EPÍSTOLAS DE SAN JUAN
LECCIÓN 7
© Pastor Iván Tapia
Lectura
bíblica: “15
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo,
el amor del Padre no está en él. / 16 Porque todo lo que hay en el mundo, los
deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no
proviene del Padre, sino del mundo. / 17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el
que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (1 Juan 2:15-17)
Idea central: El mundo, un sistema contrario a Dios.
Objetivos:
a) Identificar las
tres enseñanzas que da esta carta
acerca del “mundo”; b) Comprender el significado de mundo, como sistema
material y espiritual que se opone a Dios; c) Identificar en la propia vida las
tentaciones que vienen del mundo; d) Comprender e identificar cuáles son los deseos de la carne; e) Comprender qué
son los deseos de los ojos; f) Entender y apercibirse contra la vanagloria de
la vida; y g) Entender la
fugacidad de la vida y del mundo, preparándose para una eternidad con Dios.
Resumen: Tres
cosas nos enseña San Juan en estos versículos, acerca del mundo: El significado
que tiene para el discípulo; las tentaciones que provienen de él; y su
fugacidad. Todo ello debe invitarnos a: Enfrentarlo con discernimiento;
desarrollar las virtudes básicas para resistir sus tentaciones; y proyectarnos
a la eternidad.
C
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uando escuchamos
esta frase que nos dice “No améis el
mundo”, podemos confundirnos ya que siempre se nos ha enseñado que el
cristiano debe amar a su prójimo y a todo el mundo. El mismo Padre celestial “amó tanto al mundo que dio a Su Hijo
Unigénito...” Entonces pensamos, seguramente la palabra “mundo” se refiere
a cosas diferentes en cada frase.
De todos los
escritores de la Biblia, llamados hagiógrafos, San Juan es quien más utiliza la
palabra “mundo”, en griego “kosmos”. Veremos en esta enseñanza qué nos dice el apóstol del Amor acerca de ella.
¿Qué nos enseña San Juan acerca del
mundo?
1.
Significado del mundo.
“15
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo,
el amor del Padre no está en él.” (1 Juan 2:15)
¿Qué quiere
expresar el apóstol cuando nos dice que no amemos al mundo? ¿Se referirá a los
seres humanos? Nos ordena también no amar las
cosas que están en este mundo. Para comprender esta expresión debemos decir
que la palabra “mundo” en el original griego es “kosmos” κοσμον.
Quien más
utiliza en el Nuevo Testamento la palabra “kosmos” es el apóstol Juan; 82
veces: 58 en su Evangelio, 18 en sus Epístolas y 6 en el libro de Apocalipsis. Mateo
la usa 11 veces; Marcos 3 y Lucas 4 en su Evangelio y 5 en los Hechos. El
apóstol Pablo, a pesar de sus numerosas cartas, la utiliza nada más que 42
veces; Hebreos 8, Santiago 4, Pedro en sus cartas sólo 6 veces.
“Kosmos” se
aplica en tres situaciones:
1)
Al referirse al universo material, esta
tierra. Por ejemplo: “El Dios que hizo el
mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra,
no habita en templos hechos por manos humanas” (Hechos 17:24); “Y les dijo:
Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” (San Marcos 16:15)
2)
Cuando se habla de los habitantes de la
tierra o la raza humana; “En el mundo
estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.” (San Juan 1:10); “16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con
vosotros para siempre: / 17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede
recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora
con vosotros, y estará en vosotros.” (San
Juan 14:16,17)
3)
En la descripción de asuntos mundanos,
como bienes, riquezas, placeres y todo lo que nos aleja de Dios; “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si
ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por
su alma?” (San Mateo 16:26); “3 Como todas las cosas que pertenecen a la
vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el
conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, / 4 por medio
de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas
llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la
corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:3,4)
Tras esta
palabra hay algo más, como tras muchas cosas tangibles hay un mundo intangible.
El kosmos o mundo material es la expresión de un mundo inmaterial, organizado y
poderoso. El “mundo” es un sistema. Desde que nuestros primeros padres se
rebelaron contra Dios, el mundo se volvió hostil a Él: “20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el
disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? / 21
Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la
sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la
predicación.” (1 Corintios 1:20,21).
Por eso la amistad con el mundo es enemistad con Dios: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad
contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye
enemigo de Dios.” (Santiago 4:4).
De allí que Jesús afirme: “...Mi reino no
es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían
para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.” (San Juan 18:36)
Detrás del
sistema llamado por la Biblia “mundo”, hay una mente que lo dirige: “30 Respondió Jesús y dijo: No ha venido
esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros. / 31 Ahora es el juicio de
este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. / 32 Y yo, si
fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. / 33 Y decía esto
dando a entender de qué muerte iba a morir.” (San Juan 12:30-33) El diablo es el “kosmokrator” o “gobernador” de
este mundo: “1 Y él os dio vida a
vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, / 2 en los
cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme
al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos
de desobediencia” (Efesios 2:1,2).
Hay un reino de tinieblas que gobierna el mundo: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra
principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de
este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.”
(Efesios 6:12)
Satanás es el
ser invisible que gobierna el sistema llamado “mundo”. Este es un sistema
ordenado que ya fue juzgado en la cruz: “7
Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera,
el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. / 8 Y
cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. / 9 De
pecado, por cuanto no creen en mí; / 10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y
no me veréis más; / 11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha
sido ya juzgado.” (San Juan 16:7-11)
Es muy necesario
que los cristianos comprendamos que el “mundo” es un sistema diabólico con
poderes invisibles que actúa detrás de muchas acciones humanas, para no caer en
el engaño de las tinieblas. El mundo reúne las fuerzas operativas que se oponen
a la voluntad de Dios. La consecuencia de la desobediencia de Adán fue que el
mundo quedó bajo el dominio de Satanás, quien se convirtió en “el príncipe de
este mundo”, pero se acerca el tiempo en que será regresado a Jesucristo: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo
grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de
nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.” (Apocalipsis 11:15)
Mundo es el
sistema material y espiritual que se opone a Dios.
2. Las tentaciones del mundo.
“16
Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los
ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.” (1 Juan 2:16)
Los deseos de la
carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida son las tres grandes
tentaciones que ejerce el sistema del mundo sobre los creyentes. Tanto en
el relato de la caída de Adán y Eva, como en la narración de la tentación de
Jesús en el desierto, se identifican estos tres elementos.
a)
Caída de Adán y Eva.
Satanás en cuerpo de serpiente habló palabras
aduladoras y engañosas a Eva, desafiándola a no confiar en Dios y haciéndole
creer que el Señor les mentía: “1
Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová
Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis
de todo árbol del huerto? / 2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de
los árboles del huerto podemos comer; / 3 pero del fruto del árbol que está en
medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no
muráis. / 4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; / 5 sino que
sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis
como Dios, sabiendo el bien y el mal.” (Génesis 3:1-5) El diablo la
tentó con la vanagloria de la vida, haciéndole desear ser como Dios,
sabiéndolo todo.
Los deseos de la carne y los
deseos de los ojos se manifestaron al contemplar el fruto prohibido: “6 Y vio la mujer que el árbol era bueno
para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la
sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual
comió así como ella. / 7 Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y
conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se
hicieron delantales.” (Génesis 3:6,7) El resultado de ello fue la
comprensión de que habían actuado en desobediencia, entonces tuvieron
conciencia de bien y mal, y se sintieron culpables. Desde ese momento comenzó a
pesar y actuar la culpa en la relación del ser humano con Dios. Por eso
procuraron esconder su cuerpo de Dios, cubriéndose con hojas de higuera.
b)
Tentación del Señor.
En forma burda
Satanás intentó hacer caer en tentación a Jesús. También lo hizo tocando las
tres debilidades humanas de sensualidad (deseos de la carne), ambición (deseos
de los ojos) y orgullo (vanagloria de la vida). La primera tentación fue en el
área de las necesidades básicas, los deseos de la carne, tratando que no
fuese capaz de auto controlarse: “1
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el
diablo. / 2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo
hambre. / 3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que
estas piedras se conviertan en pan. / 4 Él respondió y dijo: Escrito está: No
sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”
(San Mateo 4:1-4) Jesús le recordó al diablo que la vida es más que
la comida y que podemos alimentarnos con la Palabra de Dios. Lo espiritual está
por sobre lo material.
La segunda
tentación fue dirigida a probarlo en Su vanidad, la vanagloria de la vida, que por cierto no la tenía. Trató de
seducirlo con Su posición de Hijo de Dios y hacer ostentación y mal uso de
ello: “5 Entonces el diablo le llevó a la
santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, / 6 y le dijo: Si eres
Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, En sus manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra.
/ 7 Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.”
(San Mateo 4:5-7)La tentación fue enfrentada por Jesús con la
sabiduría de la Palabra de Dios; Él no puede ser tentado.
Por tercera vez
Satán intentó hacer caer a Jesús: “8 Otra
vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del
mundo y la gloria de ellos, / 9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me
adorares. / 10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al
Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. / 11 El diablo entonces le dejó; y
he aquí vinieron ángeles y le servían.” (San Mateo 4:8-11) La
ambición de poder y dominio sobre muchos, el deseo de tener todo lo que
agrada a los ojos del mundo, estar en un lugar muy alto, con la condición
de servir al diablo y no a Dios, fue rechazada con la humildad y completa
sumisión al Padre, al Único que se debe servir y adorar.
En el relato bíblico Eva
simboliza la debilidad humana. Aparte de ser hombres o mujeres, todos los
cristianos tenemos puntos débiles. Es necesario que los conozcamos, para estar
preparados en el momento que se nos presente "como ángel de luz" la
tentación. Eva estaba propensa a ser tentada y seducida pues llevaba menos
tiempo que Adán en el Edén y tenía una limitada experiencia. Todo discípulo del
Señor tiene en sí mismo un Adán y una Eva. Un Adán ingenuo e irresponsable; una
Eva carnal, ambiciosa y egoísta. Pero también tiene al nuevo Adán, Cristo y sus
virtudes. Eva es nuestro lado débil.
El
versículo que dice “Porque
todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y
la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.” (1 Juan 2:16) nos
advierte acerca de nuestras principales áreas de debilidad a las que el sistema
del mundo nos expone:
a) Los deseos de la carne o sensualidad.
Son los apetitos físicos de todo ser humano, necesidades naturales como el
sexo, el alimento, el descanso. Es lícito satisfacerlos dentro del orden que
Dios ha dado para cada una de esas necesidades, pero otra cosa es el desborde
en la satisfacción y los apetitos desordenados. Eva vio que el árbol era bueno
para comer y se sintió tentada por ese fruto. ¡Cuántas veces nos quedamos
paralizados frente a un “fruto” apetitoso! Pero sabemos reconocer, por el
Espíritu Santo que nos controla, que esa tentación nos lleva al pecado. Hay en
la vida tiempo para comer y también tiempo para ayunar; personas con las cuales
relacionarme sexualmente y personas con las que no debo relacionarme
sexualmente; tiempo para beber y tiempo para pasar sed; tiempo para hablar y
tiempo para callar; etc. no podemos satisfacer desmedidamente los apetitos
carnales ya que la concupiscencia de la carne produce los pecados capitales de
la lujuria (desorden sexual), la gula (desorden alimenticio) y la pereza (desorden
de las acciones).
b) Los deseos de los ojos o ambición.
El deseo ilícito de tenerlo todo para ser admirado, tener posesiones, fama y
poder. Todos necesitamos ciertas cosas y comodidades para vivir en este mundo,
mas eso no significa ambicionar desordenadamente todo tipo de lujos y perder nuestra
paz por alcanzarlos. Es a lo que no ha llevado el amor al dinero y el
consumismo. La llamada concupiscencia de los
ojos produce el pecado capital de la avaricia, que puede derivar en falta
de misericordia, ambición de bienes terrenos, violencia, engaño, fraude,
perjurio, traición.
c)
La vanagloria de la vida o soberbia. Todos necesitamos tener cierto control de la vida y
seguridad en nosotros mismos, mas esto no puede ser superior a Dios. Él
controla nuestra existencia y es el Ser superior. Cuando no existe esa humildad
y hay orgullo en el corazón, el ser humano odia y envidia a todo aquel que
tiene más éxito, ambicionando gloria sólo para sí mismo. La vanagloria u orgullo de la vida produce
los pecados capitales de la soberbia, la envidia y la ira. "Serán abiertos
vuestros ojos" dijo Satanás ocultando a Eva el desastroso resultado que
tendría su decisión, entusiasmada en adquirir conocimiento y ansiosa de
elevarse al rango de dios y acceder a los privilegios superiores.
Necesitamos prevenirnos de
no caer ante las tentaciones del mundo; fortalecernos en cuanto a los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la
vanagloria de la vida. Cuatro grandes virtudes pueden ayudarnos a ser vencedores en esta
lucha: Fe, paz, amor y esperanza:
a) Fe,
para no dudar. Así como Satanás insinuó a Eva "¿con que Dios os ha dicho...?" puede también hacerlo con
nosotros, utilizar pensamientos y palabras tentadoras, utilizando a otras
personas o nuestras propias mentes, disfrazándose "como ángel de luz" (2
Corintios 11:14) El diablo siembra dudas y errores acerca de Dios y Su
Palabra, para que finalmente nos alejemos de Dios y lo neguemos.
b) Paz.
No debemos ser presos de la culpa ni juzgar a otros. Hemos sido perdonados por
Dios en la cruz y cada vez que pecamos y nos arrepentimos “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9)
Es necesario
que, sin dejar de respetar a Dios y Su voluntad, nos alejemos de legalismos y
vivamos guiados por el Espíritu Santo y todo lo que implique Amor genuino para
el Señor y el prójimo. Abandonemos la crítica y el juicio, liberemos al prójimo
y oremos por él.
c) Amor.
En el mundo éramos egoístas y egocéntricos. Ahora el polo de nuestros intereses
está en Dios y el prójimo; ayudar, dar, compadecerse, son las actitudes hacia
las que nos conduce el Espíritu. Si amamos al Señor no querremos ofenderle y
esto nos impulsará al autocontrol de las pasiones. Dominarnos ante la tentación
y resistirla, con la ayuda de Dios, nos trae bienaventuranza: “Bienaventurado
el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba,
recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Santiago 1:12). La oración y el ayuno nos ayudarán a lograr esa
fuerza interior.
d) Esperanza es conocimiento verdadero de Dios y Su voluntad. Todo discípulo
requiere salir de la ignorancia espiritual, nutrirse con la Palabra de Dios y
crecer en visión, para estar alerta y no alimentar los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la
vanagloria de la vida. En otras palabras, evitar caer en pecados tales como: la
soberbia, la ira, la envidia, la ambición, la lujuria, la gula o la pereza y
todos sus derivados.
Si desarrollamos estas
cuatro virtudes básicas, podremos estar firmes contra toda tentación, sea esta
externa o interna, venga esta de la carne, del mundo o de Satanás.
Las
tentaciones del mundo son los deseos de la carne, los
deseos de los ojos y la vanagloria de la vida.
3. La fugacidad del mundo.
“17
Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece
para siempre.” (1 Juan 2:17)
Tengamos en
cuenta que el mundo es pasajero, no estaremos eternamente en esta tierra. En la
eternidad que dura la vida apenas vivimos unos 90 años, lo que es muy poco
comparado con los siglos y eras que nos esperan junto al Señor. El mundo un día
pasará para usted y para mí; más tarde o más temprano llegará la hora en que
las cosas que tanto ha amado, aquello por lo que luchó toda su vida, las
personas que ha querido, por las que ha sufrido y se ha alegrado, ya no estarán
más. No los tendrá a todos cerca de usted en la eternidad y quizás será una
relación muy diferente a la humana. “Todo
pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar...” dice el poeta, cosa que es
muy real.
Mas el apóstol afirma
que el mundo pasa, y sus deseos
porque un día su alma no requerirá comida, bebida, compañía de un hombre o una
mujer, ya no enfermará del cuerpo ni necesitará dormir. No tendrá los deseos
que hoy tiene, como salir a comer y celebrar en un restaurant, de bailar con su
amado/a, de vacacionar, viajar al extranjero, tener un mejor puesto laboral, no
deseará ganar más dinero ni ser aplaudido por sus logros. Como la poeta mística
dirá “Quien a Dios tiene / Nada le falta:
/ Sólo Dios basta” Estará completamente satisfecho/a con la plenitud del
Eterno.
Sí, el mundo pasa, y sus deseos... Y luego el
apóstol Juan lo confronta con lo imperecedero, lo que jamás morirá: “pero el que hace la voluntad de Dios
permanece para siempre.” Todo en esta vida es como las hojas de los árboles
que mueren y caen en otoño, caducas; en cambio quien vive en la voluntad del
Padre es eterno, permanece para siempre, jamás morirá, es perenne; similar a esas
flores que jamás se marchitan y la gente llama “siempre vivas”. Pero aún esas flores
mueren y tienen apariencia de estar vivas. En el caso del discípulo de Jesús
estará fresco, vivo y perfumado por la eternidad. Fresco porque correrá en su
ser el agua de vida que fluye para eternidad; vivo porque poseerá el Espíritu
de Vida; y perfumado pues sus pensamientos, sentimientos y acciones serán un
perfume grato para Dios, cumpliéndose así la Palabra que dice:
“14
Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por
medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. / 15
Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que
se pierden; / 16 a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos
olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?” (2 Corintios 2:14-16)
La fugacidad del
mundo debe llevarnos a desear la eternidad con Dios.
CONCLUSIÓN.
Tres cosas muy importantes nos enseña San Juan en esta carta, acerca del
“mundo” o “kosmos”: 1) El significado de mundo, que es un sistema
material y espiritual que se opone a Dios; 2) Las
tentaciones que vienen del mundo, que son a) Los deseos de la
carne, b) Los deseos de los ojos, y c) La vanagloria de la vida; y 3) La
fugacidad del mundo y de la vida en esta tierra, cosa que debe llevarnos a desear la eternidad con Dios.
PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)
¿Qué aspectos positivos y negativos
ofrece el mundo de hoy?
2)
¿Qué quiere decir San Juan con la palabra “mundo”?
3)
¿Cuáles son las mayores tentaciones que
ofrece el mundo actual a un cristiano?
4)
¿Hasta qué punto debemos poner nuestra
esperanza en esta vida?
5)
¿Por qué cree usted que Satanás tentó
primero a Eva y no a Adán?
6)
¿A qué se refiere la palabra “mundo” en
estos textos: “No améis el mundo”; “Porque de tal manera amó Dios al mundo”;
“Id por todo el mundo y predicad”?
7)
¿Cómo y para qué puede vestirse el
diablo "como ángel de luz"?
8)
¿Qué debemos hacer los discípulos con la
culpa y el juzgar a otros?
9)
¿Cuál es la motivación del cristiano
para el autocontrol de las pasiones?
10) ¿Qué
dice Santiago 1:12 acerca del dominio propio?
11) ¿Qué
prácticas devocionales nos ayudan a lograr fuerza interior para resistir la
tentación?
12) ¿Ha
identificado usted sus puntos débiles?
13) ¿Qué
simbolizan Adán y Eva en nuestras personas?
14) ¿Cómo
podemos ayudar a los discípulos a superar el desorden sexual, el desorden
alimenticio y la pereza?
15) ¿Cómo
imagina la vida eterna con Dios?
16) ¿Mintió
la serpiente cuando dijo a Eva "Serán abiertos vuestros ojos"?
BIBLIOLINKOGRAFÍA.
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“Comentario Exegético Al Texto Griego del Nuevo Testamento –
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https://www.biblegateway.com
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Tapia, Contardo Iván (2006) “La Revelación de los Inicios / Capítulo 4 /
Tentación y Caída /Génesis 3” Iglesia
Cristiana Discípulos de Jesucristo.
·
Häring, Bernhard
(1968) “La Ley de Cristo” Editorial Herder,
Barcelona
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