LECCIÓN 20
"Abraham y Melquisedec"
Juan Antonio de Frías
© Pastor Iván Tapia Contardo
Lectura
bíblica: “11
Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio
levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún
de que se levantase otro sacerdote,
según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?
/ 12 Porque cambiado el sacerdocio,
necesario es que haya también cambio de ley” (Hebreos 7:11,12)
Palabra clave del capítulo: SACERDOCIO.
Idea central: El sacerdocio cristiano es
diferente de otros sacerdocios.
Objetivos: a) Discriminar las diferencias entre los sacerdocios judío, católico y
protestante; b) Comprender y experimentar el concepto bíblico de sacerdocio cristiano; c) Comprender, valorar y
practicar el sacerdocio universal de los cristianos; d) Comprender y valorar
que Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote y Mediador; e) Comprender y
valorar que los cristianos somos un pueblo de sacerdotes; f) Conocer y
experimentar las funciones del sacerdocio; y g) Comprender, practicar y
defender el principio de igualdad en el
sacerdocio cristiano.
Resumen: El sacerdocio cristiano es muy distinto a otros sacerdocios experimentados
en el mundo; es el sacerdocio vivido por todos los creyentes, bajo el
Sumo Sacerdote y Mediador Jesucristo. Los discípulos no poseen otro
Intermediario fuera de Jesús, ni siquiera sus pastores. Cada discípulo ejerce
su sacerdocio guiado por el Espíritu Santo
y no es considerado superior ni
inferior a otros, ya que es miembro del único Cuerpo.
H
|
ebreos nos enseña que Dios juró por Sus PROMESAS e instauró un nuevo
SACERDOCIO. Una cosa es ser sacerdote y otra es el “sacerdocio”. El sacerdote
es quien ejerce el sacerdocio; el sacerdocio es el trabajo, la función u obra
del sacerdote.
Una vez alguien me dijo: “No se puede ejercer dos sacerdocios”. A veces
tomamos roles que son incompatibles con otras tareas que también ejercemos y
ambas se debaten en nuestro interior por una mayor relevancia. Es muy
importante aprender a discernir cuál es nuestro rol en la vida, en la fe, en la
Iglesia, en definitiva cuál es el “sacerdocio” que el Señor nos ha entregado.
En la sociedad que vivimos, esencialmente católica, aprendemos desde niños
a ver el “sacerdocio” como una vocación de algunos, una opción laboral ejercida
por los curas o sacerdotes. Así surge el concepto de sacerdotes y laicos.
Estos últimos son los que no tienen el sacerdocio sino que sólo reciben los
beneficios de éste. Los sacerdotes católicos rezan por los laicos, les predican
a los laicos, les hacen misa a los laicos, les administran los sacramentos a
los laicos, etc. Pero Jesús nunca habló de sacerdotes ni de laicos. Este es un
concepto que apareció posteriormente en el desarrollo histórico de la Iglesia.
Jesús no llamó sacerdotes a sus escogidos ni habló de formar sacerdotes; Él
sólo habló de “discípulos”. Tomemos por ejemplo el Evangelio según San Mateo;
en él en cinco oportunidades el Maestro pronuncia la palabra discípulo, para
referirse a quien cree en Él y le sigue:
- “El discípulo no es más que su
maestro, ni el siervo más que su señor.” (San Mateo 10:24)
- “Bástale al discípulo ser como
su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron
Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?” (San Mateo 10:25)
- “Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.” (San Mateo 10:42)
- “Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos.” (San Mateo 26:18)
- “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (San Mateo 28:19)
El clero cristiano surgió como una forma de actualizar el sacerdocio
levítico en versión cristianizada. Por eso se concibió la “misa” como la
renovación del sacrificio de Jesucristo, en la que oficia el sacerdote
católico, ministrando la eucaristía y el perdón a los fieles.
Con Martín Lutero, en el siglo XVI en 1517, el cristianismo volvió a su
cauce original, proclamando: “Sólo
Escritura, sólo Gracia, sólo Fe, sólo Cristo, sólo a Dios gloria.” Emerge de
esta declaración de que los cristianos nos basamos sólo en las Escrituras y no
en tradiciones de hombres; en la Gracia de Dios y no en leyes humanas; en
ningún otro que no sea Jesucristo; y que sólo nos rendimos a Dios y no a los
hombres; el concepto bíblico de sacerdocio cristiano, opuesto al que hasta ese
entonces había y que hasta hoy perdura en el catolicismo y en gran parte del
protestantismo.
La Reforma protestante tuvo una respuesta del catolicismo, que fue la
Contra Reforma. Así, el Concilio de Trento, en la sesión XXIII, el 15 de julio
de 1563, Canon 1; declaró solemnemente como dogma de fe, que el Sacerdocio fue
instituido por Nuestro Señor Jesucristo para “consagrar, ofrecer y administrar
su cuerpo y sangre”.
Sin embargo el protestantismo ha vuelto a caer en el “clericalismo”, es
decir en este concepto de clérigos y laicos, de los expertos en religión y los
inexpertos. Las iglesias evangélicas no llamamos “sacerdotes” a nuestros
líderes, sino “pastores” pero muchas veces caemos en el legalismo y autoritarismo
ético, en la tiranía de los clérigos sobre los laicos. Los ministros
protestantes han recuperado mucho de la aureola de santidad del antiguo
sacerdote y el concepto de “sacerdocio universal de los creyentes” se convierte
sólo en una teoría. Una cosa es la doctrina y otra la práctica de esa doctrina.
¿Estamos los cristianos dispuestos a ejercer y hacer ejercer verdaderamente la
doctrina del sacerdocio universal?
Una de las razones por las que no murió el clericalismo en la Iglesia es
porque se justificó de un modo diferente: la necesidad de entregar una doctrina
correcta, la formación de buenos predicadores, la dedicación a la investigación
bíblica y la consecuente creación de seminarios. Así surgió otra forma de
clericalismo: el pastor como profesional.
¿Cuál es el concepto bíblico de sacerdocio
cristiano?
1.
Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote.
“1
Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote
del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de
los reyes, y le bendijo, / 2 a
quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa
primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; / 3
sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de
vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.” (Hebreos 7:1-3)
Melquisedec
representa a Jesucristo en este pasaje del Antiguo Testamento. Su nombre
significa Rey de justicia, y Rey de paz. Jerusalén se traduce como “Ciudad de
la paz”. Él es rey de Jerusalén, Sumo Sacerdote del Dios Altísimo, que bendijo a
Abraham, a quien el padre de la fe diezmó de todo, lo que significa que es
Dios. Corrobora que Melquisedec es el Cristo porque no tiene padre, madre, ni
genealogía alguna; carece de principio y fin de vida. Es por tanto semejante al
Hijo de Dios, Sacerdote Eterno. La fe de Abraham le condujo a respetar y
diezmar a Melquisedec. Todo sacerdocio se inicia con la fe; no hay sacerdocio
sin fe en algo o alguien superior. Abraham vio en Melquisedec a Alguien
superior, vio a Dios en él.
El principio fundamental de la fe cristiana protestante es la
“justificación por la fe” enunciada en la Biblia: “Porque en el
evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito:
Mas el justo por la fe vivirá.” (Romanos
1:17) Sin fe es imposible agradar a Dios; la fe es la que nos vincula con
Él y Su sacerdocio.
2.
Los cristianos somos un pueblo de
sacerdotes.
“4
Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio
diezmos del botín. / 5 Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben
el sacerdocio, tienen mandamiento de
tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque
éstos también hayan salido de los lomos de Abraham. / 6 Pero aquel cuya
genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo
al que tenía las promesas. / 7 Y sin discusión alguna, el menor es bendecido
por el mayor. / 8 Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero
allí, uno de quien se da testimonio de que vive. / 9 Y por decirlo así, en
Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; / 10 porque aún
estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.” (Hebreos
7:4-10)
Tan grande era Melquisedec a los
ojos del patriarca Abraham, que le honró diezmándole. Nosotros también honramos
a Dios y a nuestros pastores, entregando diezmos, la décima parte de lo que el
Señor nos da como botín en la vida y así convertimos las riquezas de este mundo
en algo noble. Los diezmos son utilizados por la Iglesia para sostén de los
ministros, evangelización de las almas en tinieblas y ayuda a los necesitados. En
el sacerdocio antiguo, el de los judíos, el sacerdocio levítico, la tribu de Leví
recibía los diezmos de sus hermanos; pero Melquisedec, que vivió siglos antes
que los levitas, recibió de Abraham los diezmos y le bendijo. Melquisedec
bendijo a quien había recibido las promesas de Dios. No cabe duda que el menor
es bendecido por el mayor: Abraham era menor que Melquisedec, menor que el
Cristo que le prometió y ahora le bendecía: “1
Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la
casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. / 2 Y haré de ti una nación
grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. / 3
Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán
benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Génesis 12:1-3)
En este mundo reciben
los diezmos hombres mortales; pero en la eternidad Uno de quien se da
testimonio de que vive, Uno que es Eterno, el Cristo. Podemos decir que al
diezmar Abraham estaba también pagando sus diezmos el sacerdote Leví, que aún
no nacía pero sería un descendiente del padre de la fe. La Biblia dice que Leví
y todos sus parientes estaban “en los lomos de su padre cuando Melquisedec le
salió al encuentro.” Tan importante es Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote que a
Él pagamos nuestros diezmos. Éstos se pagan porque es un deber de gratitud que
tenemos con el que nos da la vida material y espiritual. Los diezmos no surgen
de una ley sino de una gracia; no se pagan porque es obligación legal so pena
de castigo, sino porque hemos recibido la Gracia de la salvación; lo hacemos
por gratitud. Quien no tenga gratitud al Señor, mejor no diezme. También es
cuestión de fe, no de obligación ni presión; voluntariamente Abraham pagó los
diezmos a Melquisedec, el sacerdote no le obligó puesto que aún no existía el
sacerdocio levítico.
Hemos visto que la salvación es por fe y todo
lo que vivimos en Cristo es resultado de fe. Oramos porque tenemos fe en que
existe Alguien Invisible que nos escucha y responde a nuestras oraciones: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que
no se ve.” (Hebreos 11:1) Alabamos porque tenemos fe en un Creador y
Salvador; ayudamos a nuestros prójimos porque tenemos fe en un Dios lleno de
Amor a las creaturas; en fin amamos porque tenemos fe en un Dios que nos ama: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó
primero. / Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es
mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a
Dios a quien no ha visto? / Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que
ama a Dios, ame también a su hermano.” (1 Juan 4:19-21)
Del principio de fe surge otro de
capital importancia para el mundo cristiano, el “sacerdocio universal de los
creyentes”. Los cristianos protestantes
pensamos que no hay una clase sacerdotal clerical y otra secular, pues Cristo
no tiene dos cuerpos sino un solo cuerpo en que Él es la Cabeza. Todos somos
sacerdotes del Dios Altísimo:
“9
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo
adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de
las tinieblas a su luz admirable; / 10 vosotros que en otro tiempo no erais
pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais
alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.” (1 Pedro 2:9,10)
3.
Tenemos un sólo Sacerdote Mediador.
“11
Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio
levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún
de que se levantase otro sacerdote,
según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? /
12 Porque cambiado el sacerdocio,
necesario es que haya también cambio de ley; / 13 y aquel de quien se dice
esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. / 14 Porque
manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló
Moisés tocante al sacerdocio. / 15 Y
esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, / 16 no constituido
conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el
poder de una vida indestructible. / 17 Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden
de Melquisedec.” (Hebreos 7:11-17)
Hebreos declara
en este texto que la perfección o santidad no vino por medio del sacerdocio
levítico. Bajo éste Israel recibió la Ley, que en verdad no perfecciona ni
santifica, sino que tan sólo expone la voluntad perfecta de Dios. Si el
sacerdocio levítico fuera perfecto para la salvación, entonces no habría
necesidad de que se levantara otro Sacerdote, uno de otro orden, no de Leví sino
de Melquisedec, uno que no sería del orden de Aarón, el Sumo Sacerdote hermano
de Moisés.
De lo anterior
se deduce que el sacerdocio fue cambiado. Dios no sólo cambió el sacerdocio,
sino también la ley; por eso escuchamos decir a Jesús cosas como estas que
contradicen la Ley:
“38
Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. / 39 Pero yo os digo:
No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla
derecha, vuélvele también la otra; / 40 y al que quiera ponerte a pleito y
quitarte la túnica, déjale también la capa; / 41 y a cualquiera que te obligue
a llevar carga por una milla, ve con él dos. / 42 Al que te pida, dale; y al
que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.” (San Mateo 5:38-42)
Melquisedec no
era de la tribu de Leví, de la raza de Aarón, pariente de Moisés, ni servía en
el altar del tabernáculo hebreo. Así también Jesucristo, no provino de la tribu
sacerdotal de Leví, sino de la tribu de Judá, de la que nunca habló Moisés acerca
del sacerdocio. Jesucristo, como Melquisedec, es un Sacerdote distinto, no
constituido conforme a una ascendencia sino de acuerdo al poder de la vida eterna,
de la resurrección. Dios mismo testifica de Él: “Tú eres sacerdote para
siempre, Según el orden de Melquisedec.” Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote
eterno.
Jesús puede ser
nuestro Sumo Sacerdote con una condición: que creamos en Él, es decir que
tengamos fe en Él. Esto significa creer que existe, pero también creer en lo
que Él enseña y ha hecho por nosotros: “Pero
sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a
Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Hebreos 11:6)
La fe es un don
de Dios “Porque por gracia sois salvos
por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). Si esta fe es un regalo
Divino, no necesitamos de intermediarios “Porque
hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo
hombre” (1 Timoteo 2:5).
El Señor es
nuestro Sumo Sacerdote y Mediador entre nosotros y Dios. Como Moisés fue el
mediador del Antiguo Pacto, Jesús lo es del Nuevo Pacto. No hay otro Mediador. El
discípulo puede tener completa convicción de su fe y no necesita que otro, de
una categoría especial, un sacerdote, un maestro, un pastor u otro experto tenga
que venir a ratificar esa fe.
4.
Las funciones del sacerdocio.
“18
Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e
ineficacia / 19 (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una
mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. / 20 Y esto no fue hecho sin
juramento; / 21 porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento
del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden
de Melquisedec. / 22 Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. / 23 Y
los otros sacerdotes llegaron a ser
muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; / 24 mas éste, por
cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio
inmutable; / 25 por lo cual puede
también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo
siempre para interceder por ellos.” (Hebreos
7:18-25)
El mandamiento
anterior, el Antiguo Pacto, la Ley de Moisés se abrogó porque era débil para
dominar la naturaleza humana pecadora e ineficaz para alcanzar la perfección o
santidad. Nada perfeccionó la Ley. En cambio la Gracia de Jesucristo introdujo
una esperanza mejor, por medio de la cual nos acercamos a Dios.
Los sacerdotes
de Leví fueron consagrados sólo por el hecho de pertenecer a su tribu; en
cambio este Sumo Sacerdote fue levantado como tal con juramento de Dios: “Tú
eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.” Así es que Jesucristo
es el “fiador” de este nuevo y mejor pacto entre Dios y los hombres. Él mismo
se puso como garantía o fianza de la promesa de Dios al Hombre. Jesús es el
Fiador del Nuevo Pacto. Sobre Él se basa el Pacto de Gracia que consiste en
recibir la salvación por medio de la fe; recibir el perdón de los pecados por
la fe en Jesús; entrar en una relación íntima con el Creador por medio de la
fe.
Los antiguos sacerdotes
fueron muchos, pues morían y había que reemplazarlos por otros. En cambio este
Sumo Sacerdote que es Jesucristo, es eterno y tiene un sacerdocio inmutable,
que jamás cambiará. Él puede también salvar para siempre y no sólo por unas
horas, días o años. Vive para siempre y siempre podrá interceder por los
pecadores. La intercesión ante Dios, el rogar por el perdón, rogar para que el
amor de Dios cubra nuestras debilidades, es la labor de Jesucristo como Sumo
Sacerdote y también es nuestra labor ante Cristo, como pueblo de sacerdotes.
Jesús es nuestro
Único Sumo Sacerdote, no hay otro. Con Él nos basta. La promesa del Señor dice que
ya no necesitaremos de otro que nos enseñe, pues el Espíritu Santo nos guiará:
“33
Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días,
dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a
ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. / 34 Y no enseñará más ninguno a
su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me
conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová;
porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.” (Jeremías 31:33,34)
El sacerdocio
cristiano es un rol, un estatus, una posición que tiene el cristiano como
persona en la sociedad. El rol de sacerdote implica diversas funciones; las más
importantes son: a) Oración de intercesión por el prójimo; b) Adoración al
Señor; c) Evangelización de los no creyentes; d) Obras de misericordia para con
los que sufren. De esto Jesús nos dio ejemplo con Su vida, pues sabemos “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con
poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos
los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.” (Hechos 10:38)
5.
Los
cristianos somos iguales en el Sacerdocio.
“26
Porque tal sumo sacerdote nos
convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más
sublime que los cielos; / 27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos
sumos sacerdotes, de ofrecer primero
sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo
hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. / 28 Porque la ley
constituye sumos sacerdotes a
débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo,
hecho perfecto para siempre.” (Hebreos 7:26-28)
Jesucristo es el
Sacerdote ideal. De hecho, Él es el Modelo para nuestro sacerdocio. Es un
Sacerdote:
a)
Santo. La santidad implica alejarse del
pecado, luchar contra toda tendencia negativa en nosotros que nos aparte del
Señor. Desarrollar las virtudes de Cristo, en especial el Amor.
b)
Inocente. Sin culpa, limpio de corazón,
sencillo como un niño.
c)
Sin mancha. Procurar siempre no
contaminarse con el mundo y sus anti-valores.
d)
Apartado de los pecadores. No
involucrado con personas que puedan arrastrarlo a las tinieblas; guardarse del
mal.
Tal vez no
seremos como Jesús “más sublime que los cielos”, pero sí alcanzaremos una
conducta de vida recta y admirable que acerque a las personas a Dios.
Si los sacerdotes
del Antiguo Pacto necesitaban primero ofrecer sacrificios por sus pecados, nosotros
debemos pedir perdón continuamente por los nuestros y conservarnos limpios por
la sangre de Jesús, para rogar con eficacia por otros al Señor. Él hizo un solo
sacrificio y bastó para perdonar todos los pecados humanos, cometidos durante
toda su existencia. Así como la Ley constituyó sumo sacerdotes a hombres
débiles, la Gracia de Dios juró y puso al Hijo, perfecto para siempre, como
nuestro eterno Sumo Sacerdote. No hay regalo de Dios más grande que Su Gracia,
ese favor inmerecido, el perdón de nuestros pecados. Dice Su Palabra que “...la ley por medio de Moisés fue dada,
pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” (San Juan 1:17)
Todos los creyentes recibimos la
Gracia de Dios, por tanto todos estamos en las mismas condiciones ante el
Señor; nadie es superior ni inferior a otro hermano; todos somos iguales ante
Dios. Todo cristiano es un miembro del
cuerpo de Cristo que puede ejercer el sacerdocio. Todos los que somos
cristianos somos también sacerdotes. Todo creyente tiene el mismo poder. Todos,
seamos ministros, diáconos, ancianos o discípulos, debemos seguir las
instrucciones de Dios precisadas en Su Palabra. Todos los cristianos pueden
leer, interpretar y comprender la escritura ya que hay “un Señor, una fe, un bautismo, / un Dios y Padre de todos, el cual es
sobre todos, y por todos, y en todos.” (Efesios 4:5,6)
Dios estableció
un solo Cuerpo de Cristo, por lo que debemos ser “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; /
un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza
de vuestra vocación” (Efesios 4:3,4)
Dentro de ese Cuerpo, en que Cristo es la Cabeza, cada miembro tiene un llamado
o vocación para ejercer un rol. ¿Cuál será el llamado que tiene Dios para su
vida en el Cuerpo de Cristo? ¿Cuál será su rol en la Iglesia? Los cinco
ministerios de la Palabra son roles que algunos están llamados a ejercer: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a
otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, / a fin
de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación
del cuerpo de Cristo” (Efesios
4:11,12). No son los únicos roles ni tampoco tienen derecho a ejercer dominio
sobre los hermanos:
“Apacentad
la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino
voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; / no como teniendo señorío sobre los que
están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.” (1 Pedro 5:2,3)
CONCLUSIÓN.
El sacerdocio cristiano es muy diferente al sacerdocio judío, como lo es
el sacerdocio protestante del sacerdocio católico. El concepto bíblico de
sacerdocio cristiano se basa en el principio reformado del “sacerdocio
universal de los cristianos”, el cual nos enseña que: 1) Jesucristo es
nuestro Sumo Sacerdote; 2) Los cristianos somos un pueblo de sacerdotes bajo el
Sacerdocio de Jesús; 3) Tenemos un sólo Sacerdote Mediador y no debemos tener
más mediadores que Él; 4) Las funciones del sacerdocio son principalmente
intercesión, adoración, evangelización y misericordia; y 5) Los cristianos somos iguales en el Sacerdocio,
ninguno es superior ni inferior a otro.
PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)
¿En qué se
diferencian el sacerdocio judío, el sacerdocio católico y el sacerdocio
cristiano?
2)
¿Cómo entiende
usted el “sacerdocio universal de los cristianos”?
3)
¿Qué significa que tenemos un sólo Sacerdote Mediador y
no debemos tener más mediadores que Él?
4)
¿Cuáles son nuestras funciones como sacerdotes de
Jesucristo?
5)
¿Qué opina usted de las jerarquías en la Iglesia?
6)
¿Qué sacerdocio instauró Dios con la muerte y
resurrección de Jesús?
7)
¿Cuál es el
“sacerdocio” que el Señor le ha entregado?
8)
¿Cree usted que la Iglesia debe tener “sacerdotes” y
“laicos”?
9)
¿Habló Jesús de
sacerdotes o de discípulos en el Evangelio?
10) ¿Cómo
y cuándo volvió la cristiandad a su cauce original, proclamando el sacerdocio
universal de los cristianos?
11) ¿Estamos los cristianos dispuestos a ejercer
y hacer ejercer verdaderamente la doctrina del sacerdocio universal?
12) ¿Cuál
será el llamado que tiene Dios para su vida en el Cuerpo de Cristo?
13) ¿Cuál
cree usted que es su rol en la Iglesia?
14) ¿Qué
destino deben tener los diezmos?
15) ¿Qué circunstancias han hecho resurgir el
“clericalismo” en las iglesias protestantes?
16) ¿Cómo se puede evitar en la Iglesia el legalismo,
el autoritarismo ético y la tiranía de los ministros?
17) ¿Cómo se puede estimular la práctica del
“sacerdocio universal de los creyentes” para que no sea sólo en una teoría?
18) ¿Cuál fue la respuesta católica a la Reforma
protestante del siglo XVI?
19) ¿Qué dificultades hay para la comprensión del
público del principio reformado de sacerdocio universal de los cristianos?
20) ¿Cómo podría nuestra iglesia promover los
principios de la Reforma protestante?
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