NEUMATOLOGÍA
LECCIÓN 2
Lectura bíblica: “10 Y es necesario que el evangelio sea
predicado antes a todas las naciones. / 11 Pero cuando os trajeren para
entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo
que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que
habláis, sino el Espíritu Santo.” (San Marcos 13:11)
Idea central: El Espíritu Santo conduce a la
salvación.
Objetivos: a) Comprender que el Espíritu Santo conduce al
pecador a la salvación; b) Comprender y valorar que el Espíritu Santo actúa
como testigo de Jesucristo; c) Comprender que el Espíritu Santo nos convence de
pecado; d) Comprender que el Espíritu
Santo nos hace declarar a Jesucristo como nuestro Señor: e) Estar conscientes de la Presencia y acción del Espíritu Santo cuando
evangelizamos; f) Apreciar el trabajo del Espíritu Santo dándole gracias a Dios
por ello; g) Orar cada vez que predicamos el mensaje del Evangelio, para que el
Espíritu Santo ponga Sus Palabras en nuestra boca, convenza de pecado, guíe al
arrepentimiento al pecador y conduzca a su salvación en Cristo.
Resumen:
El Espíritu Santo, como Tercera Persona de la Trinidad, está muy interesado en
la salvación de las almas y Su rol es conducirlas al Salvador y Señor
Jesucristo, para lo cual actuará como Testigo de Jesucristo, le convencerá de
pecado y llevará a reconocer a Jesucristo como Salvador y Señor.
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l Espíritu Santo no es una
“energía” irracional ni mágica, algún fluido de la naturaleza u otra fuerza
cósmica. No, el Espíritu Santo es una Persona de la Santísima Trinidad. Como
Persona, piensa, siente, actúa, tiene voluntad y todas las facultades de la
persona desarrolladas a su grado máximo y en términos positivos.
Por ser parte de Dios actúa en
consonancia con el Padre y el Hijo. Nada hace en contra de Ellos sino que les apoya
y Su acción es acorde a los planes Divinos. Ninguna de las Tres Personas de la
Trinidad procede en forma independiente ni contradictoria a los Otros, ya que
conforman un solo Dios.
El Espíritu de Dios está tan
interesado como el Padre y el Hijo, en la conversión de las almas, su salvación
eterna y su santificación. Por tanto procurará hacer todo lo posible para que
los pecadores incrédulos reconozcan su pobre condición, conozcan el destino
horrible que les espera si no cambian de actitud, se arrepientan de sus
pecados, conozcan la Persona de Jesucristo como Salvador y Señor, y entreguen
sus vidas a Él. De tal modo que tomará al incrédulo y le conducirá a la
salvación, utilizando la Palabra de Dios en boca de Sus ministros y fieles.
¿Por qué decimos que el Espíritu
Santo nos conduce a la salvación?
- Porque el Espíritu Santo actúa como testigo de Jesucristo.
“26 Pero cuando venga el Consolador, a
quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del
Padre, él dará testimonio acerca de mí.” (San Juan 15:26)
El
Maestro prometió un Espíritu al que llamó “el Consolador” pues traería consuelo
a todo cristiano en las penas diarias, en la persecución, en la soledad, las
burlas, el hambre, en fin toda circunstancia difícil, toda prueba. Dijo que ese
Consolador lo enviaría cuando regresara con el Padre. Tal Espíritu es
verdadero, no es falso, es de Dios y transmite la Verdad de él. Este Espíritu
Santo dará testimonio de Jesucristo. Testificar es declarar una cosa asegurando
su veracidad por haber sido testigo de ello; también es probar algo mediante
testigos o documentos auténticos. Como Persona de la Trinidad, el Espíritu
Santo atestigua la veracidad de Jesucristo y el Evangelio. Sin el testimonio
del Espíritu no se nos revelaría Jesucristo.
Decimos que el Espíritu Santo
nos conduce a la salvación porque el Espíritu Santo actúa como testigo de
Jesucristo. Al creer en el testimonio de Jesús, que dio Su vida por la
Humanidad, que es el Hijo de Dios y que en Él tenemos salvación, comenzamos a conocer
y creer en Jesús como el Salvador “Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (San Juan 3:16)
Cuando alguien escucha el mensaje del
Evangelio, de inmediato el Espíritu Santo se pone en acción y habla al corazón
de esa persona, toca su entendimiento, sensibiliza su alma al mensaje de Dios;
actúa como Testigo de Jesucristo. El Espíritu Santo estuvo desde el principio
de los tiempos: estuvo en la creación del mundo; estuvo en los cielos cuando se
determinó que el Hijo vendría a redimir a la Humanidad; estuvo cuando fue
concebido Jesús en el vientre de María; estuvo cuando Jesús fue bautizado; fue
Testigo de la muerte y resurrección de Jesús, como lo asegura el apóstol Juan: “6 Este es Jesucristo, que vino mediante
agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el
Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. / 7 Porque
tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu
Santo; y estos tres son uno. / 8 Y tres son los que dan testimonio en la
tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan” (1 Juan 5:6-8) El verso 7 fue agregado
por algún copista de los siglos XV o XVI y correspondió a una interpretación al
margen. Aún así, podemos decir que el Espíritu sí es un Testigo celestial, como
Persona de la Trinidad. Pero también es un Testigo terrenal, en el sentido que
Él estuvo presente en cada uno de los actos de Jesús.
El Espíritu Santo, el agua y la sangre
que brotaron del costado de Jesús al ser atravesado por la lanza del soldado,
dan testimonio del acto redentor de Jesucristo: “33 Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le
quebraron las piernas. / 34 Pero uno de los soldados le abrió el costado con
una lanza, y al instante salió sangre y agua. / 35 Y el que lo vio da
testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que
vosotros también creáis.” (San Juan
19:33-35)
- Porque el Espíritu Santo nos convence de pecado.
“7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que
yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si
me fuere, os lo enviaré. / 8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado,
de justicia y de juicio.” (San Juan 16:7,8)
Jesús
explicó a Sus discípulos que era conveniente que Él les dejara, pues así sería
posible que el Espíritu Consolador viniera a ellos. En ese tiempo el
Espíritu les hablaba por medio de Jesús,
de un modo externo; cuando viniese a ellos, sería Jesús mismo habitando dentro
de ellos. Les dijo que cuando el Espíritu Santo viniera les convencería de
pecado, de justicia y de juicio.
El
Espíritu Santo nos da a conocer que somos pecadores. Si Él no cumpliera esa
función, nuestro orgullo y vanidad nos impediría ver y reconocer nuestra
condición de pecadores.
El
Espíritu Santo muestra la justicia de Dios para con el ser humano. Jesucristo
murió por el Hombre para que la justicia de Dios fuera cumplida: el pecado del
ser humano debía recibir el justo castigo de Dios. Jesucristo tomó sobre Sí ese
castigo, cumpliendo la justicia que requeríamos: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que
nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2 Corintios 5:21)
El
Espíritu Santo convence al humano sobre el juicio que recae sobre el hombre por
su pecado. Debemos diferenciar “pecado” en singular, de “pecados” en plural; el
primero es la raíz de todos nuestros males, el pecado inicial, que es la
desobediencia y rebelión contra Dios. Este pecado encierra en sí mismo la
incredulidad para con Dios. La raíz de todos los “pecados” es la desobediencia
al Señor. Pecados como el adulterio, la ira, la mentira, el robo, el asesinato,
el odio, etc. tienen su origen y son sólo expresión del “pecado” original: el
desprecio por la voluntad de Dios, la desobediencia.
Decimos que el Espíritu Santo
nos conduce a la salvación porque el Espíritu Santo nos convence de pecado. Al
ser convencidos por el Espíritu que somos pecadores, nos sentimos tristes y
avergonzados por haber ofendido a Dios.
Cuando una persona escucha el
mensaje del Evangelio, el Espíritu trabaja con la Palabra de Dios en la
conciencia de éste y le da argumentos que le convencen que él es un pecador,
que debe arrepentirse de sus pecados, pedir perdón y volverse a Dios.
- Porque el Espíritu Santo nos hace declarar a Jesucristo como nuestro Señor.
“3 Por tanto,
os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a
Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.” (1 Corintios 12:3)
Si alguien es inspirado por el
Espíritu Santo es imposible que diga palabras insultantes contra Jesucristo o
lo trate de maldito. El Espíritu y Jesús están de acuerdo pues ambos son parte
de la Santísima Trinidad. De igual modo, para que una persona llame Señor, es
decir Dueño o Gobernante de su vida, es necesario que el Espíritu Santo se lo
revele. Esto es porque siempre el Espíritu de Dios querrá que los seres humanos
reconozcan a Jesús como Señor y se le sometan. La sumisión a Cristo, el
reconocimiento de Su Señorío sobre nosotros, es el primer paso en la salvación
del alma. El Espíritu nos convence de pecado y nos lleva a arrepentirnos y
reconocer que Jesucristo es nuestro Señor y Salvador. Sin el Espíritu Santo
esto no es posible. Sin la intervención del Espíritu de Dios no hay salvación.
Decimos que el Espíritu Santo
nos conduce a la salvación porque el Espíritu Santo nos hace declarar a Jesucristo como nuestro Señor. Al
hacerlo le entregamos la vida y nos transformamos en siervos de Él, dispuestos
a obedecerle y cumplir Su voluntad.
Al escuchar el mensaje de Jesucristo, el
Espíritu Santo mueve al oyente a reconocer a Jesús como su Señor y Salvador. El
Señorío de Jesucristo es evidente en el Evangelio y la necesidad de que la
persona se someta completamente a Su autoridad, para entrar en el Reino de Dios
y comenzar a vivir bajo Su gobierno. En verdad este es el sentido de la frase
del Padrenuestro que dice: “Venga tu
reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” (San Mateo 6:10) El propósito del
evangelismo finalmente es que la persona salve su alma de la eterna condenación
y se someta a Jesucristo como Señor. La sumisión al Señor es la actitud básica
de un verdadero discípulo de Jesucristo.
ENSEÑANZAS
DE VIDA:
1) Estar conscientes
de la Presencia y acción del Espíritu Santo cuando evangelizamos.
2) Apreciar el trabajo
del Espíritu Santo dándole gracias a Dios por ello.
3) Orar cada vez que
predicamos el mensaje del Evangelio, para que el Espíritu Santo ponga Sus
Palabras en nuestra boca, convenza de pecado, guíe al arrepentimiento al
pecador y conduzca a su salvación en Cristo.
CONCLUSIÓN.
Decimos que el Espíritu Santo
nos conduce a la salvación porque: 1) El Espíritu Santo actúa como testigo de
Jesucristo; 2) El Espíritu Santo nos convence de pecado; y 3) El Espíritu Santo
nos hace declarar a Jesucristo como
nuestro Señor.
PARA TRABAJAR
EN EL CENÁCULO:
1) ¿En qué momentos usted evangeliza?
2)
¿Es siempre consciente de la presencia y acción del
Espíritu Santo en su vida?
3)
¿Da gracias a
Dios cada día por la ayuda del Espíritu Santo?
4) ¿Acostumbra orar antes de predicar el Evangelio?
5) ¿Está actualmente
conduciendo a personas a la salvación en Cristo?
6) ¿Por qué se dice
que el Espíritu Santo actúa como testigo de Jesucristo?
7)
¿Qué significa para usted que Jesucristo sea su Señor?
8)
¿Por qué la
sumisión al Señor es tan importante para ser un discípulo de Jesucristo?
9)
¿Por qué es
importante que demos a conocer a Jesucristo a familiares y amigos?
10)
¿Qué debemos
enseñar a las personas principalmente sobre el Espíritu Santo?
11)
¿Qué pecado está
a la base de todos mis pecados y cómo podemos combatirlo?
12)
¿Ha descubierto
usted cuáles son sus pecados o debilidades más fuertes?
BIBLIOLINKOGRAFÍA.
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Reina, Casiodoro de (1960). “La
Santa Biblia” Estados Unidos: Broadman
& Holman Publishers.
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MacArthur, John.
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(1960).
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·
Rizo Martínes,
José L. “Diccionario Bíblico”
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·
(1966, 1970, 1979, 1983, 1996) “Dios
habla hoy” ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, Disponible en: https://www.biblegateway.com/versions/Dios-Habla-Hoy-DHH-Biblia/
·
Apuntes de clases de Neumatología del profesor Rvdo.
David King, Seminario Teológico De La Gracia, Chile, noviembre de 2008.
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