ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO
CAPÍTULO 1
Isaías es un hombre
educado, lo que se refleja en su estilo y lenguaje poético, como también
dramático de sus escritos. Sin embargo, es capaz de reprender duramente y con
gran vehemencia a esta nación impía, descaminada y rebelde. La dureza con que
el profeta trata a su pueblo, contrasta con mucha de la predicación de hoy, más
complaciente y temerosa de no agradar al oyente:
“2 Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque
habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. / 3
El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no
entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. / 4 ¡Oh gente pecadora, pueblo
cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová,
provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás.” (Isaías 1:2-4)
a)
Dios habla hoy
como ayer.
“2
Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová”
A los cielos y la tierra se dirige, en
verdad es a toda la sociedad, tanto los que están arriba como los de más abajo.
El pecado no es solamente de los delincuentes que por lo general provienen de
las clases más pobres; tampoco es sólo de los ricos que explotan a los pobres y
que especulan con el dinero; tampoco es sólo de los comerciantes que abusan o
de los profesionales que roban o mienten. En verdad el pecado, la desobediencia
a Dios y Su Ley es de toda la sociedad. Todos, creyentes y no creyentes tenemos
que escuchar este llamado profético: “2
Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová”. No es el hombre
que habla sino Dios por medio de él; el Señor utiliza al profeta y a todo
ministro de Dios bien conectado con Él, para hablarnos, mostrarnos nuestra
realidad, quizás reprendernos, enseñarnos o advertirnos.
Recordemos que “16 Toda la
Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instruir en justicia, / 17 a fin de que el
hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16,17)
b)
Dios nos acusa
de rebelión.
“Crié
hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí.”
Nuestro Padre Celestial es Dios, nos
creó y nos trajo a la vida con Amor eterno. A los no creyentes los cuidó, les
puso padres, profesores, familia, amigos y a muchos de ellos los convirtió e
hizo nacer de nuevo. Tanto a creyentes como no creyentes amó y crió Dios. A
ambos engrandeció, de lo contrario no habría grandes hombres y grandes mujeres
ateos y agnósticos; no podemos adjudicar al diablo sus obras científicas, artísticas,
culturales, políticas, históricas, etc. Dios ama a todos los seres humanos y de
uno u otro modo les ayuda, les prospera, los engrandece. Pero particularmente
lo hace con Sus hijos, mas éstos se rebelan contra Él.
Un dicho popular dice “No muerdas a la
mano que te dio de comer”. Si tenemos gratitud con los padres y hacia todos los
que de alguna forma nos han ayudado en la vida, mayor debe ser nuestra gratitud
con Dios. Cada día deberíamos agradecer al Señor Sus muchas bondades y
demostrar esa gratitud además de oraciones con una actitud cambiada hacia Él,
con nuestra actuación acorde a Sus enseñanzas.
Creemos que porque participamos en el
culto, porque ofrendamos dinero a la Iglesia, porque hacemos oración y leemos
mucho la Biblia hasta memorizar algunos textos, entonces somos cristianos
correctos, agradables a Dios y no rebeldes. Pero no es así. Pensar de ese modo
es pensar como fariseos, complacidos de cumplir normas. Dios quiere que le
entreguemos el corazón y que renunciemos a nuestras perversidades, pecados,
manías, egoísmos, malos pensamientos, que cambiemos de adentro. Usted puede no
decir groserías y expresarse muy bien, pero piensa sucio; usted puede aparecer
como una persona intachable, pero envidiar los recursos materiales y económicos
del prójimo, sus cualidades y sus posesiones; usted puede aparecer como muy
espiritual, pero estar lleno su corazón de deseos carnales. Ese cambio profundo
es lo que el Espíritu Santo realizará en su alma si le entrega el corazón,
arrepentido.
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