ISAÍAS, EL PROFETA MESIÁNICO
CAPÍTULO 17
Ciudad de Damasco en la actualidad.
© Pastor Iván Tapia
“1 Profecía sobre Damasco. He aquí que Damasco dejará de ser ciudad, y será montón de ruinas. / 2 Las ciudades de Aroer están desamparadas, en majadas se convertirán; dormirán allí, y no habrá quien los espante. / 3 Y cesará el socorro de Efraín, y el reino de Damasco; y lo que quede de Siria será como la gloria de los hijos de Israel, dice Jehová de los ejércitos.” (Isaías 17:1-3)
Efraín y Damasco unidos contra Judá.
Siria (Damasco) estaba gobernada por Rezim e Israel (Efraín) por Peka. Israel y Siria se aliaron en una coalición contra el Reino de Judá, entonces gobernado por el rey Acaz. Su intención era poner en el trono de Judá al hijo de Tabeel. Recordemos un capítulo anterior que dice:
“3 Entonces dijo Jehová a Isaías: Sal ahora al encuentro
de Acaz, tú, y Sear-jasub tu hijo, al extremo del acueducto del estanque de
arriba, en el camino de la heredad del Lavador,
/ 4 y dile: Guarda, y repósate; no temas, ni se turbe tu corazón a causa
de estos dos cabos de tizón que humean, por el ardor de la ira de Rezín y de
Siria, y del hijo de Remalías. /
Dos gobiernos se unen para derrocar al hermano de uno de ambos, pues Israel es hermano de Judá, ya que ambos formaban parte de las 12 tribus del pueblo escogido de Dios antes de la muerte del rey Salomón. Por tanto Efraín, Israel o el Reino del Norte se estaba comportando como Caín con Abel y quizás con mayor maldad, ya que se alió con el enemigo para ir contra tribus que fueron hermanas: Judá y Benjamín, el Reino del Sur.
Esto nos debe hacer pensar sobre nuestras relaciones con los hermanos, sean de sangre o de fe. La Biblia enseña:
“10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios. / 11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. / 12 No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.” (1 Juan 3:10-12)
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