CONVERTIDOS A JESUCRISTO
VII PARTE
Lectura bíblica: San Lucas 11:1-10
Propósitos de la charla: a) Comprender el acto de orar como la satisfacción de la necesidad de oxigenarse espiritualmente; b) Aprender y aplicar los principios básicos de la vida de oración; c) Motivarse a tener una disciplina de oración diaria.
“1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. 2 Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.”
“5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, 6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; 7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? 8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. 9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (San Lucas 11:1-10)
Como el cuerpo humano necesita respirar oxígeno para conservarse vivo; así también el espíritu necesita oxigenarse mediante la oración. Esta es otra función que jamás, ni un día del resto de su vida, usted deberá descuidar. Como el aire que rodea nuestro hábitat, Dios está cerca de cada uno. El Espíritu Santo ha sido derramado sobre toda carne, pero no se puede experimentar si no se respira. La oración es ese movimiento de respirar que tiene el alma y que permite que podamos entrar en contacto con Dios, fuente de la vida espiritual (Hechos 2:17)
La oración es amistad con Dios. Desde la más tierna infancia nuestros padres, de acuerdo a la cultura cristiana en que nacimos, nos enseñaron a orar el Padrenuestro y eso permaneció en nosotros como una sólida y hermosa base para el desarrollo de una relación con Dios. Lamentablemente para muchos ha quedado en algún oscuro lugar de sus recuerdos, como algo ingenuo y carente de sentido. La oración es amistad con el Creador, una estrecha relación con nuestro Padre Celestial, que nos llena de gratitud y regocijo. Es también una poderosa llave para abrir puertas a la espiritualidad y a la vida de Dios (Colosenses 4:2-4)
Se puede decir que la oración es un diálogo con Dios a través de una conversación espontánea y sencilla. No es un monólogo sin sentido sino que una rica interacción en la que Él nos responde mediante ideas, Su Palabra, etc. Aprendemos a escuchar su Voz en la medida que desarrollamos la práctica de la oración y crecemos espiritualmente. Él habla de muchas formas: en el silencio, a través de un hermano, en la Biblia, en Su creación, etc. (Filipenses 4:6,7)
Es preciso saber y creer que Dios oye y contesta todas nuestras oraciones. Que no recibamos satisfacción a una petición, no significa que Dios no nos escuchó o no respondió. Tal vez aún no es el momento de recibir aquello o bien lo que pedimos no correspondía y estaba en contra de la voluntad de Dios. Pero, insistimos:
Dios oye y contesta todas nuestras oraciones
Al dialogar con Dios, lo hacemos con el propósito de escucharlo, alabarlo, darle gracias y pedirle aquello que nos conviene. Orar no es una obligación sino una necesidad; todo discípulo de Jesucristo tiene la profunda necesidad de respirar Su amor y así fortalecer la fe en Él.
Todo ser humano sabe respirar en forma espontánea, es una función involuntaria, usted no necesita que alguien le enseñe a respirar, pero puede suceder que usted no respira adecuadamente y sus pulmones nunca se llenan del aire necesario. En la oración puede suceder algo similar. ¿Qué cristiano convertido no habla con el Señor a solas, sin que nadie le enseñe? Pero tal vez, si recibe un adecuado entrenamiento por hermanos con más experiencia en el Reino de Dios, sacaría mayor provecho de su oración. De modo que es muy conveniente que usted aprenda lo siguiente sobre la oración. En el acto de orar hay cinco elementos en juego, que es necesario conocer, para que nuestra oración sea siempre fructífera:
· El destinatario de la oración.
· El que hace la oración.
· El motivo de la oración.
· La forma de la oración.
· La respuesta a la oración.
I. EL DESTINATARIO DE LA ORACIÓN.
El primer elemento en la oración es el destinatario. Cuando escribimos una carta lo hacemos dirigiéndonos a otra persona a la que deseamos hacer llegar nuestro afecto, algún recado y para recibir noticias de ella, o sea esperamos una respuesta. Quien recibe nuestras palabras escritas es el destinatario. Lo mismo sucede si usted envía una encomienda, desea que ese paquete llegue al destinatario correcto. En el caso de la oración es lo mismo: hay un emisor y un receptor, hay un remitente y un destinatario. El único Destinatario de nuestras oraciones debe ser Dios.
No es bíblico orar a otro que no sea Dios, por muy bueno, santo o amado que sea aquél. No es correcto orar a un ser querido muerto; no está de acuerdo a la Biblia orar a un santo que ya está en la Presencia del Señor; tampoco orar a la virgen María a los ángeles o a otra entidad. El Destinatario de nuestra oración sólo es Dios. En Apocalipsis se relata dos ocasiones que en su visión, el profeta San Juan quiso “adorar” a un ángel y éste no se lo permitió.
“Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. / Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.” (Apocalipsis 19:9,10)
“Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. / Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.” (Apocalipsis 22:8,9)
Si bien es cierto orar es conversar con Dios, también implica adorarle. Adoramos e invocamos sólo a Dios. Alguien podrá alegar que este San Juan, Abraham y varios otros santos de la Antigüedad “conversaron” con ángeles, pero no fue porque ellos buscaran comunicarse con los ángeles sino que los mismos ángeles actuaron como mensajeros de Dios. No es correcto orar ni invocar a los ángeles. Sí podemos pedir a Dios que envíe a Sus santos ángeles a cuidarnos. El espíritu de esta enseñanza es glorificar y comunicarnos solamente con Dios, todo otro conducto no es adecuado, ya que podríamos ser engañados por los espíritus de las tinieblas.
Tampoco es conveniente utilizar otros conductos para dirigirse a Dios, que no sea el establecido por Él en Su Palabra. Para comunicarnos con alguien se usan en la actualidad distintos medios o conductos: la carta escrita, el teléfono, el correo electrónico. No sucede lo mismo en el ámbito espiritual, sólo hay un modo de comunicarse con Dios en la oración: Debemos orar al Padre en el nombre del Señor Jesucristo a través del ministerio del Espíritu Santo “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2: 5).
Tengamos en cuenta que Dios Trino es Uno solo, no somos una religión politeísta sino monoteísta, es decir creemos en Un solo Dios. Sea que le llamemos Padre, Señor o Dios, nos estamos dirigiendo a Uno solo. Lo bíblico es dirigirse al Padre por medio de Jesucristo. Éste es el único Mediador competente. Los demás no están asignados como mediadores. A pesar de que las tres Personas de la Trinidad son Dios, hay una jerarquía entre ellas, jerarquía que ellas mismas han decidido. No es que una tenga más poder que la otra, sino que lo establecieron así para que hubiese un orden. El Padre tiene máxima autoridad, luego el Hijo que ha sido enviado por el Padre y finalmente el Espíritu Santo que procede del Padre y colabora con el Hijo en la obra de la Iglesia. El Padre ha dado a Jesucristo, después de su muerte y resurrección como Hombre, toda autoridad (San Mateo 28:18), pero nosotros siempre debemos orar al Padre, en el nombre de Jesús, y el Espíritu Santo intercederá por nosotros ante Jesucristo, en el sentido de comunicar nuestro espíritu con Dios (Romanos 8:26). No es muy doctrinal orar indistintamente a veces al Padre, otras a Jesucristo y otras al Espíritu Santo, pues estaremos haciendo una división entre las Personas y volviéndonos al politeísmo. Lo propio es orar al Padre en el nombre del Señor Jesucristo a través del ministerio del Espíritu Santo.
El Señor Jesucristo nos insta en el Evangelio a pedir en Su nombre al Padre. Para completar nuestro gozo de ser cristianos salvados por Él, podemos dirigirnos al Padre, en Su nombre, y obtendremos lo que necesitamos para ser felices en esta tierra. “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.” (San Juan 16:24)
II. EL QUE HACE LA ORACIÓN.
El segundo elemento en la oración es el emisor. Todos los cristianos podemos orar, sin importar el tiempo que tengamos de conversión ni los conocimientos bíblicos, ni las funciones que cumpla en la Iglesia, ni cosa humana alguna, con tal que sea hijo de Dios. Aún los no creyentes pueden orar o clamar a Dios en un momento de angustia, y Dios les escuchará.
Todos pueden orar, sin embargo, sólo los que caminan en fe y obediencia a Cristo pueden esperar, con toda seguridad, respuesta a sus oraciones. Jesucristo asegura que los que creen en Él harán sus mismas obras, y aún mayores. Esta seguridad es porque Él volvió al Padre y le solicitó el Espíritu Santo para que nos colaborara en hacer Sus obras. Jesús nos dice: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. / Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. / Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” (San Juan 14:12-14). Siendo la víspera de su crucifixión, Él hizo esta gran promesa para todos los que oran: “si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”.
No es malo ni desagradable a Dios que le pidamos; como Padre, Él se siente muy grato de que Sus hijos le soliciten favores, con tal que sean sabios en lo que piden. Recuerde que Él es Omnipotente y Omnisapiente, todo lo puede y todo lo sabe; por lo tanto puede ayudarle a usted en cualquier problema, aún el más grave. Por otro lado, Él ya conoce sus necesidades, sin embargo desea que usted las verbalice, pues así estará reconociendo humildemente que usted es un ser creado y necesitado de un Padre, que Él es importante y vital para su vida. Buscar a Dios es un término que se utiliza para significar, no que Dios se haya extraviado mas bien nosotros nos hemos alejado de Él y necesitamos volver a Su Presencia. Si lo buscamos en oración, con toda seguridad que le hallaremos. Sus puertas están abiertas al que se acerca a Él con reconocimiento de su propia miseria y de la autoridad de Dios. Por ello Jesucristo nos dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” (San Mateo 7:7)
Si correctamente nos dirigimos al Destinatario de nuestra oración, Él responderá conforme a Su sabiduría y poder, aún más allá de nuestras expectativas, porque Él sabe mucho mejor que nosotros lo que necesitamos para tener una vida próspera en cuerpo, alma y espíritu, como reza la Palabra de Dios: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20)
III. EL MOTIVO DE LA ORACIÓN.
El tercer elemento en la oración es el motivo. ¿Por qué visita usted a sus padres o a un amigo muy querido? De seguro lo hace porque les ama y le agrada estar con ellos. Esta debe ser nuestra principal motivación al orar: tener comunión con Dios. Él nos espera ansiosamente, como un padre anhela ver a sus hijos cuando están lejos.
La oración nos permite conocer el propósito que tiene el Señor para nuestras vidas. La Palabra de Dios nos enseña que acudimos a Dios con real pasión y necesidad, Él, además de responder a las peticiones, dará a conocer Sus misterios y pondrá hermosas visiones en nuestro corazón: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jeremías 33:3)
¿Cómo va a respirar el alma la atmósfera espiritual de Dios si no se acerca a Dios? Debemos orar para respirar Su oxígeno de amor y tener comunión con Él.
IV. LA FORMA DE LA ORACIÓN.
El cuarto elemento en la oración es la forma. Hay seis principios que deben guiar la oración cristiana:
Sinceridad. En la amistad sincera con Dios está la fuerza que hará que nuestro servicio a los hombres traiga la luz de Cristo a las vidas. Un cristiano debe ser humilde y reconocer sus limitaciones e incapacidades ante Dios, buscando las energías que vienen de Él, por medio de Su Espíritu Santo, en oración (San Mateo 6:5)
Intimidad. No podemos alcanzar crecimiento espiritual ni de ningún tipo en la vida cristiana, si no hay una diaria y personal comunicación con el Padre. Aunque Él conoce las necesidades del corazón humano, desea intimar con él y responder a cada inquietud, enseñándonos una completa dependencia de Su amor (San Mateo 6:6)
Sencillez. La oración es un diálogo en palabras sencillas. No es necesario utilizar un lenguaje especial o rebuscado. Sólo tiene usted que decirle a Él lo que siente, sus problemas, anhelos, necesidades, etc. (San Mateo 6:7)
Perdón. Estar en paz con el prójimo y con una conciencia tranquila ante Dios, es clave para una perfecta relación con el Padre. No quiere hipocresía sino transparencia en la oración, lo que no puede existir si estoy enojado con mi hermano (San Mateo 6:14)
Perseverancia. Pedir, buscar, llamar a la puerta de Dios, como en la parábola del amigo impertinente o de la viuda y el juez, es el imperativo para lograr las peticiones de nuestro corazón, pues para Él no somos molestos y premia la perseverancia (San Mateo 7:7; San Lucas 11:5-13; San Lucas 18:1-8)
Dirección. Debemos orar de acuerdo con la voluntad de nuestro Padre Celestial, no pidiendo cosas, sino pidiendo directivas para lograr esas cosas. Si tenemos a Dios sólo como uno que me otorga lo que le pido y ante el que voy como un mendigo, no creceré en la comprensión de Su voluntad para mi vida, seré un cristiano pasivo. Pero si antes de pedir pregunto a Dios que quiere para mí, estaré orando con la dirección dada por Él. La mejor señal de que estamos caminando en la dirección correcta, es la paz interior: “Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; / y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.” (1 Juan 3:21-22)
V. LA RESPUESTA A LA ORACIÓN
El quinto elemento en la oración es la respuesta. La oración es una relación con Dios, por tanto aprender a orar es aprender a relacionarnos con nuestro Padre Celestial. Esta relación implica:
a) Fe: No solamente creer en Dios, sino también creerle a Él, confiar en Sus promesas.
b) Paz: Descansar plenamente en Dios, tener una relación de confianza y seguridad.
c) Amor: Expresar gratitud, fervor, cariño, devoción al Señor.
d) Esperanza: Esperar confiadamente en Él.
Dios contesta siempre nuestras oraciones. Tal vez la mayoría de los cristianos estén acostumbrados a recibir respuestas positivas de parte de Dios; pero esto no siempre será así. En algunas oportunidades Él responde “no”; otras veces dice “espera”, y hay ocasiones en que simplemente calla. No nos desanimemos en la oración. Por el contrario, acerquémonos a Él, confiando que si pedimos según Su voluntad, nos dará aquello que necesitamos, lo que tal vez no será de nuestro agrado, pero será Su respuesta en Su voluntad.
.
Tal cosa debe llenarnos de convicción y agradecimiento “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. / Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5:14-15)
Orar conforme a la Palabra es el mejor recurso para conocer la voluntad de Dios; ella es una garantía de respuesta en que el Espíritu Santo será nuestro ayudador y guía para comprender las respuestas de Dios.
VII PARTE
Lectura bíblica: San Lucas 11:1-10
Propósitos de la charla: a) Comprender el acto de orar como la satisfacción de la necesidad de oxigenarse espiritualmente; b) Aprender y aplicar los principios básicos de la vida de oración; c) Motivarse a tener una disciplina de oración diaria.
“1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. 2 Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.”
“5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, 6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; 7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? 8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. 9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (San Lucas 11:1-10)
Como el cuerpo humano necesita respirar oxígeno para conservarse vivo; así también el espíritu necesita oxigenarse mediante la oración. Esta es otra función que jamás, ni un día del resto de su vida, usted deberá descuidar. Como el aire que rodea nuestro hábitat, Dios está cerca de cada uno. El Espíritu Santo ha sido derramado sobre toda carne, pero no se puede experimentar si no se respira. La oración es ese movimiento de respirar que tiene el alma y que permite que podamos entrar en contacto con Dios, fuente de la vida espiritual (Hechos 2:17)
La oración es amistad con Dios. Desde la más tierna infancia nuestros padres, de acuerdo a la cultura cristiana en que nacimos, nos enseñaron a orar el Padrenuestro y eso permaneció en nosotros como una sólida y hermosa base para el desarrollo de una relación con Dios. Lamentablemente para muchos ha quedado en algún oscuro lugar de sus recuerdos, como algo ingenuo y carente de sentido. La oración es amistad con el Creador, una estrecha relación con nuestro Padre Celestial, que nos llena de gratitud y regocijo. Es también una poderosa llave para abrir puertas a la espiritualidad y a la vida de Dios (Colosenses 4:2-4)
Se puede decir que la oración es un diálogo con Dios a través de una conversación espontánea y sencilla. No es un monólogo sin sentido sino que una rica interacción en la que Él nos responde mediante ideas, Su Palabra, etc. Aprendemos a escuchar su Voz en la medida que desarrollamos la práctica de la oración y crecemos espiritualmente. Él habla de muchas formas: en el silencio, a través de un hermano, en la Biblia, en Su creación, etc. (Filipenses 4:6,7)
Es preciso saber y creer que Dios oye y contesta todas nuestras oraciones. Que no recibamos satisfacción a una petición, no significa que Dios no nos escuchó o no respondió. Tal vez aún no es el momento de recibir aquello o bien lo que pedimos no correspondía y estaba en contra de la voluntad de Dios. Pero, insistimos:
Dios oye y contesta todas nuestras oraciones
Al dialogar con Dios, lo hacemos con el propósito de escucharlo, alabarlo, darle gracias y pedirle aquello que nos conviene. Orar no es una obligación sino una necesidad; todo discípulo de Jesucristo tiene la profunda necesidad de respirar Su amor y así fortalecer la fe en Él.
Todo ser humano sabe respirar en forma espontánea, es una función involuntaria, usted no necesita que alguien le enseñe a respirar, pero puede suceder que usted no respira adecuadamente y sus pulmones nunca se llenan del aire necesario. En la oración puede suceder algo similar. ¿Qué cristiano convertido no habla con el Señor a solas, sin que nadie le enseñe? Pero tal vez, si recibe un adecuado entrenamiento por hermanos con más experiencia en el Reino de Dios, sacaría mayor provecho de su oración. De modo que es muy conveniente que usted aprenda lo siguiente sobre la oración. En el acto de orar hay cinco elementos en juego, que es necesario conocer, para que nuestra oración sea siempre fructífera:
· El destinatario de la oración.
· El que hace la oración.
· El motivo de la oración.
· La forma de la oración.
· La respuesta a la oración.
I. EL DESTINATARIO DE LA ORACIÓN.
El primer elemento en la oración es el destinatario. Cuando escribimos una carta lo hacemos dirigiéndonos a otra persona a la que deseamos hacer llegar nuestro afecto, algún recado y para recibir noticias de ella, o sea esperamos una respuesta. Quien recibe nuestras palabras escritas es el destinatario. Lo mismo sucede si usted envía una encomienda, desea que ese paquete llegue al destinatario correcto. En el caso de la oración es lo mismo: hay un emisor y un receptor, hay un remitente y un destinatario. El único Destinatario de nuestras oraciones debe ser Dios.
No es bíblico orar a otro que no sea Dios, por muy bueno, santo o amado que sea aquél. No es correcto orar a un ser querido muerto; no está de acuerdo a la Biblia orar a un santo que ya está en la Presencia del Señor; tampoco orar a la virgen María a los ángeles o a otra entidad. El Destinatario de nuestra oración sólo es Dios. En Apocalipsis se relata dos ocasiones que en su visión, el profeta San Juan quiso “adorar” a un ángel y éste no se lo permitió.
“Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. / Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.” (Apocalipsis 19:9,10)
“Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. / Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.” (Apocalipsis 22:8,9)
Si bien es cierto orar es conversar con Dios, también implica adorarle. Adoramos e invocamos sólo a Dios. Alguien podrá alegar que este San Juan, Abraham y varios otros santos de la Antigüedad “conversaron” con ángeles, pero no fue porque ellos buscaran comunicarse con los ángeles sino que los mismos ángeles actuaron como mensajeros de Dios. No es correcto orar ni invocar a los ángeles. Sí podemos pedir a Dios que envíe a Sus santos ángeles a cuidarnos. El espíritu de esta enseñanza es glorificar y comunicarnos solamente con Dios, todo otro conducto no es adecuado, ya que podríamos ser engañados por los espíritus de las tinieblas.
Tampoco es conveniente utilizar otros conductos para dirigirse a Dios, que no sea el establecido por Él en Su Palabra. Para comunicarnos con alguien se usan en la actualidad distintos medios o conductos: la carta escrita, el teléfono, el correo electrónico. No sucede lo mismo en el ámbito espiritual, sólo hay un modo de comunicarse con Dios en la oración: Debemos orar al Padre en el nombre del Señor Jesucristo a través del ministerio del Espíritu Santo “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2: 5).
Tengamos en cuenta que Dios Trino es Uno solo, no somos una religión politeísta sino monoteísta, es decir creemos en Un solo Dios. Sea que le llamemos Padre, Señor o Dios, nos estamos dirigiendo a Uno solo. Lo bíblico es dirigirse al Padre por medio de Jesucristo. Éste es el único Mediador competente. Los demás no están asignados como mediadores. A pesar de que las tres Personas de la Trinidad son Dios, hay una jerarquía entre ellas, jerarquía que ellas mismas han decidido. No es que una tenga más poder que la otra, sino que lo establecieron así para que hubiese un orden. El Padre tiene máxima autoridad, luego el Hijo que ha sido enviado por el Padre y finalmente el Espíritu Santo que procede del Padre y colabora con el Hijo en la obra de la Iglesia. El Padre ha dado a Jesucristo, después de su muerte y resurrección como Hombre, toda autoridad (San Mateo 28:18), pero nosotros siempre debemos orar al Padre, en el nombre de Jesús, y el Espíritu Santo intercederá por nosotros ante Jesucristo, en el sentido de comunicar nuestro espíritu con Dios (Romanos 8:26). No es muy doctrinal orar indistintamente a veces al Padre, otras a Jesucristo y otras al Espíritu Santo, pues estaremos haciendo una división entre las Personas y volviéndonos al politeísmo. Lo propio es orar al Padre en el nombre del Señor Jesucristo a través del ministerio del Espíritu Santo.
El Señor Jesucristo nos insta en el Evangelio a pedir en Su nombre al Padre. Para completar nuestro gozo de ser cristianos salvados por Él, podemos dirigirnos al Padre, en Su nombre, y obtendremos lo que necesitamos para ser felices en esta tierra. “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.” (San Juan 16:24)
II. EL QUE HACE LA ORACIÓN.
El segundo elemento en la oración es el emisor. Todos los cristianos podemos orar, sin importar el tiempo que tengamos de conversión ni los conocimientos bíblicos, ni las funciones que cumpla en la Iglesia, ni cosa humana alguna, con tal que sea hijo de Dios. Aún los no creyentes pueden orar o clamar a Dios en un momento de angustia, y Dios les escuchará.
Todos pueden orar, sin embargo, sólo los que caminan en fe y obediencia a Cristo pueden esperar, con toda seguridad, respuesta a sus oraciones. Jesucristo asegura que los que creen en Él harán sus mismas obras, y aún mayores. Esta seguridad es porque Él volvió al Padre y le solicitó el Espíritu Santo para que nos colaborara en hacer Sus obras. Jesús nos dice: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. / Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. / Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” (San Juan 14:12-14). Siendo la víspera de su crucifixión, Él hizo esta gran promesa para todos los que oran: “si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”.
No es malo ni desagradable a Dios que le pidamos; como Padre, Él se siente muy grato de que Sus hijos le soliciten favores, con tal que sean sabios en lo que piden. Recuerde que Él es Omnipotente y Omnisapiente, todo lo puede y todo lo sabe; por lo tanto puede ayudarle a usted en cualquier problema, aún el más grave. Por otro lado, Él ya conoce sus necesidades, sin embargo desea que usted las verbalice, pues así estará reconociendo humildemente que usted es un ser creado y necesitado de un Padre, que Él es importante y vital para su vida. Buscar a Dios es un término que se utiliza para significar, no que Dios se haya extraviado mas bien nosotros nos hemos alejado de Él y necesitamos volver a Su Presencia. Si lo buscamos en oración, con toda seguridad que le hallaremos. Sus puertas están abiertas al que se acerca a Él con reconocimiento de su propia miseria y de la autoridad de Dios. Por ello Jesucristo nos dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” (San Mateo 7:7)
Si correctamente nos dirigimos al Destinatario de nuestra oración, Él responderá conforme a Su sabiduría y poder, aún más allá de nuestras expectativas, porque Él sabe mucho mejor que nosotros lo que necesitamos para tener una vida próspera en cuerpo, alma y espíritu, como reza la Palabra de Dios: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20)
III. EL MOTIVO DE LA ORACIÓN.
El tercer elemento en la oración es el motivo. ¿Por qué visita usted a sus padres o a un amigo muy querido? De seguro lo hace porque les ama y le agrada estar con ellos. Esta debe ser nuestra principal motivación al orar: tener comunión con Dios. Él nos espera ansiosamente, como un padre anhela ver a sus hijos cuando están lejos.
La oración nos permite conocer el propósito que tiene el Señor para nuestras vidas. La Palabra de Dios nos enseña que acudimos a Dios con real pasión y necesidad, Él, además de responder a las peticiones, dará a conocer Sus misterios y pondrá hermosas visiones en nuestro corazón: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jeremías 33:3)
¿Cómo va a respirar el alma la atmósfera espiritual de Dios si no se acerca a Dios? Debemos orar para respirar Su oxígeno de amor y tener comunión con Él.
IV. LA FORMA DE LA ORACIÓN.
El cuarto elemento en la oración es la forma. Hay seis principios que deben guiar la oración cristiana:
Sinceridad. En la amistad sincera con Dios está la fuerza que hará que nuestro servicio a los hombres traiga la luz de Cristo a las vidas. Un cristiano debe ser humilde y reconocer sus limitaciones e incapacidades ante Dios, buscando las energías que vienen de Él, por medio de Su Espíritu Santo, en oración (San Mateo 6:5)
Intimidad. No podemos alcanzar crecimiento espiritual ni de ningún tipo en la vida cristiana, si no hay una diaria y personal comunicación con el Padre. Aunque Él conoce las necesidades del corazón humano, desea intimar con él y responder a cada inquietud, enseñándonos una completa dependencia de Su amor (San Mateo 6:6)
Sencillez. La oración es un diálogo en palabras sencillas. No es necesario utilizar un lenguaje especial o rebuscado. Sólo tiene usted que decirle a Él lo que siente, sus problemas, anhelos, necesidades, etc. (San Mateo 6:7)
Perdón. Estar en paz con el prójimo y con una conciencia tranquila ante Dios, es clave para una perfecta relación con el Padre. No quiere hipocresía sino transparencia en la oración, lo que no puede existir si estoy enojado con mi hermano (San Mateo 6:14)
Perseverancia. Pedir, buscar, llamar a la puerta de Dios, como en la parábola del amigo impertinente o de la viuda y el juez, es el imperativo para lograr las peticiones de nuestro corazón, pues para Él no somos molestos y premia la perseverancia (San Mateo 7:7; San Lucas 11:5-13; San Lucas 18:1-8)
Dirección. Debemos orar de acuerdo con la voluntad de nuestro Padre Celestial, no pidiendo cosas, sino pidiendo directivas para lograr esas cosas. Si tenemos a Dios sólo como uno que me otorga lo que le pido y ante el que voy como un mendigo, no creceré en la comprensión de Su voluntad para mi vida, seré un cristiano pasivo. Pero si antes de pedir pregunto a Dios que quiere para mí, estaré orando con la dirección dada por Él. La mejor señal de que estamos caminando en la dirección correcta, es la paz interior: “Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; / y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.” (1 Juan 3:21-22)
V. LA RESPUESTA A LA ORACIÓN
El quinto elemento en la oración es la respuesta. La oración es una relación con Dios, por tanto aprender a orar es aprender a relacionarnos con nuestro Padre Celestial. Esta relación implica:
a) Fe: No solamente creer en Dios, sino también creerle a Él, confiar en Sus promesas.
b) Paz: Descansar plenamente en Dios, tener una relación de confianza y seguridad.
c) Amor: Expresar gratitud, fervor, cariño, devoción al Señor.
d) Esperanza: Esperar confiadamente en Él.
Dios contesta siempre nuestras oraciones. Tal vez la mayoría de los cristianos estén acostumbrados a recibir respuestas positivas de parte de Dios; pero esto no siempre será así. En algunas oportunidades Él responde “no”; otras veces dice “espera”, y hay ocasiones en que simplemente calla. No nos desanimemos en la oración. Por el contrario, acerquémonos a Él, confiando que si pedimos según Su voluntad, nos dará aquello que necesitamos, lo que tal vez no será de nuestro agrado, pero será Su respuesta en Su voluntad.
.
Tal cosa debe llenarnos de convicción y agradecimiento “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. / Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5:14-15)
Orar conforme a la Palabra es el mejor recurso para conocer la voluntad de Dios; ella es una garantía de respuesta en que el Espíritu Santo será nuestro ayudador y guía para comprender las respuestas de Dios.
CONCLUSIÓN
El Destinatario de nuestra oración habrá de ser siempre sólo Dios Padre, por medio de Su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo. Todos los cristianos sin excepción podemos ser emisores de oración y ser escuchados por Dios. Él mismo nos invita a buscarle, tocar a Su puerta y pedirle. La motivación básica de la oración es tener comunión con el Creador y Salvador nuestro, amarlo, adorarlo, conocerlo mejor. En el modo de orar, el discípulo de Jesucristo debe tener en cuenta los principios de Sinceridad, Intimidad, Sencillez, Perdón, Perseverancia y Dirección. Finalmente, necesitamos estar preparados para un sí, un no, un espera o el silencio de parte del Señor. La oración es nuestra respiración en el Reino de Dios.
PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Por qué cree usted que en esta enseñanza se compara la oración diaria con la respiración?
2) ¿Qué problemas ha tenido usted para orar en la intimidad y cómo los ha resuelto?
3) ¿Tiene usted dificultades para orar en comunidad o en público?
4) Escriba cada hermano del Cenáculo una petición al Señor y luego léala en voz alta.
BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) Billy Graham, material de la campaña evangelística internacional “Mi Esperanza”, Chile, 2005.
4) Iván Tapia, “La Oración”, Corporación Resplandor, Valparaíso, Chile, 1988.
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