REFLEXIÓN Nº6
© Pastor Iván Tapia
Contardo
Lectura bíblica: “15 Viendo los hermanos de
José que su padre era muerto, dijeron: Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el
pago de todo el mal que le hicimos. / 16 Y enviaron a decir a José: Tu padre
mandó antes de su muerte, diciendo: / 17 Así diréis a José: Te ruego que
perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron;
por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de
tu padre. Y José lloró mientras hablaban. / 18 Vinieron también sus hermanos y
se postraron delante de él, y dijeron: Henos aquí por siervos tuyos. / 19 Y les
respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? / 20 Vosotros
pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos
hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. / 21 Ahora, pues, no tengáis miedo;
yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al
corazón.” (Génesis 50:17-21)
Idea central: Las añadiduras de la salvación.
Objetivos: a) Comprender y valorar lo que Dios ha añadido a nuestra salvación; b)
Apreciar e imitar el testimonio de vida de José, hijo de Jacob; c) Comprender,
valorar y aceptar que el discípulo de Jesucristo es formado en el dolor y probado en la
tentación; d) Comprender, valorar y descubrir que el discípulo es dotado con un
don y una misión especial; y e) Comprender y experimentar el llamado a proteger
y unir la familia.
Resumen: La vida de José es un testimonio de fidelidad
a Dios y a la familia. A través de ese testimonio podemos comprender algunas de
las principales añadiduras de Dios a la vida cristiana: el dolor, la tentación,
el don, la misión y la familia.
C
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reo que los cristianos somos bendecidos desde nuestro
nacimiento. No creo que Dios improvise, Él sabe exactamente quién se convertirá
a Jesucristo en un momento de su vida y quien no lo hará y rechazará para
siempre. Dios sabe qué personas creerán en Él y Su mensaje, le amarán y servirán durante el resto de sus días. Es
como si al nacer trajésemos una marca o señal que Dios puede interpretar. En la
Antigüedad los padres nombraban a sus hijos con un nombre que daba significado
a sus vidas y también a la familia y la sociedad en que vivían. Así sucedió con
José, un niño hebreo, hijo de Jacob y Raquel.
El nombre de José significa “que Él añada” o sea “que
Dios añada”. En hebreo es Yãsaph. Le fue dado ese nombre por su madre Raquel,
dada la petición que ella hizo al Señor: “22
Y se acordó Dios de Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos. / 23 Y
concibió, y dio a luz un hijo, y dijo: Dios ha quitado mi afrenta; / 24 y llamó
su nombre José, diciendo: Añádame Jehová otro hijo.” (Génesis 30:22-24) No tener hijos en esa época era una vergüenza
para la mujer y la familia. Raquel había rogado mucho al Señor hasta que por
fin pudo quedar embarazada y dar a luz a un niño, que sería el muy amado de su
padre.
Puesto que Raquel rogó a Dios que le “añadiera” otro
hijo, pero uno de su misma entraña y no de una de sus sirvientas, cuando nació
el bebé le dio por nombre “que Dios añada”. Y el hijo que tuvo iba a ser uno de
los hombres grandes de Israel, inteligente, bueno, misericordioso, tolerante,
uno que sería capaz de administrar una nación y además, lo más importante,
perdonar las ofensas. La vida de José es un ejemplo para todo cristiano en
diversos aspectos, pero también es un ejemplo de cómo debemos comportarnos los
hijos de Dios con nuestros seres queridos. Dios no sólo añadió un hijo a Raquel
y Jacob, sino que añadió hermosas virtudes a su hijo José. Su corazón y fe
fueron probados en medio de dolorosas circunstancias y en ellas se desarrolló
la misión que Dios le había asignado para con la sociedad y su propia familia.
Dios nada hace sin un propósito y añade bendición tras
bendición: “La bendición de Jehová es la
que enriquece, Y no añade tristeza con ella.” (Proverbios 10:22). Quien busca como prioridad las cosas de Dios,
recibe por añadidura la satisfacción de sus necesidades más básicas: “Mas buscad el reino de Dios, y todas estas
cosas os serán añadidas” (San Lucas
12:31). Todo lo que sucede a un cristiano es una añadidura Divina, una
circunstancia que le ayudará en su camino de crecimiento, en cambio para el no
cristiano es un dolor sin sentido: “28 Y
sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es,
a los que conforme a su propósito son llamados. / 29 Porque a los que antes
conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de
su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:28,29).
La palabra “añadidura” significa anexo, secundario o
en adición a algo. Como discípulos hemos recibido la salvación eterna de
nuestras almas por medio del sacrificio de Jesucristo en la cruz. Esta
salvación implica: a) El perdón de los pecados; b) La vida nueva con la
renovación de nuestro entendimiento; y c) La recepción del Espíritu Santo que habita,
regenera, convence, guía, enseña, da poder y santifica. Pero además, el
discípulo recibe de Dios
algunas importantes añadiduras, las que se pueden observar en la vida de José.
¿Qué añadiduras recibe el discípulo de Jesucristo?
1. Es formado
en el dolor y probado en la tentación.
a) Formado
en el dolor.
José fue formado en el dolor. Su padre Jacob tenía 90
años cuando él nació y fue, como hermano más pequeño, aparte de Benjamín, su
favorito, lo que provocó la envidia de sus hermanos. A tal punto llegó su
encono contra José, que quisieron darle muerte pero finalmente lo vendieron a
una caravana de mercaderes que se dirigía a Egipto. En Egipto fue comprado por
Potifar, oficial de la guardia de Faraón: “Y
los madianitas lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial de Faraón, capitán de
la guardia” (Génesis 37:36)
Este hombre escogido por Dios, pues desde pequeño el
Señor le revelaba en sueños, sufrió la envidia y el odio de sus hermanos. Ese dolor
fortalecería su fe y esperanza en Dios: “Mas
el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después
que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme,
fortalezca y establezca.” (1 Pedro
5:10)
El dolor es una “añadidura” a nuestra salvación,
necesario para el perfeccionamiento de nuestro ser cristiano.
b) Probado
en la tentación.
José fue probado en la tentación. La esposa de Potifar
intentó seducirlo pero él huyó de la tentación. La mujer, despechada, mintió
acusándole falsamente y fue encarcelado: “19
Y sucedió que cuando oyó el amo de José las palabras que su mujer le hablaba, diciendo:
Así me ha tratado tu siervo, se encendió su furor. / 20 Y tomó su amo a José, y
lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la
cárcel.” (Génesis 39:19,20)
La tentación a pecar, a no hacer la voluntad de Dios,
está siempre a la puerta. Somos tentados por nuestra propia concupiscencia o
debilidad carnal y también por los demonios a: 1) Actuar con soberbia; 2) Tener
envidia de los éxitos de otros; 3) Actuar con ira y rencor cuando algo no nos
agrada; 4) Ser avaros y no compartir las
bendiciones materiales; 5) Ser lujuriosos, sucios de pensamiento, adúlteros,
fornicarios; 6) No dominar la gula, intemperantes
y viciosos; o 7) dejarnos dominar por la pereza o la acidia. El consejo de Dios
es: a) Orar, “Velad y orad, para que no
entréis en tentación; el
espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (San Mateo 26:41); b) Resistir la
prueba, “Bienaventurado el varón que
soporta la tentación; porque
cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha
prometido a los que le aman.” (Santiago
1:12)
La tentación es una “añadidura” a nuestra salvación,
necesaria para desarrollar templanza.
2. Es dotado con un don y una misión especial.
a) Un
don especial.
José tenía un don especial. Estando en la cárcel
interpretó los sueños del copero y panadero de Faraón, encarcelados con él: “Ellos le dijeron: Hemos tenido un sueño, y
no hay quien lo interprete. Entonces les dijo José: ¿No son de Dios las
interpretaciones? Contádmelo ahora.” (Génesis
40:8)
Descubrir el don específico que el Espíritu Santo nos
ha entregado es muy importante para trabajar en la Iglesia. Dios nos ha dado a
cada uno un don para servirlo: “6 De
manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el
de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; / 7 o si de servicio, en
servir; o el que enseña, en la enseñanza; / 8 el que exhorta, en la
exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el
que hace misericordia, con alegría.” (Romanos
12:6-8)
El don es una “añadidura” a nuestra salvación,
necesario para ser útiles en la Obra de Dios.
b) Una
misión especial.
José tenía una misión especial. Tiempo después
interpretó un sueño del Faraón, anunciando siete años de prosperidad y siete de
hambre, lo que significó que le liberaran de la cárcel y lo ascendieran a
primer ministro del reino: “38 y dijo
Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté
el espíritu de Dios? / 39 Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber
todo esto, no hay entendido ni sabio como tú. / 40 Tú estarás sobre mi casa, y
por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor
que tú.” (Génesis 41:38-40)
Cuando hubo hambre en el reino, llegaron los hermanos
de José para comprar alimentos, y éste trató de tal modo con ellos para que se
arrepintieran. No le reconocieron hasta que él se lo manifestó: “4 Entonces dijo José a sus hermanos:
Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro
hermano, el que vendisteis para Egipto. / 5 Ahora, pues, no os entristezcáis,
ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió
Dios delante de vosotros. / 6 Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de
la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá arada ni siega. / 7 Y
Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra,
y para daros vida por medio de gran liberación. / 8 Así, pues, no me enviasteis
acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de
toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto.” (Génesis 45:4-8)
Jacob y toda su familia emigraron a Egipto y se
estableció en la tierra de Gosén bajo la protección de Faraón y de José: “5 Entonces Faraón habló a José, diciendo:
Tu padre y tus hermanos han venido a ti. / 6 La tierra de Egipto delante de ti
está; en lo mejor de la tierra haz habitar a tu padre y a tus hermanos; habiten
en la tierra de Gosén; y si entiendes que hay entre ellos hombres capaces,
ponlos por mayorales del ganado mío.” (Génesis
47:5,6)
En su lecho de muerte el padre de José bendijo a los
hijos de éste y a cada uno de sus doce hijos, los que conformarían después las
12 tribus de Israel. A José bendijo así: “22
Rama fructífera es José, Rama
fructífera junto a una fuente, Cuyos vástagos se extienden sobre el muro. / 23
Le causaron amargura, Le asaetearon, Y le aborrecieron los arqueros; / 24 Mas
su arco se mantuvo poderoso, Y los brazos de sus manos se fortalecieron Por las
manos del Fuerte de Jacob (Por el nombre del Pastor, la Roca de Israel), / 25 Por el
Dios de tu padre, el cual te ayudará, Por el Dios Omnipotente, el cual te
bendecirá Con bendiciones de los cielos de arriba, Con bendiciones del abismo
que está abajo, Con bendiciones de los pechos y del vientre. / 26 Las
bendiciones de tu padre Fueron mayores que las bendiciones de mis progenitores;
Hasta el término de los collados eternos Serán sobre la cabeza de José, Y sobre
la frente del que fue apartado de entre sus hermanos.” (Génesis 49:22-26)
La misión de José fue administrar exitosamente los
bienes agrícolas de Egipto en tiempos de abundancia y carencia; y adelantarse a
su familia para salvarlos de la hambruna y así preservar la simiente de Cristo,
pues de una de las tribus de Jacob vendría el Mesías.
Todo discípulo
tiene una misión que cumplir. Ésta se va desvelando paulatinamente a través de
la vida cristiana. En el caso de Pablo fue revelar los misterios del Evangelio:
“8 A mí, que soy menos que el más pequeño de
todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el
evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, / 9 y de aclarar a todos
cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que
creó todas las cosas” (Efesios 3:8,9). Todos los apóstoles tuvieron la
misión general de todo cristiano: “19 Por
tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; / 20 enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo. Amén.” (San
Mateo 28:19,20).
Un don es una capacidad. Una misión es un encargo o
comisión a cumplir. La misión dada por el Señor a un discípulo puede requerir
de más de una capacidad. Un don no tiene tiempo, en cambio una misión es un
encargo para un tiempo determinado. Toda misión tiene una base bíblica. En mi
caso así entiendo hoy mi misión: “4 Y sabréis que yo os envié este mandamiento,
para que fuese mi pacto con Leví, ha dicho Jehová de los ejércitos. / 5 Mi
pacto con él fue de vida y de paz, las cuales cosas yo le di para que me
temiera; y tuvo temor de mí, y delante de mi nombre estuvo humillado. / 6 La
ley de verdad estuvo en su boca, e iniquidad no fue hallada en sus labios; en
paz y en justicia anduvo conmigo, y a muchos hizo apartar de la iniquidad. / 7
Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el
pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos.” (Malaquías
2:4-7) Es el llamado de Dios a ser un sacerdote que transmite Su Palabra, ser
un pastor de almas.
La misión es una “añadidura” a nuestra salvación,
necesaria para cumplir el propósito de Dios.
3. Es llamado a proteger y a unir la familia.
A la muerte de Jacob, los hermanos de José temieron
que él les trataría mal, pero José estuvo dispuesto a amarles: “15 Viendo los hermanos de José que su padre
era muerto, dijeron: Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el
mal que le hicimos. / 16 Y enviaron a decir a José: Tu padre mandó antes de su
muerte, diciendo: / 17 Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad
de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te
rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José
lloró mientras hablaban. / 18 Vinieron también sus hermanos y se postraron
delante de él, y dijeron: Henos aquí por siervos tuyos. / 19 Y les respondió
José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? / 20 Vosotros pensasteis mal
contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para
mantener en vida a mucho pueblo. / 21 Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os
sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al
corazón.” (Génesis 50:17-21)
Los hermanos de José temieron que al morir su padre les
aborrecería y se vengaría de ellos. Entonces le recordaron lo que Jacob les
había encargado, que le dijeran a él que perdonara su maldad y pecado. José
lloró mientras hablaban, vino a su memoria todo el sufrimiento que debió vivir
cuando le arrojaron al pozo, cuando le vendieron como esclavo, cuando fue
humillado en casa de Potifar y luego encarcelado. Pero también lloró porque lo
separaron de su amado padre Jacob y, a pesar de todo, amaba a su familia. La nobleza
del corazón de José, como la nobleza de Jesús con los pecadores, quedó
retratada en la respuesta que dio a sus hermanos: “No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? / Vosotros pensasteis mal
contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para
mantener en vida a mucho pueblo. /
Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros
hijos.”
El corazón de
José era sabio, lleno de amor misericordioso y fraternal, estaba dispuesto a
perdonar, tal como Dios nos enseña: “21
Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi
hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? / 22 Jesús le dijo: No te digo hasta
siete, sino aun hasta setenta veces siete.” (San Mateo 18:21,22)
El Señor quiere que la familia cristiana viva en mutua
tolerancia, desarrollando virtudes como: a) Perdón; b) Amor filial; c) Amor
fraternal; d) Amor misericordioso; e) Sabiduría; f) Unidad.
El llamado a proteger y unir la familia es una
“añadidura” a nuestra salvación, necesaria para fortalecer el testimonio y
cumplir el eterno propósito de Dios, que es formar una Familia eterna en los
cielos.
CONCLUSIÓN.
Una añadidura es algo que se agrega a algo que es más
importante. En relación a nuestra relación con Dios, lo más importante es la
salvación que hemos alcanzado en Cristo crucificado y resucitado. Mas a esa
salvación Dios ha añadido algunas cosas que podemos ver reflejadas en el
testimonio de vida de un hombre llamado José. Así el discípulo de Jesucristo,
además de ser salvo: 1) Es formado en el
dolor y probado en la tentación; 2) Es dotado con un don y una misión especial;
y 3) Es llamado a proteger y a unir la familia.
PARA
TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué añadidura ha vivido usted en su vida
cristiana?
2) ¿Cuál es para usted el más importante
legado de Jesucristo?
3) ¿Qué lección deja la vida de José?
4) ¿Qué significa que “el discípulo de
Jesucristo es formado en el dolor” y
cómo lo ha experimentado?
5) ¿Cuáles son las tentaciones actuales que
sufren los cristianos?
6) ¿Qué dones identifica en esta iglesia?
7) ¿Cuál es la misión especial que Dios le ha
dado?
8) ¿Cómo podemos proteger y unir a nuestras
familias?
9) ¿Qué hizo que José fuera capaz de perdonar
a sus hermanos?
10) ¿Qué similitudes hay entre José y
Jesucristo?
11) ¿Cómo podemos dejar de: Actuar con
soberbia; tener envidia de los éxitos de otros; actuar con ira y rencor cuando
algo no nos agrada; ser avaros y no
compartir las bendiciones materiales; ser lujuriosos, sucios de pensamiento,
adúlteros, fornicarios; ser dominados
por la gula, intemperancia y vicios, o por la pereza o la acidia?
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