En general las monedas judias tenían muchas imágenes
Lectura Bíblica: Filipenses 3:7-11
Propósitos de la Charla: a) Diferenciar la justicia humana de la justicia Divina; b) Comprender y aplicar el concepto bíblico de justicia y justificación; c) Valorar la justificación por medio de la fe en Jesucristo.
“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. / Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, / y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; / a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, / si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Filipenses 3:7-11)
Había en un pueblo del medio oriente una mujer de escasos recursos. Ella tenía guardadas en un lugar seguro de su casa diez monedas de plata. Era de lo que su marido le dejaba cuando volvía de su trabajo, para las compras de alimentos en el mercado y otras necesidades. Un día, al ir a tomar el dinero, se le cayó una de las monedas y se preocupó mucho, pues era el ahorro que había logrado hacer. Entonces comenzó a buscarla por todo el piso empedrado de la casa, encendió una lámpara y buscó sin hallarla, barrió todo el lugar con la esperanza de recuperarla ¿Qué le diría a su esposo cuando llegara? Buscó diligentemente casi todo el día hasta que por fin la vio reluciente en una esquina, junto a un viejo mueble. Tanta fue su alegría que llamó a sus amigas y vecinas para que juntas se regocijaran con ella. (San Lucas 15:8-10)
Los seres humanos buscamos algo que perdimos. Si alguien busca algo es porque no lo tiene; nadie busca algo que ya tiene, y el que algo busca sabe o a lo menos intuye lo que busca. Los artistas buscan la belleza, los científicos la verdad, los políticos el poder, los empresarios el dinero, los trabajadores la subsistencia y la prosperidad, los religiosos la salvación de sus almas. Todos buscamos algo. En verdad todos los seres humanos de este planeta buscamos algo que perdimos, nuestra primera condición de criaturas en comunión con su Creador. Tal vez la gran mayoría no esté consciente de ello, pero es una realidad. ¿Qué nos conecta o nos re conecta con esa realidad espiritual? La filosofía y la religión; por excelencia esta última. De cómo llevemos nuestra religión, si la tenemos, dependerá la satisfacción de la recuperación de esa condición primera del hombre y la mujer.
A esa búsqueda la mayoría de la gente llama “felicidad”. Todos buscan su felicidad, un buen pasar, la satisfacción de todas sus necesidades y el disfrute de la vida. Hoy por hoy el placer es el principal acicate para vivir; las masas humanas van en pos de todo lo que les pueda brindar ese placer, en el sexo, el dinero, el poder, el deporte, la autorrealización, etc. Se busca la felicidad en lo externo, en el hacer, pero también, no podemos negarlo, se busca la felicidad en lo interno. Una gran cantidad de escuelas filosóficas, sectas y religiones intentan brindar a las personas ese camino de realización personal espiritual que les conduzca hacia la felicidad.
La felicidad es algo que perdimos. La Biblia nos muestra y demuestra que el ser humano no siempre fue el mismo. Hubo un tiempo en que compartió familiarmente con Dios y fue feliz en la inocencia, cuidando y labrando el jardín del Edén, compartiendo su vida en pareja, sin culpas, dolor ni enfermedad. Ese estado se perdió cuando entró el pecado en él. Allí comienza su peregrinar por una tierra hostil, por una vida difícil de llevar.
Pero el origen de este mal va más atrás, se origina en los cielos con la rebelión del querubín Lucifer, quien “Por haberse estirado en su altura levantando su copa hasta las nubes, y haberse engreído su corazón por su grandeza” fue expulsado de la presencia de Dios (Ezequiel 31) El Espíritu Santo dice de él: ”Tu esplendor ha caído en el Seol...¿Cómo has caído desde el cielo, brillante estrella, hijo de la Aurora?...Te decías en tu corazón: el cielo escalaré, encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono...Subiré a las alturas de las nubes, seré igual al Altísimo” (Isaías 14:11-14). Y en otro pasaje aclara: “Tú eras el dechado de la perfección, lleno de sabiduría y de espléndida belleza. En el Edén, jardín de Dios, vivías. Innumerables piedras preciosas adornaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, carbunclo y esmeralda; de oro era el borde de tu manto, de oro las incrustaduras, todo a punto desde el día en que fuiste creado. Como un querubín protector yo te había puesto en el monte santo de Dios. Eras perfecto en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció en ti la iniquidad. Con el progreso de tu tráfico te llenaste de violencia y pecados; y yo te he arrojado del monte de Dios y te he exterminado, oh querubín protector, de entre las brasas ardientes. Tu corazón se había engreído por tu belleza. Tu sabiduría estaba corrompida por tu esplendor. Y Yo te he derribado en tierra y te he presentado como espectáculo a los reyes” (Ezequiel 28:12-17)
Desde aquel tiempo, el “ángel de luz”, Lucifer, ahora llamado Satán, hostiga al hombre, para contravenir a Dios. El diablo le tiene preso, sometido a su arbitrio, como lo asegura la Palabra de Dios: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, / en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, / entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Efesios 2:1-3)
Si somos víctimas del reino de tinieblas, del imperio de Satanás, de nuestra débil naturaleza caída, del pecado que nos asecha, del enemigo de nuestras almas, de la desobediencia de Adán y Eva, entonces necesitamos ser rescatados.
Si hemos sido perseguidos y oprimidos por un ser espiritual de maldad que sólo desea nuestra destrucción, si nos oprimen las culpas, las enfermedades, los dolores, las tristezas, las heridas, los traumas, los complejos y todo tipo de elemento diabólico, necesitamos en forma urgente ser liberados de esa opresión.
Si hemos perdido por culpa del enemigo de Dios, de nuestros primeros padres y por nuestra mala conducta, la imagen primigenia dada por Dios en el Edén; si hemos perdido la libertad, la verdad, el amor, la fe en el Creador Todopoderoso, es que necesitamos ser reivindicados, reclamar nuestro derecho a la vida dado por Dios. Tenemos derecho a la vida en comunión con nuestro Padre Celestial y ese derecho nos fue robado, como dice el Maestro: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (San Juan 10:10)
Si hemos perdido nuestra calidad de “justos”, necesitamos ser justificados. Pues bien hay Uno que nos reivindica y hace justos, Uno que nos justifica, nos devuelve nuestros derechos, nos libera de toda opresión, nos rescata, salva de la perdición eterna y sana de toda enfermedad. Ese es Jesucristo.
El concepto de justicia recorre toda la Biblia. No se trata sin embargo de una justicia imparcial en el sentido occidental, la justicia conforme a la norma abstracta de "dar a cada uno lo suyo". En la Biblia la justicia se refiere más bien y en primer lugar a un contexto concreto de relaciones sociales. Específicamente justicia significa rescatar a la victima, liberar al oprimido. Expresa por lo tanto algún tipo de reivindicación o justificación.
Reivindicar deriva del latín res, rei, cosa, interés, hacienda, y vindicāre, reclamar. Por tanto reivindicar es reclamar algo a lo que se cree tener derecho Ej.: Reivindicó los derechos de los trabajadores; argumentar en favor de algo o de alguien Ej: Reivindicó la sencillez en el arte; reclamar para sí la autoría de una acción.; reclamar o recuperar alguien lo que por razón de dominio, cuasi dominio u otro motivo le pertenece.
La Biblia enseña que la felicidad humana, se funda en la Sabiduría de Dios y en la Esperanza de la manifestación de Jesucristo y de los hijos de Dios. Hoy veremos un tercer aspecto, clave para nuestra felicidad eterna: la Justicia.
La verdadera justicia es reivindicación de nuestra posición ante Dios y se realiza por la fe en Jesucristo y no por obras humanas.
1. La justicia propia que es por las obras.
¿En qué consiste la propia justicia de la cuál escribe San Pablo cuando dice “no teniendo mi propia justicia, que es por la ley” (v.9)? Para responder esta interrogante necesitamos devolvernos al verso donde el Apóstol declara: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (v.7)
Dice que todo lo que para él era ganancia, ahora lo estima pérdida por seguir a Jesucristo. ¿Qué era para él tan importante antes de conocer a Jesús? Lo señala en los versículos anteriores: “Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: /circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; /en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible” (v.4-6)
Examinemos cada uno de estos aspectos u obras que podían a Pablo hacerle recuperar su condición de “hijo de Dios”, reivindicarse o justificarse ante el Señor como un hombre justo.
a) Era tradición judía que a los ocho días después de nacer, se circuncidara al bebé. Esto era tan sólo un ritual ¿Puede un ritual religioso devolvernos nuestra condición de “hijos de Dios” o darnos la salvación? No “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; / no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8,9)
b) Pablo pertenecía al linaje de Israel; el nombre Israel procede de un pasaje de la Biblia donde el patriarca bíblico Jacob, después de luchar durante toda la noche contra un ángel, y vencerlo, provocó la admiración del mensajero divino, que lo bendijo y le cambió su nombre por el de Yisra'el, es decir, «El que lucha con Dios» (Génesis 32:28-30). Por ello, las tribus que se confederaron y se reconocieron como descendientes de Jacob se llamaron a sí mismas “hijos de Israel” o “israelitas”. ¿Puede una genealogía o la pertenencia a un pueblo o raza adjudicarnos la condición de “justos”? No “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Romanos 2:28-29).
c) El nombre Benjamín proviene del hebreo Ben iamin: hijo de la diestra. Se refiere a la derecha como símbolo de fuerza o virtud. Según la Biblia es el hijo menor del patriarca Yaakov (Israel) y Rajel (Raquel). Por extensión, generalmente se le llama «el benjamín» al hijo menor de una gran familia. La tribu de Benjamín perteneció al reino del Sur o de Judá. Cuando en 922 a. C. el reino de Israel fue dividido, las tribus de Judá y Benjamín permanecieron fieles a Roboam, formando el reino de Judá con capital en Jerusalén. Roboam luchó contra el rey Jeroboam de Israel, guerra que mantuvo su hijo Abías o Abiyam (2 Crónicas 12 y 13), acabando con su ejército y tomando Betel. ¿Será el orgullo de pertenecer a una familia con cierto apellido motivo de justificación ante Dios? No pues “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; / los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (San Juan 1:12,13)
d) El Apóstol se considera un auténtico hebreo y en cuanto a la ley, fariseo. Los fariseos (פרושים perushim, de parash que significa "separar") eran una comunidad judía que existió hasta el segundo siglo de la presente era. El grupo atribuía su inicio al período de la cautividad babilónica (587 a.C. – 536 a.C.). Algunos sitúan su origen durante la dominación persa o los consideraban sucesores de los hasidim (devotos). Se definieron como partido durante la revuelta de los macabeos contra los invasores sirios (167 – 165 a.C.) Sus creencias pueden resumirse en: 1. La predestinación; 2. La inmortalidad del alma; 3. Creencia en la vida espiritual (Hechos 23:6-9); 4. Creían en una recompensa final por las buenas obras; 5. Que las almas de los malvados eran retenidas por siempre debajo de la tierra; 6. Creían que los virtuosos resucitaban e incluso migraban a otros cuerpos(Hechos 23:8); 7. Aceptaban las Escrituras del Antiguo Testamento; 8. Alentaban la habitual esperanza mesiánica judía, a la que habían dado un giro material y nacionalista. ¿La pertenencia a una doctrina es la que me asegura la salvación? No porque es necesario más que tener un conocimiento intelectual, tener una experiencia personal espiritual con Dios, como dice Jesús a un maestro de Israel: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. / Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? / Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. / Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” (San Juan 3:3-6)
e) Pablo fue un celoso perseguidor de los primeros cristianos (Hechos 8:3; 9:1-2) ¿Es el celo religioso, la pasión o fanatismo por el cristianismo lo que nos puede “justificar”? No pues hay un celo que no está de acuerdo a la voluntad de Dios, como dice la Escritura: “Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. / Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. / Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; / porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.” (Romanos 10:1-4)
f) Se consideraba irreprensible en cuanto al cumplimiento de la Ley. ¿Es el cumplimiento de la Ley de Dios garantía de salvación? No, “Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20). Además dice: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28). Y en otro pasaje: “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16).
Todas estas cosas que antes consideraba ganancia, ahora para él son pérdida. Es mucho más valioso Jesucristo que todo lo anterior. ¿Qué es lo valioso para nosotros? ¿Nuestros estudios, posición social, capacidades personales, aquello que nos llena de orgullo acerca de nosotros mismos? ¿Pretendemos servir a Dios con esas “posesiones”?
La justicia que es de Dios por la fe.
Es fuerte la palabra que utiliza San Pablo para aquellas cosas que antes le justificaban: “basura”. “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (v.8)
El Apóstol desea ser encontrado en Jesucristo, probablemente en el tiempo de la “manifestación de los hijos de Dios” (recordemos la enseñanza anterior), “ser hallado en él”. El cristiano ya no vive para sí sino para el Señor, vive metido en la mente y el corazón de Jesucristo, vive “en” Cristo, desde el día que fue bautizado, o sea “sepultado” en Cristo.
La correcta justicia es por fe (v.9) y la fe en Cristo. Esa justicia o vindicación abarca los siguientes aspectos:
a) Alcanzar la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, el Salvador del Hombre.
b) Conocer al Señor, el Dueño de toda la creación incluida la Iglesia.
c) Renunciar al mundo por Jesucristo “por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura”. Jesucristo pasa a ser la primera prioridad en la vida del cristiano: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. / Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.” (San Lucas 14:26,27)
d) Ganar a Cristo. “Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:19-21)
e) Tener la esperanza de “ser hallado en él”.
f) Apelar a la justicia de Dios y no a la justicia humana “no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino teniendo la justicia que es de Dios por la fe”
Resultados de la correcta justicia.
Los últimos dos versículos del texto que nos ocupa, dan respuesta a la consecuencia del seguimiento de Jesucristo: “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, / si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Filipenses 3:10-11). Quien sigue al Señor obtendrá, entre muchas otras bendiciones, las siguientes:
· Conocer a Jesucristo es experimentarlo “a fin de conocerle” (v.10)
· Probar los resultados y el poder de su resurrección en nuestra vida: comunión con el Padre, perdón de los pecados, regeneración de la vida, sanidad interior, prosperidad, etc. “y el poder de su resurrección” (v.10) “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Corintios 1:31). Si somos “hijos de Dios, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:17).
· Participar sus padecimientos, “y la participación de sus padecimientos llegando a ser semejante a él en su muerte” (v.11), incluso “llegando a ser semejante a él en su muerte”. La escritura dice “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12)
· Llegar “a la resurrección de entre los muertos.” “si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (v.11)
Conclusión.
El hombre y la mujer buscan “una moneda perdida”, su felicidad edénica. Esta es posible recuperarla sólo por medio de la justicia Divina. Dios tiene una manera de justificarnos, muy distinta al modo humano. Hay muchas cosas que los hombres hacemos y pensamos distinto a nuestro Creador.
Dicho en paráfrasis, el pasaje estudiado sonaría algo así: “Lo que antes era ganancia para mí lo he desechado por algo que es más importante: ganar a Jesucristo. Antes tenía mi propia justicia, me relacionaba con Dios por medio de mis obras, mis propios méritos. Ahora es Dios el que me justifica y yo sólo pongo fe en Él. El resultado de su justicia es: conocerle, tener Su poder, padecer con Él y resucitar.”
El supremo bien a alcanzar por el cristiano es Jesucristo. De acuerdo a este texto habría dos tipos de justicia o modos de relacionarse con Dios: 1) A la manera humana, por las obras o por la Ley; y 2) A la manera de Dios, por la Gracia en la fe de Jesucristo.
¿Cómo aplicaremos estas palabras de San Pablo a nuestra vida?
1) Relacionándonos con Dios no por nuestras obras sino por la fe en Jesucristo.
2) Quitando todo orgullo o “piadosa vanidad” de nuestra mente, no juzgando a nuestros hermanos y prójimos. No siendo fariseos.
3) Aceptando la justicia de Dios por sobre la justicia o justificación humanas.
4) Poniendo la Ley en su contexto: un modelo de perfección.
BIBLIOGRAFÍA
1) P. Rossel; “Las Tribus de Israel”; Fundación Bíblica La Buena Semilla; Buenos Aires; Argentina; 2003.
2) http://es.wikipedia.org/wiki/Jud%C3%A1
3) http://es.wikipedia.org/wiki/Judea
4) http://es.wikipedia.org/wiki/Fariseo
5) http://www.monografias.com/trabajos10/laju/laju.shtml
6) http://www.notasteologicas.net/spip.php?article18
CLAVES PARA LA FELICIDAD
III PARTE
III PARTE
Pastor Iván Tapia
Lectura Bíblica: Filipenses 3:7-11
Propósitos de la Charla: a) Diferenciar la justicia humana de la justicia Divina; b) Comprender y aplicar el concepto bíblico de justicia y justificación; c) Valorar la justificación por medio de la fe en Jesucristo.
“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. / Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, / y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; / a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, / si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Filipenses 3:7-11)
Había en un pueblo del medio oriente una mujer de escasos recursos. Ella tenía guardadas en un lugar seguro de su casa diez monedas de plata. Era de lo que su marido le dejaba cuando volvía de su trabajo, para las compras de alimentos en el mercado y otras necesidades. Un día, al ir a tomar el dinero, se le cayó una de las monedas y se preocupó mucho, pues era el ahorro que había logrado hacer. Entonces comenzó a buscarla por todo el piso empedrado de la casa, encendió una lámpara y buscó sin hallarla, barrió todo el lugar con la esperanza de recuperarla ¿Qué le diría a su esposo cuando llegara? Buscó diligentemente casi todo el día hasta que por fin la vio reluciente en una esquina, junto a un viejo mueble. Tanta fue su alegría que llamó a sus amigas y vecinas para que juntas se regocijaran con ella. (San Lucas 15:8-10)
Los seres humanos buscamos algo que perdimos. Si alguien busca algo es porque no lo tiene; nadie busca algo que ya tiene, y el que algo busca sabe o a lo menos intuye lo que busca. Los artistas buscan la belleza, los científicos la verdad, los políticos el poder, los empresarios el dinero, los trabajadores la subsistencia y la prosperidad, los religiosos la salvación de sus almas. Todos buscamos algo. En verdad todos los seres humanos de este planeta buscamos algo que perdimos, nuestra primera condición de criaturas en comunión con su Creador. Tal vez la gran mayoría no esté consciente de ello, pero es una realidad. ¿Qué nos conecta o nos re conecta con esa realidad espiritual? La filosofía y la religión; por excelencia esta última. De cómo llevemos nuestra religión, si la tenemos, dependerá la satisfacción de la recuperación de esa condición primera del hombre y la mujer.
A esa búsqueda la mayoría de la gente llama “felicidad”. Todos buscan su felicidad, un buen pasar, la satisfacción de todas sus necesidades y el disfrute de la vida. Hoy por hoy el placer es el principal acicate para vivir; las masas humanas van en pos de todo lo que les pueda brindar ese placer, en el sexo, el dinero, el poder, el deporte, la autorrealización, etc. Se busca la felicidad en lo externo, en el hacer, pero también, no podemos negarlo, se busca la felicidad en lo interno. Una gran cantidad de escuelas filosóficas, sectas y religiones intentan brindar a las personas ese camino de realización personal espiritual que les conduzca hacia la felicidad.
La felicidad es algo que perdimos. La Biblia nos muestra y demuestra que el ser humano no siempre fue el mismo. Hubo un tiempo en que compartió familiarmente con Dios y fue feliz en la inocencia, cuidando y labrando el jardín del Edén, compartiendo su vida en pareja, sin culpas, dolor ni enfermedad. Ese estado se perdió cuando entró el pecado en él. Allí comienza su peregrinar por una tierra hostil, por una vida difícil de llevar.
Pero el origen de este mal va más atrás, se origina en los cielos con la rebelión del querubín Lucifer, quien “Por haberse estirado en su altura levantando su copa hasta las nubes, y haberse engreído su corazón por su grandeza” fue expulsado de la presencia de Dios (Ezequiel 31) El Espíritu Santo dice de él: ”Tu esplendor ha caído en el Seol...¿Cómo has caído desde el cielo, brillante estrella, hijo de la Aurora?...Te decías en tu corazón: el cielo escalaré, encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono...Subiré a las alturas de las nubes, seré igual al Altísimo” (Isaías 14:11-14). Y en otro pasaje aclara: “Tú eras el dechado de la perfección, lleno de sabiduría y de espléndida belleza. En el Edén, jardín de Dios, vivías. Innumerables piedras preciosas adornaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, carbunclo y esmeralda; de oro era el borde de tu manto, de oro las incrustaduras, todo a punto desde el día en que fuiste creado. Como un querubín protector yo te había puesto en el monte santo de Dios. Eras perfecto en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció en ti la iniquidad. Con el progreso de tu tráfico te llenaste de violencia y pecados; y yo te he arrojado del monte de Dios y te he exterminado, oh querubín protector, de entre las brasas ardientes. Tu corazón se había engreído por tu belleza. Tu sabiduría estaba corrompida por tu esplendor. Y Yo te he derribado en tierra y te he presentado como espectáculo a los reyes” (Ezequiel 28:12-17)
Desde aquel tiempo, el “ángel de luz”, Lucifer, ahora llamado Satán, hostiga al hombre, para contravenir a Dios. El diablo le tiene preso, sometido a su arbitrio, como lo asegura la Palabra de Dios: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, / en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, / entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Efesios 2:1-3)
Si somos víctimas del reino de tinieblas, del imperio de Satanás, de nuestra débil naturaleza caída, del pecado que nos asecha, del enemigo de nuestras almas, de la desobediencia de Adán y Eva, entonces necesitamos ser rescatados.
Si hemos sido perseguidos y oprimidos por un ser espiritual de maldad que sólo desea nuestra destrucción, si nos oprimen las culpas, las enfermedades, los dolores, las tristezas, las heridas, los traumas, los complejos y todo tipo de elemento diabólico, necesitamos en forma urgente ser liberados de esa opresión.
Si hemos perdido por culpa del enemigo de Dios, de nuestros primeros padres y por nuestra mala conducta, la imagen primigenia dada por Dios en el Edén; si hemos perdido la libertad, la verdad, el amor, la fe en el Creador Todopoderoso, es que necesitamos ser reivindicados, reclamar nuestro derecho a la vida dado por Dios. Tenemos derecho a la vida en comunión con nuestro Padre Celestial y ese derecho nos fue robado, como dice el Maestro: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (San Juan 10:10)
Si hemos perdido nuestra calidad de “justos”, necesitamos ser justificados. Pues bien hay Uno que nos reivindica y hace justos, Uno que nos justifica, nos devuelve nuestros derechos, nos libera de toda opresión, nos rescata, salva de la perdición eterna y sana de toda enfermedad. Ese es Jesucristo.
El concepto de justicia recorre toda la Biblia. No se trata sin embargo de una justicia imparcial en el sentido occidental, la justicia conforme a la norma abstracta de "dar a cada uno lo suyo". En la Biblia la justicia se refiere más bien y en primer lugar a un contexto concreto de relaciones sociales. Específicamente justicia significa rescatar a la victima, liberar al oprimido. Expresa por lo tanto algún tipo de reivindicación o justificación.
Reivindicar deriva del latín res, rei, cosa, interés, hacienda, y vindicāre, reclamar. Por tanto reivindicar es reclamar algo a lo que se cree tener derecho Ej.: Reivindicó los derechos de los trabajadores; argumentar en favor de algo o de alguien Ej: Reivindicó la sencillez en el arte; reclamar para sí la autoría de una acción.; reclamar o recuperar alguien lo que por razón de dominio, cuasi dominio u otro motivo le pertenece.
La Biblia enseña que la felicidad humana, se funda en la Sabiduría de Dios y en la Esperanza de la manifestación de Jesucristo y de los hijos de Dios. Hoy veremos un tercer aspecto, clave para nuestra felicidad eterna: la Justicia.
La verdadera justicia es reivindicación de nuestra posición ante Dios y se realiza por la fe en Jesucristo y no por obras humanas.
1. La justicia propia que es por las obras.
¿En qué consiste la propia justicia de la cuál escribe San Pablo cuando dice “no teniendo mi propia justicia, que es por la ley” (v.9)? Para responder esta interrogante necesitamos devolvernos al verso donde el Apóstol declara: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (v.7)
Dice que todo lo que para él era ganancia, ahora lo estima pérdida por seguir a Jesucristo. ¿Qué era para él tan importante antes de conocer a Jesús? Lo señala en los versículos anteriores: “Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: /circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; /en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible” (v.4-6)
Examinemos cada uno de estos aspectos u obras que podían a Pablo hacerle recuperar su condición de “hijo de Dios”, reivindicarse o justificarse ante el Señor como un hombre justo.
a) Era tradición judía que a los ocho días después de nacer, se circuncidara al bebé. Esto era tan sólo un ritual ¿Puede un ritual religioso devolvernos nuestra condición de “hijos de Dios” o darnos la salvación? No “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; / no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8,9)
b) Pablo pertenecía al linaje de Israel; el nombre Israel procede de un pasaje de la Biblia donde el patriarca bíblico Jacob, después de luchar durante toda la noche contra un ángel, y vencerlo, provocó la admiración del mensajero divino, que lo bendijo y le cambió su nombre por el de Yisra'el, es decir, «El que lucha con Dios» (Génesis 32:28-30). Por ello, las tribus que se confederaron y se reconocieron como descendientes de Jacob se llamaron a sí mismas “hijos de Israel” o “israelitas”. ¿Puede una genealogía o la pertenencia a un pueblo o raza adjudicarnos la condición de “justos”? No “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Romanos 2:28-29).
c) El nombre Benjamín proviene del hebreo Ben iamin: hijo de la diestra. Se refiere a la derecha como símbolo de fuerza o virtud. Según la Biblia es el hijo menor del patriarca Yaakov (Israel) y Rajel (Raquel). Por extensión, generalmente se le llama «el benjamín» al hijo menor de una gran familia. La tribu de Benjamín perteneció al reino del Sur o de Judá. Cuando en 922 a. C. el reino de Israel fue dividido, las tribus de Judá y Benjamín permanecieron fieles a Roboam, formando el reino de Judá con capital en Jerusalén. Roboam luchó contra el rey Jeroboam de Israel, guerra que mantuvo su hijo Abías o Abiyam (2 Crónicas 12 y 13), acabando con su ejército y tomando Betel. ¿Será el orgullo de pertenecer a una familia con cierto apellido motivo de justificación ante Dios? No pues “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; / los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (San Juan 1:12,13)
d) El Apóstol se considera un auténtico hebreo y en cuanto a la ley, fariseo. Los fariseos (פרושים perushim, de parash que significa "separar") eran una comunidad judía que existió hasta el segundo siglo de la presente era. El grupo atribuía su inicio al período de la cautividad babilónica (587 a.C. – 536 a.C.). Algunos sitúan su origen durante la dominación persa o los consideraban sucesores de los hasidim (devotos). Se definieron como partido durante la revuelta de los macabeos contra los invasores sirios (167 – 165 a.C.) Sus creencias pueden resumirse en: 1. La predestinación; 2. La inmortalidad del alma; 3. Creencia en la vida espiritual (Hechos 23:6-9); 4. Creían en una recompensa final por las buenas obras; 5. Que las almas de los malvados eran retenidas por siempre debajo de la tierra; 6. Creían que los virtuosos resucitaban e incluso migraban a otros cuerpos(Hechos 23:8); 7. Aceptaban las Escrituras del Antiguo Testamento; 8. Alentaban la habitual esperanza mesiánica judía, a la que habían dado un giro material y nacionalista. ¿La pertenencia a una doctrina es la que me asegura la salvación? No porque es necesario más que tener un conocimiento intelectual, tener una experiencia personal espiritual con Dios, como dice Jesús a un maestro de Israel: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. / Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? / Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. / Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” (San Juan 3:3-6)
e) Pablo fue un celoso perseguidor de los primeros cristianos (Hechos 8:3; 9:1-2) ¿Es el celo religioso, la pasión o fanatismo por el cristianismo lo que nos puede “justificar”? No pues hay un celo que no está de acuerdo a la voluntad de Dios, como dice la Escritura: “Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. / Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. / Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; / porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.” (Romanos 10:1-4)
f) Se consideraba irreprensible en cuanto al cumplimiento de la Ley. ¿Es el cumplimiento de la Ley de Dios garantía de salvación? No, “Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20). Además dice: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28). Y en otro pasaje: “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16).
Todas estas cosas que antes consideraba ganancia, ahora para él son pérdida. Es mucho más valioso Jesucristo que todo lo anterior. ¿Qué es lo valioso para nosotros? ¿Nuestros estudios, posición social, capacidades personales, aquello que nos llena de orgullo acerca de nosotros mismos? ¿Pretendemos servir a Dios con esas “posesiones”?
La justicia que es de Dios por la fe.
Es fuerte la palabra que utiliza San Pablo para aquellas cosas que antes le justificaban: “basura”. “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (v.8)
El Apóstol desea ser encontrado en Jesucristo, probablemente en el tiempo de la “manifestación de los hijos de Dios” (recordemos la enseñanza anterior), “ser hallado en él”. El cristiano ya no vive para sí sino para el Señor, vive metido en la mente y el corazón de Jesucristo, vive “en” Cristo, desde el día que fue bautizado, o sea “sepultado” en Cristo.
La correcta justicia es por fe (v.9) y la fe en Cristo. Esa justicia o vindicación abarca los siguientes aspectos:
a) Alcanzar la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, el Salvador del Hombre.
b) Conocer al Señor, el Dueño de toda la creación incluida la Iglesia.
c) Renunciar al mundo por Jesucristo “por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura”. Jesucristo pasa a ser la primera prioridad en la vida del cristiano: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. / Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.” (San Lucas 14:26,27)
d) Ganar a Cristo. “Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:19-21)
e) Tener la esperanza de “ser hallado en él”.
f) Apelar a la justicia de Dios y no a la justicia humana “no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino teniendo la justicia que es de Dios por la fe”
Resultados de la correcta justicia.
Los últimos dos versículos del texto que nos ocupa, dan respuesta a la consecuencia del seguimiento de Jesucristo: “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, / si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Filipenses 3:10-11). Quien sigue al Señor obtendrá, entre muchas otras bendiciones, las siguientes:
· Conocer a Jesucristo es experimentarlo “a fin de conocerle” (v.10)
· Probar los resultados y el poder de su resurrección en nuestra vida: comunión con el Padre, perdón de los pecados, regeneración de la vida, sanidad interior, prosperidad, etc. “y el poder de su resurrección” (v.10) “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Corintios 1:31). Si somos “hijos de Dios, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:17).
· Participar sus padecimientos, “y la participación de sus padecimientos llegando a ser semejante a él en su muerte” (v.11), incluso “llegando a ser semejante a él en su muerte”. La escritura dice “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12)
· Llegar “a la resurrección de entre los muertos.” “si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (v.11)
Conclusión.
El hombre y la mujer buscan “una moneda perdida”, su felicidad edénica. Esta es posible recuperarla sólo por medio de la justicia Divina. Dios tiene una manera de justificarnos, muy distinta al modo humano. Hay muchas cosas que los hombres hacemos y pensamos distinto a nuestro Creador.
Dicho en paráfrasis, el pasaje estudiado sonaría algo así: “Lo que antes era ganancia para mí lo he desechado por algo que es más importante: ganar a Jesucristo. Antes tenía mi propia justicia, me relacionaba con Dios por medio de mis obras, mis propios méritos. Ahora es Dios el que me justifica y yo sólo pongo fe en Él. El resultado de su justicia es: conocerle, tener Su poder, padecer con Él y resucitar.”
El supremo bien a alcanzar por el cristiano es Jesucristo. De acuerdo a este texto habría dos tipos de justicia o modos de relacionarse con Dios: 1) A la manera humana, por las obras o por la Ley; y 2) A la manera de Dios, por la Gracia en la fe de Jesucristo.
¿Cómo aplicaremos estas palabras de San Pablo a nuestra vida?
1) Relacionándonos con Dios no por nuestras obras sino por la fe en Jesucristo.
2) Quitando todo orgullo o “piadosa vanidad” de nuestra mente, no juzgando a nuestros hermanos y prójimos. No siendo fariseos.
3) Aceptando la justicia de Dios por sobre la justicia o justificación humanas.
4) Poniendo la Ley en su contexto: un modelo de perfección.
BIBLIOGRAFÍA
1) P. Rossel; “Las Tribus de Israel”; Fundación Bíblica La Buena Semilla; Buenos Aires; Argentina; 2003.
2) http://es.wikipedia.org/wiki/Jud%C3%A1
3) http://es.wikipedia.org/wiki/Judea
4) http://es.wikipedia.org/wiki/Fariseo
5) http://www.monografias.com/trabajos10/laju/laju.shtml
6) http://www.notasteologicas.net/spip.php?article18
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