lunes, septiembre 10, 2012

UN CAMBIO DE ACTITUD




“Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.” (Isaías 45:22)

Es necesario que todo hombre y mujer en algún momento de su vida, ojalá más tempranamente, se acerque a Dios y defina su destino frente a Él.

“Mirad a mí” nos dice Dios, nuestro Creador. ¿Cómo le miraremos? Indudablemente con los ojos de la fe. Dios mismo busca al Hombre, Él desea que todo ser humano tenga un encuentro con Su Persona. No hay nadie en esta tierra que en algún momento de su vida no se enfrente a esta realidad superior: Dios nos espera. El problema es que los seres humanos, ocupados en sus distintos asuntos, no desean encontrarse con esa realidad. Algunos la niegan y otros la eluden o postergan para sus últimos días. Quizás piensan que el encuentro con Dios es para gente religiosa y para ancianos próximos a la muerte. Aún más, se asocia a Dios con la muerte, y a la muerte se la ve como algo desagradable y opuesto a la vida. Sin embargo la muerte es una experiencia que está muy cercana a todos y que nos conecta con la vida eterna o “la vida después de la vida”, como se llama ahora.

También podemos considerar que la muerte es parte de la vida, tan sólo una puerta, un paso entre esta existencia y la existencia del alma más allá de ella. En verdad todo ser humano tiene un cuerpo físico, que es su elemento material, y un elemento o cuerpo espiritual, que jamás muere. Del destino de ese cuerpo espiritual, alma y espíritu (psique y pneuma, en griego) se encarga la Religión. Esta palabra nos habla de “religar”, es decir volver a unir al hombre con Dios. Aunque queramos, no podemos eximirnos en la vida de esta “asignatura”. Todos, de una u otra forma, necesitaremos religarnos con el Creador. Con distintos enfoques, con doctrinas diferentes, con prácticas y libros sagrados distintos, las religiones del Hombre pretenden indicarnos el camino que nos lleva hacia esa eternidad.

El Judaísmo, una de las tres grandes religiones de la Antigüedad nos habla desde la Biblia, por medio del escrito del profeta Isaías, estas palabras que son de Dios: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.”  Necesitamos alguna vez comenzar a mirarlo a Él para ser salvados de nuestra pobre condición espiritual de personas que no han desarrollado las virtudes de Dios ni han reconocido al Todopoderoso como el Dueño de la vida. Es un llamado a todos los hombres y mujeres del planeta a cambiar de actitud para con Él. “Yo soy Dios” dice Él “y no hay más”. Sin embargo hacemos dioses a nuestro amaño, adorando la ciencia, la tecnología, el dinero, el poder, las artes y aún nuestros propios cuerpos. Las Escrituras nos hacen un fuerte llamado a volvernos de nuestro camino de perdición y mirar al que nos creó, nos ama y desea nuestra salvación.

Podemos ante estas palabras tener distintas actitudes:

a)      No creerlas y pensar que son una locura, asunto de “iluminados” religiosos. Actitud de incredulidad.

b)      No darles importancia, palabras para otro tipo de personas, pero respetar esa postura. Actitud de indiferencia.

c)      No aceptarlas pues son escrituras que no considero sagradas ni inspiradas, son de un libro judío, y no corresponden a nuestra religión. Actitud de rechazo.

d)     Definitivamente considerarlas algo poco serio, propio de gente ignorante o primitiva, pues sólo hemos de creer en la Ciencia. Actitud de desprecio.

Cualquiera sea la actitud que usted tenga, Dios no deja de hablarle  en estas páginas de la Biblia: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.” Sólo pide una cosa: que le escuche, que cambie su actitud ante Él. Pruebe deponer esa actitud de incredulidad, indiferencia, rechazo o desprecio, y con buena voluntad oír la Voz de su Creador que le dice: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.” Pruebe y tal vez inicie un camino que le sorprenderá, un sendero que le llevará a resolver esos asuntos que a usted siempre le han preocupado y jamás pudo solucionar. Atrévase a cambiar de actitud con Dios y Él le sorprenderá. Se lo prometo.


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