debemos esforzarnos en hacer discípulos; salvar las almas;
predicar con el ejemplo; animar a la adoración de Dios y sanar la sociedad.
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l “credo” de la primera
carta a Timoteo 3:16, asevera que es muy grande el misterio de nuestra fe: Primeramente
Dios fue manifestado en carne, es decir se hizo humano y habitó entre nosotros
como Jesucristo; segundo, fue respaldado por el Espíritu Santo en todas Sus
acciones; tercero, los ángeles estuvieron siempre con Él como testigos y
participantes en Su misión. La cuarta línea de esta profesión de fe dice que
fue “Predicado a los gentiles”, anunciado a todas las gentes, proclamado no
sólo a los judíos sino a todos los pecadores.
Algunas
traducciones dicen que fue “proclamado entre las naciones” y esa proclamación
sería con gran gozo. Significa que fue anunciado y sigue siendo anunciado entre
todas las “etnias”, es decir entre las personas que pertenecen a distintas
razas, comunidades lingüísticas y culturales. Se ve en esta aseveración una
clara alusión a la tarea misionera o apostólica encomendada a la Iglesia por
Jesucristo, tarea conocida como la Gran Comisión.
Proclamar a
Jesucristo en todas las naciones es una de las más importantes misiones de la
Iglesia de Jesucristo. En ello ha de ocupar la mayor cantidad de tiempo,
energía, capacidades, dinero y pasión, pues significa la salvación de muchas
almas.
¿Qué es proclamar a Jesucristo en las naciones?
1.
Hacer discípulos.
“19
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; / 20 enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (San Mateo 28:19,20)
Un discípulo es en términos actuales un
alumno, un aprendiz, alguien que sigue a un maestro. Cuando Jesús encargó a los
apóstoles que fueran por el mundo e hicieran discípulos, es que tenía la
intención de que muchos se volvieran a Él y siguieran Su doctrina, el
Evangelio.
El proyecto de
Dios ocupa todo el planeta, incluye todas las naciones, sin distinción de tipo de gobierno, cultura, raza y hasta
religión. Él quiere alcanzar con Su buena nueva a todo el orbe. No debemos
limitarnos en esto, ya que es el deseo de Dios entregar Su mensaje de Amor.
El bautismo es la señal concreta de que
una persona se ha arrepentido de sus ofensas a Dios, ha reconocido a Jesucristo
como su Salvador y Señor, y ha recibido el perdón de sus pecados. El bautismo
es la inmersión del nuevo creyente en agua, como símbolo de su muerte a la
antigua vida y su resurrección a una nueva vida. Es un sacramento instituido
por Jesucristo.
Este sacramento
lo aplica un ministro de Dios o un discípulo maduro al cual éste delega esa
función. Se realiza en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, o sea de la Trinidad. Tres son los
Testigos divinos que respaldan este acto sagrado. En sí mismo el bautismo no
salva pero sí es una demostración ante Dios, la Iglesia y el mundo, de que el
bautizado ha “nacido de nuevo”.
El
“discipulado”, o sea la formación como discípulo de Jesús, comienza con el
bautismo pero continúa en forma permanente con la enseñanza del Evangelio. Lo que se enseña es la vida de Jesús y
esta es más que una teoría, es más que una teología o doctrina, es el ejemplo
de fe, paz, amor y esperanza que transmite Dios a través de un tutor al
discípulo. El discipulado es transmisión de vida. La sana doctrina siempre es
acción, el ejercicio práctico de las enseñanzas de Jesús, el Maestro:
“1
Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. / 2 Que los ancianos
sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia. /
3 Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no
esclavas del vino, maestras del bien; / 4 que enseñen a las mujeres jóvenes a
amar a sus maridos y a sus hijos, / 5 a ser prudentes, castas, cuidadosas de su
casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea
blasfemada. / 6 Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; / 7
presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza
mostrando integridad, seriedad, / 8 palabra sana e irreprochable, de modo que
el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros. / 9
Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no
sean respondones; / 10 no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para
que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador.” (Tito 2:1-10)
Al cumplir esta
misión somos acompañados siempre por el Espíritu Santo de Dios, Cristo en
nosotros. Fue la promesa de Él y la ha cumplido. En esta tarea tendremos penas,
alegrías, decepciones, haremos amigos y enemigos, a veces tendremos éxito y
otras lograremos muy poco, pero siempre el Consolador nos animará, porque el
Maestro lo prometió: “yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo”.
Proclamar a
Jesucristo en las naciones es hacer discípulos.
2.
Salvar a los pecadores.
“Palabra fiel y digna de ser recibida por
todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los
cuales yo soy el primero.” (1
Timoteo 1:15)
Recuerdo que al
inicio de mi carrera cristiana gritábamos por las calles de mi ciudad esta
frase, llenos de amor, fe y sano orgullo, porque proclamábamos una verdad. Si
somos fieles al Señor trabajaremos
en la evangelización, procurando la salvación de las almas. Tal vez algunos lo
harán tímidamente, mientras otros serán más agresivos en su exposición del
Evangelio de Jesucristo; lo importante es que ambos lo hacen en obediencia al
mandato de Jesús. La fidelidad al Señor y a la Iglesia es una de las primeras
enseñanzas para el discípulo aprendiz, quien debe llegar a ser un fiel seguidor
de Cristo.
La Palabra de
Dios es para todos, no sólo para
algunos escogidos o para personas con inclinaciones místicas o religiosas, sino
para toda alma pues todos necesitamos encontrarnos con Jesucristo, “por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios” (Romanos
3:23) Aún los ateos, los incrédulos, los desconfiados de la fe cristiana,
los de otras religiones, necesitan escuchar el Evangelio. No deberíamos temer
el rechazo, la burla ni la respuesta agresiva a la prédica o exposición de la
Verdad de Dios.
¿Y cuál es el
mensaje? Que Jesucristo vino para salvar
a los pecadores. Ninguna duda queda para nadie en este mundo de que el
Maestro era un Hombre de paz, que actuó con sinceridad, nobleza y absoluta
entrega. El Amor se transmitía en Sus palabras y actos. Un Hombre bueno que
murió por Amor a la Humanidad, que dio Su vida en la cruz, que no pronunció
palabras de venganza ni manifestó odio hacia Sus torturadores, fue Jesús de
Nazaret. Su Persona es la que producirá esa atracción; Su Espíritu en nosotros
dando testimonio de Amor; el Espíritu Santo obrando en el pecador operará la
conversión.
El
reconocimiento de que, aún siendo cristianos, somos pecadores, es crucial. No debe haber orgullo ni vanidad en el
corazón, ningún aire de superioridad, falsa santidad ni hipocresía. El
cristiano ha de ser normal, sincero, honesto, sencillo, como Jesús advirtió: “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio
de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas.”
(San Mateo 10:16) Pablo dijo que él
era el primer pecador y todos los cristianos somos eso. La única diferencia
entre nosotros y los pecadores del mundo, es que nosotros somos pecadores
arrepentidos.
Salvar a los
pecadores es nuestra misión, proclamar la salvación que hay en Cristo. Proclamar
a Jesucristo en las naciones es salvar a los pecadores.
3.
Predicar el Evangelio.
“Y
será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a
todas las naciones; y entonces vendrá el fin.” (San
Mateo 24:14)
La profecía de
Jesús sobre los últimos tiempos dice que antes del fin, es decir antes que Él
vuelva, será predicado el Evangelio
en todo el planeta. De muchas formas está siendo dado a conocer: Por radio,
televisión, periódicos, revistas, libros, eventos masivos, música, internet,
etc. También es dado a conocer por medio de obras sociales que sirven a los
pobres, enfermos, presos, niños abandonados, matrimonios, drogadictos, etc. Si bien
es cierto todas estas maneras de dar a conocer a Cristo son importantes, hay
una más sutil y profundamente necesaria: Vivir a Cristo en la vida diaria como
discípulos del Señor.
No pasemos por
alto el apellido que da este texto a la palabra “evangelio”, dice “evangelio del reino”. ¿Estamos
predicando el Evangelio del Reino u otro evangelio? Algunos anuncian el
evangelio del terror que atemoriza con el infierno y el castigo Divino; otros
el evangelio de la Ley que sólo da órdenes, mandamientos y obligaciones al
cristiano, so pena de perder la salvación; o el evangelio de las ofertas que
promete salud, dinero, éxito, prosperidad material y felicidad gratis, un
evangelio liviano que olvida que “El reino de Dios es gratuito, pero no barato”[1];
otros un evangelio emocional de llanto y risas, aplausos y sensaciones, pero
muy alejado de la realidad diaria; por el contrario está el evangelio racional
y teológico, que es teórico y austero pero se olvida de la humanidad del
Cristo... ¿Qué Evangelio predicaremos? La Biblia nos dice “el Evangelio del
Reino”, aquel que tiene a Jesucristo como Señor, que se somete a Él y se sujeta
a la Iglesia, aunque humana también divina, depositaria de la fe.
La predicación
del Evangelio del Reino es con hechos más que con palabras. Los hechos hablan
más fuertemente que las razones. La práctica del Evangelio importa más que la
Teología. La praxis de la Verdad es el verdadero testimonio. Muchos piensan que
testificar es hablar, contar lo que
Cristo ha hecho en sus vidas, comunicar verbalmente, pero en verdad testificar
es ser testigo de Cristo, es vivir y morir por Él, es representar,
experimentar, mostrar a Jesús en nuestros actos. Puede que un cristiano nunca
hable de Cristo, nunca predique de Él con palabras, pero ayuda al desvalido,
ruega por el que sufre, actúa con honestidad, ora con sinceridad, es
agradecido, tiene contentamiento, en fin ama y sabe perdonar; aquél testifica a
Cristo con su vida y así siembra la fe.
Antes de que
venga el fin de los tiempos, es preciso que el Evangelio sea predicado a todas
las naciones: “Y es necesario que el
evangelio sea predicado antes a todas las naciones.” (San Marcos 13:10) Proclamar a Jesucristo en las naciones es predicar
el Evangelio del Reino con hechos y palabras.
4.
Provocar la adoración.
“¿Quién
no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo; por
lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han
manifestado.” (Apocalipsis
15:4)
Temer a
Dios no es tenerle miedo; Él no es un Padre que quiera atemorizarnos o gobernarnos
por medio del terror, sino un Dios amoroso al cual debemos respetar como
nuestro Creador, Dueño y Padre Celestial. Los cristianos lo respetamos y le
damos gloria por la importancia capital que tiene para nosotros, es el Primero
en nuestras vidas.
Sólo Dios es Santo, todos los seres humanos somos
una raza caída, inclinada al mal, sujeta a las debilidades de la carne, de
nuestras mentes corruptas, necesitados de Él para poder levantarnos por sobre
nuestra condición de pecadores. No hay otro Santo fuera de Dios y si la Biblia
nos llama “santos” es porque Jesucristo, por Su sacrificio, ha limpiado
nuestras culpas y ahora Dios nos considera justos.
Cuando los juicios de Dios se manifiesten al final
de los tiempos y la Humanidad sufra el castigo por sus muchas desobediencias;
cuando regrese el Señor y se instale en Jerusalén para gobernar el planeta,
entonces todas las naciones reconocerán a Jesucristo como Señor y
representantes de todas ellas irán a la Ciudad Santa para adorarle. Pero no
necesitamos esperar Su regreso para adorarle. Él ya ha expuesto en el libro de
la Revelación Su victoria, por tanto debemos adorarle ya. Quien ha nacido de
nuevo, quien se ha convertido a Jesucristo, le adora cada día del resto de su
vida.
Cuando
proclamamos el Evangelio, de algún modo estamos conduciendo a las personas al
reconocimiento y la adoración del Hijo de Dios. Proclamar a Jesucristo en las
naciones es provocar a la adoración.
5.
Sanar a las naciones.
“En medio de la calle de la ciudad, y a uno
y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando
cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.”
(Apocalipsis 22:2)
Esta es una
imagen de lo que debe ser y es la Iglesia de Jesucristo. Es una ciudad en el sentido que ella conforma
una gran comunidad de comunidades; son muchas las comunidades cristianas, con
distintos ritos, costumbres, liturgias, tradiciones, enfoques, formas de
alabanza, ministerios especiales, etc. Mas todas forman la única Iglesia del
Señor, son como una gran ciudad con muchos barrios.
Un río maravilloso da vida a la ciudad, el
río del Espíritu Santo riega, da crecimiento, alimenta, purifica y empodera a
la Iglesia. Sin el Espíritu la Iglesia es nada, sólo una institución humana
más, quizás con buenas intenciones pero sin la bendición de Dios. El Espíritu
Santo que sale del trono de Dios es el que entrega autoridad a la Iglesia.
En ambas riberas de este río
crece el árbol de la vida, el mismo
árbol que estaba en el Edén: “Y Jehová
Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para
comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia
del bien y del mal.” (Génesis 2:9)
No es el árbol del cual comieron en rebeldía Adán y Eva; tampoco alguno de esos
árboles deliciosos que les alimentaban; sino el árbol de la vida. Nosotros
somos ese Árbol de Vida, somos ramas del Árbol de la Vida. Podemos serlo si
estamos unidos a Jesucristo, “la raíz de
David” (Apocalipsis 5:5) Jesús
es la Raíz del Árbol de la Vida. También se le representa como la vid: “1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el
labrador. / 2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel
que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.” (San Juan 15:1,2) Cristo y Su Iglesia estamos
íntimamente unidos en un solo cuerpo u organismo.
Este árbol es sumamente
productivo y da continuamente fruto.
Dice que cada mes da un fruto nuevo. ¡Quiera Dios que sea la Iglesia así de
fructífera y de todo tipo de buenos frutos: Virtudes cristianas, buenas obras,
nuevas almas convertidas! Por el fruto puede reconocerse al buen árbol: “Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero
el árbol malo da frutos malos.” (San
Mateo 7:17)
El efecto que tiene una Iglesia
que es Árbol de Vida, que da buenos frutos, es que produce sanidad. ¿Estamos sanando a nuestra sociedad o la enfermamos más
aún? ¿Qué ejemplo de amor y perdón estamos dando a la sociedad en que nos ha
tocado vivir? ¿Ayuda nuestra comunidad cristiana a la sanidad del alma de las
personas que la rodean? Las hojas de algunos árboles, arbustos y hierbas son
utilizadas en distintas culturas para sanar de enfermedades y heridas. En este
caso, la Biblia plantea que las hojas del Árbol de la Vida son para sanar a las
naciones. Es función de la Iglesia sanar la sociedad con el mensaje del
Evangelio.
Proclamar a
Jesucristo en las naciones es sanar a las naciones.
CONCLUSIÓN.
Las cuatro
primeras verdades del misterio de la piedad son que Dios fue manifestado en
carne, fue justificado en el Espíritu, visto de los ángeles y predicado a los
gentiles. Proclamar a Jesucristo en las naciones es tarea fundamental de la
Iglesia y consiste en: 1) Hacer discípulos; 2) Salvar a los pecadores; 3)
Predicar el Evangelio; 4) Provocar la adoración; y 5) Sanar a las naciones.
PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)
¿Qué importancia tiene que Dios fuese manifestado en
carne?
2)
¿Cómo entiende usted que Cristo haya sido justificado
en el Espíritu?
3)
¿Cuál fue el papel de los ángeles en el ministerio de
Jesucristo?
4)
¿Qué habría pasado si el Evangelio no hubiese sido
predicado a los gentiles?
5)
¿Cómo está usted ayudando a la proclamación de
Jesucristo?
6)
¿Cómo podría nuestra nación convertirse a Jesucristo?
7)
¿Cuál ha sido su mayor dificultad para “hacer
discípulos”?
8)
¿De qué tienen que salvarse los pecadores?
9)
¿Cómo entiende usted que es “predicar el Evangelio”?
10) ¿Cómo
puede la Iglesia provocar a la adoración de Dios?
11) ¿Cuáles
son las principales enfermedades espirituales de nuestra sociedad?
12) ¿Es
posible predicar el Evangelio del Reino sólo con hechos?
13) ¿Estamos
predicando el Evangelio del Reino u otro evangelio?
14) ¿Estamos
los cristianos sanando a nuestra sociedad o la enfermamos más aún?
15) ¿Qué
ejemplo de amor y perdón estamos dando a la sociedad en que nos ha tocado
vivir?
16) ¿Ayuda
nuestra comunidad cristiana a la sanidad del alma de las personas que la
rodean?
17) ¿Cuál
debe ser la actitud de las distintas religiones (cristianismo, Islam, budismo,
etc.) hacia las “etnias”?
18) ¿Cómo
podemos llevar el Evangelio a la diversidad de razas, comunidades lingüísticas
y culturales?
19) ¿Cuál
es, a su juicio, la tarea más importante de la Iglesia?
20) ¿Es
la Iglesia una institución humana o divina?
21) ¿Por
qué se compara la Iglesia con una gran ciudad con muchos barrios?
BIBLIOLINKOGRAFÍA.
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Reina,
Casiodoro de (1960) “La Santa Biblia”
Estados Unidos: Broadman & Holman Publishers.
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(1979) “Dios
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http://www.rae.es/
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Rizo Martínes, José L. “Diccionario Bíblico” Recuperado de: http://es.scribd.com/doc/50636670/Diccionario-Biblico-Jose-L-Rizo-Martinez#scribd
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(1966, 1970, 1979, 1983, 1996) “Dios
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https://es.wikipedia.org/
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Pérez Millos, Samuel
“Comentario Exegético Al Texto Griego del Nuevo Testamento –
Hebreos”
[1] D. Bonhoeffer
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