MENSAJES DE NAVIDAD
AÑO 2020
© Pastor Iván Tapia
“1 Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. / 2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. / 3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. / 4 Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; / 5 para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. / 6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. / 7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.” (San Lucas 2:1-7)
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te año que ya va terminando ha azotado al mundo una enfermedad grave, causando millones de muertos en el planeta. Los gobiernos han debido ordenar cuarentenas de la población, obligándonos a estar en nuestras casas por períodos largos. Esto ha provocado pérdidas de trabajo por despidos, retraso en la educación que viven los niños en las escuelas, negocios cerrados con una notoria baja en el consumo, por lo tanto la pandemia no sólo ha afectado a la salud sino también a la economía. La acción en los recintos hospitalarios, tanto públicos como clínicas privadas, ha sido enorme. Los médicos, enfermeras y trabajadores de la salud han puesto todas sus capacidades al servicio de los contagiados, arriesgando sus propias vidas.
Se acerca la fiesta de Navidad, cuya tradición es el encuentro familiar, el intercambio de regalos y el disfrute de una cena mejor en la noche del 24 de diciembre, conocida como Nochebuena. Cada año los locales comerciales se visten de luces y ofertas de juguetes y todo tipo de regalos; el público se vuelca a las calles para comprar. Sin embargo este año no será así, especialmente la noche de Navidad.
Muchas familias no podrán reunirse en su totalidad, no podrán abrazarse padres con hijos, abuelos y nietos. La mayoría de los hogares de occidente hará su árbol de Navidad y su pesebre o Belén, tendrá adornada su casa con distintas figuras alusivas a estas fiestas, como ángeles, esferas de colores, velas naturales y artificiales, papás Nöel o viejos de pascua, en fin toda esa multitud de imágenes que se ha ido agregando a esta fecha a través de veintiún siglos.
Sin embargo, en medio de las luces variopintas, multicolores e intermitentes; en ese ambiente de música navideña, himnos y villancicos, no estaremos todos los que habitualmente nos reunimos en el hogar en esta fecha. Faltará el hermano que está lejos del país, faltará uno de los abuelos porque falleció a causa del virus; no estará la mamá, pues vive en otro barrio y no podemos juntarnos, ni siquiera tocarnos y saludarnos de lejos sería más triste; no estará aquel amigo solo que siempre invitábamos, en fin esta Navidad será una celebración diferente.
Quizás a través de estas circunstancias dolorosas para algunos, Dios quiera darnos una lección. Tal vez algo de nuestra fe se ha deteriorado y necesitamos ser estremecidos para despercudirnos de ciertas cosas que no atañen a ella. El Señor, en medio de esta pandemia, es el Maestro que quiere enseñarnos a vivir y celebrar la verdadera Navidad.
¿Cómo desea Dios que celebremos la Navidad?
1.
Una Navidad Cristocéntrica.
En primer lugar veamos cuál es el sentido de la Navidad. Es la celebración del nacimiento hace más de veinte siglos, de Jesús, el Hijo de Dios, en Belén de Judea. El centro de esta celebración es Jesús. No es la cena, los regalos, los abuelos, los papás, el árbol de Navidad, el pesebre, ni siquiera los niños. Dado que Jesús era un Niño y fue visitado por los sabios o magos del oriente, es que ha derivado esta celebración en poner como centro a los niños y regalarles. Incluso se acostumbra decir que esta es una fiesta de los niños. Pero no es así, la Navidad es la celebración de un Niño que nos ha nacido en Belén: Jesucristo, nuestro Salvador. Hemos perdido la visión original de la Palabra de Dios y de la Natividad del Señor:
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” (Isaías 9:6)
Entraña un peligro decir que la Navidad es de los niños y es el hacer de ellos personas interesadas en recibir regalos, presas del consumismo y la publicidad que los medios hacen de los productos que cada año sacan para ser regalados a los niños. Hacemos de ellos seres consumistas, codiciosos, materialistas y egocéntricos, pues, insisto, la Navidad es de Jesús. Necesitamos volver a celebrar una Navidad Cristocéntrica. No es nuestro ánimo arruinarles la celebración, podemos regalar ¿por qué no? Es una forma de demostrar nuestro cariño a otros. Pero guardemos las proporciones. Lo más importante es que en la noche de Navidad le regalemos a Jesús nuestro corazón. Por eso esa noche hacemos una oración de gratitud al Padre por haber enviado a Su Hijo a salvarnos de nuestra condición de pecadores. Por eso esa noche, como lo hicieron los pastores y los ángeles le cantamos alabanzas a Jesucristo:
“8 Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. / 9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. / 10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: / 11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. / 12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. / 13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: / 14 ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (San Lucas 2:8-14)
2.
Una Navidad espiritual.
En segundo lugar preguntémonos por qué celebramos la Navidad. Lo más honesto sería responder que lo hacemos por tradición, porque desde niños la vivimos en casa de nuestros padres, porque en el colegio se nos inculcó y porque todas las iglesias, salvo algunas excepciones, la celebran. Es decir que seguimos la corriente que nos lleva por el mismo cauce a la mayoría. ¡Cuántas cosas hacemos porque se usa, porque “así debe ser”, porque todos lo hacen! Pero los humanos somos seres pensantes. Sobre todo un cristiano debe vivir en forma consciente cuanto hace.
Bajo la mirada de repetir lo que por siglos se ha hecho, estas fiestas están llenas de significados, además de religiosos y tradicionales venidos algunos del mundo pagano, de significados personales. Cada objeto que aparece de esas cajas que guardamos durante once meses y medio con las cosas de Navidad, está cargado de recuerdos, memorias familiares, alegrías y penas, nostalgias de tiempos pasados. La misma música nos remite muchas veces a la infancia, a tiempos idos. Entonces la mente, la memoria, la imaginación no siempre se vuelve al motivo central de esta celebración, sino hacia nosotros mismos. No niego que esto puede ser bello, poético, cultural, pero no es espiritual sino más bien un disfrute del alma. ¿Viviremos la Navidad rememorando nuestros personales viejos tiempos, llorando aquello que perdimos o centraremos la mente y todo el ser en el nacimiento del Hijo de Dios?
Dejarse llevar por emociones, nostalgias y tristezas de un pasado personal o familiar es vivir de un modo almático la celebración del nacimiento del Niño Dios. Es evidente que esta debe ser una fiesta del espíritu y no del alma, menos de la carne. Sin embargo para muchos es comida y bebida, regalos y baile, una fiesta de la carne. Para otros el regocijo familiar, ver la alegría de los niños y adultos abriendo sus regalos, recibir un paquete de pan de pascua y ponche o champagne, una fiesta del alma y no una fiesta del espíritu. Oración, alabanzas, Palabras de Dios son los mejores ingredientes de la cena de Navidad. Como aquellos hombres sabios que venían a adorar al Hijo de Dios con incienso, oro y mirra, ofrezcamos nosotros también a Jesús en esta Navidad el incienso de nuestras oraciones, el oro de los dones espirituales que Dios nos ha dado y la mirra de la abnegación, en un culto racional y espiritual:
“1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, / 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.” (San Mateo 2:1,2)
3.
Una Navidad sencilla.
Por último y en tercer lugar, si tenemos en cuenta la condición en que Jesús nació veremos que su hogar esa noche fue un establo y su cuna el pesebre donde comían los animales, que estuvieron presentes, aparte de sus padres algunos pastores. Los más nobles o importantes invitados, aunque no fueron propiamente invitados por José y María, fueron los sabios del oriente que sí le trajeron regalos costosos: incienso, oro y mirra. Pero estas visitas llegaron siguiendo una estrella, el astro que señalaba el nacimiento del Mesías. Fue Dios quien guió a estos hombres a visitar al Señor.
“9…y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. / 10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. / 11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.” (San Mateo 2:9-11)
Todo lo demás, el entorno, los pastores, hasta el posadero del mesón, es humilde, sencillo, son gentes de trabajo y sin mayor cultura. Hay una completa sencillez en el lugar y las personas que rodearon al Niño en Su Natividad:
“15 Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. / 16 Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. / 17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. / 18 Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.” (San Lucas 2:15-18)
¡Qué contraste con nuestra Navidad, que queremos
hacer cada día más costosa, brillante, vestirnos elegantemente, perfumados con
los más caros aromas, con la mejor música navideña, en una casa bien iluminada,
con ricas comidas! ¿Qué habrán comido aquella noche en el establo los padres
del Niño Jesús? ¿Les habrá pasado un plato de comida el mesonero? ¿O llevarían
ellos algún pan y un poco de carne seca para el camino? No se sabe, pues la
Biblia no lo dice. Lo más probable es que, si comieron, no fue una elegante y
opípara cena como la de los hogares de hoy. ¿Qué queremos decir con esto? Que
así como el nacimiento de Jesús fue en un lugar humilde y con gente sencilla,
casi en la precariedad, nuestra Celebración de Navidad también debe ser hecha
con la máxima sencillez.
CONCLUSIÓN
Una gran enseñanza quiere darnos el Señor en este tiempo, al ponernos en la encrucijada de celebrar el nacimiento de Su Hijo en medio del dolor de la pandemia y todo lo que ella ha generado. Esta celebración de Nochebuena nos obliga a volver a nuestros principios cristianos, debiendo celebrar la Natividad de Jesús como una fiesta: 1) Cristocéntrica, en que sólo Jesús es el centro de la celebración; 2) Espiritual, apartándonos de toda superficialidad y materialismo; y 3) Sencilla como siempre han sido Jesús y Su Evangelio. ¡Qué el Señor nos ayude!
Saludamos a todos
nuestros hermanos en Cristo, deseándoles las más ricas bendiciones del Señor
para sus vidas, familias y ministerios; rogando a Dios que traiga toda
consolación a los que están en dolor y ponga espíritu de misericordia en toda
Su Iglesia. ¡Feliz Navidad!
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