REFLEXIÓN Nº12
© Pastor Iván Tapia
Contardo
Lectura bíblica: “17 Por la fe Abraham, cuando
fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su
unigénito, / 18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; / 19
pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde,
en sentido figurado, también le volvió a recibir.” (Hebreos 11:17-19)
Idea central: Las promesas de Dios para el
cristiano.
Objetivos: a) Comprender y valorar el llamado y pacto que Dios hizo a Abraham, con
sus repercusiones hoy; b) Comprender y valorar las promesas dadas en el pacto
abrahámico; c) Conocer y creer en la promesa de multiplicación para los
cristianos; d) Conocer y creer en la “porción” prometida a los creyentes; e) Comprender
que el Espíritu desea capacitarnos para reproducirnos espiritualmente; f) Conocer,
creer y recibir la triple bendición de Jesús; y g) Conocer, comprender y
valorar las riquezas espirituales del Evangelio.
Resumen: Abraham recibió de parte de Dios cinco
grandes promesas, constituyéndole en “padre de multitudes”. Del mismo modo se
reflejan en el Nuevo Pacto esas promesas de multiplicación, porción, fertilidad, bendición y riqueza, todas de carácter
espiritual.
A
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braham tenía una profunda relación con Dios, a tal
punto que fue llamado “amigo de Dios”. Él es un modelo de fe para el creyente.
La Palabra dice “Y creyó a Jehová, y le
fue contado por justicia.” (Génesis 15:6)
porque Abraham no desconfió de las promesas del Señor. Entendió que Jehová es
un Dios Único y le adoró, pero también le obedeció. En Su llamado a Abraham, el
Señor le hizo varias promesas.
Dios cumpliría esas promesas si Abraham se comprometía
con Dios a obedecerle y confiar en Él. Este sería su pacto y lo sellaría el
hombre con una señal en su cuerpo: la circuncisión. Qué más íntimo que el
órgano reproductor del varón; si se trataba de multiplicación de generaciones,
entonces llevarían en su miembro esa señal, la que siempre les recordaría el
pacto que hicieron con Jehová:
“9 Dijo de nuevo Dios a
Abraham: En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti
por sus generaciones. / 10 Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros
y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre
vosotros. / 11 Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por
señal del pacto entre mí y vosotros. / 12 Y de edad de ocho días será
circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en
casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu
linaje. / 13 Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu
dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo. / 14 Y el varón
incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella
persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto.” (Génesis 17:9-14)
En el Nuevo Pacto, así como Abraham puso una señal en su
cuerpo, los cristianos llevamos una señal que en cierto modo es visible: el
bautismo. Cuando creímos testificamos ante el mundo que ahora somos hijos de
Dios, bautizándonos para muerte del viejo hombre y nacimiento del hombre nuevo.
En ese sacramento recibimos el Espíritu Santo, somos bautizados en el Espíritu
y Éste ahora vive en nosotros como señal de la presencia de Dios en el
creyente. La señal del pacto de gracia es el Espíritu Santo.
Decíamos que el patriarca Abraham entendió que Jehová
es el Único Dios y le adoró y obedeció. Entonces el Señor le hizo unas
promesas.
¿Qué prometió Dios a Abraham?
1.
Le prometió multiplicarlo.
“1 Era Abram de edad de
noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso;
anda delante de mí y sé perfecto. / 2 Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te
multiplicaré en gran manera. / 3 Entonces Abram se postró sobre su rostro, y
Dios habló con él, diciendo: / 4 He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de
muchedumbre de gentes. / 5 Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será
tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. / 6
Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti.
/ 7 Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en
sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia
después de ti.” (Génesis 17:1-7)
Dios promete multiplicar a Abraham. Si hoy disfrutamos de
la paz que brinda el perdón de Dios, es gracias a la fe de Abraham. Si nuestra
familia es convertida y goza de salvación es a consecuencia de la fe y entrega
de este hombre de Dios, hace 4.000 años. En él serían bendecidas todas las
familias:
“1
Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la
casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. / 2 Y haré de ti una nación
grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. / 3
Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán
benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Génesis 12:1-3)
Al cristiano también el Señor promete multiplicarlo,
porque Dios en Su Amor es multiplicador. Él quiere multiplicar Su Amor en
muchos. Dios nos multiplica en tres aspectos: a) Nos multiplica en virtudes
cristianas; b) Nos multiplica en buenas acciones, en una vida correcta; y c)
Nos multiplica en nuevos creyentes.
2. Le prometió una porción de tierra.
“8 Y te daré a ti, y a tu descendencia después
de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y
seré el Dios de ellos.” (Génesis 17:7)
Dios entregó una porción de tierra a Abraham y su
descendencia, aquella tierra que hoy reclaman los israelitas:
“14
Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y
mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al
occidente. / 15 Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia
para siempre. / 16 Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si
alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será
contada. / 17 Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho;
porque a ti la daré. / 18 Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el
encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová.” (Génesis 13:14-18)
La posesión de una porción de terreno por parte del
pueblo de Dios, es una promesa del Señor a Abraham:
“18 En aquel día hizo Jehová
un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río
de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates; / 19 la tierra de los ceneos,
los cenezeos, los admoneos, / 20 los heteos, los ferezeos, los refaítas, / 21
los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.” (Génesis 15:18-20)
A los cristianos
nos ha prometido una “porción”:
a) Una porción
en la Tierra, nuestra familia convertida a Jesús, “...Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” (Hechos 16:31);
b) Una porción
en la Iglesia, una misión específica, “7
Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de
Cristo. / 8 Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad,
Y dio dones a los hombres.” (Efesios
4:7,8); y
c) Una porción
en la eternidad, “Entonces
el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino
preparado para vosotros desde la fundación del mundo.” (San
Mateo 25:34)
3.
Le
prometió un hijo a Sara.
“15 Dijo también Dios a
Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre. / 16 Y
la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser
madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella. / 17 Entonces Abraham se
postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años
ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir? / 18 Y dijo
Abraham a Dios: Ojalá Ismael viva delante de ti. / 19 Respondió Dios:
Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y
confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después
de él.” (Génesis 17:15-19)
Dios le prometió un heredero a Abraham y Sara. Ambos eran
ancianos y ella estéril. Varias mujeres bíblicas sufrieron este mal: Sara (de
Abraham), Rebeca (de Isaac), Raquel (de Jacob), Ana (de Elcana), Mical (de
David), Elizabet (de Zacarías) y otras. En su mayoría se produce el milagro de
la maternidad, luego de mucha oración, lágrimas y ruegos, triunfando finalmente
la misericordia del Señor.
“1 Después de estas cosas vino
la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu
escudo, y tu galardón será sobremanera grande. / 2 Y respondió Abram: Señor Jehová,
¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese
damasceno Eliezer? / 3 Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he
aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. / 4 Luego vino a él
palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que
te heredará. / 5 Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta
las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. / 6 Y
creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. / 7 Y le dijo: Yo soy Jehová,
que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra.” (Génesis 15:1-7)
Somos pecadores incrédulos, tan estériles, incapaces
de dar fruto, como Sara; mas Dios nos hace fértiles y nos capacita para reproducirnos.
Jesús nos ha prometido: “...Venid en pos
de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.” (San Marcos 1:17). La reproducción que Dios nos promete es
espiritual, por lo menos una persona que será nuestro hijo o hija espiritual y
que continuará nuestra obra. Dios nos promete fertilidad.
4. Le prometió bendecir al primogénito.
“20 Y en cuanto a Ismael, también te he oído;
he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran
manera; doce príncipes engendrará, y haré de él una gran nación. / 21 Mas yo
estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el
año que viene. / 22 Y acabó de hablar con él, y subió Dios de estar con
Abraham.” (Génesis 17:20-22)
A pesar de que Isaac es el “hijo de la promesa”, Dios
que es grande en misericordias y justo, no deja de bendecir al “primogénito”
legal que es Ismael y lo bendice. Prueba de ello es el alto nivel material y
económico del que gozan los pueblos árabes, descendientes de Ismael.
El hijo primogénito en tiempos bíblicos, gozaba de un
gran privilegio y debía ser dedicado a Dios: “Todo primer nacido, mío es; y de tu ganado todo primogénito de vaca o
de oveja, que sea macho.” (Éxodo
34:19) Así Ismael y su descendencia recibieron la bendición del Señor.
El Nuevo Testamento se refiere a los creyentes en
Jesucristo como “a la congregación de los
primogénitos que están inscritos en los cielos” (Hebreos 12:23), similares a aquellos que salieron de Egipto: “Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así:
Israel es mi hijo, mi primogénito.” (Éxodo
4:22). Los que hemos salido del Reino de las Tinieblas para habitar en Luz,
somos seguidores del “primogénito de toda
creación”, Jesucristo (Colosenses
1:15)
El hijo o hija primogénita de una familia, es decir el
mayor es el primer hijo, quien trae gran felicidad al hogar. Los padres nos
alegramos muchísimo cuando tenemos ese primer bebé, le amaremos grandemente
durante toda la vida. Sin embargo también amaremos al siguiente y el más
pequeño también será motivo de mucho cariño. En verdad, los padres amamos a
todos nuestros hijos por igual; cada uno tiene sus encantos para nosotros. A
veces los papás cometen el error de dar preferencia a uno más que a otro –la Biblia
tiene ejemplos de esa peligrosa actitud, como los casos de Jacob y su hijo
José; o Isaac y el mismo Jacob –lo que genera envidias, odios y venganzas en
sus hermanos. El caso de Ismael es el de un niño producto de una relación ajena
al matrimonio, aunque fuera motivada por Sara; entonces el niño fue tratado
como familiar de segunda clase. Esto provocó en el niño y joven después, una
actitud agresiva y odiosa hacia su hermano y descendencia. Pero Dios, siempre
Fiel a Sus promesas, le bendijo.
Como primogénitos del Señor Jesús, somos beneficiados
por las máximas bendiciones de Dios. El Señor nos da una triple bendición: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en
todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” (3 Juan 2). Dios nos regala:
a) Una bendición material y económica, “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en
todas las cosas”
b) Una bendición corporal, “y que tengas salud”, y
c) Una bendición espiritual, la salvación del
alma, “así como prospera tu alma.”
5. Le prometió enriquecer a su nación.
“13 Entonces Jehová dijo a
Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será
esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. / 14 Mas también a la nación
a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. /
15 Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. / 16 Y
en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la
maldad del amorreo hasta aquí.” (Génesis 15:13-16)
Profecía acerca de los 400 años en Egipto.
La mayor riqueza del cristiano no está en esta Tierra
sino en la eternidad: “19 No os hagáis
tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones
minan y hurtan; / 20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el
orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. / 21 Porque donde esté
vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (San Mateo 6:19-21). Las riquezas materiales se corrompen y se
pueden perder fácilmente, en cambio las riquezas espirituales son brillantes y
apreciadas por Dios, se conservan limpias y eternas en el cielo, en la memoria
del Señor.
¿Cuáles son las
riquezas espirituales o los tesoros que podemos acumular en el cielo? Las más
destacables son las siguientes:
a) Compasión, actitudes y acciones
compasivas: “34 Entonces el Rey dirá a
los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para
vosotros desde la fundación del mundo. / 35 Porque tuve hambre, y me disteis de
comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; / 36
estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y
vinisteis a mí.” (San Mateo 25:34,35);
b) Generosidad, conducta generosa: “6 Pero esto digo: El que siembra
escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente,
generosamente también segará. / 7 Cada uno dé como propuso en su corazón: no
con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. / 8 Y poderoso
es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo
siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; /
9 como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para
siempre.” (2 Corintios 9:6)
c) Evangelismo, comunicación del
Evangelio: “14 ¿Cómo, pues, invocarán a
aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?
¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? / 15 ¿Y cómo predicarán si no
fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian
la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Romanos 10:14,15). “El fruto
del justo es árbol de vida; Y el que gana almas es sabio.” (Proverbios 11:30)
CONCLUSIÓN.
El Señor llamó a Abraham e hice un pacto con él,
prometiéndole, si le obedecía y creía en Él: 1) Multiplicarlo; 2) Darle una porción de tierra; 3) Darle un hijo a Sara; 4) Bendecir
al primogénito; y 5) Enriquecer a su nación.
A los cristianos del Nuevo Pacto nos promete: 1)
Multiplicarnos en virtudes, buenas acciones y nuevos creyentes; 2) Darnos una
“porción” en la Tierra (familia convertida), una en la Iglesia (misión) y una en
la eternidad (cielo); 3) Capacitarnos para reproducirnos espiritualmente; 4)
Darnos la triple bendición: económica, salud y salvación; y 5) Darnos las
riquezas espirituales que son la compasión,
la generosidad y el evangelismo.
PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué promesa espero del Señor?
2) ¿Por qué es importante Abraham para mí?
3) ¿Por qué la Biblia dice que en
Abraham serían bendecidas todas las familias de la tierra?
4) ¿De qué modo estoy multiplicando
el Amor de Dios?
5) ¿Cuál es la “porción” que el Señor me ha
dado?
6) ¿Cómo vivo el milagro de la maternidad o paternidad?
7) ¿Me estoy reproduciendo como cristiano/a?
8) ¿Cómo puede una comunidad
cristiana dejar de ser estéril?
9) ¿Qué significado tiene mi hijo/a
primogénito/a?
10) ¿Me siento bendecido/a como primogénito/a
del Señor?
11) ¿Qué
significa para mí cada uno de mis hijos?
12) ¿He cometido el error de dar preferencia a
uno de mis hijos más que a otro?
13) ¿Estoy practicando el ofrecer la triple
bendición de prosperidad, salud y salvación?
14) ¿De qué forma hace mi iglesia tesoros en
los cielos?
BIBLIOLINKOGRAFÍA.
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Rollo
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(2011) “Nuevo Testamento
Interlineal Griego Español” Argentina, Iglesia en Salta, Ministerio Apoyo
Bíblico.
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