LA CASA DEL PAN
REFLEXIÓN Nº5
© Pastor Iván Tapia
Contardo
Lectura
bíblica: “1
¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos juntos en armonía! /
2 Es como el buen óleo sobre la cabeza, El cual desciende sobre la barba, La
barba de Aarón, Y baja hasta el borde de sus vestiduras; / 3 Como el rocío de
Hermón, Que desciende sobre los montes de Sion; Porque allí envía Jehová
bendición, Y vida eterna.” (Salmos
133:1-3)
Idea central: Amarnos los unos a los otros.
Objetivos: a) Aprender a convivir los cristianos como lo enseña el Señor; b) Aprender
a vivir en unidad a pesar de nuestras diferencias; c) Comprender que el Señor
nos ha concedido Su Espíritu Santo para poder amarnos los unos a los otros; d) Construir
y mantener la unidad en la familia y la Iglesia; e) Sujetamos los unos a los
otros, considerándonos miembros del
Cuerpo de Cristo y siendo veraces entre nosotros; f) Cultivar la paz de unos por otros, tolerándonos y confesándonos
para sanidad; g) Tener comunión unos con otros, edificándonos y animándonos en
la unidad; y h) Practicar el amor fraternal los unos por los otros.
Resumen: El Evangelio y la enseñanza apostólica es
pródiga en señalar cómo debemos vivir y propiciar la unidad en la Iglesia, de
lo cual la familia es ejemplo, ya que las relaciones en ella se basan en el
amor. La presente enseñanza toma aquellos textos en que se destaca cómo debe
ser la relación de “los unos con los otros” en cuatro áreas: el corazón, la
conciencia, la mente y el espíritu. La unidad de los cristianos es un anhelo de
Jesús.
E
|
l deseo del Señor es que los hermanos en una familia
se amen, se aprecien, se cuiden, se preocupen unos de otros, que convivan en
armonía. Mayormente los hermanos en la fe; están unidos espiritual y
psicológicamente por el Espíritu Santo, por tanto no pueden ni deben establecer
separaciones, ser fríos, enemistarse ni odiarse. Es bueno para Dios que los
cristianos permanezcamos unidos, pues somos la Familia de Dios.
La oración del Señor la noche en que estuvo
compartiendo por última vez con Sus discípulos, fue por la unidad de ellos y
nosotros: “20 Mas no ruego solamente por
éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de
ellos, / 21 para que todos sean uno;
como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros;
para que el mundo crea que tú me enviaste.” (San Juan 17:20,21)
Dios quiere que las familias estén unidas y a su vez
se unan a otras familias para formar la comunidad de hermanos cristianos. Eso
es la comunidad, la “común unidad”. Lograr la verdadera comunión de espíritus,
ser esa comunidad de “un corazón y un alma” es el mayor desafío para la familia
y la Iglesia. Sólo el amor puede lograr esa unidad. Es necesario que nos amemos
unos a otros. En el Nuevo Testamento aparece 46 veces la expresión “unos a
otros” en forma positiva, refiriéndose al comportamiento que debe haber entre
hermanos cristianos.
¿Cómo se logrará construir y mantener la unidad?
1. EN EL ÁREA DEL CORAZÓN Y LA FE:
a) Sujetarse los unos a los otros.
“Someteos
unos a otros en el temor de
Dios.” (Efesios 5:21) Un corazón que ha creído
en Jesucristo es un corazón que se somete a la autoridad delegada por Dios. Los
más jóvenes en las familias y la Iglesia se someterán a los que tienen más años
y experiencia, a los que han acumulado sabiduría: “Igualmente, jóvenes,
estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los
soberbios, Y da gracia a los humildes.” (1 Pedro 5:5). Nada más desagradable a Dios que el orgullo que cree
que no necesita someterse. La sujeción es vital en la Iglesia para conformar un
solo Cuerpo.
b) Considerarse miembros los unos de los
otros.
Cada familia es una célula
del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Por eso nosotros hablamos de
casa-iglesia o cenáculos. En esa instancia el Señor se manifiesta con Su amor y
sabiduría, allí se desarrolla la verdadera fe. Todos los cristianos
constituimos espiritualmente un solo organismo: “así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en
Cristo, y todos miembros los unos
de los otros.” (Romanos 12:5).
Considérate una prolongación de tu hermano o hermana,
así como la pierna se une al muslo por medio de una coyuntura que es la
rodilla. Los cristianos estamos unidos por nuestras coyunturas o
articulaciones. Las familias son miembros del Cuerpo que es la Iglesia y se
unen unas a otras por las coyunturas que son los ministros y líderes.
c) Ser veraces los unos con los otros.
Para que la fe funcione debe
haber una relación de veracidad, transparencia y honestidad entre los hermanos:
“No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado
del viejo hombre con sus hechos,” (Colosenses 3:9). Así podrá
desarrollarse la fe en sumisión, sujeción, obediencia, fidelidad y
responsabilidad. El máximo desarrollo de la fe nos conduce al compromiso con
Cristo y Su obra.
Si somos sujetos los unos a los otros, considerándonos
miembros del Cuerpo de Cristo y somos verdaderos con nuestro prójimo, se
desarrollará la fe en el corazón de la familia y la Iglesia, conduciéndola a la
unidad de sus miembros.
2. EN EL ÁREA DE LA CONCIENCIA Y LA PAZ:
a) Tener
paz los unos con los otros.
Es imprescindible la paz en
la familia y la comunidad cristiana, si desea vivir feliz y transmitir esa
alegría de vivir en Cristo al resto de la sociedad: “Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con
qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.” (San
Marcos 9:50). Una cristiandad que no vive en paz, que se divide, se critica
entre sí, habla mal de los hermanos y otras comunidades de su fe, es una sal
insípida. El mensaje de Jesús es de paz y perdón, de comprensión y no de
venganza ni de culpabilidades.
b) Tolerarse unos a otros.
Si tenemos la paz en nuestra
conciencia no juzgaremos a otros, ni a nosotros mismos: “Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien
decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.” (Romanos
14:13). Ni juicios ni murmuraciones son adecuadas: “Hermanos, no murmuréis
los unos de los otros. El que
murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley;
pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.” (Santiago 4:11). Debemos recibirnos como
Cristo nos recibió, para gloria de Dios, y evitar quejarnos unos de otros. No
nos constituyamos en jueces pues hay un solo Juez y está a la puerta.
c) Confesarse y orar unos por otros.
Hay muchos aspectos en el
alma que necesitan ser sanados, para lo que es útil la confesión, el abrirse a
un hermano mayor, como al Señor. “Confesaos
vuestras ofensas unos a otros, y
orad unos por otros, para que
seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” (Santiago
5:16). A pesar de que la conciencia fue lavada por la sangre de Cristo de
toda culpabilidad, persisten algunas cuestiones molestándola; la sanidad de
esas heridas, traumas o complejos implica un proceso de sanidad interior guiado
por el Espíritu Santo, a través del tutor.
Si tenemos paz unos con otros, aceptamos nuestras
diferencias y somos capaces de confesar las culpas, se desarrollará la paz en
las conciencias de la familia y la Iglesia, lo que ayudará a la unidad en
Cristo.
3. EN EL ÁREA DE LA MENTE Y LA ESPERANZA:
a) Tener comunión los unos con los otros.
No se puede crecer aislado
del Cuerpo de Cristo; es preciso desarrollarse en comunidad con otros
cristianos. En la familia de Dios se desarrolla integralmente el discípulo: “Y perseveraban en la doctrina
de los apóstoles, en la comunión unos
con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” (Hechos
2:42). En comunidad aprendemos la doctrina, practicamos los valores y
virtudes cristianas, participamos de los sacramentos y oramos los unos por los
otros.
b) Edificarse unos a otros.
La comunión entre hermanos
casi siempre está unida a la alimentación y edificación de la mente con la
Verdad: “La palabra de Cristo more en
abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros
corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.” (Colosenses
3:16). La Palabra en todas sus modalidades de expresión: testimonio,
enseñanza, exhortación, canto, etc. A veces esta Palabra es amonestación, otras
es ciencia o conocimiento y otras consejo. Dice el Espíritu Santo: amonestaros los unos a los otros; exhortaos los unos a los otros cada día para que ninguno de vosotros se
endurezca por el engaño del pecado.
c) Animarse unos a otros.
Para que podamos conocer la
Verdad tenemos que experimentarla en el Cuerpo de Cristo. La familia cristiana
y la Iglesia nos estimulan al amor y a las buenas acciones. En su seno podemos
crecer y ser edificados en la Verdad de Jesús. Sus miembros deben alentarse y
animarse a vivir el Evangelio: “Por
lo cual, animaos unos a otros, y
edificaos unos a otros, así como
lo hacéis.” (1 Tesalonicenses 5:11)
Si tenemos comunión los unos con los otros, si nos
edificamos y alentamos mutuamente, se desarrollará la esperanza en nuestras
mentes a tal punto que estaremos confiados en la Verdad de Jesucristo, la Roca,
y nada ni nadie nos desplazarán de esa posición. Ayudándonos unos a otros en
esta empresa estaremos más unidos y provocaremos la unidad de las familias y la
Iglesia.
4. EN EL ÁREA DEL ESPÍRITU Y EL AMOR:
a)
Ser
hospitalarios los unos con los otros.
Al convertirnos el Señor
puso Su Espíritu Santo en nuestro espíritu y derramó Su amor en el interior.
Tal amor se desarrolla primeramente en devoción a Dios y luego comienza a
expandirse hacia el prójimo: primero la familia, luego los hermanos cristianos,
después el entorno laboral y social, los compañeros de trabajo y estudio, los
vecinos, etc. una expresión de ese amor es la hospitalidad: “Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones.” (1
Pedro 4:9)
b) Saludarse fraternalmente unos a otros.
Como señal de fraternidad
los cristianos se saludaban con un beso. Lo hacían sólo con un hermano o
hermana del mismo sexo y no se saludaba así a los no cristianos. Era una señal
de hermandad. Hoy en día es costumbre saludarse con un beso, sobre todo si se
trata de damas o el joven a un padre o abuelo; es una expresión de cariño y
respeto. Cinco veces menciona esta costumbre cristiana el Nuevo Testamento: “Saludaos los unos a los otros con ósculo santo. Os
saludan todas las iglesias de Cristo.” (Romanos 16:16).
Se le nombra como “ósculo santo”
pues es una acción hecha sin malicia. También se le llama “ósculo de amor”
c) Ser pacientes unos con otros.
El mejor lugar para aprender
el amor y la Gracia es la familia. En ella se practica la comprensión y la paciencia,
una expresión del amor: “4
El amor es sufrido [paciente]...” (1 Corintios 13:4). La
Palabra de Dios nos aconseja ser humildes y mansos, es decir no ser orgullosos,
para bien relacionarse con los hermanos: “con toda humildad y mansedumbre, soportándoos
con paciencia los unos a los
otros en amor,” (Efesios 4:2).
Soportar es sostener al otro sin tener animadversión por él, sino
comprendiéndole.
d) Ser benignos unos con otros.
Otro aspecto del amor es la
“benignidad” que se expresa en la “bondad”. El Espíritu Santo nos insta a tener
sentimientos de benignidad hacia nuestro prójimo, en especial con el hermano: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos,
perdonándoos unos a otros, como
Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:32).
Nos recomienda evitar el pagar
mal por mal. No siempre es fácil proceder de este modo.
e) Servir los unos a los otros.
El Señor ilustró la actitud
que espera de los cristianos, especialmente de los líderes, lavando los pies de
Sus discípulos. Esa actitud humilde de servicio entre los hermanos, es la que
debe prevalecer en la familia y la Iglesia: “Pues
si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis
lavaros los pies los unos a los
otros.” (San Juan 13:14). No debe haber desavenencias en el Cuerpo,
sino que preocuparse los unos
por los otros.
f) Tener amor fraternal los unos con los
otros.
Sobre el amor que deben
prodigarse unos a otros hay más citas que sobre cualquier otro aspecto. Quince
veces se reiteran las palabras de Jesucristo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que
también os améis unos a otros.” (San
Juan 13:34). El amor fraternal es la demostración de que somos discípulos
de Jesús: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis
amor los unos con los otros.”
(San Juan 13:35)
La Palabra nos habla de
preferirnos los unos a los otros; que la única deuda
que tenemos entre nosotros es amarnos con un corazón puro. Si lo hacemos
significa que Dios permanece en nosotros y Su amor se ha perfeccionado en nosotros.
CONCLUSIÓN.
Todo lo que se ha expuesto en esta enseñanza encierra
la voluntad del Señor en cuanto a cómo debemos convivir las familias y todos
los cristianos en general. Vivir en unidad no es algo fácil porque todos somos
diferentes, tenemos defectos, gustos personales y somos pecadores. Pero el
Señor nos ha concedido Su Espíritu Santo para poder alcanzar en parte este
ideal que aquí se nos muestra: “amarnos los unos a los otros”.
Podremos construir y mantener la unidad si: 1) En el
área del corazón y la fe, nos sujetamos los unos a los otros, considerándonos
miembros del Cuerpo de Cristo y siendo veraces
entre nosotros; 2) En el área de la conciencia y la paz, cultivamos la paz de unos por otros, nos toleramos y
confesamos para sanidad; 3) En el área de la mente y la esperanza, teniendo comunión
unos con otros, edificándonos y animándonos en la unidad; y 4) En el área del
espíritu y el amor, ser hospitalarios los unos con los otros, saludándonos fraternalmente,
siendo pacientes y benignos, sirviéndonos y manifestando siempre el amor
fraternal por unos y otros.
PARA
TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué debemos considerar al amonestar a un
familiar o hermano en la fe?2) ¿Cómo se puede estimular la unidad de las familias en la Iglesia?
3) ¿Qué situaciones hacen difícil la unidad en una familia o en una comunidad cristiana?
4) ¿Qué desafío le planteó el sermón?
5) ¿De qué manera está practicando usted la sujeción al Cuerpo de Cristo?
6) ¿Qué diferencias le cuesta a usted aceptar en los demás?
7) ¿Qué práctica, a su juicio, nos permite permanecer firmes en la Roca?
8) ¿Qué aspecto expuesto en esta enseñanza considera usted más difícil de alcanzar?
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