“Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.” (Isaías 45:22)
Es necesario que
todo hombre y mujer en algún momento de su vida, ojalá más tempranamente, se
acerque a Dios y defina su destino frente a Él.
“Mirad a mí” nos
dice Dios, nuestro Creador. ¿Cómo le miraremos? Indudablemente con los ojos de
la fe. Dios mismo busca al Hombre, Él desea que todo ser humano tenga un
encuentro con Su Persona. No hay nadie en esta tierra que en algún momento de
su vida no se enfrente a esta realidad superior: Dios nos espera. El problema
es que los seres humanos, ocupados en sus distintos asuntos, no desean encontrarse
con esa realidad. Algunos la niegan y otros la eluden o postergan para sus
últimos días. Quizás piensan que el encuentro con Dios es para gente religiosa
y para ancianos próximos a la muerte. Aún más, se asocia a Dios con la muerte,
y a la muerte se la ve como algo desagradable y opuesto a la vida. Sin embargo
la muerte es una experiencia que está muy cercana a todos y que nos conecta con
la vida eterna o “la vida después de la vida”, como se llama ahora.
También podemos
considerar que la muerte es parte de la vida, tan sólo una puerta, un paso
entre esta existencia y la existencia del alma más allá de ella. En verdad todo
ser humano tiene un cuerpo físico, que es su elemento material, y un elemento o
cuerpo espiritual, que jamás muere. Del destino de ese cuerpo espiritual, alma
y espíritu (psique y pneuma, en griego) se encarga la Religión. Esta palabra
nos habla de “religar”, es decir volver a unir al hombre con Dios. Aunque queramos,
no podemos eximirnos en la vida de esta “asignatura”. Todos, de una u otra
forma, necesitaremos religarnos con el Creador. Con distintos enfoques, con
doctrinas diferentes, con prácticas y libros sagrados distintos, las religiones
del Hombre pretenden indicarnos el camino que nos lleva hacia esa eternidad.
El Judaísmo, una
de las tres grandes religiones de la Antigüedad nos habla desde la Biblia, por
medio del escrito del profeta Isaías, estas palabras que son de Dios: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los
términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.” Necesitamos alguna vez comenzar a mirarlo a Él
para ser salvados de nuestra pobre condición espiritual de personas que no han
desarrollado las virtudes de Dios ni han reconocido al Todopoderoso como el
Dueño de la vida. Es un llamado a todos los hombres y mujeres del planeta a
cambiar de actitud para con Él. “Yo soy Dios” dice Él “y no hay más”. Sin embargo
hacemos dioses a nuestro amaño, adorando la ciencia, la tecnología, el dinero,
el poder, las artes y aún nuestros propios cuerpos. Las Escrituras nos hacen un
fuerte llamado a volvernos de nuestro camino de perdición y mirar al que nos
creó, nos ama y desea nuestra salvación.
Podemos ante
estas palabras tener distintas actitudes:
a)
No creerlas y pensar que son
una locura, asunto de “iluminados” religiosos. Actitud de incredulidad.
b)
No darles importancia, palabras
para otro tipo de personas, pero respetar esa postura. Actitud de indiferencia.
c)
No aceptarlas pues son
escrituras que no considero sagradas ni inspiradas, son de un libro judío, y no
corresponden a nuestra religión. Actitud de rechazo.
d)
Definitivamente considerarlas
algo poco serio, propio de gente ignorante o primitiva, pues sólo hemos de
creer en la Ciencia. Actitud de desprecio.
Cualquiera sea la
actitud que usted tenga, Dios no deja de hablarle en estas páginas de la Biblia: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los
términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.” Sólo pide una
cosa: que le escuche, que cambie su actitud ante Él. Pruebe deponer esa actitud
de incredulidad, indiferencia, rechazo o desprecio, y con buena voluntad oír la
Voz de su Creador que le dice: “Mirad a
mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay
más.” Pruebe y tal vez inicie un camino que le sorprenderá, un sendero que
le llevará a resolver esos asuntos que a usted siempre le han preocupado y
jamás pudo solucionar. Atrévase a cambiar de actitud con Dios y Él le sorprenderá.
Se lo prometo.
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