LECCIÓN 15
© Pastor Iván Tapia Contardo
Lectura bíblica: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual
por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y
se sentó a la diestra del trono de Dios.”
(Hebreos 12:2)
Palabra clave del capítulo: AUTOR.
Idea central: Jesucristo es el Autor de
nuestra salvación.
Objetivos: a) Comprender y valorar las dos dimensiones de Jesucristo como “Autor”
de la Vida y de la Salvación; b) Comprender que los pecadores somos “autores”
de muerte contaminados con el pecado; c) Entender que los pecadores matamos en
la cruz al Autor de la Vida y cada vez que pecamos; d) Valorar cómo Jesucristo,
Autor de nuestra salvación, fue perfeccionado en la aflicción; y e) Valorar y
practicar la obediencia como entrada y camino para la salvación.
Resumen: El segundo capítulo de
Hebreos da a conocer a Jesucristo como Autor de la vida y Autor de nuestra
eterna salvación. En esta enseñanza se explican los alcances de las cinco
oportunidades que aparece la palabra “autor” en nuestra traducción de la
Biblia. Los pecadores somos autores de muerte; matamos una y otra vez al Autor
de la Vida y la Salvación, perfeccionado como Hombre en la aflicción y a quien debemos
obediencia.
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a Biblia nos invita a todos los
creyentes a fijar nuestra mirada en Jesucristo, antes que en cualquier otra
persona, motivo o cosa que tengamos y que consideremos muy importante. Todos
tenemos una familia que amamos, un trabajo que valoramos, a veces una vocación
profunda en algún área de la cultura, simpatía por cierta filosofía política o
algún tipo de lucha social, un pasatiempo, etc. Sobre todo ello, y aún sobre
nuestra propia persona y comunidad cristiana, está Jesús.
Él es el iniciador, el motivo, la
razón de nuestra fe; Él es quien dio Su vida y puso el fundamento a la fe
cristiana. ¿Quién es más importante que Él? Nadie más, sólo Jesucristo ocupa el
primer lugar en nuestros corazones. Arriesgó todo por nosotros, los pecadores,
se negó a sí mismo, se negó a una vida plácida, se negó a tener una mujer e
hijos, a vivir tranquilamente de su trabajo, se negó a vivir para sí dando la
vida entera por Sus discípulos, amigos y todos aquellos que a través de la
historia le seguiríamos. Por el gozo de servir al Padre, por el gozo de darse
por los pecadores, por el gozo de conseguir una gran familia en la raza humana,
por el gozo de disfrutar de eternamente junto a millones de almas convertidas a
Dios, no hizo caso del oprobio.
Jesús aceptó la deshonra y
vergüenza pública de haber sido tratado como un hereje y delincuente,
despreciado por Su pueblo, con tal de conquistar para nosotros la vida eterna.
Su misión fue cumplida en la cruz y luego fue resucitado por el poder del
Espíritu Santo, levantado de entre los muertos y ascendido a los lugares más altos,
a la derecha del trono de Dios.
Nuestra salvación, santificación, renovación y
transformación son de Su autoría. La redención es la obra maestra de Dios y
Jesucristo la ha firmado con Su sangre. Él es su Autor. El diccionario define
“autor” como la persona que hace una cosa o es causa determinante de ella;
también se llama autor a quien ha realizado una obra científica, literaria o
artística. En este caso Jesús es el Autor de nuestra eterna salvación.
La Biblia utiliza la palabra “autor” sólo cinco
veces. Se refiere al asesino o autor de la muerte en una oportunidad; al autor
de la vida una vez y al autor de la
salvación y consumador de la fe en tres versículos.
¿Qué dice la Biblia acerca de ser
“autor”?
1.
Los pecadores somos autores de muerte.
“Pero si fuere de día, el autor
de la muerte será reo de homicidio. El ladrón hará completa restitución; si no
tuviere con qué, será vendido por su hurto.” (Éxodo 22:3)
Este texto se refiere a quien es
autor de un crimen. Está dentro de las leyes de restitución y lo señala así: “1 Cuando alguno hurtare buey u oveja, y lo
degollare o vendiere, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja
cuatro ovejas. / 2 Si el ladrón fuere hallado forzando una casa, y fuere herido
y muriere, el que lo hirió no será culpado de su muerte. / 3 Pero si fuere de
día, el autor de la muerte será reo de homicidio. El ladrón hará completa
restitución; si no tuviere con qué, será vendido por su hurto. / 4 Si fuere
hallado con el hurto en la mano, vivo, sea buey o asno u oveja, pagará el
doble.” (Éxodo 22:1-4)
La ley indicaba la cantidad de
animales que debía restituir un ladrón al ser sorprendido y juzgado por el
robo. Siempre la restitución era mayor que el mal cometido.
Cuando un ladrón, sorprendido en
la noche robando, era muerto, quien lo mataba no era culpado, dado que estaba
el factor de la oscuridad y el desconocimiento de lo que sucedía.
Al contrario si era sorprendido
en el día, “el autor de la muerte será reo de homicidio.”
Todo ladrón debía hacer completa
restitución de lo robado, en caso contrario era vendido como siervo o esclavo.
Cuando era sorprendido con los animales vivos, pagaba el doble.
Desde el punto de vista
espiritual, todos los pecadores andan en muerte y practican la muerte, puesto
que sus corazones están en tinieblas. No amar al prójimo, murmurar y maldecir,
envidiar y dañar, son conductas asesinas: “El
que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en
tinieblas.” (1 Juan 2:9); “11 Porque este es el mensaje que habéis
oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. / 12 No como Caín, que
era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras
eran malas, y las de su hermano justas.” (1 Juan 3:11,12)
Por tanto los pecadores somos
“reos de homicidio”. La única forma de restitución de nuestra condición
original, de seres puros, como lo estaban Adán y Eva en el Edén, es siendo
purificados por Cristo y Su Espíritu: 1) La sangre de Jesucristo derramada en
la cruz nos prodiga el perdón, la reconciliación y la justificación ante el
Padre; 2) El Espíritu Santo nos santifica mediante el proceso de santificación,
a través de todo el resto de nuestra vida.
No vamos a profundizar en el
aspecto que dice relación con Satanás, primer autor de muerte en la creación, ya
que él envidió la gloria de Dios y quiso robar Su autoridad, contaminando a la
tercera parte de los ángeles y luego al ser humano.
2.
Los pecadores matamos al Autor de la
Vida.
“y matasteis al autor de
la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos
testigos.” (Hechos 3:15)
Esta es la acusación que hace el apóstol Pedro a los judíos. Ellos no mataron a un simple
hombre, a cualquier maestro, a un rabí de Israel, ellos mataron nada más y nada
menos que al Autor de la vida. He aquí otro nombre para Jesucristo, el Hijo: Autor
de la Vida, puesto que Él es quien hizo todas las cosas, el origen del
universo, la razón de la existencia y el que sostiene todo.
Dice el apóstol Juan en su
Evangelio: “1 En el principio era el
Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. / 2 Este era en el
principio con Dios. / 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de
lo que ha sido hecho, fue hecho.” (San
Juan 1:1-3) El Cristo es más que un Sustantivo, nombre de Persona; el
Cristo es un Verbo, Dios en acción. El Verbo o la Palabra, como algunos lo han
traducido, siempre estuvo con Dios y es Dios. Todo fue hecho por esa Palabra,
ese Verbo de Dios. El Padre y el Verbo son Uno con el Espíritu.
Así es que el Verbo es el Autor
de todo ser viviente y todo el espacio en el cual se mueven estos seres. El
Verbo no es muerte sino vida, en sus tres manifestaciones: vida biológica o del
cuerpo (bíos), vida psíquica, mental o del alma (psique) y vida espiritual o
sobrenatural (zoé). La Vida sobrenatural, ese principio de Vida, fue
manifestada en Cristo: “Y aquel Verbo fue
hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del
unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (San Juan 1:14). Insiste en esta idea el apóstol en su carta: “1 Lo que era desde el principio, lo que
hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y
palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida / 2 (porque la vida fue
manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna,
la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)” (1 Juan 1:1,2)
El escritor de Hebreos corrobora
esta calidad de Creador o Autor de Vida de Jesucristo: “en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó
heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Hebreos 1:2) No hay contradicción en lo que los apóstoles y
líderes de la primera Iglesia afirman acerca del Cristo; Él es el Autor de la
Vida. Dios Padre también es partícipe en esa creación; es el Padre haciéndola
por medio del Verbo-Cristo-Dios. Por tanto deberíamos tener sumo respeto hacia
el Autor de la Vida y no ofenderle.
Como los judíos que gritaron
“¡Crucifícale! ¡Crucifícale!”, cada vez que pecamos estamos matando otra vez al Autor de la Vida.
Toda la Humanidad pecadora dio muerte al Autor de la Vida. En la cruz, sobre la
cabeza de Jesús pusieron un cartel que señalaba que Él era el Salvador
–significado del nombre Jesús- Rey de Su pueblo, al cual pertenecen todos los
que en Él creyeron, los que en Él creen y los que en Él creerán: “Y pusieron sobre su cabeza su causa
escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS.” (San Mateo 27:37)
La frase escrita sobre Su cabeza,
como una corona, lo señalaba como el Rey, razón por la cual lo castigaron, por
reconocer e identificarse como tal. “Y el
título escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDÍOS.” (San
Marcos 15:26)
En tres idiomas
estaba escrito el cartel: a) La lengua hebrea del pueblo escogido que lo
rechazó; b) La lengua romana del imperio político que lo condenó a la cruz; y
c) El idioma griego del mundo gentil que lo ignoró: “Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y
hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.” (San Lucas 23:38)
Dios inspiró al cobarde,
sarcástico y escéptico Pilato para dar este título al Autor de la Vida: “19 Escribió también Pilato un título, que
puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. / 20 Y
muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue
crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en
griego y en latín.” (San Juan
19:19,20). Jesús nazareno, el Rey de los judíos, fue crucificado para
nuestra redención.
3.
En la aflicción fue perfeccionado el
Autor de nuestra salvación.
“Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por
quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la
gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.” (Hebreos 2:10)
Por causa del Cristo existen
todas las cosas; por Él y para Él fueron creadas. El Padre ama al Hijo y creó
para Él todo cuanto existe. Pero, además, le hizo nacer como hombre para vivir
la vida como cualquier humano, anunciar Su mensaje de Amor y muriendo en la
cruz, proclamar nuestra salvación y liberación del pecado. Por eso, junto con
nombrarle como Autor de la Vida, también le llama Autor de nuestra Salvación.
Jesús, como resultado de Su obra
redentora en la cruz, salvaría a millones de personas condenadas al infierno y
las conduciría hacia el Cielo, la gloria de Dios. Pero para ello tendría que
pasar por múltiples aflicciones, como:
-
Negación y deslealtad de Pedro tres veces.
-
Traición de Su discípulo Judas Iscariote.
-
Los discípulos se quedan dormidos y no lo acompañan en
la oración.
-
Miedo humano ante su destino en el huerto de los
Olivos.
-
Ser tratado como hereje, siendo el Hijo de Dios.
-
Escupido, golpeado, abofeteado, burlado: “67 Entonces le escupieron en el rostro, y
le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban, / 68 diciendo: Profetízanos,
Cristo, quién es el que te golpeó.” (San
Mateo 26:67,68)
-
Atado como delincuente.
-
La muchedumbre prefirió soltar al asesino Barrabás en
lugar del inocente Jesús.
-
Desnudado, coronado de espinas,
escarnecido, escupido, golpeado y crucificado: “27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio,
y reunieron alrededor de él a toda la compañía; / 28 y desnudándole, le echaron
encima un manto de escarlata, / 29 y pusieron sobre su cabeza una corona tejida
de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él,
le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! / 30 Y escupiéndole, tomaban la caña y le
golpeaban en la cabeza. / 31 Después de
haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le
llevaron para crucificarle.” (San
Mateo 27:27-31)
-
Beber vinagre mezclado con hiel.
-
Injuriado en la cruz por los que pasaban, diciendo: “Tú que derribas el templo, y en tres días
lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.”
(San Mateo 27:40)
-
Escarnecido por los principales sacerdotes, los
escribas, los fariseos y los ancianos, que decían: “42 A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de
Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. / 43 Confió en Dios;
líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.” (San Mateo 27:42,43)
-
Injuriado por uno de los ladrones crucificados con Él.
-
Desamparado por el Padre, sufriendo el castigo de
nuestros pecados.
¿Qué quiere decir Hebreos cuando
comenta que era necesario que Jesús fuera perfeccionado por múltiples
aflicciones para cumplir su rol Salvador? La obra de la cruz era una obra digna
de Dios, de Su infinito amor, una expresión de su esencia. Él no tenía la
obligación moral de enviar al Hijo a morir en la cruz por una raza pecadora;
perfectamente podría haber eliminado a la Humanidad, pero prefirió el camino
del perdón y la redención. Dios no hace discursos de amor sino que actúa, así
es el amor de Dios: “En esto consiste el
amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a
nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” (1 Juan 4:10). En verdad es admirable
que Dios desee llevar a hombres pecadores a Su gloria.
Convenía a esa causa un hombre perfectamente
capacitado para ser el Salvador; Jesucristo fue ese hombre, el Hombre perfecto.
Él debía encontrar la perfección de la obra salvadora, en un acto de obediencia
suprema: “6 el cual, siendo en forma de
Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, / 7 sino que se
despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; / 8
y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:6-8) Siendo Dios, Cristo sufrió como hombre por
nosotros. El Cristo es representante de Su pueblo y sufrió con ellos, como
ellos y por ellos, en una muerte cruel pero redentora.
4.
La salvación eterna es para los que
obedecen a su Autor.
“y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;” (Hebreos
5:9)
Jesús, el Cristo hecho hombre,
fue perfeccionado en el dolor y es Autor de eterna salvación para quienes le
obedecen. Dos cosas debemos destacar: a) La duración de la salvación lograda
por Él para nosotros; y b) Los destinatarios de esa salvación.
a)
La duración de la salvación lograda por Cristo.
Somos salvados de la condenación
eterna, por tanto no habrá más condenación para nosotros, los que hemos
entregado la vida a Jesucristo y nos dejamos gobernar por Él. La salvación conquistada
por Jesús es una obra perfecta, no es limitada sino que para siempre: “14 Y como Moisés levantó la serpiente en el
desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, / 15 para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (San
Juan 3:14,15). La salvación no se puede perder, quien está en las manos de
Cristo puede sentirse seguro, ya que el Señor dice:
“27 Mis ovejas
oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
/ 28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las
arrebatará de mi mano. / 29 Mi Padre que
me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi
Padre.” (San Juan 10:27-29)
b)
Los destinatarios de la salvación.
La salvación es como un cheque en
blanco que se hace efectivo cuando se escribe el nombre del pecador en él. Si
bien Jesús murió por todos, en verdad quienes alcanzan el beneficio de esa
muerte redentora, son sólo los que creen en Él y obedecen a Su llamado.
Desde el momento en que entregamos la vida a Jesucristo, Él comienza a
gobernarnos y guiarnos por medio de Su Espíritu, hacia el cumplimiento de Su
voluntad. La vida cristiana es una vida de obediencia al Señor del Reino. La
carne lucha contra el espíritu; el espíritu debe vencer a la carne. La
salvación es de los que han obedecido al llamado y permanecen en él.
No son destinatarios de la salvación aquellas personas que no reconocen a
Cristo como Señor o que desean vivir su vida de acuerdo a otros principios y no
a los de Cristo. Hay buenos y malos cristianos, todos serán evaluados en el
Tribunal de Cristo; pero también hay cristianos verdaderos y falsos cristianos.
A los primeros el Señor, por boca de San Pablo, les dice: “12 Por tanto, amados
míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino
mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y
temblor, / 13 porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el
hacer, por su buena voluntad.” (Filipenses
2:12,13)
Los falsos cristianos son personas que creen haber tenido un encuentro
con el Señor, piensan que son cristianos porque están acostumbrados en la
Iglesia o porque saben mucho de la Biblia pero no la practican ni entienden en
toda su profundidad el mensaje del Evangelio. Estas personas son llamadas por
los demás “hermanos” pero en realidad no son de la familia de Dios. Es no sólo
responsabilidad de ellas darse cuenta de esta grave y peligrosa situación, sino
que de la Iglesia y los ministros del Señor, orientarles hacia el
arrepentimiento y la conversión. Suelen perderse en el camino de la fe, no
actuar cristianamente y desmoronarse ante grandes dificultades, puesto que no
tienen el acompañamiento del Espíritu Santo. El apóstol Juan describe así a
estos falsos cristianos o cristianos “convencidos” y no convertidos: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no
tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre
y al Hijo.” (2 Juan 1:9)
Teniendo en
cuenta que todos los pecadores somos autores de muerte y, por tanto, en cada
uno de nuestros actos malignos, matamos una y otra vez al Autor de la Vida y la
Salvación, quien fue perfeccionado como hombre en la aflicción, sigamos
obedeciendo a Su Palabra y Espíritu, hasta eternidad, como lo aconseja el
escritor de Hebreos:
“puestos los ojos en Jesús, el autor
y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” (Hebreos
12:2)
CONCLUSIÓN.
Sólo en cinco versos utiliza la
traducción de Biblia la palabra “autor”. Pero estas pocas frases nos sirven
para comprender algunos conceptos fundamentales de la fe cristiana: 1) Los
pecadores somos autores de muerte pues estamos contaminados con el pecado; 2) Los
pecadores matamos al Autor de la Vida en la cruz del monte Calvario en
Jerusalén y cada vez que pecamos, pues Cristo tomó en ella nuestro lugar; 3) En
la aflicción fue perfeccionado el Autor de nuestra salvación, ya que había
encarnado como ser humano y que se enfrentaba a la más perfecta obra, la
redención de los pecadores; y 4) La salvación eterna es para los que obedecen a
su Autor, requisito imprescindible para obtener el perdón.
PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)
¿De qué obras se considera usted autor/a y cómo se
siente de ello?
2)
¿Qué conceptos cristianos destacan en esta enseñanza?
3)
¿Por qué se dice que los seres humanos somos autores de
muerte?
4)
¿Cómo podemos contribuir a descontaminar el mundo?
5)
¿En qué consiste la obra de Jesús y qué consecuencias
ha tenido en la historia de la humanidad?
6)
¿Por qué se llama al Cristo “Autor de la Vida”?
7)
¿Cómo podemos tomar el lugar de los que sufren
necesidad y ayudarles a redimirse?
8)
¿Qué significado tienen para usted las aflicciones de
la vida?
9)
¿Cuándo le cuesta a usted perdonar a otra persona?
10) ¿Qué
significa ser pecador?
11) ¿Qué
solución da la Biblia al pecador?
12) ¿Por
qué Jesús fue “perfeccionado” en la obediencia?
13) ¿Qué
implica la obediencia para salvación?
BIBLIOLINKOGRAFÍA.
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Reina,
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https://es.wikipedia.org/
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Pérez Millos, Samuel
“Comentario Exegético Al Texto Griego del Nuevo Testamento –
Hebreos”
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http://miespadaeslabiblia.com/384/se-pierde-o-no-la-salvacion
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