Pastor
Iván Tapia Contardo
“3
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande
misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de
Jesucristo de los muertos, / 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e
inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, / 5 que sois guardados por
el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada
para ser manifestada en el tiempo postrero. / 6 En lo cual vosotros os
alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser
afligidos en diversas pruebas, / 7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho
más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea
hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, / 8 a
quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os
alegráis con gozo inefable y glorioso; / 9 obteniendo el fin de vuestra fe, que
es la salvación de vuestras almas.” (1 Pedro 1:3-9)
N
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ecesitamos salvarnos de la oscuridad en que Satanás ha sumido a los
seres humanos. La muerte fue una de las consecuencias de la desobediencia de
Adán y Eva, pero gracias al amor de Dios Padre, Jesucristo nos trajo la vida y
la posibilidad de salvarnos de la eterna condenación al Infierno. Él puede
conducirnos al Cielo, si creemos en Su sacrificio redentor en la cruz. La
salvación espiritual y corporal será completa cuando venga Jesucristo. Mientras
tanto, en el camino del cristiano, la fe nos guarda para esa salvación.
· La
“salvación” del alma es lo más importante en la vida. No hay cosa más
trascendental que alcanzar la salvación eterna.
· El ser humano
es pecador. El pecado es desobediencia a Dios. Heredamos de Adán genéticamente
la tendencia a la rebelión contra el Creador.
· El pecado nos
conduce a la condenación y el infierno.
· Dios envió a
Su Hijo para concedernos la salvación. Nos lanzó un salvavidas.
· La única
forma de ser salvados de esa rebelión y lo que produce, es reconciliarnos con
Dios, arrepentirnos de nuestros pecados, pedir perdón a Dios y creer en el
medio de salvación que Dios ha provisto: Jesucristo crucificado.
El apóstol Pedro bendice a Dios
por las siguientes razones:
a)
Porque es un Dios misericordioso. “3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que según su grande misericordia”
b)
Porque nos da una verdadera esperanza. “nos hizo renacer para una esperanza viva,
por la resurrección de Jesucristo de los muertos”
c)
Porque nos deja una herencia. “4 para una herencia incorruptible,
incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros”
Esta herencia tiene las
siguientes características:
a)
Incorruptible, no se corrompe como las herencias
materiales.b) Incontaminada, no se contamina con ningún pecado.
c) Inmarcesible, no se puede marchitar, siempre está viva.
d) Reservada en los cielos, se guarda para todo creyente en los cielos.
La salvación tiene
dos dimensiones: 1) La salvación en vida, de nuestro ser espiritual. Somos
salvados del poder de las tinieblas cuando entregamos la vida a Jesús; y 2) La
salvación futura, salvación plena que incluirá el cuerpo resucitado. Seremos
salvados cuando se manifieste Jesucristo, en Su segunda venida.
Para poder alcanzar
esa salvación eterna, la fe cumple un papel crucial.
¿Cuál es el rol de la
fe en nuestra salvación eterna?
- La fe nos guarda para salvación.
(1 Pedro 1:5)
Mientras esperamos disfrutar esa
herencia celestial Dios nos cuida mediante:
a)
El poder del Espíritu de Dios. “5 que sois guardados por el poder de Dios”
b)
La fe, que es la certeza de lo que se espera y
la convicción de lo que no se ve.
“para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en
el tiempo postrero.” La
salvación se manifiesta “en el tiempo postrero”. Esto significa el tiempo
final. Podemos considerar ese tiempo postrero de tres formas:
a) El final de este sistema de cosas,
cuando Jesucristo vuelva a la tierra, pero ya no como Salvador sino como Rey,
para gobernarla por mil años, el “milenio”
b) El final de los tiempos, cuando la
Humanidad se presente ante el gran trono blanco para el juicio final.
c) El final de nuestra vida, cuando la
muerte nos conduzca hacia esa otra realidad que es la eternidad con Dios o la
eternidad sin Dios.
- La fe debe ser probada como el oro.
(1 Pedro 1:6,7)
Tal esperanza nos alegra, a pesar
de los sufrimientos y circunstancias difíciles que pasamos en la vida. El
propósito de estos dolores es que nuestra fe sea sometida a prueba: “6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque
ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en
diversas pruebas, / 7 para que sometida a prueba vuestra fe”
La fe es tan valiosa que se la
compara con el oro, es “mucho más
preciosa que el oro”. Igual que éste, la fe necesita ser probada. Esto
significa que la fe requiere: a) crecer, desarrollarse; b) ponerse en práctica;
c) fortalecerse.
- La fe será evaluada y juzgada.
(1 Pedro 1:7b)
Cuando Jesucristo se manifieste a
los cristianos en el Tribunal de Cristo, donde todos los creyentes
compareceremos, esta bendita fe será evaluada y podrá recibir: a) alabanza,
elogios, aprobación; b) gloria, reconocimiento, una posición en el Reino
venidero; c) honra, honor, un premio o corona.
- La fe es la inexplicable convicción de lo que no vemos.
(1 Pedro 1:8)
Esto sucederá “cuando sea manifestado
Jesucristo”. Por ahora nuestra relación con Él es así:
a)
Le amamos sin verle, “8 a quien amáis sin haberle visto”
b)
Creemos en Él sin verle, “en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis”
c)
Nos
alegramos profundamente con Él, con “gozo
inefable y glorioso”, inexplicable con palabras.
- La fe tiene el más grande propósito.
(1 Pedro 1:9)
El propósito de la fe
es la salvación del alma: “9 obteniendo el fin de vuestra fe, que es la
salvación de vuestras almas.”
CONCLUSIÓN.
Nada más importante
que la salvación eterna. En esta tarea que cada ser humano debe procurar para
sí, la fe cumple un rol
fundamental., pues: 1) La fe nos guarda para salvación; 2) La fe debe
ser probada como el oro; 3) La fe será evaluada y juzgada; 4) La fe es la
inexplicable convicción de lo que no vemos; y 5) La fe tiene el más
grande propósito, nuestra salvación eterna.
No importa si
temprano o tarde adquirimos esta fe que es un regalo de Dios, una gracia
inmerecida del Padre. Lo importante es que antes de marcharnos de este mundo
reconozcamos nuestra condición y entreguemos con fe la vida a nuestro Señor
Jesucristo, así como lo ha hecho este amigo y hermano que despedimos hoy.
Responso pronunciado el
miércoles, 26 de febrero de 2014 en el templo de la Iglesia Metodista de Chile,
en Valparaíso, en memoria de mi compañero de liceo, amigo y hermano, Sr. Miguel
Ángel Sessarego Rivera.
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