Mensaje a la familia Tapia en Culto Familiar.
Viña del Mar, Viernes Santo, 22 de abril de 2011.
Querida familia, queridos hermanos y amigos:
Recuerdo aquella noche memorable en que conocí a Jesucristo, nuestro Salvador. Sería la culminación de una búsqueda espiritual hecha “a ciegas” porque ciertamente estaba, como el ciego del Evangelio, sin ninguna visión. Lo curioso es que me había formado en la Universidad de Chile como Educador de Ciegos. Una ironía de la vida o sabiduría del Señor, pues a la postre llegaría a ser un orientador de ciegos espirituales. ¡Cuánto necesita este mundo de personas que le guíen hacia la luz! Como las personas ciegas requieren muchas veces de un lazarillo, alguien que les ayude a cruzar una calle o les oriente para encontrar cierta dirección, asimismo nosotros necesitamos alguien que nos oriente en el camino de la fe. Ese papel cumplió mi primo Pedro Tapia, por allá en el año 1975, preparó el terreno para que mi alma recibiera la semilla de la Palabra de Dios.
Les contaré mi testimonio…
La Palabra de Dios en esta tarde está en el Evangelio Según San Juan, capítulo 6, versos 52 al 59.
“52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? / 53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. / 54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. / 55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. / 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. / 57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. / 58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. / 59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.” (San Juan 6:52-59)
Podríamos decir que esta es la continuación de la Palabra que el Señor me habló a través del Pastor Josué Muñoz, pero que hoy es un mensaje que el Espíritu Santo quiere dar a usted. Así es que abra sus oídos, disponga su mente y su corazón para escucharla:
Cuenta el Evangelio que Jesús y sus discípulos venían del mar de Galilea o Tiberias. La multitud los seguía a todas partes por lo espectacular de las sanidades que Él hacía. El Maestro con Sus discípulos habían estado en un monte. Se acercaba la fiesta de la Pascua, la misma que celebramos hoy. Fue en esa ocasión que dio de comer a más de 5.000 personas con sólo cinco panes de cebada y dos pececillos. Tal era la impresión y locura de esa gente por lo que experimentaron que querían hacer rey al Señor. De modo que Jesús volvió a “retirarse al monte él solo.” Esa noche o al anochecer sucedió otra cosa extraordinaria: sus discípulos iban cruzando el mar en una barca hacia la ciudad de Capernaum, cuando vieron al Maestro venir hacia ellos caminando sobre las aguas. La gente al otro día vio que no estaba la barca de los apóstoles ni tampoco se encontraba Jesús, entonces “fueron a Capernaum, buscando a Jesús”. Extrañados, al verle allí, en la sinagoga de Capernaum, le preguntaron: “Rabí, ¿cuándo llegaste acá?”. Es en ese momento que el Señor comienza su lección acerca del verdadero pan, el alimento del espíritu.
TODOS LOS SERES HUMANOS DEBEMOS ESFORZARNOS POR ENCONTRAR EL ALIMENTO ESPIRITUAL. Jesús nos da un consejo: “27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.” Tal vez todos estamos muy preocupados de obtener el sustento. Para ello trabajamos duro por obtener el dinero necesario para nuestras necesidades básicas. Esto no es malo. Es muy noble sacrificarnos por el bienestar de nuestra familia, por que los hijos lleguen a ser mejor que nosotros, ojalá profesionales. Tal cosa no está reñida con el plan de Dios. “…porque no han de atesorar los hijos para los padres sino los padres para los hijos.” (2 Corintios 12:14). Pero “¿de qué aprovecha al hombre, si granjeare todo el mundo, y perdiere su alma?...” (San Mateo 16:26)
SOMOS SERES TRINITARIOS. Recordemos que no somos únicamente cuerpo, también tenemos una mente, razonamiento, lo que la Biblia llama alma. La persona necesita cultivar, desarrollar y salvar esa alma. Pero hay algo más, que es el espíritu del hombre. Usted puede ver su cuerpo, puede darse cuenta de sus propios pensamientos, hasta de su conciencia que le acusa de actuar bien o mal. Sin embargo sentir un vacío interno. Es que también hay un espíritu en usted.
A CADA PARTE UN TIPO DE ALIMENTO. Como todo ser vivo, como las plantas y los animales, usted necesita alimentarse. La comida le dará la energía para crecer, desarrollarse, reproducirse, trabajar y sentirse vivo. Si no se alimenta, muere. Alimento y vida están íntimamente ligados. El cuerpo se alimenta de comida sana, el alma de buenas ideas y sentimientos. Pero ¿De qué se alimentará el espíritu?
HAY UN ALIMENTO PARA EL ESPÍRITU: EL PAN DEL CIELO. En San Mateo 4:4 se nos dice “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Pero en el pasaje que hoy nos ocupa, el Señor va más profundo.
Sólo Dios nos da el Pan del cielo. “32 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.” El único que puede alimentar nuestra alma es Dios. La Palabra de Dios contenida en la Biblia es alimento para el alma y para el espíritu. Pero cuidado con que se quede sólo en su alma, en su mente y no profundice en su espíritu, “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12)
Finalmente JESUCRISTO ES EL PAN DEL CIELO, “33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. / 34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.” Jesucristo es el único alimento para nuestro espíritu. ESTE PAN DEL CIELO NOS DA VIDA ETERNA. “35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” Así como cuando nos alimentamos tenemos vida para el cuerpo, como cuando nos educamos tenemos vida para la mente, cuando comemos el Pan del Cielo tenemos vida en nuestro espíritu.
Sin embargo, Jesucristo nos dice algo que suena muy raro a nuestros oídos: NECESITAMOS COMER DEL CUERPO Y LA SANGRE DE JESUCRISTO. “52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Probablemente usted se esté haciendo la misma pregunta. ¿Será que tengo que transformarme en un antropófago? En los primeros siglos, los cristianos se reunían en secreto en las casas o en las catacumbas. Allí celebraban el partimiento del pan, hacían oración y adoraban a Dios. Corrían muchos rumores acerca de ellos entre la gente. Pensaban que sacrificaban a un niño y luego se lo comían. No faltará en nuestros días de demencia que una secta se coma a uno de sus miembros. Entre los aborígenes del Amazonas hay una tribu que se come a sus enemigos vencidos. Indudablemente de nada de esto se trata. La enseñanza de Jesús tiene relación con el acto de comer o alimentarse.
¿Cómo puede Jesucristo darnos a comer su carne y su sangre?
Para responder a esta interesante pregunta, primero necesitamos entender que…
1) HAY TRES TIPOS DE VIDA.
“53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.”
La carne son los músculos, los nervios, la fibra del cuerpo. La carne nos permite mostrarnos como somos, sostener nuestras vísceras, ser más gordos o más delgados. Nótese que Jesús no habló de comer sus huesos. Cuando se muere lo que más tiempo permanece son los huesos y la ropa. Pero finalmente, por ley de Dios, todo se hace polvo, como dice Génesis 3:19: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”
Los huesos dan una estructura al cuerpo, pero la carne da forma. La sangre, la Biblia lo dijo mucho antes que la ciencia, transmite la vida. Por eso algunos prohíben las transfusiones de sangre, pero eso es una exageración. Nuestra vida espiritual necesita tener forma y tener vida.
Jesús nos dice que si no nos alimentamos de Él no tendremos la forma adecuada ni la vida necesaria. Usted dirá “pero si yo estoy bastante bien, tengo una buena forma, y tengo vida”. Pero el Señor nos está hablando en términos espirituales. Necesitamos ser conformados a la estatura de Cristo y necesitamos tener la vida que viene de arriba, la vida del cielo. Hay tres tipos de vida:
• bíos, la vida biológica o del cuerpo;
• psique, la vida del alma o de la mente; y
• zoé la vida eterna o del espíritu. Si usted no alimenta su espíritu con Cristo no tiene la vida eterna.
JESUCRISTO NOS HACE UNA PROMESA: “54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” Para tener la vida de arriba, la vida eterna o zoé, es imprescindible que nos alimentemos de Jesucristo. Sólo así podré ser resucitado por Jesucristo a la vida eterna con Él.
2) LA CARNE Y LA SANGRE DE CRISTO TIENEN UN SIGNIFICADO ESPIRITUAL.
“55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.”
Jesús dice que su carne, es decir sus 33 años de vida en esta tierra, sus milagros, su poder, su amor, sus enseñanzas, toda Su Persona perfecta que es Él fue caminando por Galilea, Samaria, Capernaum, toda Judea y Jerusalén, son nuestra comida. ¿Lo va entendiendo? En el Evangelio podemos encontrar esa vida narrada poderosamente.
Jesús nos dice que su sangre, su sacrificio hecho en la cruz por usted y por mí, que su vida entregada en el monte de la Calavera, es su alimento, verdadera bebida para usted. Los seres humanos podemos alimentar nuestro espíritu con estas dos cosas que Jesucristo tiene para nosotros: su vida perfecta y su muerte redentora. Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20). Él vivía no la vida de Saulo, sino la vida de Jesucristo. Esto es lo que el Señor quiere que hagamos ahora. Dejar de vivir esta vida nuestra miserable, egoísta, sin temor, ambiciosa, codiciosa, pobre, para vivir Su vida. No se preocupe cómo lo hará. Él lo hará en usted, si usted le entrega su cuerpo y su sangre a Él.
3) COMER LA CARNE Y BEBER LA SANGRE DE CRISTO ES APROPIARNOS DE SU VIDA Y SU MUERTE.
“56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.”
Si así lo hace, Él permanecerá en usted por eternidad.
Comer la sangre y el cuerpo es más que tomar del cáliz y comer del pan; es más que el vino y el “matzá” del Seder Pésaj judío; eso es tan sólo un acto simbólico. Lo importante es lo que hay detrás de eso, lo que ese acto llamado Santa Cena o Eucaristía, significa. Usted nada obtiene por repetir una y otra vez un acto que no vive. Preferible sería que no lo hiciera. La Cena del Señor no es mágica, exige que usted la viva diariamente. Por el puro acto de comer el pan usted no come el cuerpo de Cristo, por el puro acto de beber el vino usted no bebe la sangre y la vida de Cristo. La nuestra no es una religión pagana, no es una religión de misterios sino una Verdad. Comer el cuerpo es vivir cada día como un día nuevo con Jesús como mi Señor, vivir la vida de Jesucristo ahora. Beber la sangre es arrepentirme cada día y cada día declarar mi gratitud y amor a Jesucristo, es convertirme diariamente, es entender que Él murió por mi y que por Él tengo la vida del cielo.
Comer la carne y beber la sangre de Jesucristo es alimentarse de Su vida y de Su muerte. Él no sólo murió por nosotros, también vivió por nosotros.
JESUCRISTO NOS TRANSMITE LA VIDA DEL PADRE.
“57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.”
El Padre está vivo, es un Dios que vive. Esa vida del Padre también la tiene el Hijo y la recibe de Él. Si nosotros comemos del Hijo, si nos alimentamos de su vida y de su sacrificio también tendremos esa vida del cielo. Esa vida es el Espíritu Santo en nosotros.
SÓLO JESUCRISTO NOS DA A COMER EL PAN DE VIDA ETERNA.
“58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.”
Los judíos que escuchaban sabían por tradición que sus abuelos y tatarabuelos se habían alimentado del maná, el pan que Dios hizo caer del cielo a Su pueblo peregrino en el desierto. Ellos habían comido de ese pan y sin embargo murieron como todos los hombres. En cambio Jesús les ofreció un Pan que da vida eterna. No hay Otro que pueda alimentar el espíritu del hombre y otorgar la vida eterna. Sólo Jesucristo. Mas, volvamos a la pregunta inicial de este sermón:
¿Cómo puede Jesucristo darnos a comer su carne y su sangre?
Nos alimentamos de Jesucristo cuando:
- ORAMOS CON FE. “Jehová está lejos de los impíos; Pero él oye la oración de los justos.” (Proverbios 15:29)
- LEEMOS, ESTUDIAMOS, MEMORIZAMOS Y REFLEXIONAMOS EN SU PALABRA. “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.” (Colosenses 3:16)
- ALABAMOS Y ADORAMOS A DIOS EN EL ESPÍRITU. “Pero tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.” (Salmos 22:3)
- OBEDECEMOS A SU VOZ Y LLAMADO. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. / Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; / porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (San Mateo 11:28-30)
CONCLUSIÓN.
Entendiendo que comer y beber a Jesucristo es una cuestión de actitud responsable con nosotros mismos, porque necesitamos desarrollarnos y crecer espiritualmente, y también de responsabilidad con Dios que generosamente ha dado a Su Hijo para salvarnos de la muerte eterna, entonces tenemos que decidirnos a hacer ciertas cuestiones prácticas. Estas son una determinación responsable y personal que cada uno hará:
1. Valorar el llamado de Dios.
2. Arrepentirse de sus pecados y pedir perdón al Señor.
3. Entregar su vida a Jesucristo.
4. Comenzar a orar, conversar con Dios, por lo menos una vez al día. No hacerlo como un rito u obligación, sino porque le amamos y lo necesitamos para nuestro desarrollo espiritual.
5. Leer la Biblia diariamente. Leerla con oración, reflexionarla y procurar practicarla.
6. Incorporarnos a una Iglesia y asistir al menos una vez a la semana, para alimentarnos con la Palabra de Dios.
Amados hermanos, familiares y amigos:
Necesitamos alimentar nuestro espíritu para que no desfallezca y muera en esta vida, y para que viva en la eternidad. Tanto nos ha amado Dios que nos busca y quiere darnos de esa vida que sólo en Él está escondida. No dejemos para el final de nuestra existencia esta determinación. Es un asunto de vida o muerte eternas. No es algo de menor importancia. Tal vez mañana sea demasiado tarde y no tengamos otra oportunidad. Hoy es el momento en que podemos tomar una determinación trascendental: obedecer al llamado de JESUCRISTO y seguirlo para siempre. ¡El Señor nos ampare!
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