ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO
CAPÍTULO 10
Sargón II (a la derecha) con su hijo el príncipe Senaquerib
en un bajorrelieve de Dur-Sharrukin (Museo del Louvre)
en un bajorrelieve de Dur-Sharrukin (Museo del Louvre)
© Pastor Iván Tapia
“12
Pero acontecerá que después que el Señor haya acabado toda su obra en el monte
de Sion y en Jerusalén, castigará el fruto de la soberbia del corazón del rey
de Asiria, y la gloria de la altivez de sus ojos. / 13 Porque dijo: Con el
poder de mi mano lo he hecho, y con mi sabiduría, porque he sido prudente;
quité los territorios de los pueblos, y saqueé sus tesoros, y derribé como
valientes a los que estaban sentados; / 14 y halló mi mano como nido las
riquezas de los pueblos; y como se recogen los huevos abandonados, así me
apoderé yo de toda la tierra; y no hubo quien moviese ala, ni abriese boca y
graznase.” (Isaías 10:12-14)
El rey asirio estaba totalmente
convencido que en sus manos poseía todo el poder para atacar y dominar a las
naciones. Fue lleno de orgullo y vanidad, altanero y arrogante, pensando que
sus victorias se fundaban en su gran fuerza. Se consideraba muy inteligente al
calcular los planes estratégicos y resultar vencedor. No sabía que en verdad
era Dios quien le había permitido esos triunfos. Se sentía muy orgulloso de
haber derrotado a tantos reyes con su poder militar y valentía. Al vencerlos se
apoderaba de muchas riquezas, como quien se apodera de los huevos de un nido
abandonado.
La mayoría de las personas atribuyen sus
éxitos en la vida a sus propias capacidades e inteligencia y no reconocen el
poder, la soberanía e inteligencia de Dios guiando los pasos de los seres
humanos. Esto se llama orgullo; en este sentimiento no hay humildad ni sumisión
al Señor de todas las cosas. También se puede dar entre creyentes esta actitud
y pensar que nuestros avances y éxitos materiales y espirituales se deben
exclusivamente a nuestras dotes personales. El discípulo de Jesucristo sabe que
nada proviene de sí y que toda cosa buena le ha sido dada por Dios: “16 Amados hermanos míos, no erréis. / 17
Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las
luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” (Santiago 1:16,17)
La altivez de ojos y el orgullo del
corazón son considerados pecado por Dios:
“Altivez de ojos, y orgullo de corazón, Y pensamiento de impíos, son pecado.”
(Proverbios 21:4). Él no aprueba la
altanería: “Al que solapadamente infama a
su prójimo, yo lo destruiré; No sufriré al de ojos altaneros y de corazón
vanidoso.” (Salmos 101:5). Dios
humilla al orgulloso: “Porque tú salvarás
al pueblo afligido, Y humillarás los ojos altivos.” (Salmos 18:27)
La profecía del capítulo 10 de Isaías nos enseña, entre otras cosas, que es necesario comprender que toda buena dádiva proviene de Dios.
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