jueves, octubre 30, 2008

CÓMO EJERCER LOS DONES.


SIRVIENDO AL CUERPO DE CRISTO
IV PARTE


Lectura Bíblica: Romanos 11:29-36

Propósitos de la Charla: a) Aprender a ejercer los dones con profundo amor; b) Comprender que los dones espirituales son un regalo de la Gracia de Dios; c) Hacer crecer nuestra estatura de fe para que crezcan nuestros dones; d) Desarrollar los frutos del Espíritu Santo para utilizarlos en conjunto con los dones; e) Que cada discípulo se esfuerce en cumplir su propio don.


“Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios. / Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos, / así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia. / Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. / ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! / Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? / ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? / Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Romanos 11:29-36)

Es muy importante descubrir los dones que Dios nos ha dado a cada uno, para servirle en Su Iglesia. Una de las características principales de los dones es que son permanentes o, como dice San Pablo, irrevocables. Los dones siempre están, permanecen, no desaparecen. Los dones son las armas con las que salgo al cambo de batalla y siempre están ahí. Es lo que me ha dado Dios para ser feliz, para construir el Reino de Dios y para servir a mi prójimo. De mi dependerá tener esas armas a punto, desarrolladas, cuidadas; de mi dependerá estar acostumbrando a funcionar desde mis dones pero nunca podré decir que a mi se me ha dado menos, que yo no soy capaz. En mis dones está parte de la llave de mi felicidad y de la capacidad de hacer felices a los que me rodean y de poner a Dios en el mundo.

El Espíritu Santo trabaja donde se le da la bienvenida y nuestra Iglesia así lo ha hecho. ¿Le ha dado usted la bienvenida al Espíritu Santo en su vida? ¡Nada más fructífero que permitir que ese Espíritu que ha creado la vida, haga lo Suyo en la Iglesia! Si no damos cabida a que el Señor de la Iglesia y de cada discípulo, cumpla Sus planes, tanto la Iglesia como los cristianos no estarán caminando en la perfecta voluntad de Dios. Por eso es tan importante este tema del fervor y de los dones espirituales, ya que son el equipo que nuestro Padre Celestial, a través de Jesús, repartió a Su Iglesia para cumplir Su plan en esta tierra.

Jesucristo, el Hijo de Dios, venció en la cruz al diablo y dijo “Consumado es”, ya que allí completó la salvación de muchos. En la cruz Jesús tomó nuestro lugar de castigo como pecadores y crucificó al viejo hombre. El trabajo de Jesús fue la salvación, redención y justificación de quienes creyeran en Él, como la santificación es el trabajo del Espíritu Santo. Este ha sido dado a la Iglesia para:
« consuelo y ayuda (San Juan 14:16);
« convencer de pecado (San Juan 16:8,9);
« dar dones espirituales (1 Corintios 12);
« enseñar (San Juan 14:26);
« dar fruto en nosotros (Gálatas 5:22-23);
« guíar (San Juan 16:13);
« habitar (Romanos 8:9-11);
« llenar (Efesios 5:18);
« revestir de poder (San Lucas 24:29; Hechos 1:8);
« recordar (San Juan 14:26);
« regenerar (San Juan 3:5-8);
« revelar la Verdad (San Juan 12:13);
« sellarnos para siempre como hijos de Dios (Efesios 1:13) y
« ungirnos (1 Juan 2:20)

Una de las tareas importantes del Espíritu Santo ha sido capacitar a la Iglesia con los dones espirituales. Para no cometer errores en su aplicación, veremos cómo ejercerlos.

1. EN AMOR.
Necesitamos tener un claro conocimiento de los dones y ejercerlos con profundo amor. El día de Pentecostés vino el Espíritu Santo sobre los apóstoles y repartió dones, según la estatura de la fe. Es así que el Dios Trino reparte a cada uno en la Iglesia diversidad de dones. Los dones son dados a la Iglesia para que esta funcione como voz profética en medio de la sociedad, tanto en vivencia de Jesucristo, como en palabras y obras de servicio. Para poder llevar a cabo la función de cada don es necesario hacerlo con y en el amor. Este es el modo de operar de los dones espirituales, ya que proceden del Espíritu Santo, que es un Espíritu de Amor. La esencia del que dio los dones es el amor, puesto que “Dios es Amor”, como explicita el Texto Sagrado: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. / El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” (1 Juan 4:7,8)

Hablar en lenguas, tener don de profecía, don de ciencia, don de fe o cualquier otro don sin amor es inútil, no tiene valor para Dios. “1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.” (1 Corintios 13:1-3)

El amor es una virtud teologal, es decir que viene de Dios y se dirige a Él. La caridad o amor es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por El mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Es el “vínculo de la perfección” (Colosenses 3:14) y la forma de todas las virtudes. De allí su importancia. Es definido el amor tanto en forma positiva como negativa, en el texto que dice: “4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1 Corintios 13:4-7)

La forma “positiva” dice que el amor es: 1) sufrido, 2) benigno, 3) se goza de la verdad, 4) todo lo sufre, 5) todo lo cree, 6) todo lo espera y 7) todo lo soporta. La forma “negativa” explica que el amor: 1) no tiene envidia, 2) no es jactancioso, 3) no se envanece; 4) no hace nada indebido, 5) no busca lo suyo, 6) no se irrita, 7) no guarda rencor. Hay una definición perfectamente equilibrada de 7 características positivas y 7 características redactadas en forma negativa. Podemos autoevaluar nuestra capacidad actual de amar, asignando un puntaje o calificación de 1 a 7 y enterarnos de qué aspectos debemos trabajar en nosotros, referente a esta virtud básica.

2. COMO GRACIA DE DIOS.
Como la salvación, los dones espirituales son un regalo de la Gracia de Dios. Los dones no los hemos recibido por simpatía, inteligencia o cualquier otro atributo personal. Tampoco nos han sido dados como premio a nuestro comportamiento. Sencillamente han sido dados por Gracia. Dios ha entregado los dones a Su Iglesia, por el puro afecto de Su voluntad. Ha sido Soberano en la repartición de éstos. No son mérito para nosotros sino mérito de Jesucristo que dio su vida por nosotros: “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. / Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres.” (Efesios 4:7,8). Otra versión dice: “Pero cada uno de nosotros ha recibido los dones que Cristo le ha querido dar” (DHH)

Si consideramos los dones “gracias” o regalos de Dios, seremos humildes al ponerlos en acción. Nada más repugnante al Espíritu que la vanidad y gloria propia.

3. CRECIENDO EN FE.
Cada vez que nuestra estatura de fe crece, crecen nuestros dones. En la medida que confiemos en que ha sido Dios quien nos ha otorgado estos dones para glorificarlo y servir a nuestros prójimos, se desarrollarán los dones. Incluso adquiriremos nuevos dones. Por ejemplo, si nuestro don es la sabiduría, al utilizarlo en beneficio de nuestros hermanos para que ellos crezcan, nos sentiremos más útiles y ellos confiarán más en nosotros, dándonos responsabilidades mayores en la Iglesia. Pero si escondemos el don y no lo hacemos funcionar, nos sentiremos inútiles y nadie valorará nuestras personas. Confiar en los dones que el Señor nos ha regalado es confiar en Él y ponerlo muy en alto. Dios nos puede dar mejores dones y en mayor cantidad. Considere usted de sumo valor su ministerio o servicio y los dones que Dios le ha otorgado. Nosotros hablamos de “ministerio” cuando nos referimos a un don de la Palabra (apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros) y de “servicio” cuando hablamos de cualquier otra función en la Iglesia (diácono, presbítero, músico, etc.)

4. DESARROLLANDO LOS FRUTOS.
Los dones espirituales deben ser utilizados en conjunto con los frutos. Al utilizar los dones, no vayamos más allá del Espíritu Santo. La inmadurez nos puede llevar al engaño de Satanás y éste a un mal uso de los dones. Podríamos definir los frutos como actitudes que aparecen en nosotros por el poder y confianza del Espíritu Santo.

El primero de los frutos del Espíritu Santo es el amor, luego sigue el gozo. No podemos vivir el amor si no tenemos un profundo gozo, de lo contrario sería una pesada carga amar al prójimo y a Dios. La paz es el tercer fruto, porque una conciencia que no se culpa a sí misma ni vive culpando a los demás, es una conciencia que vive en la verdadera paz de Jehová-Shalom. Amor, gozo y paz son los tres primeros frutos, podrían llamarse también caridad, alegría espiritual y tranquilidad de conciencia.

A estas tres añade el Espíritu la paciencia, la benignidad y la bondad, que son componentes del primero, el amor. El amor es paciente, es benigno y es bondadoso; paciente porque sabe comprender y aceptar las personas y circunstancias difíciles; benigno porque es siempre bueno y no piensa mal del prójimo; bondadoso porque siempre hará el bien a los demás. Así es que esta trilogía de frutos en realidad se desglosa del primero, del amor.

Luego viene la fe, no como virtud teologal, sino como fruto; así también el amor está aquí tratado como fruto, es decir como resultado de una madurez, de un desarrollo. A la virtud teologal del amor, que se recibe del Espíritu Santo al nacer como nueva criatura, se añade el fruto del amor; igualmente sucede con la fe. Esta es una fe desarrollada, una fe que se conecta en confianza con Dios, una fe que es compartida a los hermanos a través de la vida de la persona. Ella ejerce fe en su vida devocional, en su vida de servicio y en su vida familiar. Después nos encontramos con la mansedumbre o humildad y con la templanza o dominio propio; la primera está íntimamente relacionada con la fe, ya que no puede haber fe sin humildad; es preciso ser manso como un cordero para aceptar recibir a Cristo. Pero esta mansedumbre es el fruto de una vida tratada, obediente y llena de fe en la dirección Divina. Resultado de esa fe y mansedumbre, es la templanza. La virtud de la templanza es una de las cuatro virtudes cardinales, mas aquí está señalada como fruto del Espíritu Santo. Se alcanza el dominio propio, el dominio de la carne, la autoridad del espíritu por sobre las pasiones, cuando el alma se ha humillado en mansedumbre y fe.

En resumen: el amor se vive con gozo y paz, el amor es paciencia, benignidad y bondad; y la fe produce mansedumbre y templanza. Todo ello es el fruto del Espíritu Santo. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, / mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” (Gálatas 5:22,23)

Los dones son las capacidades que nos hacen funcionar en la Iglesia y como Iglesia a cada uno. Los frutos son los rasgos característicos de Cristo, los modos que adoptan los dones para actuar en la Iglesia. Comparados con una persona natural, los dones serían como los talentos, aquello de que es capaz, y los frutos son sus rasgos de personalidad, cómo actúa. Los cristianos tenemos capacidades sobrenaturales llamadas “dones” y rasgos de Jesucristo, llamados “frutos” o “virtudes”.

5. CADA UNO EN SU DON
Cada discípulo debe esforzarse en cumplir el servicio o ministerio que le ha sido asignado, ejerciendo sus propios dones. Una parábola del siglo XXI: Los animales del bosque hicieron una escuela para entrenarse en todas las habilidades: correr, nadar, trepar árboles, volar. Participaron el conejo, el águila, el pato, la ardilla. Cada uno rendía en lo que era su naturaleza especial pero fracasaba en lo demás. Así somos en la Iglesia cuando queremos rendir en áreas que no son nuestro don especial. Dios no nos obliga a hacer cosas que no podemos hacer. A través de los dones Él quiere que seamos libres para hacer las tareas en forma óptima. Esforcémonos en el don que es nuestra especialidad.

CONCLUSIÓN.
Para ejercer correctamente nuestros dones en la Iglesia, luego de conocerlos, debemos ejercerlos con amor y en el amor de Jesucristo. Consideremos siempre que son una gracia o regalo de Dios, algo que no merecíamos pero que Dios quiso obsequiarnos para hacernos importantes y necesarios en Su Obra. Procuraremos siempre crecer en la fe para un mejor ejercicio de los dones. Este desarrollo debe ir a la par con el crecimiento de los nueve frutos del Espíritu Santo. Por último, cada discípulo ocúpese en desarrollar, ejercitar y hacer actuar su propio don, sin criticar, envidiar ni envanecerse ante sus hermanos.

APLICACIONES
1. Examinemos cómo está mi amor frente a mi prójimo, en qué aspectos del amor debo mejorar. Pidamos al Señor más paciencia, bondad, humildad, delicadeza, altruismo, serenidad, jovialidad, compasión y magnanimidad.

2. ¿He considerado que los dones que poseo no son míos sino tan sólo una “gracia” del Señor? Necesitamos ser más humildes y agradecidos con Dios.

3. Señor: auméntanos la fe para crecer en dones y servirte mejor a Ti y a mi prójimo.

4. Padre, Tú que eres el Labrador de mi árbol de vida: desarrolla en mí todos Tus frutos para ser útil y feliz en Tu Reino. Dame amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.

5. Escuchemos al Señor que nos dice “cada discípulo ocúpese en desarrollar, ejercitar y hacer actuar su propio don, sin criticar, envidiar ni envanecerse ante sus hermanos.” Demos gracias a Dios por Sus dones. Amén.

BIBLIOGRAFIA
1) Maestra Sangsoon Kim; apuntes de clases Asignatura “Network”; Seminario Teológico Misión Internacional de la Gracia; Chile, 2008.
2) Grace Ministry Internacional; “Dones Espirituales, Network”; Seminario Teológico de la Gracia.
3) La Santa Biblia, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
4) Dios Habla Hoy, Sociedades Bíblicas Unidas, 1979


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