PALABRAS DE GRACIA
VIII PARTE
Pastor Iván Tapia Contardo
Lectura
bíblica:
“1 Por lo cual eres inexcusable, oh
hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te
condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. / 2 Mas sabemos que
el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. / 3 ¿Y
piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo,
que tú escaparás del juicio de Dios? / 4 ¿O menosprecias las riquezas de su
benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al
arrepentimiento? / 5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido,
atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo
juicio de Dios, / 6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: / 7 vida
eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e
inmortalidad, / 8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a
la verdad, sino que obedecen a la injusticia; / 9 tribulación y angustia sobre
todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, /
10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente
y también al griego; / 11 porque no hay acepción de personas para con Dios.” (Romanos 2:1-11)
Objetivos: a) Estar preparados para el día del juicio de Dios; b) Conocer las características
del juicio divino; c) Comprender que sólo Dios tiene derecho a juzgar; d) Asimilar
y prepararse para el inevitable juicio de Dios; 3) Comprender y enseñar que el
juicio es primero de nuestro corazón e invita al arrepentimiento; 4) Comprender
que el juicio de Dios es de nuestras obras; y 5) Comprender que será un juicio
sin privilegios.
Resumen:
Todos los seres humanos, cristianos y no cristianos, un día seremos sometidos
al juicio de Dios. Unos serán aprobados, otros reprendidos, algunos
galardonados y otros condenados, sea ante el gran trono blanco o en el tribunal
de Cristo. Nadie escapará a este juicio, aún cuando los cristianos ya hemos
sido juzgados en la cruz en la Persona de Jesucristo.
S
|
ólo de escuchar la palabra “juicio” nos
estremecemos. Nadie quiere comparecer ante un juez, menos ante el juicio de
Dios. Se nos aparece en la mente la imagen de un Ser severo que nos examinará
de acuerdo a un código de leyes igualmente severo y de alta exigencia. Desde
pequeños escuchamos los 10 Mandamientos de Dios, por lo menos así es en el
mundo occidental, y de seguro en otras culturas también hay una Ley similar y
tan exigente como la nuestra. Un Dios que juzga, dicta el veredicto, condena y
castiga.
Esta es la imagen que la mayoría de las
personas tiene de Dios. Incluso hacen una diferencia entre el Dios del Antiguo
Testamento y el del Nuevo Testamento, como si fuesen distintos dioses, aunque
en verdad es el mismo Dios que nos enseña Su voluntad y nos demuestra cuán
pecadores somos, para luego decirnos que nos ama, paga Él mismo el precio de
nuestras faltas, es decir recibe sobre Sí el castigo, y nos perdona para
siempre.
El juicio de Dios caerá sobre toda la
Humanidad, pero ya se cumplió para todos los que han creído en Su Hijo. El
juicio de Dios para los cristianos se efectuó en la cruz; para los no
cristianos se ejecutará al final de los tiempos en el juicio del gran trono
blanco. ¿Es correcto juzgar a otras personas? ¿Qué quiere Dios que hagamos con
el juicio que tan pronto acude a nuestra mente y labios? ¿Cómo nos juzgará
Dios? ¿A quiénes juzgará? ¿Cuándo lo hará? Todas estas preguntas quisiéramos
responder, pero las resumiremos en una sola:
¿Cómo es el
juicio de Dios?
1. Un
juicio que sólo hace Dios.
¿Es correcto juzgar a otros?
“1
Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas;” (Romanos 2:1)
¿Por qué somos tan dados a juzgar a nuestros prójimos? Siempre
estamos de algún modo poniendo en el banquillo de los acusados a quienes nos
rodean. Juzgamos a nuestros padres cómo nos criaron, lo que hicieron de más o
lo que no hicieron; juzgamos a nuestros hermanos por el camino que siguieron en
la vida; que si los demás son muy materialistas o demasiado espirituales. Y les
ponemos apodos acorde a esos juicios. Juzgamos a los vecinos, a los compañeros
de trabajo, a las autoridades, en fin a todo el mundo. Puede que no lo hagamos
en voz alta siempre, pero lo pensamos. El juicio es un mal que llevamos dentro
y nos cuesta mucho superar. No me considero distinto de otros en este aspecto.
También como pastor suelo juzgar a otros pastores y a mis hermanos. Es
realmente algo muy duro tener esta conciencia legalista, exigente y tan poco
misericordiosa. No debiera ser un esfuerzo el dejar de juzgar ni siquiera una
acción muy pensada, sino que debiese ser nuestra naturaleza, sin mayor sacrificio
ni dolor, no juzgar sino dejar ser a los demás como son, como piensan, como
sienten. Tal cosa requiere de una mentalidad renovada, exenta de ley y de
prejuicios.
¿Qué consecuencias tiene juzgar al prójimo?
“pues
en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo
mismo.”
(Romanos 2:1)
No tiene disculpa quien juzga a otros, no importa quién sea. Al
juzgar a los demás en verdad nos estamos juzgando a nosotros mismos y lo peor
es que nos estamos condenando. Cuando se juzga en la corte, hay un juez y
abogados, un acusador y un defensor, además de testigos. Nosotros al juzgar en
nuestra conciencia nos constituimos jueces y prescindimos de todos los demás.
No le damos a la persona oportunidad de defenderse ni hacemos caso de testigos
que la cubran. Sencillamente juzgamos de manera injusta y luego dictamos
sentencia condenatoria, convertidos en jueces de nuestros prójimos. Es decir
nos ponemos en el lugar de Dios.
Pero lo más lamentable es que al juzgar a mi hermano de mentiroso,
ladrón o adúltero, me estoy juzgando a mí mismo que, aunque no diga mentiras,
actúo con falsedad para lograr mis propósitos; aunque no robe dinero ni
objetos, le robo el tiempo a otros sin ninguna consideración, con largas
conversaciones o requerimientos egoístas que podrían evitarse si tuviera mayor
respeto hacia ellos; y aunque no me acueste con la mujer de mi vecino, sí la miro
con deseo cuando pasa frente a mí, o me siento atraído por cosas mundanas y
tuerzo mi camino espiritual hacia los apetitos carnales. Todo juicio implica
esto: Te condenas a ti mismo, pues haces precisamente lo mismo que hacen ellos.
Conclusión: No es conveniente juzgar a otros. Déjale a Dios ese
trabajo. Él es más justo que nosotros y también más misericordioso; a tal punto
que nos pone un Abogado. Tenemos un fiscal que siempre nos acusa, el Diablo,
pero lo mejor es que tenemos el mejor Abogado del universo, un abogado que
conoce nuestra naturaleza humana pecadora, débil e inclinada al mal, pero que
nos defiende porque, a pesar de ello, nos ama y ha dado Su vida por nosotros. Es
Jesucristo. Hoy diríamos “se la juega por nosotros”
2. Un
juicio inevitable.
¿Podemos escapar del juicio de Dios?
“2 Mas sabemos que el juicio de Dios contra
los que practican tales cosas es según verdad. / 3 ¿Y piensas esto, oh hombre,
tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del
juicio de Dios?” (Romanos 2:2,3)
El
juicio de Dios contra los que pecan temerariamente contra Su voluntad, es muy
claro y justo. Él se rige por Su eterna Ley para hacer justicia. No puede ver
bien lo malo ni hacer como si no le importara nuestra pecaminosa forma de
actuar. Indefectiblemente Él juzgará y establecerá el castigo o la condena. Al
decir “tales cosas” se refiere específicamente a pecados insoportables para Su
santidad, pecados que se oponen al comportamiento que exige de todo ser humano.
Dios no puede dejar de juzgar el pecado. Así es Su Ley. Pero tampoco podemos
bajar a algunos pecados del nivel de algo que ofende al Señor, pues todos los
pecados son igualmente feos, malos y perversos ya que implican desobediencia,
desprecio por las normas divinas y falta de sumisión al Creador. No podemos
escapar de esa condenación contra el pecado por considerar que los nuestros son
pequeños pecados, leves faltas, veniales apenas. La ley de Dios es rigurosa y
exigente, es la Ley de un Juez justo.
Al
juzgar a otros por sus pecados, dejamos de vernos a nosotros mismos sin considerar
que somos iguales a ellos. O quizás tengamos otros pecados, pero al fin y al
cabo, somos tan pecadores como ellos. Dios juzga conforme a la
verdad cuando condena a los que pecan. En cuanto a los que juzgamos a otros y
hacemos lo mismo que ellos, no escaparemos de la condenación de Dios. Una sola
cosa puede salvarnos de la condena.
3. Un juicio de nuestro corazón.
¿Qué
espera Dios del pecador?
“4
¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad,
ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:4)
Criticar, juzgar y condenar a mi prójimo
es despreciar a Dios y Su modo de sentir. Cuando el hermano del hijo pródigo
reconvino a su padre por alegrarse y festejar el regreso de su hijo, en verdad
estaba menospreciando o por lo menos no apreciando el amor de su papá. Esta es
una total carencia de comprensión del gran amor del Padre Dios, Su inagotable bondad, tolerancia y paciencia:
a)
Dios posee una bondad sin fin, va más allá de nuestros
límites de bondad; aquellos actos de bondad que hemos tenido para con nuestros
semejantes y que los valoramos enormemente son apenas una sombra de la bondad de
Dios.
b)
El Señor es tolerante al máximo; ha tolerado los pecados e insensatez de la
Humanidad, por siglos y aún no la destruye; es capaz de volver a escucharnos y
bendecirnos, después que hemos cometido todo tipo de pecados materiales y
mentales. Su tolerancia es infinita pero tiene un límite que Él conoce y de la
cual nos advierte:
“26
Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento
de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, / 27 sino una
horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los
adversarios. / 28 El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de
tres testigos muere irremisiblemente. / 29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que
merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del
pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? / 30
Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor.
Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. / 31 ¡Horrenda cosa es caer en manos
del Dios vivo! / 32 Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales,
después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos” (Hebreos 10:26-31)
Un día la
tolerancia de Dios al pecado del hombre llegará a su fin y procederá a juzgar: “30 Pero Dios, habiendo pasado por alto los
tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que
se arrepientan; / 31 por cuanto ha
establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a
quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.” (Hechos 17:30,31)
c) La paciencia de Dios es enorme. Lo
atestigua el rey David, para quien Dios tuvo suma paciencia: “Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador,
Y grande en misericordia para con todos los que te invocan.” (Salmo 86:5) la profecía nos advierte: “6 Buscad a Jehová mientras puede ser
hallado, llamadle en tanto que está cercano. / 7 Deje el impío su camino, y el
hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él
misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.” (Isaías 55:6,7)
Esta manera de
ser de Dios nos interpela a ser como Él y a actuar de ese modo, pero antes nos
indica que hemos sido perversos, seres intolerantes, sin misericordia e
impacientes con nuestro prójimo. A gritos Dios nos llama al arrepentimiento y
para que nos convirtamos de corazón a Él.
¿Qué resultado tiene no arrepentirse?
“5 Pero por tu dureza y por tu corazón no
arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la
revelación del justo juicio de Dios” (Romanos
2:5)
Ya
que no te has arrepentido, sólo te espera el castigo del Señor. Tienes el
corazón duro, cerrada la puerta del corazón para recibir a Jesucristo, así es
que atesoras para ti nada más que condenación. Prefieres vivir a tu manera y no
obedeces a Dios, de modo que obtendrás de tu conducta rebelde la condenación de
Dios.
4. Un
juicio de nuestras obras.
¿Cuál es el parámetro de Dios para juzgar?
“6 el cual pagará a cada uno conforme a sus
obras: / 7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y
honra e inmortalidad, / 8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no
obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia” (Romanos 2:6-8)
Dios
pagará a cada uno conforme a sus obras. Si perseveras en el buen actuar, si te
pones en las manos de Dios y te arrepientes de tus pecados, tendrás vida
eterna. Pero si contiendes, discutes con Dios y no obedeces Su Palabra; si no
escuchas el Evangelio y su justicia, entonces obtendrás la ira y enojo de Dios
para siempre.
¿Qué peso tienen las obras en el juicio de
Dios?
“9 tribulación y angustia sobre todo ser
humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, / 10 pero
gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y
también al griego” (Romanos 2:9,10)
Habrá sufrimiento y angustia para todos los que hacen lo malo; en
cambio, Dios dará gloria, honor y paz a todos los que hacen lo bueno. Y esto
será por igual a judíos y gentiles; ninguno tiene un lugar de privilegio. ¿Qué
pasará con los cristianos? ¿Estamos exentos del juicio de Dios? ¿No nos juzgará
Dios por el hecho de ser creyentes?
Dios, mediante
Su Ley nos demostró que somos pecadores viles inclinados siempre al mal. Así
llegamos a Jesucristo, por el conocimiento de la Ley y el reconocimiento de que
somos malos y no tenemos remedio por nosotros mismos o por nuestras propias
obras. Nos arrepentimos, reconocimos nuestro error, desobediencia,
incredulidad, vanagloria y nos abrazamos a Jesucristo. La obra que el Señor
hizo en la cruz fue pagar el precio de nuestros pecados. Nosotros estábamos
destinados a este juicio y este castigo del cual viene hablando el texto que
analizamos, pero Jesús tomó sobre sí nuestra culpa: “6 Todos nosotros
nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová
cargó en él el pecado de todos nosotros.” (Isaías 53:6)
El juicio de Dios sobre los cristianos
ya fue pronunciado en Jesucristo crucificado. Pero esto no nos faculta para
vivir en pecado, todo lo contrario, nos compromete a vivir en santidad. Ciertamente
para los creyentes no habrá juicio final sino tribunal por nuestras acciones.
Seremos evaluados conforme al Evangelio, si hemos cumplido correctamente los
mandatos del Señor. Mas tal tribunal de Cristo no será para condenación sino
para manifestación de quienes fuimos y cómo fueron nuestras obras como
cristianos: “la obra de cada uno se hará
manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la
obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará.” (1 Corintios 3:13)
Nadie
debe ufanarse de ser buen cristiano o mejor que otro, ya que todos seremos
evaluados al final de la carrera: “Pero
tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu
hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.” (Romanos 14:10)
Resultado
del tribunal para los cristianos, recibiremos vergüenza, aprobación, galardón,
según haya sido nuestra conducta en Cristo: “Porque
es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según
lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” (2 Corintios 5:10)
5. Un
juicio sin privilegios.
¿Hay privilegiados en el juicio de Dios?
“11 porque no hay acepción de personas para
con Dios.” (Romanos 2:11)
Dios juzga imparcialmente. Él es justo. Dará a cada ser humano lo
que le corresponde, sea cristiano o incrédulo, sea judío o gentil, sea católico
o evangélico, sea de una religión oriental u occidental. No es nuestra función
averiguar cómo juzgará a cada uno. Sólo necesitamos saber:
a)
Qué debo pensar de mi mismo con
respecto a Dios.
b)
Qué debo sentir de mi mismo con
respecto a Dios.
c)
Qué debo hacer frente a Dios.
d)
Cómo debo vivir hasta que me
presente ante Él, sea al tribunal de Cristo o ante el gran trono blanco en el
juicio final.
Las respuestas a estas preguntas son claras:
a)
Qué debo pensar de mi mismo con
respecto a Dios: Soy un pecador.
b)
Qué debo sentir de mi mismo con
respecto a Dios: Arrepentimiento.
c)
Qué debo hacer frente a Dios:
Entregar mi vida a Jesucristo.
d)
Cómo debo vivir hasta que me
presente ante Él, sea al tribunal de Cristo o ante el gran trono blanco en el
juicio final: En obediencia continua a Su Espíritu y Palabra.
Recuerde: Dios no hace acepción de personas.
CONCLUSIÓN.
Es conveniente para todo ser humano
estar preparado para el día en que todos serán sometidos al juicio de Dios. Este
juicio tiene las siguientes características: 1) Es un juicio que sólo hace
Dios; 2) Un juicio inevitable; 3) Un juicio de nuestro corazón; 4) Un juicio de
nuestras obras; y 5) Un juicio sin privilegios.
PARA TRABAJAR EN EL
CENÁCULO:
1) ¿Se considera
preparado/a para el juicio de Dios?2) ¿Ha sido alguna vez juzgado/a injustamente, cuál fue su reacción y qué enseñanza obtuvo de esa experiencia?
3) ¿Por qué se dice que al juzgar a otros nos condenamos a nosotros mismos?
4) ¿Quiénes son en el juicio de la vida: el juez, el acusado, el fiscal, el abogado y los testigos?
5) ¿Cuál es la gran enseñanza de este sermón?
6) ¿Cree usted que el arrepentimiento es un aspecto de la conversión a Cristo o para experimentarlo cada día?
7) ¿Ha discutido alguna vez con Dios?
8) ¿Por qué la muerte de Jesucristo en la cruz fue un juicio?
9) ¿Por qué no debemos juzgar a nuestros hermanos cristianos?
10) ¿Qué leyes conoce usted de las religiones no cristianas?
11) ¿Por qué somos tan dados a juzgar a nuestros prójimos y qué podemos hacer para dejar esta mala conducta?
12) ¿Qué formas de mentira, robo y adulterio se dan en la sociedad y la Iglesia?
13) ¿Cuándo son negativos los apetitos carnales?
14) ¿Qué peso tienen las obras en el juicio de Dios?
15) ¿Estamos los cristianos exentos del juicio de Dios?
BIBLIOLINKOGRAFÍA.
- Reina, Casiodoro de
(1960). “La Santa Biblia”
Estados Unidos: Broadman &
Holman Publishers.
- MacArthur, John. (2011). “Biblia de Estudio MacArthur” Estados Unidos: Thomas Nelson
Inc.
- (1979). “Dios
Habla Hoy, La Biblia Versión Popular” Sociedades Bíblicas Unidas.
- (1960).
“La Santa Biblia” Sociedades Bíblicas
Unidas. Recuperado de: http://www.gentle.org/biblia/
- “Nuevo
Testamento, Edición Pastoral” Chile, Ediciones Mundo, 1974.
- “Diccionario de
la Real Academia de la Lengua de España” Disponible en: http://www.rae.es/
- “Concordancia
electrónica de la Biblia” Disponible
en: http://www.miconcordancia.com/concordancia.ph
- Rizo Martínes, José L. “Diccionario Bíblico” Recuperado de: http://es.scribd.com/doc/50636670/Diccionario-Biblico-Jose-L-Rizo-Martinez#scribd
- (1966, 1970, 1979, 1983, 1996) “Dios
habla hoy” ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, Disponible en:
https://www.biblegateway.com/versions/Dios-Habla-Hoy-DHH-Biblia/
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